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Memorias (21)

en Amor filial

 

21

Aquella mañana todos se levantaron de muy buen humor, planteando una escena idílica como en las películas, padres e hijos desayunando en una cocina iluminada por el sol que ya despuntaba entrada la mañana.

 

En el desayuno algunas bromas se hicieron por parte de los miembros más cachondos de la familia que eran los dos hombres, Tom y Richard, quien se insinuó a su madre cariñosamente ante las protestas de los adolescentes, quienes aborrecían este tipo de muestras de cariño público de sus progenitores.

 

Cuando Richard dio el azote en el culo de Karen y le sonrió haciendo un comentario jocoso acerca de lo bien que había dormido por la noche, Tom supo que habían tenido "fiesta de sexo" y aunque últimamete tenía olvidado el tema gracias a los avanzados juegos sexuales que practicaba y disfrutaba con su querida Cathy, lo cierto es que aquella actitud cariñosa de su padre despertó de nuevo su atracción materna, dormida en estos últimos días.

 

Al terminar, Richard anunció que hoy le hacían falta algunas herramientas de labranza y propuso ir al pueblo ofreciendo al resto de la familia que lo acompañase. Cathy saltó exultante la primera diciendo que ella lo acompañaría encantada. Y aunque la invitación iba a todos en general, tanto Karen como Tom rehusaron por distintos razones.

 

El sonido del arranque de la vieja furgoneta se oyó y seguidamente comenzó a recorrer el camino que abandonaba la finca. Por algún extraño motivo Tom se recreó en la mesa aún puesta del desayuno, taciturno, tal vez pensativo en las recientes caricias con que su padre había agasajado a su madre delante suyo. Tal vez algo irritado, tal vez algo celoso y por eso esperó a que su padre y su hermana se marchasen. Tal vez queriendo hablar con su madre al respecto. Pero qué podía hacer él, sus padres eran una pareja y como tal disfrutaban de una sexualidad renovada en aquel exilio campestre que habían emprendido en sus nuevas vidas como granjeros.

 

Karen comenzó a recoger los platos y sorprendentemente Tom se levantó y comenzó a ayudarla.

- ¿Te has dado un golpe en la cabeza o algo así? -le preguntó sin poder disimular su sorpresa.

- ¿Qué pasa, acaso prefieres hacerlo tú sola? -replicó Tom en tono áspero.

 

Entonces la madre leyó entre líneas, su retoño era como un libro abierto para ella y supo de su enfado, no del porqué, pero indudablemente supo que lo estaba.

- ¿Te pasa algo cariño? Antes estabas muy risueño -preguntó mientras su madre le acariciaba la mejilla con los nudillos de su mano cerrados.

- ¡Oh no nada mamá! Es sólo que bueno tal vez esté un poco aburrido y me he dicho, ¡oye por qué no ayudas a tu querida madre! -exclamó Tom dándose cuenta que su madre sospechaba algo.

- Oye, si quieres podemos jugar juntos a los juegos de la consola, a mi me gusta mucho el de conducir, ya sabes para ir cortando la hierba con mi bólido por el circuito... -le propuso jocosamente despertando una sonrisa en el muchacho, aliviando en gran medida una situación que se ponía tensan por momentos.

- ¡Vale pero antes te ayudaré a recoger! -exclamó Tom.

- ¡Estupendo cariño! Anda dale un beso a tu madre -le dijo mientras lo achuchaba contra sus generosos pechos y le estampaba un sonoro beso, casi húmedo, en su suave mejilla.

 

Al sentir el achuchón Tom no pudo evitar excitarse, notando como unos escalofríos recorrían su cuerpo, despertando "al durmiente", aunque no llegó a tener una erección completa. Igualmente olió el perfume afrutado y fresco que gustaba usar Karen, disfrutando de él con intensidad, imaginándose que así olería el resto de su cuerpo. Aunque él sabía que su cuerpo olía de manera distinta, como le pasa a todas las mujeres, ese olor íntimo e inconfundible con el que uno acaba identificando a su pareja.

 

Recogieron todo y pusieron el lavavajillas, pues vivían en el campo pero afortunadamente ya había llegado el progreso y disfrutaban de las mismas comodidades que podían tener su antiguo piso en la Gran Manzana(*).

(*) Así es conocida la Isla de Manhatan en New York.

 

Ya en su cuarto su madre se sentó en la cama junto a Tom y se dispuso a echar unas partidas a la última entrega del Need For Speed, aunque con su poca destreza habitual terminó yéndose por el campo, o como ella decía: "Cortando el césped con el bólido". Mientras reía y gritaba como una loca; sin duda se estaba divirtiendo.

 

Cuando le tocó jugar a Tom éste lo hizo sin mucho interés, incluso con cierta desgana, no podía evitarlo, estaba algo decaído pensando en que su padre había gozado con su madre aquella noche, pero, ¿por qué se sentía así? Si él también había disfrutado de lo lindo con la dulce Cathy. El ser humano a veces resulta incomprensible, a pesar de tener algo excepcional, siempre queremos algo más... ¡lo prohibido! Aquello que nos es negado. ¡Ése es el mayor de los afrodisíacos!

- Oye Tom, anoche vi que no estabais ni tú ni tu hermana en la cama, ¿acaso os bajasteis al sótano otra vez? -preguntó de repente Karen, sacando de su letargo al muchacho.

- ¡Ejem! Pues bueno mamá es que hacía tanto calor que primero me bajé yo y creo que al hacerlo desperté a Cathy, o quizás ya estaba despierta para entonces y terminó bajando al rato de hacerlo yo... Pero sólo hemos dormido, ¡qué conste! -aclaró finalmente denotando su culpabilidad más que la inocencia que pretendía demostrar con sus reiteradas justificaciones.

