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Like a Dream (5)

en Hetero: General

¿Despedida?

Se quedaron unos momentos en silencio, allí abrazados, desnudos bajo los abrigos que les proporcionaban calor...

- ¿Estás casado? -preguntó de repente Melany.

- No -dijo secamente Daniel-. Estoy divorciado y tengo tres hijos.

- ¡Trés! Se escandalizó Melany-. Perdona si te molesta mi pregunta, pero ¿qué pasó?

- Simple... se nos terminó el amor y sólo quedaron reproches y monotonía. Al final no aguanté más y decidí dejar la casa, técnicamente sigo casado pero ya no convivimos.

- ¿Y por qué no os habéis divorciado?

- Pues porque eso cuesta dinero. Hicimos un acuerdo con un abogado y demás para la pensión alimenticia de los niños, pero no nos divorciamos.

- ¿Volverías con ella? -se interesó Melany.

- ¿Por qué debía de hacerlo? -volvió a responder secamente Daniel.

- Perdona no quería enfadarte -se lamentó la chica pensando que su actitud no le había gustado a Daniel.

- No estoy enfadado, sólo te he respondido con sinceridad, no me molesta que me hagas preguntas es normal que quieras saber de mi, es más me gusta que me las hagas. Ahora me toca a mi, ¿tienes novio o ligue o algo parecido?

- No... también soy sincera.

- ¿Qué has visto en mi Melany?

- ¿Cómo? -preguntó soltando una risita nerviosa-. Tus preguntas me desconciertan, pero intentaré ser sincera. La verdad es que hay algo en ti que me atrae y después de lo que me has hecho sentir no me arrepiento de haberme dejado conquistar. No pienses que soy una chica facilona, ¿eh? No me voy acostando con todos los tíos que conozco la primera noche.

- Vale, te creeré -se sonrió ahora Daniel-. ¿En qué trabajas?

- Soy modelo, ¿no salta a la vista?

- ¡Ya lo creo! -fanfarroneo Daniel-. ¡Estás buenísima! -añadió.

- ¡Gracias! Pues eso que soy modelo y este fin de semana he vuelto para ver a una amiga, pero al final me ha dejado plantada liándose con un chico que hemos conocido.

- ¡Ah entonces te estabas vengando de su abandono conmigo! -exclamó Daniel como el científico que grita ¡eureka!.

- ¡Que no tonto! Tú me gustas, desde el principio, vi algo en ti, ya te lo he dicho -insistió Melany.

- Está bien, la verdad es que eres preciosa y estoy muy feliz de haberte conocido esta noche, aunque temo que tal vez esto sea sólo un sueño, tal vez mañana despierte y tú hayas desaparecido... -se lamentó melancólicamente.

Melany tomó su brazo y le dio un buen pellizco, esto provocó que Daniel diera un respingo y se quejase por el dolor.

- ¡Uf, por qué haces eso! -protestó rascándose la zona agraviada.

- Para que veas que no es un sueño, ¡es real! -sonrió Melany.

- Vale, ya se que eres real. Ahora te llevaré de vuelta y luego nos despediremos, tal vez me des un último beso, me digas adiós y no nos veamos más. Dentro de un mes ya sólo serás un recuerdo, dentro de seis soñaré contigo y pensaré que sólo fuiste un sueño, solo eso y nada más... -volvió a lamentarse Daniel.

- ¿Eres actor o algo parecido? Me da la impresión de que interpretas un papel, o eso o estás mal de la cabeza.

- Qué más quisiera yo que tener esa profesión, lo mío es más aburrido, me dedico a la informática, lo mío es la tecnología -aclaró él manteniendo su tono melancólico.

- Mira que eres quejica, ¿eh? Por qué no piensas que si así fuese, ¿acaso no has disfrutado esta noche? ¿Acaso no recordarás mis besos, mis caricias, mi sexo...? ¡El orgásmo! ¿Acaso no pensarías, si no volviésemos a vernos, que no valió la pena conocerme?

- Absolutamente... -hizo una pausa para inducir a ambigüedad con su afirmación-, absolutamente pensaría que si, que ha merecido la pena conocerte.

- ¡Vaya, menos mal, creía que ibas a decir que no y te hubieses ganado un bofetón! -rió Melany-. Te repito que no me acuesto con cualquiera, aunque bueno, la última vez me dejé llevar y luego fue un absoluto fracaso...

- ¿Qué pasó? -se interesó Daniel.

- El chico era mono y me hacía reír, ya ni me acordaba de cuando fue la última vez que tuve relaciones así que estaba predispuesta. Le di un voto de confianza y abusó de mi, al principio me gustó cómo me lo hacía, pero a la mitad se puso tremendamente violento y comenzó ha hacerme daño penetrándome desde atrás. Sólo pude hacer una cosa, esperar a que el jodido cabrón se corriese y entonces aproveché para darle un bofetón que lo tiró de espaldas y escapé.

