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Encuentros multiples

en Orgías

Ese día me temblaban las piernas. Al salir de la ducha observaba mi desnudez frente al espejo. Las gotas de mi cabello resbalaban por mis pechos lentamente y la melodía del móvil rompía mis pensamientos de forma precipitada.

No se me va a olvidar nunca. Han pasado ya bastantes meses. Eran otros tiempos, esos en los que no estaba comprometida y no importaba lo que hiciera con mi vida, al fin y al cabo, nadie tenía derecho a pedirme explicaciones por mis acciones.

Ahora las cosas eran diferentes. Nunca pensé que podría estar tan nerviosa al estar cerca de alguien. Es esa sensación en la que el estómago se te anuda en el interior, tanto que empiezas a adelgazar sin saber muy bien cual es el motivo. La inquietud se apodera de ti cada minuto. Parece que las manecillas del reloj se desplazan lentamente por la esfera hasta alcanzar la meta... Os preguntareis, ¿cuál es la meta de una manecilla, verdad? En mi caso está justo en el momento que marca la hora en la que me encuentro con él. Creo que jamás he estado tan embelesada con nadie, tan perdida por una mirada, tan miedosa ante su ausencia, tan alerta ante otras visitas femeninas, tan locamente encaprichada.

Por eso aquel día frente al espejo, no tenía nada que ver con el día de hoy frente al espejo. Solo meses después, todo parecía igual, las gotas seguían resbalando hasta toparse con mis pezones, pero la inquietud era diferente. La de antes era de nerviosismo, un palpitar trasgresor, que tenía su origen en un encuentro, una reunión entre amigos, si quizá ciber amigos, pero nadie dijo que para forjarse una amistad fuera necesaria la presencia física habitual, ¿no?

La confianza había dado lugar a preguntarse muchas cosas, especular sobre fantasías y confesiones prohibidas que probablemente a nadie habríamos contado. Hace meses esa cita se planteaba en Madrid. Ese día, mientras decidía con qué vestirme, observaba mi desnudez, preguntándome si ocurriría aquello para lo que, no habíamos quedado pero que probablemente, bajo circunstancias propicias, ninguno descartaríamos. Quizá por eso bajo el agua, y ese vaho rabioso que se genera con los fuertes contrastes, depilaba mi cuerpo con detenimiento...

Escribir, soñar, fantasear debajo de las sábanas hasta alcanzar el cielo con una posible orgía, aunque fuera chiquitita, parecía estar al alcance de mis dedos. Por eso, frente al espejo me preguntaba si yo misma podría, en un momento dado, intentar incitarla de forma sutil. Se planteaba una posibilidad, que de dejarla huir, probablemente nunca se volvería a dar...

En cambio hoy, los nervios eran diferentes...

Esa circunstancia se iba a dar. Pero alguien nuevo se incorporaba. Ni siquiera sé como hace un par de semanas mientras sentada sobre sus piernas moviéndome lentamente le miré a los ojos y se lo dije... Lo que hace las excitación, sus manos estaban agarrando mis nalgas, y la vena de sus sien más inflamada que nunca. Sentí mis pechos tan libres en ese movimiento fruto de la pasión y el deseo mientras su sexo me atravesaba, que entre mis jadeos salieron a borbotones algunas de mis experiencias más morbosas...

Todavía recuerdo como sus ojos se clavaron en los mío mientras yo seguía botando describiéndole las maravillas del sexo en grupo, hasta que explotó en mi interior como una bomba rabiosa mientras su cuerpo se contraía...

Y para mi sorpresa, aceptó. Bueno ni siquiera yo se lo propuse, fue él quien me preguntó si seguía manteniendo contacto con ellos, quien me preguntó hasta dónde llegamos, y curioseó mientras en el coche sacaba su sexo y lo acariciaba lentamente escuchando mi historia...

Además de perderme su voz, sus besos, sus abrazos protectores, parezco haber dado con la horma de mi zapato sexualmente hablando. Una mente abierta que no se asusta ante nuevas experiencias, aunque... frente al espejo, yo si me siento algo aturdida, acobardada por los efectos futuros que esto pueda tener en nuestra relación de pareja.

