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Soy puta (12 y fin)

en Hetero: General

Capítulo 22

El restaurante no estaba muy lleno aquella noche, con lo cual la intimidad era mayor. Pedro había pedido una mesa discreta y el camarero les había llevado a una esquina del gran salón, sin duda un lugar muy íntimo, donde poder conversar mientras se disponían a disfrutar de una cena exquisita en su amena compañía.

La luz de una vela colocada en el centro de mesa permanecía impertérrita, dando un suave toque de luz anaranjado a sus rostros, reflejándose en sus pupilas como un puntito de luz que avivaba sus miradas mientras el hilo musical arropaba el ambiente haciéndolo aún más confortable y acogedor, allí uno podía sentirse como en el paraíso, atendido por su atento personal de punta en blanco.

El vino se derramó sobre la copa, con su color rojo intenso, bañando el cristal como una caricia de agua fresca, el camarero lo ofreció primero a Pedro, quien lo movió en círculos concéntricos en la palma de su mano y lo llevó a su nariz, donde delicadamente olfateó sus aromas afrutados mezclados con el de roble americano donde aquel caldo había reposado y envejecido lentamente durante sus largos años de crianza, convirtiéndose en una exquisita bebida al paladar y a todos los sentidos.

Una vez dado su visto bueno, el camarero sirvió a las señorita en su copa, dejó la botella sobre la mesa y se retiró dejándolos a solas. Tras su partida Lucía cogió su copa con dulzura incomparable doblando suavemente su muñeca, acariciándola con sus finos dedos terminados en largas uñas de manicura y la alzó ofreciéndole un brindis a su interlocutor.

- Por el reencuentro Pedro -dijo en señal de brindis.

- Por ti -contestó muy caballerosamente Pedro chocando su copa.

El cristal de bohemia entrechocó produciendo ondas sonoras que se propagaron por el espacio mezclándose con la suave música, llegando hasta sus oídos, siendo transmitido hasta sus cerebros donde sonó a música celestial, sólo un cristal así podía producir aquel sonido.

Tras dejar las copas sobre el blanco mantel donde los cubiertos habían sido colocados milimétricamente con precisión compulsiva, sus miradas se volvieron a encontrar y una sonrisa afloró en sus rostros.

- Lucía, te he echado mucho de menos, ¿dónde has estado todo este tiempo? -preguntó Pedro con un ligero tono de lamento en su voz.

- Fuera, descansando y recapacitando, tal vez olvidando... lo necesitaba y lo hice sin pensar, un buen día hice la maleta y me marché al amanecer -dijo Lucía sin querer entrar en más detalles de lo que produjo tan radical reacción en ella.

- Me tenías preocupado, intenté llamarte decenas de veces y siempre me saltaba tu contestador, hasta sopesé la idea de que podría no volver a verte, pensando que te habías mudado de ciudad o algo así y perdí toda esperanza, menos mal que recibí tu email avisándome que volverías, ese día el corazón me dio un vuelco y no sabes la alegría que me llevé -admitió Pedro, con un brillo especial en sus ojos, tal vez ligeramente humedecidos por la emoción al recordar sus sentimientos a la vista de aquel escueto email:

"Hola Pedro, sé que intentas hablar conmigo pero ahora no puedo atenerte, dentro de poco volveré y estaré encantada de volver a verte, ten paciencia.

Besos, Lucía."

Se alisó el cabello y se apartó de la cara un mechón que le caía por su ojo derecho con dulzura, mientras oía atentamente a Pedro, luego tomó un sorbo de vino y durante unos segundos, cuando éste terminó pensó lo que le contestaría, estaba especialmente nerviosa esta noche.

- Pedro, no sabía lo mucho que me habías echado de menos, admito que estoy algo impresionada por tu confesión, yo pensaba que... bueno, aunque estabas en proceso de divorcio era un pasatiempo para ti, acceso a sexo fácil y nada más -le explicó intentado aparentar una calma tras su confesión.

- ¡No en absoluto! -la interrumpió el caballero-. Tú has sido la única mujer desde que mis relaciones con mi ex terminaron que ha llenado mis pensamientos.

- ¿La única? Pero, ¿y Lucrecia qué? -inquirió Lucía un tanto escéptica en cuanto a su última afirmación.

- ¿Lucrecia? Bueno, lo de ella fue sólo sexo, se acercó a mi en los momentos en que acababa de separarme de mi ex, justo después de conocerte a ti, y bueno... ahí la verdad es que estaba predispuesto a caer en la tentación y caí, no pude evitarlo, ella era joven y bella y hubiese sido difícil resistirme. Por cierto, ¿sabes que se despidió? -le confesó denotando cierto asombro en su voz.

