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Memorias (5)

en Amor filial

5

            Cathy y su padre fueron al pueblo por la mañana, a comprar provisiones, así que Tom andaba a burrido sin saber qué hacer. Lo cierto es que desde que llegaron, él y su hermana se habían vuelto casi inseparables, pues allí no había nadie más y eso los había unido, a pesar de las peleas que mantenían en la ciudad, donde cada uno iba por libre, con sus propios amigos y cuando estaban en casa tenían las típicas disputas de adolescentes, de “no entres en mi cuarto”, eran el pan nuestro de cada día.

            En cambio allí, en el campo, sólo se tenían el uno al otro para pasar el rato. Aunque Tom era un chico de acción que siempre quería estar haciendo algo físico como explorar la finca e ir de aquí para allá, y Cathy era más de sus libros y consultar sus perfiles en facebook y tweeter, para conocer cómo les iba a las amigas que había dejado atrás. Se sorprendió al descubrir fácil que se olvida la gente de uno, cuando media entre ellos una gran distancia. Así que se produjo la conjunción de los astros y ellos terminaron haciéndose inseparables en esta nueva vida. Especialmente tras leer juntos las memorias de Adam, que mantenían como secreto de “estado” para sus padres.

           

            Por eso hoy tal vez Tom estaba tan desanimado. Sintió ganas de sacar el libro y ponerse a leer, pero sabía que no sería lo mismo, el no entendería ni “j” de aquella letra, con aquel inglés arcaico y su hermana lo hacía tan bien, con su voz aterciopelada, que no sería igual hacerlo sin ella. Así que sin rumbo fijo terminó en el establo, donde su padre había ubicado un caballo o yegua para cada miembro de la familia.

            Acarició a su caballo y lo estuvo cepillando, le gustaba montar a caballo con él, y cuando iban los cuatro era muy divertido. Pensó en ensillarlo y montarlo pero su padre se lo había prohibido, pues los animales podían ser peligrosos si no se los conocía y aquellos aún eran “nuevos” en la familia. Luego estuvo atendiendo al resto, incluida una vieja pareja ponis que también les habían regalado por la compra de los cuatro caballos un granjero vecino. El hombre estaba ya muy mayor y decía que lo tuvo para cuando sus nietos fueron jóvenes, pero que ahora, habían crecido y ya no les interesaban ni los ponis ni los caballos, así que los tenía todo el día en el establo.

            Mientras cepillaba uno de los pony se dio cuenta de un curioso detalle. Cuando le pasaba el cepillo por los cuartos traseros, el animal levantaba la cola. Esto le resultó gracioso y se echó unas risas con el curioso “acto reflejo”. Pero al fijarse mejor reparó en que aquel pony era hembra. Tenía su ano y bajo él, a tan unos centímetros una rajita entreabierta que sin duda era su vagina. Para Tom, que era un chico de ciudad hasta hace tan sólo unos meses, esto era todo un descubrimiento. Luego se fijó en el otro, que estaba atado en otra esquina de la cuadra, e indudablemente descubrió que era un macho, con su verga oculta bajo la panza, escondida en su funda.

            Casi de inmediato una idea se fijó en su cabeza. Aquel pony, mejor dicho aquella pony, era muy vajita y mansa y poseía algo que tal vez él pudiese utilizar en su propio beneficio. Con tan sólo pensarlo la boca se le secó y su excitación creció en segundos. ¿Y si practicaba sexo con ella? Pero otra pregunta le vino al momento, ¿se dejaría? Su padre le había advertido que a los “cuadrúpedos” no hay que acercárseles por detrás pues podían dar una coz y era peligroso. Pero luego estaba el detalle de la cola, ¿por qué la levantaba?

            Empezó a hacer cavilaciones y decidió que tenía que probar suerte. Así que con mucho cuidado y guardando las distancias siguió cepillándola, cada vez más cerca del culo y “la pony” siguió con su juego de levantar la colita. Así que se decidió a soltar el cepillo y acariciarla con la mano justo en aquel lugar. El animal, mansamente se dejó tocar en tan íntima parte, y Tom acaricio la pequeña y negra protuberancia en forma de nuez pero algo más grande, pensó que apartaba su culo para facilitarle el acceso a este punto, lo que sin duda denotaba aceptación de sus tocamientos por parte del animal. “Hacía calor y lo mismo estaba en celo” -pensó.

