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El viaje de Natalia: Una extraña cita

en Fantasías Eróticas

III-Una extraña cita

-Continua por favor, asi, asi.... – mi voz era casi transparente, a través de cada palabra se podía ver el paraíso entre las letras.

Pasaba las manos por mis pechos y empujaba sus caderas, brusca pero apasionadamente, entre mis dos piernas en la alfombra de la habitación del hotel.

-¿Te gusta que te folle así? Dime... ¿te gusta así?- Y mientras pronunciaba esas palabras graves y profundas, empujaba aun más fuerte, fijando sus ojos en los míos.

El cuarto estaba a oscuras, solo el resplandor del televisor con una película de corte pornográfico era el responsable de iluminar, parcialmente y de forma intermitente, algunas zonas de la estancia, y yo anudaba mis tobillos a sus riñones mientras de refilón observaba como sus glúteos continuaban un movimiento incesante.

Así follabamos, de forma salvaje, desgarradora...

¿Cómo te llamas?- Me preguntó mientras la venas de su cuello parecían estrangularle, y antes de que pudiera contestar me tapó la boca son su gruesa mano- Schsssss, hoy te llamas Ángela, reina- y al pronunciar esas palabras su mirada se iluminaba de un brillo sádico que a la vez que me atemorizaba también despertaba una cierta excitación.

Seguía empujando, casi como si fuera un desahogo de algún odio que le invadía. Una de sus manos se prendía en mi pelo, tiraba ligeramente, la otra, la empleaba para tener un punto de apoyo en el suelo...

Solo habíamos tomado un par de copas juntos, vestía bien, olía mejor y su conversación era soportable, en la barra del bar de aquel hotel casi todo tenía buen aspecto. Y fue una oportunidad para probarme una vez más a mi misma. Había entrado en un bucle peligroso, cuando se me venían encima las realidades me refugiaba en el sexo para ocultarme del timón de mi vida. Esa iba a ser la tercera vez en pocos días. Por eso aquella noche salí con la intención de hacer lo que a veces había fantaseado mientras sumergía mis manos ente mis piernas a escondidas.

¿Ángela gatita, dime que es lo que más te calienta?- su tono era sucio y sonaba algo soez, cuestión que durante toda mi vida había rechazado con repugnancia en las cuestiones amorosas, pero que esa noche al contrario de lo esperado sacaba lo peor de mi...

 

Minutos antes, en la barra del bar, en cambio, mientras él pretendía seducirme de la forma clásica, yo me insinuaba directamente. No me interesaban tanto sus palabras como ser explícita en mis actos y ver sus reacciones. Para actuar de esta manera tuve que envolverme en el desinhibidor universal, un par de copas me ayudaron a continuar con mi propósito.

Logré excitarle, provocarle un dolor pélvico tan intenso, que cuando llegamos a la habitación del hotel estaba casi rabioso.

Me había vestido con una falda negra y una blusa de satén de color celeste , tres botones desabrochados. Debajo no llevaba ropa interior y me ocupé, bajo la atenta mirada del camarero, de que tanto él como mi acompañante pudieran darse cuenta de ese sutil detalle. Le hablaba al oído intentando que mi respiración y labios se acercaran tanto que casi creyera que le estaban tocando, mientras, dejaba mi mano resbalar por la tela de sus pantalones hasta notar el relieve de su locura casi como si fuera sin querer...

Cuando esto ocurría no creo que hiciera más de cuarenta minutos que le conocía, y él, a los cuarenta y cinco me propuso subir a la habitación.

Quiero follarte...

Eso me dijo al oído mientras sumergía su mano disimuladamente bajo mi falda y yo entreabría las piernas para que pudiera sentir la humedad, del calor y la excitación, en mi piel, sin dejarle ascender más allá de la cara interna de mis muslos, hasta que en una ocasión toco los labios de mi sexo recién rasurado.

Son ciento veinte euros - le contesté bajito mirándole a los ojos y sentándome sobre una de sus rodillas, a la vez que restregaba mi sexo por la tela de su pantalón...

Se quedó callado, mirándome con una mezcla de sentimientos, el brillo de sus ojos era el espejo de su desesperación por desahogar sus instintos, las comisuras de su boca la etiqueta de su sensación de engaño... Yo misma me asusté de haber dicho tal cosa. Tantas veces me había masturbado pensando en algo similar, pero me parecía totalmente detestable llevarlo a la práctica, aun así me apetecía, quería vivir esa sensación. Estaba lejos de mi casa, de mi gente... realmente estaba sola, era el momento de aparcar la falsa moral, la oportunidad de realizar mi fantasía.

Llamó al camarero y le dio el número de habitación para que le anotaran nuestras consumiciones en la cuenta, de forma enérgica me cogió de la muñeca y me llevó hacia el hall del hotel camino del ascensor.

Ya no hablamos más... Al entrar me dijo que fuera al baño, yo le obedecí sin saber muy bien que hacer allí, ¡qué se suponía que debía hacer!. Me senté sobre la tapa del inodoro a pensar, la cabeza me daba vueltas, pero solo levemente.

¡Que estás haciendo Natalia, que coño estas haciendo...! – me repetía una y otra vez.

Nos habíamos presentado hacia unos minutos, pero yo no recordaba su nombre, y creo que con la música el tampoco había escuchado el mío.

¿Qué hago? ¿Qué hago?

Y como una leona en una jaula pegada a los barrotes daba vueltas nerviosa de un lado a otro sin saber qué hacer.

Sus nudillos golpearon la puerta...

No vas a salir de ahí- no tenía un tono muy afable, desde que le había dicho que tendría que pagarme si quería echar un polvo conmigo, no había esbozado una mínima sonrisa, y ese halo seductor se había esfumado como si fuese un espejismo.

Este cambio de actitud me puso nerviosa...

Abrí la puerta y le vi totalmente desnudo sobre la cama. Era la clásica habitación de hotel de negocios formada por dos camas de un metro unidas. Su cuerpo era normal, ni muy fibroso, ni demasiado fofo. Solo estaba encendida la luz de una lamparita y el reflejo del televiso, él sujetaba su sexo entre las manos ya erecto. Me quedé petrificada, pensando que probablemente él esperaría algo que yo debería saber...

En mis fantasías nunca pensaba que me pedían algo que yo no quería dar, pero quizá hoy esto pudiera pasar...

No me había percatado del ruido de fondo, jadeos de una película pornográfica que él había sintonizado en uno de esos canales de pago que ofertan...

 

Ciento veinte euros no son para que te quedes ahí quieta parada- me dijo con un tono algo despectivo, no me gustó...

Movía la mano a un ritmo estable, de arriba abajo.

Media hora después mi nombre ya no era Natalia era Ángela, tirados en el suelo no paraba de entrar y salir de mi, era tan salvaje que estimulaba cada terminación nerviosa, no tanto de mi cuerpo como si de mi cerebro...

Vamos, date la vuelta Ángela...-

Mi sexo estaba ardiente, no paraba de rezumar humedad...

¿Aun no me has contestado que es lo que más te pone?-sonaba brusco y acelerado

En los momentos que me preguntaba me hacia volver a mi, porque mi estado me pedía decirle una burrada, pero mi cabeza me decía que algo asi no podía salir de mis labios. Yo era una "niña bien", siempre lo había sido Me sorprendí...

Ser tu puta...

Escucharme decir eso parecía que le había enloquecido, a cuatro platas sobre el suelo de la habitación me bombeaba desde atrás. Me colocó tal y como deseaba, mis rodillas separadas...

Los brazos bien estirados y separados Ángela...- se alejó de mi y se puso en pie para mirarme – ¿Te has visto?, mira como cuelgan las tetas, y tu coño... ¿ quiere más?

Nunca me habían hablado asi, a ratos me alarmaba, a ratos me encantaba... Me gustaba sentirme tan expuesta. Doblé ligeramente los codos casi sin darme cuenta, y antes de querer hacerlo me sorprendió su mano estrellándose contra mi nalga, produciéndome un picor intenso...

¡Los brazos estirados! – Me reprendió para posteriormente colarse de nuevo dentro de mi y seguir penetrándome una y otra vez, a la vez que con cada impulso se oía un gruñido que denotaba sus ganas y esfuerzo...

Con ese movimiento mi entrepierna empezó a contraerse, a agarrarse a ese sexo desconocido con ansiedad, cada vez mis jadeos eran más intensos. Hacia un calor agobiante, sentía alguna gota de sudor por mi espalda, al igual que en sus manos aferradas a mis nalgas, que parecían escurrirse. Le pedí casi gritando que no parara, que siguiera haciéndolo de esa manera hasta llegar a un climax desesperado...

Él en cambio no parecía satisfecho, mientras unas corrientes de placer me elevaban, continuaba con su movimiento, escuchar como me corría le elevaba un éxtasis mental, pero por alguna extraña razón su sexo parecía ir perdiendo la erección sin llegar al orgasmo.

¡Joder, perra qué me haces!, quiero correrme ya, y no puedo...- Me dio miedo escucharle hablarme asi, fue como recobrar la consciencia de golpe de la locura que estaba haciendo...

Me instó a levantarme y me tumbó sobre la cama... Tenía el rostro casi congestionado. Le vi caminar desnudo hasta uno de los rincones del dormitorio donde había una silla y en la que descansaban algunas de sus prendas, cogió una corbata y ató mis muñecas a la espalda.

Venga, cómemela, mámala- y mientras decía eso ponía una pierna a cada lado de mi cabeza, y colocaba su glande en el borde de mis labios...

Se fue hinchando en mi interior, su sexo brillaba, y sentí un sabor particular al succionarlo con mi boca... La posición era algo incómoda, sentía como se me dormían parcialmente las manos, y tenía un hormigueo cada vez mayor en las yemas de los dedos...

De nuevo, repentinamente, se puso en pie y se acercó al armario donde guardaba una maleta, una igual que la mía, la que había usado para huir de mi Madrid natal, de mi novio, de mi vida hacía tan solo unos día.

Veía unos glúteos en los que no me había fijado hasta ese instante, eran bastante redondos y me resultaron atractivos. Sacaba algo de la cremallera interior, al darse media vuelta pude verlo, era un vibrador...

Todo eso no tenía sentido, empecé a tener miedo, miedo y excitación, ¿ por qué iba a tener ese hombre un vibrador?.

En ese momento mi cabeza generaba pensamientos rápidos, acelerados, que casi se atropellaban los unos a los otros, una vez más no me reconocía...

Hacía mucho calor, sudaba. Vino andando lentamente, colocó ciento veinte euros entre los dos labios de mi boca...

No los sueltes y abre bien las piernas Natalia...

Yo no le había dicho el nombre, yo no se lo había dicho, me preguntó pero no llegué a contestarle... ¿por qué sabía mi nombre?.

Caminaba con la cabeza agachada, mirando solo mi sexo , se sentó en el borde de la cama y le dio al botón de encendido. Sonaba metálico, fuerte, intenso, como si vibrara más de lo que un aparatejo de esos debiera hacerlo...

Lo apoyó ligeramente sobre mi clítoris...

Quiero las piernas abiertas y te correrás cuando yo te avise...- me recorrió un escalofrío la espina dorsal, su mirada era tremendamente fría e intuí, por algún extraño motivo, que mi tontería de intentar hacer realidad una absurda fantasía sexual no iba a tener final feliz.

Su sexo estaba mucho más grande de lo que yo había sentido en mi interior anteriormente, con la otra mano, la que le quedaba libre, se masturbaba. Era un pacer irresistible el que se sentía con esa vibración, como si fuera a derretirme, podría haber tenido varios orgasmos seguidos si no fuera por ese sofoco que sentía, un calor asfixiante...

Me voy a correr cariño.- dijo

Esa voz de pronto era diferente, tremendamente conocida, dulce, envolvente, afectiva. De sentir el frio apoderándose de mis venas mientras el placer hacía arder mi entrepierna, a con solo escuchar esas cinco palabras sentírme casi como una niña pequeña, protegida, querida, mimada... Mi cuerpo estaba contraído, el ruido de la máquina era casi desagradable, pero me invadía una corriente de placer que no pude contener hasta gritar...

Me corro Natalia, mi amor...- Levantó la cabeza y vi la cara de Roberto, no la de aquel hombre del hotel, la de Roberto, la persona que durante años había formado parte de mi vida y yo estaba luchando por enterrar en este extraño viaje, todo era surrealista y las paredes de la habitación me parecía que daban vueltas...

La cara de él llegando al éxtasis era de fotografía, cerraba los ojos, soplaba y se le escurría el vibrador encendido entre sus manos...

Algo me cayó en la cabeza, una pelota de esas de publicidad hinchable, y vi a un niño de dos o tres años que venía detrás de ella levantando mucha arena, sonreí sin saber muy bien porqué a su madre, como disculpando la molestia causada, todo era raro. Como si al pestañear me hubiera transportado a la playa gaditana. Estaba sudando, y me escocía la piel. En la orilla había bastantes personas y el sol estaba muy alto, tenía el pelo empapado de sudor. Cuando miré el reloj vi que eran las 14.00,empecé a recordar todo, mi viaje, mis pequeñas vacaciones en el pueblecito andaluz, la playa por la mañana...¡ debía llevar más de una hora dormida...!

Me puse en pie, la tela del bikini parecía haberse transformado en mi segunda piel, permanecía adherida a mi por cada uno de los hilos, y mi sexo aun se estremecía...

Había sido tan real y a la vez tan turbador... Tardé días en quitármelo de la cabeza, principalmente la sensación que sentí al escuchar a Roberto pronunciar mi nombre, fue Alicia a su regreso la que se encargó de arrancarme esa melancolía...

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