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Caluroso verano (5)

en Amor filial

Capítulo 10

A veces en la vida no todo es blanco o negro, sino que depende del cristal con que se mira. En aquel verano, en aquel maravilloso verano, descubrí una parte de mi que aún sigue ahí, latiente, aunque dormida desde aquel verano, y sólo tuve oportunidad de expresarla en esos cortos días de vacaciones en la playa. En fin qué le vamos ha hacer, también es cierto que después no he sido capaz de repetirlo, tal vez fueron cosas de la juventud, de la indecisión, en las que jugó un papel importante el azar y la compañía.

Tras llegar al piso de Marta y Adrián, comenzó lo que iba a ser nuestra rutina de vacaciones. Por las mañanas nos bajábamos a la playa mi madre, Adrián y yo, ya que Marta trabajaba y por las tardes nos bajábamos ya los 4 juntos. Tanto Adrián como su madre resultaron ser muy hospitalarios y nos lo demostraron con creces.

Con Adrián conecté desde el principio y comenzamos una buena amistad. Hablábamos de todo y claro también de sexo. Al parecer Adrián era una máquina de hacerse pajas, como yo, aunque dado que ahora convivíamos casi las 24 horas del día, se vio algo truncada, aunque yo creo que la hora del baño era la que todos aprovechábamos para dar rienda suelta a nuestro deleite solitario.

En esos días, a mi madre, no podía verla a solas, de modo que nuestra bonita relación familiar también sufrió por el tema de estar de visita. Cuando estábamos en la playa a veces, yo le echaba miradas a su cuerpo, a sus pechos tan grandes y turgentes, a sus culo hermoso y redondo y a su entrepierna, donde yo sabía el fuego que dormía. Adrián también la miraba, yo pensaba que él también la deseaba, y le dedicaba pajas en la intimidad.

Luego estaba su madre Marta, con ese cuerpo pequeño pero matón, que sin duda haría las delicias de cualquier hombre. Marta resultó muy simpática y juguetona, a menudo se mentía con nosotros en el agua y jugaba a darnos ahogadillas, en las que claro, uno se resistía y a medida que el forcejeo se hacía más íntimo, podías disfrutar del roce de su piel aterciopelada. Desde la primera noche que la vi fugazmente desnuda saliendo de la ducha, ya no pude olvidarla y empecé a soñar con ella, cuando estaba delante y cuando no estaba a idealizarla en mi pensamiento. Creo que me volvía a enamorar y desde lo más profundo de mi alma, deseé recorrer cada centímetro cuadrado de su piel. Tanto ella como Adrián era de piel blanca y no estaban muy morenos, pero ella seguía siendo muy atractiva con su pelo rubio platino y sus ojos verde esmeralda. Creo recordar que el bello de su conejo también era rubio, como debe ser en una mujer rubia natural, de esas que ya no quedan.

Me imaginaba su chochito sonrosado, y sus pechos menudos de aureolas igualmente pequeñas y pezones poco abultados, soñaba con pasear mi lengua por sus pliegues y beber su néctar, ese néctar de la vida que brota de una fuente cuando ésta está bien excitada. La imaginaba comiéndome la polla, tan dulcemente que me era una delicia con tan sólo pensarlo. Así que trababa por todos los medios de estar cerca de ella y que se fijase en mi, yo creo que ella lo sabía pues yo no hacía nada en absoluto para disimular mi pasión por ella.

Mi madre hasta cierto punto creo que estuvo celosa en esos días, pues ya no teníamos nuestros encuentros, dada nuestra condición de invitados y manteníamos las distancias discretamente. Era curioso, pues ella que siempre había abogado por que nuestros encuentros debían de "surgir" y no ser algo repetitivo ni habitual, creo que en aquellos días deseó que la buscase y encontrarnos de nuevo haciendo el amor. Pero bueno, también era cierto que teníamos aún muchas noches por delante, al terminar nuestras vacaciones en la intimidad de nuestro hogar. Pero ya se sabe, uno echa de menos lo que tiene, cuando no lo puede poseer en el momento.

Una mañana mi madre se quedó durmiendo en el piso, pues le dolía la cabeza. Así que Adrián y yo bajamos a la playa para bañarnos. Junto a nosotros había un conjunto de chicas que no paraban de parlotear y de reír, debían ser de nuestra edad y se las veía algo superficiales y bobaliconas. Desde luego estaban muy buenas casi todas, pero creo que sus intenciones no eran en absoluto las de acostarse con nosotros.

