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Like a Dream (6)

en Hetero: General

 

 

Medio día.

 

 

Daniel despertó, las escasas rendijas que tenían aquellas pesadas cortinas dejaban pasar tímidos rayos de luz que iluminaban la recargada y lujosa habitación con una tenue luz.

Estaba acoplado a la espalda de su nueva amiga, fundidos sus cuerpos desnudos en perfecta unión, como dos cucharas superpuestas. Sentía sus suaves glúteos sobre su pelvis, su estómago estaba apoyado sobre la parte baja de su espalda y su pecho sobre ella. Su pierna reposaba sobre uno de sus muslos, el otro lo mantenía adelantado, lo que hacía que su miembro, ahora en reposo, quedase a las puertas del templo divino de Melany. Su mano derecha la abrazaba quedando apoyada frente a sus pechos, sintiendo el suave roce de estos en su antebrazo. Su nariz podía oler el perfume en sus largos cabellos vueltos hacia arriba para dejarlos caer por encima de la almohada. Dormían en perfecta fusión.

Daniel acarició aquellos muslos desnudos, desde la mitad hasta sus glúteos, una vez allí los palpó suavemente apretándolos justo donde su curvatura se pierde y empieza el muslo, aquel pequeño trozo de carne era deliciosamente sensual y al apretarlo entre sus dedos sentía una especial excitación.

Estas caricias despertaron a una melosa gata que revolviéndose lo abrazó y se fundió con sus labios en cálidos besos matutinos...

  • Tengo hambre, ¿tú no? -le preguntó aquella vocecilla dulce y melosa.

  • ¡Ya lo creo! -admitió él sintiendo como sus tripas le llamaban.

  • ¡También me hago piss! -le sonrió aquel hada del bosque, acto seguido saltó de la cama y se dirigió al baño.

Daniel se quedó remoloneando entre las sábanas y aprovechó para contemplarla mientras grácilmente se dirigía al baño desnuda como una gatita. Su delgada figura era espectacular y se preguntó si aún estaría soñando. Aquella espalda marcadamente femenina, aquel pequeño trasero, aquellas largas piernas de muslos suaves y contorneados, terminaban en una oquedad que quedaba oscura en aquella penumbra, donde Daniel sabía que se escondía su joya, aquella de la que disfrutó anoche, aquella que lo trasportó al mundo del éxtasis y el placer divino.

Oyó la ducha y decidió esperar pacientemente a que saliera del baño. Cuando lo hizo estaba tan espectacular como siempre, aunque esta vez iba tapada con un albornoz blanco. Accedió a la cama y de nuevo lo besó dulcemente en los labios.

  • ¿Te duchas mientras pido algo para desayunar?

  • Tengo una idea mejor, ¿qué te parece si salimos a tomar churros y chocolate?

  • ¡Churros con chocolate! Hace años que no los como -se lamentó Melany-. ¡Me parece perfecto! -añadió finalmente.

De modo que cuando Daniel se duchó se puso las mismas ropas que llevara el día anterior, no era muy higiénico pero no tenía otra alternativa.

Al salir a la calle el sol del medio día los cegó, haciendo que les llorasen los ojos. Iban cogidos de la mano, caminando despacio, de manera que poco a poco sus ojos se adaptaron a la claridad. Entonces la contempló a la luz del día...

Sus largos cabellos rubios y ondulados destellaban reflejos dorados bajo aquel intenso sol, su cara blanca de facciones aniñadas era lo más dulce que había visto en años, a pesar de que apenas se puso un poco de pintalabios su belleza lo cautivó. Especialmente llamaron su atención aquellos ojillos verde oliva, que le conferían al conjunto un aire de niña traviesa, unidos a su pequeña sonrisa picarona.

Melany se le quedó mirando, sonriéndole y finalmente, en vista de que Daniel parecía haber quedado mudo habló...

  • ¡Qué te pasa! Parecería que es la primera vez que nos vemos.

  • ¡Oh nada, es que eres tan guapa! Verte de noche fue distinto...

  • ¿Es que anoche te parecía más fea? -sonrió Melisa.

  • ¡Oh no, todo lo contrario, anoche parecías espectacular, pero esta mañana pareces un ángel caído del cielo! -la piropeó diciendo lo primero que se le vino a la cabeza.

  • ¡Gracias! -sonrió Melisa notando como un ligero rubor acaloraba sus mejillas-. Es cierto que todo se ve distinto de día, tu sigues siendo justo como te imaginé, maduro, afable, irradias una paz y una bondad que fueron las que me encandilaron anoche y ahora, de día, sigo confirmándote lo mucho que me gustas.

  • Gracias -asintió Daniel sin poder creerlo totalmente pues su inseguridad le impedía subirse a la nube a la que ella trataba de trasportarlo. Bueno vayamos a tomar esos churros.

Las calles estaban llenas de turistas de todas las nacionalidades, la avenida de La Constitución siempre estaba así, como calle principal de la capital Hispalense, Daniel la conocía bien tras más de diez años viviendo en aquella ciudad. La pareja se mezclaba entre esta turba y parecían un par de turistas más, eso si, cogidos de la mano parecían o de hecho eran una pareja de recién enamorados.

El local ya tenía muy poca gente, pues a aquellas horas entre el desayuno y la comida apenas quedaban clientes. Aunque era tarde, cuando les pidieron sendas raciones de churros y chocolate el camarero no se extrañó, tal vez intuyó que aquella pareja estaba recién levantada, después de una noche de pasión y sin duda no se equivocaba. Los camareros acaban sabiendo estas cosas de la gente, pues en su día a día ven tantas personas y situaciones que acaban teniendo un sexto sentido para el trato personal.

Tras mojar los largos churros en aquel chocolate los probaron...

  • ¡Um son deliciosos! -exclamó ella tras morderlo con sus pequeños y blancos dientes.

  • Ya lo creo, y tomarlos con una chica tan bonita como tú los hace más deliciosos aún -le sonrió Daniel.

  • ¿Siempre eres tan encantador con las chicas que conoces?

  • Lo sería con todas las que conociera -le confesó Daniel con cierta amargura.

  • Finges conmigo que no conoces a muchas para que no piense que soy una más, ¿eh? -rió ella picarona.

  • Soy sincero con la chica que acabo de conocer, ¿porqué habría de mentirte? A lo mejor no estás acostumbrada a la sinceridad en los chicos que conoces, que si son de tu edad parecerán pavos reales mostrando sus mejores plumas para llevarte a la cama, ¿verdad?

  • Has acertado, en mi mundo todo son apariencias y vanidad -le confesó Melany mientras mojaba un nuevo churro y se lo llevaba a su boca.

Una pequeña gota de chocolate resbalaba por las comisuras de los labios de Melany hasta que Daniel la capturó con su dedo y acto seguido se lo chupó, Melany sonrió ante aquel detalle.

  • ¿Y te gusta tu mundo campanilla? -le preguntó con absoluta normalidad.

  • ¿Me has llamado campanilla? -se sorprendió Melany.

  • ¿No te gusta? Desde el principio me has parecido un hada del bosque, así que se me ha ocurrido que campanilla te iba como anillo al dedo.

Melay soltó una sonora carcajada, hacía tiempo que no estaba tan distendida con un hombre.

  • ¡Sigues siendo encantador y eso me gusta mucho! -le soltó un beso por su nueva ocurrencia.

  • Gracias trato de conquistarte y lo hago lo mejor que se -le devolvió la sonrisa Daniel-.

  • Mi mundo tiene sus cosas buenas y malas, como todos, desde pequeña quise ser modelo y gracias a mi madre lo conseguí. Una de las cosas que echo de menos precisamente es esto, poder comer lo que te apetezca y no tener que preocuparte por si tienes un centímetro más de cadera.

  • Lo entiendo, ahora debes sacrificarte por tu trabajo, pero más adelante tal vez puedas recuperar una figura normal. Sin duda estarás aún más bella cuando seas una mujer madura, con todas sus curvas, sin duda estarás tan rica como estos churros.

Melany volvió a reír de manera algo escandalosa.

  • ¿Y tu mundo cómo es? -le preguntó Melany utilizando sus palabras.

  • Bueno, tengo un trabajo de oficina, todo el día sentado, no muy interesante, nada excitante, aunque es mi trabajo y en el fondo me gusta hacerlo. Me gusta resolver problemas, dedicarles tiempo y encontrar la mejor solución posible.

  • Yo pensaba que los que resolvían problemas eran los matemáticos -sonrió Melany, ya que no tenía mucha idea de qué iba su trabajo.

  • Bueno, muchas profesiones resolvemos problemas, cualquier ingeniero se enfrenta en su día a día a problemas que surgen en su área de la ingeniería, a situaciones que tiene que analizar con detenimiento para dar la mejor solución posible.

    >> La informática no es distinta de otras ingenierías, primero alguien tienen que hacer los planos del software, como en la arquitectura de un edificio, ahí surgen problemas cuando se van a trasladar a la máquina, yo estudio los problemas y los resuelvo, luego les indico a los programadores que vienen a ser los obreros de la construcción.

  • Pues si, parece interesante, nunca había visto la informática desde ese punto de vista -le confesó la joven Melany.

  • Es como todo, acabas aburriéndote, pues termina siendo algo monótono.

  • La verdad es que en mi trabajo la mayor parte del tiempo no hacemos nada, bueno si por nada se entiende mantener una dieta y hacer mucho ejercicio. Eso sí, viajamos mucho y siempre ando con maletas de aquí para allá, lo bueno es que casi no llevo ropa, pues me la dan cuando voy a cualquier sitio -sonrió.

Daniel se quedó unos momentos en silencio, meditando sobre lo que Melany acababa de confesarle. Se sentía tan abrumado por aquella chica, era tan preciosa que no podía creer que le estuviese pasando a él, en el fondo seguía sin poder creerlo, aunque no querí ponerse pesado con este tema.

Terminaron de desayunar, y era tan tarde que probablemente ya se saltasen el almuerzo, pues con lo que habían comido no les entraría hambre hasta la tarde. Entonces pensaron qué hacer, Daniel le sugirió acercarse a casa a cambiarse, pues llevaba la misma ropa del día anterior. Entonces Melany le propuso ir de compras y elegirle ropa nueva para él.

A Daniel no le atrajo mucho la idea, pero al parecer esto le hacía mucha ilusión a Melany, de modo que aceptó su ofrecimiento y aunque se negó en principio a que “ella invitara”, tuvo que aceptarlo igualmente pues la chica quiso regalarle las prendas que ella le eligiese.

En la tienda un montón de chicas jóvenes, todas muy monas los recibieron con un falso encanto, pero dicho trato era de agradecer. Melany empezó a revolotear por las perchas donde colgaba ropa informal y fue cogiendo algunas camisas, camisetas y pantalones que le gustaron para él. Daniel la dejó elegir, aunque la verdad es que algunas de las prendas que ella cogía no le gustaban pues no eran de su estilo, pero accedió al menos a probárselas.

Daniel cogió un pack de boxer, pues en el hotel no se había puesto los del día anterior por higiene así que iba “al natural”. Entonces se produjo una situación un poco embarazosa pues una de las chicas de la tienda le dijo que no se podía probar la ropa interior, lo que lo dejó bastante cortado. Tuvo que hacer un acopio de valor para superar su timidez y soltarle a la chica: “perdona es que los perdí anoche y no llevo nada puesto, lo cual empieza a ser incómodo, así que no me los probaré, más bien me los pondré”.

La dependienta sintió el golpe dialéctico como si la hubiese abofeteado y se limitó a bajar la cabeza mientras afirmaba: “bueno, entonces si”.

Melany pasó con él al pasillo de los probadores y cuando estuvieron sólos le preguntó divertida por el incidente.

  • ¿En serio que no llevas?

  • Totalmente -asintió Daniel.

  • ¡Qué excitante, no pensé que fueses capaz de ir por ahí sin calzoncillos! -rió a carcajadas-. ¿Puedo pasar contigo al probador?

  • Bueno la verdad es que...

  • ¡Vamos! ¿No te dará vergüenza ahora que nos veamos desnudos después de lo que hemos gozado juntos, no? -le preguntó mientras lo tomaba de la mano y pasaba con él al probador.

El probador era amplio, corrieron la cortina y una vez dentro le sonrió pidiéndole que lo dejase bajarle los pantalones, a lo que él tuvo que acceder ante su insistencia.

Ni corta ni perezosa Melany se puso en cluclillas frente a Daniel. Sentirse observado tan decerca lo incomodó un poco, la verdad, pero no podía negarse, si a ella le gustaba debía dejarla hacer.

Como una chica mala que le baja los pantalones por primera vez a un primo para descubrir qué es eso que tienen los chicos, Melany desabrochó su cinturón y luego el pantalón, para finalmente bajarlo despacio, descubriendo su sexo un tanto alicaído por los esfuerzos que sin duda había hecho con su nueva amante.

A Melany le pareció gracioso verlo así, de modo que se dedicó a darle golpecitos mientras se lamentaba de lo agotado que debía estar. Esto le dio algo de vergüenza, pues no es lo mismo estar desnudo y excitado delante de una chica, que esta te vea con la “guardia baja”.

  • Normalmente lo tienes así, -sonrió Melany.

  • Bueno no puede ir por ahí “apuntando” todo el día, sería como llevar la escopeta cargada todo el día -le confesó él, a lo que Melany le resultó bastante gracioso.

  • Te depilas pero no te lo afeitas, ¿no?

  • Pues si, no me gusta afeitado porque lleva su tiempo y luego es muy molesto.

  • Yo me lo depilo -le confesó ella.

  • Si, lo sé -sonrió ahora él recordando aquella piel de melocotón cuando lo acariciaba, junto a sus labios muy resbaladizos por el lubricante natural de su sexo.

Melany se apoyó en sus muslos y acercando su boquita de piñón hasta el flácido miembro lo hizo entrar en su boca hasta la base. Comenzó a chuparlo suavemente mientras este fue creciendo en su interior, profundizando más y más hasta rozar su garganta.

Daniel sintió cómo esta acción inesperada le erizaba cada vello de su piel, sin duda aquella ocurrencia divina le hizo sentir el vértigo del placer. En pocos segundos su virilidad se manifestó en todo su esplendor, tras lo cual Melany la liberó de su dulce boca.

  • ¡Ahora sí está “a tamaño natural”! -susurró Melany volviendo a sonreír.

  • ¡Si ahora la has puesto bien contenta! -sonrió él.

Melany volvió a tragar su virilidad y éste volvió a sentir ese vértigo placentero mientras se aferraba a sus suaves cabellos rubios y acompañaba el movimiento de su cabecita. Melany lo hacía de miedo.

  • ¿Te gusta? -le preguntó haciendo una pausa.

  • ¡Qué dices me encanta! -contestó él exaltado. ¡Sigue un poco más! -le imploró.

  • ¿Quieres correrte en mi boca? -le preguntó sorprendiéndolo de nuevo aquella preciosa Chica.

  • ¿Lo harías? -respondió Daniel con otra pregunta.

  • ¡Claro que si! -exclamó Melany y sin esperar respuesta de confirmación volvió a tragar su excitado miembro.

Daniel no podía creerlo, no esperaba que una chica como ella fuese capaz de tal práctica. Desde luego a él era lo que más le gustaba, así que sopesó la posibilidad de cumplir el deseo de ella y terminar de tan deliciosa forma.

Melany seguía chupando y lamiendo su miembro como un largo caramelo, con suavidad a veces, acelerando el ritmo otras. Daniel disfrutaba con cada acción de aquella cabecita a sus pies.

  • Un poco más fuerte Melany -le sugirió en susurros.

  • Oye, lo de correrte lo decía en broma, ¿eh? ¡Ni se te ocurra! -le espetó haciéndole ver que no estaba tan avanzada en las prácticas sexuales que dominaba, aunque iba de farol aguantó bastante, excitando a Daniel ante la idea de tal acto...

Sin contestar Melany obedeció y sus labios apretaron más aquella parte tan especial de la anatomía masculina, mientras lo hacía sus manos se apoyaban en sus glúteos apretándoselos con las uñas, esto descubrió que la ponía más cachonda aún.

Finalmente Daniel la detuvo, la levantó y besó sus labios, sintió el sabor de su sexo en ellos, pero sin detenerse se arrodilló ante ella. Llevaba un ligero vestido, que le caía hasta media pierna por lo que no era obstáculo para que, metiéndose debajo pudiese saborear intimidad.

A través del tanga primero la besó y lamió sus ingles desnudas y muy suaves. Luego apartó con su lengua la final tira de tela y accedió a su surquito, que a estas alturas, estaba rebosante de dulce miel, la recogió con su lengua y bebió hasta secarlo. Pero como en una fuente, los jugos no paraban de manar y Daniel no paraba de lamerlos y llevarlos a su boca con su larga lengua.

Melany enloquecía, sintiendo a Daniel bajo ella, lo hacía tan bien como lo hacía Estefany, su amiga modelo con quien compartió algo más que una amistad. Decidió sentarse en un pequeño taburete que había en el probador y allí abriendo sus largos muslos ofreció su pequeño sexo depilado a Daniel, que siguió lamiéndoselo con tremenda dulzura y pasión.

Aquello era muy excitante, pues únicamente las cortinas del probador separaban a los amantes de los clientes y las dependientas gente que a esa hora de la mañana llenaban la tienda.

Melany sintió aproximarse su orgasmo, pensó en no correrse allí, pues de repente un sentimiento de vergüenza la invadió, sintiéndose como una guarra por hacerlo allí, en un lugar público. Pero luego pensó que aquello era lo que lo hacía especial y aquello era lo que la excitaba tanto, así que decidió dar un paso más y pedirle a Daniel que la tomase allí mismo.

Se levantó y Daniel con ella, tomó su verga y girándose la apuntó a su flor de espaldas, inclinándose él la cogió por la cintura y la hizo desaparecer en su flor. Melany gimió, no pudo evitarlo, se tapó la boca en un gesto automático mientras sentía como él la llenaba por dentro, sentía perfectamente aquella hermosura apretando su flor, estirándola y penetrando en ella hasta sus entrañas, hasta que su pelvis chocó contra su culito desnudo.

Sus rítmicos movimientos sonaban como suaves palmadas al chocar la pelvis contra el trasero de Melany, esto los puso en guardia, pues allí, fuera del probador podían oírse tales movimientos.

Así que Daniel decidió cambiar de posición, sentándose ahora él en el taburete y ofreciéndole sus muslos como asiento a la dulce Melany. Ella se sentó y clavándose de nuevo su verga siguieron amándose esta vez de cara, lo que les permitió saborear de nuevo sus bocas y a Daniel, no desaprovechando esta oportunidad, sus pequeños y tremendamente firmes pechos.

  • ¿No te vayas a correr dentro? -le susurró al oído abrazada a él en un momento de lucidez entre el frenesí del sexo.

  • No temas, aunque lo hiciera no puedo tener hijos así que no tienes nada que temer -le confesó Daniel.

  • ¿En serio? -insistió ella.

  • En serio -reafirmó Daniel.

  • Entonces follame y córrete dentro, te deseo.

  • Entonces cambiemos de posición de nuevo, ¿te importaría ponerte a cuatro patitas? -le preguntó Daniel, a lo que ella respondió sumisamente echándose al suelo y adoptando la posición que le demandaba.

Daniel se puso en cuclillas y la tomó de nuevo, la postura era un poco forzada para él, pero Melany descubrió que resultaba ser muy placentera para ella. Sentía el peso de las embestidas de su macho, que la cubría como lo hacen los animales, desde atrás un poco elevado por encima de su trasero.

Estaba echada en el suelo, con la cara apoyada en su antebrazo y el culo en pompa. En aquella posición se sintió sucia, allí echada, como una cerda siendo cubierta por el macho. Esta sensación zafia la excitó muchísimo.

Llevó la mano libre a su flor, allí palpó los testículos que la golpeaban con cada embestida y luego se centró en su clítoris, frotándoselo con intensidad incrementó el placer hasta el límite y luego se corrió retorciéndose mientras se sentía como aquella cerda en plena fornicación.

Cuando Daniel la vio llegar a su orgasmo, aceleró el ritmo de sus embestidas y en último extremo decidió no dar rienda suelta a sus más bajos deseos, de manera que no la manchó sino que tomó la primera prenda que tuvo a mano y la regó con su blanca leche, y mientras se arrodillaba ante ella volvió a saborear su excitado sexo, degustando una vez más sus salados jugos.

Después Melany le preguntaría por qué lo había hecho y él le explicaría que no quiso hacerlo para no hacerla sentirse sucia el resto del día, llenando su sexo con su semen. Ella se lo recriminaría porque eso era justamente lo que buscaba, acordándose de aquella zafia fantasía.

Cuando se hubieron repuesto de la fornicación pública, Daniel se probó algo de lo que Melany le había escogido.

La camiseta que usó para limpiarse, la había lanzado hacia una esquina, esto les proporcionó una sesión de humor pensando en quién sería la desafortunada que descubriría la sorpresa que les habían dejado en el probador.

Finalmente escogieron un look informal, de camiseta y pantalón para Daniel, lo cual no era habitual en él, pues únicamente llevaba camisetas con prendas deportivas, pero en opinión de Melany esto le hacía parecer más interesante, así que decidió aceptar su opinión.

Al salir del probador, la gente no reparó en ellos, pero sintieron las miradas airadas de las dependientas, que sin duda sabían de su aventura sexual dentro de él, así que les pagaron con la moneda de la ignorancia, lo cual sólo podía incrementar tal vez su envidia al verlos la mar de felices tras su indiscreta y morbosa unión carnal.

Pagaron y a sugerencia de Melany llevaron su antigua ropa a una tintorería para que se la enviasen a casa una vez limpiada. Daniel no pensó ni por un momento que esto fuese posible pero Melany lo convenció para así no tener que cargar con bolsas el resto del día...

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