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Tu verano en mi invierno

en Erotismo y Amor

He despertado más liviana...

Mi cuerpo se sentía mimado, atendido, cuidado, satisfecho.

A las 00:00 caminé a la estación, una estación que situé en la ventana de mi dormitorio. Allí asomada, sintiendo el frío de la noche madrileña, observaba como la humanidad debía estar oculta en sus rincones, niños en su mundo de fantasía, amantes enredados cómplices de la nocturnidad, amigos con charlas confidentes, solitarios soñadores en vuelos pérdidos.

Yo, esperaba mi cita, no sabía cómo te vería llegar si en forma de estrella fugaz, de viento susurrante en el lóbulo de mi oreja, de escarcha en la barandilla. La forma era un incógnita, en cambio, el efecto sería fácilmente reconocible, calor en mi corazón, en las venas, llamas en mi deseo.

Fuiste tan puntual, tan bonito, tan atractivo, que casi como un vahído lo siguiente que recuerdo fue mi destino.

De reojo eché un vistazo rápido a tu dormitorio, amante en tu lugar, después de tantos días. Dentro de mi pecho el corazón parecía querer salirse de mi interior, te vi desnudo, íntegramente a mi disposición, tan bello, tan mío de nuevo...

Esos besos que en la tarde, mi tarde, tu mañana, se me caían de los labios cada vez que escuchaba tu voz dirigirse a mi, ahora brotaban para resbalar por el carnoso perfil de tu boca, enredarse con ansiedad a tu lengua y captar tu sabor a deseo, tu piel seductora, tu cortejo irresistible, mi amor.

Ese beso, ahí de pie, ese beso que empujaba a tu sexo a mostrarse altivo, sentirlo preso entre tu vientre y el mío, mientras mis manos me suplicaban agarrarse a él. Ese beso de recién llegada, ansiosa por explotar en tu verano, lejos de mi invierno, de pronunciar tu nombre mientras los calambres tensaran cada uno de mis músculos, con tus ojazos en mi... Ese beso, con pasión, con tortura. Dolor en tus testículos, presión en mi vientre...

El aroma dulzón de aquella habitación perfumaba mis perversiones, pero en realidad lo que más deseaba era verte estallar en ese climax retenido durante días, retenido por mi culpa y que en ese instante iba a compensarte.

Aquella silla, ese espejo...Tú lo habías preparado.

A través de él podía ver tus nalgas redondas, preciosas, como tú, que enamoras a mis sentidos. Me senté con las piernas entreabiertas, rezumando humedad y mirando tu rostro, con tu sexo tan pegado a mi cara, presumido, tan masculino.

Mi amor, te sonreí, ¿ te acuerdas?. Pasaste la mano por mi pelo y comencé a dejar que tu sexo entrara dentro de mis labios, ellos se encargaron de presionar con suavidad, un recorrido completo, del glande a la base, llenándome de ti, con el torso algo vencido hacia adelante, curvando ligeramente la espalda para facilitarte la vista de mi cintura y el comienzo de mis nalgas. Adentro, profundo...completo. Uno de mis dedos recorría tu ingle. Dentro de mi boca la humedad se multiplicaba al mismo ritmo que entre mis piernas. Tres o cuatro veces el movimiento ascendente y descendente, para luego alejarme y observar en tu cara, cariño, el dolor del placer. Un masaje leve en los testículos, suave pero preciso, mientras te dije lo que te deseaba, lo que te gozaba, lo caliente que me ponías... Fueron solo segundos, observando desde abajo como cambiaba tu expresión cuando mis dedos recorrían con cuidado pero con decisión cada milímetro del par de gemelos... Tu polla llena de sangre amor... Mi sexo derritiéndose, palpitante, envidioso de ver lo que mi boca disfrutaba y él solo podía mirar.

Saqué la lengua, busqué tu glande, golpecitos perversos mientras mis manos se agarraban al vello que coronaba tu sexo. Toques, luego dibujos abstractos sobre la cabeza congestionada, más intensos, más rápidos... Las manos traviesas tocaban y no tocaban todas las terminaciones nerviosas que rodeaban a tus huevos y tu polla, amor, y el movimiento de mis labios, entre la succión y el roce, entre el juego y la perdición, llamaron a tu orgasmo, le suplicaron un sabor, una textura, tu calor...

Tus manos, mi vida, no parecían acomodarse, las piernas tampoco. Una especie de debilidad, una especie de sufrimiento provocado por esa incipiente sensación de descarga se venía sobre tí. A ratos, tu bonita mirada se cubría con tus párpados, a ratos, tu bonita mirada me taladraba. Y tu voz, se diluía entre graves ronquidos, gemidos de placer, mi nombre, tus perdiciones, las mías...¡Esos sentimientos!

En ese momento amor, que sensación... El espejo me permitía observar alternativamente tu éxtasis en mis manos, delirio de mi placer, delirio para mi entrepierna, que se humedecía, tornandose brillantes mis labios y mis plateados fetiches... Palpitaciones que antes de que brotaran las primeras gotas de tu sexo, dejaban en la tapicería de tu casa recuerdos de mi visita.