Las mirábamos y nos miraban, y se reían y comentaban, pero nadie rompía el hielo. Así que Adrián y yo tratamos de sobrellevarlas...

  • Estas tías están bien buenas, ¿eh? Aunque yo las veo algo "tontas", ¿tu no? -me preguntó mi nuevo amigo.

  • Si, un poco. Están jugando con nosotros con tanta mirada y sonrisitas, la verdad es que me ponen nervioso -contesté yo algo decepcionado.

  • Oye Ismael, ¿tú eres virgen? -me preguntó de repente mi amigo.

  • ¿Yo, por qué lo dices? -contesté con otra pregunta sin estar dispuesto a mojarme desde el principio.

  • No sé, es que yo aún lo soy y no es por ganas, pero es que no consigo enrollarme con ninguna chica del insti -admitió él con sinceridad.

  • Pues yo también soy virgen, no es fácil la primera vez, ¿verdad?

No se por qué mentí en aquel momento pero me salió así, tal vez fue por la forma lastimera en que me hizo aquella confesión, no sé. El caso es que tampoco iba a restregarle por la cara que me había follado a una madre buenísima y a su hija, eso sin contar lo inconfesable de que también había mantenido relaciones super íntimas con mi progenitora.

  • Lo único que consigo hacer es matarme a pajas -admitió siguiendo con su ataque de sinceridad.

  • Bueno, como todos supongo, -continué fingiendo yo-. A mi lo que me gusta de verdad son las mujeres maduras, esas que no les espanta follar y que si te pillasen te harían polvo con toda su experiencia -le confesé ahora yo.

  • ¡Jo tío, es verdad, a mi también me van las maduras! -exclamó él uniéndose a mi razonamiento.

  • No me malinterpretes pero tu madre está cañón -admití sin más remilgos.

  • No me importa, ¿en serio que te gusta ella? Yo pienso que está muy delgada, a mi me gusta también tu madre, con esos melones que tiene y culo tan hermosos.

  • ¿Te gustaría follártela? -le pregunté directamente.

  • ¡Tú estás loco, eso es inalcanzable para mi, aún más que hacerlo con una pava de esas! -exclamó sorprendido Adrián.

  • Pues yo te digo que es más difícil montárselo con esas que con nuestras madres. Podríamos ayudarnos mutuamente e intentarlo -propuse yo.

En el fondo mis intenciones fueron muy loables, aunque claro yo lo tenía más fácil pues sencillamente podía proponerle a mi madre que se acostara con Adrián, aunque la idea de verla follando con él no me convencía, no es que la creyera mía, pero en cierto modo creo que tenía celos de pensar en tal posibilidad.

  • Y cómo crees que podemos intentarlo, ¡yo le digo algo así a mi madre y me arrea una hostia del copón! -se lamentó Adrián desconsolado.

  • Pues bueno, podemos hablarnos de ellas de lo que les gusta, de sus aficiones, no sé es cuestión de agradarles y quedarnos a solas con ellas, quien sabe ambas viven solas y la naturaleza femenina también echará de menos tener una polla con la que disfrutar, ¿no?

  • Bueno eso si, si tú lo vas a intentar allá tu, yo creo que no sería capaz de proponérselo a tu madre en ninguna circunstancia.

  • En fin, ya se verá... -contesté yo dejándolo en el aire.

Nos volvimos a su piso y estuvimos jugando a la play hasta la hora del almuerzo, cuando llegó su madre. Por la tarde nos bajamos a la playa como todos los días y estuvimos disfrutando de otro ratito de playa. Ya por la noche al acostarnos Adrián y yo seguíamos con nuestros maquiavélicos planes.

  • Sabes Ismael, me he tirado toda la tarde fisgoneando a tu madre en al playa y me he puesto malísimo pensando en que pudiese follármela -me confesó Ismael acostado en la cama de al lado.

  • Pues yo no paro de mirar a tu madre, con ese cuerpecito que tiene como tú dices. También me encanta.

  • Pues yo de buena gana le dedicaba una paja a tu madre, ¿a ti te importa si lo hago bajo las sábanas? -me propuso Adrián.