            Con la boca sin una gota de saliva sus dedos frotaron aquella vagina y descubrieron cómo se abría a su paso, hundiéndose en ella, llenándose de un líquido caliente y suave, estaba lubricada y todo así que no le fue difícil deslizar un dedo en aquella rajita que cedió sin esfuerzo y desapareció en ella descubriendo su húmedo y cálido interior. Tom tenía ya su pollita erecta y lista para penetrarla. Esta idea se fijó en su mente a fuego, pero antes quiso ver si aquel chochito tenía capacidad para albergarla y siguió explorándolo con sus dedos. Primero fue uno, luego dos y luego casi toda la mano juntándolos en círculo. Aquel chocho equino no tenía saciedad, su caliente interior resultaba delicioso al tacto, y tan caliente que Tom decidió no esperar más e intentar la penetración.

            Cuando se puso detrás el problema fue evidente, la diferencia de altura, algunos centímetros separaban su pollita de aquella raja. Así que pensó en poner algo donde subirse. Salió de la cuadra y vio un banco con el que su madre ordeñaba a la vaca que poseían, así que pensó que era perfecto. Lo cogió y rápidamente volvió con el pony.

            Colocó el taburete detrás de ella y se subió, con la precipitación había olvidado desnudarse, pero ya descubrió que la altura era perfecta. Así que se bajó y se deshizo de sus bermudas y slips, colgándolos en un gancho de la pared, como hacía calor y estaba ya sudando, se quitó también la camiseta, quedando desnudo completamente.

            Volvió a subirse, acariciándole la vagina el pony apartó su cola al momento. Se dispuso a apuntar con su polla a aquella negra rajita y cuando iba a penetrarla pensó que aquella sería su primera relación sexual, la primera vez que follaría y lo haría con un animal. La idea no le desagradó, tiempo tendría de descubrir coños femeninos, pero aquella oportunidad era de oro, si la cosa funcionaba, y tenía pintas de hacerlo muy bien, se podría olvidar de más intentos de masturbación infructuosos.

            Sintió el roce de la piel animal en su glande, lo movió arriba y abajo y abrió con sus dedos la suave concha que abultaba hacia fuera un poco, entonces su pene comenzó a deslizarse en su interior. La sensación fue inmediata y muy fuerte, aquella calentura arropó su polla y aquella humedad la lubricó al instante. Sintió un placer inenarrable que casi lo hizo caer del taburete, ¡y aquello sólo era el principio!. Se aferró fuertemente a la grupa del animal y metió su polla hasta que sus muslos toparon con el pelo del equino, con ella dentro respiró profundamente y trató de calmar su acelerado corazón, que amenazaba con salírsele del pecho.

            Pensó en follarla rápidamente y sintió muchas ganas de hacerlo pero luego recapacitó un segundo y decidió hacerlo suavemente tal como Adam había follado la primera vez con Dora. Al pensar esto sonrió, él estaba sintiendo lo mismo que aquel chico describió en sus memorias y se preguntó si sería igual hacerlo con un coño femenino. En fin, él tenía su polla metida en uno animal y la sensación no debía de ser muy distinta pues desde luego era tan placentera como la descrita por Adam en su relato.

            De modo que suavemente su polla salió del coño unos segundos, Tom la contempló, tan embadurnada en jugos transparentes, que casi le caían por los huevos, y volvió a sonreír de satisfacción. Luego la metió de nuevo y entró como si nada hasta el fondo, otro aluvión de sensaciones le recorrió todo el cuerpo, provocando que se le erizara el bello del cuerpo. Siguió penetrándola despacio, buscando su ritmo, sintió como decía Adam, que e pipí se le escapaba, pero luego no salía nada. Por su mente cruzó la guarrería que sería mearse allí dentro, pero la verdad es aquel animal tampoco es que fuese a protestar, pues tan sólo era un animal, exento de ascos y demás reprobaciones que podría lanzar una fémina en aquellas circunstancias.

            Ahora reparó en el animal, en aquella pony que tan sumisamente le había ofrecido y descubrió que su cola estaba tremendamente doblada, y que con suaves relinchos se quedaba quieta como una estatua, sin duda era toda una muestra de su aprobación el acto que hacían.

