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Caluroso Verano (7)

en Amor filial

En algún lugar al oeste de Andalucía(Espapa)...

Me encanta ver a chicas y mujeres masturbándose, el sexo en pareja está bien, pero el sexo en solitario es tanto más necesario que el otro. Gozamos de nuestros cuerpos, mientras llevamos nuestra mente donde queramos, es decir, follamos imaginariamente con quien más deseemos y podemos hacerlo tan real...

Séptimo y último capitulo que publicaré aquí en TR, aún quedan 18 capítulos de aventura en la novela, con giro inesperado incluído, ¿te los vas a perder?

Capítulo 7

Al día siguiente vinieron a casa a buscarme Luisa y su madre.

— ¿Qué pasa vecino, ya no te acuerdas de mí Luisa? —me espetó su madre nada más verme.

— Bueno es que ayer estuve en casa de un amigo todo el día jugando a la consola y no os vi en la piscina cuando bajé con mi madre por la tarde.

— Si, es que tuve que salir por unos asuntos. Pues sabes qué, mi Luisa te echa de menos, así que hemos venido a buscarte. ¿Te vienes al centro comercial con nosotros?

— Vale, ¡me pongo las zapatillas y salimos!

Lo cierto es que en cierta medida echaba ya de menos a Luisa. Tras un día sin verla mi libido volvió por sus fueros, ¡noté que estaba a rebosar nada más verla hoy! Me apetecía echar un polvete con ella, pero también pensé en su madre. Hoy se presentó en casa con unos shorts súper cortos que lucían sus piernas morenas, conjuntada con una camisa atada en su cintura marcando ombligo. ¡La tía estaba más buena que la hija y mira que la niña estaba buena! Lo que pasa es que en el fondo ella me ponía más cachondo, pues con aquella edad me gustaban más las maduras, sería porque las veía con más experiencia o porque tenían pechos más grandes, el caso es que me sentía muy atraído por ellas.

De camino al centro comercial íbamos charlando de cosas sin importancia, yo iba de copiloto y recuerdo que no paraba de mirar sus piernas mientras accionaba los pedales para conducir, ya picaba la calor.

— Ismael, a ti te sigue gustando Luisa, ¿no? —me preguntó de repente su madre.

— ¡Oh claro que sí! —respondí yo confundido.

— Bueno, es que al no venir ayer a verla, pensé que a lo mejor te habías cansado, aunque claro habíais cogido una racha diaria que era difícil de mantener, supongo que quisiste descansar.

— ¡Claro! De todas formas ayer es que vino a buscarme un amigo del colegio y por eso no pasé a veros —mentí.

— Bueno no pasa nada, hoy lo pasaremos genial ya verás —dijo y me puso su mano en las rodillas, algo que me erizó el bello en aquellos momentos.

Al llegar, como hacía mucho calor tomamos algo en una terraza para refrescarnos y seguimos charlando.

— Elisa, me gustaría decirte algo —dije yo.

— ¿De qué se trata? —preguntó solícita.

— Me hiciste una promesa, ¿recuerdas?

— ¿Una promesa? ¡Ah espera un momento pillín, ya caigo! —afirmó mirándome a través de sus grandes gafas de sol.

— Y aún no as cumplido —añadí con toda la intención.

— Bueno, te lo prometí y estoy dispuesta a cumplirlo, eso sí, tampoco quiero que dejes de lado a mi niña por eso, ¿eh?

— ¡Oh no, en absoluto! Me lo paso muy bien con ella y la echo de menos, no te quepa duda de que ayer yo también me acordé de ella —mentí piadosamente, pero era lo que tocaba en ese momento.

— ¡Es que sois muy fogosos a vuestra edad!

— Por eso también quiero hacerlo contigo, ¡es que estás tan buena Elisa que estoy deseando verte desnuda y hacerte de todo! —deje yo tratando de parecer irresistible.

— ¿De todo? Por ejemplo qué me harías, ¡cuéntame! —dijo ella acercándose para tener más intimidad.

— Lo que tú quieras —agregué ya desatado—. Te comería cada centímetro de tu piel y especialmente lo que más te guste —dije con descaro.

— ¡Oh, qué bien Ismael, cómo me pone oírtelo decir! —respondió ella metida en la conversación—. ¿Y qué más?

— Pues luego follaríamos en varias posturas —expliqué yo sin mucha imaginación, la verdad.

