EL COMA
I
Raquel había terminado sus estudios de enfermería y
como toda universitaria estaba ilusionada con trabajar, aunque más temprano que
tarde su ilusión comenzó a tornarse en desilusión, pues a medida que, echaba
currículums, hacía entrevistas y no conseguía su primer trabajo, en su moral iba
haciendo mella la sombra del fracaso.
Descartó el sector público, pues no quería seguir estudiando unas largas
oposiciones. Su pasión era la enfermería, el cuidar a otras personas, así que
comenzó a echar currículums en clínicas privadas. Hizo algunas entrevistas más
pero sin el fruto deseado.
Un día, leyendo las ofertas de trabajo del periódico mientras desayunaba, vio un
anuncio que captó su atención: "Se necesita enfermera responsable, para cuidar a
enfermo crónico en casa, atención continua, también necesario disponible para
fines de semana esporádicos. Se valorará realización de tareas del hogar
extras". Ésta última frase no fue de su agrado, pero bueno, era una oferta y
estaba dispuesta a intentarlo así que llamó al teléfono que ponía.
La voz de una mujer madura al otro lado del teléfono le atendió. La conversación
fue corta, y quedaron para esa misma tarde a eso de las ocho en su propia casa.
Raquel notó cierto aire autoritario en la voz de la mujer y pensó si no sería
una cascarrabias, pero un trabajo era un trabajo, al menos iba a ir a la
entrevista, tiempo tendría de rechazar la oferta sino le convenía.
Ya por la tarde Raquel se aproximó a la puerta, se alisó la falda y se aseguró
de estar presentable, finalmente llamó al timbre. La casa era un chalet en las
afueras con una pinta excelente, inmediatamente pensó en que se tratarían de
unos ricachones, probablemente una viejecita que quería que cuidase de ella y de
su marido. Sin embargo la alusión a las tareas del hogar en el anuncio no se le
iba de la cabeza, Raquel no había estudiado 3 años para ahora dedicarse a barrer
y fregar.
La puerta se abrió y para su sorpresa una mujer que rondaría los 45 años
apareció en el vano de la puerta, vestía como una ejecutiva de un banco, con un
traje de chaqueta con falda color gris y camisa blanca desabrochada en sus dos
últimos botones, lo que hacía que luciese un bonito escote y lucía una melena
con mechas rubias.
- Justo acabo de llegar del trabajo, vamos pasa, ¡no te quedes ahí! -le espetó
con el mismo tono autoritario que tenía al teléfono.
Más cortada de lo que esperaba Raquel pasó y accedieron al salón del chalet,
estaba decorado estilo moderno, con muebles metálicos combinados con cristal
negro opaco y a veces transparente. Su anfitriona la invitó a sentarse en el
sofá a su lado, al tiempo que ella hacía lo mismo y cruzaba sus largas piernas
enfundadas en medias color oscuro.
- Mira soy Isabel, ¿tú eres Raquel, no? -le espetó una vez más.
- Si señora, yo soy -se limitó a decir Raquel, pensando si debía añadir... "a la
orden", o algo así, sonrió para sus adentros pero mantuvo la compostura.
- Pues nada, se trata de una situación un tanto delicada, mi marido sufrió un
accidente de moto hace un año y desde entonces está en coma. Los médicos no
saben exactamente qué le pasa aunque creen que sufrió daños en el cerebro y
desde entonces apenas abre los ojos y ya está.
- ¡Oh señora cuanto lo siento! -exclamó Raquel expresando su compasión por el
infortunio de su anfitriona.
- Sí hija, ha sido muy duro, pero he tenido que incorporarme al trabajo y tirar
para adelante, pues las facturas se nos agolpan y estamos con el agua al cuello.
¿Supongo que te habrás fijado que en el anuncio mencionaba que se valoraría el
estar dispuesta a realizar tareas del hogar? -le preguntó directamente yendo al
grano como era costumbre en ella.
- Bueno sí, lo ley -contestó ingenuamente Raquel.