            Tan ensimismado estaba que ni se le pasó por la cabeza que alguien más pudiese estar allí. Cuando de pronto sintió como si efectivamente tuviese compañía, y lo estuvieran observando. Fue como una ligera presión en la nuca, seguida de un tenue dolor punzante y al girarse, nervioso, la vio...

            Allí, de pié junto a la entrada de la cuadra, su madre estaba con la boca abierta, en su cara pálida, con su largo pelo rubio rizado por las puntas. Incrédula ante la fantasmal escena que estaba contemplando. Tom se preguntó, a la velocidad del rayo cuanto tiempo hacía que estaba allí, fueron milésimas de segundo y del sobresalto al verla, al girarse, Tom se desequilibró sobre taburete y cayó al suelo de lado, de lado y tan desnudo como estaba.

            Su madre gritó e inmediatamente fue a socorrerlo, ayudándole a incorporarse un poco.

-         ¿Estás bien? -le preguntó.

-         ¡Mamá, yo, lo siento, estoy avergonzado! -gritó Tom mientras las lágrimas saltaban en sus ojos.

-         ¡Oh Tom, pero qué estabas haciendo, estabas...! -exclamó su madre sin atreverse a pronunciar la acción que su hijo efectivamente hacía con aquel animal.

-         ¡Oh mamá, perdóname yo no quería hacerlo pero es que...! -siguió lamentándose Tom entre lloros.

            El chico se sintió como cuando era pequeño y hacía una trastada, siendo pillado “in fraganti” por su madre.

-         ¿Te has hecho daño hijo? -le preguntó Karen finalmente, mientras él estaba recostado sujeto por su cuello por un brazo materno. Al preguntárselo su madre le echó una ojeada al resto de su cuerpo, un cuerpo blanco y desnudo, donde su polla seguía erecta y descapullada, con su glande rojo como un pimiento morrón en su punta.

-         ¡No mamá estoy bien, pero por favor no mires, qué vergüenza “joder”! -gritó Tom.

-         ¡Pero hijo no seas un mal hablado! -espetó instantáneamente su madre como si eso fuese lo mas importante, no decir tacos ni en aquellos momentos-. Bueno cariño, no pasa nada, no te preocupes, pero si te he visto desnudo un millón de veces... anda levántate.

            Tom, ayudado por su madre se incorporó, se le había pegado al cuerpo un poco de paja del suelo así que su madre, instintivamente lo limpió sacudiéndolo con su mano sobre su piel desnuda. Tom sintió aún más vergüenza y apartó sus manos al instante.

-         Anda vístete y hablamos, te espero fuera, ¿vale? No te preocupes, no te voy a regañar, ¿ok cariño?

            Como única respuesta Tom asintió con la cabeza y buscó sus ropas, colgadas en la pared. Mientras se vestía notó que las manos le temblaban y las lágrimas le caían de los ojos directamente al suelo, aunque ya no lloraba tanto como antes.

            Más que miedo al castigo sintió vergüenza por ser descubierto y luego rabia, cuando vio el pony y pensó que podía haber acabado su primer polvo, aunque hubiese sido con un animal.

            Cuando salió, Tom estaba muy apesadumbrado, con la mirada gacha, como la fiera que no quiere ofender al jefe de la manada, con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho.

-         Vamos cariño, lávate un poco si quieres fuera en el abrevadero, ¿vale? -le dijo su madre con una voz dulce y pacífica, sacudiéndole un poco de paja que tenía en sus largos cabellos, no tan rubios como los de su madre.

            El agua calló en sus manos, puestas en forma de cuenco, echándosela sobre la cara se lavo y refrescó. Estaba fría, tan fría como la del estanque, pero con aquel calor se agradecía su frescura, allí se serenó. Sintió la mano de su madre posándose en sus hombros y entonces recordó la vergüenza que había pasado y el recuerdo lo hizo lamentarse de nuevo.

            Cuando se incorporó, su madre le ofreció una toalla, se secó y luego sin saber por qué se abrazó a su madre.

-         Lo siento mamá, se que lo que he hecho ha estado mal.

-         No te preocupes hijo, no tienes por qué avergonzarte, a tu edad son naturales estas cosas -respondió ella conciliadora-. ¿Vamos a dar un paseo? -le propuso tomándolo de la mano como si fuese un niño pequeño.