 

Karen ya lo sabía demasiado bien, pues había escuchado los sonidos del amor que salían del sótano, justo cuando bajó acalorada tras la sesión de sexo con su marido para refrescarse y tomar algo de la nevera. A pesar de ello se limitó a sonreírle y no le echó en cara nada. Con la verdad por delante, se sinceró con él.

- No te preocupes Tom, no tienes que mentirme, bajé a tomar agua de la nevera pues estaba acalorada y mientras me refrescaba con el frigo abierto os escuché.

 

Tom se quedó tan anonadado que no supo que decir, se limitó a mirar a su madre con la boca abierta y probablemente cara de pasmado.

- ¡Bueno mamá, es que nosotros... ya te digo que no queríamos pero...! -no acertaba a encajar una historia coherente sobre el porqué lo habían hecho...

- No te justifiques Tom, hace tiempo que se que lo que os pedí era un imposible y que lo que me encontré anoche en el sótano era de esperar que ocurriese -añadió Karen con total calma en su voz.

 

El chico se sentía ahora muy incómodo en esta conversación con su madre. Pero a diferencia de él, ella parecía irradiar una paz y tranquilidad que empezaron a darle confianza, produciendo así el efecto pretendido.

 

Karen le tomó sus manos entre las suyas, apartándolas del mando de la consola y mirándolo a los ojos le preguntó:

- ¿Os gusta hacerlo juntos, verdad?

- Pues... la verdad es que si mamá -aclaró Tom en tono ya más pausado.

- Sé que es difícil, pero podrías decirme, ¿por qué os atrae esa idea de hacerlo juntos o como surgió? Me gustaría que tuvieses la suficiente confianza en mi como para contármelo sin mentirme, me gustaría comprenderlo la verdad, sin mentiras y sin apariencias... -le explicó su madre mientras le acariciaba el dorso de sus manos con los pulgares, manteniendo su mirada fija en sus bonitos ojos almendrados.

 

La profundidad del verde oliva en la mirada de su madre trastornó a Tom, que inevitablemente tuvo que mirar a su escote, conde sus pechos generosos dibujaban un busto tremendamente sensual e inconscientemente se relamió, detalle que no pasó inadvertido para su progenitora quien le sonrió al volver a conectar con su mirada.

- Bueno mamá, la verdad es que me sorprende estar hablando de esto contigo, me siento raro, la verdad. Pero en fin, te lo voy a contar como muestra de confianza, pero a cambio yo también quiero hacerte algunas preguntas, tal vez comprometidas y también quiero que tú las respondas con igual sinceridad -le propuso Tom pausadamente.

- Me parece justo hijo -confirmó Karen pensando en qué querría preguntarle su hijo, pero luego se centró en lo que le contaría a continuación.

- Verás mamá, Cathy y yo al venir aquí, tan separados del pueblo y de cualquier posibilidad de amigo o amiga, nos fuimos aproximando. Era inevitable y lo cierto es que aquí nuestras peleas de la ciudad nos parecieron peregrinas y no se bien porqué pero nos fuimos acercando y pasando más y más tiempo juntos...

 

Karen escuchaba atentamente a su hijo, sentada junto a él, con la habitación en penumbra, pues mantenían las ventanas cerradas durante el día para que el calor y la flama exteriores no penetrase en la casa.

 

Pensaba en si era conveniente hablarle de las Memorias de Adam o no, pues era un secreto que férreamente habían guardado él y su hermana. Recordó que la causa de la unión con Cathy fue precisamente los excitantes relatos que en él leía su hermana y lo calientes que se ponían tras leerlos. Tras una pausa Tom pareció rehacer sus pensamientos...

 

Se acordó que todo empezó todo, aquella noche en la que aquellos quejidos espectrales despertaron su curiosidad, aquella noche en la que investigando su procedencia descubrieron a sus padres haciendo el amor. Seguida de aquella otra noche en la que ya más por vicio que por curiosidad volvieron a espiarlos y Tom, abusando de la confianza que su hermana le procesaba le metió mano, justamente mientras los espiaban, cuando movidos por la excitación comenzaron un juego, un coito simulado que les llevó a frotar sus genitales contra el hueco formado por los suaves muslos de su hermanita y sus braguitas de algodón.

 

El mero recuerdo lo excitó y la sensación de contárselo a su madre también. Pero revelar la existencia del libro significaba traicionar aquel pacto que hicieron y tal vez llegar a que su madre se interesase por él. Así que prefirió omitir los detalles de su descubrimiento y decidió contarle aquellos episodios iniciales...

- La verdad mamá es que una noche os oímos a papá y a ti mientras hacíais el amor -Karen sorprendida por al confesión, abrió los ojos al máximo y no pudo evitar una risita nerviosa.

- ¿Cómo nos oísteis? -preguntó a modo de confirmación.

- Si, la verdad es que os oímos dos noches creo. La primera no sabía lo que era, yo desperté a Cathy y ella tampoco identificaba el sonido, ¡que sonaba como un quejido espectral! -le confesó Tom

- ¿Un quejido? -preguntó Karen sintiendo que el rubor calentaba la piel de su cara, agradeciendo que estuviesen en penumbra para que Tom no lo advirtiera.

- Si, era como un fantasma, fue al principio de mudarnos y salimos al pasillo a investigar. Al final descubrimos que venía de vuestro cuarto y al acercarnos te oímos... estabas gimiendo mientras lo hacíais.