- Supongo que tampoco te hará mucha gracia el tema, ya sé que eres enfermera
recién diplomada y pensarás: ¡Yo no he estudiado para hacer de chacha y cuidar a
un enfermo! -exclamó Isabel poniéndose en el lugar de Raquel-, pues bien voy a
ser sincera. Como ya te he dicho nuestra situación económica no es buena, es
peor que eso y esto implica que no puedo pagar una chica de la limpieza y una
enfermera también, así que busco alguien que combine ambas facetas, por supuesto
tu principal cometido será que mi marido esté bien, y después, en el tiempo que
te sobre ayudarme con las tareas de la casa.
- La verdad es que entiendo su situación, no es fácil para una chica que ha
estudiado la carrera hacerse a la idea de que tiene que cuidar de alguien como
usted dice y además hacer tareas del hogar -afirmó Raquel, repitiendo el
razonamiento de Isabel.
- Si, lo sé. Pero también debes comprender que aún no has trabajado y supongo
que ya llevarás unas cuantas entrevistas, y probablemente no te hallan llamado
de ningún sitio. Además ahora con el tema de la crisis que sufre el país es más
difícil encontrar trabajo, ¿me equivoco? -explicó Isabel dando en la diana y
soprendiendo a la joven Raquel que estaba a la defensiva ante a arrolladora
personalidad de su interlocutora.
- Si, efectivamente es así, el tema del trabajo está mal y ya he hecho varias
entrevistas. Supongo que habrá visto que mis notas son bastante buenas y aparte
le digo que me gusta mi trabajo, cuidar enfermos es lo mío, quiero hacerlo y por
eso estudié la carrera -replicó Raquel repeliendo las directas afirmaciones de
Isabel.
- Muy bien hija, me alegro que tengas vocación. Mira, en otras circunstancias te
pagaría novecientos euros más o menos, pero como tengo en cuenta que también
tendrás trabajo del hogar que realizar te pagaré trescientos euros más, con lo
que ganarás mil doscientos euros al mes, ¿qué te parece? -le preguntó a la
chica.
Raquel lo pensó unos segundos, la cantidad no estaba mal, algunas de sus amigas
que habían conseguido trabajo en una clínica cobraban mil euros o menos incluso
y ella cobraría un poco más. Así que estuvo de acuerdo consigo misma en aceptar
la oferta.
- Me parece bien, siempre que me acepte claro... -contestó Raquel.
- ¡Claro que te acepto! Desde que te he visto al entrar he pensado que me
gustabas para el trabajo, se te ve muy responsable para tu edad y me gusta una
persona que venga tan arreglada a una entrevista -añadió Isabel.
Raquel llevaba puesto una minifalda con medias al igual que su interlocutora,
combinada con una camiseta y una chaqueta a juego con la falda en tono burdeos.
Así que la chica sonrió por el alago de Isabel, se miró a si misma repasando la
pulcritud de su indumentaria y volvió a sonreír.
- Hay otro tema que me gustaría tratar también -continuó Isabel-. Verás soy
ejecutiva de una empresa y a veces hacemos congresos en otras provincias, y
suelen coincidir con algún fin de semana o entre semana. Son poco frecuentes la
verdad, a lo mejor cada dos meses y duran de 2 a 3 días. Cuando esto pase me
gustaría que te quedases en casa con mi marido y durmieras aquí en el cuarto de
invitados, prometo pagarte un poco más esos meses, eso ya lo podemos acordar si
te parece cuando sea el primero, aunque como ya sabes no te puedo prometer que
darte mucho más de lo que te doy ya por tu sueldo.
La muchacha estaba ilusionada con la idea de su primer trabajo así que no le
importó la posibilidad de pasar allí algún fin de semana o noches entre semana
si su "jefa" salía de viaje.
- No me importa, estoy dispuesta a quedarme en su casa si lo necesita. Respecto
al dinero, bueno, si va a ser con la frecuencia que me ha dicho tampoco me
importa hacerlo de vez en cuando y si no puede pagarme más pues nada puedo
esperar a navidad y si entonces le sobra algo y quiere hacerme un regalo, se lo
acepto encantada -comentó Raquel con una amplia sonrisa en sus labios sonrosados
ligeramente maquillados.
