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Memorias (8)

en Amor filial

8

         Esa noche hizo mucho calor, ya llevaban unos días así, de modo que Tom y Cathy no se lo pensaron y se bajaron al sótano de nuevo, para dormir allí. A estas alturas sus padres ya eran conocedores de esta práctica y no les importaba en absoluto, pues de esa manera los chicos podían dormir más a gusto que en sus habitaciones, calentadas por el sol durante todo el día.

         Aquella noche Tom preguntó a Cathy qué tal le había ido el día con su padre en el pueblo y cómo eran sus habitantes, pues él tan sólo lo vio de paso cuando venían en el traslado. Su hermana le explicó que era muy pequeño, aunque tenía un cine y un centro comercial con algunas tiendas. Claro, después de venir de la gran urbe, cualquier pueblo parecía diminuto.

         Tom se interesó por lo que habían hecho durante el día y ella respondió que hicieron compras para la granja y comida para la semana en el único “super” del pueblo. Cuando su hermano le preguntó si eso era todo Cathy se puso nerviosa y se mostró huidiza en su respuesta: “pues si, es que papá no se decidía cuando estuvo comprando herramientas para labrar el huerto”. Tampoco es que esta respuesta le pareciese mal, pero eran hermanos y se conocían bien, y él pensó que había algo más, pero decidió no darle mayor importancia.

         Su hermana propuso ya comenzar una nueva lectura del libro, así que Tom se juntó a ella en la esterilla y apuntó con su linterna al papel amarillento y envejecido del libro:

         <<Tengo tantos y tan buenos recuerdos de aquel verano, que se agolpan en mi cabeza y debo hacer un esfuerzo por ordenar mis pensamientos para poder escribirlos en el orden cronológico en que sucedieron.

         Tras pillar a mi madre in fraganti, con Waldo en las cuadras, ella nos dejó en paz a Dora y a mi, así que nuestras fornicaciones pudieron continuar sin demasiados contratiempos. Eso sí, ya sólo lo hacíamos por las noches, atrancando la puerta de mi habitación con una silla apoyada entre el pomo y el suelo.

         El caso es que yo seguía yendo a los encuentros de mi padre con la esclava, y me di cuenta de que estos ya no eran regulares, es decir, que uno de cada dos días mi padre no acudía a su cita por lo general, aunque la muchacha siempre estaba allí en el granero esperándolo largo rato.

         Esto me dio qué pensar y un día le estuve dando muchas vueltas a una descabellada idea que me rondaba por la cabeza... ¿podría suplantar yo a mi padre aquella tarde en caso de que éste no se presentara a su cita? Tan sólo de pensarlo me daban escalofríos y se me erizaba el bello, no se si por miedo o de pura excitación. Y con estos pensamientos pasé el día, sin nada que hacer, esperando que llegase la tarde, a la hora acostumbrada, deseando que mi plan tuviese éxito, y dudando de que fuese capaz de ejecutarlo tal cual lo había ideado y repensado en mi imaginación.

         Esta vez esperé fuera, junto al recinto de doma de caballos, entretenido con una brizna de paja entre los dientes, a una distancia en la que dominaba la vista de entrada al granero y lo suficientemente lejos para no despertar sospechas en caso de que los amantes acudiesen a su cita.

         La chica apareció y mirando de un lado a otro para ver quién estaba en los alrededores se coló por la puerta dejándola entornada. No estoy seguro de si me vio, pero si lo hizo no debió echarme muchas cuentas, después de todo yo era el hijo del señor y todo el mundo lo sabía. Así que esperé un tiempo, no recuerdo cuanto pero sí recuerdo que me impacienté decidiendo el momento de lanzarme, esperando que mi padre no acudiría aquella tarde a la cita, deseándolo que así fuese y tener, de esa manera mi oportunidad, mi “gran” oportunidad.

