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El coma (3)

en Grandes Series

III

Segunda semana, viernes...

Tras el estupendo polvo de ayer, Raquel hoy no tenía más ganas de sexo, y su paciente tampoco porque cuando hacía sus ejercicios y lo aseó, éste no dio señales de vida de cintura para abajo. En su lugar dedicó la mañana a leerle su folletín preferido, el cual ya casi habían acabado. En él leía escenas eróticas bastante subiditas de tono, y Raquel se sentía extraña oyéndose leer aquellas guarradas delante de un hombre, pero "su Diego" no era ya cualquier hombre, a estas alturas había consumado su relación con él y se había convertido en "su cariñito". Aunque tenía que tener cuidado de no llamarle así cuando su jefa estuviese en casa, sin duda esto no le iba a gustar nada.

El día se nublo, a media tarde negros nubarrones cubrieron el cielo de aquella urbanización de lujo a las afueras de la gran ciudad. Cuando llegaron las siente de la tarde su jefa no había aparecido aún. Llamó un minuto después para decir que se encontraba de camino, que había cogido un taxi pues con la que estaba cayendo le daba miedo conducir ella sola. De modo que llegó a eso de las siete y media. Estaba bastante mojada a pesar de que llevaba un paraguas cuando entró a la casa, así que Raquel fue rápidamente por una toalla para ayudarla a secarse el pelo y parte de su ropa.

Isabel fue tras ella al armario del dormitorio donde guardaban las toallas, para su sorpresa Isabel comenzó desnudarse delante de ella mientras le ayudaba a secarse el pelo.

  • ¡Uf la que está cayendo! -exclamó Raquel.
  • ¡Dímelo a mi, encima hay tormenta con el miedo que me dan a mi los truenos, los rayos y los relámpagos!

Justo en ese momento se produjo un fogonazo y por sorpresa Isabel se abrazó a Raquel con todas sus fuerzas, permaneciendo agarrada fuertemente a ella unos segundos. Raquel se extrañó nuevamente de su reacción, un tanto exagerada a su juicio, pero no le importó "consolarla", aunque se dio cuenta que la abrazaba semidesnuda, sólo con su sujetador y su tanga blancos, esto la incomodó un poco, pues le daba vergüenza y para colmo estaba abrazada fuertemente a ella.

  • Veras Raquel es que me dan mucho miedo las tormentas, desde pequeña y yo me preguntaba si... bueno si no te importaría quedarte a dormir conmigo esta noche. Además con lo que llueve, ¿dónde vas a ir? -le dijo finalmente la señora.

Raquel se sintió de nuevo sorprendida por el curso de los acontecimientos, iba de sorpresa en sorpresa esta tarde tan fea, pero bueno, tampoco pasaba nada por quedarse con ella, después de todo tenía razón, ¿dónde iba a ir con la que estaba cayendo?.

  • No se preocupe señora, me quedaré con usted.
  • Vale Raquel, pero tienes que prometerme ya, que no me llamarás señora, me hace sentirme mayor y superior a ti y no me gusta, tú no eres criada, eres enfermera, ¿recuerdas? ¿Lo prometes? -le preguntó separándose un poco para mirarla directamente a sus dulces ojos verdes.
  • Está bien Isabel, lo prometo -dijo Raquel sonriendo y levantando su mano derecha, cómo hacen en las películas.

Ambas se rieron a carcajadas y finalmente el abrazo de deshizo. Raquel podía ver su bonito cuerpo, era muy delgada pero tenía unos pechos considerables, tal vez retocados por un experto cirujano, su culito también estaba a la altura y el tanga lo dibujaba esbelto y precioso. Al verla Raquel pensó en cierto inconveniente íntimo.

  • Verá seño... digo Isabel, es que no tengo nada de ropa aquí, tendrás que prestarme algo de ropa si no te importa.
  • ¡Claro que no cariño! Tengo de todo. Mira ya que estamos, ven conmigo y cogeremos las cosas que necesites.

Acto seguido Isabel se dirigió al armario y sacó de él un par de braguitas metidas aún en sus fundas de plástico, cogió también un camisón y unas zapatillas de casa del zapatero.

  • Aquí tienes, con esta muda ya puedes dormir, las braguitas son nuevas te las puedes quedar después, yo siempre tengo nuevas por si tengo que salir de viaje. Toma también una toalla para la ducha y este albornoz para después. Ahora voy a ducharme, ¿vale? Si quieres tú puedes ducharte después en el otro cuarto de baño, ¿de acuerdo?
  • Muy bien -contestó Raquel.

