miprimita.com

Cada tarde en el parque...

en Hetero: General

Esa tarde Antonio bajaba con su bocadillo de salchichas al parque. Allí, Josema y Andrés le esperaban. Como siempre el partido de fútbol del sábado era su objetivo, y en medio, entre cubos, triciclos y otros juguetes, esquivaban a los más pequeños, bendecidos por ángeles de la guarda que no permitían que el esférico se estrellara en ninguna sien causando males mayores.

Entretanto las madres charlaban alborotadas, todas a la vez, acerca de profesores, ropa y comportamientos infantiles que compartían entre comparaciones, orgullos y alguna que otra vergüenza.

En un banco aislado estaba María. En silencio y sin más compañía que un libro sobre sus manos entreabierto, perdía su mirada en los sonidos canturreantes de unas niñas, que con las coletas caídas y los lazos deshechos, daban saltitos entre unas gomas de colores con unas coreografías muy graciosas.

Hacía al menos diez minutos que había abandonado la lectura, dejando esa historia medieval en pausa, para mirar el reloj de pulsera que decoraba su fina muñeca.

Antonio golpeaba sin mucha habilidad, pero con gran interés. Se concentraba muchísimo, en su cara se podía ver como asomaba la lengua sobre los labios cuando iba a ejecutar la patada, y María, desde el lado opuesto del parque, esbozaba una pequeña sonrisa tierna que rebosaba orgullo y satisfacción.

El sol comenzaba a esconderse tras los edificios, la tarde caía, y la inminente entrada del otoño obligaba a las madres a cargarse de prendas de abrigo para los niños, que descansaban sobre los bancos decorándolos de mil colores diferentes.

María gritó a Antonio para que se pusiera la camiseta de manga larga, pero él, sofocado, no aceptó la invitación, mostrándose muy ocupado en ese momento como para hacerlo.

Ya eran las 20.05, ella sabía que no podría esperar mucho más rato. Si en diez minutos no aparecía, entonces tendría que irse a casa. Devolvió la vista a las páginas de aquella novela histórica, sus pupilas iban engullendo las líneas pero su cerebro se saltaba la fase de comprensión. Sonaba tan fuerte el palpitar de su corazón empujado por los nervios de ese día no poder encontrarse, que ensordecía su propia lectura.

Alzó la vista varias veces, siempre para mirar hacia el mismo lado, la esquina de la farmacia, pero desde allí todo lo que resaltaba era una cruz verde de luces de neón que intermitente se encendía y apagaba.

Miró de nuevo el reloj, las 20.09, bajó la cabeza e intentó esta vez sumergirse en el capítulo que la ocupaba. La luz cada vez era menor, se poblaba de sombras y el sonido característico del alegre lugar se iba convirtiendo en sosiego, sino fuera por los gritos acelerados de Antonio, Josema y Andrés, que discutían aceleradamente sobre si la anterior jugada era gol o no.

La discusión distrajo a Maria que alzó la vista para ver qué era lo que sucedía. En ese instante sintió una mano amplia posarse sobre su nuca, envolver su cuello sin el más mínimo esfuerzo. Dedos largos y gruesos, piel tersa.

Un escalofrío subió por sus piernas hasta convertirse en un nudo en la garganta. La tibia piel le reconfortó.

Mientras, los chicos continuaban gritando alborotadamente. Ella giró la vista y sintió como las yemas de los dedos de él ascendían por su cuero cabelludo enredándose en sus cortos cabellos castaños hasta tirar con delicadeza de ellos.

Sonrió. Sonrieron.

Cada uno mirando al vacío, sin chocar aun con sus rostros. Fue él quien se separó de ella para rodear el banco y presentarse ante sus ojos miel.

 

No hubo beso. Él se sentó a su lado y curioseó acerca de lo que estaba leyendo, girando la tapa dura del grueso libro para observar el título del mismo. Algo que repetía casi cualquier día de la semana.

María sentía que su corazón se iba a derramar dentro de su cuerpo, inundando cada uno de sus órganos vitales. La sensación de debilidad en esas ocasiones siempre la superaba. La mirada era directa, de ojo a ojo, bajo las sombras de la noche que quería comenzar a aparecer en escena.

Las farolas parecían mostrar esos puntitos naranjas que se anticipan a su encendido. Y alrededor cada vez eran menos alborotadas madres con sus agitados hijos las que quedaban.

Antonio, desde la ficticia portería establecida por él y sus amigos, observaba invadido de celos a María, desconcentrándose de su partido y siendo reprendido varias veces por sus compañeros.

