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Últimas páginas de un diario

en Hetero: Infidelidad

15-junio-2005

Esta mañana fue especial. Nunca pensé que me pudiera sentir tan feliz entre los brazos de nadie, quizá si sus besos fueran más fríos o sus palabras más ausentes podría haber rozado el cielo. Pero siendo como es, lo que realmente hacía era sumergirme en él, dar bocanadas a las nubes, volar en compañía del viento...

La almohada parecía proteger mi carrillo, y mis piernas envueltas por las suyas se recogían en cada pliegue de su piel. Sus susurros, al comenzar el día, desperezaron cada una de mis terminaciones nerviosas, sonsacándome una sonrisa, suave, sutil, como la mano que curiosa se asomaba por mi vientre..

Al abrir uno de mis ojos vi la luz fluorescente del despertador digital marcar las siete y media de la mañana mientras sus dientes inspeccionaban mi nuca y yo me dejaba hacer.

No reconocí la mesilla de mi casa, tampoco las sábanas que cubrían mi desnudez. Pero sí el aroma de su piel, que perfumaba mi memoria, y despertaba mis instintos. A la vez, hice sutiles movimientos para encaja mis glúteos en el recoveco que formaba su vientre.

"¿Estás despierta?" susurró tan cerca del lóbulo de la oreja que me hizo cosquillas obligándome a retorcerme y reír como una cría pequeña.

Ojos marrones como él, pelo corto como él... labios perfilados por la naturaleza. Manos gruesas, envolventes, como las suyas. Y un beso tan diferente...

Una lengua nerviosa, absorbente, que dentro de mi boca se empapaba de mi pasión, unos labios inflamados, con ventosas que me aspiraban por la mañana en la habitación de aquel hotel .Y una conciencia tan lejana. Aquel día la dejé en casa, junto al espejito de la entrada, donde colgamos los abrigos, dejamos las llaves, los paraguas, todas aquellas cosas que nos protegen de las inclemencias diarias, todas nuestras corazas. Miguel generalmente deja reposando su maletín del trabajo, y yo, abandono los recibos, las cartas y el teléfono móvil silenciado.

Pero aquel día nada de eso estaba conmigo, sólo tú. Acariciando lentamente con tus manos mis dos pechos desnudos, provocando mis pezones, humedeciendo mi cuello con tus dulces y apasionados besos. Y allí estaba yo, sin equipaje, con mi mente atrapada por el deseo y mi cuerpo desnudo para la entrega. Miguel, los niños y la conciencia durmieron a uno quinientos kilómetros de distancia.

 

Te hacías hueco entre mis nalgas dejando tu sexo preso entre las dos jugando con mis miedos, con mis sueños y deseos, mientras uno de tus dedos se colaba entre mis piernas; lujuria en tus palabras, perversidad en los sonidos, sublime aquel momento...

De la misma década, tan parecidos físicamente... y tan diferentes. Otro mundo es el que palpa el despertar cuando tú estas a mi lado. Miguel, en cambio, con unos buenos días castos se sumerge en la ducha y me observa con cierta indeferencia desde la mampara de cristal cómo desnuda aparezco frente a él y me siento sobre el vater unos instantes... Y yo le miro como jabona su cuerpo, pero no me hipnotizo como me pasa contigo cuando veo tu sexo desnudo, regordete y algo crecido bajo la ducha. No siento que suben los demonios por mis piernas y me empujan a acompañarle bajo el agua tibia. No siento que me obligan a llenar mis manos de gel, rodearlo, y comenzar con un movimiento ascendente y descendente hasta que su líquido de éxtasis se mezcla con la fragancia fresca, el agua y su jadeo profundo como me ocurre contigo.

No sé porqué me pasa, no lo sé... Si sois tan iguales. En cambio, ahora mientras escribo esta página que leerás luego, mientras yo me ducho, te veo de refilón. Tu silueta se refleja en la luna que decora el baño de este bonito hotel y me entran unas ganas irrefrenables de dejar el bolígrafo...y... acompañarte...

Te estoy mirando y no me siento culpable, deseo agacharme, arrodillarme ante ti y llenar mi boca mientras el agua de la ducha empapa mi melena, mientras tu reposas la cabeza sobre los azulejos y dejas que me apoderé de ti con verdadera devoción... Por eso, y por hoy... esto se queda aquí....

Isabel.

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¿No dices nada? Eh... No dices nada Isabel...

Tengo más que leerte, algo más antes de despedirte....

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14 de junio de 2005

Siempre me ha puesto muy nerviosa viajar en avión. Ahora mientras espero embarcar escribo un rato quizá para intentar paliar un poco la tensión. Parece que esta vez no sufriré retraso. Me muero de ganas de verte. Hace más de un mes que no puedo olerte ni emborracharme de tu presencia. Esto encontrarnos cada tanto tiempo hace que los escasos minutos que dispongamos quiera abarcarte entero. Si, ya sabes, esto es para ti... para que leas los pensamientos que me poseen los instantes que rodean nuestro encuentro. Fuiste tú quien me sugeriste que lo hiciera, que plasmara mis inquietudes y hasta que hablara de Miguel si lo necesitaba.