            Andaron sin rumbo fijo y sin proponérselo se encaminaron al estanque, allí, en el embarcadero se sentaron, remojando los pies en sus frías aguas. Su madre no dijo nada en todo el camino y él por supuesto, tampoco. Cuando la carga es pesada, las palabras sobran y sólo el silencio ayuda a sobreponerse.

-         Bueno Tom, quiero decirte que no te voy a regañar ni a castigar, como ya sabes. Lo que has hecho no es que se algo que yo apruebe hijo, pero lo entiendo. Te estás convirtiendo en un hombre y es normal que tus instintos y tus hormonas te hayan inducido a tener sexo con el pony. Sólo quiero que hablemos de ello, sin reproches ni nada, sólo quiero ayudarte en lo que pueda, ¿vale? -dijo su madre como discurso de consuelo.

            Cuando Tom la miró de reojo, descubrió una blanca sonrisa en su rostro, con aquellos ojos verde esmeralda que tan guapa la hacían, mientras ella le acariciaba la nuca con sus suaves manos de largos dedos.

-         Nunca lo había hecho antes mamá... hoy estaba cepillando los caballos, aburrido, cuando todo ha surgido...

            Tom comenzó a relatar cómo se había producido la experiencia, su madre asentía con monosílabos, limitándose a escuchar, con su mano puesta sobre sus hombros, pegada a él. Cuando el relato terminó ella tomó la palabra.

-         ¿Y te ha gustado? -se limitó a preguntar.

            A veces las preguntas más simples son las más difíciles de responder, no por que no se sepa la respuesta sino porque no queremos confesarla.

-         Si -dijo escuétamente Tom.

            Y cuando ella iba a contestar estalló y continuó la frase.

-         Me ha gustado mucho mamá, yo nunca lo había hecho, quiero decir que nunca había tenido sexo ni con el pony, ni con chicas por supuesto. Últimamente he intentado masturbarme, pero no lo conseguía y hoy ahí en el establo. He sentido lo que probablemente se siente al tener “un coito” y a lo mejor hubiese sentido un orgasmo, no se mamá. Porque me estaba gustando mucho, lo confieso, no puedo, no quiero evitarlo, ¿acaso es eso malo mamá? -explicó apresuradamente, como si fuese la juez y él estuviese ansioso por eludir su condena.

-         Claro que no hijo, es absolutamente normal, como ya te he dicho. Entonces, ¿me has dicho que has intentando masturbarte? Pero que no lo has conseguido, ¿no?

-         ¡Oh si, bueno me lo han explicado algunos amigos pero yo lo hago y lo intento y lo único que consigo es que se me canse la mano y se me irrite la piel -dijo Tom provocando una risa mal contenida de su madre.

-         ¡Oh cariño perdona, es que me hace gracia como lo has dicho! No quería ofenderte. Es normal supongo que al principio esas cosas no salgan a la primera, tal vez es que aún no estabas preparado.

-         ¿Te puedo preguntar algo mamá?

-         Claro Tom, lo que quieras, lo que hoy hablemos quedará entre nosotros, no se lo voy a decir a nadie, ni siquiera a tu padre, ¿vale? Así que habla con libertad.

-         Es que me ha gustado mucho hacerlo con el pony, ¿realmente luego con una mujer es así o es mejor? -preguntó Tom.

-         Pues hijo, es distinto, con una chica a la que ames, será muchísimo mejor, o con tu mujer cuando la tengas. Aparte de que una mujer es más activa que un pony, pero eso ya lo descubrirás, aún eres joven...

            Tom se quedó pensativo, reflexivo más bien y ante la amorosa mirada de su madre abrió su corazón como nunca lo había hecho a ella antes.

-         Es que mamá, te confieso que me gustaría mucho poder seguir “practicando” con el pony. Me gustaría saber qué se siente al final, en el orgasmo y antes, lo estaba disfrutando tanto, que ahora es algo que deseo hacer profundamente.

-         ¡Te entiendo Tom, pero es que es un animal! Te puede pegar alguna enfermedad, ¿lo has pensado?

-         No, pero no se, qué enfermedad es contagiosa de los ponis a los hombres, no sé, yo deseo hacerlo, deseo tener un orgasmo... -suplicó amargamente Tom.

-         ¿No podrías masturbarte, a lo mejor lo consigues así? -le propuso su madre intentando quitarle de la cabeza su idea.

