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Destino prohibido

en Hetero: Infidelidad

El ruido me pone nerviosa. Choca contra los dientes de una manera irritante. Tengo que calmar a mi brazo para que no salga disparado a plantar una "colleja" en la cabeza infantil. Él en cambio alza la vista por encima del periódico, y acompaña el movimiento con un arqueo de cejas electrizante.

Es una locura, me repito... una locura... Mi novio apoya su mano sobre mi muslo semidesnudo. El calor estival se ha hecho cómplice de la escena, favoreciendo un vestuario provocador. La niña sigue chasqueando el dulce en sus muelas, mientras que su padre no quita sus pupilas de la mano de mi pareja.

Beso sus labios y me levanto. Acaba de empezar la película, una de esas de guerras que a Jaime siempre le hipnotizaron. Mi vestido cae vaporoso al ponerme en pie, dejando el vuelo lo suficientemente suelto como para que se intuyan mis nalgas sin llegar a dibujarlas. La niña, balancea las piernas y clava en mi espinilla una de sus puntas... me irrita! Mi corazón palpita rápido, bombea con fuerza, y puedo sentir que mi yugular adquiere vida propia. Los seis ojos persiguen mi movimiento a lo largo del pasillo hasta que desaparece tras la puerta del vagón.

Emails, relatos, fantasías. Años en la rutina, su matrimonio, paternidad, mi compromiso. Suena mi móvil... ahí está. Abro la puerta del estrecho aseo y por primera vez escucho en mi lóbulo su voz. Escasos 2 metros cuadrados ocupados por un inodoro y lavabo metálico, con olor a baño público. No hay tiempo para nuestra historia, no existe... debe ser rápido.

Mis piernas desprenden humedad desde que llegué a la estación. Un viaje familiar a Oviedo, cosas típicas que hay que hacer antes de una boda... no pude elegir peor momento, no... Semanas faltan para el enlace.

Me empeñé en ir en tren, a pesar de que a Jaime le encante conducir, le hablé de presentimientos, de malos augurios... y ante eso, nadie me puede discutir. Cinco horas y media casi seis... Lo que podría hacerse en cuatro horitas, se convertirá en paradas constantes. Varias a la salida de Madrid, Valladolid, León...

Las manos alzaban la falda por encima de mis nalgas, que se humedecían con las gotitas de agua que reposaban sobre el lavabo. Los dos montones de carnes, se apretaban contra la superficie metálica mientras que sus manos descubrían, mi oculto y tantas veces descrito, sexo. Parecía tener dos pares de manos en vez de uno...

Nuestros labios se unieron y precipité mi mano hacia la cremallera de sus pantalones, rápida, en busca de ese sexo anhelado. Duro y firme, ahí estaba... esta vez no me iba a echar a correr no, esta vez no iba a huir...

Con sus manos me sentó sobre la pila y acompaño los tirantes de mi veraniego vestido para que resbalaran por mis hombros hasta acabar con el jirón de tela enrollado en la cintura y mis pechos desnudos a su alcance...

No hubo palabras... no había tiempo...

Su lengua rozó cada uno de mis pezones mientras que sus dedos se escurrían entre mis labios, y se entretenía en el anillado... Mojo sus dedos en mi y los llevó a mis labios, mientras, sentí como la cabeza de su sexo se abría paso a mi interior...

Esa vez no dije que no, esa vez no...

Note la piel de su sexo contra la mía, y sus ojos fijos en mi expresión. El ruido ensordecedor del TALGO se clavaba en mis oídos y, cómplice, me permitía liberar mi deseo. El ajetreo nos acompañaba, sus movimientos eran bruscos, casi rabiosos. Sentí en sus ojos nuestra historia, y en sus pupilas la película de lo que durante años soñamos.

No se parecía a nada de lo que pretendíamos. No eramos libres para disponer del tiempo.

Mis dedos se enredaban en los ojales y la camisa, intentando acceder a la piel, a su aroma. Pero me conformaba con cada embestida, con sentirle dentro de mi.