En esos momentos, veía mi boca rebosante de ti, tus nalgas con un leve vaivén, mientras que tu mano acompañaba mi cabeza. Desde la base, sentí la propulsión, y me alejé levemente para observar como aquel pequeño agujerito se dilataba para brindarme mi pasión... Una media sonrisa en mi rostro cariño, te quiero tanto cuando te veo estallar, tan entregado, tan desnudo, tan debil en ese instante en el que harías cualquier cosa por observarme disfrutar con tu orgasmo, porque nada frenara nuestro placer.

Calor en mis labios, cuidadosamente colaboraste con tu mano en hacer que los chorros resbalaran hacia mi sonrisa, "Mi amor",no alcancé a decirte más que eso, mientras que desnuda sentada en la silla ví como inundabas mi expresión apasionada de ti, de tu calor, de tu color... La cabeza de tu sexo estaba tan cerca de mi que me estremece solo recordarlo, mi lengua quería alcanzar a beberte mientras tu mismo, con unos jadeos, exhausto, me pedías que lo hiciera... Tu dulzura es tal, que la llevas hasta a los momentos más perversos.

Esos gloriosos dedos que me enamoran cada día, me ayudaron a recuperar cada gota, mientras aun estabas preso de las últimas descargas de placer.

Recuperé cada parte de ti que había en mi piel. Aun resbalaban unas gotas cerca de mi pecho. Estás guapo después de explotar, cariño, estas muy atractivo... Tu sexo fue perdiendo el vigor cerca de mis labios. Todavía resuena en mi memoria como pronunciaste mi nombre mientras todo ocurría. Di mis últimos besos a tu sexo, que poco a poco cayó en un medio letargo entre mis labios mimoso. Un pequeño murmullo, de un placer más sosegado escapó entre tus labios.

Tu mirada me asustó, me asustó de una manera terriblemente encantadora. Tus dedos se deslizaron por mi pelo, y me guiaste lentamente hacia tu cama. No pude evitarlo, lo primero que hice fue inspirar el aroma de esas sábanas, sentir el tacto en mi piel, buscarte en esas noches de ausencia que nos procesamos.

Ese lugar era desconocido para mi...

Tu cuerpo cayó sobre el mío, cada recoveco de tu piel adherido a mi. Me enloqueces... pierdo la cordura, esa que me caracteriza el resto de las 23 horas del día, se esfuma cuando estas a mi lado. La humedad que aun quedaba sobre tu sexo reposaba en mi pubis, tus manos en mi rostro, tus labios en mi cuello, en mi pecho...

"Estoy muy caliente ( tu nombre)", te lo dije fijando mi vista en ti. En tu descenso por mi piel. Además, te advertí que me moría por deshacerme en tus manos... Mordisqueaste mis pezones. Estremezco con esa sensación mezclada de placer y dolor, probablemente ese mismo placer fue el que me impulsó a levantar levemente la cadera y retorcerme. Ese movimiento levantó tu mirada para buscar en mi rostro esa expresión que me muestra entregada a ti, cariño... Una tenue sonrisa se dibujó en tus labios, supongo que satisfacción.

Me envolvían tus besos deslizándose por mi vientre hasta la ingle, donde se convertían en pequeños mordiscos.Tu respiración tan cerca despierta siempre mis gemidos... Un "si"... que se diluye con sonidos inteligibles.Tu lengua asomó para mezclarse con el placer de la locura que me generas. Eres preciso, un pequeño toque en el clítoris inflamado, me hizo retorcerme. Empujaste un poco mis muslos para poder verme mejor, colaboré abriendo las piernas con suavidad. "Abrete mi niña" esas palabras desencajaron mi mirada, alcé la cabeza para mostrarte que deseaba "irme", "acabar", "correrme", "explotar", que lo necesitaba, suplicándote con mi rostro que no me hicieras sufrir más.

Una caricia en mis muslos para tranquilizarme, para darme a entender que serías bueno conmigo amor, luego, tu lengua jugó experta en los alrededores de mi clítoris, unos pequeños y peligrosos mordisquitos, y volviste directo a buscar a mis serpientes, a encantarlas...

Por dentro me sentí totalmente contraída... Tu dedo, buscando mi clítoris, apenas dos toques certeros, mientras tu boca seguía jugueteando en la zona. Contraído cada uno de mis pliegues entre tus labios, el orgasmo me invadió con tu cabeza entre mis piernas. Te hablé en el extasis, mi amor, te elevé al mejor de los amantes, me sentí la más satisfecha mujer entre tus caricias...

Terminó un beso casto entre mis dos piernas y ascendiste con cuidado hasta mi lado. Invadí tu cama, casi en diagonal ocupé tu espacio... Me gustó, me sentí tan bien... En esos instantes me moría por besarte, mi niño, por sumergir mis dedos en tu pelo y besarte. Por dejar que mis manos descendieran dulcemente por tu espalda, por fundirme entre tus brazos y decirte que... te quiero...

Debió llegar el sueño, yo creo que en tu habitación había otra estación. Debiste haberme avisado cariño, he despertado desnuda al lado de la ventana de mi dormitorio. Los primeros rayos del sol me alertaron. Me cubrí con una camiseta y vi un montón de niños forrados de abrigos, bufandas... Estaba en mi invierno. tan lejos de tu verano...

Mis pezones parecían algo más enrojecidos de lo habitual, y mi entrepierna resbalaba en la mañana. Miré hacia allá, el destino de mi noche, quizá buscando en las nubes tu sonrisa, tu perfil, la forma de mi locura, entonces escuché al viento decir mi nombre cuando yo, pronuncié un "te quiero"...

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