- ¡En serio! ¡No tenía ni idea! -exclamó Lucía muy sorprendida.

- Si, fue al poco de marcharte tú, me dijo que había encontrado otro trabajo y que nos dejaba, eso si, antes me recomendó a una compatriota para sustituirla y en menos de una semana abandonó la casa.

- Pues vaya, no pensaba que fuese ha hacer algo así -reflexionó Lucía mientras a su memoria vinieron los recuerdos de la noche en que fue su compañera de trabajo con aquellos dos tipos, en su bautismo de puta. Sin duda ya sabía a qué trabajo se refería cuando se despidió de Pedro.

- Yo tampoco, llevaba ya muchos años con nosotros y todos la queríamos, mis hijos y yo incluidos, hasta mi ex con las malas pulgas que tenía con todo el mundo en cierta medida llegó apreciarla, o tal vez no tanto, pero por lo menos la sobrellevaba.

- Bueno supongo que habrá cambiado para mejorar, al menos eso espero -se repitió Lucía más en forma de deseo que de afirmación.

El camarero les interrumpió, trayéndoles los platos que habían pedido. Para él un señor un solomillo de buey, que por su aspecto y tamaño impresionaban y para ella una dorada a la sal, sin duda un plato más liviano y acorde a una chica como Lucía, que se cuidaba hasta el extremo. Lucía bromeó con Pedro sobre el solomillo diciéndole que a ver quién ganaba la pelea, si él o el solomillo.

Por unos momentos la conversación se interrumpió, mientras ambos saciaban su hambre degustando algunos bocados de los platos que les acababan de servir. A partir de ahí, el lenguaje corporal y las miradas furtivas que se encontraban al levantar los ojos del plato, pasaron a ser los protagonistas.

Lucía estaba nerviosa, sentía un hormigueo en el estómago que casi le impedía degustar aquel pescado delicioso que le habían puesto, sin duda le resultaría difícil llegar a terminar el plato. Pedro en cambio aparentaba estar más tranquilo, cortando pequeños trozos del tierno y jugoso filete y llevándoselos a la boca, al tiempo que lo hacía bajar con el vino añejo que había pedido.

Cuando sus apetitos estuvieron ya saciados en parte, Lucía no aguantó más y rompió el silencio que se había formado entre ellos.

- Verás Pedro, te he invitado esta noche y he insistido en pagar yo la cuenta, porque quería decirte algo -le espetó de repente.

- Pues tú dirás, soy todo oídos "pequeña" -la llamó cariñosamente.

- Al principio yo era una simple estudiante de medicina que trataba de estudiar y divertirme como el resto de mis amigas, hasta que una de ellas, cierta noche me invitó a una cita con dos tipos y me dijo que nos llevarían a cenar y luego a bailar. Lo pasamos muy bien y lo cierto es que eran bastante guapos, total que al final terminamos acostándonos en un pedazo de hotel y al terminar vi como aquel hombre joven y guapo me dejaba una considerable cantidad de dinero en una mesilla junto a mi bolso. Y ante mi extrañeza, me preguntó si quería contarlo. Al parecer lo había hablado con mi amiga y era lo estipulado con ella, yo me quedé de piedra y no supe qué decir, o mejor dicho se me ocurrió decir: "¡No, no será necesario, seguro que está todo!". Luego mi supuesta amiga me lo explicó, al parecer los dos tipos eran amigos y necesitaba ayuda para aquella noche, pues ella ya estaba en el negocio, así que me metió en la encerrona y como vio que su amigo me gustaba prefirió no decirme nada.

>> Así empecé en la prostitución y cuando vi el dinero que podía sacar con aquello y el nivel de vida que me proporcionó poco después, supongo que fue como la fiebre del oro del lejano oeste, me enganché a la vida fácil y desenfrenada de la prostitución de lujo. Luego descubrí que no todo era tan idílico, pues no todos los clientes eran ni tan guapos, ni tan amables como el primero y bueno... el mes pasado estallé, sufrí una crisis y por eso me marché.

>> Quería tiempo para pensar y reflexionar sobre mi vida hasta ahora y lo que es más importante, lo que sería de mi a partir de ahora y he llegado a la conclusión de que: "lo dejo Pedro". He decidido apartarme de este mundo y volver a ser una chica universitaria, no se si volveré a estudiar medicina o me matricularé en otra carrera, últimamente he pensado en hacerme profesora de educación especial, para ayudar a niños discapacitados, pues me gustan los niños y me gustaría ayudarles y sentirme bien por hacerlo -dijo finalmente Lucía, concluyendo su exposición.