Mientras, en el banco del fondo, el silencio se inundaba de química en las miradas, y las hormonas que se revolvían formando el mismo barullo que se acumula en las puertas de las grandes superficies el primer día de rebajas.

María sentía el impulso que la empujaba a envolver sus labios, apresarlos entre sus dientes mientras, con su mano iba percibiendo como su sexo semierecto se iba llenando de sangre, de presión, engordando dentro de su mano hasta convertirse en ese miembro duro y poderoso que en ocasiones llenaba su boca hasta impedir que pudiera contener la saliva del deseo en su interior.

En cambio en el parque solo debían compartir unos minutos, un encuentro fugaz que ni siquiera permitía el roce de sus mejillas. Una básica conversación que siempre se desarrollaba acerca del mismo tema y unos minutos de silencio que eran los preliminares, que en ellos, convertían a sus sexos en miembros anhelantes.

Las 20.15. Él se alejaba entre los árboles sin volver la vista atrás. Su figura de iba difuminando con la distancia, las sombras y el deseo. Mientras, Antonio esperaba sentado solo en un columpio, mirando la cara de su hermana con cierto recelo. En escasos minutos todos se habían ido.

María no dudó en levantarse rápido e indicar a su hermano que debían irse a casa. Al agarrar la mano al chico sintió como su palma estaba sudorosa, Antonio replicó con cara de desagrado secándose la humedad en la camiseta del uniforme del colegio.

Las zancadas eran largas, aceleradas. María tenia prisa.

En el ascensor su hermano le preguntó acerca de aquel hombre. Ella, se hizo la sorda, abrió la puerta y dejó al chico dentro de casa, dio un grito de aviso a su madre y se fue a gran velocidad.

Las aceras ya se teñían de nocturnidad y una ligera bruma de las primeras frías noches de temporada caracterizaban el ambiente. La farmacia parecía estar de guardia, las luces de neon seguían brillando alternativamente.

Atravesó el parque. Quedaban algunos adolescentes tras los arbustos. Subió y vió cómo aun los columpios seguían con la inercia del balanceo aunque ya nadie hubiera sobre ellos.

En el aparcamiento, dentro de un vehículo gris metalizado, estaba él. Solo al verlo sintió que su corazón se volvía loco, un deseo irrefenable aumentaba sus palpitaciones a tal nivel que creyó sentir taquicardia.

Entró dentro y se abalanzó sobre el aroma masculino que la volvía loca. El único que podía darle lo que ella deseaba. Él la apartó con velocidad agarrándola del cuello, dejando que su cabeza quedara contra el cristal, mientras una de sus manos comenzaba una rápida expedición bajo la falda de pana.

El cuerpo femenino dio un respingo al sentir su dedo chocar directamente contra su clítoris. Los cristales comenzaron a empañarse con gran velocidad.

Las manos de él eran hábiles, apartaron a un lado el diminuto retal de tela que cubría el centro de su juvenil sexo , e introdujo su dedo corazón hasta el fondo. Los párpados femeninos se entornaron como si hubieran sido víctimas de un vahído, mientras Victor hacía circulitos rozando cada terminación nerviosa del interior.

El vientre de María se inundo de corrientes eléctricas, que le arrancaban jadeos, secaban su garganta y enloquecían su pensamiento.

Las luces de las farolas del aparacamiento traspasaban el vaho de los cristales para permitir que la penumbra fuera testigo del apasionado encuentro. Los ojos masculinos se clavaban en la cara de ella, sobre la que se amontonaba la piel del cuello presionada por las manos.

Ambos, con los ojos abiertos, se observaban en esa explosión de sensaciones. Él saco las manos antes de que llegara al orgasmo. Agarró uno de sus pechos y lo apretó como si en su vida hubiera tenido a su alcance ninguno. Posteriormente comenzó a desabrocharse el pantalón del traje, mientras ella alargaba la mano hacia su cuello con la intención de besarle.

Victor se apartó rápidamente, con el escaso margen de maniobra que tenia, aun asi, consiguió esquivar los labios y agarrar la cabeza de María para empujarla hacia sus genitales. Alli le esperaba un sexo erecto, casi desafiante que desprendía un olor que en cualquier lugar hubiera podido distinguir...

Asomó la lengua y rozó la cabeza del congestionado miembro. Con las rodillas sobre el asiento del copiloto y las nalgas en pompa sumergió su cabeza entre el vello púbico de él para comenzar a dejar resbalar sus labios a lo largo de todo el tronco, hasta rozar los testículos.