-         No mamá, no creo que masturbarse se parezca mínimamente a lo que estaba haciendo allí -contestó Tom.

-         Y si te ayudo yo, sin duda conmigo alcanzarías el orgasmo, ¡seguro! -afirmó rotundamente dejando boquiabierto a su hijo.

-         ¿En serio mamá? ¿Me ayudarías a correrme masturbándome? -preguntó Tom sin poder creerlo.

            Karen sonrió de nuevo e hizo una pausa, como pensando en lo que iba a decir a continuación. Tal vez se había precipitado en su propuesta, quien sabe lo que pasaba por su cabecita rubia en aquellos largos segundos...

-         Bueno si por supuesto, ¿a ti te importaría que yo te masturbase? -volvió a preguntarle.

-         Pues... la verdad es que me moriría de la vergüenza mamá, ¡verte ahí tocándome! -exclamó Tom con cierta aversión por la ocurrencia materna.

-         ¡Oye, pero si no pasa nada hombre, ya te he dicho que te he visto miles de veces desnudo! -le aseguró su madre zarandeándolo por los hombros tiernamente.

            Tom rió ante los juegos de su madre y su tensión, lo que quedaba de ella al menos, se disipó, dando paso a la una distensión tan necesaria para él tras lo vivido hacía unos minutos.

-         En serio mamá, ¿te importaría que volviese con el pony? -volvió a su idea original.

-         ¿Ahora? -preguntó su madre forzando una confirmación innecesaria, pues ya sabía la respuesta.

-         Si, ahora, me apetecería concluir lo que había empezado.

-         Muy bien hijo, pero lo harás con un condón, ¿vale? No te vaya a pegar algo el pony ese. Te daré uno de tu padre y te enseñare a usarlo, ¡ah y no admito un no por respuesta! -aclaró zanjando de antemano posibles protestas.

            Volvieron al establo, su madre se acercó a la casa y pidió a Tom que esperase en la puerta. Pero él, impaciente como estaba no dudó en desobedecer y volver junto al animalito, que parecía estar esperándolo. Tan manso como al principio se dejó sobar tranquilamente en su chocho animal, Tom lo acarició y comprobó que aún seguía húmedo y lubricado, sus dedos se deslizaron por él con facilidad, aunque sólo llegó a meterle dos de ellos.

            Cuando entró su madre de nuevo, contempló a Tom en sus caricias y sintió como si lo interrumpiese, con una leve tos llamó su atención y la situación por momentos se puso algo tensa de nuevo.

-         Bueno hijo, ya veo que tus hormonas no pueden esperar. ¡Míra aquí los traigo te he traído de sobra para que tengas para otras ocasiones! -se los mostró en su mano-. Ahora te enseñaré a ponértelos hijo, es sencillo y no tardaré más de un minuto, ¡y no admito un no por respuesta! -le advirtió dejándolo claro.

-         Pero mamá, ¿no crees que yo podría hacerlo? -protestó Tom sintiéndose como un niño pequeño que no quiere ser instruido, claro el tema era más íntimo que un simple juego infantil.

-         ¡No seas tonto hombre, si no serán ni treinta segundos, te lo explico, te lo pongo la primera vez, que es la más difícil y las siguientes ya practicas, tú. Y te repito que: ¡No admito un no por respuesta! -volvió a insistir su madre abalanzándose sobre él y levantándole la camiseta.

            Tom obedeció de mala gana, no estaba seguro de lo que ocurriría, pues la vergüenza era tal que igual no se empalmaba y su madre tenía que marcharse y él quedarse sin su estreno de virginidad animal. Continuó él desvistiéndose hasta que se sacó los slips de nuevo. Con una ojeada a su pito, descubrió que estaba morcillón, sin duda la vergüenza había podido con él, ¿qué iba ha hacer ahora?

            Su madre al ver que no estaba en erección se quedó un momento quieta sin saber por donde empezar, sin saber si decirle que se la meneara o hacerlo ella. Así que guiada por su intuición femenina decidió romper el hielo y tomar ella la iniciativa.

            El chico vio como su madre se colocaba detrás suyo y sin amilanarse ante su “falta de interés”, lo sorprendió tomando su pene con la mano desde atrás, cogiéndolo junto con sus testículos y manoseándolo como si de masa de pan se tratase, para darle forma.