  • ¡Oh no, claro que no! Es más ya que lo has propuesto yo le voy a dedicar otra a la tuya, ¿vale?

  • Vale -contestó Adrián.

A oscuras nos extrajimos nuestras herramientas de su funda y comenzamos a masturbarnos, la situación era algo nuevo para mi, pues nunca antes me había hecho una paja delante de un amigo. Me relajé y al cabo de unos minutos llegó mi orgasmo. La verdad es que llevaba ya 3 días sin hacerme una, cosa completamente inusual en mi, pero debía ser por el nuevo ambiente y por las dificultades para buscar intimidad.

A la mañana siguiente mi madre decidió bajarse a la playa y Adrián y yo decidimos quedarnos en el piso pues estábamos algo cansados de playa la verdad y nos apetecía echar una mañana de play, pues Adrián tenía un juego y estaba muy interesante. Cuando nos quedamos sólos Adrián propuso en cambio ver unas pelis porno que se había bajado en su ordenador, así que cambiamos de planes y nos pusimos a verlas en la habitación. Bajamos la persiana de forma que estuviésemos en penumbra. Lo cierto es que las pelis estaban de escándalo, en ellas salían mujeres con carnes turgentes, nada de esqueléticas sino, macizorras cachondas que nos pusieron a tono.

  • Oye Ismael, te parece que nos hagamos unas pajas como anoche -propuso de nuevo mi amigo.

  • Vale -contesté yo.

De nuevo repetíamos situación, bajo las sabanas desenfundamos nuestros sables y comenzamos a agitar la tela admirando las diosas de la pantalla del ordenador. Pasaron un par de minutos.

  • ¿Ismael? -preguntó simplemente Adrián.

  • Dime -agregué.

  • ¿Tú como la tienes de larga? -me preguntó para mi extrañeza.

  • Pues no sé, normal -contesté yo sin mucho empeño.

  • Es que yo veo los pollones que gastan esos de las pelis y la mía no tiene comparación.

  • Hombre esos es que son "buscados para las pelis", yo tengo una normal como tú.

  • ¿A ti te importaría enseñármela? -es que me traumatiza el tenerla pequeña.

La petición de Adrián me dejó algo perplejo, pero en aquel momento comprendí su preocupación y decidí aceptar la sugerencia. Nos levantamos y desenfundamos los sables, luego Adrián encendió la luz cuando estuvimos de acuerdo.

  • Mira yo la tengo así -me mostró su sable en erección.

  • Bueno no está mal, más o menos como la mía de larga, ¿no? -comenté yo mostrando mi modesta herramienta.

  • Tú la tienes más gorda, y la mía es tal vez un poco más larga pero más fina, ¿no? -observó él.

  • Cierto, tienes razón, pero vamos que las tenemos del tamaño normal, pienso yo -observé yo.

Nunca había visto una polla de un amigo antes, y me resultó curioso ver otra. Adrián como era más blanco que yo y rubio apenas tenía pelillos en la pelvis. Yo en cambio era algo más moreno de piel, no mucho, y si tenía abundante bello negro en la base.

El caso es que en un momento dado Adrián hizo un ademán de cogérmela para medirla con la suya. Yo me eché para atrás al instante, sorprendido por mi reacción él también anuló su intento.

  • Perdona, es que sólo iba a medirla en relación a la mía -se disculpó-. La verdad es se me ha escapado, es normal que nos de reparo esto, ¿no?

  • Bueno, no sé, es que no sabía lo que querías hacer. Por eso me he sorprendido un poco al ver que ibas a cogérmela, bueno adelante.

  • ¿Cómo, no te importa que lo haga?

  • No, creo que somos amigos y podemos confiar el uno en el otro, ¿verdad?

  • Oh vale.

La sensación fue extraña, él me la cogió con mucho apuro, la verdad y yo también estuve avergonzado recuerdo. El caso es que ya que él lo hacía yo también tuve la tentación de tocársela a él y con naturalidad lo hice.

  • ¡Oh, tú también quieres tocármela! ¡De acuerdo adelante! -exclamó el muy servicialmente.

Se la cogí y que conste que era la primera vez que hacía una locura semejante. La tenía muy dura y era efectivamente más fina que la mía, la descapullé y su glande era sonrosado y más clarito que el mío. Él también me lo hizo a mi al verme.