 

Karen no pudo evitar reír de nuevo, mientras se tapaba la boca en señal de vergüenza incontenible.

- ¿En serio? -se limitó a preguntar.

- Y tan en serio, hasta os estuvimos espiando... perdonanos mamá pero aquello nos llamó poderosamente la atención.

» Luego otra noche también oímos el quejido y la verdad es que ésta segunda vez ya sabíamos lo que era, pero tras haberos espiado la primera, fuimos a veros de nuevo mamá. La verdad es que nunca os habíamos visto así, en realidad nunca habíamos visto un coito en exclusivo directo y te confieso que, ¡el contemplaros haciéndolo nos excitaba un montón!

- ¡Qué vergüenza hijo! Y nosotros sin saberlo, ¿no? -preguntó Karen que no salía de su sopresa.

- Pues si mamá, no te alarmes, en el fondo fue muy bonito y nos gustó mucho veros tan amorosamente próximos -le confesó Tom intentando rebajar la tensión de su madre al conocer la noticia.

» El caso es que esta segunda vez fue distinto pues Cathy estaba delante mío espiándoos como yo, que me situé justo detrás. Me excitó tanto la escena que desenfundé mi pene erecto y lo pegué al culito de Cathy, ella protestó en un primer momento, pero yo la sujeté y no se bien porqué al final consintió, tal vez absorta como estaba viéndoos hacerlo su voluntad cedió.

» El caso es que comencé a frotarme con sus muslos cerrados en el hueco que formaban con sus braguitas, como si nosotros también lo estuviésemos haciendo. Fue como un coito simulado, como si nosotros también estuviésemos haciéndolo mientras os contemplábamos. Y casi sin esperarlo, o más bien sin querer evitarlo, al final me corrí allí mismo manchando a Cathy, sus muslos y sus braguitas con mi semen. Ella se mosqueó un montón y al notar esa humedad salió corriendo tras empujarme. ¿Recuerdas el día que no quería bajar a desayunar?

- Si claro, ¡lo recuerdo! -exclamó Karen refrescando su memoria.

- Pues era porque estaba enfadada conmigo por haber hecho algo así. Yo creo que también lo estaba consigo misma por haberlo consentido. Pero no entiendo porqué puesto que a ambos nos gustó.

- ¿Bueno hijo y qué nos visteis hacer? -se interesó Karen preocupada por las prácticas sexuales que habían presenciado sus hijos.

- Pues mamá, la verdad es que tenéis un buen repertorio -se limitó a decir Tom sin querer entrar en detalles.

» Luego nos reconciliamos y Cathy comprendió que aquello fue un accidente, algo que consentimos ambos. Pero a raíz de aquello seguimos hablando y haciéndonos confesiones sexuales cada vez más íntimas y bueno, dados los antecedentes los "juegos sexuales" continuaron, como aquella noche en el pasillo, seguimos exploramos nuestros cuerpos.

» Al principio fueron masturbaciones mutuas y bueno luego pasamos a cosas más "fuertes" y también más placenteras; como sexo oral. Hasta que llegó el día en que decidimos intentar hacerlo "de verdad", que fue que fue cuando tú nos pillaste con las manos en el... "culito" -afirmó riendo-, aquella mañana.

 

Karen se quedó absolutamente trastornada al pensar que ella y su marido habían sido los detonantes de la relación entre sus hijos. Bueno en realidad no era del todo cierto, pues la propia circunstancia de sus nuevas vidas aisladas en el campo también los había unido previamente tal como confesó Tom al principio. Pensativa no sabía que decir a continuación.

 

El silencio llegó un punto en que se hizo tenso, pues Tom quería ver de alguna manera la reacción que sus palabras habían suscitado en su madre y esta parecía no tener, o mejor dicho, no saber qué decir. Hasta que la situación fue ya insostenible y Karen despertó de su ensoñación.

- ¡Oh Tom, no tenía ni idea de que nos habíais visto hacer el amor! Claro como en nuestro piso las paredes estaban insonorizadas y había aire acondicionado, nunca llegasteis a una situación similar -le confesó su madre rompiendo el silencio.

- Claro mamá, en el piso era distinto y nuestras vidas también lo eran, con vosotros trabajando y nosotros en el instituto o con nuestros amigos.

- Ya, pero no se, me siento un poco culpable por haberos traído aquí y por de alguna manera haber sido parte del problema.

- ¿Problema, qué problema mamá? Tanto Cathy como yo somos ya adultos, o al menos lo intentamos, y tomamos nuestras propias decisiones. Aquella noche yo decidí meterle mano a Cathy y ella cedió, tal vez movida por la excitación de la escena, pero también podía haberse engado y no lo hizo. Luego nos reconciliamos y de nuevo consentimos juegos de masturbación, segunda en que hicimos nuestra elección, pudiendo haber decidido lo contrario. Luego sí, somos culpables... -concluyó Tom como si fuese el alegato final en una peli de abogados.

- Ya Tom, pero sois adolescentes y aunque creáis lo contrario, no sois totalmente conscientes de las repercusiones de vuestras decisiones -alegó Karen.

- Tal vez sea así, pero todo el mundo se equivoca hasta los adultos lo hacen y nosotros los adolescentes tenemos el derecho a equivocarnos también con nuestras propias decisiones.

- ¡Vale Tom! Me has convencido, no hay más que hablar -dijo por fin Karen apabullada ante los razonamientos de su hijo.

 

Realmente no podía creer que esto pudiese ocurrir, pero así era.

- Por cierto mamá, lo que me di cuenta las veces que os vi practicar sexo es que papá nunca te lo come... -dijo Tom de forma tan natural que parecía que no se le hubiese escapado algo tan fuerte.