- ¡Bien hecho! -la achuchó Daniel y tras eso le dio un beso en la mejilla-. No se cómo alguien se atrevería a ser brusco con un hada del bosque, porque tú sólo puedes ser eso, un ser sobrenatural que se ha materializado en forma de mujer -afirmó Daniel teatralmente.

Pero Melany no respondió a su estímulo verbal, las lágrimas se habían derramado y ahora le atenazaban la garganta. Daniel se dio cuenta y volvió a achucharla entre sus brazos y a darle más besos en la mejilla, en los labios y hasta en la frente, al tiempo que le su cara de porcelana gris que reflejaba los destellos plateados de la luna.

- Ya pasó, ya no volverá más. Ahora estás segura, a gusto, aquí conmigo, bajo el influjo de la luna, conmigo no tienes nada que temer -le dijo intentando consolarla.

- Lo sé, sé que tú nunca me harías daño -aseveró Melany aferrándose a su brazo.

- ¿Puedo saber qué edad tienes? -se interesó Daniel.

- Veinticuatro -respondió escuetamente ella.

- Estás en la flor de la vida, eres como una rosa recién abierta, aún te quedan muchas primaveras antes de que caiga alguno de tus suaves pétalos.

- Hablas divinamente, ¿lo sabías? Tal vez por eso me caíste bien desde el principio, tal vez eso sea lo que me ha hecho entregarme a ti, lo que me ha conquistado de ti, y desde luego no me arrepiento, esta vez he sabido elegir bien.

- Gracias... por elegirme -replicó Daniel sintiéndose el hombre más feliz del mundo por unos segundos, pues no hay mayor felicidad que cuando nos sentimos correspondidos en nuestros sentimientos.

- Tengo frío, ¿me llevas a mi hotel? -le preguntó aquella joven que ahora se calentaba entre sus brazos.

- Claro que si, aunque eso signifique la despedida, te llevaré de vuelta.

Melany no respondió. Se vistieron, rebuscando la ropa en los asientos delanteros y pasaron a ellos como antes habían hecho. Daniel salió fuera y aspiró profundamente el aire fresco de la noche, la luna amarilleaba ya a estar casi rozando de nuevo el horizonte, pero esta vez en su ocaso.

El camino de regreso pasó tan rápidamente como lo habían hecho a la ida, a pesar de los intentos de Daniel de frenar a su viejo compañero de transporte. Tranquilamente éste se deslizaba por la calzada, fiable y robusto, como un amigo inseparable, desandando los kilómetros hechos hasta el lugar donde se habían amado.

Ninguno de los dos habló en este tiempo, tan sólo Melany le indicó el nombre del hotel, lo que sorprendió a Daniel, pues siempre había oído que ese era el hotel de los famosos, el lujoso Alfonso XIII.

Llegaron a la puerta y allí el coche se paró delante de la recepción. Era la primera vez que Daniel accedía a aquel lugar con su coche, pues siempre lo había visto desde fuera. Desde luego si alguien los hubiese visto bajar de aquel achacoso vehículo, hubiesen pensado que no estaba acorde con el hotel que se disponían a pisar.

- Bueno, ya hemos llegado, ahora toca la despedida, me darás al menos un beso o dos, ¿no? -dijo lastimero Daniel.

Melany, sin mediar palabra se acercó lentamente hasta chupar dulcemente sus labios, acariciando con su lenguecilla de gata los mismos, intercambiando su dulce saliva con la de él una vez más.

Esto lo abatió, de tal manera que ni él mismo se lo explicaba. Sintió ganas de parar el tiempo, si hubiese tenido un super-poder en aquel momento hubiese deseado esta facultad, parar el tiempo y el espacio, congelar su vida justo en aquel instante y vivir así hasta la eternidad.

- ¿Por qué no subes y duermes conmigo? La cama es enorme y me sentiré tan sola en la habitación... -le pidió entre susurros acercando sus labios a la oreja.

- ¿En serio, quieres dormir conmigo? -preguntó como siempre incrédulo Daniel.

- Es lo que deseo... duerme conmigo esta noche, así ninguno de los dos sentirá el vacío de la soledad.

Dejaron el coche en el parking junto al hotel. Daniel la tomó de la cintura y entraron en la recepción, donde un chico joven dormitaba cabizbajo tras el mostrador. Al verlos se desperezó súbitamente y les deseó “buenas noches”, a lo que ellos respondieron de igual manera.

La habitación era impresionante, decorada al estilo antiguo con lamparas de plomo, que iluminaban el ambiente con una luz cálida y suave. Los muebles estaban pintados en color caoba y una alfombra enorme circundaba la cama. Ésta tenía cuatro postes y unas sábanas arrolladas cruzaban de poste a poste, suavemente combadas y plegadas.

