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Memorias (20)

en Amor filial

 

20

 

Una vez desvirgada Cathy, su hermano y ella se dieron al goce y disfrute de las nuevas habilidades aprendidas, como un bonus que hubiesen ganado en un juego de rol, la nueva posibilidad de coitos, enriqueció sus relaciones, haciéndolos volar por el paraíso del placer varias veces al día.

Como Adam con su criada cuando descubrió el sexo, ambos hermanos se buscaban por la casa y escondidos en los rincones más insospechados se entregaban a coitos furtivos y rápidos, hasta que Tom se corría sacándola del chochito fraterno en el último segundo, regando sus pelillos rubios con los chorros de semen que ya empezaban a ganar en blancor y espesura, pues el chico, a fuerza de "entrenar" estaba forzando su madurez sexual.

A Cathy le encantaban estos encuentros furtivos, llegaron ha hacerlo hasta en el armario del dormitorio de sus padres mientras su madre estaba limpiando la habitación con el consiguiente peligro de ser pillados de nuevo por ella, pero esta vez en pleno acto sexual: Cuando la oyeron entrar, Tom estaba sentado en una cajonera interior y Cathy a su vez sentada en sus muslos de espaldas al chico, con su verguita clavada desde atrás. Al oírla Cathy se puso muy nerviosa e intentó levantarse y sacarla de su cavidad, pero Tom a abrazó y poniéndole una mano en su linda boquita de piñón, de suaves labios úmedos, le siseó al oído indicándole que se estuviese quieta. Mientras tanto permanecieron en íntima unión. Mientras comenzaban a oír el rugir de la aspiradora por la alfombra Tom comenzó a moverse bajo ella, empujándola hacia arriba agarrado a su cintura. Cathy, ya más relajada, se entregó a los sensuales movimientos, acompañándolos suavemente con sus caderas y ajena a todo esto su madre, fuera seguía limpiando.

 ¡Qué excitante fue aquella vez! ¡Qué morbo follar mientras su madre iba de aquí para allá limpiando, mientras ellos gozaban lentamente en un vals de placer. Cathy se mordía sensualmente sus labios para no gemir y alertar a su madre, mientras Tom capturaba sus pechos redondos y duros con ambas manos, jugueteando maliciosamente con sus pezones erizándolos y volviéndola literalmente loca.

 Y como acostumbraban, cuando Tom sintió que ya no podía más se zafó de Cathy sacándola en el último segundo. Ya estaban tan compenetrados que ella lo advertía al instante y le facilitaba la rápida extracción y esta vez volvió a sentarse sobre su barriguita, quedando su pene erecto y eyaculante pegado a su monte de venus al tiempo que ella lo frotaba arriba y abajo para apurar sus segundos de orgasmo. No le importaba mancharse con su cálida leche, que en este caso cubrió tanto sus pelillos como su mano y bajó hasta los testículos del muchacho.

Se quedaron quietos, complacidos tras el intenso final, mientras Karen, ya recogía los útiles de limpieza y salía de la habitación. Cuando ya no había moros en la costa salieron del amplio armario empotrado donde se ocultaban y se colaron en el baño del dormitorio para lavarse.

Cathy, que aún no había llegado a su orgasmo, comenzó a acariciarse sentada en la taza del water y Tom le sonrió al verla en postura tan sensual y le pidió participar. Ella, siempre solícita le dejó unirse y le pidió que se sentase detrás y le acariciase los pechos como había hecho en el armario. Achuchados sobre la porcelana, Tom deleitó a su hermana con sus caricias sobre sus deliciosos pechos, humedeciendo sus dedos con saliva, frotaba sus pezones con movimientos circulares, lo cual, encantaba a su hermana, que, mientras se dejaba hacer, se dedicaba a acariciarse su flor, como los pétalos de una rosa, abriéndolos y buscando su néctar.