         Aquel cuerpo negro azabache, aquella chica menuda de curvas prominentes y carnes prietas, aquel coño tan rosado por dentro, con sus pelillos enmarañados y cortos, aquellos pechos de pezones tan largos y negros, aquel culo redondito y fibroso. ¡Qué delicia vivir el recuerdo de aquellos años! Tal vez ahora en la vejez, y con la distancia de la edad, mi cerebro haya idealizado de tal manera aquel cuerpo que a toda luz en mi memoria es maravilloso, aunque luego la realidad distase un poco en realidad de lo que aquí he descrito, desde luego para mi así era y así es en mi memoria.

         Nervioso, incapaz de soportar más aquella tensa calma, que hacía los minutos eternos, salté de la vaya de madera y me encaminé con mi sombrero calado hasta las orejas hacia el granero, mirando a izquierda y derecha, deseando que no hubiese esperado demasiado poco tiempo y mi padre terminase por aparecer en último extremo.

         Cuando entré, la penumbra del granero era tal que apenas veía nada, tras llegar del soleado día que hacía fuera, así que intentando mantener la calma me giré y atranqué la puerta con un tablón que enganchaba entre dos grandes clavos en L que había en la gran puerta, localizádolo a tientas en un lado de la misma donde se encontraba apollado. Si me pillaban por lo menos no abrirían la puerta sin más y tendría tiempo de pensar alguna excusa o correr a esconderme o huír.

         Ahora sí, al girarme, mis ojos localizaron a la muchacha negra, sentada en las balas de paja, donde mi padre solía violarla, con sus manos en el regazo, mirándome asombrada con sus grandes ojos color azabache, con expresión atónita en su rostro.

-        ¡Buenas tardes “Arel”, soy Tom el hijo del señor! -dije yo presentándome educadamente.

-        Buenas tardes señorito Tom, se quien es usted -contestó ella servicialmente.

-        Mira Arel, mi padre me ha enviado esta tarde para decirte que no vendrá, está muy ocupado con la recogida del algodón...

-        ¿Ah sí? -preguntó la chica sospechando algo.

-        ¡Si! -aseveré yo tratando de mostrarme firme-. Y bueno, también me ha dicho que me complazcas en lo que yo desee hacer contigo -le espeté tras carraspear un par de veces, tratando de que no se notase mi nerviosismo.

-        ¡Oh bueno señorito, yo hago lo que usted me diga si su padre así lo ha dispuesto! -dijo ella bajando la cabeza.

         Me acerqué a la chica y cogiéndole la barbilla, levanté su fina cara y ésta se mostró ante mi, mirándome desde su asiento, con expresión seria, tal vez preocupada. Entonces eché mano a mi bragueta y saqué mi pito.

-        Arel, me gustaría que me lo chupases, como le hacías a mi padre -le dije sin andarme con rodeos.

         Mi pito estaba flácido o tal vez morcillón pues con los nervios que tenía era difícil excitarse sin contacto físico, pero aguanté expectante a ver su reacción.

-        Claro señorito, lo haré -se limitó a decir al oír mi petición, manteniendo en todo momento una actitud sumisa, tremendamente sumisa, resignada a su destino.

        

         Permanecí de pie, frente a ella, mientras ésta cogía mi pequeño y engurruñido pito por los nervios, y comenzó a acariciarlo, moviéndolo adelante y atrás, hasta que éste comenzó a desperezarse. Entonces acercó su boca y lo introdujo en ella.

         ¡Oh, qué maravilla! El interior de su boca era tan cálido como el coño de Dora, pero  los movimientos de sus labios y su lengua eran algo muy distinto. Recuerdo que mi pollita creció en su interior, hasta alcanzar un tamaño aceptable. A partir de ahí la chica siguió chupando servicial y pausadamente. Pensé en lo fácil que había sido convencerla de que lo hiciera, pero claro, dado el carácter de mi padre, seguramente ella ni se planteó si era cierto o no lo que yo decía y se limitó a obedecerme ciegamente como hubiese hecho con él.

