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Memorias (10)

en Amor filial

10

         Los hermanos habían compartido ya una sesión de sexo, aunque en realidad podríamos decir que fueron dos: una, la del dormitorio mientras estaban espiando a sus padres y Tom la cogió desde atrás y le metió su pito entre sus muslos y las braguitas, tras lo cual Cathy se enfadó con su hermano, tal vez ante la vergüenza de haber consentido tal atrevimiento por su parte; y otra después cuando hicieron las paces y en el sótano cuando Tom se ofreció a comerle su coñito y ésta a cambio lo masturbó.

         Después de ésto Cathy no le reprochó nada, pues aquello había sido tan maravilloso, la había satisfecho tanto, que cómo iba ella a reprocharle nada, al contrario, estaba muy agradecida por las atenciones tan íntimas que había recibido por su parte.

         A partir de aquí volvieron a ser uña y carne, ante el asombro de sus atónitos padres, y cada vez que podían se ocultaban en aquel sótano acogedor y a escondidas continuaban leyendo otro pasaje más de las memorias de aquel muchacho que largos años atrás había habitado aquella misma casa, donde se produjo su despertar sexual, al igual que les estaba ocurriendo a ellos...

         <<Después de follar a Dora con mi amigo Albert, conseguí que él siguiera follándola siempre bajo mi supervisión y disfrutamos de deliciosos encuentros a tres bandas, en los que alternativamente disfrutábamos de sus carnes voluptuosas y su vagina húmeda y caliente. En ese sentido Dora se mostró como una mujer insaciable, que no parecía tener suficiente con los placeres que ambos nos esmerábamos en ofrecerle.

         En cambio yo, me reservaba a Arel sólo para mi, su coñito joven, sus pechos menudos y duros y sus labios carnosos y sensuales hacían las delicias conmigo. A la par que tenía más y más encuentros sexuales con ella, más odiaba a mi padre por follarla también él. Había descubierto lo poderosos que pueden llegar a ser los celos en un hombre.

         Pero con el tiempo de todo se cansa uno, por muy delicioso que sea algo, siempre se termina entrando en cierta monotonía y uno ansía más. Sobre todo cuando se es joven y se quiere vivir deprisa y hacerlo todo sin parar. Por eso aquella tarde un nuevo objetivo se abrió en mi mente, ante las turbadoras visiones que contemplé junto a mi querido amigo Albert.

         Hacía calor, estábamos dormitando a la sombra de un fresno, junto al lago, sin nada mejor que hacer. Cuando unas vocecillas en la lejanía me despertaron de mi letargo, intrigado avisé a mi amigo y decidimos investigar.

         A lo lejos en un cañizal junto a la orilla del lago, pude ver dos figuras con vestidos blancos o casi blancos, que, a la luz del sol, resplandecían como si fuesen nubes sobre el suelo. Junto a ellas, otra figura de color, vestía el uniforme del servicio, de color oscuro, que contrastaba con la uniformidad de las otras dos mujeres. Debía ser una de las esclavas que nos atendían en casa como sirvientes.

         Reconocí a mi hermana Renee y Albert al mismo tiempo dijo que la otra, la más alta, era su hermana Sandy. Sandy era más alta porque ella era mayor que Albert y él a su vez mayor que yo, y por último yo mayor que mi hermana.

         Seguimos mirando, un tanto divertidos pues las chicas parecían estar jugando al “pilla-pilla” y no paraban de reírse y correr una detrás de la otra. Luego pudimos contemplar cómo se acercaban al agua y parecían probarla con la punta de sus pies descalzos. Con le calor que hacía apetecía bañarse, lo que no podíamos imaginarnos es que ellas lo harían delante nuestro.

         Vimos como se despojaban de sus vestidos y se los daban a la esclava, que los colgó en unas cañas. Por supuesto que no llegaron a desnudarse por completo, ya nos hubiese gustado, pero se quedaron en ropa interior, sendos culotes y camisas de tirantes que ocultaban sus encantos de mujer.

         Entraron al agua, y divertidas jugaron ahora a echarse aquel agua fresca del lago, chillando como crías pequeñas. Luego se metieron más adentro, nadaron un rato y se encontraron en el agua frente a frente, parecían hablar, aunque esas palabras ya no nos llegaban a nosotros, pues habían dejado de gritar.