No tardó mucho en llegar al climax, allí en precario equilibrio Cathy apretó su espalda y se dejó sujetar por Tom, echando sus brazos hacia atrás como si quisiera abrazarlo, las piernas le temblaron y de su garganta salieron unos sonidos guturales en esos segundos donde su cuerpo se entregaba al placer divino.

De nuevo se separaron y Tom salio de detrás suyo, dejándola sentada de nuevo. Cathy sonreía con satisfacción y en ese momento comenzó ha hacer un piss para alibiar su vejiga a lo que Tom, curioso, decidió acercarse para verla mejor. A ella le dio vergüenza en un principio, pero luego le hizo gracia y abrió sus muslos para que pudiese ver mejor como de su chochito salía la fuente amarilla que se perdía en el agua del fondo, tiñéndola de igual tonalidad.

A Cathy le reprochó lo tonto que era por querer ver aquellas cosas, pero él le replicó que le parecía muy curioso y que nunca lo había visto hacer a una mujer.

Este fue uno de tantos momentos deliciosos en aquellos días, desde el incidente del sótano, Karen, como madre sabía de sus encuentros, pues era obvio que el sexo podía más que el peso de sus prohibiciones, pero decidió darles libre albedrío y no intentó cohartar su libertad, permitiendo que se acostasen juntos en el sótano, entregándose a noches de lujuria adolescente y prácticas al más puro estilo camasultra. Incluso tal vez en alguna de esas noches, llegó a espiarlos, desde lo alto de la escalera, sintiendo sus gemidos, sus jadeos, los choques piel contra piel... oyendo los sonidos del amor desatado.

Ahora Tom, con su caliente hermanita al alcance de la mano, dejó de acosar a su madre por un tiempo y se centró en practicar y mejorar sus artes amatorias con Cathy, que a su vez también aprendió lo que toda mujer debe de saber al respecto y con ello el placer los colmó y llenó sus ratos de ocio en la nueva casa.

Hasta dejaron un poco de lado las memorias de Adam, pero no por mucho tiempo, pues se dieron cuenta que la excitación que obtenían tras leer un capítulo hacía que el polvo ulterior fuese más intenso si cabe.

De modo que otra calurosa noche, volvieron a entregarse a la lectura de las memorias, cobijados en el sótano, aislados del intenso calor que hacía fuera:

"Tras mi encuentro con Barbara, al final de la clase del día anterior, estaba pensando en el día siguiente, en qué ocurriría en nuestro segundo encuentro y, ensimismado en mis pensamientos, mientras me dirigía a su casa, me crucé en el camino, ya a punto de llegar, con su hijo y amigo Albert.

- ¿Dónde vas hoy Adam? -me preguntó como si no supiese que iba a clases de piano con su madre.

- Voy a tu casa, qué casualidad, ¿no? ¿Tu madre te ha mandado a algún recado? -le pregunté yo pensando que la señora Bárbara se había quitado de esta manera de encima a su retoño, como ya hiciera el día anterior.

- Si, como ayer e iba ha hacerlo. Pero al verte creo que voy a desistir, ¿qué te parece si haces "pellas" hoy y nos vamos por ahí a echar el rato? -me propuso.

- Verás es que yo no quiero defraudar a tu madre, pues se ha portado tan bien al ofrecerme dar clases que no quiero disgustarla -me excusé cortesmente. ¡Con las ganas que tenía de verla aquel día!

- ¡Ya habrá más días! -me increpó Albert petulante.

- Bueno, es que ahora estoy empezando y aprendo mucho, ¿sabes? -contesté yo poniéndome algo nervioso.

- ¡Oye Adam, tú no intentarás hacer nada con mi madre verdad! ¡Ella es sagrada, no te atrevas a intentar nada con ella! -me espetó dándome un empujón que me hizo caer de espaldas al polvoriento camino.

- ¡Pero Albert, cómo crees que sería capaz de hacer algo así! No se me ocurriría -me apresuré a mentirle para justificarme.