Los sonidos masculinos que emitía denotaban el inmenso placer que le proporcionaban las caricias de la chica. La lengua recorría cada espacio, se entretenía en el anillo que rodea al glande dándole pequeños toquecitos, que posteriormente alternaba con la caricia de sus labios carnosos por la punta, para acabar restregando cada una de la partes de su cara con ella, dejándola húmeda de una mezcla de fluido que aun la volvían más irresistible.

La palma de la mano de él caía alternativamente sobre las blanquecinas nalgas, que provocadoras , se convertían en su objeto de deseo.

María apretaba fuerte su lengua contra cada una de las venas, intentaba introducirla hasta el fondo y presionar con su garganta toda la pasión.

Los sonidos cada vez eran más acelerados, el olor dulzón a sexo se había instalado en la tapicería del coche, y Victor podía sentir que el climax le llegaba. Con rapidez, alargó su brazo derecho a la manivela del asiento para reclinarlo y empujó fuerte a María contra el respaldo para que se quedara tumbada sobre él. Precipitadamente se abrió paso dentro de su cuerpo, aprovechando esos últimos momentos en los que nacían unos latigazos que impulsaban el semen a desbordar su sexo, antes de que pudiera sentir como la chica gritaba con el fuerte empujón.

Una de las piernas de María descansaba en el salpicadero, la otra al lado del volante. La falda de pana a modo de cinturón tapaba su perfecto ombligo, mientras que él con su traje descolocado movía sus glúteos aceleradamente mientras veía los pechos de ella, de grandes aureolas y pezón como un botón, moverse deliciosamente.

Segundos tardo en derramarse dentro con un sonido grave... Dejó que los espasmos se agotaran dentro de las inflamadas empapadas paredes de María, para luego sacar su sexo y restregarlo por el clítoris de ella...

La posición no era cómoda, en unos instantes volvió a su asiento de conductor. Allí María ya sabía que tenía que hacer, sumergirse de nuevo entre sus piernas y relamer cualquier resto que quedar en el sexo masculino, mientras él, dejaba que sus ojos se entornaran lentamente para disfrutar de un placer mucho más pausado y relajante.

María creía enloquecer, su entrepierna palpitaba inensamente, mientras él se dejaba hacer

Unos minutos más tarde Víctor le dio su ropa interior, que estaba adherida a una alfombrilla, y la incitó a vestirse. Ella sabía cual era el trato. Deseaba lanzarse a sus labios, volver a causarle una erección, para que con su sexo calmara la tensión de su vulva, clamara sus deseos... pero el trato era otro.

Se sintió un día más decepcionada, en un sinsentido a sus veinticinco años.

Cuando acabó de vestirse el reloj del vehículo marcaba las 21.52. Víctor estaba colocando el nudo de su corbata cuando la miró y esbozó su atractiva sonrisa.

Metió la mano en el bolsillo interior de la americana, entre su dedo índice y corazón sujetaba la pequeña bolsita.

María, se sintió mal, extraña. La seductora cara de él, unida al objeto de su negocio la hacia setir una sensación clara de ansiedad... Al final tenía las dos cosas que deseaba, pero la forma de conseguirlo le hacía sentirse tremendamente desgraciada en esos momenos..

Sonaba el ruido del motor mientras la joven abría la puerta del automóvil. Su aspecto frágil asomaba por la ventanilla para despedirse de su proveedor con una media sonrisa, mientras en una de sus manos entre el sudor se escondía la pequeña bolsita.

Un "hasta mañana" fue la despedida.

Caminando en esa noche, de nuevo pasó por el parque. Sólo hacia un par de horas que estaba allí rodeada de niños, voces, colores. En el suelo aun estaba dibujada esa supuesta portería que su hermano tenía que defender. Volvió la vista atrás, y vio el banco. Pudo salirse de su cuerpo para observarse sentada leyendo historias medievales, de reyes, y castillos...

Pero también pudo verse levantando la cabeza constantemente, esperando, como si en ello le fuera la vida, que él apareciera...

Sintió lástima por si misma. Cuando estaba en la puerta del portal, su entrepierna estaba lubricada, la humedad de eso que para ella era incompleto, inacabado, improductivo, pero tremendamente adictivo...

En casa, Antonio decía que no quería el pescado, se podían oir sus quejas desde el portal. Al abrir la puerta, vio como su padrastro reprendía al chiquillo con un cachete, mientras, la madre se entretenía cosiendo unos cuantos botones que se le habían caído a ella de la camisa el día anterior. Todavía podía recordar como se esparramaron por las alfombrillas en medio de la pasión.