         Recuerdo que tuve que coger su cabeza y separarla en varias ocasiones pues notaba que me iba, acercándome inexorablemente al orgasmo y deseaba poder durar más, mucho más, predispuesto a fornicar con aquella bella y joven muchachita negra que estaba a mi entera disposición. Al final le dije que ya bastaba y le pedí que se desnudase para mi.

         Me senté y la chica se quitó su andrajoso vestido, quedándose únicamente con su taparrabos delante de mi, luego éste también fue desenlazado y vi su coño junto a su esbelta figura. Aquel cuerpo fibroso nada tenía que ver con la tersura y abundancia de carnes de mi Dora, pero también era maravilloso a la vista y al tacto, pues lo primero que hice fue acercarla a mi tirando de su mano y acariciar su vientre, sus muslos, subir mi mano entre ellos y tocar su coño peludo, sentir sus labios en mi dedo índice.

         Eché las manos más arriba y cogí sus pechos, de tamaño mediano, duros y puntiagudos, apuntaban al frente, orgullosos de su juventud. La chica me miraba con los brazos caídos a los costados, sumisa como una gatita cuando es acariciada. Estoy seguro de que también sorprendida ante la delicadeza de mis caricias con ella.

         Creo que la saliva se me gastó y no tenía más para tragar. Le hice darse la vuelta y contemplé su culo, perfecto y redondo, y entre sus piernas algo flacuchas su coño abultado, visto desde atrás. Palpé sus nalgas, las pellizqué y les di una palmada, ahí creo que ya empecé a relajarme. Acerqué mis labios y las besé, fue algo sin pensar, pues a Dora la besaba por todo el cuerpo. Así comencé con Arel, besando sus nalgas, luego las mordí suavemente y la chica dio un pequeño respingo por lo inesperado de mi acción.

         Abrazado a su cintura, palpaba su vientre y sus muslos por delante mientras daba suaves mordiscos a aquel culo fibroso y duro. Luego me levanté y cogí sus pechos desde atrás. Esta vez los apreté con más fuerza, pegué mi polla, ya tiesa a su culo, sintiendo el suave roce de su piel con mi pollita. La chica era un poco más baja que yo, así que ésta se dobló hacia arriba y se quedó pegada a en la parte baja de su espalda, pegada a ella como una lapa mientras mis manos se cebaban con sus pechos, luego bajaban por su vientre plano, para hundirse en su sus ingles tras pasar por su esponjoso monte de venus. Con toda la palma de mi mano cubrí su chocho y hundí mis dedos entre sus muslos curvándolos hacia arriba, acariciando sus dulces labios que ya empezaban a abrirse como las valvas de una almeja en el mar.

         Le di la vuelta de nuevo, la miré cara a cara, la chica tal vez sintió vergüenza y bajó sus preciosos ojos negros; me acerqué y besé su cuello, chupándolo, estaba salado por el sudor pero no me importó, volví a coger sus nalgas mientras lo hacía y la apreté fuerte contra mi cuerpo, pegando mi polla contra su vientre, pues su coño quedaba más abajo.

         Sin prisas, bajé para chupar aquellos maravillosos pechos, mucho más pequeños que los de dora pero tan sensuales como los suyos. Tenían forma cónica y desde luego no eran ni por asomo del tamaño de sandías maduras que tenía Dora. Sus pezones eran más pequeños también, al contacto con mis labios y lengua crecían y se ponían duros y redondos, pero permanecían pequeños. Miré a la chica mientras apretaba mis mejillas contra ellas y vi que mis caricias no parecían desagradarle.

-        ¿Te gusta que te chupe los pechos? -le pregunté.

         La chica pareció dudar, tal vez sorprendida por mi pregunta, una pregunta que no esperaba y tardó en contestar.

-        Si señorito, me los besa usted muy dulcemente -dijo por fin.

-        A mi me encantan tus pechos Arel, son deliciosos -repliqué volviendo a ellos con pasión.