         Nos pareció ver cómo Sandy se acercaba a mi hermana Renee y le decía cosas al oído. Ella reía tras lo que le contaba, y luego nos pareció ver que Sandy le dio un beso, pero no un beso cualquiera, ¡uno en los labios!

         Ahí creció nuestro interés y curiosidad por lo que ocurriría a continuación. Las chicas salieron del agua y la esclava les ofreció unos paños para secarse que traía en un cesto de mimbre. Se secaron la una a la otra y mientras lo hacían era como si se estuviesen acariciando, o al menos eso nos parecía a nosotros desde nuestro puesto de observación.

         Sandy miró a todas partes, como si hubiese detectado que las estaban observando, aunque Albert y yo estábamos parapetados sobre unos matojos en la orilla y a bastante distancia por lo que no podían vernos. Tras esto se giró hacia mi hermana y de nuevo la besó en los labios, Renee apartó su boca y también pareció escrutar el horizonte en busca de observadores. Como movida por el pudor, la hermana de Albert la tomó de la mano y la llevó junto a un cañizal, tal vez buscando ocultarse de miradas curiosas. Allí echaron los paños en el suelo y se sentaron.

         La más alta hizo que la otra se tumbara de espaldas y ella se echó a su lado, de costado, volviéndola a besar en los labios, a la vez que la mano que tenía libre acariciaba su espalda y su culote húmedos, que no se habían atrevido a quitarse.

         Yo nunca había visto besarse a dos mujeres y Albert me confesó que tampoco, aquello le repugnaba y no paraba de maldecir y acordarse del demonio por lo que estábamos contemplando. En cambio, tampoco paraba de mirar la desconcertante escena, curioso trastorno bipolar sin duda.

         Su hermana bajó y pareció besar el cuello de la mía y continuó desabotonándole la camisa hasta descubrir sus pechos y besándolos igualmente, mientras los acariciaba con su mano libre. Curiosamente la esclava permanecía a unos metros, de pié y mirando a todos lados, tal vez haciendo de “vigilante” de las lascivas jovencitas que se habían abandonado a una suerte de placeres prohibidos entre mujeres. Se veía que no era la primera vez que lo hacían, pues se las veía muy desenvueltas en el asunto.

         Pude ver los pechos de mi hermana descubiertos, cuando Sandy dejó de besarlos y continuó hacia su barriguita, sin duda yo sabía donde iba y no tardamos en descubrirlo. Renee puso sus rodillas inclinadas y levantando su culo del suelo se despojó del culote, mientras Sandy se acomodó entre sus piernas, abriéndolas para tener vía libre.

         Este último paso hizo que desde nuestra posición pudiésemos contemplar la negrura del monte de venus de Renee que contrastaba con la blancura de su piel brillando al sol. Sandy se perdió entre la espesura de su bello púbico y mi hermana gimió en la lejanía. Allí continuó, sin duda, lamiendo y comiendo los jugos que yo ya conocía, los néctares de la joya de mi querida hermana. Lo mejor de todo es que como lo hacía desde la cintura, podíamos verlo todo con exquisito detalle.

         Mientras le comía el coño, Renée se tocaba el culo a Sandy a su vez con una de sus manos, luego la deslizó y vimos como la sacaba debajo de sus pechos y se los palpaba descubriéndoselos tras haberle desabrochado también la camisa. Creí ver cómo le pellizcaba dulcemente los pezones y se los ponía duros, o lo vi o lo imaginé, da igual, pues la escena era tan caliente y novedosa que ahora en mi recuerdo parece un sueño.

         Luego vimos como ocultaba la mano debajo del vientre de Sandy y ella daba un pequeño respingo, sin duda mi hermanita llegó hasta su su flor, acariciándola en íntimo contacto. Su hermano no podía creer lo que estábamos viendo, yo lo miraba de reojo y él comenzó a hurgarse en el pantalón, pues al igual que yo, estaba empalmadísimo.

         La escena continuó allá a lo lejos, Sandy se levantó y se despojó de su culote, mostrando un bello cuerpo que resplandecía al sol. Luego se colocó a la altura de la cabeza de mi hermana, que permanecía tumbada, mirando a sus piés y agachándose como si fuese a sentársele en la cabeza, se puso en cuclillas justo sobre su cara. Mi querida hermana desde abajo se inclinó hacia atrás, alzando su cabezita y sacando su lenguecilla la llevó su vulva, más clarita que la suya pues Sandy era rubia, al igual que su hermano y desde esta postura tan original se la comió para goce y deleite de su partenaire que la miraba desde arriba.

