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Caluroso verano (2)

en Amor filial

Capítulo 4

Al alba desperté, me había quedado sólo en el colchón del balcón. Hacía frío, como cada mañana y sin el calor de otro cuerpo, el mío se resentía en la soledad del balcón. El cielo oscuro de la noche había dado paso a una infinidad de tonalidades por el este, que iban desde el azul oscuro, casi negro, hasta el amarillo, pasando por todos los tonos posibles intermedios. Al oeste las estrellas aún brillaban en la negrura del cielo nocturno, enturbiado por la contaminación lumínica de la ciudad. Dentro de poco amanecería.

Me levanté entumecido por el frío, aún adormilado e inmediatamente vinieron a mi mente los vívidos recuerdos de la madrugada, cuando sin poder creer lo que estaba pasando, me follé a mi madre y lo que más recordaba era el momento en el que supe que ella participaba de mis caricias y quería seguir adelante. Por un lado el recuerdo me excitaba y por otro me provocaba un profundo temor ante lo que había pasado... ¡había follado con mi madre! ¡y ella se había dejado!

Sin poder evitarlo mi pene volvió a ponerse en erección, aunque en esos momentos no me apetecía para nada atender a sus súplicas de atención. En penumbra pasé por el pasillo, de puntillas observé cómo en el cuarto de baño la luz estaba encendida y escapaba por la rendija inferior de la puerta. Por supuesto no quería encontrarme con mi madre en aquel momento, sin duda ella se estaba aseando para ir al trabajo. Instintivamente vino a mi mente una visión imaginaria de mi madre aseándose su sexo tras mi corrida en su interior. Mi mente consciente la rechazó inmediatamente, devolviéndola al abismo del subconsciente de donde esperaba no saliese jamás. La pubertad es así, un mar de contradicciones, o blanco o negro, todo radical.

Tumbado ya sobre mi cama, a salvo de encuentros fortuitos con mi madre me acurruqué e intenté dormir, aunque mis pensamientos seguían bombardeándome con recuerdos y especulaciones sobre las consecuencias de nuestros actos recientes.

Me desperté a eso del medio día, cuando el sol ya estaba en todo lo alto. Fui a la cocina y comí algo de la nevera, creo que fue helado, tenía mucha hambre y devoré una terrina de medio litro. Mientras lo hacía mis pensamientos seguían ahí, de hecho no me habían dejado conciliar un sueño muy profundo y aún estaba cansado.

"¿Y ahora qué?" Me preguntaba sin cesar, qué pasaría después de aquello: "¿Seguiría follándome a mi madre?, ¿me lo echaría en cara? ¿Cómo me recibiría cuando volviese del trabajo?". Todas preguntas sin respuesta, ahí atormentando mi ya desequilibrada mente de adolescente.

Pensé en huir, como cuando Elisa me dio la bofetada aquella mañana, pero fue una primera idea, luego inmediatamente recordé lo mal que lo había pasado mi madre y la deseché. Había que afrontarlo y esperar lo mejor, después de todo mi madre había consentido mis caricias y me había llevado de la mano hacia lo que vino después, ¡pero joder! ¡qué polvo echamos! Con el paso del tiempo, aún lo recuerdo en mi mente, es como si las sensaciones de aquella madrugada se hubiesen grabado "a fuego" en mis neuronas y ya hoy, desde la distancia lo recuerdo con añoranza... tuvo que pasar.

Por supuesto que esa mañana no fui a buscar a Luisa ni quise saber nada de ella, me limité a jugar a la consola. Incluso creo que vino a buscarme como hacía cada mañana, yo me limité a apagar el televisor y a guardar silencio hasta que se fue.

Cuando oí las llaves de la puerta el corazón me dio un vuelco, como movido por un resorte me levanté de un salto y me giré para ver a mi madre entrar. Recuerdo su sonrisa blanca y maravillosa, mientras se quitaba las gafas de sol y dejaba el bolso en el perchero de la entrada.

  • ¿Cómo estás cariño? -me gritó animada.

No lo podía entender, pero aparentemente ella no tenía cargo de conciencia alguno, ¿y yo en aquel sin vivir...?

