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Caluroso verano (8)

en Amor filial

Capítulo 16

Al día siguiente nos levantamos tarde, mi primo y yo descubrimos con sorpresa que mi madre, mi tía y la abuela ya se habían bajado a la playa, así que perezosamente disfrutamos de un buen desayuno mientras charlábamos y comentábamos la jugada de la noche anterior.

  • Oye, primo, ¿te puedo hacer una pregunta? -me dijo en un momento de la conversación.

  • ¡Sí claro, ya sabes que hay confianza! ¿No? -contesté yo ufanamente.

  • Verás es que anoche... bueno no sé porqué me la chupaste... -exclamó finalmente.

  • ¡Pues, verás!... Yo tampoco estoy seguro, ¡fue un arrebato! No lo pensé la verdad -me apresuré a decir precipitadamente.

  • No es que no me gustase primo, es que no me lo esperaba -confesó finalmente.

  • Entonces, ¿te gustó no? -pregunté dubitativo.

  • Bueno, me sorprendí mucho la verdad, pero se puede decir que me gustó -razonó él pausadamente, pensando las palabras exactas que iba a decir.

  • No es que me considere gay, no sé, me salió de dentro -me excusé.

  • ¡Oh no he pensado eso primo! Es como cuando nos hemos pajeado juntos, da mucho morbo, ¿verdad? -aclaró él rápidamente.

  • Si, es como eso -dije yo tras él.

Nos quedamos un rato en silencio, y la tensión se podía cortar con un cuchillo. Finalmente le dí un golpe en el hombro y lo animé a levantarnos para ir a la playa en busca de nuestras queridas y amadas mamás.

Ese día en la playa también estaban nuestras nuevas amiguitas con sus madres reunidas con las nuestras y la abuela. Nos saludaron efusivamente al vernos llegar y fuimos a bañarnos y a jugar con la pelota. En el agua daba gusto estar con tanta mujer, mi primo y yo exagerábamos y aprovechábamos para tirarnos en plancha encima de la que se nos pusiera por delante. Yo creo que debía notarse nuestro descaro, pero lejos de reprendernos, se ve que a ellas también les daba vergüenza decir algo y se militaban a protegerse con los brazos y a reír a mandíbula batiente.

Para mi sorpresa, ante la madre de Patri, una rubia bastante rolliza por cierto, en una de estas noté como me manoseaba el culo. "Vaya, con la mamaíta: ¡pues no que me estaba metiendo mano! -dije para mis adrentros". La mujer tenía unos melones generosos y un culo de dimensiones proporcionadas a éstos. Aproveché para sobarle el culo también con descaro, la muy pícara me guiñó un ojo y disimulando me lanzó para atrás.

Me puso cachondo, pues era otra posible presa para aquel verano tan fructífero, luego lo pensé y tal vez en realidad yo era el pez pequeño que sería comido por aquél pez grande, pues sin duda la tipa, tenía más experiencia a sus espaldas que aquél joven adolescente que recientemente había descubierto el más primitivo de los placeres.

Seguí buscándola en el juego y ella a mi, sobándome la polla tiesa que nadaba bajo el agua. Yo le metí el dedo en su coño y sentí sus jugos resbalar en mis yemas. Qué chochazo tenía la tía, me entraron unas tremendas ganas de llevármela para la casa y follármela un buen rato. La situación se hizo algo tensa, pues vi cómo nos miraba mi tía y decidí calmar mi sed de sexo por el momento, manteniendo las distancias con la rolliza cachonda mamá de Patri.

Para el almuerzo nos fuimos a comer en un chiringuito así que llenamos tres mesas con los comensales y disfrutamos del delicioso "pescaito frito" de la zona. Tras la comida no había quien pudiera moverse así que nos acomodamos bajo las sombrillas y echamos la siesta. Yo dormí de lado pues intuía que mi estaca se despertaría durante algún posible sueño erótico durante en la siesta, y no quería que me descubrieran nuestras nuevas amigas en una actitud tan comprometida como esa.

Por la tarde volvimos a bañarnos, pero esta vez más tranquilamente, nadé junto al harén de mujeres que nos rodeaba a mi primo y a mi. Es curioso porque en casi todo el día apenas hablamos, creo que estábamos tan absortos entre tanto bikini, culo y tetas que apenas reparamos el uno en el otro.

