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Fotografia desde el tragaluz

en Hetero: General

Desde el pequeño tragaluz centellean brillantes sobre las hojas los recuerdos de mi juventud. Un paisaje gemelo, pintado en mi memoria más que con imágenes con aromas y fragancias de dulzor...

Ahora el cartel de "Se vende" destaca entre las amapolas de la pequeña casita, y en el porche parece que todavía huele al pan tostado con aceite que preparaba mi abuela, todo esto despierta mi nostalgia, y mi memoria me regala retazos de veranos poblados de risas y aventuras sobre esa antigua bicicleta de color verde. La misma que me llevaba al granero con mi abuelo mientras el trabajaba duro en las labores del campo, o también la que me acercó a los campos de girasoles, donde entre la paja me sentaba y comía pipas hasta más de una vez enfermar, o la que me permitió en mi temprana adolescencia alejarme de los adultos para vivir mis primeros encuentros de juvenil amor...

Todo queda tan lejos... desde el pequeño tragaluz nada parece haber cambiado, parece abrirme la puerta de la atemporalidad, y desde aquí sentada jamás envejecer. Entre colinas se dibujan caminos, los mismos que 25 años atrás llevaban al lago, a la alameda, la vaquería, los mismos que me guiaban hasta mis mas preciados escondites que formaban mi mundo particular.

El lago era muy chico, apenas el agua me llegaba a la cintura y su color era mas verdoso de lo que se consideraría salubre. Pero en la orilla rodeada de mosquitos me comía estupendos bocadillos. Durante años todos ibamos alli en bici, y nos bañábamos... recuerdo cuando los cuerpos empezaban a tener incipientes curvas como mi mirada se distraía entretenida y descarada observando esos cambios en mis amigos y amigas, mientras que a mi parecían no afectarme.

Ahora desde el tragaluz inspiro fuerte, cierro los ojos y siento la caricia de la brisa sobre mi piel. En este oscuro rincón, en la penumbra permanezco al lado de este pequeño ventanuco y me siento tan femenina e infantil que creo que esa condición rebosa por cada poro de mi piel.

Vuelvo a inspirar, con mis manos sobre los desnudos muslos de mi veraniega indumentaria y estremezco. Sensibilizada por cada uno de mis sentidos, veo como en esta aldea florecí como mujer, descubrí, fantasee y jugué antes de formar mis propios deseos, lo hice aquí, en el lugar donde debió nacer la palabra libertad.

Y mientras lo siento mis manos vuelan, resbalando por mi piel hasta mi vientre, con la mirada perdida en los senderos, en los árboles, concretamente en ese sauce, sobre el cual por primera vez me desnude en busca de un placer, el carnal. Ese sauce que lloraba, sus ramas como lágrimas caídas, rozaban con la punta mis terminaciones nerviosas, mientras que el sol calentaba mi corazón ante aquellos ojos, hoy, para mi, infantiles, ayer, para mi, completamente varoniles...

Y me veo tierna, inocente, tendida sobre la tierra, con el bañador empapado del agua fria del lago, por el cual sobresalían esos pequeños pezones recien nacidos y la mirada tensa nerviosa. Esos primeros latigazos entre las piernas, que parecía que cualquier bichito se hubiera introducido dentro de mi y con una pluma hiciera suaves cosquillas en el interior de mi sexo... todo nuevo y excitante...

Desde el tragaluz parece que puedo sentirlo de la misma manera, como nunca más lo volví a vivir, si más intenso, más salvaje, o más romántico, más enamorado... pero nunca jamás de aquella manera.

Pasiva, bocarriba a mis 14 años el corazón parecía que se me iba a salir de la caja torácica. Avergonzada dejaba que metiera sus manos bajo mi bañador y apresara con sus dedos mis pequeños pechos, palidos y de piel tan fina como el tafilete... y me sentía estremecer. Como ahora lo siento desde aquí arriba, con este escaso rayo de sol entrando por el tragaluz, cuando subo mi mano, desabrocho mi camisa y paso las manos por ese pecho que ya no es inocente pero sigue siendo pequeño, e intento pellizcarlo como lo hacía él, inexperto, provocando algun calambre en tan delicada zona, suave, y lento...

Le veo desnudo, con el pubis poblado de ensortijado vello negro, y recuerdo la primera sensación que tuve al verle su sexo. Me quede quieta, impresionada, hasta que lo senti sobre mi piel. Toques, roces... su mano temerosa acabo entre mis piernas, apretándome fuertemente y provocándome una sensación excitante y físicamente desagradable.

Esa tarde solo hubo caricias, y exploración. Hoy su recuerdo me parece muy morboso, y me incorporo como espectadora a la película sin poder evitar llenarme de placer...

Me tengo que desnudar, sentarme en la hamaca y vivir de nuevo lo que se siente cuando la brisa roza mi cuerpo desnudo. La humedad entre mis piernas, ya notable, despierta nuevos instintos al chocar con el fresco y refinado viento que entra por este bello tragaluz... y en la soledad con recuerdos infantiles, mis pezones nostálgicos despiertan de su letargo queriendo rejuvenecer y volver a la inocencia....

