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Like a Dream (4)

en Hetero: General

Encuentro

Rollito, tallarines y cerdo agridulce. Daniel era un hombre de costumbres, por eso hoy viernes fue al mismo chino donde solía ir aquellos viernes que salía, y con ligeras variaciones, su menú favorito era el anterior.

La chica del chino ya lo conocía y como única conversación le ofrecía siempre su sonrisa blanca con esa carita de chinita que nunca ha roto un plato. Daniel se preguntaba cómo sería hacerlo con una china, pues como raza parecían bastante modositas y sumisas: “Tal vez estuviese bien tener a una chinita sumisa para mi sólo”; pensó mientras comenzaba a aderezar el rollito, previamente abierto con salsa agridulce. ¡Entonces se le ocurrió que sería interesante rociar a la chinita con dicha salsa y comerla toda entera! Este pensamiento le hizo sonreír, sin duda si alguien de los allí presentes lo estaba observando, bien podría pensar que aquel que sonreía sólo era un loco solitario y lo cierto es que tal vez no anduviese muy desencaminado.

Sin duda la vida es como la salsa agridulce, que dependiendo a qué la eches, puede primar su sabor agrio o su sabor dulce. Unas veces comes platos dulces que te llenan y satisfacen y otras comulgas con la amargura y apenas puedes tragar un bocado, pero como no vienen elegidos sino impuestos, dichos momentos se hacen eternos mientras duran.

Pero como no hay noche sin día, ni día que el sol no salga, estos momentos siempre pasan y una vez repuestos, se archivan en el subconsciente, donde con suerte dejand e ser recordados por un tiempo... tal vez hasta la próxima vez que el infortunio se cruce en nuestro camino y nos volvamos a sentir desdichados.

Salió del chino con la barriga llena, aunque sabía que ese tipo de comida digiere en seguida y que apenas una hora más tarde estaría en óptimas condiciones.

Algo que había vuelto ha hacer desde que asumió su nuevo estado civil es retomar el gusto por el cine, así, cada quince días se veía una o dos pelis, entre el viernes y el domingo. No importaba lo que pusieran en cartelera, elegía entre la oferta, a veces acertaba a veces no, pero le ayudaba a pasar el rato antes seguir con su noche de “juerga”.

¿Y por qué no sólo? En los países latinos parece que está mal visto salir sólo, pero no tendría por qué, pues no todo el mundo tiene una pandilla de amigos con la que salir y si la tiene al final termina yendo a sitios donde no le apetecía ir. Por ese problema no lo tenía Daniel, pues él siempre salía sólo, ya se había acostumbrado...

- Jack Daniels con agua mineral -le dijo echándose encima de la barra del pub para que la maciza camarera lo pudiese oír, lo que le permitió echar una ojeada más de cerca a su generoso escote de pechos probablemente realzados por el relleno de su sujetador.

Siempre que pedía eso la camarera de turno le miraba con extrañeza, pues no solía ser una combinación habitual que pidiesen los clientes del pub donde estas servían bebidas con sus encantos curvados y generosos. Lo normal era que la gente se decantase por el sabor dulzón de la cola, y lo mezclasen con algún ron o tal vez por el sabor a menta de la ginebra aliñándola con tónica. De nuevo le vino a la mente la idea de que la vida era como la salsa agridulce, algunos se decantaban por lo dulce y otros por lo amargo.

- Son 7,50€ -gritó la voluptuosa camarera de pelo largo, negro y lacio, acercándose al oído de Daniel.

- Aquí tienes guapa, quédate el cambio -le dijo Daniel soltando un billete de 10-, pues con ese escote y con esas curvas que tienes ya me has regalado la vista y te lo mereces.

La chica cogió el billete y se fue a la caja para depositarlo y cambiar su propina. Daniel se quedó pensativo, pues la última frase que pensó nunca llegó a salir de sus labios, ¡qué mas querría él que soltarle eso a la camarera maciza y quedarse tan a gusto! Pero no, esa última frase sólo fue pronunciada en su mente, sin llegar a ser vocalizada y transformada en ondas sonoras que la transmitieran a su receptora.

Sin duda estaba casi seguro de que la chica le sonreiría si hubiese sido capaz de soltarle tal piropo, pero el pudor se lo impedía, aún cuando estaba ya bajo los efectos etílicos de su licor preferido.