        

         Me lamí la mano y le cogí el coño delante suyo, como también hacía con Dora, comencé a frotárselo en círculos y observé como en segundos sus jugos impregnaban mi mano. Era delicioso, sentir sus labios finos, correr por mis dedos, surcar su raja con mi dedo corazón y ver cómo se abría y de ella manaban sus dulces caldos. La chica no pudo evitar cerrar sus ojos ante mis caricias y esa fue la señal que me advirtió que estaba disfrutando de ellas, Dora también lo hacía por supuesto.

         Yo aún distaba de ser un amante experto aún, pero ya conocía el cuerpo de la mujer y sabía donde tocar para darles placer, así que aquella chica disfrutó sin duda de mis caricias, sobre todo acostumbrada a los rudos modales de mi padre. Aquello debió ser para ella como ver la diferencia entre la noche y el día.

         Luego la tumbé sobre la paja y me quité mi ropa. Ella, desnuda, con sus codos apoyados en el suelo y sus piernas ligeramente flexionadas y abiertas, miraba como me desnudaba, con mi cuerpo blanco como la leche, hasta que me bajé los calzoncillos y liberé a mi pequeña estaca blanca, quedándome listo para cubrirla.

         Mi padre la follaba siempre por detrás así que supongo que aquella postura era también nueva para ella, aunque lejos de recelar, cuando me acerqué a gatas y caminé por entre su cuerpo ésta abrió sus muslos y se colocó para recibirme.

         Mi polla entró en su coño, un coño joven y pequeño que fue una deliciosa sensación para ambos. Para mi acostumbrado al tamaño del de Dora, tenerla metida en uno tan ajustado me pareció otro mundo, otra forma de placer. Para ella, el que la cubriese alguien de forma tan delicada y mirándola cara a cara debió resultar novedoso y tal vez tan placentero como para mi. Desde luego ella seguía en su papel sumiso y servicial como desde el principio.

         Su cuerpo menudo entró en íntimo contacto con el mío encima suyo, noté el suave tacto de sus pechos sobre mi pecho, mientras comenzaba a empujarla suavemente follándola despacio, para controlar mi eyaculación. Quería disfruta de cada momento, de cada caricia, de cada roce.

         Mi cara buscó su cuello y se lo chupé mientras la follaba, sentí su aliento en mi oreja y su cuerpo moviéndose debajo del mío, tal vez anhelando este encuentro, tal vez disfrutando de mi follada, tal vez sintiendo por primera vez que había otra manera de hacer el coito, una manera delicada y sensual y que tal vez le producía más placer que los forcejeos y empellones a los que la sometía mi padre. Aquello era una violación, lo mio podría decirse que era hacer el amor, aunque de esta palabra sólo tomase el tacto y la delicadeza con que la trataba.

         Nuestros rostros se encontraron, al igual que nuestras miradas, como lo habían hecho varias veces desde el comienzo. Mientras seguía con mi vaivén clavándole mi joven y blanca polla en su joven y negro coño. Dos adolescentes follando, dos adolescentes disfrutando del sexo, sin prisas, sin violencia, sin duda la chica no olvidaría este momento al igual que no lo he olvidado yo aún.

         Nunca había besado a alguien en la boca, sólo lo había comentado con mi amigo Albert, ni siquiera a Dora la besaba en la boca, nos besábamos en la cara y mejilla pero no en la boca. Así que al ver aquellos labios carnosos y negros, al sentir su aliento caliente en los míos, desee probarlos y así lo hice. Era excitante pero no como esperaba, tenía la boca seca y ella también así que no me gustó excesivamente pero seguimos insistiendo mientras la follaba.

         Sentía que ya no podía más, aquel placer me sobre pasaba, aquel cuerpo joven y caliente me excitaba más que el de Dora, tal vez fuese la novedad, tal vez la sensualidad de la chica, el caso es que decidí correrme y aceleré mis embestidas. Siempre con suavidad, pero con firmeza cuando chocaba contra su pelvis.