- ¡Oh Tom! -protestó Karen golpeándole suavemente en el hombro.

- Bueno mamá, es que como me dijiste que fuese sincero -se excusó su hijo.

- Una cosa es sincero y otra obsceno -lo corrigió Karen.

- Entonces vas a contestar o no mamá, yo he sido sincero contigo, ahora te toca a ti -protestó el muchacho.

- Pues bueno hijo, lo cierto es que a tu padre no le ha gustado mucho el sexo oral, claro que de mi hacia él le encanta pero no es reciproco. Aunque bueno a mi no me importa.

- La verdad es que Cathy adora que yo le coma el chochito -afirmó Tom sin inmutarse.

- ¿En serio? Pues no se, la verdad es que si, las veces que he conseguido que tu padre me lo haga me ha gustado mucho, pero ha durado demasiado poco y con no demasiada intensidad -se lamentó Karen-. Si sabes hacerlo muchas chicas harán cola en tu puerta, te lo puedo asegurar... -le sonrió su madre revolviéndole el pelo.

- Si quieres te lo puedo hacer yo -propuso el muchacho a continuación como quien no quiere la cosa.

- ¡No por dios hijo, no podría consentirlo! -protestó Karen exagerando su respuesta.

- En serio mamá, ¡me encantaría comerte tu clítoris! -llegó a exclamar Tom en un intento por convencer a su progenitora.

- ¡Que no Tom, no insistas! Ya te he dicho que nosotros somos madre he hijo y no podemos hacer esas cosas -sentenció ella distanciándose del atrevido ofrecimiento de su pupilo.

 

El silencio se abrió de nuevo paso entre ellos. Estaban sentados juntos, en aquella habitación en la penumbra y la situación se había vuelto íntima... y tensa.

- Pero entonces, ¿por qué me masturbaste aquella noche o porqué me hiciste la mamada aquella mañana en la cocina?

- ¡Oh Tom, pues no sé, supongo que soy débil! Quizás tan débil como lo fue Cathy, a veces la mente se nos nubla y la excitación se apodera de nuestros actos. Pero no debemos permitir que esas cosas ocurran entre nosotros, ¡no está bien! -insistió Karen en un intento de acallar las críticas de su retoño reiterando una vez más su idea.

- Lo sé mamá, los tabúes son fuertes, como cuando nos prohibiste a Cathy y a mi dormir juntos en el sótano. Pero yo te digo que esto son sólo miedos, sólo inseguridades, lo haríamos y no ocurriría nada.

- ¡O no Tom, lo haríamos y tú querrías más! Si permito que me comas el... ¡el cóño! Tú querrás follar y si follamos querrás más, ¿no te das cuenta?

 

Karen explotó hasta el punto que su lenguaje siempre correcto se volvió obsceno y explícito. Pero el muchacho, que parecía saber que aquella escena era un ataque de nervios de su madre supo permanecer en silencio y esperar, o más bien desesperar con su falta de respuesta a su madre.

- ¿No lo entiendes Tom? -insistió buscando una respuesta.

 

Tom de nuevo respiró profundamente y dejó que el tiempo pasase sin respuesta. Finalmente, como haciendo un esfuerzo por comunicar sus ideas incomprendidas a su madre dijo:

- No mamá, no lo entiendo. ¿Por qué he de hacerlo? Soy un hombre y tú una mujer, si lo reduces todo a eso podríamos gozar, disfrutar de nuestros cuerpos, disfrutar de lo prohibido y después no habría nada, porque somos conscientes de lo que hacemos y porque eso nos transformaría en seres conscientes de sus decisiones.

 

La madre, ha estas alturas ya se sentía agotada, vencida por su propio hijo adolescente, que mostraba una madurez desacostumbrada, no tuvo más ideas para rebatir sus argumentos. Turbada por la situación, no pudo más, así que sólo le quedó una alternativa...

- No puede ser Tom y lo que no puede ser es imposible -afirmó tajante levantándose de la cama y dejando al chico sólo en la penumbra.

 

El muchacho lamentó aquella decisión, pero sabía que aquello no iba a ser sencillo. Así que en cierto modo lo esperaba. Es más, de haber sido sencillo no le habría provocado tanto placer como el que le daría cuando su madre se entregase a él voluntariamente, aceptando las consecuencias de sus actos.

 

El resto de la mañana la pasaron cada uno por su lado y sólo se juntaron cuando Karen lo llamó para que bajase a almorzar. Cada uno puso en orden sus ideas tras el encuentro, o mejor dicho desencuentro y la separación se hizo hasta necesaria.

 

En el almuerzo la tensión emocional abierta entre ambos podía cortarse con un cuchillo. Se limitaban a comer en silencio mientras Tom jugueteaba con las hojas de lechuga de la ensalada.

- Mamá, yo creo que tampoco hay que darle tanta importancia a lo que hemos hablado, si no quieres no pasa nada, lo entiendo. No eres capaz de vencer tus miedos y enfrentarte al tabú, es natural. Yo te seguiré queriendo como madre y deseando como mujer.

 

Karen de nuevo se sorprendió por las palabras de su hijo y decidió mostrarle una de sus sonrisas como premio.

- Está bien cariño, no me gusta sentirme enfadada contigo, yo te quiero mucho, eres mi pequeñín y sólo deseo que seas feliz-. No debemos enfadarnos ni discutir, pero has de saber que no puedes imponerme tus ideas preconcebidas.

- Sería lo último que querría mamá, creo que gracias a estas conversaciones he aprendido a quererte un poquito más mamá -afirmó Tom y sin esperarlo se levantó e hizo que Karen lo siguiera para fundirse en un abrazo con ella.