         La hermana de Albert gozó unos instantes de la lengua de su amiga y tras un arrebato de pasión se abalanzó sobre sus muslos y con su cabellera nos ocultó la vista del bello coño de mi hermana. Aquello nos sorprendió, pues la postura era en si muy erótica y práctica pues ambas mujeres podían comerse el coño mutuamente para darse placer una a la otra.

         Ante la sugestiva visión, Albert no pudo resistirse más, sacó su blanco falo y comenzó a menearlo delante mío. Tras haber follado juntos a Dora ya no se avergonzaba por estas cosas así que yo lo imité y saqué mi modesto pito, que se quedaba algo más pequeño frente el al suyo y comencé también a masturbarme.

         Frente a nosotros, junto al cañizal en el lago, las chicas volvieron a llamar nuestra atención pues sus grititos y gemidos se intensificaron. Ambos cuerpos se tensaron y retorcieron la una encima de la otra hasta caer inmóviles como las rebanadas de un sándwich una encima de la otra.

         Aquello fue el no va más, ambas se habían corrido y ahora languidecían sin apenas moverse, jadeando, con sus bocas tan cerca de sus coños que sus respiraciones aún debían calentarlos sin duda. Es curioso porque en aquel instante repare en la esclava negra, ya no vigilaba, parecía haber perdido su interés en asegurarse que no fuesen descubiertas y las miraba descaradamente, como si ella también desease que alguien se ocupara de su entrepierna. Desde luego era difícil resistirse a una escena de sexo tan lujuriosa como la que los tres habíamos contemplado y permanecer impasible.

         Albert de repente habló...

-        Oye, ¿y si vamos donde están? ¡Podemos amenazarlas con contar lo que hemos visto si no nos dejan follarlas! -propuso él rabo en mano.

-        Pues no sé, seguramente gritarán y puede que alerten a alguien en los alrededores -dije yo prudentemente.

-        Podemos encargarnos de la esclava mientras el otro se abalanza sobre ellas y les advierte que si gritan contaremos lo que estaban haciendo, ¿no? ¡Sin duda el miedo atenazará sus gargantas y contando con el factor sorpresa puede que funcione! -aclaró él emocionado.

-        No sé, no estoy seguro de que salga bien... pero puede que nos divirtamos un rato al menos... -dije yo no muy convencido.>>

         Tom y Cathy estaban tapados con un saco, mientras compartían el otro abierto en el suelo, pues hacía algo de fresco y estaban en ropa interior en aquel sótano. Con la linterna encendida y el libro abierto, como ya era costumbre, ambos estaban uno junto al otro, boca abajo.

-        Qué interesante, ¿no? Este es capaz de terminar haciéndolo con la hermana de su amigo -dijo Tom.

-        O con su propia hermanita -replicó Cathy con una sonrisa maliciosa.

-        ¡Oh si, hermanita eso sería muy excitante, no crees! -añadió Tom mientras llevaba su mano al culito de su hermana bajo el saco de dormir.

         Sus dedos se deslizaron entre sus glúteos por sus braguitas ahondando en el valle que se formó entre ellos mientras la cela se estiraba y adaptaba al contorno de los mismos. Tom palpó su chochito a través de la tela y se excitó mucho por este hecho tan simple, que le hubiese parecido impensable tan solo hacía 24 horas.

         Cathy, lejos de recelar por el agresivo movimiento de Tom, lo recibió con un largo “¡Ummm!”, mostrándo su aprovación ante tan atrevida caricia.

-        ¡Oh sí, hermanito, acaríciame el culo mientra yo te leo la historia, ¿vale? -le propuso ni corta ni perezosa.

-        Por supuesto hermanita, estás excitada, ¿verdad? -le preguntó él, mientras sin esperar la respuesta deslizaba su dedo bajo la costura de sus braguitas, entrando en contacto con la suave viscosidad que ya manaba de sus pequeños labios.

-        ¡Ya lo creo Tom, estos relatos me ponen super cachonda! Sigue acariciándome mientras sigo leyendo, ¡pero no me vayas a meter los dedos! -le advirtió-. Aún soy virgen y me dolería, ¿de acuerdo?