         La chica aceleró sus jadeos y yo los míos, hasta que me corrí en su interior y tras agotar mis embestidas de placer, vi como la chica arqueaba su espalda y se estremecía debajo de mi, moviendo con ansia su culo y por ende su coño con mi polla ya agotada dentro, pero aún dura y tiesa.

         Lo conseguí, la chica se había corrido conmigo y ahora ella disfrutaba de su momento de éxtasis. Esto me satisfizo doblemente, pues había conseguido ser dulce con ella, follarla, correrme y que ella disfrutase de otra corrida. Sabía que volveríamos a repetir y que ella me desearía la próxima vez que nos viésemos.

         Nos quedamos un rato fundidos en el abrazo, ella soportó con mi peso sin rechistar y me abrazó mientras nuestros sexos aún estaban entrelazados uno con otro también. Cuando bajé de la nube de placer donde me hallaba, pensé en que mi padre podría presentarse más tarde y caí de ella abriendo los ojos y viendo a la joven y guapa negrita debajo de mi. Con sus ojos almendrados, mirándome, sentí la necesidad de besarla y así lo hice. Luego nos separamos.

         Me levanté y busqué mis calzoncillos y el resto de mi ropa, ella hizo lo mismo de manera que nos fuimos vistiendo rápidamente. Al final, cuando ya habíamos acabado, nos quedamos mirando, como pensando: ¿y ahora qué?

-        Hasta el próximo día Arel -le dije yo sencillamente.

-        Muy bien señorito, vuelva cuando quiera -respondió ella.

         Quité el tablón que atrancaba la puerta y salí. El sol me deslumbró y el calor evaporó el sudor de la fornicación que aún llevaba sobre mi piel, respiré hondo y me sentí bien, muy bien, había follado con otra mujer, mi segunda mujer y aunque seguía deseando a Dora, ahora también deseaba a Arel y estaba dispuesto a complacer a ambas...>>

-        Vaya con el Adam, ¿no? -dijo Tom nada mas terminar su hermana el capítulo.

-        Pues si, ¡este se folla a todas las esclavas a este paso! -dijo Cathy escandalizándose por su llana afirmación al decir “folla”.

-        Vamos hermanita, no seas tan puritana, no pasa nada por decir “follar”, yo lo digo, ¿ves? “Follar” y no pasa nada.

-        Si, pero es que tú eres un guarro y yo una señorita -respondió ella altanera.

-        Pues si, eres una señorita que algún día follará con su novio perdidamente -replicó Tom sonriendo.

-        ¡Pero qué guarro eres hermanito! -dijo ella protestando pero tal vez complacida por la idea que le había lanzado él, tal vez anhelando que ese momento llegase, pues su chochito estaba ya preparado para el sexo.

-        ¿Quieres agua, voy a subir a por un vaso?

-        ¡Gracias, yo también quiero! -pidió ella agradecida.

         Cuando su hermano subió, Cathy hizo una rápida exploración de su flor y la descubrió como esperaba, muy mojada y caliente. Mientras bajaba su hermano disfrutó de unas caricias sensuales sobre su surco encharcado y su clítoris erecto, luego cuando lo oyó bajar sacó su mano y la llevó a su nariz, disfrutando del aroma de su calentura. Aunque le dijese guarro a su hermano, ella también se consideraba una guarra en esos momentos, pues le gustaba el olor de su coño excitado.

-        ¡Oye hermanita!, ¿sabes qué? -exclamó Tom acelerado dándole el vaso de agua

-        ¿Qué? -preguntó ella antes de beber.

-        Nuestros padres están otra vez follando, he oído los gemidos de mamá al pasar por las escaleras para ir a la cocina.

-        ¿En serio? -volvió a preguntar como si no lo creyese.

-        ¡En serio! ¿Vienes a espiarlos? -le propuso Tom.

-        ¿Estás loco, nos pueden descubrir?

-        ¡Qué va, si follando no se enteran de nada! -explicó Tom.

-        No sé Tom, me da mucho corte -dijo a modo de excusa.