La conversación se había puesto, en cuestión de segundos, al rojo vivo.

— ¿Y te gustaría que te comiera la polla? ¿Alguna vez te la han comido? —me interrogó.

— No, ¿lo harías tú? —pregunté incrédulo.

— ¡Por supuesto! ¡Te la comería y para mí sería una delicia estrenar tu polla con mi boca! Ya verás, te dejaré pasmao —dijo finalmente, dando por terminada nuestra caliente conversación.

Subimos a las tiendas. Ellas se dedicaron a mirar ropa y yo me limité a acompañarlas. Luisa me cogió de la mano y no me soltaba, así que me dejé llevar por ella. Eso sí, de vez en cuando tenía que apartar sus manos de mi, pues no dudaba en meterme mano delante de la gente.

Entramos al probador, Elisa se quería probar unos vestidos y algunas minifaldas. Casi no había gente en los probadores así que Luisa y yo esperamos a que su madre se fuese probando las prendas. Cuando se ponía algo descorría las cortinas y nos pedía opinión, luego las volvía a correr y se cambiaba.

En esos momentos tuve una loca idea y me asomé a la cortina sin que ella se percatase de mi atrevimiento.

Elisa se quitó el pantalón y la camisa que llevaba y me dejó contemplar su tanga rosa, que en su culo se limitaba a una tirilla de tela que se perdía entre sus generosos cachetes.

Llevaba un sujetador a juego con transparencias que dejaban ver sus grandes aureolas sonrosadas, así como sus pezones algo más oscuros y gordos, la tía estaba empitonada, con lo que me puso a mil.

Mientras se miraba al espejo que tenía en frente se dio cuenta en el reflejo del mismo que la estaba mirando por el filo de la cortinilla y se sonrió al verme. Para colmo ni corta ni perezosa se llevó su mano a su tanga acariciándose su Monte de Venus, luego lo apartó y me ofreció una vista maravillosa de su depilado pubis y a continuación lamió las yemas de los dedos y comenzó a acariciarse sus labios vaginales sensualmente, mirándose al espejo, fingiendo estar ajea a mis miradas.

Cuando ya no podía más de excitación, de repente Elisa abrió la cortina y nos metió para el probador. Allí me sentó y ofreciéndome descaradamente su coño apretó mi cabeza contra su pubis, clavándose mi nariz en su piel.

— ¡Vamos come, no querías mi coño, pues cómetelo todo! —exclamó mientras yo sacaba la lengua y me zambullía entre sus pliegues, recorriéndoselo en todas direcciones.

— ¡Qué coño tan precioso tienes! —exclamé tras una pausa.

— ¿Te gusta? ¡Oh si, sigue comiendo! —respondió.

Tras unos momentos de pasión, Elisa me retiró la cabeza de su coño y subiéndole la falda a su hija, le apartó las bragas y me forzó a comérselo también ahora a ella.

— ¡Vamos, cómeselo también a Luisa! No ves que la pobre está ansiosa también por que le des tu lengua? —me dijo mientras me pegaba la cabeza a su chochito y le mantenía la falda levantada.

— ¡No nos pillarán! —exclamé dándome un respiro.

— Claro que no, tonto, casi no hay nadie en el probador, ¡vamos sigue! —dijo forzándome a continuar, pero ahora con el suyo.

El coño de Elisa tenía un olor más fuerte que el de su hija y su sabor también era más intenso, pensé que así es como debían saber los coños maduros y me comí todos los jugos que afloraron a sus labios producto de mis succiones. Me dijo que me chupase un dedo y se lo metiese, luego dos y luego tres, de modo que acabé follándola con ellos al tiempo que le comía el coño. Luego pasé a Luisa y le hice lo mismo. No sé el tiempo que estuve allí comiéndoles el coño, aunque no quise mirar la hora.

— ¡Oh, me voy a correr! —exclamó la madre—. Ahora es nuestro turno, ¡descansa!

De modo que allí, en el probador, ambas se arrodillaron y Elisa se tragó mi dura verga hasta los huevos, algo que me transportó a un mundo nuevo de sensaciones, provocándome cierto vértigo al sentir la implacabilidad de su garganta sobre mi henchido glande.

Luego se lo ofreció a Luisa, quien tímidamente lo chupó, parecía que no lo había hecho antes y tuvo sus dudas, pero por suerte la madre la ayudó a comprender que aquella práctica sexual también podía ser excitante y esta se afanó en su tarea.