- Bueno, pues entonces hoy renunciarás a las clases.

- ¡Albert! Es que a mi me gusta tocar el piano, ¿no te lo había dicho? -dije irónicamente intentando zafarme de aquella "detención preventiva" que me quería hacer mi amigo.

- Pues bueno, me importa un pito, hoy no irás, ¿de acuerdo? -me dijo cogiéndome por la camisa mientras retorcía la tela entre sus dedos.

- ¡Pues sí que iré! -dije yo ya muy indignado.

Ahí comenzó una peleilla en la que Albert, más alto y fuerte que yo tenía las de ganar, de modo que me revolcó en el camino. Así que humillado tuve que darme media vuelta jurándole que nunca más sería su amigo, a lo que él respondió maldiciéndome y soltando por su boca cuantos improperios se le ocurrieron.

Muy sucio y bastante violentado por la pelea decidí ir al lago cerca de casa para asearme y no presentarme de aquella guisa en casa. Hacía ya calor y el agua fresca me revitalizó y relajó. Mi nariz había comenzado a sangrar apenas abandonar la pelea y por suerte lo detecté a tiempo y no me manché la ropa. Únicamente el pañuelo que use para taparla.

De modo que tras asearme me quité los pantalones y la camisa y los sacudí, formando una buena polvareda aunque los pantalones de color oscuro únicamente quedaron grisáceos. Tenía que pensar en una manera de entrar a casa sin que mis padres me viesen, tal vez Dora me ayudaría. Así evitaría tener que hablar del desagradable desencuentro con mi ex-amigo Albert.

En aquello estaba cuando oí unas risas que me resultaron familiares, unas risas de chicas que se acercaban parloteando. Sin dudarlo salí a su encuentro, pues reconocí de inmediato a Sandy y a Renée. Éstas al verme en calzoncillos se rieron a carcajada limpia y yo mismo lo hice mirando mi blancuzco cuerpo medio desnudo.

Tras la curiosa presentación me acompañaron hacia donde tenía mis ropas y les tuve que explicar lo ocurrido con Albert. Aquel ataque de celos inusitado, fruto sin duda de las sospechas fundadas o no de mi amigo, que se excedió en su afán de hijo mayor y protector de su madre.

- No te preocupes Adam, desde que nuestro padre murió, Albert se cree el hombre de la familia y trata de velar por mi madre. Ya alguna vez se puso receloso cuando algún hombre se acercó a casa -me explicó Sandy-. Porque... ¿mi madre y tú no habréis intimado, eh pillín? -interpeló de nuevo picarona.

- ¡Oh no, claro que no Sandy! -negué yo, que cada día mentía mejor-. Aunque he de admitir que vuestra madre conmigo es muy amable y servicial.

- Pues la verdad es que no me extrañaría que tú le gustases. Ella es muy huraña con los niños, ya sabéis lo que se dice de ella en la escuela y los motes que tiene. En cambio tú le caíste bien desde el principio.

- ¿Tú crees? -no pude evitar preguntarlo al sentirme alagado por su confesión-. Pues si, la verdad es que yo me llevo fenomenal con ella -dije yo disimulando.

- ¿Y no te gustaría llegar a intimar más? Ella es viuda desde hace ya mucho tiempo y no conoce barón, acuérdate los juguetitos que guarda en su alcoba -me sugirió ella-. Seguro que le gustaría disfrutar de tu jugetito de carne y hueso, ¿eh? -añadió mientras sin reparo me echaba mano a mis calzoncillos.

- Bueno Sandy, he de admitir que tu madre tiene algo que me atrae, no sé bien porqué pero la encuentro muy sensual.