-        ¡Vamos será excitante! -replicó Tom sin atender a sus excusas, tomándola del brazo y obligándola casi a levantarse y seguirlo.

        

         Cathy se resistió a acompañarle pero más bien fue pura apariencia, con lo excitada que estaba no le parecía mala idea espiarlos, sería otro momento sensual que la ayudaría a masturbarse y correrse con más facilidad después.

         Subieron las escaleras, sin zapatos para no hacer ruido y se aproximaron a la puerta del dormitorio conyugal. Allí, como ya hicieran la primera noche, se asomaron desde el marco de la puerta abierta, pues hacía calor y dormían con ella así, en espera de que hiciese algo de viento y refrescara la habitación y sus cuerpos sudorosos.

         Tom dejó que se asomase su hermana primero y luego él se puso detrás suyo asomando su cabeza por su hombro. La escena era casi pornográfica, su padre estaba follando a su madre que estaba a cuatro patas en la cama, ellos los veían desde atrás, y ligeramente a un lado, de modo que venían las espaldas de su padre y parte del cuerpo de su madre a cuatro patas, con sus pechos colgando, bamboleándose en el vacío y sus manos apoyadas en la cama.

         Su madre seguía con sus acostumbrados lamentos que sonaban fantasmales al resonar por aquellos pasillos, mientras Tom y Cathy los observaban desde la penumbra. Él se había puesto detrás de su hermana a propósito sin ella sospecharlo. Para poder ver se pegó literalmente a su espalda, incluido su culito respingón, donde apoyó su dura estaca  y excitada tras el relato que habían leído, aquello le pareció delicioso aunque fuese el cuerpo de su querida hermana el que enculaba.

         Sin que lo advirtiera, extrajo su pene del calzoncillo por un lado y lo coló entre sus muslos, justo en el triángulo que se forma entre las ingles y su chochito, metiéndola en él,  sintiendo la estrechez del agujero y el calor que desprendía la piel de su hermana y la suavidad del tacto de sus braguitas sobre su prepucio.

         Cathy no notó nada hasta que sintió la calentura de la polla de su hermano entre sus ingles, entonces reaccionó violentamente empujando a su hermano hacia atrás para apartarlo de su intimidad. Pero éste se aferró a su cintura y se resistió con fuerza, negándose a abandonar aquel agujerito, pero su polla salió con el forcejeo y luego chocó contra su culo pero ya no consiguió volver a meterla en él, pues los había pegado fuertemente cerrándole el paso.

         En el forcejeo una madera del piso crujió y sus padres, se alertaron, girando ambos sus cabezas hacia el pasillo, justo a tiempo para que sus dos hijos se apartasen del marco y se quedaran petrificados sin respirar para no ser descubiertos. Los segundos se hicieron eternos, mientras esperaban en la misma posición en que estaban, con Tom agarrado a la cintura de su hermana, con su pollita erecta pegada a sus braguitas y esta apoyada en la pared. Siguieron así hasta que oyeron de nuevo los gemidos maternos y el leve crujir de los muelles del colchón no pudieron respirar tranquilos.

         Cathy intentó girarse aunque su hermano se lo impidió agarrándola por la cintura, entonces él le cogió una mano y la llevó a su polla desnuda haciendo que ésta la agarrase cerrándola sobre su mano. Ella intentó abrirla nada más sentir lo que estaba cogiendo, pero su hermano la apretó contra su pene y siguió cogiéndola contra su voluntad.

         Lo cierto es que Cathy sintió la calentura de la polla de su hermano y recordó la noche en que se masturbó mientras él dormía y ella se aprovechaba de estos mismos tocamientos y al final su mente se doblegó y ella comenzó a frotársela arriba y abajo para sorpresa de su hermano que enseguida la dejó libre para que siguiese con estos movimientos.

         Tom, al sentir las caricias de su hermana corrió a coger sus pechos, metiendo sus manos por debajo del pequeño top que llevaba y disfrutando de la suave tersura de su tacto acolchado, ella se dejó tocar encelada ya como estaba con su polla en la mano. Mientras hacía esto la escena en la habitación contigua continuaba y  entonces oyeron entre susurros.

-        ¡Métemela por el culo cariño! -pidió su madre a su marido.

         Esto los alertó y dejaron momentáneamente sus tocamientos para asomarse discretamente, entonces vieron que su madre se echaba al suelo y se ponía de rodillas sobre la alfombra, pegando la cabeza a ella y poniendo su culo muy en pompa. Su padre se agachó y flexionando las piernas, desde arriba apunto con su polla al culo de su hermosa mujer que esperaba sumisa en el suelo la penetración anal.

         Los hermanos oyeron unos gemidos que tal vez fueron primero quejidos y después volvieron a sonar a placer. Tom seguía detrás de su hermana. Ella ya no le cogía la polla así que volvió a meterla entre sus muslos y sus braguitas y comenzó a moverse despacio.

         Cathy, tal vez sorprendida por la tremenda escena anal que estaba contemplando no opuso resistencia a las insinuaciones coitales de su hermano y descubrió que su pollita discurría entre sus muslos, y decidió cerrarlos para sentirla mejor bajo sus braguitas y su coño. De manera que era como si Tom la follara pero “por fuera”.

         Los hermanos siguieron con la simulación de coito y sus padres practicando la penetración anal. Cathy cogió las manos de Tom y se las colocó en sus tetas, indicándole que se las acariciara y éste obedeció gustoso, sobándoselas y apretándole suavemente con las yemas los pezoncillos erectos de su hermana.

         Las braguitas de Cathy se mojaron con sus jugos y contribuyeron a una mejor lubricación en la fricción con la pollita de su hermano. Ella se metió sus dedos bajo ellas y frotó su clítoris mientras se dejaba follar por fuera, la sensaciones eran deliciosas, unidas a las suaves caricias que éste le practicaba en sus pechos y pezones. Incluso se atrevió a papar la polla de su hermano cuando ésta asomaba por entre sus ingles, bajo su chochito.

         De repente Cathy lo notó, el líquido caliente y viscoso comenzó bajar por sus muslos mientras ella se frotaba el clítoris bajo las braguitas y su hermano se corría entre sus ingles, instintivamente frotó sus muslos sin saber por qué y la leche de su hermano lubricó su piel provocándole un efecto placentero. Su orgasmo le sobrevino en esos momentos y tubo que aferrarse a la pared para no caerse apoyando su cara sobre el papel pintado.

         Mientras esto pasaba en el interior de la habitación los gemidos crecieron y su padre rugió sin poder evitar que el rugido gutural escapase de su garganta estrepitosamente, su madre se retorció en el suelo y gritó también escandalosamente mientras ambos se agitaban en un frenesí desgarrador, disfrutando del orgasmo culero fruto de su penetración anal.

         A estas alturas ambos hermanos se habían repuesto de sus orgasmos, Cathy en aquel momento quiso coger de nuevo la polla de su hermano y sentirla en su mano, esta vez estaba ya flácida y morcillona, se la movió unas cuantas veces y la soltó y sin decir nada salió a hurtadillas por el pasillo encaminándose hacia su habitación.

         Tom la siguió pero al ver que cerraba la puerta decidió respetarla, después de lo que habían hecho juntos ambos necesitaban la soledad, soledad para pensar, soledad para recapacitar sobre lo sucedido.

         Mientras estaba tumbado en su cama, mirando al techo en la penumbra de la noche, se preocupó por su hermana, sabía que ella lo llevaría peor que él así que deseó que no se traumatizase mucho por lo sucedido y se sintió un poco responsable al entender que fue él quien encendió la mecha de la lujuria. Como bien dice el refrán: “el hombre es fuego y la mujer estopa... y llega el diablo y sopla”.

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Caluroso verano

Náufragos (3)

Náufragos (2)

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Náufragos

Diario de una universitaria (5)

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Posición dominante

El Admirador (05)

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