Había una vez en el pacifíco mundo de la fantasía un sol y una luna. El Sol era presuntuoso, fuerte, allá donde iba le gustaba ser el protagonista, era admirado por su carácter optimista, capaz de embellecer cada momento triste con tan solo mirarlo. Cuando las plantas se sentían deprimidas, alli estaba él para darles el calor de sus abrazos. Desde su habitat el sol contemplaba orgulloso el ritmo de la vida pasar.
También alli vivia la Luna, ella era tímida, se dejaba ver cuando todos dormían, y pocas veces mostraba su rostro completo, insinuaba su figura dejando entrever solo parte de su cara. Era sutilmente delicada... pero en los dias de su plenitud resaltaba por encima del firmamento, dando la más impresionante claridad a la vida que se rendía bajo sus pies.
El sol habia oido hablar de la Luna, las nubes cuando se acercaban a visitarlo le hablaban de ella, la feminidad mas linda y delicada que ellas conocían, pasaban largos ratos describiendo la dulzura de su perfil y la media sonrisa que habitualmente expresaba. El Sol no creía que tal belleza existiera, pensaba que las traviesas nubes que generalmente aparecían para empañar su bella imagen le engañaban para herirse de él.
Juguetonas nubecillas, no oséis a reíros del mas grande astro rey- y las empujaba suavemente aprovechando los espacios que éstas no cubrían para dejar sobre salir alguno de sus brillantes y fuertes brazos...
Durante la noche las jóvenes nubes, se acercaban sigilosamente a charlar con la Luna, le describían lo cálido y apasionado que era el Sol, su fuerza y vigorosidad. La Luna en sus sueños se imaginaba a tan gran galán envolviéndola entre sus brazos, idealizaba la figura empezando a sentir ese "amor lunático" por él.
Pasaban los días, desde su trono el Sol veía a hombres y mujeres amándose, añoraba no ser humano, desde arriba podía divisar como ellos se estremecían bajo sus cálidos brazos, uniendo sus cuerpos en uno solo parecían fundirse como la gota de agua que cae en tierra seca. En esos momentos se acordaba de la Luna, no creía las historias de las nubecillas, pero deseaba con todas sus fuerzas que un ser así pudiera existir.
Las nubes concertaron una cita con la Luna para el Sol, esa era la única manera de que el rey las creyera. Incrédulo, éste aceptó, en el fondo de el su núcleo ardía el fuego de la esperanza.
Esa tarde el sol observó con atención a una pareja de humanos, ella era delicadamente exquisita, muy similar al perfil que las nubes le habían descrito de la Luna, él en cambio era fuerte, algo presumido y bastante mas grande que ella. La mirada del sol fija sobre ambos, empezó a generar la sensación física de calor... él pasaba las manos sobre la frente de ella quitando parte de su sudor y fundía su piel en un roce constante que recorría el cuerpo femenino con pasión. El Sol podía observar sus caras, ella sonreía y él aproximaba sus carnosos labios hacia los de ella para terminar la acción en un impulsivo beso. Las manos de ella rodeaban el torso del chico, acariciaba su espalda dulcemente, llevando las manos hasta su cabellera, donde introducía los dedos entre su ensortijado pelo...
La mirada del Sol estaba fija, era penetrante, no perdía detalle de la situación. Ambos yacían desnudos en la arena, cerca de la orilla del mar. Pudo ver las redondeadas formas del cuerpo femenino de ella y cómo las manos de él la envolvían completamente, el calor se estaba haciendo insoportable. En el horizonte se observaba el cielo algo nuboso, parecía que se aproximaba un grupo de nubes. Ellas observaban hipnotizadas tan estremedora escena humana, y cómo el rey no perdía detalle y participaba activamente con su pasión y calor.
El Sol estaba excitado, observo como él se apoderó de la dulzura de ella, encima se movía con un vaivén imparable, ella jadeaba suavemente y él no paraba de agitarse...
El Sol estaba entrando en un autentico frenesí, las nubes calladas al fondo se sentían provocadas y excitadas, el cielo se estaba oscureciendo, parecía avecinarse tormenta. Las nubes cada vez se acercaban para ver más de cerca a la pareja y al fondo del firmamento la Luna enseñaba su mirada.
El Sol rápidamente se giró impresionado por tal situación dejo de prestar atención a los amantes. Lentamente se fue acercando a la Luna, las nubes miraban con atención esa orgía de la naturaleza... empezaron a frotarse las unas con las otras, estaban muy muy excitadas... parecía que la noche se apoderaba del paisaje, unos jadeos profundos se escuchaban sobre la arena, la pareja rítmicamente fundidos en un beso llegaban al climax, junto con las nubes que tras disfrutarlo soltaban sus flujos pasionales en forma de lluvia sobre el cuerpo masculino y femenino que yacia en la arena y un hermoso eclipse solar presidia esta caja de placeres.