No quiso cenar, se sentía sucia, triste, apagada, insatisfecha. Se fue a su cuarto, se puso su camisón. En la ropa interior los restos de algo que poquito a poco la mataba. En el bolsillo de su falda los otros restos que completaban la tarea.

Saco la bolsa, cogió la tarjeta de crédito e.... inspiró...

Era la única forma de dejar de sentirse tan mal. Se dejó caer sobre la cama, y lentamente llevó sus manos entre las piernas, en esa paleta lampiña podía mezclar los restos de toda su vida. Comenzó entre lágrimas, para evadirse de un laberinto sin salida, y acabó acelerada, con furia, intentando arrancar el más desgarrador jadeo de cada uno de sus diarios orgasmos reprimidos...

Con la descarga, la liberación, el descanso... y un hilito de sangre asomando por su nariz...

Mas de alesandra

El Viaje de Natalia: La fiesta

El Viaje de Natalia: Una obsesión

El viaje de Natalia: Soy tus ojos

Esclava de su esclavo

Un beso compartido

Estando en flor...

El viaje de Natalia: Mi amigo Carlos

El viaje de Natalia: Háblale mientras te...

El viaje de Natalia: Te echo de menos

El viaje de Natalia: Un equipaje para siempre

El viaje de Natalia: La vida en el campo

El viaje de Natalia: Aquel último verano

El viaje de Natalia: Una bocanada de humo

El viaje de Natalia: Una extraña cita

Sueño Profundo

El viaje de Natalia (2)

El viaje de Natalia

El eco de mi fantasía

La moda llegó a TR...

El hermano sandwich

Dormía a tu lado

Tu verano en mi invierno

Despertares...

Háblame...

Tus palabras...

Encuentros multiples

No me atrevo

Bajo el Puente

Últimas páginas de un diario

... Y Dios lo vió todo

Preso en mi -universo-

Entre sábanas rojas

Aquella tarde de billar

No erótico: Radiografia del subconsciente

Falsas apariencias

Cuentos no eróticos: El aullido del lobo

El mudo -tic-tac-

En el otro lado...

Sota, caballo y rey

Loca

Los lectores contestan...

Mi -Todo a Cien- de TR

Especialmente... frustrado!

Vértigo

Destino prohibido

Adicción en Vanesa

Ravel; más que un bolero...

Atracción mortal (7)

Atracción mortal (8)

Atracción mortal (9)

Valladolid en silencio...

Juego de perversión

Unos ojos que te miran

Quizá...las lagrimas se vuelvan saladas...

María se despertó inquieta

Una tarde de pastas y té

Ismael cumple 32

Una vida de otoños

Siete Pecados Capitales

Instintos animales

El clítoris mental

Nuestra pequeña Lucía

Créeme... mañana no lo volveré a hacer...

Puñales en los genes

Seducción femenina

2= Infidelidad; 4; Intercambio

A ti.. mi mejor amigo, mi mejor amante...

A ti... autor de TR

Despedida de soltera

Remite: Desde la cuenta atrás...

Fotografia desde el tragaluz

Quiero comprarme una vida

Locura temporal

La última campanada de 2004

A 60€ la hora...

La llamada del Tabú

En clave de sol

Un lienzo en blanco para ti

El amigo de Laura (5)

El amigo de Laura (4)

El amigo de Laura

El amigo de Laura (2)

El amigo de Laura (3)

Amor complicado

La cara oculta de la novicia Doña Ines (inedito)

El iman de un buen tacón...

A lo hecho... pecho?

Buenos dias!

El viaje a Kerala

Buen vino de reserva!

Ahora solo pienso en pollas Ales

Una amistad dificil de llevar

Puta de uno

En menos de 24 horas...

Por qué rizar el rizo?

Una chica dificil

Dulce tortura

Mi 23 cumpleaños!

Dificil final!

Juego de mesa

Tengo que confesartelo

Anécdotas del piercing...

Carta a un gigolo

Desde mi ventana...

La venganza de mi hermano... el final!

La venganza de mi hermano (3)

La venganza de mi hermano (2)

...en la cabina...

La venganza de mi hermano...

El piercing

Desesperados (2)

Que eres bisexual?

Desesperados

Un trastero, mis vecinos y yo quería ser mayor...

Mi primera vez

Una mañana en la playa nudista!

Poema al amante

Mi tio es un maestro!

El regalo a Sergio

Mario, Susi y yo

El profesor de Autoescuela

El eclipse solar

Mi marido esta enfermo?

Aprendiendo en clase...

Una cena de negocios

Viaje en el Metro

Aprendiendo en clase... (2)

La lengua tan preciado musculo!

Un verano inesperado!

Sorpresas te da la vida!