Este detalle de Raquel gustó a Isabel que se rió con ella y puso su mano en la
rodilla de la chica estableciendo el primer contacto físico con ella, mostrando
así su agrado por el transcurso de la entrevista.
- Bueno, pues si te parece, ¿subimos y te presento a mi marido?
- ¡Vale! -exclamó Raquel encantada.
Las habitaciones eran amplias y la decoración era escasa y toda uniforme con
estilo moderno. A Raquel le gustó, no había visto muchas casas con esta
decoración, sin duda pensó que todo aquello tenía que ser caro. Cuando llegaron
al dormitorio principal allí había una cama grande y a los pies otra de hospital
donde estaba el "paciente", orientado hacia la ventana. El dormitorio era enorme
para poder contener ambas camas y anexo a él vio también un armario vestidor
igualmente enorme, en madera de pino.
Su marido era más o menos de su edad, o tal vez un poco mayor que ella. Estaba
afeitado y a Raquel le pareció guapo al verlo. Tenía los ojos abiertos y parecía
que estaba mirando pero su mirada estaba vacía, Raquel comprendió entonces la
gravedad de su estado. Isabel se lo presentó, se llamaba Diego, al presentárselo
lo hizo como si pudiese entenderla, como si nada le pasase. Estuvieron hablando
un rato más, Isabel le estuvo contando que aunque su esposo iba a rehabilitación
una vez por semana, el resto de días le gustaría que ella le ayudara a ejercitar
sus músculos un rato por las mañanas, luego lo asease y finalmente dedicase un
poco de tiempo a limpiar.
Para las comidas podía prepararlas allí mismo en su casa o traer algo
precocinado de casa, le hizo hincapié en que debía descansar después de la
comida y por la tarde ella a cambio procuraría ser puntual y llegar pronto a
casa.
De este modo dieron por finalizada la entrevista y quedaron para la mañana
siguiente, cuando comenzaría su trabajo, justo antes de que Isabel se marchase
al suyo.
Primer día de trabajo...
Temprano Raquel se presento en el domicilio de Isabel,
ésta la recibió a toda prisa y le entregó una lista con las tareas que quería
que hiciese ese día así como los horarios de ejercicio, aseo y comida de su
marido. También le entrego su móvil por si tenía que localizarla por cualquier
motivo y se marchó corriendo.
Cuando Raquel se vio en aquella inmensa casa se sintió algo sola, pero le gustó
ver todo aquello, aquella casa tan hermosa y deseo tener algún día una igual.
Sus pensamientos se tornaron en miedo cuando entró al cuarto donde estaba su
enfermo. Al parecer aún dormía, ella se acercó más para verlo mejor y observó
que tenía los párpados cerrados.
Decidió subir la persiana y abrir las cortinas para que entrase la luz del
incipiente sol de la mañana. Entonces, al volverse, vio que el hombre había
abiertos los ojos, los mismos ojos inexpresivos del día anterior y se llevó un
buen susto, no pudo evitar soltar un grito ahogado llevándose la mano a su boca.
Trató de tranquilizarse, finalmente se acercó a Diego y lo saludó como si la
oyera y entendiera:
- Buenos días Diego, hoy hace muy buen día, soy Raquel la chica de ayer, a
partir de hoy voy a ser su enfermera. Su mujer se marchó para su trabajo, así
que estaremos sólos hasta las cinco creo.
Raquel se sintió algo rara hablándole así a aquella persona inexpresiva, pero
pensó que era lo mejor, después de todo había leído que algunos enfermos aunque
estén en coma pueden oír a sus familiares aunque no les puedan contestar. Así
que decidió seguir haciéndolo.
Comenzó ha hacer los ejercicios diarios con el hombre, no era fisioterapeuta
pero Isabel le había dejado un libro que le dieron en la clínica donde lo
trataban y fue leyendo todos los ejercicios y los fue realizando moviendo sus
tobillos, piernas, brazos y cuello.
