En algún lugar al oeste de Andalucía(Espapa)...
Recuerdo que cuando era adolescente me pajeaba tres, cuatro, cinco veces al día, más en verano, dónde el calor incitaba a la pasión. Me excitaba pensando que follaba a las madres de mis amigos, lo que yo hubiese dado por poder follar con una de ellas...
En torno a esta fantasía gira Caluroso Verano, la búsqueda ansiada del sexo en los meses de calor, cuando el deseo es máximo.
Capítulo 6
Al alba desperté, me había quedado sólo en el colchón. Hacía frío, como cada mañana y sin el calor de otro cuerpo, el mío se resentía en la soledad del balcón. El cielo oscuro de la noche había dado paso a una infinidad de tonalidades por el este, que iban desde el azul oscuro, casi negro, hasta el amarillo, pasando por todos los tonos posibles intermedios. Al oeste las estrellas aún brillaban en el cielo del alba, enturbiado por la contaminación lumínica de la ciudad, dentro de poco amanecería.
Me levanté entumecido por el frío y entré dentro. Inmediatamente sentí el calor entre los muros nada más pasar la puerta que daba al balcón y somnoliento busqué mi cama con los ojos entrecerrados en la penumbra del interior de la casa.
Observé cómo en el cuarto de baño la luz estaba encendida y escapaba por la rendija inferior de la puerta y sentí que tenía que hacer un pis, así que toqué suavemente a la puerta y entré.
Mi madre estaba sentada en el váter y me dio los buenos días, estaba preparándose para ir al trabajo, aunque aún llevaba el camisón con el que había dormido conmigo en el balcón.
La vi levantarse tras terminar y cortando un trozo de papel, vi como se limpiaba mientras se mantenía el camisón remangado por los muslos. Aparté instintivamente la mirada, cuando noté que ella se dio cuenta de que la estaba viendo.
Me dijo dejó pasar a hacer mi pis y ella se puso a asearse en el lavabo. Incomprensiblemente por allí abajo algo se puso duro y aunque la saqué para intentar hacer pis no podía hacerlo.
— ¿Qué pasa cariño, no te sale? —rió mi madre.
— Creo que no dije yo aún con sueño.
— Bueno eso es porque se te ha puesto dura, siéntate si quieres así te será más fácil —me sugirió.
Así que le hice caso y sujetándola para que el pipí no saliese por encima, ya que se me había puesto terriblemente dura. Conseguí al final relajarme y aliviarme un poco la presión de la vejiga, de repente también la vi a ella observándome, un tanto divertida y sentí vergüenza.
— Lo siento, es que me pasa todas las mañanas —dije.
— No pasa nada, sé lo que os pasa a los hombres todas las mañanas —sonrió.
Instintivamente vino a mi mente vino el recuerdo de lo calentito que había estado pegado a su espalda mientras dormíamos en la terraza, con mi erección presionando su culo y entonces supe que ella lo notaba, por lo que me sentí más avergonzado si cabe.
Me levanté, me subí mis calzoncillos pudorosamente y le deseé un buen día, ella me dio una palmadita en el culo mientras pasaba por su espalda y me sonrió.
Tumbado ya sobre mi cama, a salvo de encuentros fortuitos con mi madre mientras se preparaba para ir al trabajo me acurruqué e intenté dormir, aunque mis pensamientos seguían calientes bombardeándome con locas ideas.
Me desperté a eso del mediodía, cuando el sol ya estaba en todo lo alto. Fui a la cocina y comí algo de la nevera, creo que fue helado, tenía mucha hambre y devoré una terrina de medio litro. Mientras lo hacía mis pensamientos seguían ahí, de hecho no me habían dejado conciliar un sueño muy profundo y aún estaba cansado.
Encendí la consola y me puse a jugar, esa mañana no fui a buscar a Luisa, sin duda algo extraño dada nuestra calentura estos los últimos días, me limité a jugar a la consola, pero bueno pensé que siempre podía verla por la tarde en la piscina junto a su madre y tener un lote excitante, aunque fuese delante de nuestras madres.
Cuando oí las llaves de la puerta pensé sería mi madre que ya volvía de trabajar y efectivamente acerté. Recuerdo su sonrisa blanca y maravillosa, mientras se quitaba las gafas de sol y dejaba el bolso en el perchero de la entrada.
— ¿Cómo estás cariño? —me gritó animada.