-         No pasa nada, me pondré detrás y así al no verme la cara igual te cortas menos hijo, soy capaz de ponértelo desde aquí, ya verás -le dijo su madre.

            Tom se dejó hacer y con experta maestría insistió en empalmar su pollita adolescente. El tema estaba complicado pues Tom se había cortado mucho y él, mientras lo hacía, mientras sentía cómo las manos de su madre lo tocaban impúdicamente, pensó en la situación, se vio desde fuera imaginándose la escena, como si fuese una proyección, con su madre tocándole sus partes, a modo de inicio de una escena porno. Fugazmente pensó en cómo se giraría y arrodillándose la haría entrar en su boca y... ¡¡¡se la chuparía!!!

            Apartó ese pensamiento de su mente de inmediato, enviándolo a lo más profundo de su subconsciente, rechazándolo de plano. El tabú era demasiado fuerte para almacenarlo en su mente consciente. Pero la escena produjo un resultado evidente y su pene creció en las manos de su madre hasta ponerse como una estaca, tieso, ligeramente inclinado hacia arriba.

-         ¡Uh, ya está cariño! Pensabas que no lo iba a conseguir, ¿eh? No te avergüences hijo, esto es algo “inusual”, pero será sólo un momento más -dijo mientras le besaba en la megilla.

            Tom sintió el olor corporal de su madre, no olía a colonia, es más diría que estaba algo sudada como él, pero su olor le gustó, sentirla tan cerca le excitó y mientras le explicaba los entresijos de colocar un condón en su polla, él no podía evitar pensar en otras cosas. Encima sentía los manoseos en su pene, una mano ajena, la primera mano ajena que se lo tocaba y era su madre, en otras circunstancias podría haber sentido cierta emoción, pero aquella vez lo único que sentía era una mezcla de vergüenza por su excitación, por lo que le hacía y por lo que había pensado momentos antes.

            En un periquete su pene fue enfundado en un condón, le estaba algo suelto, pero ella le dijo que era normal, su polla aún estaba “en crecimiento” según ella. Lo cierto es que por alguna razón su madre no paraba de hablar, y su parloteo lo tenía como hipnotizado y apenas escuchaba nada de lo que decía, eso sí, se fijaba en sus risas pues el ambiente pasó a ser de lo mas distendido.

            Se subió al taburete y con su madre aún allí mirando, se dio cuenta finalmente de donde estaba.

-         ¡Vamos cariño, ya puedes penetrarla! -le animó de repente.

-         Mamá, yo creo que sería mejor si no me vieses hacerlo -replicó Tom con cierta pesadumbre.

-         ¡Oh si, ya me voy! -exclamó su madre tal vez avergonzándose por hasta donde había llegado en ese momento-. ¿No necesitas mi ayuda para... eso, verdad? -balbuceó.

-         Creo que no mamá, de todas formas gracias por los condones.

-         Bueno hijo, pues entonces ya me marcho -inquirió, agitando las manos sin saber bien donde ponerlas-. Espero que te guste -añadió con una sonrisa maliciosa.

            Karen comenzó a tretroceder, sin dejar de de fijarse en el pene erecto y enfundando en látex de su hijo desnudo, encima de aquel taburete, en la parte trasera de aquel pony hembra, al que en unos instantes se follaría.

-         Si necesitas ayuda no dudes en buscarme, estaré en la casa...

-         Vale mamá, gracias -se limitó a decir Tom, sintiéndose en cierta manera ridículo en aquella situación.

            Cuando su polla entró de nuevo en aquel coño animal volvió a sentir la sensación inicial, no distaba mucho de la vez anterior, a pesar de que ahora la tenía plastificada. Pero notó que no era la misma sensación, aunque por respeto a su madre prefirió no quitárselo y siguió follando a su pony con él.

            Con suaves embestidas ensayó la follada, como si estuviese practicando, entrenándose para el día de mañana follar a una mujer. Sintió de nuevo las ganas casi irresistibles de hacer piss y se detuvo un momento con su polla dentro. Luego continuó, con los ojos cerrados se imaginó que... “¡era su madre a quien follaba! ¡No! -se dijo a si mismo, sin saber a ciencia cierta si lo dijo de viva voz, o tal vez sólo lo pensó y apartó de nuevo aquel pensamiento de su mente.

