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Una tarde de pastas y té

en Hetero: Infidelidad

Alrededor de la mesita inglesa de tú clásica casa nos encontrabamos los cuatro. El juego de café de porcelana fina, hace que el momento parezca mucho más formal y elegante de lo que la situación requeria

A mi lado estas tú, con tu pelo recogido con dos horquillas, como si acabaras de salir del más puritano colegio religioso femenino. Vistes con unos pantalones de pata de gallo, tan clásicos como tu familia.

Ya me habías hablado de ellos, como si yo no supiera bastante...

Me advertiste de lo chapados a la antigua que estaban a pesar de su, no tan madura, edad. Tu padre tiene el gesto de estar enfadado con la vida, como si esta le hubiera arrebatado algo violentamente. Tu madre, en cambio...

Nunca tendrás sus ojos, jamás. Aunque los tuyos sean más jóvenes, más vivos. Los de ella son cálidos y ardientes. Como linternas despiertan mi lívido dormida con suaves caricias sensuales y me animan a acompañar sus deseos.

Dentro de 20 años probablemente tu expresión sea más gris, conformista y monótona, preocupada por tu entorno social más que por tu vida personal. En cambio ella...

Tu boca no será tan roja, parece que su piel es transparente y muestra el torrente sanguíneo que circula por sus labios, abundantes y jugosos, que desprenden besos mucho más profundos que los tuyos, besos demoledores que como un tanque de guerra aplastan y reducen a la mínima expresión todo lo que acarician.

No me gusta el té, ni vestir con esta ridícula indumentaria. Tampoco me agrada verte a mi lado como quien no eres, me hace dudar sobre tu verdadera identidad sin tener muy claro quien es la persona a la que amo, por donde va o por donde viene. En cambio tu madre...

Tu madre puede ir vestida de azafata, de camarera, de elegante dama, de princesa, monja, pordiosera o esclava, que en su cara y en sus manos se ve sincera, elegante, apasionada...

La cucharilla de plata tintinea mientras revuelvo insistente la aburrida infusión que hace que no desentone ni el más mínimo de los detalles. Tu sonrisa es diferente, tus dientes apretados no dejan espacios de libertad como los de tu madre, que entre muecas de agrado muestra la puntita de su lengua que se mueve como si fuera la marioneta de un palpitante corazón, traviesa, buscándome para saludarme después de un largo espacio de tiempo.

Tu mano se posa sobre mi pierna mientras le cuentas a tu padre mis ambiciosos proyectos cuando acabe la carrera. No son ciertos, improvisas mientras que yo, alelado, abandono mis pensamientos en juegos infantiles con los dedos de tu madre, suaves, ágiles, largos y expertos.

Siempre se escuchó que el fuego era peligroso, quizá lo es, pero por lo menos no traicionero como el mar. Antes de estar pegado a él sientes su calor, sin haberlo rozado la piel se sensibiliza y desde la distancia pueden aparecer las primeras ampollas, abultadas y llenas del líquido, que te alertan que no debes dar un paso de más. A mí, la primera me salió hace un mes en mi conciencia.

El mar en cambio en la distancia puede incitarte al baño, su aroma limpio y fresco llama hacia su interior, te deja que te adentres, refresca tu piel y cuando has cogido confianza te revuelve, te agita y te absorbe hasta que acaba con tu respiración.

Isabel es el mar y su madre el fuego, frío y calor en la misma sangre...

Las pastas para acompañar el té son sosas, se nota la procedencia británica de su padre. En mi casa mi abuela habría puesto un buen café con las magdalenas del pueblo, esas que metes en la taza y absorben hasta la ultima gota.

Isabel sigue en su discurso interminable, la mirada de su madre se ha cebado sobre mí, en el brillo de sus pupilas dentro de esa recargada salita puedo sentir como mi alma se escapa de mi cuerpo para oler el perfume de su piel. Aroma de miel, dulce y pegajoso, que al caer una gota en tu intelecto te deja preso e inmóvil en el abismo del pecado.

