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Like a Dream (2)

en Autosatisfacción

Ella

El desfile había sido agotador, siempre era muy estresante, aunque no lo parezca, las modelos se ponían muy nerviosas y a este estado de nervios contribuían, en gran medida, diseñadores histéricos e histéricas que las trataban como a ganado.

Melany ya estaba acostumbrada a sus 24 años, pues llevaba desfilando desde los 16. La genética había sido benévola con ella y había heredado los mejores atributos de su madre: 1,75cm, 92-60-90, pelo rubio platino que le caía por la espalda y unos preciosos ojos verdes.

Sin duda una mujer de belleza extraordinaria y cautivadora que, había aprendido a vivir en el mundo salvaje de celos e intrigas de la moda. Cuando desfilaba sabía que despertaba las envidias de las viejas, que veían su cuerpo joven y bonito; los deseos apasionados de los hombres de todas las edades y en las chicas jóvenes como ella, el anhelo de una vida como la suya. Todos envidiamos algo del los otros, seamos conscientes o no de ello.

Al principio su madre la acompañaba en sus viajes. Sin duda era la más exigente con su propia hija, poniéndole el listón cada vez más alto, sin dejarla ni respirar, por eso su relación se fue enfriando y distanciando y acabó enturbiándose hasta el punto que cuando cumplió los 18 renegó de ella y comenzó a viajar sola con su maleta. Sin duda creyó que esta era la mejor solución para sus desavenencias pero entonces le ocurrieron cosas que ahora, tras seis años, había preferido enterrar en el olvido, sepultándolas bajo capas de censura en lo más profundo de su mente inconsciente. Todos ocultamos oscuros secretos que ni nosotros mismos nos atrevemos a recordar.

Se había hecho fuerte, había aprendido las reglas de la vida y ahora su voluntad no se doblegaba ante las tentaciones de la fama, el dinero y los ofrecimientos de nadie. Así fue como maduró realmente, así como su carácter y su cuerpo evolucionaron desde una adolescencia tardía, bajo las faldas protectoras de su madre, hasta una madurez acelerada por las circunstancias.

Tras el desfile, siempre era lo mismo, todas las chicas se cambian los incómodos vestidos de modistos gays que veían en la mujer una simple percha que podían explotar y que necesariamente tenía que adaptarse a sus rocambolescos vestidos y no al contrario, por unos baqueros y camisetas para salir a las fiestas post desfile, donde el champán y los canapés corrían hasta que más de una acababa desmayada o vomitando en los servicios, cuando no bajo las sucias manos de algún viejo que se creía con el suficiente dinero para comprar aquello que le era imposible alcanzar por otros medios.

Lo peor era que muchas chicas accedían a estos juegos bajo promesas de contratos futuros o tal vez con la esperanza de que algún adinerado ricachón las hiciera sus esposas. Mejor si era famoso, pues así su cotización se veía incrementada a medida que los rumores en la prensa del corazón se acrecentaban.

También estaban las drogas, algunas lo hacían para mantenerse activas horas y horas, tanto en los desfiles como en las fiestas. Otras simplemente lo hacían para hacer más llevadera una vida vacía basada en las apariencias y un glamour tan vaporoso que llegaba a ser irreal. Otras ya lo hacían por necesidad, pues estaban tan enganchadas a ellas que les era imposible dejarlas. Melany no era ajena a todo esto, pero siempre se había negado a probar siquiera cualquier tipo de sustancia. Tal vez esto se lo debiese a su controladora madre, que no la dejaba ni ir sola a los servicios, sin duda ella lo sabía y era una de las cosas que le agradecía.

Ya quedaban pocas chicas en los improvisados vestuarios, cuando Melany se sintió algo sola. Fue entonces cuando apareció Lucrecia, la diseñadora para la que desfilo esa noche. Afable se dirigió a ella.

  • Oh Melany, sin duda esta noche has estado fantástica, ¡tú eres mi modelo preferida! -le dijo mientras la abrazaba y la besaba en las mejillas.

    Melany sonrió forzadamente y le dio las gracias por su felicitación.

  • El año que viene también tienes que estar conmigo, ¿me lo prometes? -continuó felicitándola la diseñadora

  • ¡Oh por supuesto Lucrecia, será un honor desfilar para usted! -le dijo Melany como despertando del letargo que la melancolía del recuerdo de sus inicios le había provocado mientras se cambiaba.

  • Por favor querida, ¡no me llames de usted! Simplemente Lucrecia, ¿vale?

  • ¡Claro, como no!

  • ¡Oh eres tan preciosa! -le espetó a bocajarro de repente mientras se la quedaba mirando.

Melany estaba acostumbrada a este tipo de comentarios aunque viniendo de otra mujer muchas veces eran halagos envenenados pues ocultaban una envidia insana, cuando no un desprecio por su persona por el mero hecho de sentirse inferiores a ella. Era una forma perversa de elogio, pero así eran las mujeres en su mundo. Por eso, cuando Lucrecia se lo dijo se limitó a sonreírle inocentemente y a darle las gracias.

Se disponía a ponerse sus baqueros, pues únicamente llevaba sus braguitas blancas sin costuras, con sus firmes pechos puntiagudos al aire libre, por lo que sus pezones estaban erizados y duros como puntas de dardo. Se inclinó ligeramente para meter una pierna y a continuación la otra, pero cuando se disponía a subírselos, antes de llegar a su cintura Lucrecia se abalanzó sobre ella y la hizo chocar con su trasero contra la pared de pladur junto a la que se encontraba.

Su mano rápidamente se deslizó por su vientre y pasando sobre sus braguitas cubrió su parte más íntima al tiempo que el abrazo de la corpulenta Lucrecia la acorralaba contra la pared sujetándola y cortándole el paso a la vez con otra mano apoyada en ella.

Lucrecia era una mujer un poco más baja que Melany, a sus cincuenta años su figura ya no era la de antes y su enorme trasero se apretaba en un vestido que más que llevar parecía que oprimía cada una de las generosas curvas de su cuerpo. Sus pechos, apretados igualmente en un escote redondo amenazaban con rebosar por el ajustado vestido.

Con ese cuerpo, o le fue difícil inmovilizaba mientras la apretujaba contra la pared. La joven Melany estaba desconcertada por este ataque repentino, ella sabía que muchas diseñadoras eran lesbianas al igual que la mayoría de diseñadores eran gays. Siempre se sentía observada por ellas cuando se hacía las pruebas y en cierta medida manoseada por las mismas que la admiraban mientras llevaba se probaba sus modelos antes de salir a las pasarelas. Algunas incluso se propasaban como acababa de hacer Lucrecia, por lo que Melany no se sobresaltó en exceso y mantuvo la calma.

La mujer de unos cuarenta y cinco años masajeó suavemente sus braguitas, bajo las cuales su sexo sintió sus caricias. Pero no se detuvo allí, pues sus labios se lanzaron a su cuello y cuan vampiresa se clavaron en su yugular chupándola con dulzura.

  • ¡Oh eres tan dulce! -exclamó mientras se separaba para mirarla a los ojos momento que la joven modelo aprovechó para zafarse de su presión y alejarse unos pasos.

  • ¡Por favor déjeme Lucrecia! -le dijo en un tono firme pero sin gritar en exceso.

Pero la mujer madura no abandonó sus intentos abalanzándose una segunda vez sobre ella fue a besarle un pecho, capturando en sus labios su pequeño pezoncillo mientras con sus manos la sujetaba por su trasero y a su vez, con la otra, le volvía a acariciar su sexo.

  • ¡Venga Melany! No seas así mujer, yo podría hacerte llegar a ser la número uno de las pasarelas -le dijo aquella mujer madura mientras trataba de violentarla.

Demasiadas promesas había oído ya Melany de diseñadoras y hombres del mundillo que únicamente buscaban aprovecharse de su juventud. Por unos instantes Melany sintió el deseo, fue como un destello fugaz, que su atacante aprovechó para arrodillarse ante ella y tirando de sus braguitas descubrir su joya depilada a conciencia.

  • ¡Oh mi niña! ¡Qué preciosa flor tienes! -le dijo aquella mujer rendida a sus pies.

Y sin darle más tiempo para reaccionar sintió como sus labios arropaban su clítoris y con una leve succión lo desfloraban sintiendo la suave humedad y calor de su boca en lo más íntimo de su ser.

Melany, confusa, recordó la primera vez que otra diseñadora se aprovechó de su inocencia. Este era uno de sus recuerdos más profundos que aquella noche, tal vez por verse llevada por la melancolía había salido a flote ayudado por la sorpresiva acción de aquella diseñadora que, llevada por su lujuria, quería aprovecharse de la joven modelo. Aquella vez, la diseñadora se salió con la suya y mancilló el alma pura de una Melany que apenas había comenzado a volar libre por el mundo.