Isabel se introdujo en el baño y sin cerrar la puerta abrió el agua caliente. Raquel mientras tanto fue a ver cómo estaba su Diego.

Al rato Isabel la llamó a gritos desde el baño, enseguida Raquel acudió en su rescate. Cuando se acercaba oyó que le pedía una toalla del armario, pues con las prisas se había olvidado de coger una. Al entrar Raquel no esperaba encontrarse con ella sobre la alfombrilla del baño, completamente desnuda y chorreando, así volvió a impresionarse un poco ante su desnudez e Isabel lo notó.

  • Tranquila cariño -dijo Isabel-, soy como tú sólo que estoy desnuda -añadió sonriendo.

Raquel pudo ver claramente que su chochito estaba completamente depilado, ni siquiera ella lo llevaba así pues cuando le crecía el bello le picaba y le pinchaban los pelillos salientes. Se quedó ensimismada mientras le daba la toalla y de nuevo su interlocutora volvió a advertir lo indiscreto de su mirada.

  • ¿Te gusta? -le preguntó con descaro-. Me lo depilé con láser en una clínica para mi marido, antes del accidente, dicen que es para todo la vida, yo llevo ya así cerca de dos años y ni un pelillo, es super cómodo -afirmó mientras sin pudor se lo acariciaba con la mano mientras tenía la toalla liada por los hombros.
  • ¡Oh disculpa Isabel, no pretendía ser grosera! Es que me ha llamado mucho la atención verlo tan depilado, debe ser muy caro, ¿no? -preguntó Raquel girándose y desviando la mirada, sintiendo como se sonrojaba.
  • Bueno, digamos que si, pero si es para toda la vida, pues compensa. Ya te digo yo llevo dos años encantada. No seas tonta, no tienes por qué avergonzarte de ver otra mujer desnuda, seguro que tú eres más bonita que yo, cariño ya no me veo como antes, los años no pasan en balde.
  • ¡Oh señora, yo la veo muy bien! -se le escapó a Raquel, que se maldijo por dentro por decir una cosa así tan abiertamente.
  • ¡Vaya gracias!, viniendo de ti es todo un cumplido, tú si que debes tener un cuerpo bonito a tu edad. ¿Pero no te he dicho que no me llames señora? -le regañó sonriendo.
  • ¡Perdona Isabel! -se apresuró a decir Raquel devolviéndole la sonrisa con sus dientes blancos y brillantes.
  • Oye, por qué no te duchas ya que estás en este baño, con el frío que hace el otro ahora debe estar helado y aquí ya se está calentita con el rato que lleva funcionando el calefactor -le propuso Isabel.

Raquel no pasó por alto este nuevo alago a su cuerpo, aunque estaba tan avergonzada que le costaba pensar en otra cosa y ahora más que su jefa le ofrecía ducharse en la misma ducha que había estado ella minutos antes.

  • No te importa, me da cosa ducharme en tu baño y no quiero molestar.
  • ¡Quita quita! No es molestia, vamos tráete la ropa que te he dado y te duchas ya.

Isabel salió del baño y Raquel la siguió, instantes después estaba desnudándose junto a la ducha y metiéndose en ella para darse una buena ducha. Estaba algo nerviosa por la situación pero a medida que el agua caliente caía sobre su blanca piel su cuerpo se relajó y se olvidó de todo. Pero de repente su jefa entró ya vestida y volvió a sobresaltarse, aunque estaba tras la mampara de baño que era de cristal translúcido con lo que no se venía bien pero si se transparentaba su silueta.

  • Voy a secarme el pelo Raquel, ¿no te importa verdad? -preguntó Isabel educadamente.
  • No, no hay problema -mintió ella pues sí que le daba mucha vergüenza.

Raquel ya estaba casi terminando la ducha, apuraba el agua caliente esperando a que ella terminase, ¡pero no se iba! Así que decidió dar por terminada su ducha y reuniendo toda la entereza que le quedaba abrió un poco la mampara, ¡pero de nuevo se lamentó! La toalla estaba sobre el bidé y no llegaba sola, así que antes intentar alargar su mano a riesgo de caerse decidió pedírsela a Isabel. Pero como estaba con el secador tuvo que gritarle hasta que ésta se percató de que la llamaba y entonces, al apagarlo, le pidió que le alargara la maldita toalla.