  • Tú tienes el capuchón también más ancho -afirmó Adrián-. Y más oscuro que el mío.

  • Si, en efecto. Pero hay que ver lo blanco que eres tú Adrián -observé yo.

  • Bueno sí, mi madre es igual de blanca, admitió él.

  • ¡Claro claro! -exclamé yo.

Aquello se convirtió un poco en una conversación de besugos, algo atolondrados la verdad, pero es que tampoco sabíamos qué decirnos. Lo cierto es que la sensación fue rara, aunque admito que inquietante. Entonces se me pasó una idea por la cabeza y la lancé sin más.

  • Oye, quieres que te lo haga a ti y tú luego me lo haces a mi.

  • ¡Cómo! ¡Es que...! ¿Estás seguro? -me preguntó él atropellándose en el inicio de cada frase que pronunciaba.

  • No sé, es una locura, ¡olvídalo! -exclamé yo retirando mi mano de su pene.

Adrián dudo unos instantes, pero luego reaccionó.

  • Oye, no sé, si tú te atreves, podemos intentarlo. Se nota una sensación extraña cuando te la coge otra persona, ¿verdad?

  • Si, es cierto, eso mismo pienso yo. Entonces, ¿te atreves a intentarlo? -pregunté yo a modo de confirmación.

  • Bueno, pero apagamos la luz y lo hacemos en la oscuridad, ¿vale? -propuso él.

  • De acuerdo.

Con la luz apagada convinimos en que primero se lo hiciera yo mientras él estaba tumbado en su cama y luego me lo hiciera él mí en la mía. Así que algo nerviosos comenzamos, yo me senté en una silla y me puse junto a su cama. Mientras la película seguía su curso y una nueva jamona era ensartada por un rabo "de toro".

La verdad es que en aquél momento pensé en hacérselo como a mi me gustaría que me lo hicieran, de modo que empecé despacio a meneársela y poco a poco fui aumentando el ritmo. De vez en cuando hacía pausas, en las que se la meneaba más despacio y volvía a acelerar los movimientos pocos segundos después. En uno de esos acelerones Adrián me paró la mano.

  • ¿Puedes parar un momento? Es que estoy a punto de correrme, y me gusta aproximarme hasta que me voy a correr y entonces paro. ¿Te importa si lo haces así unas cuantas veces? Me está gustando mucho esto... bueno aunque es la primera vez que lo hago y no sé si está bien o mal, pero ya que lo hacemos, me gusta -confesó Adrián, en aquel momento no se lo dije pero a mi también me gustaba hacerlo.

  • Vale, a mi también me gusta hacerlo así unas cuantas veces antes de correrme. Lo único es que debería coger un pañuelo para que cuando te corras esto no sea una guarrería -sugerí yo.

  • ¡Buena idea, toma un cleanex!

Teníamos sentimientos encontrados, no es que nos deseáramos como hombres, pero el morbo de pajear al otro hacían que la situación fuese tremendamente excitante para el que lo hacía y para el que lo recibía. Así que seguí pajeando a mi amigo y aproximándolo como él decía, cuando se iba a correr él me paraba con su mano y yo me detenía, luego me la quitaba y yo aceleraba de nuevo. En una de las aproximaciones no me paró y me pidió que siguiera rápido, yo obedecí y entonces su orgasmo llegó, soltando algunos chorritos de leche en el pañuelo. Al final lo limpié como hubiese hecho mi madre conmigo y lo dejé descansar un rato, yo me tumbé en mi cama y seguí calentando los motores de mi cimbel.

  • Bueno lo prometido es deuda, ahora te toca a ti -me dijo ocupando mi lugar en la silla junto a mi cama.

Dicho y hecho, él también puso especial cuidado en hacérmelo despacio al principio e ir acelerando al final. Estaba super cachondo y en seguida llegó la primera aproximación, lo paré y tras unos segundos el indiqué que continuase. Tras unas cuantas aproximaciones le dí pañuelos de papel y me corrí en su mano, estuvo mejor de lo que yo esperaba, la verdad, al final ambos acabamos tumbados en la habitación, descansando. Adrián quitó la película y el silencio reinó en el ambiente por unos minutos. Al final fue él quien lo rompió.

  • Ismael, ¿crees que es está mal lo que hemos hecho? -me preguntó con bastante sentimiento de culpa.

