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María se despertó inquieta

en Sexo con maduros

Esa mañana María se despertó inquieta, avanzó rápida por el pasillo de su casa con dirección a la cocina. Sobre su juvenil cuerpo reposaba el batín que hace un par de meses le regalo Gonzalo, un batín de color hueso y tela de satén que cubría con dificultad el final de sus nalgas.

La cabeza le daba vueltas, y la boca algo espesa y pesada traía a su memoria recuerdos de alcohol y desenfreno.

La fiesta había resultado mucho más alocada de lo que ella pensaba. Juan cumplía 46 años, era un hombre tremendamente atractivo, que sabía llevar cada uno de sus aniversarios con una gran dosis de seducción. Cada arruga de su piel añadía más atractivo a su persona.

Juan y María se conocieron hace tres años en una empresa. Ambos eran compañeros de departamento. Ella estaba recién salida del cascarón, con un contrato de prácticas entró en la m multinacional para ocupar un puesto por unos seis meses aproximadamente, allí Juan fue su tutor y mentor hasta que cogió soltura en la tarea.

María tenía 21 años, alta y estilizada su cara se caracterizaba por una nariz chata que simulaba un botón. La mirada viva y chispeante hacía que resultará a primera vista simpática para ellos y objeto de envidia en ellas. No era especialmente explosiva, ni tenía un cuerpo equilibrado. Dentro de su 1.72, sus pechos eran pequeños pero firmes y en contraste tenía una cadera más ancha, coronada por dos nalgas respingonas y blanquecinas que desafiaban las leyes de la gravedad.

Tenía talento, extrovertida y dicharachera se ganaba a los clientes y corresponsales de otras delegaciones sin ninguna dificultad. Los directivos enseguida se dieron cuenta de su presencia, y cuando su melena pelirroja y ondulada se paseaba airosa por los pasillos pocas eran las miradas que se resistían a seguirla discretamente en cada uno de sus movimientos.

De todo esto hace ya tres años. Aproximadamente hace año y medio le pusieron sobre la mesa un contrato fijo, en el cual tuvo mucho que ver Juan. Ese hombre atractivo, casado y padre de dos hijos que se pasaba la mitad de la semana en los puentes aereos Madrid-Barcelona dedicado a su vida laboral.

Elegante, con clase y sutilmente conquistador fue abriendo todas las cerraduras que María tenía entorno a su persona, y esporádicamente y de forma ocasional habían mantenido relaciones sexuales en alguno de los viajes.

A pesar de lo extraño que pueda parecer ambos supieron compaginar esta extraña relación personal con el trabajo, y asumir el rol que cada uno debía desempeñar.

Juan encontraba en María esa figura femenina maleable, estéticamente atractiva con un cuerpo un tanto juvenil. Buscaba el poder y la decisión. María a su vez en Juan encontraba al "hombre", maduro, protector, adoptaba un papel sumiso más propio de la personalidad infantil y que se alejaba mucho de lo que cualquiera de sus compañeros podría imaginar, sus compañeros y su novio Gonzalo. El mismo que le regaló el batín y formaba parte de su vida desde hacía nueve meses.

A pesar de las relaciones estables de las vidas de los protagonistas ambos parecían atados a esta extraña atrcción. Y desde hacía dos años jugaban en los abismos de lo éticamente permitido.

La pasada noche Juan celebró su cumpleaños, lo hizo lejos de su familia y compañeros de trabajo, pero no lejos de María. La había avisado desde una semana antes que celebraría una fiesta en el local de un amigo y que le agradaría su compañía...

Cuando la voz de Juan se tornaba grave en el teléfono ella no sabía negarse, y como si quedara bajo los efectos de la hipnosis acudía atraída por los efectos rápidos y efectivos del veneno de su cazador.

Esa noche María se vistió como a Juan le gustaba, el periodo de adiestramiento ya estaba superado, y cuando él la llamaba ya sabia cuales eran los derroteros que seguiría la noche. Si algo extraño a María fue que quedaran con amigos suyos...

Tras tomar una ducha y dar largas a Gonzalo, se enfundó en una corta falda tableada de vuelo y tela similar al satén, debajo su sexo permanecía lampiño, tal y como a Juan le gustaba. Encima llevaba un trozo de tela que iba anudado al cuello con una tira fina y a la cintura con otra, dejando la espalda desnuda hasta el comienzo de la curvatura de su trasero, donde casi podía comenzarse a ver lo que tan eróticamente se denomina "la sonrisa vertical".