- ¡Claro que sí, ella sería una loba y te comería entero si pudiese, sólo tienes que seguir a su lado y esperar! -me animó mientras no dejaba de manosearme el paquete-. Oye, lo cierto es que tu hermanita y yo andábamos buscando algo de intimidad y te hemos encontrado como caído del cielo, ¿qué te parece si jugamos un ratito los tres? -me propuso finalmente al tiempo que extraía mi pene por la abertura de los calzoncillos y comenzaba a masturbarme-. ¿Eh, no dirás que no, verdad?

Sandy estuvo muy servicial aquel día. Buscamos acomodo entre unas cañas y formamos una cama de hojas secas en la que nos dispusimos los tres para la orgía. Mi hermana había estado muy callada todo el tiempo sin saber yo muy bien por qué. Entonces comenzaron los lances. Sandy comenzó a practicarme una felación y yo invité a mi hermanita a sentarse en mi cara para comerle su rajita haciendo aflorar sus jugos virginales.

¡Cómo me gustaba comerle el coño a mi hermana, lo tenía tan dulce! Tan sólo de pensar en su inocencia me colmaba de gozo oírla gemir de placer por mis caricias.

Luego intercambiamos papeles, Sandy me ofreció su lindo culito y la penetré desde atrás, mientras ella echada hacia adelante se apoyaba con los codos para hacerle el cunnilingus a mi querida Renée.

Mientras la penetraba, hubo un momento en el que mi hermana y yo conectamos a través de nuestras miradas, mientras el placer fluía entre los dos, como si Sandy fuese un puente que nos conectara mágicamente. Entonces lo supe, y creo que fui correspondido también tan solo a través de nuestras miradas... En aquellos momentos la deseé con todas mis fuerzas, deseé penetrarla y sentir su chochito en mi verga, haciéndola palpitar de placer.

Sandy, ajena a nuestras miradas retozaba entre ambos y también se llevaba su ración de placer, pero yo quería a Renée, la deseaba más que a ella, más que a ninguna otra mujer en aquel instante. Y me imaginé que su chochito era el que penetraba, tan aterciopelado que mi polla disfrutaba con cada penetración. Entonces decidí lanzarme y no esperar más.

- ¡Sandy, me gustaría que nos ayudases a mi Renée y a mi ha hacerlo por primera vez, ella es virgen y yo deseo desvirgarla! -le propuse interrumpiendo la fornicación.

Renée en aquellos momentos se puso colorada y se tapó sus dulces labios ocultando su sonrisa.

- ¡Pero Adam, qué va a pensar nuestra amiga Sandy de lo que propones! -se escandalizó la dulce Renée.

- ¡Oh vaya, qué sorpresa Adam! Aunque ya lo sabía, os he visto demasiado acaramelados en nuestros juegos desde el principio. Para mi será un honor guiaros en la primera vez, ¡vamos!

Extrañamente Sandy se olvidó de si misma y entusiasmada con la idea dispuso todo para nuestra primera penetración. Renée al principio se negó a mis pretensiones pero tras abrazarla y darle un beso en el cuello, al tiempo que le acariciaba sus enrojecidos labios vaginales, pareció comprender que su calentura debía ser apagada de inmediato.

Se tumbó y yo me eché encima de ella, adoptando la postura del misionero. Nuestra amiga rubia, se mantuvo a nuestro lado solicita indicándonos lo que era mejor para probar aquella primera vez pues ella ya lo había pasado nos confesó, justamente con su hermano Albert semanas atrás.

"Una noche estaba tan cachonda, yo solita en mi cama, masturbándome sin nada que hacer salvo ocuparme de mi conchita preciosa, que empecé a pensar en una polla... para poder follar en aquel mismo momento -me dije-. Y entonces pensé en mi hermano Albert, me acordé de cómo se folló a vuestra esclava negra y la buena polla que tenía y me puse muy caliente mientras seguía masturbándome.