  • Hombre, la verdad es que ha sido algo espontáneo, ha surgido y bueno a lo hecho pecho -admití yo.

  • Quiero decir que a mi me gustan las mujeres, y no sé, lo ocurrido me ha desconcertado un poco -siguió razonando Adrián.

  • He de confesarte que a mi también me ha pasado, por un lado tenía miedo de hacértelo y por otro me daba morbo. Y también tenía miedo de que me gustase que me lo hicieras tú a mi -le confesé yo abiertamente.

  • A mi me pasaba lo mismo Ismael -corroboró él.

  • Pero sigues queriendo follarte a mi madre, ¿no? -le pregunté yo jocosamente para intentar aliviar la tensión del momento.

  • ¡Oh sí, me pone super cachondo pensar en esos pechos, y ese culo y el chochazo que debe tener! -exclamó él riendo.

  • ¡Estupendo, pues ya verás como lo conseguimos! -lo animé yo.

Mi madre llegó al poco rato de la playa y estuvimos tomándonos unas bebidas fresquitas en el salón mientras nos poníamos a jugar al dominó y a las cartas.

 

Capítulo 11

Esa misma tarde en la playa ocurrió algo extraño, por alguna extraña casualidad, o quizás no fue tal, me quedé a solas con la Marta, la madre de Adrián. Resulta que mi madre se lió su pareo y nos propuso ir a dar un paseo por la orilla, Adrián aceptó el primero, sin embargo yo decidí quedarme cómodamente sentado en la sombrilla y para mi sorpresa Marta dijo que tampoco le apetecía mucho y se quedó también conmigo. Ahí comenzó una conversación casual, pero con inquietantes confesiones.

  • Bueno Ismael, cuéntame como te va la vida, ¿tienes novia? -me soltó de sopetón.

  • ¿Novia? ¡No claro que no! -contesté yo sobresaltado sin pensarlo mucho.

  • Y eso, no me dirás que no te gustan las chicas -se hizo la sorprendida.

  • ¡O, claro que sí, por supuesto! Es que yo...

  • Ya entiendo, te da vergüenza hablar de esto con tu tía -se adelantó ella sin dejarme terminar lo que iba a decir.

  • Bueno si, un poco, pero es que aún no tengo novia.

Técnicamente era cierto, tenía "novia" hasta hace unos días, me acordé de Luisa al decir ésto, y de su madre y sentí una pequeña punzada de dolor en mi corazón, la herida aún estaba "fresca".

  • Bueno, ante todo quiero que sepas que puedes hablar con sinceridad, si quieres consejo, ¡aquí está tu tía! -se ofreció extrañamente.

  • Gracias, lo tendré en cuenta -me limité a contestar yo poniendo la mejor de mis sonrisas.

  • ¿Nos bañamos? -preguntó ella sacándome ya de mis casillas, ¿qué había hecho yo para merecer este "regalo"?, me preguntaba.

  • ¡Vale! -exclamé sin ocultar mi entusiasmo.

Entramos al agua, Marta llevaba un bikini naranja, sólo a ella le podía ir tan bien ese color dado el tono de su piel y el color de su pelo. Estaba fresquita dado el calor que hacía fuera, pero una vez dentro se estaba genial. Jugamos al típico juego de echarnos agua cuando estás entrando poco a poco, para asimilar el brusco cambio de temperatura de estar fuera a estar dentro. Ya en el agua nos fuimos bastante adentro en el mar, aunque aún hacíamos pie pues la playa era poco profunda.

  • Oye, Ismael, ¿te puedo hacer una pregunta? -esto me inquietó.

  • Vale -me limité a asentir.

  • ¿Tú y Adrián habláis de chicas? -interpeló al fin, haciendo que mi extrañeza, lejos de desaparecer, creciera.

  • Pues si, bueno si, como todos los chicos de nuestra edad supongo -confirmé, dispuesto a ser sincero, si había de ser así, así sería.

  • ¡Oh, te tienes que estar preguntando por qué te pregunto esto! ¿Verdad?

  • Pues si -me limité a replicar un tanto estúpidamente, pero es que fue lo que me salió.

  • Es que resulta que bueno, Adrián casi nunca habla de chicas y te parecerá extraño pero en una madre eso es un motivo de preocupación -destapó finalmente su razonamiento.