Llegó la hora del aseo. Raquel fue al cuarto de baño donde Isabel le había
anotado que tenía una palangana, jabón, esponja para el baño y toallas para
secarlo. Preparó todo, echó agua caliente en la palangana y fue a ver a Diego.
Antes de comenzar cambió sus sondas y tiró las bolsas de orina y heces que tenía
de la noche anterior. Al hacerlo no pudo evitar reparar en su miembro viril, tan
flácido y pequeño, tan inerte como su poseedor y sonrió para sus adentros
admitiendo que con aquello no iba a poder ponerle los cuernos a su esposa.
Lo desvistió y comenzó a lavarlo, al ver su cuerpo desnudo pensó que no estaba
mal su paciente, si no fuese por su inactividad tal vez hasta la excitaría el
lavarlo. Pero justo cuando estaba aseando sus partes íntimas para su asombro vio
como lo que antes estaba flácido y pequeño comenzó a ponerse tieso y duro, hasta
alcanzar su tamaño máximo.
Estaba muy sorprendida y hasta dudo que el señor no estuviese fingiendo y todo
aquello fuese una farsa para tirársela. Luego miró a sus ojos y eran tan
inexpresivos como siempre, perdidos en la inmensidad de la pared de en frente.
Raquel volvió a centrarse en el aseo de sus partes y no pudo evitar detenerse en
su pene, tan duro y tieso como si estuviese consciente, lo limpió bien,
retirando su prepucio y limpiando su glande a conciencia.
Raquel descubrió que se estaba excitando con la limpieza de aquella polla erecta
y hasta se imaginó bajándose las bragas y probándosela en su chochito allí mismo
encima de la cama. La idea pasó por su cabeza pero inmediatamente la rechazó...
"¿no pensarás tirarte a tu paciente el primer día, verdad?".
La joven muchacha sintió un cosquilleo en el estómago y notó que se le secaba la
boca mientras aseaba a aquel hombre de rostro inescrutable. Estaba muy nerviosa,
nunca le había pasado algo igual. Por su mente seguían cruzándose imágenes suyas
haciendo guarrerías y abusando de aquel pobre enfermo en su mente calenturienta.
Finalmente trató de serenarse, fue al baño y se refrescó la cara, estuvo
mirándose al espejo unos segundos y reflexionando sobre lo que debía hacer, o
mejor dicho sobre lo que no debía hacer.
Aprovechó también para hacer un piss y confirmó que su coño estaba húmedo, lo
suficientemente húmedo como para que le apeteciera hacerse una pajilla. Esta
idea no provocó rechazo en su mente así que allí mismo en el baño se bajó las
bragas y hundió sus dedos en sus surcos carnosos, deleitándose en cada pliegue,
gimiendo con cada caricia de su botón secreto, penetrándose suavemente con sus
dedos hasta que pudo correrse.
Estaba tan nerviosa que se sorprendió de lo fuerte que fue su orgasmo, mientras
se corría pudo notar como se le escapaba un poco de piss que resbaló entre sus
manos y fue a parar al váter. Cuando terminó se lavó su sexo en el bidé y volvió
al dormitorio, donde su permanecía su enfermo.
Efectivamente, allí seguía, como una estatua, semi-desnudo. Se fijó en que su
pene volvía a estar flácido y pequeño, de modo que más calmada se dedicó a
terminar de asearlo y volvió a vestirlo, luego fue al baño y dejó los utensilios
de aseo listos para el próximo día.
Después decidió bajar y preparar el desayuno de su paciente. Nada del otro
mundo, pues comía potitos, como los niños pequeños. Se lo dio con una cucharilla
y para su asombro descubrió que su paciente era capaz de tragar, sin duda el
reflejo de comer no lo había perdido y era capaz de hacer este movimiento,
aunque eso si, muy lentamente. De este modo se le fue casi una hora para un
potito.