Mientras tapaba estos pensamientos que luchaban por salir a flote, otra oleada de recuerdos ocultos le trajo a Estefany a la memoria, una modelo en decadencia que supo aprovecharse de su inocencia ganándose su confianza tras la ruptura con su madre, hasta que consiguió llevarla a su terreno para mantener una relación amorosa con aquella niña que jugaba a ser mayor. Fueron sólo unos meses pero Melany aprendió cómo una mujer puede amar a otra mujer y aunque terminó tan fugazmente como empezó, pues Estefany se cansó muy pronto de ella y la abandonó.

Desde entonces Melany no había vuelto a hacerlo con ninguna mujer a pesar de que más diseñadoras y modelos le habían tirado los tejos.

Pero aquella diseñadora Lucrecia, la estaba avasallando de tal manera que sin tiempo de reacción ya tenía su flor en la boca y su lengua estaba despertando los jugos en su sexo, mientras una electrizante sensación le recorría el cuerpo. Al verla allí abajo recordó a la primera vieja que se aprovechó de ella, esto trajo aún más amargos recuerdos...

  • ¡No! -gritó Melany finalmente y empujando con todas sus fuerzas a aquella mujer la hizo caer de espaldas frente a ella.

Después todo quedó en silencio. Lucrecia tumbada frente a ella, ella con sus braguitas bajadas y su sexo al aire con los pantalones en sus rodillas. Rápidamente se las subió, así como su vaquero y buscando su camiseta puesta en un taburete la cogió con rabia junto a sus zapatillas y salió a toda prisa de allí.

Se sentía tremendamente violenta, se sentía tremendamente culpable por haberse dejado intimidar de aquella manera, sentía una rabia indescriptible por haber caído en la tentación de dejarse hacer por aquella extraña, pues aunque ya la conocía de otros desfiles nunca había hablado demasiado con ella.

Sacó su móvil de última generación y con lágrimas en los ojos y la voz rota se serenó por un instante para hablar con su interlocutora...

  • Un taxi por favor, estoy en...

En el trayecto de vuelta al hotel no cruzó ni una palabra, se limitó a contemplar las luces de la ciudad, los transeúntes por las calles, una fuente en mitad de una glorieta profusamente iluminada. Aún así, el trayecto se le hizo eterno.

Ya en su habitación abrió el grifo de la bañera y echó sales de baño dejándolo que se llenase. Fue a la cama y desconectando el móvil lo lanzó sobre ella y tras esto el resto de sus prendas hasta quedarse completamente desnuda.

Volvió a la bañera, que seguía llenándose y agachándose ligeramente tomó la temperatura del agua sacudiéndola con su mano, corrigió la posición del grifo para ajustarla y ésta siguió cayendo hasta llenar la bañera hasta la mitad.

Se introdujo suavemente en el bosque de espuma que habían formado las sales de baño arrojadas previamente al agua y el agua caliente cubrió su cuerpo completamente. Apoyó su cabeza en un extremo donde había colocado una toalla a modo de almohada y con su música preferida en su reproductor MP4, apagó las luces del baño quedando este iluminado únicamente por unas cuantas velitas que había repartido por la habitación.

La relajación que alcanzó fue tan profunda que se quedó dormida, siendo incapaz al despertar de saber el tiempo que había transcurrido.

Mientras dormía tuvo sueños, soñó con un hombre, un hombre normal y corriente, no se parecía en nada a los presumidos modelos que conocía de las pasarelas, que constantemente estaban preocupados por su físico y que cuando se relacionaban con otras chicas, modelos o de calle, trataban de impresionarlas en la cama. Fingiendo coitos interminables que acababan cansando a ambos, tal vez terminando con un orgasmo fingido de ella ante el aburrimiento que alcanzaba el encuentro.

Aquel hombre de aquel sueño era mayor que ella, sereno y tranquilo, le inspiraba paz y seguridad, ternura y cariño. Se sintió enamorada de él, desde que comenzó el sueño, llegó un punto en el que prácticamente era consciente, y podía decidir sobre aquel sueño que se hizo tan real para su mente que al despertar le provocó una tremenda rabia, pues ya no fue capaz de continuar soñando con él. El agua ya estaba fría, así que salió de la bañera y tras secarse se dirigió a la cama.

Buscó un conjunto de top y braguitas de raso y tras ponérselos se metió entre las sábanas. Tras el sueño de la bañera no podía dormir y descubrió algo más. Se sentía tremendamente excitada, recordó el beso de aquel hombre en su sueño, era un desconocido pero para ella era como si lo conociese de toda la vida. Tras el beso recordó que el hombre estaba acariciándola en su entrepierna, como iba besandola en su cuello, chupando dulcemente su yugular, iba bajando hasta mamar dulcemente de sus pequeños pechos erectos, y más abajo aún, cuando ya se adentraba en lo más profundo de su ser despertó... de ahí el consiguiente enfado.