Pedro se quedó tan pensativo que los segundos pasaron y se hicieron eternos para Lucía, que comenzó a impacientarse y a punto estuvo de decirle: "¡Vamos! !Habla ya hombre!"; o de preguntarle: "¿Es que te parece mal?"; pero al final no fue necesario y Pedro contestó.

- Verás Lucía, como ya te he dicho, tú llegaste a mi vida en el momento justo, fue como una señal del cielo y me aferré a ti con ilusión desmedida, tú me devolviste la esperanza, las ganas de vivir que, poco a poco, con los sinsabores de mi matrimonio y el estrés del trabajo, había ido perdiendo. Volví a sentirme como un adolescente cuando te hacía el amor, me llené de vitalidad y en cierta medida me acostumbré a tenerte siempre disponible... ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba por pretender algo así. Me alegro mucho por ti, de verdad, aunque si te soy sincero, parte de mi interior querría que las cosas siguiesen como hasta ahora y poder seguir viéndote y teniendo nuestros encuentros, pero esa parte, machista y egoísta de mi se tendrá que hacer a la idea y aceptar tu decisión. Créeme me siento honrado que hayas querido decírmelo personalmente y te lo agradezco.

Lucía se quedó pasmada tras oír a Pedro, en la forma en que se había expresado, aquel hombre había despertado algo en ella, desde la primera noche que lo vio, desde el primer polvo que tuvo con él, tal vez fuese su inocencia, tal vez su nobleza o sus finos modales. Hasta ahora no se había percatado de ello, se había convertido en su mejor cliente precisamente por eso, le caía tan bien que cuando estaba con él se olvidaba de lo que en realidad estaba haciendo, llegando a disfrutar de los polvos y teniendo orgasmos con él. Ahora lo sabía, aunque el miedo la atenazaba, porque pensaba que ella no podría estar con un hombre como él, no después de su pasado. Pero, ¿opinaría él lo mismo?

Los segundos pasaron y ahora era Pedro el que se impacientaba esperando una respuesta que no llegaba de los labios de piñón de aquella chica, que ahora tenía el porte de una mujer madura, conservando un aspecto envidiablemente joven. Fue paciente y esperó en silencio a que ella hablase, y finalmente lo hizo.

- ¡Bueno Pedro, tampoco es que me vayas a perder de vista hombre! -dijo mostrando su mejor sonrisa-. Puedes seguir invitándome a cenar cuando quieras, eso si, la próxima pagas tú, pues con mi nuevo estatus como mucho te puedo invitar a una hamburguesa -se rió, contagiando con su risa también a Pedro.

Las carcajadas de Lucía la hacían encantadora, Pedro admiró su sonrisa, mientras miraba el brillo penetrante de sus ojos color caramelo. Aquella mujer le había llegado al alma y deseaba no perderla, mucho más, deseaba tenerla a su lado el resto de su vida. Pero se preguntaba si una chica tan joven y guapa aceptaría unirse a un hombre tan próximo a la cincuentena. Esto lo hacía sentirse inseguro y no quería volver a sufrir un desengaño, con ella no, sería demasiado doloroso.

- Pues si querida Lucía, me gustaría seguir invitándote a cenar, todas las semanas y seguir viéndote, pues contigo soy otro hombre, tú sacas de mi lo mejor y haces que me sienta muy a gusto, olvidándome de todos mis problemas.

- ¡Pues por mi encantada de que nos sigamos viendo! Contigo lo paso fenomenal -concluyó.

El camarero, viendo que hacía rato que no comían, se acercó para preguntar si desearían algún postre. Ellos negaron con la cabeza y Pedro pidió la cuenta.

Tras pagarla salieron del restaurante y él sacó su móvil para llamar a un taxi, momento en el que Lucía lo tomó del brazo y le pidió pasear, pues la noche invitaba a ello, aunque tal vez fue más bien para alargar su encuentro, temiendo que la dejase en la puerta de su casa, frustrada y deseando volver a verlo. Él por supuesto aceptó encantado el ofrecimiento.

Resultó que estaban muy cerca del piso de Lucía, así que ésta lo guió hasta los jardines por donde solía salir a correr por las mañanas. A estas horas de la noche, el canto de las ranas en los estanques del parque y el cri-cri de los grillos que de este modo se aliviaban del calor los acompañaba durante el paseo.

Lucía lo invitó a quitarse la chaqueta, pues aunque el traje era de verano, sin duda debía tener calor así que con ella al hombro Lucía se agarró a su cintura mientras paseaban y él puso también su mano sobre sus caderas apoyándola suavemente.