Yo ya sabía que ya no era virgen pues ya había pasado ese trance con los juguetitos de mi madre. Esa primera vez me dolió un poco pero seguí insistiendo hasta que a la siguiente ya no encontré apenas dificultades y me gustó mucho más que la primera. Así que cuando me encaminé a la cama de mi hermano, a hurtadillas en la noche, sabía que no me dolería cuando me la metiese.

Estaba tan excitada que la la boca se me secaba y la garganta apenas podía tragar la poca saliba que tenía. Cuando llegué a su dormitorio estaba hecha un flan, pero dispuesta a continuar. Seguía muy excitada y cada vez más nerviosa, así que continué con valor. Me subí a su cama y deslizándome entre sus muslos extraje su polla flácida del calzoncillo y la introduje en mi boca sin despertarlo, pues él dormía plácidamente.

Poco a poco se desperezó de sus sueños, al tiempo que su tremenda verga crecía en mi boquita caliente con cada dulce chupada que le daba. De manera que cuando me preguntó soñoliento qué hacia, ésta ya estaba en su máximo esplendor y mi única respuesta fue un siseo posando mis dedos en su boca tras incorporarme.

Me coloqué sobre su polla cerca de la entrada de mi chochito, levantándome el camisón queme cubría, la conduje hasta mi interior. Estaba a punto de caramelo tras los largos preliminares a los que me había sometido en solitario, por lo que su verga me penetró sin muchas dificultades, despacio hasta que la encajé y llegó hasta el final llenándome por dentro.

El tonto de Albert, permaneció callado, pero al sentir mi coño arropando su pollón soltó un largo ¡oh! Y fue lo único que dijo, de otro modo lo hubiese estropeado todo, pues es bastante bocazas, ya lo conocéis, así que agradecí su silencio.

Lo tenía totalmente dominado, encima suyo me movía como una tigresa haciendo que su polla entrase y saliese de mi chochito y me proporcionase todo el placer posible. Tras unos minutos de larga y suave follada, decidí seguir acariciándome, pues descubrí que aunque placentero, aquello no era como cuando una mujer se toca y esa fue mi fortuna, pues al poco de hacerlo mi placer se incrementó exponencialmente.

Mientras tanto Albert babeaba mis pechos y me los chupaba, lo cual también me gustó, mientras yo seguía follándomelo y frotándome mi preciosa flor. Lo que me sorprendió fue su corrida, pues no esperaba que fuese tan rápido así que cuando me quise dar cuenta, sentí sus espasmos y me vi levantada de la cama al tensarse su espalda y arquearse separándose de las sábanas.

Justo en ese momento me asusté y la saqué de mi chochito, sintiendo como algún chorro me alcanzaba en las ingles y en mi barriguita, me puso perdida el muy marrano.

Entonces decidí que ya estaba bien de polla, había sido muy placentero pero al correrse ya no quería seguir así que lo obligué a comerse mi chochito, colocándome encima suyo y sentándome sobre su pecho me comió mi flor mientras yo seguí acariciándome hasta correrme en su boca. El muy bribón disfrutó también de esto último y cuando ya me iba fanfarroneó diciéndome que volviese por más cuando quisiera. No le di importancia, pues en el fondo había conseguido lo que yo quería, una polla para follar, accesible y sin complicaciones..."

Mientras Sandy nos contaba su caliente historia, estuvimos acariciándonos, yo sentado frente a mi hermana Renée y ella con sus muslos abiertos, mostrándome su esponjoso y negro monte de venus. Yo le había estado acariciando su rajita y ella a mi el pecho y mi pene, así que al terminar su asombrosa e incestuosa historia, ambos estábamos ya muy excitados y llegó el momento de comenzar.

Sandy sujetó mi pene mientras me acercaba a mi hermana, por lo que pude limitarme a mirar en sus preciosos ojos azules y perderme en su mirada, mientras sentía el roce de sus pelillos y mi pene se introducía lentamente en su rajita guiado por la experta mano de la celestina que nos ayudaba. Justo entonces torció su bello rostro en un gesto de contrariedad que indicaba su dolor. Cathy la apaciguó acariciando su linda melena rizada y su frente y me detuvo.