El sitio estaba hasta las trancas de gente, chicas guapas y chicos bien parecidos lo rodeaban. A veces se sentía un poco sólo entre tanta gente, pero había aprendido a convivir anónimamente con la muchedumbre. Le encantaba observar los comportamientos sociales, deleitar su vista con aquellos bombones que pasaban delante suyo o que intentaban mantener una conversación coherente en sus inmediaciones con el resto de sus amigas o tal vez con algún maromo que se les arrimara con ganas de darles... conversación.

No cabía duda, era un voyeur, uno discreto, pero voyeur al fin y al cabo. Disfrutaba observando a los demás, a veces oyendo sus conversaciones, aunque con los decibelios de la música le era prácticamente imposible oír nada. En su lugar observaba sus gestos, las distintas actitudes de las chicas, las guapas, las del montón y las menos guapas.

El amigo Jack se agotó así que se decidió a salir del local e ir a otro cercano. Entre la muchedumbre se acopló a un grupo, que en fila india se abría paso como una serpiente humana nadando entre la muchedumbre.

De frente se topó con otro grupo de chicas que entraba al recinto y ambas filas se cruzaron, chocaron y dieron algún que otro estrujón. Entonces la vio, fue como ver la cara de un ángel, con su pelo rubio platino y su tez sonrosada y lisa como la porcelana, con sus labios delicadamente remarcados con pincel de carmín. Justo cuando estaba su altura, una mole de cerca de dos metros pasó junto a la chica con prisa y empujándola la echó casi literalmente encima de Daniel, entonces fue a toparse con su metro ochenta y cinco y noventa y dos quilos de peso. Para ella debió ser lo más parecido a que te aplasten dos hombretones como ellos le hicieran un sandwitch.

- Lo siento -dijo ella Melany mientras Daniel se impregnaba en tan estrecha cercanía de su delicioso y caro perfume.

Como hipnotizado por los efluvios de aquella moza Daniel apenas articuló palabra y cuando fue capaz contestó.

- No importa chica, te puedes echar encima mío las veces que quieras... -le soltó sin pensar cómo tales palabras pudieron salir por su boca.

Melany, la dulce Melany le sonrió y siguió su camino tras sus amigas, dejando al pobre Daniel con la miel en los labios. Tal vez fue el amigo Jack quien puso sus palabras en los labios, otras veces ya le había pasado, pero estos ataques no solían tener ningún efecto en la presa sobre la que los lanzaba. De modo que siguió enganchado a la serpiente humana que lo conducía a la fresca noche, a las afueras del recinto...

La bella Melany se adentró junto a su amiga Marta en conocido local de copas y se colocaron en una esquina de la pista tras pedirse algo para beber. Melany no solía beber, pues el alcohol por su graduación debía ser tenido en cuenta en su dieta estricta y aparte que se sentía fatal al día siguiente, pero la juventud tiene que pasar por los ritos sociales, en los cuales el alcohol juega un papel importante.

Se alegraba de volver a salir con su querida amiga Marta, tras escaparse aquel fin de semana y regresar a su ciudad natal. Marta le presentó a un grupo de amigas con las que había quedado en el local y juntas estuvieron bailando mientras algunos moscardones tomaban posiciones frente a ellas, sin duda estas ellas eran la tan ansiada miel para ellos.

Al poco tiempo unos chicos bastante monos, todo sea dicho, se presentaron y comenzaron a picotear entre las chicas, uno se enganchó a darle palique a su amiga Marta, pues al parecer ya se conocían de otras salidas y su amigo se acercó a la bella Melany. Tratando de impresionarla con su camisa a medio abrochar, su pecho depilado y pelo despeinado y engominado. Melany en cambio no hizo otra cosa que rehuir al compañero que se había enganchado con ella hasta que consiguió zafarse de él, pues no le entró por los ojos desde el principio.

Cuando se vino a dar cuenta buscó a su amiga Marta y ésta ya se estaba enrollando con el otro chico, lo que la dejó planchada y un poco fuera de lugar. Se sintió agobiada por la gente y un poco decepcionada con su amiga, que a las primeras de cambio la había dejado plantada.

Siguió bailando con el resto de chicas que las acompañaban, pero con ellas no tenía confianza y tampoco le apetecía conocerlas, así que pronto se aburrió y decidió salir fuera para tomar un poco de aire fresco.

En la puerta, fue como si el frío le diese una bofetada que le erizó el vello de los brazos. Otras parejas y grupos de gente se arremolinaban junto a la entrada formando una cola, donde los fornidos porteros decidían cuando podía entrar el siguiente grupo.

- Vas un poco fresca para salir así a la calle, ¿no crees? -dijo una voz a su lado.

Allí estaba Daniel, quien la había visto salir del local mientras se decidía si ir a otro sitio o volver a casa, tal vez a seguir con el relato que tenía en mente, su bendita indecisión le había permitido volver a verla y hasta poder entablar conversación con ella.

- ¡No importa! -rió Melany-, ya me voy para adentro.

- ¿Por qué, dentro no se puede parar? -dijo Daniel y sacándose su chaqueta de pana le cubrió los hombros quedando él en mangas de camisa.

- ¡Gracias! -exclamó Melany.

- De nada, me encanta ayudar a una señorita en apuros -contestó Daniel.

- Ahora el que tendrá frío serás tú -le advirtió agarrándose a las solapas de la chaqueta para entrar en calor.

- No creas, lo que correo por mis venas ahora mismo es “anticongelante” -dijo locuazmente Daniel.

Melany rió de nuevo a carcajadas pues aquel comentario le pareció de lo más ocurrente. La conversación iba bien y Daniel comenzó a crecerse en su interior.

- ¿Por cierto cómo te llamas?

- Melany, ¿y tú?

- Daniel, aunque yo no soy travieso -la chica pareció desconcertada por su afirmación-. Claro, tú no veías esos dibujos animados de pequeña, ¿verdad? Es que eres muy joven -añadió explicándolo.

- ¡Ah, ahora lo entiendo! -sonrió forzadamente ella-. ¿Esperas a alguien?

- Si y no, en parte espero a mi amigo Lorenzo, pero mientras no viene estoy disfrutando de cielo estrellado que es invisible con tanta contaminación lumínica, pero bueno, me hago a la idea de cómo sería si estuviese en mitad del campo.

- ¡Oh vaya! -se limitó a decir Melany sin entenderlo mucho.

Ahí Daniel no estuvo muy inspirado, no es fácil estarlo siempre, y menos con una belleza como Melany conversando con él.

- Lorenzo es el Sol, ¿verdad? -preguntó finalmente Melany que pareció caer en la cuenta del acertijo de aquel enigmático hombre, un poco madurito para su edad, que le había ofrecido gentilmente su chaqueta.

- Claro que si, me alegra que lo hayas cogido, era demasiado friky, ¿verdad?

- No... -sonrió Melany-.

- Ya, ese no quiere decir: ¡Si, claro! Eres demasiado friky -añadió Daniel a su tímida respuesta volviéndole a sacar una sonrisa.

Justo en ese momento, de la pandilla que salía una voz la reclamó. Era su amiga Marta, que salía con su grupo de amigas y el recién acoplado chico llamándola.

- ¡Melany! Nos vamos al Buho, ¿te vienes?

Por un segundo Melany dudó entre ir con su amiga y su pandilla o quedarse allí. A veces en la vida se nos pide que tomemos una decisión en un instante y aunque hacía mucho tiempo que no veía a su amiga, su corazón palpitó pensando en que tal vez sería interesante quedarse allí con aquel hombre y charlar un rato más con él. Lamentablemente, como nos suele pasar en tales situaciones, es fácil elegir mal y Melany se daría cuenta de esto más tarde.

- Me llaman... gracias por la chaqueta -dijo finalmente, quitándose la chaqueta se la devolvió-.

- Espera, aún me debes el par de besos que no me has dado cuando nos hemos presentado -replicó Daniel sonriente, envalentonado tal vez porque era el amigo Jack quien hablaba a través de sus labios.

Melany sonrió de nuevo y espontáneamente se acercó y besó sus mejillas. Daniel sintió la cálida humedad de sus labios sobre su piel y un instante después el frío en la zona humedecida. Al tenerla tan próxima también se rodeó de su perfume y hasta diría que sintió su calor corporal en medio del frío nocturno.

Un tanto cortado le devolvió la sonrisa y se despidió...

- Nos vemos... -desde luego era lo que deseaba fervientemente, ¡volver a verla!

Al girar sobre sus tacones, sus cabellos rubios planearon y se abrieron en abanico, creando un bello espectáculo. Fue como los giros que estaba acostumbrada ha hacer en las pasarelas. Se encaminó hacia su amiga quien le ofreció su abrigo que le había recogido del local. Se lo puso y se marchó con el grupo.

Finalmente mientras se alejaba y la veía de espaldas, pensó que aquello era un regalo del cielo, un ángel había bajado ha subirle la moral, pues sólo los ángeles besan a los hombres buenos como él.