Se sentía tan nerviosa y excitada en aquellos momentos, sabía que su sexo estaba húmedo y tenía unas ganas tremendas de hacer el amor con Pedro, pero no estaba segura de cómo proponérselo. Sabía como era él y le horrorizaba la idea de que le ofreciese dinero al terminar: "¡Nunca más! -se dijo para sus adentros". Pero cómo podía hacerlo sin que pareciese un servicio más.

Durante todos estos años había aprendido a ir al grano con sus clientes y ya prácticamente se había olvidado de la sutileza, había perdido la inocencia y en cierta medida tomando el sexo como una necesidad más del hombre, había aprendido a ofrecerla del modo más natural, pero en aquellos momentos ninguna de las maneras aprendidas le parecía correcta. Así que sólo podía hacer una cosa... esperar, esperar a que Pedro se lo propusiera. Aunque de buena gana le hubiese gustado que la hubiese tirado al césped y la hubiese follado allí mismo. Éstos pensamientos en nada la ayudaban en aquellos momentos así que trato de serenarse y pensar en otra cosa.

Se dedicaron ha hablar de todo y de nada un poco, de una forma un tanto nerviosa para dejar pasar el tiempo y los minutos mientras su paseo se alargaba más y más. En su ensimismamiento Lucía, tal vez de modo inconsciente, lo guió hasta el portal de su piso y cuando se quiso dar cuenta estaban en frente.

- ¡Mira yo vivo aquí! -exclamó Lucía de improviso.

- ¿En serio? -el bloque parece bastante humilde, ¿no?

- Bueno si, lo busqué así. No quería llamar la atención, recuerda que aparentemente soy una universitaria, esa es mi tapadera. Incluso para mis padres que todos los meses me siguen enviando mi paga para el alquiler y para costearme la vida. Antes, cuando sólo vivía de mi paga no me podía permitir muchos caprichos, aunque tampoco te engaño, mis padres están acomodados y trabajan ambos, por lo que me daban el suficiente dinero para poder costearme mis estudios y mi diversión.

- Entonces, ¿vives sola? -se interesó Pedro.

- ¡Oh si claro! Aunque supongo que tal vez tenga que volver a compartir piso a partir de ahora -contesto Lucía, mientras seguía cogida a él por la cintura.

- Vaya, pues supongo que no estaría bien pedírtelo, pero te gustaría que subiésemos... no sé, me puedes invitar a una copa si te apetece.

- ¡Claro que sí, haces muy bien en pedírmelo, vamos! -exclamó Lucía sin poder creerlo, parecía que todo discurría por un misterioso sendero que los conducía hacia lo inevitable.

Subieron en el ascensor hasta la segunda planta y entraron en el apartamento. Allí Lucía se descalzó y anduvo descalza por el suelo de la casa. Le confesó que en verano le encantaba hacerlo. Así que pasaron al salón donde puso el aire acondicionado y el televisor como por instinto y lo invitó a tomar asiento.

Lucía no bebía mucho aunque su debilidad era el Fray Angélico y era lo único que tenía en la casa así que Pedro no tuvo elección, le sirvió una copa con abundante hielo y ella se puso otra.

- Me encanta el Fray Angélico, es lo único que bebo -le confesó remojándose los labios con él acto seguido.

- Está bueno la verdad, alguna vez lo he tomado también -se limitó a contestar Pedro-. Está bien el piso, después de todo lo has acondicionado muy bien, admitió mirando los muebles y la decoración estilo modernista.

En el amplio sofá, Pedro estaba sentado y Lucía, junto a él, mantenía sus piernas flexionadas y tan próximas a él como le era posible, deseando que las tocase, que le acariciase aunque fuese una rodilla, un primer contacto que diese paso a un segundo más íntimo. Se sentía como una gata en celo, dispuesta a que saltasen sobre ella o más bien al contrario. Aunque se sentía como si estuviese atada de pies y manos y no pudiese hacerlo ella misma, pues quería que fuese él quien diera el primer paso.

Sus muslos se ofrecían tentadores a Pedro, no intentó bajar su ajustado vestido que poco poco retrocedía mientras ella, inquieta, se retorcía en el sillón de color blanco. Él comenzó ha hablar y hablar, no sabía bien de qué, pues ella lo único que miraba era el movimiento de sus labios. Nunca se había fijado tan de cerca en ellos y empezó a desear besarlos y chuparlos. Nunca besaba a sus clientes, era una norma no escrita de la prostitución y todo el mundo lo sabía pues ellos tampoco intentaban besarla a ella. Los besos parecían ser algo mucho más íntimo que follar o hacer una felación y estaban vetados en sus prácticas sexuales. Y allí estaba ella deseando ahora mismo un beso de sus labios, sin poder conseguirlo.