Pasados unos segundos volvimos a intentarlo y esta vez seguí un poco más hasta dejarla dentro, siguiendo las indicaciones de Sandy. Ella nos acariciaba a ambos, besaba mis tetillas y los pechos de mi hermana, luego nos besaba en la boca y así estuvo unos segundos, hasta que en un momento dado me susurró al oído, sin que Renée lo oyese, que comenzase a moverme.

Lo hice despacito, y Renée mientras besaba a mi querida Sandy apenas se movió, lo que indicaba que tal vez se relajó y dejó de dolerle. Así que me concentré en seguir penetrándola muy despacio, mientras contemplaba a ambas hembras comerse la boca con gran dulzura.

Para entretenerme le acariciaba el culo a Sandy, y le metía de vez en cuando uno o dos dedos en su chochito que tan a mano tenía, y se ve que estos entretenimientos fueron de su agrado pues comenzó a retorcerse con mis caricias, contoneando su bonita cintura.

Al final se separaron y me indicó que me acercase yo ahora a ella tumbándome encima suyo y penetrándola ya en solitario. Entonces volvimos a conectar nuestras miradas, sus profundos ojos azules, con los míos, su sonrisa con la mía y nuestros cuerpos se fusionaron en un baibén como movidos por las olas del mar.

Los lindos ojos de Renée, parecían abrirse un poco más cuando la penetraba como si se sorprendiera por el placer que la llenaba con cada una de mis penetraciones. Yo por mi parte apretaba los dientes y me esforzaba por prolongar aquellos maravillosos momentos, pues mi pene, no soportaba tanta carga de excitación y estaba a punto de explotar.

Decidí pararme, dejarla dentro de su chochito y esperar un poco, entonces Renée me preguntó...

- ¿Te pasa algo?

- ¡No nada! -me apresuré a responder-. Es que estoy muy excitado y si no me detengo me voy a correr.

- ¿Si? -preguntó Renée en su inocencia-. No temas por mi hermanito, si te apetece correrte hazlo, a mi ya me ha gustado mucho.

- A mi también -le confesé yo-, pero aún quiero seguir un poco más.

- Vale... -suspiró.

Mis movimientos volvieron a balancearnos y sentí de nuevo su respiración agitada en mis labios, los tenía tan dulces, que no pude evitar besarla. Ella recibió mi beso con otro suyo y nos abrazamos mientras yo aceleraba mis penetraciones y comenzaba a correrme en su delicioso chochito.

Su calidez me embriagó, su dulzura me empalagó y cuando sentí su estremecimiento bajo el peso de mi cuerpo, cuando mis espasmos de placer acelerados habían provocado que el ritmo de mis penetraciones fuese más y más intenso, Renée se estremeció y su climax la colmó de placer haciéndola temblara, como un pajarillo en el frío invierno, debajo de mi.

Cuando terminó su climax, sus profundos ojos azules se abrieron ante mí y volvieron a saludarme. Nos sonreímos de nuevo, satisfechos. La liberé de mi peso y contemplé una vez más su preciosa figura. Entonces caímos en la cuenta de que Sandy había desaparecido, literalmente nos había dejado allí en aquel recodo junto al lago, ocultos de miradas indiscretas por un alto cañizal y nos vimos solos en la intimidad.

Nos ayudamos a vestirnos el uno al otro mientras nuestra sonrisa seguía luciendo en nuestras caras, sin duda las caras más felices de la adolescencia...

Otra visión que me asalta en estos momentos y me enternece al mismo tiempo es la de mi hermanita, desnuda y agachada, haciendo pipí, tan bella en un acto de tal intimidad que aún perdura en mi memoria, fresco como aquel día. Pues no era algo habitual que pudiese ver un hombre, en aquellos tiempos, hacer a una mujer."