-        Está bien, como tú digas -sentenció Tom obediente.

        

         Y de esta manera la voz de Cathy volvió a leer en voz tenue las líneas de aquel añejo diário...

         <<Salimos reptando para no ser vistos y nos fuimos incorporando a medida que entramos en los matorrales que había junto al lago. Lo rodeamos mientras nos fuimos acercando hasta donde estaban las tres mujeres, ajenas aún a nuestras intenciones.

         Cuando estuvimos cerca decidimos que Albert, más corpulento que yo redujese a la esclava mientras yo corría a amedrentar a las lascivas mujeres. Así que a la de tres nos  pusimos en marcha en un precipitado plan, que por su locuacidad estaba condenado al fracaso y sin embargo... ¡funcionó!

         Tom redujo a la esclava y le tapó la boca desde atrás para que no gritase. Yo corrí atropelladamente hasta donde estaban las dos mujeres desnudas y blancas como la leche, quienes aterrorizadas se taparon sus encantos a toda prisa con sus pequeñas manos y brazos.

-        ¡Sssst! -les les grité haciendo el gesto de silencio y sin esperar contestación me lancé entre ambos cuerpos tapando sus bocas-. ¡Si gritáis les diremos a todos que estabais desnudas cometiendo un pecado mortal y que os hemos descubierto! Así que si queréis que guardemos silencio sobre lo que hemos visto, ¡callad y escuchad!

         Mi voz sonó tan autoritaria que ambas se miraron la una a la otra y pareciendo comprender la gravedad del asunto ambas asintieron con la cabeza. Entonces las solté y mágicamente no gritaron, es más, no osaron decir ni una palabra.

         Mientras tanto la esclava forcejeaba con Albert y éste la trajo hacia donde estaba con las dos mujeres y la echó al suelo.

-        ¡Mira cállate, que pueden oírte y descubrirnos, esclava del demonio! -le gritó la hermana de Albert-. ¡Qué queréis de nosotras, no pensareis en violarlos! ¿Verdad Albert? -le dijo en tono sarcástico que no llegué a comprender ante la situación en que estaban.

-        ¡Oh claro que no hermana, ya hemos visto que estáis saciadas en cuanto a placer se refiere! En cambio nosotros estamos sedientos de veros gozar y habíamos pensado en que nos podríais satisfacer tan sólo con vuestras manos.

-        ¡Oh vaya, qué considerados! -dijo Sandy descubriendo con naturalidad los encantos que trataba antes de tapar con sus pequeñas manos-. Si van a ser sólo dos pajillas no hay problema Renee y yo os podemos complacer y hasta dejaros ver nuestros preciosos cuerpos si prometéis no decir nada de cuanto habéis visto. ¿Verdad Renée? -mi hermana, que seguía aún tapada asintió con la cabeza mientras me miraba con cierto horror reflejado en su rostro.

-        Perfecto entonces Sandy, quien sabe, tal vez deseéis probar nuestras pollas en vuestros chochitos si os apetece tras verlas -dijo Albert en tono victorioso.

-        Vuestras cositas pequeñitas no creo que pudiesen compararse con el placer que una mujer sólo sabe dar a otra mujer, pero el problema es que somos vírgenes y vírgenes queremos seguir, pues no queremos ser condenadas al infierno por un acto así -explicó la hermana de Albert-. ¿Aceptáis bajo estas condiciones? -ambos nos miramos y asentimos dando por válido el ofrecimiento.

         Sin duda la religión siempre ha sido un poderoso freno a la lujuria del hombre, sobre todo al principio, cuando la mente es joven y la libertad se ve atenazada por el yugo de las escrituras que aplasta las hormonas y hasta el deseo más íntimo.

-        Está bien, con dos pajillas nos conformamos, por supuesto podemos cruzarnos, es decir, Renée me lo hará a mi y tú a Adam, para no ser hermano contra hermano, ¿estáis de acuerdo?

         Mi hermana estaba aterrorizada por la situación, en su tierna edad no se veía capaz de hacer algo así. Yo recuerdo sus ojos y justo en aquel momento, en que Albert hizo la propuesta, lo supe, ella no quería tocarlo, así que tal vez el grado de familiaridad le ayudase a pasar aquel trance, así que repliqué.