En el mes de febrero el frío es notable, un atuendo muy fresco y despejado para esas fechas. María salió así a la calle, siendo el centro de atención de miradas curiosas, libidinosas y desaprobadoras. Sus pezones se inflamaban como dos canicas cuando el viento soplaba y ondeaba la vaporosas telas de su indumentaria. El taxista paró rápido y la comió con ojos de depredador.

Llegaba tarde, algo que enojaba a su compañero. La ciudad estaba atascada y pidió al conductor que la dejara a mitad de trayecto. Así, tuvo que lanzarse en una carrera precipitada por las aceras, sus pechos sin ningún tipo de sujeción se movían suavemente y el vuelo de la falda dejaba entrever el final de sus glúteos.

Una silueta espectacularmente femenina correteaba por las calles de la gran ciudad entre piropos y palabras soeces...

Con 15 minutos de retraso, sudorosa y sofocada llegó al local. En la puerta, enganchado al movil estaba Juan, con una camisa amarilla y unos vaqueros azul oscuro que provocaban que la boca de ella se deshiciera en jugos de pasión.

Colgó, y envolvió los labios de la chica en un beso. Su lengua se ajetreaba rápida y juguetona con la de ella como si llevará toda la tarde calentándose y excitándose con pensamientos impuros.

La miró de arriba abajo, y en el brillo de sus pupilas se descubrió la diferencia de edad y el papel de cada uno en la relación. Al entrar, María se sintió pequeña, casi como una niña de primaria, observada por babeantes hombres de negocio que vestían de sport como queriéndose quitar años.

El bar tenía colores rojizos, la música sonaba fuerte, y Juan, cortés, la presentaba con mucho orgullo ante sus amigos que no podían apartar la vista de la insinuante silueta de María.

En los sillones chicas jóvenes, casi vestidas tan descocadas como ella retozaban con hombres mayores ante las vistas de los demás. Juan puso una copa entre sus dedos, un brindis personal entre los dos con la copa de cava selló el cumpleaños.

Besos y caricias en público excitaban a María, entre sus piernas la humedad se hacía notable, iba en crecento. Las manos de Juan se movían inquietas accediendo a cada uno de los rincones que deseaba. A su lado, María escuchaba risas de compañeros de su pareja que parecían estar divisando como la falda se iba levantando ante los movimientos de la mano de él y dejaba a su vista las nalgas femeninas...

María consciente de esto parecía, quizá fruto del alcohol, disfrutar de ese exhibicionismo. Pegado a su desnudo muslo sentía la polla de Juan inflándose y presionando parte de sus carnes.

La lengua de él se movía inquieta por todo su cuellos, dando mordisquitos rápidos a la yugular y lóbulo. Los dos se aceleraron hasta dejar caer los cuerpos sobre una de las rinconeras rojas de la esquina.

Para entonces el alcohol se había adueñado de su voluntad y solo brotaban sus instintos.

María estaba bocarriba, debajo de la incipiente barriguita de Juan, asomaba cada una de sus piernas alrededor de la cadera de él y entorno a la pareja se comenzó a formar un círculo...

Vítores se alzaban, animando y alentando a subir más la temperatura de la escena. Juan sin dudarlo subió la tela de la falda hasta el vientre de ella y dejo su prieto y depilado sexo sonrosado ante la vista de todos ellos, mientras se sumergía con su lengua a acariciar cada uno de los recovecos...

María contoneaba sus caderas y arqueaba la espalda al ritmo del baile que emprendía la lengua de él con su clítoris. Sus ojos estaba entreabiertos, y como en una nube veía caras masculinas y femeninas observando como la miraban...

Los dientes de su experto y maduro amante se clavaban en sus labios mayores, mientras que la succión se hacía incansable...

No se podían escuchar los jadeos por la música, mientras, la boca de ella mostraba unos labios ardientes y brillantes, alguno de los amigos de él vertían sobre su dulce carita más champán simulando querer darla de beber... Intermitentemente Juan sacaba la cabeza de entre los muslos para reír las gracias a sus compañeros y dedicar una sonrisa a su amante...

 

Debajo de los vaqueros se podía diferenciar el volumen de sus sexo inflamado. María dejó sus piernas abiertas, dentro de su embriaguez estaba totalmente sobrestimulada dejándose llevar con la idea con la que a veces se había masturbado...