Tampoco fue fácil comentárselo a ellos, mis amigos. Planear un nuevo encuentro no era sencillo, compromisos varios, y kilómetros de distancia hacían que la cosa se alargara en el tiempo más de lo que a mi chico le podía apetecer. Pero un nuevo aliciente hacía aquella aventura muy deseable.

Jorge, aquel hombre que me tiene loca, me propuso la idea de traer a una compañera de su trabajo, me dijo que eso seguramente aportaría a mis amigos una motivación extra para no sentirse incómodos ni reacios ante ese encuentro.

Debo reconocer que eso me tensó algo los nervios. No sabía quién era ella, pero esa naturalidad con la que me lo propuso en un primer momento me llenó de incertidumbre y celos... En cambio, los susurros al oído mientras sus manos se sumergían entre los botones de mi camisa narrándome porqué ella, al revés de enfadarme, hicieron que por mi entrepierna fluyera la excitación... algo que me pareció totalmente incomprensible.

Todo estaba hablado...

Recuerdo aquella tarde en el messenger en la que mientras reíamos bromeando acerca de nuestras tonterías me aventuré a lanzar de sopetón mi idea. Nadie contestó, desde el Norte me llegó una carcajada con forma de incredulidad... El corazón me palpitaba rapidísimo en esos instantes. Hacia pocos días que nuestra relación, la de los cuatro, se había normalizado tras nuestra primera orgía aquella noche de confusión y morbo desenfrenado.

En las películas todo parece fácil, ella con ella, dos para uno, dos para dos. Nada importa. Pero la realidad es diferente, las culebras del deseo a lo prohibido se enredan a las piernas, y a parte de electrizarte aprietan las terminaciones nerviosas hasta provocar pequeñas taquicardias. Juegos, momentos de desconcierto, y el primer beso en un ambiente desenfadado pero con una tremenda tensión sexual es el desenlace de lo que una nunca creyó que podría pasar...

Al finalizar, el éxtasis recorre el cuerpo, una mezcla de aromas de perversión y la vuelta a la realidad, convierte los cuerpos desnudos en pudor, algo de incomodidad y una relación que tardó semanas en volver a la normalidad. Claro que, mientras eso ocurría, cada noche me sumergía en mi edredón nórdico con el recuerdo, intentando asumir todo lo que me había gustado, acompañando lo que ya no era fantasía, sino mi memoria, con caricias que me devolvieran los placeres vividos.

Y cuando todo parecía transformarse en normalidad, después de que, en conversaciones de dos a dos habíamos compartido nuestras sensaciones, no se me ocurrió más que proponer algo que creo que resultó sorprendente para ellos. Pensé en una negativa, quizá introducir a dos extraños convertía eso en una bacanal ... No sé, en esos momentos las ideas desordenadas no se someten a la razón. El caso es que, tras admitir que era una propuesta firme y que solo la realizaría con ellos, lo pensaron, meditaron y aceptaron.

Hoy, frente al espejo, ha llegado el día y estoy casi más nerviosa que la primera vez. Todo se plantea como una noche divertida, reiremos un rato unas copas, quizá fumemos y luego todo brotará... Mi conciencia está tranquila y me parece mentira irme a involucrar en una experiencia de este tipo con alguien que me gustaría que fuera mi pareja estable por mucho tiempo.

Él me ha llamado esta mañana, parecía muy contento. Sus buenos días habituales se teñían de una voz ronroneante que cortejaba mis sentidos y no he podido evitar sentir ese cosquilleo que me eriza la piel.

Pienso en cada uno, ellos atractivos, perversos, tremendamente encantadores, ella dulce, simpática, traviesa... y me da miedo perder todo involucrándoles en mi presente, ese "algo" que durante meses quise aislar, mi vida privada.

Y luego está "ella", esa mujer a la que no conozco de nada, que probablemente llegará en el coche con "mi" novio a buscarme... Me estremece pensar en ese frío momento, esa tensión de saber a lo que no enfrentamos...

Pero con todo ello en la cabecita mi imagen es la misma frente al espejo, la de un cuerpo femenino desnudo, totalmente lampiño, preparado para brindarse a los demás, a los deseos más tremendos que sus mentes puedan ocupar. El sexo taladrado a la derecha por esas bolitas plateadas, no busca más que encender al resto de la humanidad, mezclando la inocencia de la ausencia de vello, con la perversidad del dolor y lo prohibido. Quizá por todo esto mis pezones, oscurecidos, se muestran desafiantes ante mi propia imagen, mientras la cara me arde y las manos reposan gélidas a cada lateral de mi cuerpo.