Se mordía los suyos con ganas, mientras abrazada a un cojín lo escuchaba hablar. Con su cabeza ligeramente flexionada parecía adormecida por la conversación.

- ¿Me escuchas Lucía? -preguntó de repente Pedro-. ¿Me estás escuchando? -repitió sin obtener respuesta al momento.

- ¡Oh si claro! -exclamó Lucía saliendo se su trance hipnótico.

- ¡Oh si claro, te estoy aburriendo! -se lamentó Pedro-. Bueno tal vez sea el momento de marcharme... -mientras ponía las manos en el sofá y hacía ademán de levantarse.

- ¡No Pedro, te estaba escuchando, de verdad! -se apresuró a decir Lucía tomándolo del brazo para retenerlo junto a ella.

En ese momento se habían aproximado un poco más pues Lucía lo había tomado del brazo, allí cogida a su cojín quedaba con su cabecita por debajo de la suya, como implorando que no la privase de su compañía. Pedro la miró desde su altura y la vio allí sentada, tomando su brazo, pidiéndole que se quedase y eso sólo podía significar una cosa...

Sus caras se aproximaron, Lucía sintió como el corazón se le salía por la boca y apretó los dientes instintivamente, como si así fuese a evitarlo, hasta que sus labios rozaron los de Pedro una primera vez, luego vino una segunda, en la que él entreabrió un poco los suyos y la humedad de su saliva impregno los de Lucía, que relajándose al fin abrió su mandíbula y su boca recibiendo el cálido beso , saboreando su saliva, buscando su lengua entre sus labios entreabiertos y encontrándola con la suya a medio camino.

Se abrazaron y siguieron besándose, ella sentía un fuerte cosquilleo por todo el cuerpo, su respiración era agitada y sentía el corazón palpitante en su pecho. No recordaba una sensación igual en toda su vida, se había acostumbrado a los placeres del sexo pero aquellas sensaciones le eran desconocidas.

Cuando la mano de Pedro se abrió paso por sus muslos hasta su coño sintió el comienzo del éxtasis, sin duda sus bragas estaban empapadas por sus jugos, así que Pedro sintió su humedad nada más entrar en contacto con las yemas de sus dedos. Cuando los movió sensualmente abarcando su sexo con todos sus dedos Lucía volvió a convulsionarse y un gemido escapó de su boca.

Pedro liberó su boca, pasó junto a su mejilla tersa y extremadamente suave, hasta que le mordisqueó el lóbulo de la oreja, descolgándose con besos sobre su pequeño cuello hasta chupar su desnuda clavícula. Sus dedos se abrían paso mientras tanto en su coño, tras apartar la telita del tanga que llevaba, hundiéndolos entre los labios vaginales, que humedecidos como estaban, resbalaban entre ellos haciendo que su dedo corazón abriera su surco y se adentrara en su interior con pasmosa facilidad.

Lucía lo apartó y tomó la iniciativa comenzando a desnudarse. Se despojó de su vestido y dejó sus pechos al aire, pues no llevaba sujetador. Pedro aprovechó para desabrocharse la camisa y al ver a Lucía desnuda se abalanzó sin remediarlo hacia sus pechos, capturándolos con sus labios y volviendo con sus dedos a aquella preciosa concha que tan cálidamente lo recibía. Siguió con sus besos y siguió bajando. A medida que lo hacía Lucía ya intuía a donde iba, Pedro era el único cliente que se había atrevido a comerle el coño y hoy estaba dispuesto a repetir.

Cuando sus labios rozaron su sexo Lucía sintió escalofríos recorriéndole el cuerpo, y cuando estos se zambulleron en sus rajita fue el no va más. Lucía gozó como nunca del cunnilingus que Pedro le regalaba. Se defendía bastante bien comiéndole el coño con dulzura, masajeado su clítoris y labios vaginales con sus dedos, alternándolos con sus labios y su lengua. Lucía no pudo contenerse y el orgasmo le sobrevino, convulsionándose mientras Pedro bebía las mieles que su sexo le ofrecía.

En recompensa por su regalo, Lucía quiso corresponderlo y de paso reponerse de su orgasmo mientras tanto, practicándole la mejor felación que le hubiesen hecho en su vida. Le arrancó prácticamente los pantalones precipitadamente y luego sus bóxer, accediendo a su polla. A la velocidad del rayo la introdujo en su boca hasta llegar a su garganta y lo chupó con fuerza y ganas desmesuradas. Pedro se reclinó en el sofá y se dejó hacer, aguantando a duras penas el ímpetu de aquella chica que, entre sus piernas, veía oculta tras su linda y recién estrenada cabellera morena.