            Se distrajo momentáneamente contemplando el otro pony que también estaba allí pero en otra esquina y observó que su pollón caía al suelo aparatosamente. El muy bribón se había excitado, tal vez oyendo los suaves relinchos de su compañera. Tom sintió como si se la estuviese quitando y encima delante de sus narices, “bueno caballito, tú ya la tendrás otro día, hoy es mía”, -dijo esta vez en voz alta, como si le fuese a entender.

            Continuó follando, pensó en Dora, y ahí el tema funcionó mejor, aceptó la idea de estar follándose a Dora, adoptando el papel de Adam, el niño a quien cuidaba. Y mientras se lo imaginaba las sensaciones que lo envolvían crecieron en intensidad, hasta que con una tensión máxima notó como si le fuese a estallar su polla... “¡Si!”, - cayó rendido encima de la grupa del animal tras haber dado unas cuantas embestidas con fuerza y sentir como un mar de chisporroteos de estrellas giraba a su alrededor, trasladándolo en el tiempo y el espacio hasta el pasado, hasta los tiempos en que Dora y Adam habían disfrutado de su primer orgasmo juntos...

            Respirando se recuperó, extrajo su polla de aquel coño animal y se repuso, bajó del taburete y se deshizo del plástico, no sin antes mirar en su interior, para ver si había leche. Lo único que encontró fue un líquido transparente, como si agua se tratase y en cantidades poco apreciables, ni siquiera llenó la pequeña protuberancia que tenía el condón en su punta.

            Salió del establo y se encaminó a la casa. Mientras iba de camino pensó en lo que diría a su madre, o en si le preguntaría, en cambio cuando entró, sólo acertó a decir: “Mamá, voy a ducharme”.

-         Muy bien cariño, yo estoy ya preparando la comida. Por cierto, tu padre y Cathy han llamado, se les ha hecho tarde y se van a quedar a comer en el pueblo ya, así que comeremos solos -le dijo desde la cocina, sin llegar a verlo subir por las escaleras.

            Durante el íntimo almuerzo, ni su madre ni él hablaron del tema. Tal vez ella esperaba que él dijese algo, y él no se atrevía a decir nada y esperaba que tal vez ella le preguntase. Comoquiera que fuese terminaron de almorzar y quitaron la mesa sin apenas cruzar palabra.

-         Oye Tom, ¿te apetecería que fuésemos esta tarde al lago a bañarnos? -le preguntó su madre mientras terminaban.

-         ¡Oh claro, aunque me gustaría dormir un rato, estoy cansado!

-         ¡Por supuesto, yo lo decía para después de la siesta! -aclaró su madre.

-         Ok -contestó Tom.

            Tras la siesta Tom se despertó bañado en sudor, el calor apretaba en aquel día de verano y concluyó que era imposible dormir en aquellas circunstancias, así que se acordó del ofrecimiento de su madre y fue a buscarla a su dormitorio.

            Tom se acercó y como la puerta estaba abierta pensó que tal vez su madre ya había bajado al salón y se asomó. Al hacerlo vio a su madre tendida en la cama con los pechos fuera y en braguitas, ésta al verlo se sobresaltó y se tapó instintivamente sus senos.

-         ¡Oh lo siento mamá, creí que ya habías bajado! -se excusó Tom ocultándose tras la puerta.

-         ¡No pasa nada Tom... me pongo el bañador y nos vamos! -se apresuró a decir su madre.

            El incidente no tuvo mucha importancia, pero Tom, vio sus senos con claridad, unos senos blancos con aureolas sonrosadas y pezones pequeños, no pensaba que su madre las tuviese tan grandes, pero al verlas al natural le impresionaron un poco.

            El sol de la tarde aún calentaba con fuerza, pero ya venida a menos. Su madre lo cogió del brazo y alegremente fueron a bañarse, tras el chapuzón de rigor para refrescarse estuvieron jugando en el agua y nadando un poco. Sus pieles, mojadas por las aguas de montaña se rozaron en sus juegos y Tom se divirtió con su madre y ella con él.

            Cuando se cansaron salieron a secarse y buscaron la sombra de los álamos cercanos, sentándose uno junto a otro en las toallas. El silencio se apropió del ambiente y sólo la brisa moviendo los miles de hojas encima de sus cabezas provocaba que estas  entrechocaran y sonara un crujir como el de las olas cuando llegan a la orilla de la playa.

