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Soy puta (11)

en Amor filial

21

Un mes más tarde...

Había pasado ya un mes desde el día de su partida. Lucía aterrizó en la ciudad, con un calor espantoso, provista con sus gafas de sol y una ropa adecuada al calor se montó en un taxi camino de su apartamento. Parecía otra, su pelo seguía siendo moreno, su piel también había cogido buen color del sol, estaba radiante aunque ya no parecía seguir siendo la universitaria de antaño, su look más bien era ahora el de una mujer madura. En cierta medida las circunstancias la había obligado a madurar y esto trascendía en su aspecto exterior.

En su exilio, un escueto email anunciaba a las dos personas que de verdad le importaban que su viaje era por motivos personales y que pasaría algunas semanas fuera. Ni Ángeles, ni Pedro la forzaron preguntándole de qué se trataba, ambos se limitaron a contestar dándole ánimos y esperando su regreso.

Por eso la cara de Ángeles al verla bajar del taxi fue todo un poema, justamente llegaba con su hijo Fran y al verla corrieron a su encuentro abrazándola incluso antes de que pagase el taxi. Lucía los abrazó con todas sus fuerzas, ni siquiera las grandes gafas de sol pudieron evitar que sus lágrimas se derramaran por sus mejillas a borbotones. Fue incapaz de pagar la carrera al taxista, así que Ángeles tomó el dinero y pagó al buen hombre, extrañado por la emotiva reacción de aquella pasajera tan poco comunicativa que había llevado hasta allí. Hasta Fran lloró como una magdalena al ver a Lucía emocionarse de aquella manera. Ángeles mantuvo la compostura, aunque no pudo evitar que se le escapara alguna risa histérica, preludio de la emoción que también sentía por dentro al volver a ver a su querida niña.

Subieron a su piso, pues en el portal el espectáculo era ya algo bochornoso entre los vecinos y curiosos que se asomaban para ver qué ocurría. Ángeles la ayudó con las pesadas maletas, donde traía regalos para sus dos seres más queridos, cuando comenzó a deshacerlas fue sacando varias cajistas envueltas en bonitos papeles de regalo. Ángeles no podía creerlo y casi amenazó con no quedárselos ante el estupor de Lucía quien insistió hasta la saciedad que los tenía que abrir y por supuesto quedárselos.

Primero Lucía le ofreció un bolsa de la que salió un precioso vestido de noche.

- Anda pruébatelo, -le dijo-. Creo que es de tu talla, pero si no te está bien te lo arreglarán en la franquicia que el diseñador tiene en el centro.

- ¡Oh Lucía, es maravilloso! -exclamó Ángeles-. Te habrá costado un dineral hija. ¡Pues me lo voy a probar aquí mismo.

- ¡Estupendo! -exclamó Lucía animándola.

Ángeles, ni corta ni perezosa se quitó su bestido de diario sin pudor delante de su hijo y Lucía. Y se plantó el que le había regalado Lucía.

- He acertado con la talla, ¡te está precioso! -exclamó Lucía indicándole que se diera la vuelta.

Su querida amiga dio varias vueltas como si de un vals se tratara y los volantes de su vestido giraron con ella lanzando destellos con sus lentejuelas y detalles de pedrería que llevaba.

- Ahora abre éste, es el complemento perfecto para el bestido -le ofreció Lucía.

Resultaron ser unos zapatos, también de marca a juego con el bestido. Luego le fue pasando otro y otro regalo más, un bolso también a juego y en el último Ángeles se quedó petrificada al ver un collar de oro con un colgante en forma de corazón, en cuyo reverso ponía "para la mejor amiga", además traía unos pendientes a juego.

- Pero Lucía, ¿cómo has podido comprarme todo esto chica, si tu eres una estudiante?

- ¡Bueno, me tocó la lotería! -se limitó a espetar Lucía con su sonrisa perfecta.

- Vamos Lucía, eso no puede ser, en serio, ¿de dónde has sacado el dinero para todo esto? -insistió Ángeles poniendo seria.

El ambiente de felicidad y diversión de hacía unos segundos se enfrió rápidamente, Lucía también se puso seria y contestó...

- Ángeles, tú y Fran sois mi familia, mi madre y mi madre están demasiado ocupados para ver a su hija con sus carreras y yo he encontrado en vosotros una segunda madre y el hermano que nunca tuve, por eso si me quieres como yo os quiero a vosotros, ¿qué más da de donde haya salido todo esto? -explicó poniéndose bastante triste.