Entonces lo entendí, tal vez lo que estaba insinuando es que Adrián era homosexual, entonces me vino a la mente la situación de la mañana y lo que hicimos.

  • ¿Te refieres a si a Adrián le gustan las mujeres? -pregunté yo discretamente.

  • Si, ya se que puede parecer una locura, pero me preocupa eso justamente.

  • Bueno, lo cierto es que si que le gustan, hemos hablado en algunas ocasiones y me ha confesado que sí -dije yo para tranquilizarla, aunque el que no quedó tranquilo fui yo desde aquel momento.

  • ¿Y te ha dicho si le gusta alguna en concreto, alguna vecina o alguna amiga del instituto? -siguió ella a la carga con sus preguntas.

  • Bueno, la verdad es que me ha confesado que... es que no se si debo decírtelo -le dije haciéndome el duro.

Ahora que sabía lo que le interesaba intentaría usarlo a mi favor o como moneda de cambio de favores futuros.

  • Verás ya se que bueno, os habéis hecho muy buenos amigos en el poco tiempo que llevamos juntos y sé que a ti te habrá contado más cosas que a mi, por eso espero que tú me transmitas al menos lo suficiente para quedarme más tranquila.

  • ¿Te preocupa que sea gay o algo por el estilo? -le pregunté yo destapando el tema finalmente.

  • Hombre, no digo que no me importe, por que sí me importa, pero bueno si lo es lo voy a seguir queriendo igualmente, es mi hijo -afirmó ella adoptando el rol madre coraje.

  • Yo creo que puedes estar tranquila pues le gustan las mujeres, ve pelis porno con mujeres y hombres, tú ya me entiendes, esta mañana sin ir más lejos hemos visto una -le confesé para tranquilizarla.

  • ¡Ah si, oye pues eso está bien! ¿No? -afirmó ella relajándose al fin.

  • Oye, ¿y quieres que te diga quién le gusta? -le puse el anzuelo a ver si picaba.

  • ¡Oh, por supuesto, dímelo, por favor! -espetó Marta cogiéndome por los hombros.

  • No sé si debo decírtelo, a lo mejor no te sienta bien, en fin -continué en mi papel de duro.

  • ¡Vamos ahora no me dejes en la intriga! -vociferó ella sacudiéndome a modo de jugueteo.

  • A ver, creo que la información se merece algo a cambio, ¿no?

  • Algo a cambio, ¿a qué te refieres? -preguntó ella mientras se quedaba algo extrañada.

Me quede unos segundos callado evaluando la situación, por un lado no quería hacerle chantaje, y menos con un argumento de tan poco peso como el saber quién le gustaba y por otro también quería comprobar hasta donde estaba dispuesta a llegar en su afán de madre protectora.

  • ¿Oye, a ti no te gustaré yo por casualidad, no? -mira que lo del accidente de la otra noche me dio bastante vergüenza, ¿me llegaste a ver desnuda verdad?

  • ¡Cómo! ¡Ah no, no me refería a eso! -mentía más que hablaba, tampoco es que no se lo hubiese ocultado especialmente.

  • Vamos, me viste desnuda, ¿verdad? -insistió.

  • Si, pero fue un segundo, algo fugaz la verdad -confesé yo en espera de nuevos acontecimientos en la conversación.

  • Ves, lo sabía. ¿Entonces te gusto yo, no? Hombre quiero que sepas de antemano que aunque eres un chico bastante guapo, tienes que tener en cuenta que soy tu tía y que tengo la edad de tu madre vamos, que eso no podría ser -se apresuró a explicarme para quitarme toda esperanza.

  • ¡Pero si yo no he dicho que me gustes! Bueno si te vi desnuda y eres guapa tengo que admitirlo, pero tienes razón, eres mi tía, eres de la edad de mi madre y yo soy sólo un crío -dije yo con cierto resentimiento por sus palabras.

  • Hombre, tampoco hay que decirlo de ese modo, siempre podemos ser amigos, ¿no? Ya te he dicho que puedo ser tu consejera en temas de chicas -se ve que algo de lo que dije le sentó mal, igual fue tan sólo el sentirse rechazada ahora que pensaba que le gustaba.

  • No, tienes razón, como soy sólo un crío tampoco debo hablarte de las conversaciones de crío que tengo con tu hijo -le dije yo mientras salía nadando hacia la orilla y la dejaba sola.