Eres algo perverso cuando reconoces que te gusta leer en este libro alguno de nuestros encuentros sexuales, cada vez menos por cierto. Aquel día me reconociste que te excitaba pensar como otros también me follaban... No sé como sigo manteniendo esta relación contigo, debería odiarte por ello. En cambio, y hoy, aquí en el aeropuerto, mientras un señor mira por encima del hombro lo que estoy escribiendo, debo reconocerte que a mi eso también me excita. Quizá, por eso ayer me forcé a acostarme con mi marido. Para hoy podértelo contar en este pequeño libro de perversiones que en mi has despertado.

Y lo más preocupante es que vuelvo a no sentirme mal, a pesar de haber ascendido un escalón mas en esta relación enfermiza, disfruto, y además me palpita mi entrepierna solo de pensar que te lo voy a narrar.

Ayer en la noche me preparé para ti, pero antes, me brindé a él. Sólo lo hice por alimentar aun más nuestro fugaz encuentro si esto es posible. Bajo la ducha rasuré mi cuerpo íntegramente, lo hice despacio. Desde la última vez que nos vimos no había retocado mi sexo, puedes imaginar lo salvaje de su imagen... Mientras el vaho nublaba mi traviesa hazaña, la cuchilla empujaba al vello hacia el desagüe y asomaba una piel sonrosada bajo el encaracolado vello... Tuve que sentarme en la bañera, para ocuparme de mis labios hasta conseguir un perfecto acabado...

Me excité mucho, y pensé en ti. Intenté comportarme como la haría contigo, y mientras Miguel se lavaba los dientes yo me abandonaba desnuda sobre el edredón, mostrándole mi inocente aspecto ...

¿Cómo podéis ser tan aparentemente iguales, y tan diferentes?. Porque él beso mis labios, pero su lengua no se perdió en mi boca, ni sus labios pellizcaron a los míos. No, se me abalanzó, bajo los pantalones de su pijama y se tumbo sobre mi, dejando que su sexo, tan parecido al tuyo entrara en mi lampiño sexo una y otra vez...

A través del espejo de la puerta del armario podía verlo todo, cómo mis labios se separaban para abrir paso a su perdida excitación mientras estrujaba mis tetas y emitía aullidos. Por detrás vaivén insaciable, casi animal diría yo, con un culo tan parecido al tuyo. En cambio yo necesité cerrar los ojos e imaginar que mientras eso ocurría al día siguiente, sería otra polla la que se encargaría de mi. Otra boca, mucho más atenta, más ardiente, más meticulosa la que me recorrería... Y tu voz, tan parecida a la de él la que me haría arder.

Ya sale el avión, creo que el señor de al lado me mira con ojos de excitación, Juan. He inclinado un poco las hojas para facilitarle la lectura, sé que te gustará saber, que quizá él esta noche, o mañana se masturbe pensando en lo que acaba de leer.

Siento la zona interna de mis muslos húmeda. Acudo a nuestro encuentro como a ti te gusta, sin ropa interior, sin maleta y sin conciencia... La próxima vez que aquí escriba ya habré sido poseída por tus deseos...

Isabel

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Sigues sin decir nada... ¡Joder! ¡Mierda! ¡Puta! ¿Por qué, eh? ¿Por qué? Fría hasta en nuestra último encuentro... Tienes las manos congeladas, sin color...¡Joder Isabel!

¿Me lo acaban de dar, sabes? Si, este librito de unas veinte o treinta páginas, pensé que sería tu ponencia, esa que te había llevado a San Sebastián un par de días. ¡Menuda ponencia! ¡Diosssss! Esto es todo lo que has dejado en aquel coche de alquiler camino del aeropuerto, esta tortura y un escaso equipaje, nada más allá de un bolso lleno de cosas, la sucia alianza, un par de fotos de tus hijos, un cepillo de dientes, maquillajes, el móvil inundado de llamadas perdidas en silencio y un billete de vuelta de avión sin usar...

¡Te odio, sabes? Me vienen a sacar de aquí, a llevarme lejos... lejos de este frío lugar, donde la sangre se congela en las venas hasta volverse tan dura que creo que me las va a cortar... Y las lágrimas rozan mis labios como un letal veneno...

A tu lado esta el frío cuerpo de él, tan parecido a mi, ¿verdad? Joder Isabel, te tirabas a mi hermano, ¡Joder! ¡Maldito accidente, que no os ha dejado vivir para que fuera yo quien acabara con vosotros!... Me siento morir...

¿Por qué Isabel?.... ¿ Por qué?...

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