Tan buen trabajo le hizo que Pedro tuvo que detenerla para no correrse, luego, tras respirar profundamente y reponerse parcialmente le pidió que siguiese un poco más, así Lucía comenzó una serie de aproximaciones al orgasmo mientras mantenía la polla en su boca y chupaba y paraba cuando él se lo pedía, que al hombre lo volvieron loco de placer.

Finalmente Pedro le indicó que era suficiente y le pidió que se sentara en el sofá, reclinándose, mientras él se colocaba encima suyo y en la clásica postura del misionero, apuntando con su falo a su rajita y deslizándolo a su interior con presteza, sintiendo al instante el fuego abrasador que allí Lucía, la joven Lucía, guardaba para él.

Ella, al sentir su penetración tensó todos sus músculos y se aferró a sus fuertes brazos, levantando sus caderas para ofrecerle mejor su coño, mientras él siguió penetrándola rítmicamente. Sus labios se buscaron y ansiosos volvieron a besarse. Lucía saboreó el olor de su sexo en los labios de él y chupó su lengua con pasión desmedida mientras las embestidas en su chochito la mortificaban y llenaban de gozo más y más.

Lucía pidió cambio de tercio y lo tumbó ahora a él, encaramándose a su grupa como una diosa, permaneciendo erguida se clavó su polla hasta lo más profundo de su útero retorciéndolo en torno a ella con movimientos giratorios de cadera que hicieron las delicias del hombre, que acariciaba sus pequeños pechos y la cogía por su cinturilla mientras ella, suavemente subía y bajaba, clavándose su polla hasta bien adentro en su pequeño coño que disfrutaba de nuevo y se aproximaba al orgasmo.

En su posición, Pedro la veía sobre él y no paraba de admirarla mientras lo follaba con aquellos rítmicos y sensuales movimientos, se sentía desfallecer mientras se aproximaba a su orgasmo y en alguna ocasión le pidió que se detuviese unos segundos para luego continuar, pero ya ni eso funcionaba, deseaba correrse, sentía que se acercaba inexorablemente al final y Lucía también lo intuía, así que ella buscó su clítoris y con sus dedos se masturbó para aproximarse también ella.

Cuando Pedro se tensó, levantando a Lucía sobre su pelvis, ella aceleró el ritmo de sus frotes clitorianos y mientras recibía las andanadas de semen en su chochito éste se contraía cada vez con más fuerza hasta que finalmente estalló una segunda vez, cerrando los ojos con fuerza mientras se sujetaba con la mano libre en el pecho de Pedro para no caer sobre él.

Al final, cuando sus orgasmos mutuos cesaron, Lucía, rendida, calló sobre el pecho de Pedro quedándose abrazada a él durante largos minutos. Con su polla aún en su interior, las sensaciones de placer perduraron aunque más sutilmente.

A punto de dormirse y sudorosos por el delicioso polvo que había echado, decidieron separarse e ir al baño a asearse por turnos, primero Lucía y luego Pedro.

Al salir Pedro vio que Lucía seguía en el salón esperándolo, seguía desnuda, tras la ducha rápida que se había dado, él también salió desnudo, cubierto únicamente por una toalla pequeña.

- ¡Quédate conmigo esta noche, duerme conmigo! -le rogó.

- ¡Nada me haría más feliz Lucía! -contestó Pedro complaciéndola.

Aquella noche Lucía durmió como los ángeles, como hacía tiempo que no dormía. Mientras entraba en el reino de Morfeo, sentía a Pedro a su lado, acoplado a su espalda, como dos cucharas puestas juntas y recordaba los placeres disfrutados hacía apenas unos minutos: "¿por qué había sido un sexo tan bueno?", llegó a preguntarse mientras se quedaba dormida. Sólo había una respuesta para esta pregunta y poco antes de caer en la inconsciencia del sueño, su mente la guardó como un preciado tesoro en sus archivos: "AMOR".

22

A la mañana siguiente Lucía se despertó tarde como de costumbre y al girarse sobre la cama, como pasa en todas las películas después de un ardoroso encuentro entre sus protagonistas, no halló a su partenaire. Y como también suele pasar, una nota escrita con estilográfica estaba sobre la almohada. Media cuartilla de folio doblada por la mitad, fue recogida por Lucía con curiosidad malsana y al abrirla un dibujo un tanto infantil la hizo sonreír. En ella un corazón estaba dibujado y una flecha lo atravesaba de lado a lado. La nota también tenía firma: "Pedro", ¿quién si no?

Durante las semanas posteriores Lucía y Pedro siguieron saliendo y claro que si, manteniendo ardientes encuentros sexuales, donde cada vez su compenetración era mayor y no paraban de sorprenderse con locas ideas para proporcionarse placer mutuamente.