  • ¡Oh sí claro, aquí tienes! -exclamó Isabel soltando el secador y acercándose a la ducha.

Como si todo estuviese preparado Isabel, con naturalidad aunque también con descaro se quedó mirando a Raquel mientras ésta cogía la toalla. Vio su cuerpecito desnudo de mujer alta pero delgada, sus pechos pequeños apuntando al frente y su pelo rubio y mojado encogido cayéndole por el cuello. Su chochito estaba depilado a "tijera" por lo que sus pelillos eran apreciables, aunque sus ingles estaba depiladas con cuchilla y lucía un aspecto bastante pulcro dentro de sus posibilidades.

- ¡Oh, qué bonita eres Raquel, yo era como tú a tu edad! ¡Preciosa! -asintió ni corta ni perezosa Isabel terminando de descorrer la mampara para invitarla a salir.

Raquel sentía como se ruborizaba pero trató de no aparentar nerviosismo y de demostrar, como su jefa hiciera antes, que no le importaba que la viese desnuda. Así que tomando la mano que le ofrecía Isabel de apoyo, salió a la alfombrilla mientras las últimas gotas de la ducha resbalaban por su piel. Una vez fuera comenzó a secarse con la toalla. De este modo Isabel pudo verla con luz del baño en todo su esplendor.

  • Ya ves Isabel, yo no lo tengo tan depilado como tú, sólo puedo hacerlo con tijeras, pues probé con las cuchillas y luego me pinchaba y me picaba cuando crecían los pelillos, así que ahora sólo lo hago por las ingles.
  • Bueno chica, yo te lo veo muy bien, se nota que te cuidas, sin duda tu novio tiene que pasarlo bien contigo.
  • ¡Oh, no tengo novio Isabel!
  • ¿No, no puedo creerlo? Con lo bonita que eres y sin novio.
  • Si, la verdad es que es una larga historia.
  • Pues si quieres contármela estoy dispuesta a escucharte -se apresuró a decir Isabel, pues le encantaban los "chismes".

Tras la escena erótica del baño Raquel se vistió con un camisón que le prestó su jefa. Como quería quedar bien, le dio uno de los que tanto le gustaban, ya de paso se los enseñó y estuvieron admirándolos un rato. También le dio una bata para estar por la casa. A continuación bajaron a la cocina y estuvieron preparando la cena. Raquel se sintió relajada y le contó su amarga experiencia con su novio de adolescencia y le confesó que desde entonces no terminaba de gustarle ningún hombre, pues desconfiaba de ellos y no quería que le hiciesen daño de nuevo.

Isabel también habló de su situación durante la cena, de ella, de su marido y de lo difícil que había sido su vida desde el accidente. Hoy ambas estaban muy receptivas y comunicativas, con lo que intimaron más que nunca. También ayudó el que la botella de vino fuese bajando, copa tras copa, hasta acabarse una botella entera y parte de otra, por lo que estaban más parlanchinas que nunca y también más risueñas.

Cuando llegó la hora de acostarse la tormenta seguía en el exterior y los rayos y truenos retumbaban en los cristales. Isabel le pidió que durmiese con ella, que le daba miedo dormir sola aunque su marido también estuvies en el dormitorio a los pies de su cama. Así que Raquel, desinhibida con por los vapores etílicos del vino, no le dijo que no.

Antes de acostarse compartieron otro momento de intimidad en el baño. Mientras Isabel hacía un piss. Raquel no pudo evitar fijarse en lo bonito que estaba su chochito sin pelillos, parecía de porcelana, y deseo poder hacerse algo así en el suyo.

  • Oh Isabel, qué bonito está el chochito depilado, ¿verdad? -le confesó junto al lavabo.
  • ¿Te gusta?
  • ¡Mucho! -exclamó desinhibida totalmente.
  • A mi marido le encantaba, ¡decía que no se cansaba de comerme el coño! -le confesó atrevidamente y luego se echó a reír escandalizada por su propia confesión. Raquel también rió con ella.

Isabel se levantó y mostrando orgullosa su pelado monte de venus cortó un trozo de papel higiénico y secó sus visibles labios vaginales ante la atenta mirada obnubilada de Raquel.