  • Bien, -contesté escuetamente, ella pareció notar que mi estado de ánimo no concordaba con mi respuesta.
  • ¿Te pasa algo? Te noto preocupado, ¡vamos cuéntamelo! -me espetó cambiando su encantadora sonrisa por una expresión de preocupación.

Después de todo había, aún estaba reciente el recuerdo de mi escapada al parque y eso debió asustarla. Me cogió de la mano y se sentó en el sofá conmigo.

  • No me pasa nada mamá, es sólo que bueno... me siento culpable por lo de anoche -confesé sin dar más detalles.

Un silencio se hizo entre nosotros, mi madre recuperó su compostura y volvió a sonreír.

  • ¡Ah es eso! -exclamó mostrando un extraño alivio-. Verás Ismael, admito que lo de anoche no estaba en absoluto previsto, ni por mi, y sé que tampoco por ti. No te creas que yo tampoco lo tengo muy claro, pero bueno, pasó y ya no podemos hacer nada para remediarlo, así que, ¿para qué torturarnos con sentimientos de culpa inútiles.

Una sensación de intenso alivio comenzó a bajar desde mi cabeza hasta los pies, relajando mi tensa musculatura, cuello, espalda y piernas, casi creo que me deslicé por el sofá...

  • Verás, es que no sé lo que me pasó, estaba allí abrazado a ti, sintiendo el calor de tu cuerpo y la suavidad de tu piel y bueno... me excité.

Mi madre dio una carcajada y me estampó un sonoro beso en la mejilla.

  • ¡Jo Ismael! Lo cuentas de una forma impecable, no te puedo reprochar nada así que: "quedas per-do-na-do" -agregó volviendo a reír.

Se la notaba contenta y desenfadada, así que me animé a hacer la siguiente preguntar que me rondaba por la mente.

  • Entonces, ¿ya no lo repetiremos más?
  • Bueno hijo, la vida me ha enseñado a no decir nunca: "de este agua no beberé"; pero debemos tener claro que esto es algo excepcional, no podemos tomarlo como hábito. No lo voy a consentir, pero bueno, después de todo ahora tienes a Luisa y debes aprovechar su presencia para compartir con ella algo tan bonito como las primeras relaciones sexuales.

<< Por cierto hijo, a ella le gusta, ¿verdad? Quiero decir que participa del sexo contigo, ¿no? -me preguntó a propósito de la conversación.>>

  • Claro mamá, yo la trato con mucho cariño y en el fondo la aprecio mucho, no es por el sexo sólo, me caía muy bien antes y le tenía mucho cariño como amiga. A su madre le preocupaba también lo que me preguntas y de hecho me obligó entre comillas a hacerlo delante suyo, para ver la reacción de su hija y como me comportaba yo con ella.
  • ¿En serio? ¿Os miraba mientras lo hacíais? -preguntó mi madre muy sorprendida, en aquel momento me dio la impresión de haber metido la pata.
  • ¡Oh sí mamá! ¿No te dije que ella lo sabía? -me excusé intentando salirme por la tangente.
  • Me dijiste que ella se había enterado no se cómo, pero no que os obligó ha hacerlo delante suyo para. Y dices que fue para ver si a Luisa le gustaba, ¿no? Es decir, para ver si tú realmente la forzabas o no.
  • Exacto, creo que fue por eso. Pero vamos quedó complacida, pues tu ya viste que Luisa también me toca a mi, participa y me busca para el sexo, le encanta que la acaricie y le haga todo tipo de cosas.

De nuevo un silencio reinó entre nosotros.

  • ¡Jo qué fuerte Ismael! Pues bueno, Elisa por lo menos se quedó tranquila -concluyó finalmente mi madre.
  • Pues si, al principio me dio mucho corte y pensé en que igual me pegaba mientras lo hacíamos pero luego no hizo nada, se limitó a sentarse y a mirar cómo lo hacíamos.
  • Vaya, pues tengo que admitir que la situación es morbosa... igual te pido yo algún día que me dejes espiaros! -me dijo riéndose a carcajadas y guiñándome un ojo-. Bueno hijo he traído comida del chino, se va a enfriar, ¿comemos?

Comimos y después echamos la siesta, eso si, cada uno por su lado...

Capítulo 5

Al día siguiente vinieron a casa a buscarme Luisa y su madre...