Rememorándolo se despabiló y sintiéndose tremendamente caliente comenzó a explorar su cuerpo con sus manos, recorrió sus senos con las yemas de sus dedos, pellizcó suavemente sus pezones hasta endurecerlos a la vez, los los paseó por su abdomen hasta llegar a su braguitas, se hizo cosquillas con sus uñas de manicura. Se acarició la cara interior de sus muslos y volvió a sus ingles, jugueteó al gato y al ratón con los bordes de sus braguitas, introduciendo sus dedos suavemente y volviéndolos a sacar, rozando levemente la humedad que de allí manaba ya.

Terminó despojándose de su prenda íntima para liberar su flor y con ello poder acariciar cada uno de sus pétalos de rosa. Poco a poco la excitación fue creciendo a medida que sus caricias se hacían más intensas. Cuando sus dedos profanaron el interior de su ser, estaba tan excitada que sus piernas se frotaban una contra la otra sintiendo la suavidad de su piel tras el baño, sus pezones estaban tan duros y erectos, que decidió centrarse un poquito en ellos con una de sus manos mientras la otra se centraba en su flor.

Era tan delicioso que un escalofrío la recorrió cuando se imaginó al hombre del sueño encima de ella, entrando en su cuerpo y llenándola con su pasión, cubriéndola con su peso. Olía su after shave, podía sentir su fuerza encima suyo, la firmeza de su espalda, el calor de su abrazo, la potencia de sus movimientos. ¡Por dios, cada célula de su piel podía sentir su proximidad aunque allí no hubiese nadie! Convino en que aquel hombre debía ser real, tenía que serlo... de repente un pensamiento se iluminó en su interior como una fila de luciérnagas: “pronto lo conocerás”.

Aquel pensamiento la turbó, podía ser sólo su imaginación pero se resistía a creerlo, quería pensar que en aquellos momentos se abrió en su mente una puerta a su futuro, la misma puerta que se le había permitido atravesar en sus sueños, donde se le mostró aquella persona, una de sus posibles medias naranjas en este mundo de 6.000 millones de almas.

Extendiendo su mano alcanzó la mesilla de noche, allí la esperaba su compañero de viajes, un compañero que no podía faltar en neceser de toda chica que fuese de aquí para allá, siempre fiel, siempre dispuesto. Su tacto era aterciopelado y gelatinoso, tan suave y parecido a uno de verdad que, si no fuese por que su temperatura lo delataba, bien podría ser confundido en la oscuridad con uno de verdad. Amante infatigable la ayudó a elevar su nivel de excitación, su sexo se abrió de par en par para acogerlo y el placer la inundó expandiéndose por su red nerviosa activaba cada centímetro de su piel erizándole el vello.

Mientras se penetraba con una mano, la otra seguía pellizcándose sus pezones, cada vez con mayor intensidad, cada vez que lo hacía un escalofrío recorría su cuerpo incrementando su placer exponencialmente y la acercaba un poco más al ansiado final. Cuando estaba casi a punto paraba, se relajaba lo suficiente para bajar unas décimas su nivel de excitación y volvía a empezar de nuevo acrecentando su placer.

Finalmente estalló, se abandonó en su orgasmo, retorciéndose como el tronco de la vid, adoptando posturas extremas, giró hacia un lado y luego hacia el otro hasta que sus contracciones fueron disminuyendo y fue recuperando la consciencia de su cuerpo, pues bien parecería que cuando estamos es como si lo abandonáramos momentáneamente para elevarnos en el vacío, llenos de alegría y satisfacción, para a continuación precipitarnos de nuevo en él y unirnos al hilo de la vida.

Se sentía como en una nube, definitivamente acababa de subir al cielo y ahora se negaba a moverse para mantenerse el máximo tiempo posible en ese estado de felicidad y de paz, en una deliciosa sensación mística. Se preguntaba si los santos sentirían algo parecido con sus éxtasis, sin duda este era un pensamiento blasfemo, ¿pero desde cuando ha sido pecado la curiosidad?

Con su fiel amigo introducido aún en su flor, se durmió de nuevo y su último recuerdo fue para aquel hombre, el de su sueño, deseando con fuerza volverse a encontrar con él, ahora que, de nuevo, en el mundo de los sueños se adentraba...

 

 

Nota del autor: Si has llegado hasta aquí, ¡gracias! Ahora vótame y si te apetece pásate por mi blog, allí descubrirás un poco más sobre este relato y sobre mi... (http://zorro-blanco2003.blogspot.com)

 

 

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