En la cama ocuparon cada una un extremo al principio, pero conforme pasó la noche y arreció el frío se fueron acercando hasta que en un momento dado, Raquel se despertó entre sueños y notó que Isabel estaba pegada a su espalda, acoplada a ella con sus pechos sobre sus omóplatos, su barriguilla sobre sus riñones, sus muslos detrás de los suyos y su pelvis apretándose contra su culito. Estaban tan calentitas así juntas y estaba también tan mareada por el vino que prefirió no moverse y seguir durmiendo.

Por la mañana amanecieron al contrario, Raquel había acabado abrazada a su "amiga" de cama por una noche, de modo que ésta cuando se despertó trató de no despertarla a ella cuando salió de la cama para hacer el piss matutino. Luego bajó al salón y preparó el desayuno. Raquel la oyó en la cocina así que para no hacerse la perezosa se levantó rápidamente, se puso la bata y bajó también.

  • ¡Oh, te levantas pronto! -exclamó Isabel al verla-. No te esperaba tan de mañana. Te preparo más tostadas y otra taza de café, ¿vale?
  • Muy bien, ¿dónde desayunamos?
  • En el salón, ve poniendo estas tazas y éstos platos pequeños si quieres.

Las dos estaban ataviadas con sus camisones y sus batas, parecían madre e hija desayunando en familia.

  • ¿Has dormido bien? -preguntó Isabel.
  • Oh, si, muy bien, ¿y tú? Has estado más tranquila durmiendo conmigo.
  • ¡Mucho más, gracias Raquel, te lo agradezco mucho, en serio! -Isabel le había contado que de pequeña tenía pesadillas las noches de tormenta y que desde entonces estaba traumatizada con ellas.
  • Pues nada mujer, no me importa quedarme contigo cuando quieras.
  • ¡Te lo agradezco un montón, eres un sol! -y levantándose de su silla Isabel le arreó sendos besos en las mejillas a Raquel.

Más tarde subieron a ver a Diego, Isabel le comentó que si no tenía nada que hacer, podía quedarse con ella el sábado, más tarde podían escaparse un rato al centro comercial e ir un rato de compras. Raquel estaba tan a gusto que tampoco le importó pasar el sábado con su jefa, aunque ya cada vez le parecía menos eso, una jefa. Aunque se aseguró de que no lo decía por decir, ella sabía que Isabel casi la necesitaba, se estaba convirtiendo en una amiga, una confidente.

Igual que otros días Raquel practicó los ejercicios de rehabilitación de siempre y se los enseñó Isabel, quien gustó de aprenderlos con ella. Luego vino el aseo y durante él cual prefirió ser Isabel la que lo realizase con la ayuda de Raquel. En el mismo Raquel temía que ocurriese lo que finalmente pasó, Diego se empalmó como nunca y su pene apuntó al techo para sorpresa de sus limpiadoras.

  • ¿Te has fijado qué malo es mi Diego? -preguntó sonriente Isabel.
  • ¡Oh sí, a veces le pasa! -se apresuró a admitir Raquel, quitándole importancia al hecho, como dando a entender que ella lo había visto y no se había parado en las "posibilidades" que ésto tenía.
  • Chica, yo cuando lo bañaba al principio no lo podía creer, incluso se lo comenté al médico que me dijo que era raro pero que podía pasar...
  • Si, es raro, porque él no parece enterarse de nada, sin embargo con las caricias se estimula "et voliá", le pasa ésto.
  • ¿Te puedo confesar algo íntimo? -le preguntó sugerentemente Isabel mientras tomaba su polla con la mano de la forma más natural.
  • Gracias a éste secretillo entre Diego y yo, nuestra relación puede continuar, ¿sabes? De vez en cuando podemos hacer el amor gracias a las cualidades que aún conserva.
  • ¿En serio? -preguntó Raquel sin dar crédito a la confesión y también temiendo lo que podría venir a continuación.
  • ¿Oye, y por qué no me habías dicho nada de ésto? Yo no quise comentártelo para no asustarte al principio y que rechazaras el trabajo...
  • Pues, bueno... yo también... a mi también me daba vergüenza decírtelo así que preferí no contartelo tampoco -se justificó Raquel.
  • ¡Vaya chica, sí que eres discreta! ¿Y qué te parece el secretillo que guarda aquí mi marido? -inquirió de nuevo Isabel que no soltaba la polla de su mano y además, para escándalo de Raquel, ¡le estaba masturbando delante suyo!
  • Bueno pues, no sé, normal, ¿no?