Ambas mujeres me la chuparon por turnos y yo sentí que accedía poco menos que al Valhala de los vikingos. También me vi obligado a pararlas en un par de ocasiones para no correrme.

— Volvamos a casa y allí terminaremos esto, ¿qué te parece?

— ¡Estupendo! —dije entusiasmado.

No veía el momento de penetrar a ambas hembras, ¿sería aquello lo más parecido a tener un harén? —me pregunté en aquellos momentos.

Me limpié con un pañuelo de papel que me dio y admiré cómo Elisa se limpiaba su coño, que ahora estaba jugoso y caliente, con los labios hinchados como un fresón maduro. También me gustó ver cómo limpiaba el sexo a su hija, un momento dulce y delicado entre madre e hija.

Para salir del probador acordamos que primero lo hiciera yo, para disimular y luego salieron madre e hija, y de este modo abandonamos la tienda con la madre cogiéndonos de la mano a su hija y a mí.

— ¿Tienes ganas de follar? —me preguntó Elisa nada más salir.

— ¡Muchas! —contesté yo.

Volvimos al parking, a por el coche. Nada más entrar decidí abrazarla y darle un beso en los labios, con más intención que acierto, pues no sabía besar. Ella reaccionó y tomó el mando chupándome la boca y metiéndome su dulce lengua en la mía: ¡Me supo a miel!

Sin más dilaciones arrancó y salimos disparados de allí. El trayecto de vuelta se me hizo eterno, casi no intercambiamos palabra. Yo le metí la mano entre sus muslos y ella abrió las piernas mientras conducía. Elisa también aprovechó para echar mano a mi polla, y cogerla cuando no estaba cambiando de marchas, ¡aquello era muy excitante!

Pero entonces, al salir a la autovía todo cambió de repente, pues nos cogió un atasco y nos quedamos parados entre los coches, mientras avanzamos muy despacio.

Con coches a nuestra altura, tuvimos que dar por finalizados nuestros juegos de conducción, lo que fue un poco frustrante y nos cortó el rollo. Cuando ya llevábamos un tiempo indeterminado en el atasco, Elisa vio una salida sin cartel y se lanzó por ella, accediendo a un camino de tierra mientras nos alejábamos de la colapsada autovía.

Comenzó a rodar por el camino y nos adentramos en unas huertas. Vio una parcela que estaba plantada de largos álamos para madera y decidió rodearla y estacionar el coche detrás de los arboles, de forma que no se viese desde la carretera, que seguía repleta de coches a no demasiada distancia.

— ¿Qué te parece si follamos aquí mismo? —dijo nada más parar.

— ¡Por mi perfecto, ya no aguanto más!

Abrimos las puertas del coche y la suave brisa, del frescor que proporcionaban los álamos entró y nos reconfortó. En el borde de la parcela había hierba, que estaba aún verde, pues los álamos necesitan mucha agua para crecer, y junto a ellos discurría un pequeño canal de riego con un palmo de agua.

— Vamos, primero tienes que complacer a Luisa y luego, si te quedan fuerzas, lo harás conmigo —me advirtió.

— ¡Ya lo creo! —dije sin dudarlo.

Pasé a la parte trasera y dejé abierta la puerta del lado de los álamos, Luisa me besó muy excitada cuando me acerqué a ella, así que tiré de sus bragas y se las saqué por las piernas. Luego me eché encima suyo mientras ésta se recostaba en el asiento trasero.

Entré a su sexo y en aquel momento dude si sería capaz de aguantar la follada con Luisa para seguir con la madre, pero decidí concentrarme en otra cosa y follarla mecánicamente, después de todo mi objetivo era Elisa y a la hija le gustaría igualmente aunque yo no pensase en ella en aquellos momentos.

El truco funcionó, la follé encima y luego a cuatro patas sobre el asiento, Luisa gimió y disfrutó de mis embestidas hasta que conseguí arrancarle su orgasmo.

Mientras tanto la madre había estado en el asiento delantero viéndonos follar por el retrovisor, como si fuese una taxista voyeur.

— ¡Ya está ahora nos toca! —dije yo entusiasmado.

— Vale, campeón, ¡vente conmigo! —respondió la madre.

Se fue hacia el maletero y echó una toalla de playa al suelo.