Ella me siguió, cuando volvimos a las sombrillas mi madre y Adrián ya estaban de vuelta de su paseo y nos habían traído helados. Nos los comimos y durante el resto de la tarde me hice el resentido con mi tía, quería demostrarle que sus palabras me habían herido y creo que lo conseguí.

Por la noche, cuando íbamos a acostarnos fui el último en ir al baño y al salir me la encontré en la penumbra del pasillo, creo que llevaba puesto un camisón o algo parecido, me tomó de la mano y me hizo un gesto para que guardase silencio... Me acompañó a un pequeño balcón que tenía el piso y allí, iluminados únicamente por la mortecina luz naranja de las farolas de la calle, me habló.

  • Ismael, quiero pedirte perdón por haberte ofendido esta tarde, cuando estábamos en el agua -me susurró para que no nos oyesen ni los vecinos, ni el resto de habitantes de la casa.

  • Está bien tía, acepto tus disculpas.

  • Quiero que sepas que te soy tu tía y que te tengo aprecio, y quiero que nos llevemos bien. También me gustaría que me hablases de mi hijo, pues él ahora, no habla conmigo y me preocupa lo que pueda estar pasando por su cabeza, ¿lo harás?

  • Estás diciendo que sea tu confidente, un espía de tu hijo -asentí.

  • No es eso, no quiero que lo espíes, quiero que como primos que sois cuides de él y me cuentes qué está pasando con su vida, ahora que no nos comunicamos como antes.

  • De acuerdo Marta, lo haré. Pero quiero decirte que hoy me molestó mucho que me tratases como un crío al insinuar que tú me gustabas, además que fuiste tú la que respondiste a la pregunta, no yo -le aclaré, para evitar futuros malentendidos.

  • Entonces, ¿es que no te gusto? -me preguntó con voz melosa.

Opté por no contestar, estábamos tan cerca que no me fue difícil acercarme a su boca, inclinándome un poco, pues ella era más baja que yo, y robar un beso de sus dulces labios.

  • ¡Oye, no te precipites Ismael! -exclamó ella separándose de mi-. Admito que me siento alagada por ti, pero quiero que comprendas que soy tu tía y que... bueno que no está bien que hagamos algo así, lo siento...

  • Está bien tía, a lo mejor decides replantearte tu postura en el futuro, no pierdo la esperanza -asentí dando por terminada la reunión.

Volvía a mi cama y entrando a oscuras en el cuarto, sin encender la luz, como un gato entre las sombras, ocupé mi lugar. Esa noche tarde en dormirme, pues estuve asimilando las incidencias del día y tratando de ver qué podría ocurrir a continuación...

--- o ---

Nota del autor/a: Sé que la apuesta que hago en este relato es arriesgada, y que sin duda me lloverán críticas por el contenido del mismo, no sería la primera vez y probablemente tampoco la última. Sólo espero del lector que sea comprensivo y que recuerde aquellos tiempos de indefinición que todos, en mayor o menor medida hemos sufrido durante la pubertad.

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Memorias (5)

Memorias (3)

Memorias (2)

Memorias (1)

Soy puta (12 y fin)

Soy puta (11)

Soy puta (10)

Soy puta (9)

Soy puta (8)

El erotismo vive en mi interior...

Soy puta (7)

Zorro Blanco: Esta es mi historia...

Soy puta (6)

Soy puta (5)

Soy puta (4)

Soy puta (3)

Soy puta (2)

Soy puta (1)

El coma (3)

El coma (2)

El coma (1)

Caluroso verano (10 y fin)

Caluroso verano (9)

Diario de una universitaria (7)

Caluroso verano (8)

Caluroso verano (7)

Caluroso verano (6)

Caluroso verano (4)

Caluroso verano (3)

Caluroso verano (2)

Caluroso verano

Náufragos (4 y fin)

Náufragos (3)

Náufragos (2)

Náufragos

Diario de una universitaria (5)

Diario de una universitaria (6)

Diario de una universitaria (4)

Diario de una universitaria (3)

Diario de una universitaria (2)

Diario de una universitaria

Posición dominante

El Admirador (05)

El Admirador (04)

El Admirador (03)

El Admirador (02)

El Admirador (01)