-        ¡Alto, Albert! Oye yo prefiero que me lo haga mi hermanita y que a ti te lo haga la tuya, así todo quedará en familia, ¿no te parece?

-        ¡Vaya con los hermanitos! -exclamó Sandy con su tono sarcástico habitual-. Vamos a seguirles el juego nosotros también Albert, no tendrás impedimento en que tu hermanita te masturbe, ¿verdad?

-        ¡Oh bueno, no...! -contestó Albert para alivio de mi hermana y mío.

         Por alguna razón intuí que mi hermana no quería tocarle nada a un extraño y pensé que tal vez conmigo el trance sería menor, aunque tampoco es que pensase que le gustaría tocarle el pito a su hermano, pero creo que acerté pues su cara se relajó.

         Nos colocamos sentados a su lado, yo entre Renée y Sandy y Albert a su izquierda, de manera que las chicas se echaron del costado izquierdo para dejar libre su mano derecha y poder masturbarnos fácilmente. La esclava se quedó sentada en nuestra proximidad sin saber bien hacia donde mirar o que hacer, pero no intentaba ocultar que nos miraba, sin duda le interesaba la escena.

         Me bajé los pantalones y apareció mi miembro pero con los nervios, ni siquiera me había puesto excitado así que estaba flácida y morcillona. Albert extrañamente ya estaba empalmado, así que su hermana le echó mano con destreza y comenzó a movérsela con naturalidad, atreviéndose a dar lecciones a mi hermana como si fuese su institutriz.

-        ¡Mira pequeña, tienes que moverla así, con fuerza! -le indicó mientras sacudía el duro miembro de su hermano.

         Renée cogió mi piltrafilla y sonriéndome comenzó a acariciármela, poco a poco creció y pronto la tuvo en su mano. Yo la miraba mientras lo hacía y ella me sonreía al verme.

-        Lo hago bien hermanito, me susuró al oído.

-        ¡Oh si muy bien hermanita! Oye, ¿he hecho bien en ofrecerme, pensé que no te gustaba Albert? -le pregunté entre susurros.

-        ¡Si! La verdad es que me daba miedo hacer algo con un hombre porque nunca lo había hecho antes, contigo es distinto, ¿lo hago bien?

-        ¡Muy bien! Sigue así despacito -le indiqué también entre susurros.

         Los hermanos “mayores” nos miraron en aquel momento y tras descubrirnos cuchicheando, no tardaron en burlarse.

-        ¡Mira hermanita, los hermanos cuchichean, no quieren que sepamos lo que se dicen! -gritó Albert.

-        Claro Albert, es que están intimando, ¿no los ves? Seguid así chicos, lo hacéis muy bien.

         Algo que no entendí es la naturalidad con que se tocaban ambos hermanos. Sandy se la meneaba con soltura a Albert, denotando cierta experiencia y él le sobaba los pechos mientras lo hacía y permanecía recostado y distraído dejándose masturbar.

         Tras un rato de tocamientos mi amigo Albert, reparó en la esclava, que no paraba de mirarnos a todos.

-        ¿Oye chicos, podría follarme a vuestra esclava? -nos preguntó en voz alta sorprendiéndonos a todos.

-        No sé, es la esclava de compañía de Renée, ¿a ti te importa Renée? -le pregunté yo, dejando que fuese ella la que tomase la decisión.

-        ¡Claro que no,  Solayne es muy servicial, se dejará follar si queréis -contestó ella dando vía libre-, también contigo Albert -añadió.

         La esclava asintió ante el ofrecimiento de Renée, luego sabríamos que en realidad la chica estaba deseando gozar pues parecía estar muy predispuesta al sexo tras la escena lésbica que había contemplado entre las dos señoritas blancas y luego nuestras masturbaciones filiales hermana-hermano.

         Albert se puso a los pies de la esclava y le arremangó el viejo vestido, la esclava se mantuvo como petrificada ante sus acciones, incluso cuando le arrancó su culote. Su coño negro y de pelo enmarañado que lo cubría apareció a la luz del sol. La chica era mestiza, así que su coño no era completamente negro, sino más bien marrón, sin duda era bonita, y yo no había reparado aún en ella a pesar de estar en el servicio de mi casa.