Juan pareció cansarse, se puso en pie y la dejo tumbada desnuda de cintura para abajo, y la envolvió con un beso con sabor a ella, mientras, lo más hábilmente que la borrachera le permitía desabrochaba su pantalón para sacarse su enorme sexo casi amoratado...

La boca de María se abría automáticamente nada más olfatear el aroma de su glande, como si de un reflejo se tratara asomaba la lengua hasta rozar la puntar y comenzar una serie de caricias.

Alrededor más de uno se pasaba la mano por encima de los pantalones propinándose caricias para aliviar la tensión sexual que en ellos todo esto estaba generando. Uno de ellos aprovechando ese momento de debilidad de ambos amantes se acercó para posar su mano sobre la empapada vulva de ella, y sus dedos resbalaron tan rápido hacia dentro que en segundos parecía llegar al climax.

Cuando Juan se percató miró la cara de María, y al comprobar una aprobación en su mirada dio el consentimiento a su amigo para que continuara...

Mientras María se esmeraba bocarriba en lamer y relamer el sexo de Juan, alzaba las caderas hasta dejar totalmente pegado el suyo a la cara de ese desconocido...

Estaba pegajosa de todo el cava que había corrido por su cara, ahora pegado a sus carrillos un sexo gordo y corto de un señor que superaría los 60 se agitaba con desesperación. María se sentía más sucia que nunca, pero a la vez mas desinhibida y excitada de lo que nunca hubiera podido pensar...

Juan cogió sus manos y la ayudó a incorporarse, su melena pelirroja algo despeinada tapaba parte de su expresión vidriosa de vicio y placer...

María se subió sobre él, mientras, sus manos desanudaban la camiseta que caía al suelo sutilmente. Sobre su pelvis botaba la joven chica de 24 años a un ritmo frenético, Juan estaba muy excitado y casi no pudo aguantar mas de dos minutos, inundando todas sus hinchadas paredes con la calidez de una pasión borracha...

María con la lengua de trapo parecía musitar palabras inteligibles. Por el interior de sus muslos brotaban unas gotas blanquecinas que ella esparcía de forma exhibicionista ente todos los espectadores con las piernas abiertas...

Juan agotado descansaba al lado de ella, envolviendo los pechos y pellizcando los rosados pezones... en sus oídos le susurró lo que tenía que hacer...

Los que traían acompañante estaban envueltos en besos y caricias lascivas, el resto alrededor de el sillón de María dejaban asomar la cabeza de sus desesperados sexos sin saber muy bien que esperaban encontrar...

Juan susurró en los oídos de ella esas palabras que tanto parecían enloquecerla... "hoy de nuevo seras mi putita Maria..."

Ella totalmente fuera de cualquier careta social y abandonada a su excitación y los deseos de Juan fue dejando que pasaran entre sus piernas varios de los compañeros de su amante, que dejaban sobre las manos de él billetes de 20 Euros.

A cuatro patas sobre el sofá la fueron embistiendo mientras que ella parecía retocerse de placer. Mientras los sexos masculinos se abrían paso entre sus carnes, Juan la susurraba palabras lascivas y besaba sus labios...

Esa noche María quedo dormida en el sillón de ese local, derrotada tras ser penetrada por más de cuatro hombre. Juan la acercó hasta su casa, no hizo falta desnudarla, directamente, tal y como Dios le trajo a este mundo de madrugada la tendió sobre las sábanas, con ese aspecto inocente e infantil que tanto le volvía loco. Al lado de la mesilla le dejo una nota dándole las gracias por el regalo.

Ahora María pasea inquieta por el pasillo, desnuda y pegajosa, sobre su piel y entre su piernas se despierta un extraño aroma... Amarrada a la botella de agua mineral intenta aclararse las ideas... Algo mareada vuelve al dormitorio y ve la nota de Juan...

Se deja caer a plomo sobre la colcha, con la mirada inquieta busca la ropa que ayer vestía, no encuentra nada. Poco a poco flases vuelven a su mente. Su cuerpo está algo dolorido, y cada vez las escenas parecen tener mas sentido...

Sobre la cama con la mano entre las piernas y antes de ducharse abandona su memoria al recuerdo siendo consciente por primera vez de que la anterior noche, casi sin darse cuenta, se comportó como tantas veces lo hizo en sus fantasías. Ahora en soledad acaricia su sexo, no pensando en algo que algún día podría ocurrir, sino en lo que a ella ya le pasó.

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