Lucía volvió a la universidad y como había dicho a Pedro se cambió de carrera, matriculándose en educación, para más tarde especializarse en educación especial. Allí regresó a su antiguo entorno y volvió a encontrar amigos y amigas, aunque no volvió a salir de juerga con ellos pues sus juergas las reservaba para su querido Pedro.

La palabra que Lucía guardó aquella noche, antes de quedarse dormida, siguió aferrándose a su mente, cada vez con más fuerza y creció con cada encuentro, con cada tarde que pasaban juntos, con cada chiste que le contaba Pedro haciéndola reír.

Y llegó una noche, una más como tantas otras, pero Lucía no supo hasta después lo especial que sería, pues tras la cena, el caballeroso Pedro, extrajo del bolsillo de su chaqueta una pequeña cajita negra. En su interior, sólo una cosa podía existir, y al verlo su brillo la deslumbró: un "solitario" finamente tallado y engarzado en un anillo de oro blanco se ofreció ante ella, mientras el caballero pronunciaba las palabras que toda mujer ansía escuchar alguna vez.

El "sí" salió de sus labios antes de que terminase la frase y emocionada se abrazó a él no pudiendo reprimir sus lágrimas. En el restaurante alguna mirada indiscreta mostró exageradamente su desaprobación, sin duda la diferencia de edad notable fue causa de más de un exaltado comentario en voz baja, pues el hombre le doblaba prácticamente la edad a aquella chica con apariencia de mujer.

Pero el amor es así, ciego y sordo, no entiende de edades ni de apariencias, cuando se presenta, es puro y puro permanece. Ojalá lo hiciese para siempre, pues saca lo mejor de cada uno, es el estado en el que todos deberíamos permanecer para siempre, y que lamentablemente no dura por siempre.

(Seis meses más tarde...)

La mañana de primavera era espléndida, el tiempo aún era fresco en aquellas horas pero el sol ya picaba al medio día. Cuando Lucrecia se bajó del coche negro de alta gama, el blanco de su traje deslumbró a todos, incluido el novio, quien se apresuró a recibirla con una amplia sonrisa en su cara.

Ella lo abrazó y besó, sin importarle lo más mínimo estropear el peinado que tanto tiempo le había llevado a la peluquera o el maquillaje que igualmente le habían hecho con tanta dedicación. Y tras el recibimiento todos pasaron al ayuntamiento para la ceremonia.

Aunque la escena no tenía el glamour de una catedral, el edificio centenario con sus piedras finamente labradas no tenía tanto que envidarles. En una sala sobria, con muebles y cortinas antiguos, preparada con esmero para este tipo de ceremonias, un concejal amigo de Pedro les leyó los artículos del código civil por el que aquel hombre y aquella mujer se hacían promesas de convivencia y unión. No fue como una ceremonia religiosa, fue algo más divertido e informal y su amigo se encargó de ello, pues mientras leía la insulsa ley, soltaba algún chascarrillo que hacía las delicias de los asistentes.

Allí estaban todos, aunque todos significase "los justos". Los padres de Lucía con sus respectivas parejas, pues se habían divorciado hacía tiempo, su amiga Ángeles y Fran, Lucrecia y el hijo de Pedro, ni uno más y ni uno menos, no necesitaban más gente, estaban justamente los que necesitaban, a los que en verdad amaban y los amaban a ellos.

- F I N -

 

Epílogo

Hay veces que en los libros el autor se permite escribir un epílogo, donde cuenta algo más de su obra, algo que ha quedado fuera consecuencia de la acción principal o relacionado con ella. Pues bien, este es mi primer epílogo y he creído conveniente escribirlo para completar mi historia.

El mundo de la prostitución, el que aparece en esta obra, en absoluto tiene nada que ver con el real. Como se suele decir la realidad supera a la ficción, y en este caso la realidad es mucho más cruel y falta de glamour que la ficción aquí descrita.

El oficio más antiguo del mundo contará con mujeres que se ven abocadas a él por necesidad, muchas obligadas por las mafias que les pegarán y abusarán de ellas bajo coacciones y amenazas. Dudo mucho que esas mujeres disfruten mínimamente de su trabajo.

Luego estarán las otras, como Lucía, las de lujo que se supone que cobran mucho más por sus servicios y viven a cuerpo de rey. Yo no creo que ni en ese caso, esas mujeres disfruten con lo que hacen, tener sexo con alguien que no deseas no creo que pueda ser un plato de buen gusto para nadie y ver como tu belleza se marchita con el tiempo y sigues sola tampoco.