  • ¿Qué pasa vecino, ya no te acuerdas de mi Luisa? -me espetó su madre nada más verme.
  • Bueno es que ayer estuve en casa de un amigo todo el día jugando a la consola y no me apeteció salir -yo contesté lo primero que se me ocurrió.
  • Pues mi Luisa te echó de menos, vinimos a buscarte -agregó-. Bueno, hemos pensado ir al centro comercial y nos preguntábamos si quieres acompañarnos, el otro día me gustó que opinases sobre los bikinis que compré.
  • Vale, me pongo las zapatillas y salimos -contesté yo ufano.

Lo cierto es que en cierta medida echaba ya de menos a Luisa. Tras arreglar las cosas con mi madre mi libido volvió por sus fueros y estaba ya: ¡a rebosar! Me apetecía echar un polvete, pero pensé en follarme a su madre. Hoy se presentó en casa con unos shorts super cortos que lucían sus piernas morenas, conjuntada con una camisa atada en su cintura marcando ombligo. La tía estaba más buena que la hija y mira que la niña estaba buena... lo que pasa es que me ponía más cachondo, en el fondo a aquella edad me gustaban las maduras... sería porque tenían más experiencia y quería ser su alumno.

De camino al centro comercial íbamos charlando de unas cosas y de otras, sin importancia alguna. Yo no paraba de mirar sus piernas mientras accionaba los pedales para conducir, ya picaba la calor.

  • Ismael, a ti te sigue gustando Luisa, ¿no? -me preguntó de repente su madre.
  • ¡Oh claro que sí! -respondí yo confundido.
  • Bueno, es que al no venir ayer... pero en fin, también es verdad que habíais cogido una racha diaria que era difícil de mantener, supongo que tampoco es bueno abusar.
  • ¡Claro! De todas formas ayer es que vino a buscarme un amigo del colegio y por eso pasé el día fuera. Aunque me gustaría decirte algo -repliqué.
  • Adelante, ¿de qué se trata? -preguntó solícita.
  • Me hiciste una promesa, ¿recuerdas?
  • Promesa, ¿qué promesa? ¡Ah espera un momento pillín, ya caigo! -afirmó mirándome a través de sus grandes gafas de sol.
  • Y aún no as cumplido -añadí con toda la intención.
  • Bueno, te lo prometí y estoy dispuesta a cumplirlo, eso si, tampoco quiero que dejes de lado a mi niña por eso, ¿eh?
  • ¡Oh no, en absoluto! Me lo paso muy bien con ella y la hecho de menos, no te quepa duda de que ayer yo también me acordé de ella -mentí piadosamente, pero era lo que tocaba en ese momento.
  • ¡Es que sois muy fogosos a vuestra edad! -exclamó mi interlocutora picaronamente.
  • ¡Es que estás tan buena Elisa que estoy deseando verte desnuda y hacerte de todo!
  • ¿Cómo, de todo? Por ejemplo qué me harías, ¡cuéntamelo!
  • Lo que tú quieras -agregué ya desatado-. Te comería cada centímetro de tu piel y especialmente... ¡tu coño! -dije con descaro.
  • ¡Oh, qué bien Ismael, cómo me pone oírtelo decir! -respondió ella metida en la conversación-. ¿Y qué más?
  • Pues luego follaríamos en varias posturas -expliqué yo sin mucha imaginación, la verdad.

La conversación se había puesto, en cuestión de segundos, al rojo vivo.

  • ¿Y te gustaría que te comiera la polla? ¿Alguna vez te la han comido? -me interrogó.
  • Pues no, ¿lo harías tú? -pregunté incrédulo.
  • ¡Claro que sí, con esa picha tan graciosa que tienes sería para mi una delicia! -desde luego no se cortaba un pelo-. Ya verás, te enseñaré cosas que te quedarás pasmao -dijo finalmente mientras entrábamos al parking.

Subimos a las tiendas. Ellas se dedicaron a mirar ropa y yo me limité a acompañarlas. Luisa me cogió de la mano y no me soltaba, así que me dejé "llevar", eso si, tenía que procurar que no le diese por meterme mano delante de la gente, aunque este día fue buena y no le dio por tocarme la bragueta.

Entramos al probador, Elisa se quería probar unos vestidos y algunas minifaldas. Casi no había gente en los probadores así que aunque pensaba quedarme en el pasillo me invitó a pasar y cerró la puerta.