-         Bueno hijo, ¿qué tal fue? -preguntó su madre por sorpresa.

            Tom se tomó su tiempo, tal vez esperaba esa pregunta y por fin había llegado.

-         Pues muy bien mamá, fenomenal diría yo. Me ha encantado hacerlo -le expresó.

-         ¡Me alegro mucho por ti hijo! -dijo ella abrazándolo por los hombros, a su lado, pegando su costado al suyo.

-         Si hacerlo con una mujer es parecido a esto, me va a encantar tener novia -agregó con una sonrisa socarrona en sus labios.

-         ¡Qué pillín eres! -le pellizcó la mejilla.

-         ¿Hacer una pregunta íntima mamá? -le preguntó con educación.

-         ¿Sobre sexo?

-         Si, bueno... cuando se practica sexo con una mujer, supongo que a ella le gustará que él aguante mucho haciéndolo, ¿no?

-         ¡Oh claro hijo! El hombre debe aguantar un poco para que ella pueda excitarse y correrse también -le explicó su madre aliviada tras la incertidumbre de la pregutna que iba a recibir.

-         Y, ¿papá aguanta mucho? -se atrevió a preguntar.

-         Bueno si, bastante, él lo hace bien hijo.

-         ¿Y siempre lo hace con condón? -continuó con sus preguntas empezando a incomodar a su madre.

-         Pues casi siempre, bueno alguna vez lo hacemos sin él, pero luego él se c... -Karen se trabó al ir a pronunciar la palabra en cuestión pero no encontró otra apropiada para explicarlo así que al final lo dijo-, bueno cuando se va a correr lo hace fuera para que no me quede embarazada.

-         ¡Muy interesante! Es que yo mamá, hoy noté más excitación sin el condón que cuando me lo puse, es muy parecido pero el contacto directo con el interior, es como más intenso sin el plástico, ¿no podría hacerlo sin él? Total el pony está sano y no creo que me pegue nada malo -le propuso para terminar se incomodar a su madre.

-         Bueno hijo, no sé, si quieres probar, puedes hacerlo, si así te gusta más. Tu padre también lo dice por eso algunas temporadas tomo la píldora, bueno así no tenemos que preocuparnos por hacerlo fuera y eso... -rectificó su explicación inicial y confesó finalmente que se corría en su coño.

            Tom asumió la respuesta y se imaginó a su madre bajo su padre, mientras este llenaba su coño de leche y ella retozaba debajo de él. El pensamiento le excitó tanto que esta vez no quiso abortarlo y se recreó en su imaginación con él.

-         ¡El sexo es fantástico mamá! -se atrevió a confesarle.

-         Tienes toda la razón hijo, y más ahora para ti que estás empezando a disfrutarlo. Me gusta que me lo cuentes hijo, no sé, siento que puedo ayudarte a comprenderlo y así tú te evitarás posibles frustraciones o desengaños. Te animo a contarme y preguntarme lo que quieras saber, ¿de acuerdo? -le propuso emotivamente su madre.

            El chico se fijó en los pechos de su madre, los que justo antes había visto desnudos y se excitó observándolos de nuevo.

-         Gracias mamá, te mantendré informada de mis avances -dijo jocosamente.

            Karen volvió a sonreír, su hijo tenía un humor muy especial que la hacía reír un montón, muy inteligente sin duda.

-         ¡Uf mamá, tanto hablar de sexo ha hecho que se me levante de nuevo! -exclamó mientras separaba un poco las piernas para que ella contemplase el bulto que lo delataba en su bañador.

-         Pero Tom, ¡eres insaciable! -volvieron a reír juntos.

-         ¿Sigue en pie lo de ayudarme a masturbarme? -inquirió de nuevo Tom cogiéndola en un renuncio.

-         Bueno ya tienes tu pony, qué mas quieres -se rió su madre al contestarle.

            Al poco rato se les unieron su hermana y su padre, que habían vuelto del pueblo. Sin duda Tom recordaría aquel día, al igual que Adam, el día en que perdió su virginidad, ayudado por su madre, con aquella pony tan mansa y servicial.

Nota del autor: Si has llegado hasta aquí, puedes visitar mi blog (zorro-blanco2003.blogspot.com), en él comento este giro en la historia.

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