Melany se quitó sus zapatos de tacón y pisó el suelo con sus calcetines de media. Después se volvió y sonrió dulcemente al atónito Daniel.

- ¿Te gusta la habitación?

- Es impresionante -confesó este con cara de pasmado-. He pasado delante de este hotel decenas de veces pero nunca lo había visto por dentro -afirmó.

- A mi no me gusta mucho, pero es el hotel que me reservó mi asistente personal. Ella es la que me busca y organiza todo, es muy cómodo, no me tengo que preocupar de nada -le explicó Melany.

- Pues si, sin duda tu vida debe ser maravillosa.

- No creas también tiene sus cosas malas, como todo... oye, voy a ducharme y me preguntaba si... ¿te bañarías conmigo?

- ¿Bañarnos? Hombre la verdad es que me vendría bien, ¿pero quieres que lo hagamos juntos?

- ¿Por qué no, será excitante y divertido?

- Estaré encantado de frotarte la espalda... ¡y lo que tú quieras! -le sonrió finalmente Daniel.

Pasaron al baño, antes de que Daniel se desabrochara la camisa, Melany ya se había desecho de su vaquero, su camiseta y su tanga. Daniel se la quedó mirando embobado, realmente era preciosa. Su cuerpo era delgado y muy estilizado, ni un vello en su pubis, ni por supuesto en el resto del cuerpo, parecía una adolescente en lugar de una mujer adulta. Melany se sintió observada y por su puesto, deseada por aquel hombre a quien acababa de conocer, a quien le había entregado lo más íntimo de su ser.

- ¿Te gusto? -le preguntó, aunque parecía obvio que así era.

- Antes de verte desnuda ya pensaba que eras preciosa, pero ahora que te veo como tu madre te trajo al mundo, pienso que eres una locura...

Melany sonrió y se retiró el cabello por encima de su oreja derecha, en un gesto automático, denotando tal vez algo de pudor.

- La verdad es que yo no voy al gimnasio, así que no esperes verme en forma ni nada parecido -se lamentó Daniel bajándose los pantalones par terminar quitándose la camisa quedándose en bóxer.

- No seas tonto, me gusta como eres, no voy buscando un hombre depilado con pectorales de gimnasio. Tú eres lo opuesto a lo que veo en las pasarelas desfilando con las modelos, esos chicos están bien, no digo que no, pero tú me gustas, te lo diré las veces que haga falta y con pelito y todo... -le dijo mostrándole su sonrisa mientras se acercaba y lo abrazaba para terminar posando sus labios sobre los suyos.

Daniel sintió el contacto con su suave piel una vez más, la estrechó entre sus brazos. No pudo evitar llevar sus manos a su trasero y cogerlo achuchándola contra él. Haciendo que su sexo se topase con su barriguita, en un contacto muy sensual y excitante. Finalmente de la mano de Melany se introdujo en la ducha.

El agua caliente comenzó a resbalar por sus cuerpos, Melany manejaba la ducha refrescándose primero ella y luego a él. Después pasaron a tomar jabón y ahí decidieron que uno enjabonase al otro, en un juego tremendamente excitante.

Primero empezó Daniel. Con sus propias manos fue frotando la piel de la joven comenzando por los hombros, y bajando desde ahí hasta sus pechos, que fue lo primero en lo que se detuvo.

Sus pezones sonrosados estaban tiesos y muy duros, sus pequeños pechos se cubrían fácilmente con la palma de su mano, aunque a él le gustaban los pechos grandes, como a cualquier hombre aquellos le parecieron esquisitos.

Melany sonrió cuando se los carició, luego siguió por sus axilas y finalmente bajó hasta su estómago. Le dio la vuelta y de nuevo enjabonó su espalda hasta llegar a sus glúteos, allí volvió a centrarse en su suave tacto, apretándo sus nalgas por la parte donde se funden con el muslo, en ese trocito de carne tan especial, sintió toda la sensualidad concentrada en un pequeño gesto, pues esos pequeños gestos también son importantes en una relación sexual.

Dejó para el final aquello que bajo sus glúteos se escondía, su joya, su pasión, la flor de su secreto. Desde detrás avanzó con sus dedos y extendió el jabón bajo su surco. Ella soltó un sus piro y se dejó acariciar. Él se deleitó con la tersura de sus pétalos una vez abierta, la sintió húmeda a pesar de lo húmedas que ya estaban sus manos.

La giró de nuevo y la besó, ardientemente aunque con suavidad, con pasión y con ternura, sus lenguas juguetearon en sus bocas mientras su calor y humedad se fundía como el chocolate sobre el helado.