Después bajó ella misma desayunar y a los quince minutos subió para ver a su
paciente, era su primer día y no quería dejarlo sólo mucho tiempo. Éste parecía
haber vuelto a dormirse pues sus ojos estaban cerrados, pero al entrar ella en
la habitación volvió a abrirlos. Curioso, sin duda, parecía oírla acercarse y
era capaz de abrir los ojos.
El resto del día pasó sin más percances dignos de mención. Estuvo curioseando un
poco por la casa y no pudo evitar curiosear por los cajones de la señora, vio
sus vestidos y su ropa interior. Era terriblemente sexi, con tangas que apenas
cubrían y batas de raso de un tacto súper suave. Luego estuvo curioseando los
libros de una pequeña biblioteca que había en una habitación con mesa de
despacho.
Decidió leerle un poco a su paciente y así pasar el rato, eligió un folletín de
enamorados, que sin duda eran del agrado de su señora y disfrutó también ella
con su lectura. Aunque llegó a una escena un poco caliente y sintió algo de
vergüenza al leerle aquello a su paciente, pero bueno, el hombre parecía no
enterarse de nada, ¿qué daño podía hacerle?
Llegó la hora del almuerzo, comió y se echó una siestecilla en el sofá donde el
día anterior fue entrevistada, llegaron las seis de la tarde y su "jefa" volvió
a casa. Le preguntó qué tal había pasado el día, a lo que Raquel contestó con un
simple "muy bien" y le ofreció marcharse, ya se verían al día siguiente.
Segundo día...
Mientras iba a casa de Isabel, Raquel recordaba como
esa noche había dormido mal, y entre sueños creyó verse "chupándosela a su
paciente", este pensamiento se había incrustado en su mente y le fue difícil
apartarlo de sus entre sus sueños.
Llegó de nuevo a la casa, temprano como el día anterior, Isabel hoy tenía más
prisas que ayer y enfundada en un traje de ejecutiva acompañado de minifalda
estrecha y zapatos de tacón, cogió su maletín de piel color beige y se marchó al
trabajo en su flamante Audi A4 negro.
Raquel la despidió y cerró la puerta, una vez dentro de la casa decidió subir a
ver cómo estaba esta mañana su paciente, le abrió la ventana como el día
anterior y este volvió a abrir los ojos cuando ella hizo este gesto. Luego
continuó con la rutina diaria, ejercicios y aseo. Curiosamente hoy no tuvo la
erección del día anterior mientras aseaba sus partes íntimas. Hoy también estuvo
afeitándolo, pues ya tenía barba de dos días.
Mientras lo lavaba recordó sus sueños de la noche pasada y se preguntó por qué
hoy no se ponía duro su miembro viril. Pero por alguna razón hoy no estaba
dispuesto a sorprenderla como ayer, así que terminó el aseo y lo volvió a
vestir.
La verdad es que se sintió algo desilusionada al no volver a ver su pene en
erección, sin duda las fantasías que tuvo entre sueños la habían marcado y tal
vez esperaba una reacción acorde a sus expectativas por parte de su paciente,
pero qué se le va ha hacer, lo mismo lo ocurrido el día anterior fue sólo un
acto reflejo, ¿quién sabe?, pensó ella.
El resto del día lo dedicó a limpiar la casa, como había prometido a su "jefa",
y también tuvo tiempo de leerle un rato la novela amorosa que comenzó el día
anterior a su paciente. Quien sabe, a lo mejor en su mente entendía lo que ella
le decía, pero era incapaz de comunicarse con el mundo exterior. Estaba atrapado
en su cuerpo, su mente en una prisión sin rejas, la idea la turbó y la hizo
pensar en lo terrible de una situación así.
Durante la siesta volvieron sus sueños húmedos y se despertó sobresaltada pues
había vuelto a soñar con su paciente, esta vez se la chupaba hasta que él se
corría en su boca. Hasta se había echado a sudar durante el sueño sobre el sofá
de piel. Todavía alterada subió a verlo y éste seguía en su cama. Lo observo y
estuvo meditando sobre su ensoñación.
¿Por que no se le había puesto tiesa? A lo mejor no lo había acariciado
correctamente mientras lo lavaba, ¿y si lo intentaba una segunda vez? La idea la
aterraba, hasta el punto de que sus piernas volvían a temblarle. Su respiración
entrecortada mientras le desabotonaba el pijama y le habría la bragueta para
acceder a su sexo. Su mano temblorosa cogiendo su pene y liberándolo de su sonda
para pasar a acariciarlo.
Estuvo tocándolo, masturbándolo unos minutos y el tema no mejoraba, ella no
paraba de mirar su rostro sus ojos impasibles, como cerciorándose que no había
ninguna reacción "humana" tras aquella mirada inexpresiva. Finalmente pensó en
chuparlo, introducirlo en su boca a ver si con esto reaccionaba. Dudó un
instante pero su deseo estaba desatado y se vio inclinándose sobre la cama donde
éste yacía e introduciendo su pene en su boca.
Lo chupó lo mejor que supo, la verdad es que apenas sí había practicado este
acto con su ex-novio pues le daba asco, así que tampoco era una experta. El caso
es que no funcionó. De modo que frustrada volvió a vestirlo y se bajó al salón.
Hoy la pajilla tocó en el sofá de piel y no fue tan buena como la de ayer,
aunque cumplió con sus expectativas y se relajó un poco tras el calentón de
antes.
Quinto día de trabajo...
En los dos últimos días no había vuelto a repetirse el milagro, a pesar de que
Raquel puso todo de su parte para que ocurriese, mamada incluida. Así que hoy,
no esperaba ya gran cosa. Era viernes y mañana no lo vería así que se dedicó a
su aseo diario como en los días anteriores.
Pero mira tú por donde que las cosas a veces suceden cuando menos te lo esperas
y nada más desvestirlo y comenzar con su aseo vio como su pene comenzaba a
crecer!!! No tardó en reaccionar y su mano se posó sobre él mientras estaba
morcillón y lo meneó suavemente. Enloqueció cuando vio que se venía abajo y como
una loca se abalanzo sobre él, chupándolo y metiéndolo en su boca hasta el fondo
de su garganta.
Sus caricias esta vez si surtieron efecto y el mástil se levantó bien alto.
Mientras lo meneaba por su mente cruzó la duda, ¿estaría su paciente enterándose
de lo que le hacía? Le bastó incorporarse levemente para ver que no, su mirada
seguía fijada en la pared de enfrente. Así que volvió a introducir su pene en su
boca y lo chupó como una posesa.
¿Y si se subía a la cama y se lo follaba? ¿Podría hacerlo? Estos pensamientos la
ponían el doble de cachonda y con más ansia se la chupaba y meneaba, tanto es
así que no fue consciente de lo acelerado de sus caricias y en un momento dado
un chorro caliente la sorprendió penetrando hasta lo más hondo de su garganta.
Raquel no pudo evitar sentir náuseas, así que soltó su pene y corrió al váter
para escupir aquel líquido caliente y pegajoso que se había metido sin permiso
en su boca, entre sus labios, por debajo y encima de su lengua, por todas
partes. Dando arcadas trató de escupir lo que había tragado ya su garganta y
eliminó los restos que aún quedaban en su boca escupiendo sobre el lavabo.
Cuando se hubo limpiado volvió y pudo ver el desastre de su acción, las sábanas
estaban manchadas de leche y su paciente seguía allí, mirándola impasible... De
modo que no tuvo más remedio que limpiarlo todo y cambiarle las sábanas.
Aunque no pudo controlar su reacción al correrse en su boca, lo cierto es que
más tranquila, mientras le daba su potito matutino, no pudo evitar sentirse
satisfecha de haber conseguido que se corriese, ¿ya no le parecía tan impasible?
Por supuesto que volvió a masturbarse esa tarde con el recuerdo de sus acciones
recientes y por su puesto que su orgasmo fue demoledor, tanto o más que el
primer día.
Su jefa llegó a la hora acostumbrada y tras una breve charla sobre cómo le había
ido el día con su marido la despidió para que pudiese marcharse a su casa.