Durante unos instantes conseguí quedarme un poco rezagado y mi nueva posible conquista o conquistadora, según se mire. Ella entendió mis intenciones y se mantuvo cerca de mi. Aunque cuando llegó el momento no supe qué decir y me limité a sonreír.

  • Oye Ismael, ¡qué bien nos lo estamos pasando hoy¡ ¿Verdad? -me preguntó la tal Maribel para romper el hielo.

  • ¡Oh sí, genial! -contesté, falto de originalidad y chispa-. Me lo he pasado muy bien jugando a la pelota con vosotras -agregué con la intención de ser picante.

  • ¡Uy siiiii! Yo también chico, qué manera de tirarte encima de nosotras que tenías, ¿eh Ismael? -me soltó ella como una gata en celo.

  • Pues anda que tú tampoco te quedaste corta sujetándome para que no me escapara, ¿verdad? -alegué en mi defensa.

  • ¡Oh sí, lo admito es que no quería que cogieses la pelota! -se excusó ella, pues según el juego se trataba de que tenía que quitársela.

  • Ya, pues me ha encantado Maribel -concluí.

  • A mi también cariño, oye me gustaría que pudiésemos encontrarnos a solas. ¿Sería posible? -me propuso literalmente.

  • No sé, parece complicado pues no me separo de mi familia en todo el día -dije yo sopesando las posibilidades de dar esquinazo a mi primo o a mi madre y mi tía.

  • ¡Qué pena, si pudieses escaparte aunque sólo fuera una horita, podríamos hacer maravillas! -se insinuó ella al tiempo que su mano contactó con mi polla erecta.

  • Bueno, si me das tu móvil te llamo cuando sepa que me puedo escapar y nos vemos en algún sitio a solas. ¡Estás super buena!, ¿lo sabías? -exclamé yo seducido por sus encantos femeninos.

  • ¡Oh gracias cariño, tú también estás para mojar pan! Bueno disimulemos que nos estarán mirando -dijo lanzándose a nado hacia el grupo.

Al final de la tarde cuando ya caminábamos de vuelta para ducharnos y salir a cenar nos quedamos rezagados de nuevo y ella me dio su número de móvil que discretamente anoté en la agenda del mío.

Tras la cena ya en familia con mi primo, mi abuela, mi tía y mi madre nos fuimos a una terraza de verano donde ¡oh casualidad!, estaban nuestras queridas vecinas. Así que seguimos la fiesta con ellas.

Maribel no dejaba de mirarme y yo a ella, la atracción crecía entre los dos. Yo me perdía por su escote de pechos generosos, con su pelo rubio ondulado reposando sobre ellos adornando su generoso canalillo, seguía bajando al mirada y admiraba sus largas piernas terminadas en zapatos de tacón, sin duda me sacaba como dos palmos de estatura, pero, ¿aquella mujerona iba a caer bajo mis encantos? No podía creer lo que me estaba pasando. Se lo conté a mi primo y él tampoco lo creyó al principio, decía que le estaba vacilando pero cuando vio como nos mirábamos empezó a ser: "un creyente".

En un momento de tranquilidad, cuando paró la música Maribel dijo: "voy al servicio", y se aseguró de que yo lo oyese. Impaciente esperé unos segundos hasta que ella se alejó unos metros para disimular, y cuando empezó de nuevo la música le hice una señal a mi primo y me largué detrás de mi nueva jaca sin decir nada al resto.

Maribel se encaminó a la salida de la terraza, que estaba muy cerca de la playa y allí fui yo tras ella, cuan perrito faldero. Cuando estaba a unos pasos se giró y con una enorme sonrisa me recibió echándome el brazo por los hombros.

  • ¡Oh cariño, qué bien! Lo has captado -dijo apretándome contra sus enormes pechos. Vamos a la playa.

Aceleramos el paso y nos adentramos en la penumbra, allí había más gente, sin duda otras parejas que buscaban la intimidad de la oscuridad, pero a Maribel no pareció importarle, así que a mi tampoco. Luego me pidió que le sujetara el bolso, se bajó las bragas y se arrodilló para mi asombro.