 

Aquel abrazo fue para Tom algo más, al hacerlo abrazó todo su cuerpo y lo hizo como el de una mujer a la que deseaba, sintiendo sus curvas, sus voluptuosidades y de nuevo se excitó irremediablemente...

 

Su madre se emocionó ante la muestra de afecto de su hijo, no estaba preparada para algo así, él estaba en lo cierto y se dio cuenta de que efectivamente él había ganado...

 

Comieron y su madre se dispuso a echarse una siesta, entonces Tom le ofreció que se bajase con él al sótano para dormir fresquitos sobre los sacos de dormir. Karen dudó, pero estaba de nuevo contenta con su hijo así que decidió complacerlo y dormir la siesta con él, aunque le hizo prometer que no intentaría nada durante la siesta.

 

Tom aceptó y ambos se bajaron al frescor que desprendían los muros de piedra de aquel sótano sombrío a dormir la siesta mientras fuera de la casa las chicharras llenaban el ambiente sofocante con su crujir de alas.

 

Karen previamente subió a cambiarse y se puso un camisón. Tom no lo necesitaba y se limitó a deshacerse de sus bermudas, quedándose con sus slips y su camiseta. Cuando su madre bajó admiró sus preciosos muslos que asomaban bajo aquel camisón vaporoso y esperó hasta que ella se echó junto a él en el suelo.

 

No pudo dormir. No, teniendo el fruto del deseo tan próximo, tan al alcance de su mano. Ella probablemente tampoco, así que se militaron a reposar la comida y finalmente el sueño los venció quedándose profundamente dormidos.

 

La larga siesta se extendió más de lo habitual y cuando ya era bastante tarde Karen se levantó y se quedó desubicada, sin saber si era de día o de noche, si era por la mañana o por la tarde, si estaba en su cama o en el sótano, aunque fuese evidente esto último.

 

Eso si, pudo descubrir con cierta sorpresa que su hijo se había acoplado a su espalda, adaptándose a su contorno perfectamente. Sitió su calor, la suavidad de su piel y cómo éste se había aprovechado de su sueño para abrazarla y pegarse a sus glúteos y espalda. En el fondo le gustó la sensación, sentirse deseada por un macho gusta a toda mujer, aunque en este caso el tabú bloqueara esa sensación un instante después, relegándola al subconsciente, tal vez para que en sus sueños realizara aquella prohibida fantasía.

 

Se levantaron mientras la tarde caía, justo a tiempo para oír cómo llegaba la camioneta conducida por su marido acompañado Cathy, portando ya las herramientas y víveres para la casa.

 

Cenaron y estuvieron sentados en el porche de la casa hasta altas horas de la madrugada, mientras oían música de los 60, cuando sus padres eran jóvenes adolescentes como ellos ahora; bajo aquel cielo de verano iluminado por la luna llena, que proyectaba sus rayos plateados convirtiendo el campo casi en una imagen fantasmal, con juegos de luces y sombras proyectadas por los árboles y arbustos colindantes.

 

Tom seguía sin poder dormir y aquella noche Cathy no estaba por la labor de leer uno de sus relatos, pues estaba cansada, ni siquiera atendió sus insinuaciones eróticas. Mañana le preguntaría el porqué de este cansancio, aunque como ya sospechaba, la intimidad del viaje con su padre parece que había dado de si, como la última vez.

 

Pero él estaba tremendamente cachondo, sentía la libido corriendo por sus venas, de sangre caliente plenas. Y no podía conciliar el sueño, así que salió al exterior de la casa. Deseó que en aquel momento su madre saliese de entre las sombras desnuda completamente y le hiciera el amor, pero sabía que esto no ocurriría y se lamentó por ello.

 

Subió por las escaleras, a hurtadillas como los gatos deambulan por la noche y se detuvo en el dormitorio paterno. Oyó el sueño profundo de su padre, que casi roncaba y la respiración más pausada y delicada de su madre.

 

Llegó a acercarse a ambos y permaneció a los pies de la cama. Descubrió entonces que su madre estaba casi desnuda, únicamente tapada por unas braguitas blancas. Sus grandes pechos se desparramaban hacia los lados y su piel iluminada por la luz de la luna parecía gris confiriéndole un aspecto casi tan fantasmal como el de los campos cercanos.

 

Era preciosa, su cuerpo lo excitaba sobre manera, despertando en él la concupiscencia, el deseo desesperado de poseer aquel cuerpo, de poseer a aquella hembra maravillosa que tan enchochado lo tenía.

 

La juventud y la locura son la misma cosa, si se es joven no se piensa en las consecuencias y el arrojo o atrevimiento inconscientes empujan tus acciones llevándote a una locura en la que la única cura caer en la tentación.

 

El caso es que Tom se acercó al lado de la cama donde estaba su madre e inclinándose sobre su cuerpo desnudo puso su cara apenas a un centímetro de sus braguitas, justo frente a la "Y" que formaba su pelvis con sus carnosos muslos.

 

Allí degustó el aroma de su sexo que, tras la tela, con el calor de la noche, despedía el olor de la lujuria, el almizcle de la pasión y los vapores de del alcohol, que hacen que las personas se embriaguen y pierdan el control de sus actos. Y Tom perdió todo control en aquel instante.

 

Besó sus bragas, sabía que bajo ellas estaba su coño, maduro, caliente y experimentado. Deseó verlo y se atrevió a bajar sus bragas por debajo de sus caderas, descubriendo sus ingles y su monte de venus. Estaba afeitado y cuando Tom lo besó notó la suavidad de su piel. Sin duda se lo había repasado aquella tarde en la ducha, gesto que agradeció.

