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Juego de perversión

en Hetero: Infidelidad

Suspiro profundo y hondo....

Esta mañana no ha sido sencillo, demasiados obstáculos en el camino. Esa aceleración y premura, que impulsa cada uno de sus movimientos, igual que me lleva al éxtasis del placer, me sumerge en momentos de tensión...

En el autobús voy nerviosa e incómoda, una vez más a punto de ser pillados por su mujer. Está claro que lo único que me impulsa a seguir con esta tortuosa relación, es lo que siento entre mis piernas, que ya es tarde para volver a dominar, demasiado tarde...

Tengo unos picores, que, como si tratara de una reacción alérgica, comienzan lentos alrededor de mi vulva y, poco a poco, se expanden en forma de calambres y cosquilleos hasta el interior de mi vientre. Como si fuera una culebra que sutilmente se enrolla a mis muslos reptando por ellos, lenta y húmeda, hasta el centro de mis piernas, y con su bífida lengua en ese mete y saca constante electriza con pequeños e intermitentes toques mi clítoris...

Es una sensación tan irresistible que tengo que saciar de inmediato. Así, por las mañanas recurro a él, que cansado de su monótona vida no duda en ocultarme entre sus piernas, cediéndome su empalmado sexo para que lo masajee con mis labios y mi lengua...

Cada uno con nuestras perversiones, eso es lo poco que nos une en un gran universo de distancia. Mientras ciño mis labios a su glande, su sexo se inflama hasta convertirse en un objeto de placer estriado por grandes y congestionadas venas. Sus manos, siempre amarradas a mi cabello, me ahogan en jadeos y convierten su hirviente polla en una mordaza...

Después de escasos minutos, en los que ni siquiera hemos compartido una caricia, expulsa todos sus reprimidos pensamientos sobre mi boca, cálidos, tan ardientes que me hacen pensar que necesita de mi, porque sino el fuego le consumiría por dentro. Yo, con mi lengua lo saboreo ante sus ojos, que se clavan firmes sobre mis labios blanquecinos, con una malévola sonrisa de orgullo y satisfacción.

Después de tragar, cubro con mi boca todo lo atractivo de él y dejo que se convierta en un inútil trozo de carne en mi interior, blando y pequeño, mientras recibe las ultimas corrientes de placer. Es entonces, cuando sube la cremallera de tu pantalón ...

Siempre escasos de tiempo, rozando el riesgo de ser pillados "infragantes", me recibe en su dormitorio, donde con una mirada autoritaria reclama que saque mi larga camiseta de algodón por la cabeza y quede desnuda ante su mirada. En esos momentos, la musiquilla que nos acompaña es el soniquete del agua cálida de la ducha, un aroma fresco a gel de marca y un vaho que se cuela, curioso y morboso, en nuestro escenario, impregnándonos de la humedad bajo la que ella, vecina de nuestra travesuras, comparte la misma estancia en un pequeño habitáculo anexo a éste, ajena a lo que cada mañana es el comienzo de nuestros días...

A veces, la escucho canturrear canciones inteligibles que se fusionan con los apretados y contenidos gemidos de placer de su marido.

No son más de cinco minutos, no da para más...

Un placer rápido, rodeado de tensión y apresuración que acaba coronado, únicamente, por una corrida de su ambiciosa polla...

... Posteriormente salgo silenciosa, con mi cuerpo larguirucho, de pequeños pechos y chiquititos glúteos correteando por el pasillo enmoquetado, con la camiseta en una mano para encerrarme en mi habitación...

Presos de nuestra enferma mente nos hemos agarrado a dos roles de los que no somos capaces de desentendernos a pesar de querer con locura a Natalia.

Natalia y Julio se casaron hace cinco años. 35y 38 años, sin hijos, una pareja aparentemente perfecta con la que tuve que venirme a vivir cuando decidí estudiar Economía. En nuestra pequeña ciudad no había posibilidad de poder estudiar esa carrera, así que mis padres, sin dudarlo dos veces, me enviaron a Madrid.

Llevo dos años aquí, Natalia siempre ha sido una hermana ideal, evidentemente hemos tenido nuestras rencillas, pero probablemente la diferencia de edad que nos separa, es la suficiente para que nos complementemos de forma genial. Julio, siempre fue muy enrollado, simpático, extrovertido... se mostró muy feliz y acogedor cuando me instalé en su casa.

Pero desde hace 5 meses las cosas parecen haber cambiado, mi conciencia revoltosa e inquieta, me despierta cada noche. Juguetona, queriendo esconderme el sueño a ver si soy capaz de encontrarlo. Julio, parece ser su compañero de juegos, que de madrugada, asoma su naricilla por la puerta de mi dormitorio en busca de alimento para sus fantasías....

No sé como empezó todo, ni siquiera sé donde está el comienzo de hilo de esta enmarañada madeja... solo sé que, menos follarmelo ( y que conste que porque no quiere), hago de todo con él. Ha generado entre los pliegues del centro de mis piernas una humedad permanente, y lo peor, constantemente añade leña a la hoguera de mi cabecita...

No se trata de una simple infidelidad física. Julio disfruta rozando los límites del riesgo, sueña con correrse pegado a Natalia, y convierte la convivencia diaria en un juego constante de perversión...