Daniel había oído el sitio donde iban a ir, estaba cerca de allí, de hecho era donde pensaba ir el cuando salió de El Buda. Así que decidió esperar un par de minutos para que tampoco se notase que iba tras ella y finalmente se encaminó hacia el citado local, ¡quería volver a verla a toda costa!

De nuevo otra voluptuosa camarera, de nuevo el amigo Jack con agua y hielo y cuando le pagó un “aquí tienes guapa” esta vez sí salió de sus labios. Esta noche estaba contento, era increíble cómo sólo cinco minutos de conversación con un ángel pueden animar el alma de un hombre, pero así fue.

La buscó con la mirada entre la muchedumbre y no consiguió verla. Desde luego las luces brillantes y ultravioletas en la penumbra del local, no ayudaban a encontrar a nadie, aunque midiese 1.70 y fuese con tacones de aguja y tuviese un precioso pelo rubio. Esto comenzó ha hacer mella en su ánimo, pues tal vez habían cambiado de opinión en el último momento y habían cambiado su destino, tal vez ya no la vería más, a veces pasa, un ángel se deja ver y ya nunca más lo vuelves a ver.

Melany sí estaba allí, pero aún no se habían visto. Las amigas de Marta eran bastante sosas y ella no compartía nada con ellas, tan sólo tenía una relación con su amiga, pero ésta, se había enganchado con el maromo y no lo soltaba, por lo que se sentía sola en medio de un montón de gente.

Ahora se dio cuenta de que su decisión momentos antes fue equivocada, siempre nos damos cuenta de estas cosas cuando nos hemos equivocado, nunca antes. Aquel hombre parecía bueno y simpático, sintió pena por haberse marchado y no darle la oportunidad de seguir conociéndose.

Entonces, como por arte de magia, un foco de luz blanca, de los que daban vueltas en el local iluminó a Daniel, que estaba junto a la barra. A Melany se le iluminó la cara, y una sonrisa afloró en sus labios, sintió un subidón en su espectacular cuerpo y pasó de la tristeza a una alegría exaltada en segundos.

¿La habría seguido? Era probable, pensó, pero esto no le importó en absoluto, sintió ganas de correr y lanzarse sobre él. Así que sin poder resistirlo se encaminó hacia donde estaba mientras sentía un cosquilleo en el estómago.

Daniel bebía apaciblemente, ajeno a lo que ocurría, por lo que cuando alguien tocó en su hombro, tímidamente y él se giró, no se podía imaginar que, ¡el ángel había vuelto! Una sonriente Melany estaba parada frente a él.

Su cara se iluminó tanto como lo había hecho la de Melany instantes antes, sintió como el corazón se le aceleraba de 0 a 100 en décimas de segundo,

- ¡Buenas! -gritó la chica.

- ¡Hola! -gritó él.

Melany no se aguantó y le soltó dos besos más en sus mejillas sin parar de sonreirle, luego le dio una palmadita en el hombro de su chaqueta.

- ¿No me estarás siguiendo, no? -bromeó una jovial Melany.

La boca se le secó así que tuvo que remojarse los labios antes de contestar tomando un sorbo de su amigo Jack.

- No, te puedo asegurar que no te he seguido -contestó el poniéndose serio y volviéndole a sonreír después-. En realidad estoy siguiendo al tipo que va con tu amiga, pues creo que es del KGB.

- ¿Del KGB? -se extrañó ella.

- Claro, tú no veías James Bond cuando eras joven, es el servicio secreto de la U.R.S.S -aclaró Daniel.

- ¡Ah ya, pues no lo sabía! -exclamó Melany divertida.

- ¿Quieres que te invite a tomar algo? Sólo para que no sospeche... -le sugirió.

- ¡Oh claro! ¿Qué tomas?

- No te gustará, ¿quieres probarlo antes?

- Bueno -contestó ella y tomando su copa dio un sorbo-. ¿Es whisky, pero sabe raro, ¿no?

- Te lo dije -sonrió Daniel-. Si quieres te lo pido con cola, así no te sabrá tan amargo.

- ¡Vale! -le sonrió ella, pues aunque no bebía le dio por tomar una copa, pues se sentía de muy buen humor.

Con la copa en manos de su nueva amiga. Daniel estaba feliz aunque muy nervioso, pues no se le ocurría nada qué decirle, fue como si la inspiración hubiese desaparecido de un momento a otro.

- Oye, ¿te apetece que vayamos fuera?

- ¿Fuera, pero y las bebidas? - preguntó Melany extrañada, pues dudaba que los dejasen salir con la bebida en la mano.