— Bien, —contesté escuetamente, ella pareció notar que mi estado de ánimo no concordaba con mi respuesta.
— ¿Te pasa algo? Te noto preocupado —me dijo presintiendo como solo una madre puede hacer que algo rondaba por mi mente.
Después de todo había, aún estaba reciente el recuerdo de mi escapada al parque y eso debió asustarla. Me cogió de la mano y se sentó en el sofá conmigo.
— No me pasa nada mamá —confesé sin dar más detalles.
Un silencio se hizo entre nosotros, mi madre recuperó su compostura y volvió a sonreír.
— ¡Bueno, no pasa nada tesoro! Cuando quieras contarme algo estoy aquí para escucharte, ¿vale?
— Vale —dije yo sin más—. Verás mamá, es que no sé lo que me pasó esta mañana, pero acurrucado a tu espalda sin querer me excité —le confesé ayudado por la confianza que me había trasmitido antes.
Mi madre dio una carcajada y me estampó un sonoro beso en la mejilla.
— ¡Bueno Ismael! Esas cosas os pasan a los hombres todo el tiempo, no hay nada que disculpar —agregó sonriendo—. ¿Por eso estabas tan serio?
— Bueno, si, pensaba que te habrías dado cuenta y quería pedirte disculpas.
— ¡Anda, anda! No pasa nada, lo cierto es que me di cuenta, y me resultó hasta gracioso y me gustó sentirte pegado a mi espalda, tan calentitos en nuestro abrazo —dijo con otra de sus sonrisas.
Se la notaba contenta y desenfadada, mientras que yo creo que me había puesto colorado como un tomate. ¡Resulta que se dio cuenta y no me dijo nada! Este pensamiento me atormentaba y avergonzaba al mismo tiempo.
— ¿Por cierto, has visto esta mañana a Luisa? —me preguntó interesándose por ella.
— No mamá, la verdad es que he estado jugando a la consola y no la he buscado.
Debes aprovechar su presencia ahora para compartir con ella algo tan bonito como las primeras relaciones sexuales —me dijo.
— Claro mamá, yo la trato con mucho cariño y en el fondo la aprecio mucho, no es por el sexo sólo, me caía muy bien antes y le tenía mucho cariño como amiga. A su madre le preocupaba que le hiciera daño e insistió en ver que la trataba bien mientras lo hacíamos.
— ¿En serio? ¿Os miró mientras lo hacíais? —preguntó mi madre muy sorprendida, en aquel momento me dio la impresión de haber metido la pata.
— ¡Oh sí mamá! ¿No te dije que ella lo sabía? —me excusé intentando salirme por la tangente.
— Me dijiste que ella se había enterado no sé cómo, pero no que os estuviese mirando mientras lo hacíais —dijo mi madre asombrada.
— Pues si, al principio me dio mucho corte pero luego se me pasó. Ella sólo nos miró y no dijo nada —le confesé, aunque no le dije nada de mis fantasías para con ella.
— Y dices que fue para ver si a Luisa le gustaba, ¿no? Supongo que estaba preocupada pensando si tú la forzabas.
— Supongo que sí, que fue por eso. Pero creo que tras vernos quedó complacida, Luisa también participa y le encanta que la acaricie y le haga todo tipo de cosas como cuando nos pillaste en tu cama.
De nuevo un silencio reinó entre nosotros.
— ¡Eso sí que me dio vergüenza hijo, no me lo recuerdes! —dijo poniéndose un poco colorada.
— La verdad mamá es que me excité haciéndolo frente a su madre, hasta llegué a pensar que ella también participaría —le confesé para mi propio asombro.
— ¿En serio? Tengo que admitir que la situación es morbosa —dijo ella sonriendo—. ¿Y a mí, me dejarías ver cómo lo hacéis algún día?
— ¡Oh bueno pues, si tu quieres! —dije yo avergonzado.
— ¡Lo decía de broma hombre no te asustes! —rió ella—. Bueno hijo he traído comida del chino, se va a enfriar, ¿comemos?
Comimos y después nos echamos la siesta para dejar pasar las horas centrales del día y cuando ya hacía menos calor, bajamos a la piscina, pero no encontramos a nuestras vecinas, así que me relajé con mi madre en la piscina.
PD: Como ya sabéis, la novela consta de 25 capítulos en los que hay mucha tela que cortar, aquí dejo os los enlaces: