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Vaquero de Ciudad (1)

en Amor filial

1

Sus trompas estaban atrofiadas, dijo el doctor detrás de su mesa color caoba mientras cruzaba los dedos de sus manos y los apoyaba sobre ella, mirándolos alternativamente a uno y a otro.

Ellos se miraron y ella derramó una sola lágrima y volvió a mirar al doctor.

— Betsy, como digo tus trompas de Falopio están atrofiadas y tus óvulos no consiguen llegar al útero, por eso no te quedas embarazada —aclaró el buen doctor con su mirada de muchos años de dar malas noticias a mujeres como ella.

— Pero, ¿se puede operar? —preguntó ella inocentemente, pensando en un rayo de esperanza que la pudiese salvar.

— Me temo que no, no podemos hacer nada por ti. Pero si me lo permitís os puedo recomendar algunas casas de adopción de la ciudad —añadió el buen doctor tratando de arrojar alguna esperanza sobre la mesa.

— Pero es que yo… —dijo Larry lamentándose—. Yo siempre quise que tener un hijo o una hija que fueran míos, sangre de mi sangre —sentenció.

El doctor y su mujer lo miraron intentando comprender su situación.

— Pero Larry, podemos adoptar un bebé y que éste siempre te llame papá, no tiene por qué saberlo y lo querremos como si fuese nuestro —dijo Betsy intentando convencerlo.

— Es cierto Larry, lo querrás tanto como si fuese tu hijo o tu hija, es la salida más fácil en este momento para vosotros.

Muy a regañadientes Larry tuvo que dar su brazo a torcer ante sus dos interlocutores, pero en el fondo de su alma seguía pensando en que quería un hijo que fuese suyo, pues temía que con el tiempo, ese sentimiento se tradujera en rechazo hacia la criatura que adoptasen y no quería perjudicar una vida por culpa de esto.

Los trámites eran tediosos, tuvieron que someterse a entrevistas por separado y juntos y la organización investigó a ambos. Fue entonces cuando descubrieron el pasado de Larry.

Betsy lo sabía, pues él se lo había contado, cuando era joven tuvo una discusión con otro hombre y se pelearon con el resultado de muerte para éste último. Un juez le condenó a cinco años por asesinato sin premeditación, pese a que no fue intencionado, pero en el fragor de la pelea, su contrincante cayó por unas escaleras y se desnucó.

Esto cercenó de raíz sus aspiraciones de adopción, dados los antecedentes de Larry, lo que sumió a Betsy en una profunda depresión.

No dormía bien, comía poco y bebía y fumaba mucho. Las discusiones arreciaron entre ambos miembros de la pareja y aunque Larry se había resignado a no ser padre, ella estaba dispuesta a ser madre por encima de todo.

Esto no propiciaba el diálogo y ya no veían otra salida que el divorcio, pese a llevar únicamente casados un año.

2

Claudia era la madre de Betsy, vivía en un rancho aislado, con caballos y vacas. Ante todo era una mujer dura y pragmática, dos ingredientes necesarios para el duro estilo de vida que había elegido.

Vestía siempre con tejanos, camisa de franela y sombrero. De no ser por su pelo largo y rubio, cualquiera podría confundirla con un hombre.

Era tan terca como su hija aunque le caía bien Larry, pese a conocer también sus antecedentes, pues había podido ver en el fondo de su corazón la bondad de aquel hombre, en el que su hija había depositado su amor.

— Pero, ¿no hay solución, no te pueden operar? —preguntó Claudia a su hija cuando esta le dijo que no podía tener hijos.

— No, el doctor fue muy claro, la medicina no ha avanzado lo suficiente —añadió.

— ¡Vaya, pues qué mala noticia hija! —se lamentó la madre.

También estuvieron hablando de los problemas de adopción, dados el historial de Larry, para ese momento Betsy lloraba como una magdalena. Por lo que su madre intentó consolarla.

La noche terminó con un sentimiento deprimente en los tres comensales, que decidieron irse a la cama en un vano intento de aplacar su amargura.

Pero Larry no podía dormir, así que salió al porche de la casa y encendió un cigarrillo, mientras miraba las miles de estrellas que podían divisarse desde aquel rancho perdido en mitad de ninguna parte.

— ¡No puedes dormir vaquero! —dijo una voz a su espalda.

Claudia se adelantó ante la mirada de su yerno mientras éste se apoyaba en las barandilla de madera toscamente trabajada, con apenas unos tablones clavados entre ellos y unos mástiles que sujetaban el tejado de madera.

— No, no puedo —dijo Larry apesadumbrado.

— Ninguno podemos hacerlo hijo, yo tampoco —concluyó su suegra poniéndose a su lado y ajustándose el camisón cuando una racha de aire frío la hizo estremecerse bajo la tela—. ¿Me das uno?

— ¡Claro! —exclamó su yerno ofreciéndole el paquete.

Claudia tomó un cigarrillo, lo encendió y dio una profunda calada antes de expirar.