- Qué bonito, ¿no Tom? -preguntó Cathy tras leer la última línea-. Igual que nosotros -añadió, señalando el parecido de nuestras historias.

- ¡Pues sí, Cathy, qué curiosa serendipia! -observé yo.

- ¡Oh hermanito, cuánto me ha gustado este capítulo! Ahora quiero que lo hagamos como ellos, suave y dulcemente. Vamos échate sobre mi y cúbreme como lo hizo Adam con Renée.

- ¡Ahora mismo hermanita! Lo estoy deseando -le confesé poniéndome en marcha ipso facto.

Sus cuerpos se unieron como en las memorias de Adam y la misma magia del relato los envolvió, mientras la penetraba, Cathy lo abrazaba y acariciaba sus hombros, acogiéndolo en su seno, dándole su calor, dándole el mayor placer que podía con su precioso y joven cuerpo, sin duda un regalo de los dioses.

Tom disfrutó como pocos días aquel coito, pausado, lento y sentido que los transportó a cotas insospechadas de placer y sensualidad. Sin prisas, hicieron varias pausas, en las que se limitaban a mirarse en la oscuridad de la habitación, mientras permanecían en íntima unión, hasta que una vez Tom no paró a tiempo y su orgasmo le sobrevino en el interior de la dulce vagina de su hermana Cathy.

Cuando fue a sacarla, Cathy entrecruzó sus piernas a su espalda y lo abrazó tan fuerte con ellas que se lo impidió mientras le susurraba al oído...

- ¡Tom hoy no! Hoy quiero sentirte muy dentro... -dijo, tras lo cual se abandonó al comienzo de su propio orgasmo, dejándose llevar por él como el diente de león que es llevado por el viento, convulsionándose y aferrándose a Tom hasta clavarle las uñas en la espalda.

Después de la intensa agitación del momento, todo fue calma y paz. Tom cayó rendido sobre su querida hermana, con su pene aún metido en su chochito, sintiendo como su dureza aún permanecía intacta dentro de él, sintiendo su dulce candor, la suave quemazón tras escupir en su interior cuantos chorros de semen le quedaban en la recamara, sintiendo la suave caricia y tersura de sus pechos aplastados bajo su peso, con sus cuerpos en íntima unión.

Cathy por su parte deseó que aquel momento durase eternamente, no hay segundos más felices, tras aquellos intensos momentos,que éstos, en los que una inmensa sensación de paz nos invade y nuestra alma se funde con la de nuestro partenaire, elevándonos hasta cotas espirituales.

Ajenos, mientras disfrutaban en su nube celestial, unos oídos lo habían escuchado todo, la agitación del momento, el frenesí de las rítmicas culadas al final y los jadeos y lamentos tras los orgasmos. Su madre se inclinó, sabedora de que  ahora no se percatarían de su presencia y los observó. Allí tumbados, tan blancos y desnudos, tan unidos en aquel abrazo sin par que únicamente sintió la dulzura del  aquel instante. Como madre sintió cierta emoción al compartir un momento tan íntimo entre ambos hermanos, sabía que no era lo correcto pero qué podía hacer ella, la naturaleza es imparable y sabía que tenía la batalla perdida desde el día que los descubrió en su primer intento de cópula.

Y lo más sorprendente es que mientras estuvo agazapada encima de las escaleras de aquel sótano, sintiendo lo que allí se producía y echando una ojeada de vez en cuando, la excitación acudió a ella y se puso tan cachonda y caliente que le apeteció tocarse y hacerse un dedo. Como tantas veces hacía cuando le apetecía, pues además de la sexualidad en pareja, Karen sabía muy bien disfrutar de la otra, la sexualidad íntima y en soledad a la que nadie debe renunciar.

 

Nota del autor: Si te ha gustado este relato, tal vez te guste conocer mis impresiones tras escribirlo, visita mi blog zorro-blanco2003.blogspot.com.

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