  • No te apetece ver como me cambio, así nos pondremos a tono para pueda cumplir mi promesa en cuanto volvamos, ¡qué te parece!.
  • ¡Genial! -espeté a secas.

Elisa se quitó el pantalón y la camisa que llevaba y me dejó contemplar su tanga rosa de encaje, que en su culo se limitaba a una tirilla de tela que se perdía entre sus cachetes, llevaba un sujetador a juego con transparencias que dejaban ver sus grandes aureolas sonrosadas, así como sus pezones algo más oscuros y gordos, la tía estaba empitonada, con lo que me puso a mil. Para colmo ni corta ni perezosa se ofreció a darse unas vueltas para que la admirara.

Luego se puso la ropa que llevaba, primero un vestido, luego una falda y una camiseta, luego otro vestido. Yo me había sentado en un taburete desde donde tenía una vista perfecta de su cintura, culo y coño incluidos. En una de las veces que se desnudó y me daba la espalda se me ocurrió besarle un cachete. Ella inmediatamente reaccionó.

  • ¡Oye, pero qué picarón eres! Me has dado una idea, te gustaría comerme el coño ahora mismo, aquí, me lo he lavado nada más salir.
  • ¡No nos pillarán! -exclamé yo sorprendido y nervioso ante la posibilidad de que hubiese cámaras ocultas.
  • Claro que no, tonto, casi no hay nadie en el probador, ¡vamos! ¿Qué me dices? -me preguntó mientras se echaba a un lado su tanga y me enseñaba su coño sonrosado y perfectamente depilado por las ingles, aunque conservaba una franja de pelo estrecha en la punta de su chichi que se extendía hacia el ombligo.
  • ¿Te lo puedo tocar antes? -pregunté yo tímidamente.
  • Claro, puedes hacer lo que quieras con él.

Dediqué unos segundos a contemplarlo, luego acaricié sus pelillos, recorrí la parte interior de sus muslos con mis manos, estaban suaves como si se hubiese echado aceite y cálidos, con un ligero toque de sudor. Abracé su culo al tiempo que le besaba encima de los pelillos, ella mantenía la tela a un lado pero me estorbaba, quería verlo desnudo así que se lo pedí.

  • ¡Qué coño tan precioso tienes! ¿Te puedes quitar el tanga, quiero verlo mejor? -le pregunté emulando al lobo en el cuento.
  • ¡Vale pillín, pero anda se bueno y come rápido un ratito que me quiero poner cachonda!

Se quitó el tanga y para que me dejase de caricias me cogió la cabeza y literalmente me la aplastó contra su coño, fue un tanto enérgica en su acción aunque no me quejé en absoluto. Yo estaba sentado y ella me ofrecía su flor de pié frente a mi, mientras su hija nos miraba y se reía. Sin duda sabía lo que le estaba haciendo pues ella ya había disfrutado de mismo servicio que ahora prestaba a su madre.

El coño de Elisa tenía un olor más fuerte que el de su hija y su sabor también era más intenso, pensé que así es como debían saber los coños maduros y me comí todos los jugos que afloraron a sus labios producto de mis succiones. Me dijo que me chupase un dedo y se lo metiese, luego dos y luego tres, de modo que acabé follándola "digitalmente" al tiempo que le comía el coño. No sé el tiempo que estuve allí comiéndole el coño, a mi se me pasó volando.

  • ¡Ismael, para chico, que me voy a correr y quiero reservarme para follar, me gusta más sentir una polla dentro para correrme! -exclamó separando mi cabeza de su coño.

Me limpié con un pañuelo de papel que me dio y admiré cómo se limpiaba la flor que ahora estaba caliente y jugosa, como un fresón maduro. Me gustó ver cómo se limpiaba su sexo, y luego se ponía el tanga y se vestía. Salimos del probador disimulando, primero salí yo y al rato salieron madre e hija.

Cuando salió soltó la ropa que se había probado en el primer estante que vio, donde figuraban bolsos o zapatos no recuerdo y me tomó de la mano.

  • ¿Nos vamos Ismael? No tienes ganas de follarme, ¿eh?
  • ¡Muchas! -contesté yo.