 

Ahora el aroma de su coño era más intenso y quiso seguir descubriéndolo así que bajó un poco más sus braguitas, aplastadas por su culo, hasta que ya no cedieron más. Ya veía el inicio del surco de la pasión, allí donde comenzaba su vagina. La besó en este lugar tan íntimo y metió su lengua suavemente advirtiendo el comienzo de la suave piel interior de la misma. Un poquito más abajo su clítoris comenzaba a despertar...

 

Tuvo que detenerse, su madre movió y pensó que despertaría en ese momento. Así que se apartó un paso prudentemente y esperó unos segundos. Todo fue una falsa alarma y pensó que tal vez lo mejor sería cortar sus braguitas. Pero entonces ella lo descubriría a la mañana siguiente, ¡o tal vez su padre lo que era peor!

 

¿Y si su madre despertaba ante sus caricias? Sin duda no gritaría, eso si, se llevaría la sorpresa del siglo, pero no se le ocurriría gritar, pues si lo hacía despertaría a su padre y sabía que no lo haría. Pero, ¿y si le gustaba? ¿Consentiría que le comiese el coño? Sabía que le gustaría, pero tenía que vencer esa resistencia inicial.

 

¡Tenía que arriesgarse! Ya había recorrido un camino tremendamente excitante, sentía su corazón acelerado, su respiración agitada y los nervios a flor de piel. ¡Y eso que apenas había rozado la punta del iceberg de fuego que su madre guardaba entre sus piernas!

 

Decidió seguir adelante, a pesar del riesgo de que su madre despertase con sus caricias, aunque procuraría que fuese lo más tarde posible para excitarla al máximo mientras dormía, con la esperanza de que al despertar, sintiera tal excitación, que consintiera sus atrevimientos.

 

Fue hasta su cuarto y cogió unas pequeñas tijeras que guardaba en la mesilla de noche. Volvió como una exhalación, sin dejar de guardar el sigilo, andando descalzo por el parqué de la segunda planta. Una vez cerca de su madre, cogió sus bragas por los laterales y suavemente las cortó. Hecho esto deslizó la tela por entre sus muslos y suavemente los separó cogiéndolos por las rodillas.

 

Su coño quedó frente a él, luciendo el espectral color grisáceo del resto e su piel, imponente, con su monte de venus suavemente curvado hacia fuera y sobresaliendo ligeramente al inicio de su raja.

 

Beso sus gordos labios, suavemente e introduciendo lentamente su lengua entre ellos para separarlos, la deslizó desde el clítoris hasta el ano hasta abrirlos ligeramente. Su coño tenía sabor salado y también el amargo del pipí, pero a Tom no le importó, aun sudado y sucio deseaba comerlo igual, pues ya se había acostumbrado a comerlo a su hermana en todas las situaciones, limpito y recién duchado y como ahora lo tenía su madre, amargo y salado, es más, le excitaba más comerlos de esta última manera, pues sólo así podía saborear la verdadera esencia de la mujer que tenía delante. Sentía tal excitación que el corazón parecía que se le fuese a salir de la boca en aquellos momentos e intentaba tragar saliva con una boca donde ya no la había.

 

Miró a su padre y este roncaba girado de espaldas a la escena, aquello estaba bien, ¡estaba fenomenal! Se concentró de nuevo en su tesoro, aquella concha por abrir.

 

Repitió la operación con el coño materno y esta vez degustó más lentamente sus gordos labios chupando al final la parte superior en la que estaba su clítoris bebiendo su dulce sabor salado. Decidió verter saliva sobre su raja y lo hizo, esta resbaló por sus labios perdiéndose en la oscuridad entre sus muslos, luego con su dedo recorrió su surco extendiéndola y haciendo que lubricase su piel.

 

Luego se detuvo y contempló a su madre, que seguía firmemente dormida, acercó su oído a su cara y escuchó la respiración pausada y rítmica del que duerme. Así que se dispuso a continuar con sus caricias. Besó uno de sus pezones, lo lamió traviesamente, hasta sentir como éste se erizaba bajo la dulce presión que su lengua ejercía. Pasó al otro y obtuvo el mismo resultado.

 

Volvió por fin a su vulva y lamió su raja, siempre desde arriba, siempre comenzando por encima de su clítoris y terminando cerca de su ano. Abrió sus muslos un poco más y pudo lamerlo mejor. La saliva corría por su vagina muy lubricada ya mezclándose sus jugos con ella Tom podía olerlos intensamente.

 

Sentía que su madre despertaba por momentos así que decidió concentrarse en su clítoris, chupándolo dulcemente con sus labios, abriéndolo suavemente con su lengua y chupándolo a continuación usando todo lengua y labios, y al poco rato madre despertó...

 

Atontolinada por las íntimas caricias que le hacían, sin saber exactamente si se trataba su marido, aunque algo le decía que no. Girándose comprobó que éste dormía a su lado así que entonces supo que su querido Tom había cumplido sus amenazas y en aquellos momentos estaba degustando su fruta prohibida, su jugoso coño que ya sentía lubricado y hasta podía olerlo, pues bien conocía ella su aroma cuando estaba cachonda.

 

Cogió su cabeza e intentó apartarlo, pero este se aferró con fuerza a sus caderas y sus glúteos y chupó más intensamente su clítoris y lamió los jugos que salían de su fuente. Karen forcejeó un poco más con él antes de darse por vencida, pues le parecía que era lo adecuado, no podía permitir que Tom pensase que cedía tan pronto a sus impulsos, aunque poco a poco sus empujones fueron más suaves, hasta que se finalmente convirtieron en caricias.