  • Voy ha hacer un piss, efectivamente tenía ganas -me dijo mientras la miraba puesta en cuclillas en el suelo.

Oí su chorrito caer y penetrar en la arena de la playa, me pareció una situación excitante estar allí esperando delante de aquella diosa, agachada regando la arena con su aguita amarilla, pensé en su coño y lo imaginé grande y jugoso, como una fruta madura y dulce. Cuando terminó me pidió que le diese un paquete de pañuelos de su bolso y se secó tan íntima parte.

  • Vamos cariño que no podemos tardar mucho -me dijo, mientras me cogía de la mano y nos alejábamos unos metros del lugar donde había miccionado.

De repente, como una leona me atacó, me estrechó entre sus brazos y me metió su caliente y húmeda lengua en la boca. Yo, su inocente presa, no pude hacer anda. Sin darme tiempo a reaccionar se arrodilló y me quitó las bermudas de un tirón llevándose también con ellas mis calzoncillos.

  • ¡Qué ricura de pollita que tienes mi niño! -me dijo al tiempo que se la comía hasta los huevos.

En esos momentos subí la mirada hacia aquel cielo estrellado mientras el placer inundaba mi pequeño cuerpo desde la polla hasta el espinazo, qué tía con qué maestría chupaba la cabrona, pero duró poco el éxtasis, con prisas se puso a cuatro patas y se bajó las bragas hasta las rodillas y me ordenó:

  • ¡Adelante! ¡Fóllame por detrás!, no podemos echarnos en la arena -aclaró.

Obedecí, pero antes mi mano estrechó su coño, el coño que iba a penetrar a continuación y como quien bendice la mesa recé por poder aguantar mientras me follaba aquel coño delicioso que ya babeaba jugos por todos lados. Mi polla entró sin dificultad, no me podía arrodillar pues su culo quedaba alto así que la follé en cuclillas, desde arriba. Ella gimió como una descosida, tanto que temí que alguien se nos acercara. Pero creo que los que allí había no tenían el menor interés en nosotros, pues debían andar a lo suyo.

Uno dos, uno dos, como quien hace ejercicio practiqué sentadillas aferrándome a aquél culo grande y maravilloso, uno dos, uno dos, qué placer, que candor salía de aquél coño abrasador, uno dos, uno dos, los minutos se hacían eternos, mi polla amenazaba con soltar ya su carga letal en aquella raja sin par, uno dos, uno dos, no puedo más me resisto, pero siento que me voy, definitivamente no puedo aguantar más y me corro, mientras aquella fiera bajo mis pies se retuerce y gime sin parar, uno dos, uno dos, apuro mis últimos envites y escurro las últimas gotitas de semen de mi polla. Me siento mareado por unos instantes, consigo aguantar el equilibrio, pero uno momento, siento como de repente la fiera cobra vida y su coño estruja con más fuerza mi polla, uno dos, uno dos, la fiera se corre también con gran estrépito aferrándose a la fría arena en la noche, qué fuerza tiene su chocho, como chupa y se contrae estrujando mi pilila en un abrazo mortal. Ya no puedo más la saco y rendido me retiro de aquel templo del sexo sin pudor.

La fiera se recrea en la corrida unos segundos más, pero al instante me dice que es tarde y que deben volver. Se levanta y buscando de nuevo pañuelos en su bolso se vuelve a limpiar de nuevo su altar, sin duda mis jugos están ahora resbalando por su raja, tal vez por sus muslos suaves y carnosos, cayendo a la arena, qué pena, mis pobres espermatozoides perdiéndose en la arena.

Antes de regresar del reino de las sombras, mi leona me regaló con otro caliente y húmedo beso, con su lengua buscando la mía entre mis dientes. Luego me dijo lo mucho que había disfrutado y que quería repetir cuanto antes. Quedamos en que ella se adelantaría para volver sola con el resto del grupo y yo llegaría después desde otra dirección. Así lo hicimos, para no levantar sospechas.

Cuando me reintegré al grupo mi primo estaba sonriente como pocas veces y ante un gesto suyo con la mirada yo asentí y mostré una leve sonrisa, él se mostró gratamente sorprendido. Luego me fijé en que mi tía me estaba mirando y pareció no gustarle lo que tal vez intuía que había pasado, en fin, en aquel momento dudé si conseguiría acostarme con ella, aunque aún la deseaba con toda mi alma... bueno con toda mi entrepierna más bien.

Como ya era tarde, nuestras madres decidieron retirarse y nos marcharnos con ellas. Nuestras nuevas amigas en cambio se quedaron un rato más en la terraza al aire libre, tuve ganas de quedarme con ellas, pero medió vergüenza decirles a nuestras madres que nos queríamos quedar así que nos fuimos con ellas.

El camino de vuelta lo afrontamos por el paseo marítimo, ya era tarde y al ser domingo no había mucha gente paseando, pues no todo el mundo estaba de vacaciones y al día siguiente debían trabajar, entre ellos mi tía. Mi primo y yo nos quedamos a unos metros de nuestras madres y su abuela y fuimos comentando por el camino mi ardiente encuentro con Maribel. A él le excitó tremendamente la forma en que lo habíamos hecho y el morbo de la precipitación y la primera vez.

Cuando nos acostamos apenas teníamos sueño, habíamos tomado demasiados refrescos de cola y estábamos sufriendo los efectos de la cafeína y los azucares de los mismos. Así que siguió nuestra charla. En un momento dado mi primo propuso hacer una escapada a la playa, nosotros solos y darnos un baño. La noche anterior había funcionado así que nos animamos y decidimos repetir la experiencia, aunque eso si esta noche íbamos sólos aunque claro, yo, a diferencia de mi primo, ya había tenido mi ración de sexo.

La calle estaba aún más desierta cuando bajamos que instantes antes a nuestro regreso, nos adentramos en la oscuridad, dejamos las toallas en la arena y nos dispusimos a entrar en el agua. Estaba tan fría como la noche anterior, pero una vez dentro mejoraba. Estuvimos un rato allí y seguimos hablando, mi primo se acordaba mucho de la noche anterior, del polvo maravilloso que echamos, del trío que montamos. Sin duda para él fue un palo que yo hubiese follado aquella noche con la madre de Patri, él se sentía caliente y frustrado por no poder desahogarse de igual modo.

Salimos del agua y nos envolvimos en las toallas.

  • Oye primo, ¿quieres que te masturbe? -me ofrecí viendo lo desolado que estaba.

  • No es necesario primo, ya me apañaré yo cuando volvamos -contestó él rechazando mi ofrecimiento.

  • No es molestia, yo creo que a estas alturas ya hay confianza, ¿no? -insistí y sin esperar confirmación saqué la mano de la toalla y la deslicé por entre sus piernas.

Palpé su bañador mojado, intentando localizar su pilila, con el fresco que hacía y tras habernos bañado la verdad es que estaba escondida, para qué nos vamos a engañar. Introduje la mano por el bañador y sobre su piel fría y húmeda la localicé arrugada y pequeñita así que la froté con la palma en un intento de calentarla.

  • ¡Oh primo, en serio, ¿no tienes por qué hacerlo? -protestó el, tal vez algo incómodo por la situación.

  • No es molestia primo, me apetece hacerlo, anda por qué no te bajas el bañador a ver si te excitas un poco, que con lo mojado que lo tienes, está desaparecida en combate.

A regañadientes obedeció. Ahora pude cogerle su pollita mejor, ésta ya comenzaba a despertarse y en apenas unos segundos creció en mi mano y se puso tiesa y dura. Comencé a pajearlo suavemente, continuando con el calentamiento. La brisa marina refrescaba mucho a aquellas horas, así que él se tapaba con la toalla y yo con la mía, de forma que sólo mi mano, furtivamente se deslizaba bajo ella y seguía con el "trabajito".

Finalmente decidió tumbarse para estar más cómodo, y como la toalla no le llegaba, se la echó por el pecho y dejó su pene erecto apuntando al cielo estrellado al descubierto. Yo seguí con la masturbación, aunque con el frío amenazaba con venirse abajo por momentos. Entonces lo pensé y con la experiencia de la noche anterior, mi cerebro no opuso demasiada resistencia a la idea.