Su amiga y vecina la miró y volviendo a sonreír le dijo:

- Tienes razón mi niña, lo he estropeado. Sólo me preocupaba porque todo esto vale un dineral y bueno... soy una estúpida, anda ven a mis brazos.

De nuevo se abrazaron...

- ¡Perdoname mi niña! - dijo Ángeles

- No hay nada que perdonar -respondió Lucía-. ¡Ah pero aún queda lo mejor! -exclamó rebuscando el la maleta.

- ¿Cómo más regalos?, ¡no lo puedo creer!

Al abrir el último ambas rieron a carcajadas ante la mirada atónita de Fran que las contemplaba sentado, con su habitual templanza, desde el sofá. Un consolador en color rosa semitransparente de dimensiones considerables apareció en la mano de Ángeles, moviéndose como un gusano tras ser activado por Lucía.

- ¡Sin duda esto es lo mejor! -exclamó Ángeles mientras lo sostenía como si fuese un trofeo.

Como el hambre comenzaba ya ha hacer estragos en el estómago de Lucía tras la desastrosa comida de avión, Ángeles la invitó a comer en su casa. Hoy le prepararía una deliciosa paella casera y a fe, que cumplió su palabra. Todos cayeron fulminados tras la opípara comida. Con el calor, decidieron echarse una siesta y Ángeles invitó a Lucía a dormir en su cama, después de tanto tiempo insistió en que no durmiese sola en su piso que estaba sucio y debía ser limpiado primero. Lucía se dejó convencer y poniéndose un pijama de seda se acostó con ella y durmió como hacía tiempo que no dormía.

Por la tarde salieron a pasear al parque, en familia. Luego estuvieron tomando una merienda en una heladería y devoraron tres copas de helado gigantes. De haber estado a dieta, Lucía ese día la abandonó completamente. Luego siguieron paseando al caer la tarde, hasta que las primeras estrellas comenzaron a brillar y el cielo azul del día fue dejando paso al firmamento negro de la noche, proyectándose toda una gama de colores azules y violetas en la transición entre ambos.

- ¡Oh Lucía, cuanto me alegro de que hayas vuelto! Me tenías muy preocupada -le confesó Ángeles.

- ¡No sabes cuanto me alegro yo de volver y encontraros! -sois como de mi familia ya.

- ¿Me dirás donde has estado? -preguntó Ángeles mientras le apartaba un mechón de pelo que le caí por la cara.

- Claro que sí, he estado en un balneario, necesitaba paz y tranquilidad.

- ¿Y eso? -se extrañó Ángeles.

- Verás, el día que me fui, ocurrió algo terrible y tuve que marcharme, lo necesitaba. Sobre o que ocurrió, por favor, no me preguntes, ¿vale? -respondió Lucía.

- Vale, sin preguntas -aseguró Ángeles.

Continuaron con su paseo por la noche, mientras el viento fresco hizo acto de presencia en aquellos jardines.

- Y, ¿cómo le va a Francisco? -se interesó Lucía.

- Muy bien, estamos más unidos que nunca ¿sabes?. Desde que le presentaste a su nueva amiga Gisela, los fines de semana se alternan o en mi casa o en la de Carmen, y bueno, en cada una se dedican a dar rienda suelta a sus instintos bajo nuestra supervisión mutua. Llegamos a ese acuerdo y la verdad es que nos va muy bien así, y a ellos se les ve muy felices -añadió.

- ¿En serio? ¡Qué bien!, ¿no? ¡Ya tienes novia eh pillín! -le espetó a Francisco pellizcándole en la mejilla, mientras caminaba cogida a su fuerte brazo.

- ¡Si, Gisela es mi mejor amiga! -exclamó Fran con sonrisa socarrona.

- ¿Bueno y tú? Ya me entiendes, ¿no participas con ellos? -le soltó con total naturalidad girándose hacia la madre, quien también le cogía el brazo a Lucía.

- Bueno, si te he de ser sincera... Para qué vamos a engañarnos, yo los veo actuar, les ayudo incluso, les sujeto, les indico... ya sabes y debo admitir que es muy excitante y divertido para mi. A veces me desnudo con ellos y también participo un poco de su diversión, abrazando a mi hijo desde atrás mientras él se lo hace a Gisela, acariciándole el pajarito o bueno... chupándoselo a veces antes de que la penetre... ¡Buff, qué calores y qué vergüenza me da admitirlo, aunque sea a ti a quién se lo cuente...! -confesó Ángeles.