 

Tom había peleado como un león por su pieza y no había cesado en su empeño pese al forcejeo con su madre y finalmente ésta había declinado y sometiéndose se dejaba señorear por su propio hijo.

 

Un suave placer, una delicada y húmeda sensación electrificante se apoderaba de su coño por momentos. Cada vez que Tom bajaba con su lengua hasta su ano una deliciosa punzada de sensaciones hacía que éste se contrajese. Su lengua recogía los jugos de su vagina y estos se derramaban por su ano por efecto de la gravedad, la sentía penetrando su coño muy cerca del perineo y ésto la excitaba tremendamente. "¡Qué bueno era que te comiesen en coño!" -pensó mientras mantenía sus ojos cerrados.

 

Extendió su mano y extrajo la polla erecta de su niño del slip, masturbándolo con suavidad pero también con firmeza. Estaba dura y tiesa, era más pequeña que la de su marido pero ciertamente más tentadora. Sintió el vértigo del tabú y éste se disipó bajo el peso del deseo que lo venció con obstinación.

 

Se incorporó y acercándose a la oreja de Tom le susurró...

- ¡Vámonos, vámonos fuera!

 

Terminó de incorporarse y Tom cesó en su cunnilingus y la dejó libre. La hembra, liberada, se dio cuenta entonces que sus braguitas cayeron al suelo y al recogerlas supo que las había cortado. "¡El muy pillín!-se dijo mientras sonreía-. Las recogió y las llevó consigo, tomándolo de la mano lo hizo acompañarla.

 

Bajaron las escaleras y salieron al porche. La luna estaba ya más baja en el horizonte señal de que la noche avanzaba. El cuerpo desnudo de su madre lució espléndido ante sus reflejos dorados y como una amazona poderosa se giró mostrando sus encantos a muchacho.

 

Este se abrazó a ella y fue directamente hacia sus pechos, besándolos mientras la apretujaba con su abrazo. Sus manos se fueron a su culo y acercaron su cuerpo a su polla que se clavó en su monte de venus.

- Sigue, sigue comiéndomelo. ¡Por favor! -le imploró Karen haciendo que Tom se arrodillara ante ella.

 

La hembra acercando una silla próxima y se sentó en un madero del porche colocado en horizontal entre otros dos y apoyó una pierna sobre ella, lo que le permitió abrirse mejor. De manera que su coño quedó expuesto y a la luz de la luna para que Tom lo degustara.

 

El chico se quedó unos instantes contemplándolo, luego lo acarició con sus finos dedos y sus jugos los lubricaron así que pudo introducirlos en su raja, dandole placer al instante; su madre que gimió como solía hacer con su padre. De nuevo volvió a comer su coño y esta vez sus jugos pasaron directamente a su boca, bebiéndolos con deleite mientras su progenitora gemía y gemía en una larga agonía que se prolongó durante largo rato.

 

La excitación era máxima y cuando Karen sintió que el orgasmo le venía separó a su retoño y tomó el relevo con sus expertas manos, justo a tiempo para la corrida. Ésta frotó su clítoris con los cuatro dedos juntos y provocó un estallido húmedo de su coño, como solía pasarle cuando estaba tan excitada. Éste fue desviado por sus dedos parcialmente, mientras frenéticamente se frotaba todo su coño. Aunque no pudo evitar que Tom arrodillado frente a ella recibiera la mayor parte de las gotas de los chorros de líquido que eran desviados por sus dedos, mojando a su niño arrodillado.

 

Tom, extrañado ante el extraordinario suceso, nunca había pensado que una mujer pudiese eyacular, así que llegó a pensar que era piss que se escapaba, pero en el fragor del placer esto no hizo sino calentarlo más. Había conseguido excitar tanto a su madre que esta se le había meado encima! -pensó.

 

En un ataque de locura saco su lengua y saboreó las gotas que le caían por la cara, entonces no le pareció pipí, era dulce como el agua así que esto le extrañó todavía más.

 

Al terminar su madre quedó abatida y notó que casi se caía al suelo así que la sujetó y la sentó en la silla que antes le sirvió de apoyo improvisado. Supo dejarla descansar y así lo hizo, sentándose entonces él en el travesaño de madera.

 

Pero Karen no tardó en reponerse y presa de la excitación se acercó a los slips de su hijo y se los arrancó con fuerza bajándoselos hasta las rodillas. Luego abrió su boca y se tragó de golpe su pollita.

 

Tom se sorprendió ante tanta pasión y al entrar su polla en la boca sintió el fuerte calor y humedad que la cubrió. Su madre la tragó y la dejó dentro de su garganta, abrió su boca tanto que casi llegó a tragarse con ella sus huevos. Luego la sacó y fue chupando con fuerza. Tom enloqueció con la mamada y sujetando los largos rizos de su madre la detuvo sólo cuando estuvo a punto de correrse, sin sacarla de su boca.

 

El chico sin dejar de sujetar su cabeza se bajó del travesaño y comenzó a mover su polla dentro de la boca de Karen, con sus muslos abiertos, era como follarla aunque por un agujero no previsto para tal fin.

 

Ella le dejó el mando de su cuerpo, hasta que se aproximó otra vez a su corrida, entonces la sacó y lamió sus huevos, ella sabía que esto volvía locos a los hombres, es más su lengua rozó el perineo y Tom sintió unas cosquillas que lo hicieron dar un respingo.

 

Volvió a tragar su polla entera y desde la garganta la chupó esta vez suavemente dejando que Tom pasara a llevar el ritmo cogiendo su cabeza como antes, sin apenas sacarla un par de centímetros de sus labios. Karen se aferró a sus glúteos y se los apretó clavándole las uñas, lo que incrementó el celo del adolescente.

 

Con ella dentro Tom sintió que su polla estallaría en cualquier momento. Quiso evitar correrse en su boca, pero era tan tentadora, era tan agradable sentirla tan dentro de su garganta que, mientras los suaves movimientos persistían, su leche comenzó a salir a borbotones y se fue derramando su garganta. A Karen le supo a miel y como tal la tragó.

 

Exhausto lo dejó descansar ahora a él en la silla y ella se quedó de pie, desnuda como una loba a la luz de la luna.

- ¡Vamos Tom! Vamos a bañarnos al lago, allí nos refrescaremos -le dijo mientras lo cogía de la mano si apenas darle un respiro.

 

Él no dijo nada simplemente asintió...

 

El camino parecía distinto con la espectral luz de la luna que irradiaba en todas direcciones y de la mano de su madre le parecía que todo aquello era irreal, como un sueño, como un imposible capaz únicamente de ocurrir en su inconsciente liberado de las ataduras del neocortex.

 

Las sombras parecían monstruos, monstruos horripilantes que se movían y retorcían amenazadores de los viandantes, mientras su madre, cuan hada del bosque, irradiaba la luz que alejaba a las tinieblas y lo guiaba por el bosque protegiéndolo de los peligros del camino.

 

El agua fresca los hizo relajarse, allí el muchacho se abrazo de nuevo a su madre, queriendo que todo aquello fuese real, la tersura de su cuerpo, la voluptuosidad de sus pechos y sus glúteos, la humedad de su coño.

 

Karen mientras tanto lo frotó como si estuviese lavándolo, mimándolo como cuando era pequeño, dejando que hiciera lo que le viniese en gana con su cuerpo, como cuando era incapaz de negarle un capricho, malcriándolo y consintiéndolo hasta sentirse su esclava.

 

Sobraban las palabras por eso no hablaban, sólo se permitían reír de vez en cuando y algún sonido gutural de aprobación ante las caricias que se dedicaban. Finalmente salieron del lago y se tumbaron en el embarcadero.

 

Aquella noche resultaba especialmente bochornosa y se sentía fenomenal después de haberse refrescado en el agua del lago.

- ¿Sigues queriendo follarme? -le preguntó de repente su madre.

- ¡Por supuesto! -exclamó casi dando un bote desde su posición de sentado.

- Pues entonces te follaré esta noche, esta noche de luna en la que tan loca me estoy volviendo, mañana ya veremos... ¡Ahora fóllame o piérdeme para siempre! -exclamó en su locura poseída tal vez por el influjo de la luna, sobre el que tanto se ha escrito.

 

Y dicho esto Karen tomó su brazo y lo hizo tumbarse, colocándose encima de su fibroso cuerpo, cubriéndolo con delicadeza, se acercó su coño a su pene que había perdido fuelle con el agua y el orgasmo, pero cuya juventud lo empujó súbitamente a la erección en un santiamén tras rozarlo con sus gruesos labios que aún conservaban su lubricidad increíble, como el de una joven adolescente.

 

Conforme se puso tieso, fue entrando en su gran coño, rellenándolo mientras este la tragaba hasta los huevos. Como una hembra tremendamente fogosa lo movió en su interior girando con sus caderas en redondo y luego subia y bajaba un par de veces para volver a girar, como los compases de un nuevo baile, sensual y placentero: 1, 2 y gira; 1, 2 y vuelve a girar; 1, 2 y 3 y gira otra vez.

 

Tom se enganchó a sus enormes pechos bamboleantes y los chupó con pasión, poniendo sus pezones duros como garbanzos. Mientras su madre seguía con su particular baile coital, aplastándolo a veces un poco con sus sentadillas que no siempre eran suaves, pues en la pasión se volvían enérgicas y hacían crujir las tablas del embarcadero donde estaban, deleitándolo con miles de agradables sensaciones.

 

La follada materna se prolongó hasta la extenuación y cuando ya no podía aguantar más, y bien que aguantó pues apenas hacía una hora se había corrido, un nuevo y más poderoso orgasmo le sobrevino, aferrándose con fuerza a su madre la hizo echarse sobre él y sintiendo el dulce calor de su cuerpo aprisionándolo debajo gozó y gozó mientras la embestía con toda la fuerza que tenía apretando su pelvis contra su monte de venus, clavándosela casi hasta hacerle daño, hasta apurar la última gota de semen, el último espasmo de placer...

 

Karen sintió que se iba de nuevo y volvió a inundar el joven cuerpo de Tom con sus jugos, corriéndose un poco más y mojando un poco más a su retoño que tan bien la había follado, ¿o tal vez fue al contrario?

 

Tras sus orgasmos, su madre volvió a bañarse para refrescarse y él la siguió tras una pausa para recuperar el aliento... Volvieron a abrazarse en el agua y se besaron en las mejillas y en el cuello, pues en la boca les habría parecido excesivo...

 

De nuevo emprendieron el camino de vuelta, cogidos de la mano tal y como vinieron. El cielo ya comenzaba a estar violeta síntoma inequícovo de que el crepúsculo se acercaba, y dentro de poco el todopoderoso Sol eclipsaría a la luna. A aquella luna de la locura que los había teletransportado al mundo donde todo es posible, al mundo de los locos, que hacen lo que les viene en gana sin importar lo que piensen los demás, por algo también se les llama lunáticos...

Mas de Esther

¿Seguir en lo filial y salir de ahí?

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