Solo percibo sonidos sin significado, como si padre e hija hubieran entablado una conversación en la lengua natal del primero. Mientras mi cuerpo permanece pegado a la mano de Isabel, creo haberme desdoblado y convertirme en el barco que flota en la mar en calma y el leño que acude a la hoguera en busca de su final en ascuas.

Mientras veo como muerde la esquina de la redonda pasta siento como con sus sutiles movimientos me vuelven a engatusar. En el borde de su labio inferior queda una gotita mínima, pero perceptible para mis sentidos, de mermelada de frambuesa. Como si tuviera una fiera dentro de la boca tengo que apretar muy fuerte las mandíbulas para no dispararme hasta el almíbar de su boca, engullir su pedazo de lujuriosa carne entre mis dientes y cubrirla de mi pasión.

Lleva una falda gris marengo, entallada a la cintura y que cae recta hasta encima de sus rodillas. Mis mejillas ardientes no pueden disimular el deseo creciente en el que me encuentro sumido imaginando los turgentes muslos, que se esconden debajo de la gruesa tela, como dos pilares se coronan con unas nalgas redondas, abundantes, algo respingonas, muy firmes para su edad y tremendamente femeninas.

La camisa de Mariana, parece tan suave, que daría lo que fuera por poder pasar mi piel sobre ella y notar las formas de sus apretados pechos, abrir mis manos y adaptarlas a su contorno mientras cierro los ojos y siento como mi sexo empieza a crecer... igual que hace un mes ocurrió.

Fue Isabel quien me dijo que la esperara en casa. Un día más se había retrasado tras una reunión con todo ese grupo de gente pedante que no sabe nada más que hablar de frivolidades. Y a pesar de mis primeras negativas, con una voz divertida me aviso que no tuviera miedo que su padre aun no habría llegado, con suerte solo lo haría Paula, esa estupenda cocinera que tienen, con cara regordeta y bonachona que podría hablar durante horas sin tomar aire.

Al final tuve que aceptar, y efectivamente ella me abrió la puerta con una sonrisa de oreja a oreja como si hubiera visto a un ángel. Nos gustamos mutuamente, nos comprendemos, y solo con la mirada somos capaces de reírnos de todo el refinamiento que nos rodea. Detrás de Paula apareció su madre, su bonita madre.

Ahora me parece mentira que estemos aquí los cuatro, en una de esas rutinarias visitas familiares que le gusta que mantengamos al cabeza de familia. A Isabel también parece encantarle, ahora que observo desde aquí la situación veo que es totalmente igual que su progenitor, y tan diferente a Mariana...

Sentada sobre esa silla de madera, con las piernas cruzadas parece que veo su cuerpo desnudo. Su piel blanca algo pecosa, con dos pechos, de aureolas ovaladas, sonrosadas y un pezón muy grueso, que se eriza, se retuerce, y provocativo despierta el apetito nada más que se deja asomar.

Desde que todo esto ocurrió muchas noches me despierto empapado, a veces de sudor, y otras veces como cuando a mis 16 años tenía esas abundantes poluciones nocturnas. Tengo eróticos sueños que proporcionándome un sensacional placer sexual martirizan mi conciencia durante el resto del día.

Asustado y con el puso muy acelerado a media noche me sobresaltó cuando me doy cuenta que en el suelo de la casa de mi novia Isabel, mi cuerpo yace en el suelo, desnudo junto con el de ella, hacemos el amor apasionadamente. Puedo sentirlo tan real que creo tocar sus pequeños pechos blanquecinos y sentir que mi sexo se introduce en la calidez del suyo, y de repente se abre la puerta y aparece Mariana, desnuda, con su mirada ardiente va rozándome con la llama del calor hasta pegarse a mi cara, mientras, Isabel no para de botar sobre mi empalmado pene con una sonrisa malévola. No acaba ahí, el sexo maduro de Mariana se posa como una delicada mariposa sobre mis labios y yo pierdo mi lengua en él. Madre e hija se miran y sonríen... y en ese trio moralmente incorrecto permanecemos unos segundos, en los labios siento calor y escozor, y en mi sexo un frío que parece congelármela, y simultáneamente placer... mucho placer... . Esto se mantiene hasta que de la nada aparece su padre, con una enorme polla entre sus manos, moviéndola rápida y enérgicamente. Ellas al verlo estallan en grotescas carcajadas... y me despierto horrorizado.

En mi casa me dicen que se me esta poniendo mala cara, y creo que ha empeorado desde que Isabel me dijo que Juan quería que tomáramos el té. No la había visto desde que ocurrió todo, hace un mes.

Ese día frió en el que Paula me ofreció al entrar una "merendola" gemela a esta, poco atractiva para mis gustos "rurales" la verdad. Educada y cortésmente, debido a que allí estaba su madre, acepté con una cínica cara de agrado y Mariana se ofreció a acompañarme.

Que tensión la de ese día, sin haber tenido casi relación. La veía tan elegante, tan lejos de mi, que jamás pude imaginar que detrás de ese personaje se encontrara esa extraña mujer. Charlamos sobre temas muy diferentes a los que hoy a aquí se debaten, que bueno, decir debatir es demasiado, simplemente "se escuchan", y yo ni siquiera eso, digamos que "los oigo".

Por primera vez aquella tarde vi el dibujo de su sonrisa, probablemente siempre estuvo ahí y yo nunca me fije, no lo sé, pero lo que si es cierto es que esa tarde se mostraba cercana a mi, sentados en el sofá en vez de en estas sillas las risas cada vez eran más protagonistas del momento.

Recuerdo la primera vez que posó sus manos sobre mi mano, al igual que ahora lo hace el mar, ella lo hizo con fuego. Que reacción tan electrizante provocó en mi, similar a la que ahora causa cuando me mira con ardor como si leyera mis pensamientos.

Me sorprendiste, no sé cuales son tus secretos, ni tus fantasmas, no tengo ni idea que es lo que movió lo hilos de tu cuerpo aquel día, porque desde entonces no he vuelto a saber de ti hasta hoy. Solo tus gestos me dejan entrever que eso que paso no fue un sueño más sino la realidad.

Entre carcajadas y soniquetes de mi voz tus labios se juntaron a los míos y tu lengua, esa que asoma tímidamente hoy entre tus dientes intentando saludarme, se convirtió en una boa constrictor capaz de estrangular y cortarme la circulación. Me quedé petrificado.

Recuerdo que vestía camiseta de algodón blanca, con unas letras de una de esas marcas tan conocidas que os apasionan en esta familia, y unos vaqueros que le caían como un guante. Esa imagen me llamó mucho la atención. Pero como he dicho antes, vestida asi, o como hoy, en sus pupilas siempre esta la misma persona...

Tanta pasión acumulada llevaba ese beso que pareció inyectarme una droga que aun hoy mantiene sus efectos. Mientras sus besos se fundían con los míos, sus manos aceleradas se enredaban con mi pelo, clavando las yemas de esos espléndidos y artísticos dedos en mi cabeza, haciéndome enloquecer.

Me acordé de Isabel, de la misma manera que me estoy acordando ahora, cuando tengo su mano en mi pierna derecha, a escasos centímetros mi sexo está inflamado de pasión.

Esa tarde no fue la primera que subí a la planta de arriba, a Mariana le dije que si, aunque a ella no le interesaban mis explicaciones. En el cuarto de Isabel, hemos retozado mientras Paula preparaba la cena antes de que llegaran sus padres. En cambio, aquel día Mariana me iba a dar a conocer una nueva estancia.

Una enorme cama de matrimonio con dosel, como en las películas, presidía los 25 metros cuadrados aproximadamente. En la cómoda lo primero que pude ver fue la foto de la boda de mis "suegros". Antes de poder empezar a sentirme mal, su cuerpo desnudo se pegaba a la tela de mi camisa.