Me incliné sobre el falo y éste entró en mi boca siendo arropado por mis labios como ya hiciera la noche anterior. Comencé a chupárselo mientras lo sujetaba con la mano, mi primo gimió al sentir mi boca sobre su polla y se retorció brevemente y volvió a quedarse quieto de modo que seguí con mi felación. El sabor de su pene en mi boca no me desagradó demasiado tras la noche anterior, lo encontré más natural, bueno estaba algo salado por el agua del mar pero me acostumbré rápidamente a la sensación de tenerlo en mi boca. Al principio estaba más frío pero poco a poco cogió la temperatura que amablemente le cedían mis labios y mi lengua y su tacto se hizo más suave y agradable.

Lo chupaba con deleite, por qué negarlo y él también disfrutaba bastante de mi atrevimiento, pues en ningún momento hizo ademán por separarme de él. Lo que me propuso a continuación sí que me sorprendió...

  • Primo, ¿quieres que te lo chupe ahora yo a a ti? -me preguntó de repente incorporándose e interrumpiendo mi felación.

  • Pero, ¿si aún no he acabado contigo? -pregunté yo extrañado.

  • Si, pero es que ya me iba a correr y así descanso y luego seguimos otra vez, ¿te parece bien?

  • Bueno, si tú quieres, hazlo -asentí finalmente.

Ahora me tumbé yo y repetimos la operación pero al contrario, mi primo tímidamente lamió mi glande, como tomando contacto con lo que se disponía a realizar, y tras esta primera impresión la introdujo en su boca suavemente hasta una profundidad prudencial. Luego siguió chupando igualmente despacio.

La sensación era extraña, por un lado era placentero, pero por otro tenía aún algo de reparo por lo que me estaba haciendo él, otro chico. Pero como en todo, siempre hay una primera vez, y ésta no suele ser todo lo buena que habíamos imaginado en un principio. Siguió insistiendo y comencé a disfrutar de sus chupadas cada vez más, hasta que estuve a punto de correrme otra vez aquella noche. En ese momento lo detuve y tomé el relevo con su polla que seguía dura y a punto. Se la chupé de nuevo y enseguida alcanzó la excitación acercándose a su clímax.

Me detuve y decidí improvisar de nuevo, me eché encima suyo como si de una hembra se tratase y coloqué mi polla junto a la suya, de forma que fuese como si estuviésemos follando. Comencé a frotarme con su barriga y él con la mía, sin saber muy bien lo que hacíamos ninguno preguntó nada, pero entre los dos buscamos la mejor forma de buscar el placer mutuo y corrernos...

Al final resultó que simplemente frotándonos con las vergas alojadas en las ingles, podíamos disfrutar de forma parecida a como si estuviésemos follando y de esta forma descargué en sus ingles y mi primo en las mías, mientras nuestros espesos y blancos jugos resbalaban por nuestra piel, apurábamos los últimos envites de nuestros orgasmos respectivos.

Nos fuimos a lavar en el agua, ahora la reentrada no fue tan dura como antes, y seguía estándose mucho mejor dentro que fuera, donde la brisa marina ya refrescaba en exceso. Una vez nos libramos de el pegajoso resultado de nuestra fornicación en la arena, nos relajamos dentro del agua, yo casi me dormía flotando en el agua y mi primo también estaba cansado, así que somnolientos emprendimos el camino de regreso al piso. Entramos de puntillas, como gatos que caminan por los tejados durante la noche y caímos rendidos en nuestras camas. Como la noche anterior parece que no notaron nuestra ausencia.

El día siguiente fue de transición, era lunes y mi tía volvía a trabajar, mi madre por su parte acompañó a la abuela al pueblo de modo que mi primo y yo estuvimos jugando a los videojuegos por la mañana. Recuerdo que no nos atrevimos ha hablar de lo sucedido la noche anterior, simplemente nos limitamos a jugar tras el desayuno como si nada hubiese ocurrido. Cada uno en su interior seguramente seguía recordando el asunto, pero preferimos no comentar nada, tampoco es que hubiese nada especial que comentar, pasó y punto.

Por la tarde nos bajamos un rato a la playa con mi tía después de la siesta, bien entrada la tarde. Mi tía me recriminó dónde me había metido la noche anterior, yo no supe qué decirle, era obvio que estaba molesta. Cuando la invitamos a nadar ella declinó la amable invitación así que nos fuimos solos. Me preocupaba, la verdad, pero bueno qué podía hacer yo. Tampoco es que me arrepintiese de haberme follado a la madre de Patri pues fue algo súbito, inesperado y brutalmente placentero.

