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Adicción en Vanesa

en Hetero: Infidelidad

Con mis manos hago chocar los hielos. Su ruido es refrescante, casi renovador diría yo. En la otra mano sostengo un cigarro, que deja sobre mi cabeza lo mismo que hay sobre mi mente, nubes densas, grises.

Una calada más... El humo sale entre mis labios de forma sutil, jugueteo con él, dándole formas, sentado al borde de la cama...

...Se me fue de las manos...

Al ponerme de pie, mi sexo, aun húmedo, empieza a refugiarse entre el vello. Corro la cortina y observo como la lluvia golpea el asfalto de mi barrio residencial, silencioso, solitario. La frondosidad de los pocos árboles de hoja perenne que lo decoran crean un ambiente aun más tétrico.

No vuelvo la cabeza atrás, no me atrevo. Solo miro hacia la calle dudando sobre mi destino. De nuevo, sumerjo el borde de mi amargura en el vidrio, y dejo que el alcohol entre directo a mi cuerpo, ardiendo en mi garganta, arrasando mi esófago... y escociendo en mi corazón.

Tengo escalofríos, la piel se revuelve pidiéndome a gritos algo de abrigo. Pero no me atrevo a moverme. Separo el vientre del cristal de la ventana y observo mi aspecto indefenso.

... Otro cigarro consumido... En el cenicero puedo contar mas de quince colillas, y no creo que desde la primera hayan pasado más de dos horas...

No puedo evitarlo, no he aguantado más 50 segundos sin pararme a escuchar los sonidos... Son profundos, y parece que se clavan en mi nuca, casi puedo sentir el calor del aliento de los mismos en el lóbulo de mi oreja...

Los hielos se están derritiendo, se mezclan con el vodka de una forma casi imperceptible ante mi vista, pero más que evidente en mi paladar. Se derriten igual que ella. Cuando el vodka se rebaja así, nunca vuelve a ser igual, probablemente lo mismo le pase a Vanesa... que nunca vuelva a ser igual...

"Mírame cabrón" escucho. Ha sacado el sable de la muerte, su afilada cuchilla amenaza el borde de mi tórax para herir mortalmente mi músculo de la pasión... "mirame" ... hace sangrar mi recuerdo...

Antes de girarme tengo que encender un nuevo cigarro. Ya casi no me queda gas en el encendedor, aspiro fuerte, como si me faltara el aire y siento como la nicotina se alimenta de mi vida una vez más, dándome como agradecimiento una sensación de sosiego.

Volteo mi cuerpo desnudo y lo primero con lo que me topo es con su mirada; pupilas dilatadas que parecen querer salirse de su rostro, la boca semiabierta con un brillo cristalino sobre sus labios, mejillas sonrosadas, y su hermoso pelo ondulado entre gotas de sudor. Escucho sus jadeos mientras miro su sexo abierto clavado sobre la polla de él...

Mi sexo parece dormido, pero no lo está, simplemente gira la vista, vuelve la espalda a la nueva realidad, se camufla entre los arbustos de mi vello, se oculta y esquiva cualquier encuentro...

Sus delicadas manos envuelven sus pechos mientras el chaval suda, y suda... tanto que hasta siento algo de pena, no sé, un sentimiento casi paternal por él. Goza, pero simultáneamente sufre... lo sé, no solo lo acabo de vivir hace no más de una media hora, sino durante años de matrimonio... Le amo tanto.

Al principio deliciosa, tremendamente activa, fogosa, sensual... Me volvían loco sus besos, sus caricias. Esa forma de hacer el amor, de follar. Esa forma de seducirme, apasionada... Insaciable!!!

Qué afortunado me sentía entre los comentarios de amigos y compañeros, cuyas vidas sexuales se agotaban, como la chimenea encendida que nunca se aviva con el fuelle, en la que nunca sopla el viento...

Han tenido que pasar años... y ahora, y después de aquel día... se me ha ido de las manos...

De nuevo doy un trago, casi no siento el amargor de la bebida, cierro los ojos y vuelvo mi vista hacia la ventana. Pierdo mis recuerdos entre las farolas, la lluvia, la soledad de no ser el único que puede poseer a quien ama...

Escucho un grito fuerte, mi cuerpo reacciona. Parece que le duele, o que le gusta!! No lo sé... pero me alerta... pide más, y más... Me giró...

Vanesa, rendida, entregada como nunca lo hizo conmigo, pide que la azoten, mientras el joven chiquillo, qué tendrá? 21 o 22 años? Clava su esplendoroso sexo entre los glúteos de mi mujer... ella grita, y si le duele, me duele... pero creo que también le gusta... porque a mi sexo le está gustando... no mires le grito, le grito a mi polla que no mire, que se esconda, que se quede en su letargo... que no me haga ella sufrir...

Pero no controlo a Vanesa, ni controlo mi sexo... Mis glúteos se aplastan contra el cristal, y mis manos se acercan a mis testículos... los envuelven, y lentamente, casi como para que yo no me de cuenta, comienzan a abrazar mi erecto sexo y masajearlo con cuidado...

La cabeza de Vanesa se ha girado, a cuatro patas me mira entre los pelos que tapan su rostro... Y leo en sus ojos el llanto, y en los sonidos del chaval el orgasmo. Para mis lamentos, también me hablan sus labios, musitan " eres un cerdo"...

Mi mano se vuelve loca, cada vez más rápida, la garganta seca de todo el tabaco, el sabor amargo del vodka y, el dolor y el deseo disparado...

El chaval se ha derrumbado sobre ella, saca su sexo manchado, y se deja caer...

Sollozos.. lloros. Vanesa se queda a cuatro patas, con la mano entre sus muslos, extendiendo los restos del joven por sus labios, acariciando con velocidad, su sexo... buscando un nuevo orgasmo...

"Dile que se vaya Fran! "Págale y que se vaya"...

No puedo parar, siento el orgasmo subir por mis piernas y enrredarse a mi vientre... pero ella me insiste... mientras me masturbo con una mano, de la camisa extraigo mi cartera, saco el dinero y se lo entrego al universitario...

Ella sigue sobre la cama, sus ojos se cierran... y siento con ese gesto que me vuelve a herir de muerte. Sus jadeos crecen y su mirada no está en mi... Estará en todos con los que se ha acostado, que sino llega a ser porque hace un mes, cosas del destino, tuve que acercarme a la casa de la sierra para coger un reproductor de diapositivas para una exposición, toda mi vida no habría sabido el problema que tengo en casa...

Siento el odio en mi corazón... Veo aun sus nalgas frente a mi, con el esfínter dilatado y las marcas de las manos de ese gran desconocido...

Las miro mientras rozo el orgasmo, y la furia me invade cuando observo el contoneo de su cadera... en quién estará pensando...

Mi mano abierta cae una y otra vez sobre sus nalgas, y entre gritos y lágrimas me pide más, y más, y más.... y yo no paro, continuo mientras me la meneo rápido, rozando la punta de mi glande con los labios de su sexo. Aprieto los dientes fuerte cada vez que mi piel roza la suya, y descargo mi rabia y mi dolor...

Pide más, y grita mientras mueve los dedos rápidos sobre su clítoris... Jadea y pronuncia palabras inteligibles. Sus nalgas coloradas me embrutecen aun más...

... un jadeo... uno muy fuerte y femenino, sale de los labios de mi princesa seguido de la palabra "amor"...

Me derrumbo, me rompo en mil pedazos... el sonido de la "r" de la palabra "amor" se mezcla con el esperma que disparo como si fuera un arma bélica, y chorrea sobre los gluteos de mi mujer.

Me odio, y la amo .

Ahora recuerdo sus palabras, recuerdo sus informes... recuerdo el momento en el que me enteré que mi mujer tenía una enfermedad, una adicción incontrolada, un deseo irrefrenable que sigilosa y en secreto más de una vez se había ido a tratar. Más de 5 psicólogos, de los más afanados de la ciudad. Tres de ellos acabaron entre sus piernas, los otros dos no consiguieron sanarla...

Una enfermedad para ella crónica, que la hacía infeliz...

Aquella noche que me lo confesó hicimos el amor. Entre papeles que describían al detalle su comportamiento desviado... Me olvide de todos los que habían llenado su cuerpo, para saber que yo solo llenaba su alma, y lo acepté.

Acepté como si fuera el traficante de la droga que lentamente la mataba, acepté porque sin ella no puedo vivir, acepté si yo siempre estaba a su lado para acompañar su corazón mientras otros la follaban, acepté sabiendo que ni siquiera imponía condiciones, porque ella siempre haría lo que su enfermedad la ordenara...

Escucho los llantos ahogados en la almohada, mi mirada está atrapada en la gota blanquecina que resbala por sus nalgas, la veo huir. Es la que arrastra la felicidad que poseíamos tiempos atrás... o por lo menos la mía...

Me cuesta ponerme en pie, mis rodilla se han quedado marchitas, voy al baño, y limpio los restos de semen que quedan en el cuerpo de Vanesa, en sus nalgas y su sexo. Se deja como si fuera un bebe. Beso su cintura mientras ella se deja caer...

Enciendo un cigarro, el último del paquete. Aspiro fuerte y me quedo en silencio de nuevo frente a la ventana, a pesar del calor no quiero abrirla, no sea que se lleve la nube de humo, la que ciega mi pensamiento y me impide enfrentarme a mi cruda realidad...

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