Fue apasionado, pero diferente que con su hija. Esa mujer, a sus 45 años era una Diosa, cuando cabalgaba sobre mi, podía ver sus carnes moverse con delicadeza. Una figura tremendamente femenina que parecía masturbarse con mi sexo.

Durante ese tiempo sentí que me habían amputado las manos, mientras con Isabel con dos me apaño, con Mariana deseaba tocar pecho, nalgas, vientre, meter los dedos en sus labios, acariciar su sexo perfecto, que podía ver brillar con el mete y saca de mi pene...

Ella se acariciaba los pechos insistentemente, dándose pequeños pellizquitos a los pezones,. Me hizo sentir como un niño de cuatro años, me guío, me llevo y sobre todo me empleo para su placer.

Era dulce y salvaje a la vez, antes de juntarnos en un único ente de placer, se amarro a mi pene con fuerza. Envolvió con su tibia boca mi glande y entre mis párpados pude ver la primera llamarada de mi corazón. Ver a esa mujer, madura, elegante arrodillada lamiendo mi sexo juvenil me llenaba de morbo, y como en pequeños flashazos venía a la mente el cuerpecito de mi novia la tarde anterior, cuando estuvo absorbiendo de mis genitales el elixir del desenfreno.

Tuve que hacer verdaderos esfuerzos por contenerme, la forma de actuar de Mariana parecía casi enfermiza. Durante minutos estuvo sobre mi, contoneando su cadera mientras emitía profundos suspiros y fijaba su mirada en mi expresión.

Escuché la voz de Isabel, gritaba desde la entrada a Paula si ya había llegado yo. Intenté incorporarme agobiado y estresado pero Mariana dejo caer su cuerpo sobre mi inmovilizándome sobre la cama, hizo dos movimientos exquisitos con su pelvis que me llevaron a inundar todo con mis restos mientras escuchaba los pasos continuos de la chica a la que hasta entonces creía amar...

En mi oido, de forma profunda explotó el climax de Mariana, quien con toda tranquilidad beso mis labios maternalmente y se alejo insinuándome que me escondiera en el baño...

Mariana, ahora entra en la conversación, se ríe con su hija, ni idea de que estarán hablando. Su musiquilla suena tan dulce como el día en el que empezamos a charlar sobre el sofá, pero yo permanezco ausente, con la imagen de la Diosa del fuego sobre mi sexo, haciéndolo arder, provocándome un fuerte dolor de testículos.

Isabel besa mi mejilla, agarra mi mano y pronuncia unas palabras que me han despertado de cualquier tipo de sueño...

Papá, mamá... Oscar y yo nos vamos a casar!, a que es genial?

Sus padres parecen satisfechos, Mariana con una sonrisa se levanta y besa mi mejilla. Sus labios me han rozado tan sutilmente que creo que voy a explotar. Parece contenta, y su tranquilidad y mirada apaciguadora no hace más que asustarme.

Yo nunca hablé de boda, no entendía a Isabel.

Bueno, y ahora que os veo a todos contentos os tengo que decir algo más...-

Su vocecilla está impregnada de un tono de misterio realmente estremecedor. Se gira hacia mi y con una cara llena de ternura...

Cariño, estamos embarazados...

No puedo pensar en nada, ni en ser padre, ni en amor... solo que algo irreversible ha ocurrido en mi vida, algo totalmente inmoral, algo de lo que no podré presumir... Tener una aventura con la abuela del bebe????

No he podido disimular mi angustia, aun todavía sigo corriendo, no sé nada de Isabel, ni de Mariana, ni de Juan, no se me ha ocurrido otra que ponerme a correr...

Me han dicho que igual las olimpiadas se celebren en el 2012 en Madrid , desde este momento comienzo la carrera más larga y traumática de mi vida, sin saber que rumbo tomar...

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