Volvió a colocar su mano en su flor, ahora acarició su monte de venus y se perdió de nuevo bajo el, deleitándose con sus suaves pliegues. Finalmente bajó y le enjabonó sus muslos hasta las plantas de los pies, donde Melany se rió pues le provocaba unas tremendas cosquillas.

Llegó su turno. Ella lo giró desde el primer momento y para enjabonarlo se abrazó a su espalda, usando todo su cuerpo a modo de esponja se frotó con él como hacen los gatos con sus amos.

Con este simple gesto Daniel enloqueció, sintiendo cada centímetro cuadrado de la tersura de su suave piel frotándose contra su espalda, mientras sentía la fuerza de su abrazo, su pubis, duro pegado a uno de sus glúteos. No pudo evitar echar sus manos atrás e intentar retorcerlas para alcanzar su suave trasero de nuevo.

Las manos de Melany bajaron ahora hasta alcanzar su virilidad. Daniel tenía el vello recortado aunque no afeitado, pues no le gustaba, aunque cortos de esta manera no pinchaban a tacto. Melany se deleitó acariciando su miembro mientras asomada por un lateral de su cuerpo lo miraba con deleite inconfundible. La espuma lo cubrió, mientras este se escurría entre sus pequeñas manos.

Melany siguió recorriendo cada parte de su cuerpo, como ya hiciera él hasta terminar en sus pies.

El agua caliente corrió de nuevo y enjuagó sus cuerpos, liberándolos de la espuma. Melany volvió a lucir radiante tras el baño y su piel mojada la hacía todavía más atractiva. Daniel la miraba de frente y en un ataque de locura se acercó a ella y chupó sus pechos mientras el agua seguía corriendo. Ésta se dejó abrazar por él, que en seguida llevó sus manos a sus glúteos delitándose una vez más mientras los apretaba suavemente.

Sus dedos se perdieron desde atrás buscando su valle del deseo y lo encontraron de nuevo lubricado, húmedo y caliente, el agua era incapaz de eliminar la suave capa que lo lubricaba y hacía que fuera tan delicioso el acariciarlo.

Se arrodilló ante ella y sin dudarlo sus labios bebieron de su valle, por el que caía el agua de la ducha en cascada, lo que no le impidió saborear su dulce miel, recogiéndola con su lengua, ávida de ella.

Melany, turbada, se rindió a sus deseos que también eran los suyos y se entregó al goce y al placer una vez más. El cunnilingus le supo a gloria y mientras con una mano sujetaba la ducha, con la otra acariciaba el pelo de su partenaire.

El momento de éxtasis no tardó en llegar y Melany se convulsionó como ya hiciera en el coche, disfrutando de su segundo orgasmo en aquella mágica noche.

Se secaron. Daniel la tuvo que ayudar pues Melany quedó algo atontolinada tras su delicioso clímax. Besó de nuevo dulcemente su boquita de piñón y ella respiró como si le hubiese insuflado vida, abrió sus ojos verdes y así pudo admirar la profundidad de su mirada hasta llegar a su alma, cándida y pura, oculta tras en el fondo de sus oscuras pupilas.

Llegaron a la cama y se introdujeron en ella por el mismo lado, juntos como habían salido del baño. Primero pasó ella y luego entró él. Se abrazaron bajo aquellas sábanas que olían a lavanda y estaban planchadas cuidadosamente. Sus cuerpos desnudos recuperaron el calor perdido durante la ducha, mientras en íntimo contacto se proporcionaban mutuamente calor.

Melany acarició de nuevo el deseo de Daniel que había vuelto a despertar tras la ducha. Éste, de nuevo estaba duro y en perfecta disposición, por lo que decidió sumergirse en las sábanas y oculta en ellas buscarlo. Cuando lo encontró su boca lo capturó y ya no lo dejó escapar, sus labios lo arroparon y su lengua lo acarició mientras sus labios lo acariciaban en lo más íntimo, en lo más sensible.

Daniel creía desfallecer mientras aquella chica le practicaba la mejor felación que recordaba, sin duda las primeras veces son las mejores, aquellas en las que descubrimos al otro, aquellas en las que experimentamos el placer con el otro y por el otro.

Cuando notó que ya no aguantaría más, tiró de la pequeña cabecita de Melany y la atrajo hacia fuera de las sábanas. Ella siguió masturbándolo, tras envolverlo en pañuelos de papel, hasta que éste alcanzó su particular éxtasis, besándola dulcemente en los labios, sintiendo como su pequeña mano seguía moviéndose en torno a su centro del placer mientras este apenas manchaba la celulosa con la que estaba envuelto, pues la mayoría de su carga ya había sido lanzada en el asiento de atrás del coche.

Cuando la noche comenzaba a dar paso a la claridad del día, los amantes se quedaron dormidos bajo aquellas sábanas de algodón extra suaves.

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