Ellos son principalmente dominantes, esa sensación compartida con la exposición a más de una persona y con la obligación de satisfacer a alguien de mi propio sexo, algo que por naturaleza en principio creo que no me atrae, pero en el fondo me enloquece en pensamiento, multiplica de forma exponencial el morbo del ambiente...

Aquella vez lo experimenté. Marcos fue el primero que se lanzó a mis labios, de una forma casi inocente...

Como adolescentes nos subimos los cuatro a aquella habitación de hotel. No recuerdo el tiempo que hacía que no fumaba, pero en el momento que Natalia lo encendió su aroma vino a hacerme cosquillas en el cerebro y despertar el lado más risueño de mi persona. No me atrevía a mirar directamente a Marcos, y fue poco el tiempo que tardó Juanjo en incitarnos a darnos un casto beso. Comenzó con una aproximación lenta, chocaron nuestras pieles bajo la atenta mirada de la otra pareja, que reía entre calada y calada, hasta que sentí la punta de su lengua... El principio....

Es difícil establecer un orden de lo sucedido, pero en poco tiempo se pasa de ser poseída a poseer, de ser heterosexual a bisexual, de ser vouyer a exhibicionista, del dolor al placer...

Se pueden abarcar tantas prohibiciones que tu ser se estremece con cada mirada, caricia y palabra. Tumbados sobre la cama sentía diferentes pieles aproximarse a mi cuerpo, y lejos de avergonzarme, quizá por un estado de euforia, o no, seamos realistas, por cumplir una de mis fantasías, deseaba exponerme a cualquiera de ellos, sin distinción...

Y ahí se despertó en mi esa expresión que pensé que era forzada en las películas de género pornográfico. Tan diferentes texturas de piel sobre la mía me hacían sentirme pequeña... Podía llenar mi boca de la polla de cualquiera de ellos mientras el otro me penetraba, y Natalia rodeaba con sus dientes mis pechos. A su vez podía hacer que mis dedos bucearan en el interior femenino, mientras ellos se cebaban de su cuerpo...

Pero si algo me marcó fue mientras Marcos poseía mi cuerpo, penetrándome desde atrás de forma desenfrenada, mi cara se pegaba tanto a los sexos de Natalia y Juanjo que me emborrachaba los deseos, tanto, que me faltaban manos para saber qué hacer... De ese momento, un recuerdo quedó en mi mente para aquellas noches posteriores en mi solitaria intimidad, fue sentirme llena del deseo de Marcos a la vez que veía aquel sexo venoso de Juanjo introducirse dentro de Natalia sujeto por mi mano, lo metía y lo sacaba de aquellos pliegues femeninos, para luego envolverlo con mis labios.

Pude besar cada boca, sumergirme en tormentas agitadas dentro de ellas, mientras aquellos labios femeninos navegaban entre mis piernas. Claro que había diferencia, no es que me gustase más, ni menos... Era distinto. La lengua, algo más fina y precisa recorría cada terminación nerviosa. Sus manos sujetaban mis muslos, y ellos a cada lado nos miraban, cumplíamos sus deseos y obedecíamos sin reproches...

Nunca lo pensé... Jamás... Kilómetros recorridos para conocernos. Habíamos cenado y reído muchísimo. Pero debo reconocer que de mi pensamiento no se alejaba esa posibilidad. De ninguno debió escapar. Natalia traía su cuerpo perfectamente depilado también, estas no son cosas del azar. Las pieles olían frescas... y las palabras, nacían de nuestro lado más oculto...

La noche fue larga, el sexo en grupo no finaliza en un momento determinado. Ante tal situación, nervios, novedad, los cuerpos reaccionan de diferentes formas, y cada uno de nosotros fuimos pasando por distintas fase de maneras poco simultáneas. Eso hizo que todo aun fuera más encantador... Observar como alguno de ellos explotaba en el climax, regando mi piel mientras el otro aun continuaba plenamente vigoroso, no hacía más que añadir elementos adictivos al deseo...

Acabar, continuar, una noche larga, tremendamente larga... y gran desgaste físico.