Dicen que alguna de estas, de lujo, luego ha acabado casada con un "rico", pero yo me pregunto hasta qué punto eso es cierto y cuantas "muñecas" acaban rotas por el camino, en esa búsqueda del "rico y guapo". Sin embargo, como las brujas, "haberlas hailas" y todos podemos ver ejemplos en la sociedad. En fin cada cual se forja su destino, o el destino lo busca a él, según se mire.

La realidad está para vivirla, aunque a veces, muchas veces, no nos guste del todo, pero así es la vida. Los relatos, como éste de Lucía están para ilusionarnos con su historia y proporcionarnos momentos de evasión y de placer solitario. De hecho, el escritor de la historia es el primero que disfruta y se evada escribiéndola, si lo he conseguido con algunos de ustedes, si les ha gustado como me consta que lo ha hecho ya muchos, me llena de orgullo y satisfacción haberlo hecho y me doy por satisfecho.

Por si les interesa éste es mi blog: http://zorro-blanco2003.blogspot.com, en él encontrarán mis pensamientos, reflexiones, locuras... disfruto escribiéndolo también pues es la ventaja del anonimato, puedes decir lo que quieres y no temer las consecuencias.

En algún lugar de Andalucía, 4 de julio siendo las 18:18h

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Vaquero de Ciudad (1)

El secreto de Beatriz (3)

El secreto de Beatriz (2)

El secreto de Beatriz (1)

Un Guiño del Destino (Ellos)

Un guiño del destino (Ella)

Un guiño del destino

Caluroso Verano (7)

Caluroso Verano (6)

Caluroso Verano (4)

Caluroso Verano (5)

Caluroso Verano (3)

Caluroso Verano (2)

Caluroso Verano (1)

Soy Puta (1 y 2)

Soy Puta (8)

Memorias, entre el pasado y el presente (7)

Soy Puta (7)

Memorias, entre el pasado y el presente (6)

Memorias, entre el pasado y el presente (5)

Soy Puta (6)

Memorias, entre el pasado y el presente (4)

Soy Puta (5)

Memorias, entre el pasado y el presente (1)

Soy Puta (4)

Memorias, entre el pasado y el presente (2)

Soy Puta (3)

Soy Puta (1 y 2)

Memorias, entre el pasado y el presente (3)

Memorias, entre el pasado y el presente (2)

Memorias, entre el pasado y el presente (I)

Memorias (10)

Memorias (9)

Memorias (8)

Siete madres desesperadas (3)

Siete madres desesperadas (2)

Siete madres desesperadas (1)

Memorias (7)

Memorias (6)

Memorias (5)

Memorias (4)

Cartas de mamá (5 y fin)

Cartas de mamá (4)

Cartas de mamá (3)

Cartas de mamá (2)

Cartas de mamá

Violación e Incesto (3)

Violación e Incesto (3)

Violación e Incesto (3)

Violación e Incesto (2)

Violación e Incesto

Like a Dream (8)

Like a Dream (7)

Like a Dream (6)

Like a Dream (5)

Like a Dream (4)

Like a Dream (3)

Like a Dream (2)

Like a Dream (1)

El secreto de Adam (3)

El secreto de Adam (2)

El secreto de Adam

Un guiño del destino

Memorias (24 y fin!)

Memorias (23)

Memorias (22)

Memorias (21)

Memorias (20)

Memorias (19)

Memorias (18)

Memorias (17)

Memorias (16)

Memorias (15)

Memorias (14)

Memorias (13)

Memorias (12)

Memorias (11)

Memorias (10)

Memorias (9)

Memorias (8)

Memorias (6)

Memorias (5)

Memorias (3)

Memorias (2)

Memorias (1)

Soy puta (11)

Soy puta (10)

Soy puta (9)

Soy puta (8)

El erotismo vive en mi interior...

Soy puta (7)

Zorro Blanco: Esta es mi historia...

Soy puta (6)

Soy puta (5)

Soy puta (4)

Soy puta (3)

Soy puta (2)

Soy puta (1)

El coma (3)

El coma (2)

El coma (1)

Caluroso verano (10 y fin)

Caluroso verano (9)

Diario de una universitaria (7)

Caluroso verano (8)

Caluroso verano (7)

Caluroso verano (6)

Caluroso verano (5)

Caluroso verano (4)

Caluroso verano (3)

Caluroso verano (2)

Caluroso verano

Náufragos (3)

Náufragos (2)

Náufragos (4 y fin)

Náufragos

Diario de una universitaria (5)

Diario de una universitaria (6)

Diario de una universitaria (4)

Diario de una universitaria (3)

Diario de una universitaria (2)

Diario de una universitaria

Posición dominante

El Admirador (05)

El Admirador (04)

El Admirador (03)

El Admirador (02)

El Admirador (01)