- ¡Qué va mujer, no seas tonta! Ya sabes que a mi me parece eso perfecto. Y con Carmen, te cuenta qué tal se portan con ella.

- Pues bueno, la verdad es que no lo comentamos, pero yo se que ella también está sola y admito que también se beneficia, como yo, de la sensualidad de sus encuentros. Seguro que mi Fran ha probado ya su coño. Es normal y lo acepto. Yo misma a veces lo pruebo un poco antes de dejarlo con Gisela, o entre semana si lo veo animado lo traigo a mi cama y hacemos el amor muy despacio, como a mi me gusta. Lo colmo de caricias, le doy besos por todo el cuerpo y él me hace lo mismo, es muy excitante y sensual. Luego hacemos el amor y lo veo encima de mi, ahí penetrándome, con su cara sonrojada por el esfuerzo y alguna gota de sudor en su frente, se la seco con mis manos y lo veo apretar los ojos cuando siento que se corre en mi interior, y noto sus chorros de y sus embestidas fuertes y suaves... Para mi es una delicia, y aunque esté haciendo algo horrible para los ojos de los demás, no me resisto a darle placer y a sentirlo yo también. A veces él se corre y yo sigo acariciándome, con su pene dentro de mi vagina y luego me corro yo, sintiendo deliciosos orgasmos. A veces me corro cuando siento que él lo está haciendo también y ambos llegamos a la vez, es maravilloso...

- ¡Vaya Ángeles, me estás dando envidia! -exclamó Lucía empujándole en el hombro.

- ¿Si? ¡Pues vente esta noche a mi casa y te dejo que le hagas el amor! -le propuso Ángeles sin pensárselo.

- Me parece una idea estupenda, pero con una condición... -replicó Lucía.

- ¿Cual?

- Que tú también se lo hagas conmigo -propuso finalmente.

- Pues no te voy a decir que no, porque me apetece un montón hacerlo contigo, ¿te acuerdas de la casa rural cuando se lo hiciste y yo os miraba? Me acuerdo muchas veces de esa escena y me pongo muy caliente rememorándola.

- Pues vamos entonces...

Volvieron a la casa de Ángeles. Una vez allí, ducharon a Fran entre las dos. Sin duda el muchacho no pudo haber disfrutado de una ducha mejor, con las caricias de ambas mujeres sobre su cuerpo, enjabonando aquí acariciando allá, haciéndole cosquillas aquí y allá, sonrientes y divertidas a su costa. Luego se duchó Ángeles y como un juego, Fran y Lucía la ayudaron y por último fue ella la que disfrutó de la ducha bajo las caricias de la madre y su hijo.

Se fueron al dormitorio. Y con él en penumbra, únicamente iluminado por la luz mortecina de las farolas de la calle, con la ventana abierta, pues era una noche calurosa de verano. Se comenzaron a enredar en la cama de matrimonio de Ángeles.

Pusieron a Fran tumbado y Lucía le indicó a su amiga que le diera besitos en al polla a la vez que ella lo hacía. Esto le pareció divertido a su madre pues nunca había imaginado algo así y entre risas ambas mujeres comenzaron una felación conjunta al hermoso miembro viril de su hijo.

Durante la fase de los besos sus labios se rozaban y sus mejillas se juntaban mientras reían y jugaban con el miembro en sus bocas. Luego pasaron a chupar su glande y metérsela hasta donde podían. Ahí Ángeles se maravillo de la capacidad de Lucía para tragar aquel enorme falo de su hijo, se fueron alternando, una y luego la otra, mientras lo hacían a la vez, sus labios siguieron rozándose con cada intercambio de una manera muy sutil y sensual.

Lucía, con descaro dio una palmada en el culo de Ángeles y la animó ha hacer ella lo mismo con su culito respingón. Ángeles se rió y le siguió el juego. Luego Lucía, deslizó su mano por detrás y accedió al coño de Ángeles, regocijándose entre sus labios vaginales, buscando su clítoris con las yemas de sus dedos y capturándolo bajo ellas comenzó a moverlo en círculos rozándolo con los pliegues de sus suaves y gordos labios, que, embadurnados en jugos vaginales como estaban, lo arropaban en un cálido y húmedo abrazo.