— ¿Qué vais a hacer? Os miro y veo el rencor oculto entre vosotros —preguntó.

— Pues no lo sé, tal vez nos separemos —dijo Larry con sinceridad.

— Ante todo, siempre me gustó lo sincero que eres Larry. Eso dice mucho de ti, mi hija no es como tú, es cabezota y retorcida, tú en cambio eres claro y directo.

— Bueno, me lo tomaré como un cumplido —dijo Larry sonriendo en la oscuridad de la noche.

— Lo he estado pensando y tal vez haya una solución hijo, pero quiero que lo hablemos antes con Betsy.

— ¿Qué solución? —preguntó su hija desde atrás de repente.

— ¡Ah Betsy estás ahí! Bueno pues ya que estamos los tres os plantearé la posible solución que veo al asunto.

— Tú dirás mamá, soy toda oídos —dijo Betsy saliendo de la casa y uniéndose a los fumadores.

Claudia dio un par de caladas y apuró lo que le quedaba del cigarrillo antes de hablar, echando gran cantidad de humo por su boca, tal vez intentando ordenar sus ideas en su cabeza antes de hablar.

— Veréis, desde que vinisteis aquí por primera vez siendo novios me dije: “Estos chicos se aman de verdad”. Pero hoy he visto el resentimiento en vuestros corazones y eso no es bueno, pues una vez que se empieza por esa vía, ya no hay vuelta atrás, las cosas se ponen cada vez más feas. Y es una pena, porque he visto lo mucho que os amabais y creedme quiero ayudaros.

— Gracias Claudia, si hubiese algo que pudieses hacer, estamos seguros de que lo harías, pero la cosa está complicada —dijo Larry terminado también su cigarrillo.

— Pero se te ha ocurrido algo, ¿no madre?

— Bueno si, algo tengo en mente, pero tenéis que prometerme que lo pensaréis detenidamente antes de darme una respuesta.

La pareja se miró en la oscuridad de la noche y ambos asintieron.

— Adelante madre, dinos lo que sea —dijo su hija con voz de desesperación.

— Mirad, hace poco que he cumplido los cuarenta, aunque ya me quede poco, pero aún soy fértil  —explicó Claudia.

— Espera un minuto Claudia, ¿qué insinúas? —dijo Larry sin poder creerla.

— Pues que tú y yo podríamos hacerlo y tal vez yo me quedase embarazada. Si lo conseguimos estaré aquí en el rancho y Betsy vendrá conmigo, mientras dure éste. Tú contarás a tus vecinos y en el trabajo que tu mujer está embarazada, pero que el médico le ha recomendado descansar, por lo que se ha ido a vivir con su madre. De modo que cuando tenga a la criatura, tú te los llevarás a ambos y seréis una pareja feliz de nuevo.

Ambos se miraron pero ninguno fue capaz de articular palabra, mientras Claudia pidió otro cigarrillo a su yerno y se lo encendió.

— Bueno, ya os dije que debéis pensarlo bien, en casa, en estos días y cuando lo decidáis me lo decís —añadió la suegra.

— Pero mamá, entonces Larry y tú tendríais que hacerlo varias veces, tal vez durante meses para que te quedases embarazada, ¿no?

— Bueno es una posibilidad, aún soy fértil y me siento fuerte, pero supongo que ya no tendré la chispa de la juventud.

— No sé Claudia, esto no tiene buena pinta —dijo Larry tras meditarlo.

— ¿Por qué no? Es nuestra única salida para tener un bebé, ¿no lo entiendes? —replicó su mujer al instante.

Betsy pareció verlo muy claro desde el principio.

— Bueno chicos, no os precipitéis, dejar pasar esta semana y si os decidís que Larry venga solo la próxima —propuso su madre.

— ¡Oh claro mamá, yo prefiero no estar por aquí si tenéis que hacerlo! —dijo Betsy empezando a comprender en realidad lo que les estaba proponiendo su madre.

A la mañana siguiente la pareja se marchó del rancho, pues Betsy quería llegar pronto a su piso en la ciudad y les quedaba un largo camino por delante, desde el rancho de su madre hasta la gran ciudad. Así que se despidieron los tres y el coche se alejó levantando gran cantidad de polvo por el camino que daba acceso al rancho.

Claudia se quedó sola una vez más, aunque esto ya no le importaba, era su elección de vida.

Nota del autor: Y sé que en estos dos primeros capítulos no ha habido sexo, pero es que Vaquero de Ciudad no es un relato tipo "aquí te pillo aquí te cojo", es una historia y como todas las historias tienen un comienzo, una trama y un desenlace. Puedo asegurar que hay sexo, mucho sexo y morbo y hasta una pizca de misterio en esta novela, espero que guste.

Si te ha intrigado este comienzo y no quieres esperar a próximos capítulos, puedes seguir leyendo la novela en amazon, búscala en cualquier web por su ASIN: B0792KD2MV

Un saludo.

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