- No pasa nada, nos la cambiarán por vasos de plástico -comentó Daniel, de modo que tomó su mano y tiró de ella hacia la puerta más cercana.

Era extraño, el sólo tacto de su mano le pareció tremendamente agradable y excitante, sus dedos eran tan finos y su palma tan suave y caliente. ¡Daniel ya estaba que se salía del tiesto!

Ya en las afueras, Melany se puso su abrigo mientras Daniel le sujetaba la copa.

- ¿Damos un paseo? -preguntó Daniel.

- Vale -asintió Melany sonriente.

Así comenzaron a pasear por las calles de Sevilla, apenas se alejaron un poco del pub cuya puerta estaba abarrotada de gente, las calles se mostraron desiertas y el silencio únicamente era roto por los coches que de vez en cuando les pasaban al lado.

Mientras andaban conversaban, Daniel comenzó a lamentarse de que en la ciudad apenas se ven estrellas, mientras se dirigían hacia el río allí se sentaron en un banco junto a la orilla. Todo estaba en silencio, en calma.

- En el pub apenas se podía hablar, ¿verdad? -afirmó Daniel.

- Si, es un sitio difícil para mantener una conversación -respondió Melany.

- ¿Te puedo hacer una pregunta?

- ¡Claro, adelante! -exclamó la chica que no pudo sostener su mirada ante Daniel y la bajó al suelo.

- ¿Qué hace una chica tan guapa como tú con un hombre como yo?

- ¿Cómo? -preguntó Melany soltando una risita nerviosa.

Sin duda Melany no se esperaba una pregunta tan directa, de ahí su extrañeza. Daniel supo encajar su sorpresa y mantuvo un silencio por respuesta.

- Bueno... -comenzó Melany, tras asumir que Daniel esperaba una respuesta-, la verdad es que hay algo en ti que me llama la atención. Tal vez sea que eres un hombre maduro y se te ve formal... ¿no se? Nunca me han hecho es clase de pregunta para ligar conmigo, la verdad -admitió un poco cortada.

- Perdona si te he hecho sentir incómoda Melany, tú eres preciosa y así que casi no puedo creer que esté ahora mismo contemplándote y hablando contigo.

- ¡Oh gracias! La verdad es que tampoco suelen ser tan directos los hombres que intentan ligar conmigo.

- Es mi manera de ligar, sencilla y directa, ¿para qué perder el tiempo, no? -admitió Daniel sonriendo, provocando igual reacción en Melany.

Allí junto al río Daniel siguió con sus clases de astronomía, por el poco cielo que podía verse allí no le fue difícil mostrarle Venus, el lucero de la noche y la constelación de Orión, el guardián del inverno. Melany se sintió fascinada por lo que le contaba, la verdad es que Daniel se mostraba muy culto en todo lo que hablaba, aunque a ella eso de la astronomía no le iba mucho, pero en boca de Daniel cobraba un aire misterioso e interesante.

Mientras estaban a orillas de la dársena del río Guadalquivir que entra en la ciudad de Sevilla, comenzó a salir la luna por el horizonte y el espectáculo fue grandioso, con un tamaño enorme y un color amarillento como si fuese una película antigua.

- Si estuviésemos en el campo, esto sería todo un espectáculo, ¿te gustaría que te llevase a verla? Tengo el coche aparcado aquí cerca

- ¡Pues llévame! -exclamó Melany que empezaba a acusar los efectos de la copa que había tomado, pues no estaba acostumbrada a beber.

- ¿Lo dices en serio?

- ¡Claro que sí! -exclamó ella muy animada

- ¡ Pues vamos! -exclamó Daniel entusiasmado y tomando de nuevo su mano volvió a sentir su suave tacto y su calor.

- ¿Sabes que tienes unas manos tremendamente suaves y delicadas? -le espetó sin querer ocultarlo.

- ¿Si? Las tuyas también son muy suaves -admitió Melany sonriente.

- Obviamente no trabajo en la construcción -sonrió Daniel-. Vaya por delante mi respeto a la gente que se gana la vida con ese oficio tan sacrificado.

El parking estaba cerca de allí bajaron y subieron a su coche, que no era ni mucho menos un Ferrari, ni siquiera un Mercedes o un Audi, era un simple Opel tan viejo como Daniel pero bien cuidado.

Rápidamente se desplazaron por las calles, dejando atrás sus semáforos y sus farolas hasta salir de la ciudad. Daniel puso el último CD de Manolo García, era uno de sus cantantes favoritos y con su música el camino se les hizo más llevadero, aunque apenas tardaron 15 minutos. Daniel se dirigió a una zona que conocía a las afueras de Sevilla. Una vez allí aparcó y siguieron conversando.