Ángeles se quedó extrañada, al sentir unas caricias tan íntimas por parte de Lucía y se quedó mirándola interrogativamente. Lucía se limitó a besar sus labios, dulcemente, rozándolos con la punta de su pequeña y juguetona lengua y ésta no pudo evitar apretar sus muslos e interrumpir momentáneamente las ricas caricias que le hacía la joven descarada. Así que abriéndolos de nuevo se entregó a sus caricias y Lucía siguió haciéndoselas mientras ella se dedicaba al comer el falo a su pequeño Fran. Ángeles también deslizó su mano por el vientre de Lucía y acarició igualmente su chochito finamente depilado jugando ella también con su clítoris entre sus dedos mientras seguía agasajando con su boca el gordo glande de su niño.

Llegó el momento del cambio de posiciones y Ángeles insistió en que fuese ella la que se follara primero a Fran, aunque Lucía se resistió y la convenció diciéndole que le gustaría verla follar primero a ella con su hijo, sin pudores, sin vergüenzas, y disfrutar así de un buen polvo. Así que la madre se dejó convencer y Fran la enculó desde atrás mientras Lucía, permanecía a su lado, acariciándole la espalda y a su vez, el culo a Fran, que la follaba con suavidad ferrado a sus anchas caderas de su hermoso culo, que rebotaba con cada penetración en la pelvis del fuerte muchacho.

Mientras era penetrada por su hijo, la madre se giró y contactó con el chochito de Lucía, besando sus labios, introduciendo su lengua entre ellos, abriéndolos y buscando la delicada perla que escondía bajo ellos, el botón oculto que controla el placer femenino. Lucía, sorprendida, no pudo resistirse y terminó tumbándose delante de ella, abriendo de par en par sus suaves y menudos muslos y ofreciéndole su flor aterciopelada. Ángeles le comió el coño con fruición mientras se dejaba penetrar desde atrás por su hijo.

Decidieron cambiar y que ahora Lucía fuese la receptora del bello instrumento de placer, así que su coño acogió cálidamente su falo, mientras el muchacho estaba tumbado, clavándoselo sentada sobre su vientre. Lucía comenzó entonces a subir y bajar, sobre él, proporcionándole un goce que lo hizo sonreír mientras ella le acariciaba tiernamente su cara.

Desde su posición Lucía abrazó a Ángeles, que permanecía junto a ellos acariciando tanto el pecho de su hijo, que gozaba tremendamente bajo la experta mano de Lucía, como el culito de la chica y su espalda, hasta sus tetitas, deteniéndose sobre sus pezones y poniéndoselos duros con sus boca, mordisqueándolos con sus dientes. Lucía la recompensó con caricias sobre su coño, que estaba tremendamente excitado tras la suave follada que había disfrutado de su hijo, ella sacó de él aún más placeres para su querida amiga, quien con el brazo por el hombro de Lucía, permanecía muy pegada a ella mientras disfrutaba de tan íntimas caricias.

Fran no pudo más y gruñendo de placer comenzó a tener fuertes temblores bajo Lucía, que apuró su corrida suavemente dejando que el muchacho se vaciase en el interior de su chochito. Cuando éste dejó de moverse y su respiración agitada segundos antes volvió a ser pausada y profunda, se lanzó literalmente sobre Ángeles y cayó encima suyo junto a Fran, sus sexos se juntaron, sus muslos se entrecruzaron, sometiendo a sus coños a un intenso roce con ellos, sus jugos las lubricaron mutuamente mientras ellas se besaban. En la pasión desenfrenada en la que habían caído, ambas se había follado a Fran "a pelo", por lo que el coño de Lucía comenzó a rezumar la leche con la que antes Fran llenó su interior y esta fue a parar al muslo y a la entrada del coño de su madre, no les importó en absoluto, enfrascadas como estaban en un auténtico frenesí de sexual desbocado.

Al final introdujeron sus manos mutuamente entre sus piernas, y cada una fue hacia el sexo contrario, frotándose sus clítoris respectivamente con energía, hasta arrancarse sendos orgasmos que cada una disfrutó abrazada a la otra, con la mejillas pegadas y su respiración agitada golpeando en la oreja de su compañera.

Al final los tres reposaron juntos en la cama de matrimonio, quedándose dormidos. Ángeles se despertó al rato y como una buena madre decidió dejarles sitio a ellos dos y se marchó a acostarse en la cama de Fran.

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