Volvimos al parking y al coche. Nada más entrar decidí abrazarla y darle un beso en los labios, con más intención que acierto, pues no sabía besar. Ella reaccionó y tomó el mando chupándome la boca y metiéndome su dulce lengua en la mía... ¡me supo a miel!

Sin más dilaciones arrancó y salimos disparados de allí. El trayecto de vuelta se me hizo eterno, casi no intercambiamos palabra. Eso si, yo comencé a acariciarle los pechos y las piernas. Ella, mientras conducía, se dejó hacer.

Luisa se echó adelante desde el asiento trasero e intentó acariciarme la bragueta. Cuando lo noté, me eché para atrás y liberé mi polla erecta, poniéndola en su mano para que la acariciase. Mientras lo hacía su madre no paraba de mirarnos de reojo.

  • Ismael, antes de ocuparte de mi, debemos complacer a mi Luisa, luego me tendrás toda para ti, y no te arrepentirás, la espera habrá merecido la pena te lo aseguro.
  • De acuerdo Elisa, pero si me corro, no podré hacerlo contigo -me lamenté yo, que hoy tenía más ganas de follarme a la madre que a la hija.
  • No te preocupes, si quieres le puedes comer el coño y yo te ayudaré a que se corra, luego me follarás a mí, ¿qué te parece?
  • ¡Vale! -dije entusiasmado.

Recuerdo que entonces cogimos un atasco, y nos quedamos allí parados un como quince minutos, avanzando lentamente. Claro como los otros coches estaban cerca, no podíamos meternos mano allí mismo así que todos lo lamentamos. Finalmente Elisa vio un camino de tierra que salía a un lado de la carretera y decidió echarse a la aventura.

Comenzó a rodar por el camino y nos adentramos en unas huertas. Vio una parcela que estaba plantada de álamos para madera y decidió rodearla y estacionar el coche detrás de los arboles, de forma que no se viese desde la carretera, que seguía atascada.

  • ¡Um, qué te parece si follamos aquí mismo hijo! -la verdad es que me llamó la atención que me llamase hijo y me excité, ¡¡¡pensando en que Elisa fuese mi madre!!!
  • ¿No nos verán? -pregunté yo cauto como siempre.
  • ¡Qué va, con la hora que es ya nadie estará en el campo y estamos ocultos a la carretera! Vamos fuera que en el coche hace calor.

Elisa se adentró entre los álamos, estaban plantados muy juntos como para estar cómodos allí, así que regresó. En el borde de la parcela había hierba, pues estas plantaciones necesitan abundante agua así que abrió el maletero y sacó unas toallas de playa echándolas sobre la hierba.

  • ¡Aquí estaremos cómodos! -dijo finalmente cuando acabó de extenderlas, echándose sobre ellas-. Ven con Luisa, siéntate con ella delante mío, yo la cogeré desde atrás y me apoyaré en este tronco. Tú te arrodillarás delante de ella y le comerás el coño, ¿vale? Hazlo como me lo has hecho a mi en el centro comercial, penetrándola con tus dedos a la vez que se lo comes, ¿vale?

Estaba sorprendido por lo exhaustivo de sus órdenes, pero las obedecí sin rechistar. Desnudamos a Luisa de cintura para arriaba y ésta se sentó apoyando su espalda contra su madre, como había propuesto. Yo le quité las braguitas y permaneció con su falda puesta. Con gusto me enfrenté a su coño, tan joven y fresco que noté la diferencia entre ambos al instante, eso si, el de su madre también me volvía loco, con su olor tan característico.

Se lo comí todo, y observé que mientras lo hacía su madre le acariciaba los pechos y el cuello, hasta le pellizcaba los pezones sonrosados como los suyos, hasta ponerlos duros y más rojos aún. Mientras, yo seguía a lo mío, comerme aquel coño joven y delicioso de suave pelaje rubio y rizado.

La pobre Luisa sucumbió pronto a las atentas caricias de su madre y mías, tensándose como un arco comenzó a dar sacudidas como la niña del exorcista, disfrutando de un buen orgasmo femenino. Cuando terminó, la echamos a un lado y la dejamos recostada, entonces llegó mi turno, mi ansiado turno.

Elisa hizo que me tumbara en la toalla, sin cortarse un pelo me bajó las bermudas y los calzoncillos.