Hoy no sé que nos espera. Somos seis, amigos, pareja, aquella extraña. A un paso del cielo y el infierno, esa cuerda floja que se balancea con cada paso... Me muero por volver a ser expuesta, quizá Jorge aun lo haga con mas autoridad, ofreciéndome como su propiedad, eso me volvería loca, pero quizá, a quien ofrezca sea a su amiga, y se me revuelvan las entrañas. Quizá ese amor, o no se qué, me convierta en esa chica normal y habitual poseída por los celos que no tolere observar a Jorge con Natalia, o con aquella extraña...

El pelo se me comienza a secar, se desordena en forma de bucles. Sobre la cama está la indumentaria que me ha dicho que debo ponerme. Un único vestido de gasa negro semitransparente. Es algo violento asomar a la calle con esta tela, tremendamente seductora que medio muestra mi desnudez. Los tirantes tampoco son lo más apropiado, hace frío...Al dejarlo caer sobre mi piel, mis pezones desafiantes adquieren protagonismo, y un andar ligero presentaría el comienzo de mis nalgas sin mucha dificultad...

Espero que suene el timbre con miedo... Quizá nunca nada vuelva a ser como antes, pierda lo que quiero, mi pareja, mis amigos...

Él se ha encargado de elegir el lugar. Está a las afueras, una casita en la sierra, no son más de veinte minutos en coche.

Frente al espejo me cuesta imaginar su cara cuando me vea follar con ellos como lo hago con él. Verá pegar mis pechos a otros femeninos, llenar mis labios de sexos diferentes al suyo y suplicar perversiones que me invaden cuando me encuentro en esa situación. Será tan contradictorio, tan prohibido, que probablemente me derrita con mi sexo en los labios de otro u otra mientras le miro sus negras y dilatadas pupilas... Lo peor, es que probablemente él se derrame en la boca de otra, e igual, ni me mire a la cara...

Una ola de arrepentimiento se apodera de mi... una ola que rompe bruscamente cuando suena el telefonillo.

 

La tela vaporosa deja paso al a brisa de la incipiente noche cuando abro la puerta del portal.Veo dentro del coche un pelo rizado en el asiento de atrás y unos labios que sonríen a través de la ventanilla medio empañada. Me acaricia el viento los pezones que sobresalen del resto de mi silueta. Los dos señores que reposan sobre el banco de enfrente de la puerta clavan su vista en mi cuerpo. Sé que pueden ver la oscuridad de la aureola de mis pechos... Jorge me observa desde dentro del vehículo...

Cada paso que me acerca a ellos es más frágil, la sensación de debilidad es creciente y el frío casi imperceptible por mi. Al entrar mis nalgas desnudas chocan contra la tapicería, me giro hacia atrás para saludar a la chica... Me sorprende su reacción cuando pone sus labios sobre los míos con total naturalidad. Jorge ríe, el nudo de mi estómago parece una horca. Supongo que Marcos, Juanjo y Natalia ya estarán en el bar riendo, pero a mi, el corazón parece que se me va a salir del cuerpo. El placer comienza a mezclarse con los sentimientos.

La boca de Jorge rodea mis labios, uno de sus besos podría transformarme de estado sólido a líquido en cuestión de segundos... Mi entrepierna está húmeda. Arranca el motor y el silencio acompaña las melodías de la radio...

Una noche comienza, quizá la que cambie las cosas, probablemente ésta implique un giro, nada volverá a ser como ahora, quizá mejor, quizá peor... pero ¡nunca igual!...

La nostalgia pelea con el deseo, mientras sus manos rodean mi muslo perversamente, la yema de su dedo alcanza mi pendiente y juega con él mientras esboza una atractiva sonrisa...

Salimos de la ciudad, las farolas cada vez más distanciadas dejan que la noche se cubra de negro. Después de hablar con ellos hemos decidido quedar directamente en una gasolinera de las afueras para que nos sigan...

Pocos coches a nuestro alrededor. La mano de Jorge transmitiéndome calma se apoya sobre mi pierna desnuda, anticipándome en silencio que se va a encargar de que todo vaya bien... Me presiona con la fuerza suficiente, e inyecta su mirada de un aire protector que me hace pensar que su espíritu dominante se apodera del escaso espacio. Intuyo que ha elegido un rol para mi en esta orgía planificada, su propiedad... solo de pensar en ello mi corazón se acelera, y la carretera parece nunca tocar fin...

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