Aunque la cercana ciudad seguía contaminando en parte el cielo, desde allí se podían ver muchas mas estrellas y la luna, aunque ya había subido en el horizonte, comenzó a proyectar su suave luz plateada iluminando los campos adyacentes, bajo ella todo era de color gris.

Allí siguió con sus lecciones de astronomía y la joven Melany, atenta lo escuchó. Se juntaron junto a su ventanilla pues por allí acababa de salir en el horizonte el dios de la guerra, Marte, con su tono rojo inconfundible. Daniel estaba literalmente sobre Melany, pues estaban asomados por la ventanilla del pasajero, por lo que podía seguir oliendo su perfume embriagador y hasta que su pituitaria se emborrachó de él y dejó de percibirlo tan intensamente como al principio.

Se giró y la miró a la cara, su pelo rubio platino resplandecía como si fuese blanco, sus ojos, aunque verdes eran de un negro profundo y en su cara gris apenas se distinguían sus formas. Sintió su aliento, saliendo de sus labios, los miró y se fue acercando a ellos hasta posar los suyos dulcemente sobre ellos.

Le robó un beso, un tímido beso tras el cual se separó apenas la longitud de sus narices. Allí Melany fue la que repitió y ahora le robó un beso a él, pero esta vez fue más húmedo y Daniel pudo saborear su saliva, de nuevo notó su aliento y en él cierto olor empalagoso, un olor que él identificaba con el que toda mujer exhala cuando su calentura llega hasta el límite. Sin duda ese era el semáforo en verde que le indicaba que la tomase ya, pues ella no esperaría mucho más.

Se fundieron en otro beso, esta vez mucho más húmedo que el anterior, sus lenguas se entrelazaron al tercer y cuarto beso y siguieron saboreando sus bocas respectivas, con su dulce saliba. Daniel empezó a acariciar su delgado cuerpo bajo su abrigo, palpando sus pechos a través de la blusa que llevaba, eran pequeños pero firmes, pues como modelo no tenía un pecho espectacular. Siguió bajando hasta su vaquero y allí lo cogió por sus ingles. El vaquero no era desde luego la mejor prenda para meterle mano a una mujer, pero el morbo de sentir palpitar allí debajo su deseo lo hacía tremendamente excitante. Melany se removió en su asiento al sentir estos tocamientos y exasperada lo besó con más fuerza aún.

Ella por su parte lanzó también su ataque a la entrepierna de Daniel, palpó su excitación, la marcó bajo su pantalón de algodón con sus dedos y sintió su fuerza y su dureza entre las manos.

Daniel se lanzó a su cuello, lo chupó con firmeza aunque asegurándose de no hacerle un morado y luego bajó hasta sus pechos, desabrochó los pequeños botones de su blusa a una mano y descubrió que no había perdido práctica en estos menesteres.

La abrió y buscó con su mano su pecho derecho advirtiendo con sorpresa que no llevaba sujetador, pues sus pequeños y erectos pechos no lo necesitaban. Lo acarició y se detuvo en su pezón, lo acarició también hasta ponerlo duro, abrió un poco su camisa hasta sacarla del pantalón, descubriéndolo como paso previo para tomarlo con su boca y repetir el gesto ancestral que desde la noche de los tiempos han hecho todos los hombres cuando aman a una mujer, mamar.

Subiendo a su oído un leve susurro le sugirió pasar al asiento trasero, a lo que Melany asintió afirmativamente. Ella pasó entre los asientos pero Daniel no lo tendría tan fácil para hacerlo desde dentro con su envergadura, así que optó por salir fuera y entrar por la puerta trasera.

De nuevo se encontraron y se fundieron en un abrazo, más besos y ahora más manoseo mientras se quitaban la ropa que los cubría y la iban dejando caer en los asientos delanteros.

Sus manos exploraron sus cuerpos desnudos hasta reconocerlos en la oscuridad. Sus sexos palpitantes fueron acariciados repetidas veces. Daniel sintió la calentura que inundaba el tanga de Melany, y la humedad que había impregnado ya la fina tela, por lo que con tan solo apartarla sus dedos recogieron el néctar que exudaba su flor abundantemente, mientras sus dedos se perdían en aquellos pliegues de perdición.

Melany disfrutó de su gran miembro erecto y duro en su mano, lo masturbó suavemente y luego más rápidamente, y luego suavemente otra vez.

Daniel besó sus pechos de nuevo y cuando comenzó a bajar hasta su estómago Melany lo detuvo, pues no quería que siguiese ese camino, cogió su cara, lo besó con gran calentura y acercándosele al oído le susurró...

- ¡Fóllame... fóllame ahora!

El hombre maduro buscó un condón en la parte de delante, nunca salía sin ellos aunque nunca solía usarlos. Esos instantes se le hicieron eternos a Melany, que desnuda como una gata esperaba en su asiento.

Por fin Daniel localizó la funda protectora y aunque era hombre experimentado en estas lides descubrió que su nerviosismo era tal, que apenas podía romper su funda. Lo abrió y lo sacó, fue a colocarlo en su falo erecto y de nuevo con los nervios no sabía si lo había puesto del derecho o del revés, el tema no era trivial pues si lo ponía mal este no se deslizaría al intentar bajarlo.

Se serenó y lo colocó correctamente, haciéndolo descender por su verga tremendamente erecta y con él puesto se lanzó de nuevo a los brazos de su amada rubia, que impaciente lo esperaba.

Se besaron de nuevo y avivaron las llamas de la pasión. Por momentos no se decidían a de qué postura colocarse y finalmente Melany optó por quedarse abajo y dejar que él la cubriera. Una postura tan ancestral como el rito de mamar de sus pechos.

Este se colocó entre sus largas piernas que llegaban al techo de su coche y allí apuntó su verga hacia la flor de Melany que espectante no quiso esperar a que él encontrase el camino y lo ayudó con su mano.

Suavemente entró, luego salió y volvió a entrar y finalmente entró hasta el final. Con firmeza fue abriendo los petalos de su flor, arrancando un quejido de la joven modelo. Un ardiente puñal que la transportó de inmediato al éxtasis. Con ella dentro sintió el placer fluir de nuevo por su joven cuerpo como ya no recordaba que podía sentir.

Daniel disfrutó con aquel calor abrasador y la suavidad y firmieza de un sexo joven como el de Melany, apenas podía creer tener una mujer así delante suyo y estar acomodado de aquella guisa entre sus piernas, pero así era.

Despacio al principio hasta que fueron conociéndose en tan íntimo contacto, fue acelerando el coito arrancando más quejidos y jadeos de su partenaire mientras esta deboraba su boca.

Le pidió cambiar de posición y cuando Daniel sugirió hacerlo “de culito”, ella se negó, pues tuvo un flashback de su última vez y lo rechazó. En su lugar ella montaría a él. De modo que sentado Daniel sintió como la diosa Melany se clavaba su instrumento haciéndolo gozar tremendamente.

Además en esta posición podía tomar sus pechos y su boca con libertad, acariciar su culo y ayudarla en sus movimientos. Lo malo era que se excitaría en exceso y tal vez se le escaparía su orgasmo pues la excitación era tal que apenas podía contenerse.

Efectivamente esto pasó y cuando su pulso se aceleró cogió fuerte a Melany y la obligó a detenerse. Abrazados, en íntimo y sensual contacto se besaron mientras todo seguía tan parado como la noche, cuando él pensó que ya se había relajado lo suficiente para no precipitarse tomó el mando y a un ritmo más pausado fue marcándole los tiempos y el ritmo al que podía fluir el placer. Ella sumisa obedeció y disfrutando de su boca sobre sus pechos se deleitó con tal goce que sin esperar más comenzó a sentir el orgasmo abrasándole el cuerpo, haciendo que este se tensara mientras Daniel aprovechaba para acelerar sus penetraciones y dejarse ir junto a ella.

Su líquido vital corrió por su interior y atrapado por la funda salvadora no fue muy lejos. Se unieron en un brutal orgasmo y abrazados apuraron sus últimos espasmos mientras el hombre la apenas se movía dentro de ella. Unos últimos besos y caricias certificaron el intenso estado de bienestar en que se encontraban, así estuvieron un buen rato hasta que Melany decidió desmontarlo y sentarse a su lado.

Abrazados, siguieron y como hacía frío usaron sus abrigos como mantas. En silencio, siguieron contemplando la luna y las estrellas, no hubo conversación, pues hay veces que un silencio dice mucho sobre lo que se siente, hay veces en que las palabras sobran. Eso si, sus manos seguían acariciando sus cuerpos y sus caras, sin duda era un lenguaje corporal.

Traviesa, Melany comenzó a jugar con la bolsita llena del fluido vital de Daniel, quien aún mantenía su erección. Recordaba que esto le pasaba cuando era joven y estaba tremendamente enamorado de su mujer, pero por lo que se ve seguía siendo tan joven como antes, sólo había perdido un ingrediente... la fogosidad del enamoramiento.

A ella le pareció gracioso, así que él la dejó palpar.

- ¿Cuanto líquido?

- Si, ¡llevaba tiempo “ahorrando”! -le espetó provocando sus risas.

Por su parte Daniel decidió explorar su flor con sus suaves dedos. Esta seguía muy lubricada por lo que estos corrían por sus labios sin problemas. Tímidamente se introdujeron un poco en ella y aunque a Melany no le molestaban instintivamente soltó un quejido de desaprobación.

Inmedatamente Daniel los retiró, pero entonces, dándose cuenta de su error la chica rectificó y tomando su mano la condujo de nuevo a su caliente hermosura. Daniel se deleitó de nuevo con su tacto y su gran humedad, a petición de ella uno de sus dedos entró hasta el fondo esto le permitió sentir la tibia, suave y cálida sensación de tener su dedo metido en tan íntima parte de la anatomía femenina. Sin duda un delicioso colofón a su ardiente encuentro.

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Caluroso Verano (7)

Caluroso Verano (6)

Caluroso Verano (4)

Caluroso Verano (5)

Caluroso Verano (3)

Caluroso Verano (2)

Caluroso Verano (1)

Soy Puta (1 y 2)

Soy Puta (8)

Memorias, entre el pasado y el presente (7)

Soy Puta (7)

Memorias, entre el pasado y el presente (6)

Memorias, entre el pasado y el presente (5)

Soy Puta (6)

Memorias, entre el pasado y el presente (4)

Soy Puta (5)

Memorias, entre el pasado y el presente (1)

Soy Puta (4)

Memorias, entre el pasado y el presente (2)

Soy Puta (3)

Soy Puta (1 y 2)

Memorias, entre el pasado y el presente (3)

Memorias, entre el pasado y el presente (2)

Memorias, entre el pasado y el presente (I)

Memorias (10)

Memorias (9)

Memorias (8)

Siete madres desesperadas (3)

Siete madres desesperadas (2)

Siete madres desesperadas (1)

Memorias (7)

Memorias (6)

Memorias (5)

Memorias (4)

Cartas de mamá (5 y fin)

Cartas de mamá (4)

Cartas de mamá (3)

Cartas de mamá (2)

Cartas de mamá

Violación e Incesto (3)

Violación e Incesto (3)

Violación e Incesto (3)

Violación e Incesto (2)

Violación e Incesto

Like a Dream (8)

Like a Dream (7)

Like a Dream (6)

Like a Dream (5)

Like a Dream (3)

Like a Dream (2)

Like a Dream (1)

El secreto de Adam (3)

El secreto de Adam (2)

El secreto de Adam

Un guiño del destino

Memorias (24 y fin!)

Memorias (23)

Memorias (22)

Memorias (21)

Memorias (20)

Memorias (19)

Memorias (18)

Memorias (17)

Memorias (16)

Memorias (15)

Memorias (14)

Memorias (13)

Memorias (12)

Memorias (11)

Memorias (10)

Memorias (9)

Memorias (8)

Memorias (6)

Memorias (5)

Memorias (3)

Memorias (2)

Memorias (1)

Soy puta (12 y fin)

Soy puta (11)

Soy puta (10)

Soy puta (9)

Soy puta (8)

El erotismo vive en mi interior...

Soy puta (7)

Zorro Blanco: Esta es mi historia...

Soy puta (6)

Soy puta (5)

Soy puta (4)

Soy puta (3)

Soy puta (2)

Soy puta (1)

El coma (3)

El coma (2)

El coma (1)

Caluroso verano (10 y fin)

Caluroso verano (9)

Diario de una universitaria (7)

Caluroso verano (8)

Caluroso verano (7)

Caluroso verano (6)

Caluroso verano (5)

Caluroso verano (4)

Caluroso verano (3)

Caluroso verano (2)

Caluroso verano

Náufragos (3)

Náufragos (2)

Náufragos (4 y fin)

Náufragos

Diario de una universitaria (5)

Diario de una universitaria (6)

Diario de una universitaria (4)

Diario de una universitaria (3)

Diario de una universitaria (2)

Diario de una universitaria

Posición dominante

El Admirador (05)

El Admirador (04)

El Admirador (03)

El Admirador (02)

El Admirador (01)