  • ¿Quieres que te coma la polla, eh quieres? -me preguntó mientras me la meneaba sensualmente.
  • ¡Claro, adelante, es toda tuya! -exclamé yo ansioso.

Ya lo había visto en las películas porno, pero la sensación que tienes cuando te lo hacen la primera vez es indescriptible. Su caliente boca se introdujo mi falo duro y tieso sin rechistar, llegando hasta la empuñadura, yo creo que le traspasó la campanilla y todo. Luego la sacó y volvió a engullirla, repitiendo la operación sin prisa pero sin pausa. No le importó que estuviese un poco sucia, pues con el calor ya había sudado, o que oliese a pipí, ella se lo comió todo, igual que yo su coño en el probador.

  • ¡No te vallas a correr! -me advirtió viendo lo que me estaba gustando.
  • ¡Entonces fóllame ya! -le solicité en previsión de no poder aguantar después y pensando en que deseaba probar su coño.
  • Está bien, yo también lo estoy deseando...

Elisa se quitó los shorts y se bajó las bragas, acomodándose en cuclillas encima de mi, se clavó mi polla sin dificultad en su coño, ya excitado tras mi cunnilingus en los probadores. Al meterla mi excitación se disparó, qué morbo, qué caliente lo tenía... en pocas palabras: "qué buena estaba". Comenzó a follarme despacito, dejando que mi excitación se aplacara. Yo le desaté la blusa que llevaba atada por encima del ombligo y me dediqué a acariciar sus pechos medianos y sus aureolas rosadas, hasta poner duros sus pezones.

  • ¡Pellízcame los pezones! Me gusta mucho -me imploró y no tardé en complacerla.
  • ¡Espera! -grité yo-. ¡No te muevas, que me voy a correr!

La hembra que me cubría se quedó inmóvil, con mi polla clavada en lo más profundo de su flor que era capaz de alcanzar, luego se la sacó y me propuso follarla desde atrás. Poniéndose a cuatro patas la penetré de rodillas y aferrándome a su culo comencé a darle suaves embestidas, pues me pidió que la follase muy despacio mientras ella con su mano se acariciaba el clítoris para poder alcanzar el orgasmo.

  • ¡Méteme el dedo en el culo! -me ordenó.
  • ¿Cómo? -pregunté yo sin creer entender.
  • Chúpate el dedo bien con saliva y penétrame con él por el culo, me gusta mucho y me ayudará a correrme, ¡vamos inténtalo! -me interpeló.

Esta mujer era un prodigio de las artes sexuales, de nuevo lo que sólo había visto en películas porno lo estaba practicando en vivo y en directo. Lo hice, hundiendo mi dedo más largo en su ano, la sensación era extraña, pero al hacerlo noté como su coño se contraía y apretaba un poco más fuerte mi polla, así que seguí haciéndolo. La tenía que follar muy despacio, pues notaba que me iba, estaba muy cerca, tuve que sacarla en un par de ocasiones y dejarla que siguiese friéndose el coño con sus propias manos.

  • ¡Prueba a metérmela por el culo ahora! -me sugirió esta vez.

Yo lo intenté, ella sujetó mi polla y se la clavó en su culo poco a poco hasta que entró, qué apretado estaba, me costó llegar hasta el fondo, me pidió que le escupiese en el culo para lubricárselo. Al final a fuerza de saliva sobre su ano mi polla entró, pero me dolió un poco. Ya con ella dentro comenzó a moverse y a follarme mientras yo, en mi inexperiencia lo único que hacía era sujetarme a sus cachetes con mis manos. ¡Qué delicia! Al final me corrí por todo lo alto, derramando mi blanco néctar en aquel agujero oscuro, ella seguía moviéndose y terminó por dolerme tras la corrida por lo que tuve que retirarme a descansar junto a Luisa que se había quedado dormida en la toalla de al lado. Desde esa posición pude contemplar como mi hembra en celo alcanzaba su orgasmo, gimiendo y contorsionándose hasta agotar las últimas gotas de placer.

Al final me felicitó por lo bien que lo había hecho y me dio un morreo introduciéndome la lengua hasta la campanilla. Nos montamos en el coche y volvimos a su casa, donde nos aseamos y refrescamos, tras lo cual disfrutamos de un buen almuerzo... "en familia".

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