         Mi amigo desenfundó su polla blanca y sin quitarse el calzón siquiera se echó sobre la chica buscando la entrada de su coño ansiosamente. Ella se quejó cuando la sintió entrar y apretó sus dientes blancos, que contrastaban con el color de su piel, tragando saliva.

-        Vosotras podéis vestiros -les dije yo mientras los tres mirábamos atónitos la escena protagonizada por Albert y la esclava.

-        ¿Y tú Adam qué vas ha hacer? -me preguntó para mi sorpresa la hermana de Albert, mostrándose esplendorosa en su desnudez sobre los paños blancos que había en el suelo.

         Su precioso cuerpo blanco, con sus aureolas sonrosadas y su larga melena rubia que le caía por los hombros reposando sobre sus blancos pechos llamaron mi atención, y luego fui bajando la mirada hasta llegar a su pubis, igualmente rubio, con pelo largo y enmarañado que lo cubría, donde no pude distinguir su raja pues ella, discretamente mantenía sus muslos juntos y pegados, formando una Y entre ellos y su pubis.

-        No sé, tal vez folle yo también con la esclava cuando termine Albert con ella como me ha dicho Renée... o bueno... -dudé-, si vosotras queréis podría ser interesante sentirme acariciado por ambas a la vez -les insinué, presintiendo que la pregunta de Sandy iba con segundas.

-        Bueno, Albert puede tardar un rato aún, si quieres nosotras podemos ir calentándote y luego terminar tú con la esclava, ¿te parece?

         Como yo presentía la hermana pareció sentir atracción por mi, igual que yo la sentía por ella así que sentí un escalofrío de tan sólo pensar en la posibilidad de que me dejase probar su flor sonrosada.

-        Por supuesto estaré encantado de que me acariciéis las dos si lo deseáis, aunque bueno si Renée no quiere no tiene porqué hacerlo, ya que ella es mi hermana lo comprenderé.

-        ¡A mi no me importa! -exclamó para mi sorpresa mi querida hermana.

         Sandy dio una sonora risotada y añadió:

-        ¡Muy bien muchachito, ponte entre nosotras si quieres! Todo sea por comprar vuestro silencio... -sentenció Sandy falsamente para justificar sus apetitos sexuales ante mi...

         Mientras Albert gozaba de la esclava, quien ya no se quejaba sino más bien todo lo contrario, yo me senté entre mi hermana y la suya y esperé a ver quien tomaba la iniciativa, en esto la descarada Sandy fue quien ganó.

         Al ver mi pollita casi barbilampiña, Sandy exclamó un: “qué bonita es”; que pareció salirle del alma. Y sin remilgos posó su mano sobre ella y la acarició con suavidad para luego comenzar a moverla despacio arriba y abajo. Yo me tumbé y dejé que ella prosiguiera.

         Al estar reclinada de costado, tenía sus preciosos pechos sobre mi cabeza, mientras se apoyaba con una mano en el suelo y con la otra me masturbaba. Mi hermana nos miraba, también incorporada, como atónita ante aquella visión. Yo sabía que nunca había visto una polla y mucho menos follar a nadie, y su mirada se debatía entre la observación de mi masturbación y la violación de Albert hacia su esclava de compañía.

         Por fin Albert pareció sentirse incómodo y se quitó los pantalones, dejando a la esclava un momento en el suelo. Su polla tan blanca como la mía pero más peluda, de un bello color rubio como el de su hermana lució al sol. Todos lo miramos, como si se estuviese exhibiendo, hasta se quitó su camiseta acuciado por el calor y el esfuerzo sufridos en la fornicación de la esclava.

         Para nuestro asombro Solayne también se desnudó por completo dejándonos admirar su precioso cuerpo de piel color café con leche, su precioso cuerpo mulato se dibujó en contraste con el de los demás. Ciertamente deseé aquel cuerpo, ya tendría ocasión de buscarla en algún momento en la casa, a solas. Ahora volvió a ponerse a cuatro patas y como si fuesen perritos la folló de nuevo por detrás. La esclava, nos miró tal vez avergonzada pero dispuesta a dejarse hacer, su calentura era más turbadora que la vergüenza o el miedo sin duda.

        

         La hermana de Albert seguía masturbándome y yo deseé tocar sus pechos, así que alcé mi mano y los cogí. Ella sonrió...

-        ¿Te gustan mis pechos? ¿Son preciosos verdad? -preguntó muy pagada de sí misma.

-        ¡Oh si, son preciosos! -dije yo y automáticamente se me ocurrió mirar a mi hermana quien también los lucía al aire a mi lado-. Los tuyos también son muy bonitos Renée -se me ocurrió decirle al tiempo que también se los cogía con la mano libra, provocándole un sonrojo exagerado y que apartase la vista con una sonrisa en sus labios.

         Palpé aquellos pechos y su tacto me embriagó, deseé besarlos, así que me incorporé y mamé de ellos, mientras su propietaria advertía mis intenciones y me los colocó delicadamente en la boca. Sin duda esta acción fue de su agrado y dejó de masturbarme, ofreciéndome el otro mientras se sujetaba ambos con las manos, de modo que ambos fueron chupados por mi con gran deleite.

         Para mi sorpresa, sentí un contacto íntimo sobre mi pollita inhiesta y sin poder creerlo vi cómo mi hermana tímidamente la cogía. Al verme de inmediato apartó su mano avergonzada. Yo se la cogí al vuelo y suavemente la volvía a posar en mi polla apretándosela y cerrando sus finos dedos sobre su base, luego me masturbé con ella cogida.

-        Sigue tú -le dije mientras la soltaba.

         Un poco temerosa continuó acariciándola mientras yo volvía a los pechos de Sandy. Ésta pareció cansarse de que se los chupase, mientras mi hermana me masturbaba con mucha suavidad, tanta que sólo me mantenía la erección pero sin peligro de que me fuese a correr. Sandy no tardó en levantarse y sentarse descaradamente encima de mi cara ofreciéndome su joya rubia y sonrosada sobre mi boca. Atónito la contemplé desde abajo mientras lo hacía, la olí y finalmente la saboreé con mi lengua. Sus dulces néctares me embriagaron y decidí hundir mi cara entre sus muslos y no sacarla hasta que sus jugos resbalaron por mis mejillas mientras ella volvió a gozar como cuando yo era un simple mirón, ahora yo era protagonista de la escena.

         Sin yo saberlo, Renée se acercó a mi polla, yo no podía verla pues tenía a Sandy en frente de mi cara mientras me comía su jugoso coño y cuando sentí el leve roce de los labios de mi hermana sobre mi glande, se me erizó el bello y sentí vértigo. Cuando la introdujo por primera vez en su boca la sensación fue brutal, tímidamente la sacó de ella y luego volvió a tragársela, chupándola tan dulcemente que era hasta desesperante y desee que lo hiciera con fuerza. Dejé mi comida de coño y la miré unos segundos, aunque con su larga melena de pelo negro no vi su cara, pero sí sentí sus chupadas, cada vez más decididas e intensas en mi glande.

         Sandy me vió y se giró para verla también sorprendida.

-        ¡Así me gusta mi muchachita, chúpasela a tu hermanito! ¿Está buena verdad? -rió de nuevo la descarada Sandy y mi obligó a comerle de nuevo el coño.

         Encelado como una fiera, volví a clavar mi lengua en el coño de Sandy y le comí cuantos jugos bajaron por su raja, creo que hasta le comí el culo y no me importó lo más mínimo. A las sensaciones que me proporcionaba mi hermana comiéndose mi pollita, el olor y el sabor del coño de Sandy sobre mi cara, se unieron las táctiles, pues descubrí que el culito de mi hermana estaba al alcance de mi mano y sin verlo intuí que su coño también, así que chupándome los dedos los posé en su culo y busqué su raja entre sus blancos cachetes.

         Su raja estaba muy abierta e hinchada y mis dedos se hundieron en ella sin dificultad, eso si, advertí una leve sensación de dolor en ella pues se quejó, por lo que recordé que era virgen así que evité profundizar en sus coño y me limité a acariciar sus labios y por fuera frotar cada rincón de su piel circundante. Con esto ella quedó muy complacida y moviendo sus caderas mostró su aprobación por mis íntimas caricias.

         Albert rugió a nuestro lado. Abstraídos como estábamos en nuestro fantástico trío, nos hizo despertar con sus gemidos exagerados a conciencia, a los que se unieron los de la esclava que gozaba encima suyo, ahora era ella la que lo follaba a él, mientras éste le apretaba los pechos. Era el éxtasis, el fin de su fornicación y no pude evitar sentirme tentado de dejarme ir en mi éxtasis así que me aferré con ambas manos al culo de Sandy y le comí el coño con más intensidad.

         Ésta se retorció encima mío y gimió con más ritmo mientras sus néctares me inundaban toda la cara. Espamódicamente mi pelvis se contraía con ritmo y mi hermana siguió arropándome la polla con su boca, pero sin moverse, pues no era necesario ya que era yo quien proporcionaba el movimiento, hasta que sentí mi leche subir a punto de estallar, así que decidí no sorprender a mi dulce hermanita y apartándola de su boca la empuñé con mi mano y moviéndola frenéticamente, ante su mirada mi polla comenzó a lanzar su maná por los aires, como una fuente en vertical. Yo sabía que me estaba mirando, sin duda maravillada por la novedad de ver un orgasmo masculino.

         Muchas sensaciones para una única tarde. Tras todo aquello cada uno buscó sus ropas y todos nos vestimos. Cuando llegó el momento de la despedida, sólo la descarada Sandy se atrevió a decir algo.

-        Bueno chicos, tal vez otro día podamos seguir guardando nuestro secreto, ¿estáis de acuerdo verdad?

         A lo que todos asentimos con las cabezas...

-        Pues lo dicho, que nadie ose pronunciar una sola palabra de esto y tal vez la próxima vez podamos volver a disfrutar juntos.

         Y tras estas palabras nos despedimos y cada uno siguió un camino distinto, Albert y yo por un lado y ellas tres por el otro...>>

         El dedo de Tom hacía círculos en el chochito de su hermana quien se giró tras terminar de leer el relato.

-        ¿Me comerías el chochito Tom?

-        ¡Oh si hermana, por supuesto! Oye y si practicamos el 69, yo me pondré debajo, ¿vale?

-        Bueno, podemos probarlo -dijo Cathy sonriente.

         Los muslos de ella arroparon las orejillas de Tom, mientras sintió bajar la suave calidez del coño de su hermanita sobre su cara. Ella por su parte se inclinó sobre su polla y él sintió cosquillas al posarse su melena sobre sus muslos e ingles.

         Su lengua, al igual que la de Adam comenzó a saborear los jugos de su hermanita y él sintió su boca chupando dulcemente su pollita. Cada cual chupó, comió y lamió el sexo al otro con dulzura y delicadeza largo rato, con la complicidad ganada tras las relaciones furtivas que ya habían mantenido habían llegado a un grado de confianza en el que el disfrute era mayor y la naturalidad con el que se proporcionaban placer, hacía que éste fluyese a raudales.

         Cuando Tom iba a correrse avisó a su hermanita de lo que se le venía encima, pero Cathy, que ya había saboreado la leche decidió continuar y le dijo que se preparase para la mejor mamada que le harían en su vida. Y efectivamente fue algo bestial, Tom sintió como la boca de ella se llenaba con su néctar aún semitransparente, y su calidez y humedad lo envolvieron en todo momento, mientras Cathy saboreaba su leche y la tragaba a medida que esta salía directamente de su glande.

         Luego llegó su éxtasis y Tom se esmeró por chupar su clítoris con delicadeza en los momentos finales hasta que ésta apuró sus últimos movimientos estertores de su orgasmo cayendo rendida encima suyo.

-        ¿Cómo será follar? -le preguntó de repente su hermana cuando ya descansaban desnudos en los sacos de dormir, uno junto a otro.

-        No lo sé, pero tiene que ser algo maravilloso, ¿no crees? -confesó Tom.

-        Yo creo que si, aún soy virgen, ¿lo sabes? -confesó ella.

-        Por supuesto hermanita, por eso no he intentado meterte los dedos cuando te como el coño.

-        ¿Te gustaría follarme algún día? -dijo Cathy ni corta ni perezosa.

-        No querrías esperar a hacerlo con otro, ¿con alguien a quien amases? -preguntó Tom para sorpresa de su hermana.

-        Hombre estaría bien, pero hacerlo contigo también, después de todo también nosotros nos  queremos, ¿no hermanito? -respondió ella.

-        Bueno si hermanita, lo nuestro es un amor fraternal... fraternal y muy íntimo -y se rió a aclarar esta última parte provocando igual reacción en Cathy.

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¿Seguir en lo filial y salir de ahí?

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