Me bajó de la peana y me giró sobre ella. Frente al espejo divise mi imagen y su cara tras de mi. Miramos nuestro reflejo, lo observamos un instante. Su mano sujetaba mi pelo alzándome la vista mientras sentía como lentamente me volvía a penetrar en esa posición... Me creí derretir clavada en su virilidad... Años masturbándome en solitario y silenciosa pensando en sus elegantes y sutiles perversiones...

Yo ya no era la chiquilla de 27 de esa página de relatos, ni él el alocado de 39 que rehusaba de encasillarse en la clásica vida familiar. Hacía un mes que había cumplido treinta y tres, y él cuarenta y cinco años, ya padre de familia... pero me volvía loca enganchada a esa extraña relación.

Tanto que de nuevo inventamos un nuevo encuentro, como otras tantas veces habíamos hecho, en relatos, por el messenger, en emails... sueños que humedecían nuestros sexos... pero que nunca ( por lo menos yo) osaba a realizar. No sé que pasó, quizá ahora era yo la que temía dar el paso del compromiso amoroso y eso me dio el valor... pero solo sé, que lo que quería es sentirme poseída por él...

En el espejo veía su piel brillar. El calor era sofocante y movía su cadera como si con la cabeza de su erecto miembro quisiera llegar a mi corazón. Una de sus manos enganchaba el pendiente de mi vulva, y jugueteaba con las terminaciones nerviosas de los húmedos pliegues de mi piel...

Hubiera permanecido horas follando con él... hubiera obedecido cualquier cosa que por su boca me hubiera expresado. Porque por fin me atreví. Me hubiera tirado a quien fuese necesario, como quisiera, me hubiera dejado azotar, humillar... hubiera sido feliz siendo su esclava sexual...

Me derretía...me embriagaba con picores en el interior, y sentí como mis contracciones le agarraban y no dejaban escapar la vigorosidad de su sexo. Estabamos embrutecidos, y durante segundos, mientras el calambre me invadía y empapaba el interior de mi cálida vagina no podía dejar de alegrarme de haber pactado este encuentro. Que mejor forma? La distancia nos separaba, León, Madrid... Oviedo era un buen destino. Familia común...

No vino con su mujer, solo con la niña... esa niña irritante que chasqueaba el caramelo en su boca...

Me deshice frente al espejo, como el hielo que se convierte en agua, me entregué por completo a él... Nunca pude elegir a nadie mejor.. él se derritió entre mis labios. Cogió mi cuello y me giró, beso mis labios y guió mi cabeza hacia su sexo... mis pechos chocaban con la tela de su pantalón, mientras que posaba su mano sobre mi cabellera...

Se derritió en mis labios... como me consta que otras veces lo hizo sobre mis letras...

Nos besamos... nos besamos... beso profundo, apasionado... un beso diferente... supe en ese instante sin ninguna duda que en él podía confiar... lo supe.

Subió su cremallera, me guiño uno de sus ojos y salió, tremendamente atractivo por la puerta. Me quedé encerrada en el cuchitril, en el más sugerente lugar que nunca he disfrutado. Vi mi rostro en el espejo, la cara dulce e infantil... Lavé mi rostro, mi entrepierna y los sequé delicadamente. Subí mis tirantes y salí como si fuera la misma...

Solo "como si fuera la misma"...

Cuando llegué a mi asiento, Jaime beso mis labios, preguntó por lo largo de mi ausencia... en frente, la niña movía las piernas mientras fijaba la vista en la pantalla del televisor. Él, ya no leía el periódico, me miraba descarado, casi impertinente... y terriblemente irresistible...

MI corazón palpitaba fuerte, y mi sexo con el calor se humedecía... hubiera dado cualquier cosa por encerrarme en ese cuarto y que nuestro destino fuera único y solitario... habría dado cualquier cosa por entregar mi vida a sus deseos...

La niña dormía sobre el hombro de su padre, así quietecita, sin hacer ruido, vi el tremendo parecido. Jaime dormitaba sobre mi hombro, y mientras tanto yo entreabría mis muslos para enseñarle pícaramente el objeto que hizo que, hace años, un día se interesara por mi... mi piercing...

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