— ¡Aquí estaremos cómodos! —dijo finalmente cuando acabó de extenderla.

— ¡Vamos túmbate! —me ordenó.

Obedecí y entonces Elisa se quitó los shorts y se bajó las bragas, acomodándose en cuclillas encima de mí, se clavó mi polla sin dificultad en su coño, ya excitado tras mi cunnilingus en los probadores, clavándosela hasta los riñones. Al meterla mi excitación se disparó, ¡qué morbo! ¡Qué caliente lo tenía! ¡Qué buena estaba!

 Comenzó a follarme despacito, dejando que mi excitación se aplacara. Yo le desaté la blusa que llevaba anudada por encima del ombligo y me dediqué a acariciar sus enormes pechos y grandes pezones duros con garbanzos, rodeados por grandes areolas sonrosadas.

— ¡Así pellízcame los pezones! ¡Me gusta mucho! —confesó.

Entonces comenzó a subir y bajar con más energía, casi me casca los huevos de lo enérgicamente que se sentaba sobre mi ya maltrecha verga.

— ¡Espera! —grité yo—. ¡No te muevas, que me voy a correr!

— ¡No te vayas a correr! —me ordenó en ese momento.

La hembra que me cubría se quedó inmóvil, con mi polla clavada en lo más profundo de su flor que era capaz de alcanzar, luego se la sacó.

— Cambiemos de postura para que te relajes un poco —me ordenó de nuevo.

Yo estaba algo sorprendido por lo exhaustivo de sus órdenes, pero las obedecí sin rechistar. Me propuso follarla desde atrás, para lo que se colocó como una sumisa gatita a cuatro patas en la toalla.

Suavemente mi glande se hundió entre sus gruesos labios vaginales. Elisa gimió y yo bufé, aquello fue delicioso, volví a insistir hasta tenerla clavada lo más profundamente que pude y con toda ella dentro, me paré.

Aferrado a sus caderas bufé de nuevo, ¡aquello era genial! Aferrándome a su culo comencé a darle suaves embestidas, pues no quería precipitar mi corrida y muy despacio, mientras ella se acariciaba el clítoris, mi polla entraba y salía.

— ¡Méteme el dedo en el culo!

— ¿Cómo? —pregunté yo sin querer entender lo que me pedía.

— Chúpate el dedo y métemelo en el culo mientras me follas, ¡vamos hazlo! —me ordenó.

No muy convencido lo hice y seguí moviendo mis caderas suavemente. Al hacerlo noté como sus músculos vaginales se contraían sobre mi polla y hacía que el roce fuese más placentero y a juzgar por sus gemidos, para ella también lo era, así que seguí follándola con gran placer.

Momentos más tarde me hizo otra sugerencia.

— Prueba ahora a meterla por el culo —dijo con voz mustia.

Ante la nueva oferta no me lo pensé dos veces, la cogí y la apreté contra su ajustado ojal. Nada más hacerlo supe que no sería tarea fácil, pues su agujero se cerraba y mi glande se doblaba al presionar, por suerte su mano experta vino en mi ayuda y sujetándola firmemente la condujo hasta su interior.

De nuevo una explosión de placer me inundó, aquella nueva práctica sexual, la más atrevida que me habían ofrecido hasta entonces era demasiado intensa para mí, un principiante en las artes amatorias, así que ineludiblemente, tras dar unas cuantas culadas por aquel oscuro agujero, la presión fue tal que estallé en su interior.

Aunque para mi sorpresa, mientras me corría, Elisa comenzó a mover su culo machacándome aún más mi maltrecho pene y gozando con mi corrida culera tanto o más que yo mismo.

Derrotada y dolorida, mi polla salió de su estrecho agujero, aunque aún mantenía su erección briosa, pues no hay nada como la juventud.

Elisa se giró y me felicitó por lo bien que me había portado, dándome un sabroso morreo con sus gruesos labios, yo me abracé a su culo y me aferré a él estrechándola contra mi cintura, aspirando por última vez su perfume en su cuello tan de cerca que le hubiese dado un mordisco para probar a qué sabía tan deliciosa mujer.

Volvimos al coche y arrancamos poniéndonos en el camino de vuelta a casa, el atasco por suerte ya había pasado, por lo que en un periquete estuvimos almorzando en familia…

PD: Como ya sabéis, la novela consta de 25 capítulos en los que hay mucha tela que cortar, aquí dejo os los enlaces:

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