Su cabeza enfermiza, me contagia el extraño virus, y mientras estoy en la Universidad escuchando hablar de Oferta, demanda y demás siento el tiro de mis vaqueros clavándose en el centro de mi vulva, como lo hace su dedo, contoneo las caderas para provocar un roce que más de una vez, me produce controlados orgasmos silenciosos, con la mirada clavada en unos apuntes que se convierten en letras borrosas y bailarinas que parecen alejarse, tumbarse y tomarme el pelo mientras mi cuerpo, sufre sutiles sacudidas entre las voces del profesor...

Comerle la polla a mi cuñado desnuda cada mañana, inflama mi clítoris a unas dimensiones que jamás pude imaginar, las vibraciones de los asientos del autobús o del metro se convierten en perfectos estimuladores de placer, e inquieta, lo recuerdo, como si fuera una putita barata, la forma en que cada mañana corro ansiosa a mostrarme desnuda frente al esposo de mi hermana para beber su cálida y enfermiza leche a escasos centímetros de ella.

Esos pensamientos me hacen sentirme tan culpable y excitada simultáneamente, que ha conseguido que en la distancia fantasee, imaginándome a Julio penetrándome, profundamente a cuatro patas, sobre la cama de Natalia mientras ella nos observa a escondidas y en silencio. Igual que él me obliga a hacer determinadas noches, cuando monta a su mujer con la puerta entreabierta, pendiente de observar mis juveniles ojos, entre tristes y excitados, amarrados a su acto...

Disfruta con la tortura psicológica, y después, cuando Natalia dormita con su lampiña vulva brillante y resbaladiza, Julio acude a mi cama y deja resbalar sus dedos entre mi coñito virgen, levanta la camiseta y encuentra mi golosa carne, saludándole con exageradas palpitaciones...

Con sus manos abre mis piernas y, juguetón como mi conciencia, su dedo índice se acerca y aleja simulando un roce que no llega a producirse...

A veces creo, que en esos momentos mi coño puede adquirir vida propia, y como si fuera un depredador en una de sus palpitaciones va a atraparle hasta absorberle hasta dentro. Pero él, nunca me introduce nada en el interior. Eso me está enloqueciendo, siento como las paredes se me inflaman y tensan tanto que hasta me llegan a doler. En esos momentos aprieto mi sexo a su mano y contraigo mis músculos vaginales en busca de que me frote fuerte, al igual que los bebes muerden cuando sus encías congestionadas necesitan abrirse para dar paso a los dientes...

Entre las tinieblas de un oscuro deseo, por fin, su mano se posa entre los labios que semanalmente me afeita a su antojo, y mirándome fijamente a los ojos me masturba con suavidad...

Generalmente, su sexo aun no se ha recuperado del polvo que le ha echado a mi hermana Natalia, y morcillona se presenta ante mis ojos, aún algo brillante...

El orgasmo siempre parece que se va a suceder pronto, pero cuando está en las puertas; mi pulso más acelerado y el calambre apunto de surgir, es cuando, detiene su movimiento, pellizca fuerte mis pezones, hasta producirme dolor y tiene que, rápidamente, tapar mis labios...

Julio, no se cansa de repetirme lo que ama a Natalia, y lo putita que soy yo. Eso no hace más que devolverme a los infiernos, prende las ascuas y bajo los pinchazos de mis pequeños pezones, mi sexo vuelve a picar con ansiedad...

Su polla ronronea rozando mi clítoris, la frota insaciable sobre la prieta carne de mi sexo, sin dotarme de caricias, la agita con brusquedad y desesperación, buscando una nueva erección que generalmente se resiste a aparecer...

A cuatro patas sobre mi cama sumerge su cabeza, y siento su lengua inflamada, inquieta y tórrida perderse por rincones a los que nunca había llegado con el tacto, se reprime para no meterme dos o tres de sus dedos dentro, siento como, dubitativo, frena sus impulsos y un inmenso calambre me recorre el cuerpo mientras tapa mi cabeza con la almohada...

Con la polla empalmada se va de mi cuarto regalándome un paternal beso sobre la frente mientras aun disfruto de las últimas contracciones. Salgo detrás de él y le veo como un dios, con un sexo perfecto con el que sueño ser desvirgada cuando él lo desee.

Me ha prometido que si no dejo que nada ni nadie rocé el interior de mi coñito será él quien me parta en dos...

Desde la distancia se aleja su figura por el pasillo, erecto, como un guerrero experto se adentra en un territorio lejano al mío. Y con nostalgia, retorno a mi cuarto infantil de estudiante ingenua, que debería soñar con príncipes azules...

Y asi., día tras dia desde hace cinco meses. Presa de su voluntad, de su ardiente mirada y su juego peligroso. Espectadora de sus apasionadas noches con mi hermana, a la que envuelve con palabras de amor y caricias desconocidas para mi, presa de una necesidad diaria de llenarme la boca de su polla, de beber de sus orgasmos y de frotarme contra su mano. Presa de sueños en solitario acerca de ser poseída y clavada sobre su sexo, y presa de una conciencia que no hace más que alimentar mi ansias de perversión...

Ahora, en el autobús el pulso se me va calmando. Está mañana Natalia casi se encuentra a su hermanita con la boca llena del éxtasis de su marido, un tropezón mal dado me hizo caer sobre el suelo del dormitorio, vi sus desnudos muslos asomar detrás de la puerta del baño del dormitorio, casi a gatas, desnuda, conseguí escurrirme por el estrecho hueco de la puerta mientras sentía como a través de mi barbilla resbalaban las ultimas gotas del pecado...

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