Decidí echar pelillos a la mar y actuar como si mi tía no estuviese enfadada, así que le pedí a mi primo que me echase una mano, la cogimos casi en volandas, y la llevamos al agua. Con lo pequeñita que era no nos fue difícil y pudimos reducirla sin mucho esfuerzo, ella protestó y nos dio algún que otro cachete sin cortarse un pelo pero no fue suficiente para parar el empuje y la fuerza de nuestra juventud.

Ya en el agua, comenzamos a darnos ahogadillas y la tensión existente antes por sus reproches se diluyó con las olas y volvió el "buen rollito" entre nosotros. Mi tía hasta me pidió perdón después por haber sido tan desagradable, yo le dije que no importaba y sellé mi palabra con un beso en su mejilla que iluminó su sonrisa. Aprovechando el buen momento le pedí a mi primo que fuese a comprar unos helados y le insinué que no tuviese prisa en volver, él captó la indirecta y se marchó. Entonces aproveché para intimar con mi tía bajo la sombrilla.

  • Oye Marta, quiero que sepas que me importas mucho y no quiero que te enfades conmigo -le espeté sorprendiéndola.

  • Es que anoche cuando vi que tardabas tanto pensé que te habías liado con la zorra aquella y me entraron celos -confesó finalmente desviando su dulce mirada de ojos color miel hacia el horizonte.

Cogí su barbilla, giré su cara hacia mi, me acerqué y la besé en los labios dulcemente.

  • No seas tonta, yo te quiero a ti, es que en el servicio había mucha cola por eso tardé en volver -mentí descaradamente, pero, ¿qué iba ha hacer si no para explicar mi ausencia? Tampoco quería hacerle daño innecesariamente.

  • Bueno, no pasa nada -se limito a concluir mi tía.

La volvía a besar, pero esta vez fue un beso caliente y húmedo durante le cual aproveché para acariciarle la entrepierna rozándole su bañador mojado y el chochito durmiente que yacía bajo él.

  • ¡Qué haces, que nos van a ver! -exclamó ella protestando.

  • O Marta es que me pones tan cachondo, quiero que hagamos el amor -le espeté irrefutablemente.

  • Lo sé Ismael, yo también te deseo, pero mi hijo puede volver en cualquier momento -se excusó.

  • Él ya sabe que me gustas -afirmé.

  • ¿Cómo, es que se lo has contado? -preguntó ingenuamente.

  • Pues si, y él ya ha hecho el amor con mi madre, le encantó -le confesé.

  • ¡No me lo puedo creer! -exclamó quedándose boquiabierta-. Bueno supongo que es mejor eso a que fuese gay como yo sospechaba.

  • Yo pienso que no, que le gusta un coño tanto o más que a mi, y a mi me vuelve loco tu coño, quiero comértelo lo antes posible -añadí.

  • ¡Ismael, por favor, no seas tan directo! -exclamó ella haciendo como si le diese vergüenza.

  • Vamos Marta, ¿tú no me deseas? -le demandé.

  • ¡Claro que sí Ismael! Lo estoy pasando mal estas noches de tanto calor, pienso en ti y ya no puedo dormir en toda la noche si no me doy una ducha fría -añadió.

  • Entonces, ¿por qué no me escapo esta noche a tu habitación y damos rienda suelta a nuestra pasión? -le propuse.

  • Pero, tu madre duerme al lado, nos oirá -se quejó ella.

  • No te preocupes, lo hablaré con ella para que le haga una visita sorpresa a tu hijo, éste también la espera ansioso, está que no vive pensando en fornicar con mi madre -asentí con descaro.

  • ¡Ismael! -volvió a protestar ella tapándose la boca avergonzándose por mis palabras descaradas.

  • No te escandalices, mi madre también sabe lo nuestro, aquella noche en la playa fue evidente lo que hacíamos cada uno, ¿no? -le expliqué

  • Bueno sí, supongo que si. Desde luego vamos a terminar siendo una familia muy unida -concluyó.

Mi primo ya se aproximaba con los helados en la mano así que dejamos la conversación y nos dispusimos a saborear la rica merienda que éste nos traía.

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