Y me observo, en mi entorno, esa planta casi abandonada, oscura y llena de telas de araña donde mi tio pintaba, paisajes, animales, bodegones... ese cuarto donde a escondidas tenía mis encuentros prohibidos.

Noches, mientras mi abuela dormía subía con mi primo segundo Juan, durante dos veranos allí los dos hicimos el amor... Esas no serían las palabras correctas, porque solo nos dotábamos de placer... pero en nuestra juventud saboreamos nuestra curioisisdad en el cuerpo del otro. Él es algo mayor que yo, y por supuesto el primero en dar el paso, yo simplemente insinuante provocaba sus instintos cuando me percate de qué le atraía de mi.

Desde el principio lo planteo como un juego, y aquí, desnuda recuerdo la primera vez que introdujo dos de sus dedos en mi mientras sus ojos más abierto que los de un astuto buho se clavaban en los mios, despertándose una sonrisa casi sádica al verme estremecer...

Los metía de forma muy similar a como los mios ahora se introducen y mi cueva, madura y experta que dejo casi en el olvido esa experiencia...

La tarde se esconde, me abandona para dejar junto a mi a mis más temidos demonios, los que durante años me asustaron en la cerrada oscuridad. Cuando me castigaban encerrada en este cuarto y el tragaluz dejaba de funcionar, cegando mi vista y llamando a mis miedos...

... Oigo pasos en la escalera, debe ser parte de mis recuerdos, debe formar parte mi imaginación, inspiro fuerte y puedo percibir un nuevo aroma, que nada tiene que ver con la nostalgia.

Mi mano entretenida entre mis piernas no deja de rememorar todo lo que este lugar para mi significa, pero ahora en soledad, lejos de las mentes calenturientas de los chavales del pueblo, o familiares reprimidos que observaban mi metamórfosis en un escenario prohibido...

Y en la tranquilidad y el relax me sobreestimulo, sin grandes fantasías ni perversiones, sin nada innovador... atrás quedaron mis ansias sexuales donde todo lo quería y no veía el límite. Esa época en la universidad donde casi todo lo probé, donde solo valía el "más difícil todavía", es tan real mi placer y tan intenso que dejo el cuerpo abandonado sobre la vieja tumbona, con una pierna a cada lado... es tan real lo que siento... que me parece sentir una mano masculina sobre mi pecho, que lo rodea y con el dedo indice hace circulitos alrededor de mi pezón, y se entretiene... mientras, la otra mano baja hasta juntarse con la mia y dejarse llevar por el vaivén del baile del placer, acompañándome... es la mano de mi memoria, la que me recuerda que fue aquí donde por primera vez cedí mi parte más escondida a algo más que fuera mi propio placer...

Y recuerdo como esas noches en que Juan y yo subíamos, yo, sumisa, me dejaba guiar en cada uno de sus experimentos... con mis quince años abría las piernas mientras el a los 18 saboreaba como un dulce gatito cada pedacito que entre ellas encontraba... y esa fotografía me hace revivir la sensación...parezco tener ahí su boca, entre mi mano y mis labios mayores, jugueteando... es real, tanto que siento como la humedad resbala entre mis muslos acercándose a las nalgas en forma de gota de lujuria... pero no quiero abrir los ojos. Las oscuridad se ha adueñado de la sala y prefiero seguir soñando...

Parece que veo su lengua relamer todo lo que dejo que gotee... mi boca esta seca, como el día en que Juan me enseño su sexo y me dijo que lo tocara, y temerosa sentada en el suelo y desnuda alargue mis , entonces inocentes dedos... y la roce.. el cambio en ella fue tan impresionante... poco tardamos en compartir nuestras intimidades, entrelazar nuestras lenguas y probar de eso que ambos considerábamos que probablemente fuera pecado...

Siento un calambre incipiente en mis caderas, creo que dos dedos me penetran con fuerza, balanceo el respaldo de la silla abró los ojos y no veo nada... pero si toco su cabeza... está ahí, entre mis rodillas... como lo ha estado el 40% de mi vida...

Inspiro fuerte y lo huelo, y lo amarro, y lo aprieto... una etapa de mi vida esta a punto de pasar, la página del libro a punto de ser arrancada por el viento... ese mismo que entra por el tragaluz, el que hace años me dio la libertad e independencia, el que descubrió mi cuerpo siendo el primero en acariciarlo hasta estimularlo como el elemento más erótico del Universo...

Y mientras, siento como entra dentro de mi y una vez me hace suya... aquí tendida en el suelo bocabajo embestida por el recuerdo, lloro como el sauce... sabiendo que este inmenso grito y explosión de placer es lo último antes de pasar página...

Aun con mi entrepierna húmeda y dentro del coche en silencio, miró por la ventanilla... ahora solo veo un "Se vende", no hay lagos, ni bici, ni brisa... solo una vieja casa en la oscuridad...

Mi marido al volante esta sonrojado, su cara y ojos brillan del reciente placer obtenido, me mira con ternura, como si supiera todo lo que en mi interior ha pasado... me siento extraña, embriagada por las circunstancias y solo alcanzo a mirarle y decirle:

- Juan, te quiero...

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