Raquel estaba tan nerviosa que no se le ocurrió nada mejor qué decir y se sentía tan avergonzada que tenía que estar como un tomate.

  • ¿Y mientras lo lavabas, no has pensado en jugar un poco con ella? -insistió-. Yo entiendo que es algo normal chica, y no te guardaría ningún rencor por hacerlo, ¡en serio! -insinuó Isabel de forma osada.

Esto ya pasaba de castaño oscuro, Raquel tenía un serio dilema, decir la verdad o mentir como una bellaca, pues los riesgos eran incalculables con cualquiera de las dos opciones, así que optó por lo más sencillo... ¡mentir!

  • Pues no Isabel, la verdad es que admito que me sorprendió mucho el primer día, hasta pensé que Diego estaba haciéndolo a propósito y no estaba enfermo ni nada, pero no era así, me di cuenta de que el seguía sin sentir nada y decidí no darle mayor importancia.
  • Está bien Raquel, se que es pronto aún para que confíes en mi, lo que te he dicho iba en serio. Si quieres jugar con el juguete de mi marido puedes hacerlo, después de todo el pobre bastante tiene con lo que le pasa como para que yo encima le prive de disfrutar de las caricias de una niña tan joven y guapa como tú. Te seré sincera, gracias a éste secretillo "he pasado mejor" estos meses cuidándolo, cuando fo... es decir, bueno cuando hacemos el amor me siento más unida a él y aún puedo sentirlo unido a mi, ¿me entiendes? -le preguntó Isabel en confianza.
  • Si Isabel, lo entiendo. -respondió ella acordándose de sus gratas experiencias con "su Diego".

Tras el embarazoso momento Isabel la llevó a un centro comercial cercano y como agradecimiento por quedarse con ella y tal vez también por convertirse en su confidente le compró un vestido super bonito, con zapatos y bolso a juego. Le dijo que aquello era una paga extra por su buen hacer.

Para el almuerzo trajeron comida de un restaurante italiano y comieron en casa para no dejar mucho tiempo sólo a Diego. La verdad es que Raquel lo estaba pasando bien y así se lo hizo saber a Isabel.

  • Tengo que confesarte Isabel, que este trabajo no es lo que yo esperaba. Sinceramente, no me imaginaba haciéndome amiga de la persona para las que trabajo. Eres muy buena conmigo.
  • ¡Oh Raquel tus palabras me llenan de satisfacción, porque de verdad que no podía haber encontrado nadie mejor para cuidar de Diego y para ser mi amiga! De verdad te considero así una miga, más que una empleada.

La tarde la pasaron en el salón viendo películas en la tele, relajándose y haciéndose más confesiones, lo que las hacían ser más y más íntimas. Por la noche Isabel le preguntó si quería que le pidiese un taxi, por si tenía plan para salir con sus amigas. Raquel se sintió un poco mal dejándola allí sola un sábado por la noche y después de todo, podía salir con sus amigas otros fines de semana así que decidió quedarse. Isabel se puso muy contenta, aunque insistió en que no lo tenía porqué hacerlo, pero Raquel se mantuvo en su decisión.

Para la cena Isabel encendió dos velitas en la mesa del salón, le dijo a Raquel que era como una fiesta de pijamas entre amigas y así se lo tomaron, con el humor acostumbrado. Le pidió que se pusiera el vestido que le había regalado y los zapatos e Isabel hizo lo propio con uno de sus muchos vestidos de su armario.

La cena consistió en canapés y champán francés. Raquel nunca lo había probado, según Isabel, era una de las últimas botellas que quedaban en la bodega que había preparado el marido en el sótano cuando aún trabajaban ambos.

El champán con los canapés subió rápido y a la hora u hora y media estaban muy borrachas. No paraban de reír y de contar chistes verdes, hasta que terminaron hablando de sus relaciones sexuales.

  • Pues eso que fue la primera vez que follé con un tío, estaba super borracha y no me enteré casi de nada, eso si, casi no me dolió perder la virginidad... -le confesó Isabel.
  • En serio, pues a mi me dolió bastante, la primera vez fue muy doloroso y no disfruté nada. Luego la cosa cambió, por suerte la cosa mejoró y las próximas veces me gustó mucho. ¿Sabes lo que más echo en falta de follar con un tío? -replicó Raquel.
  • ¿El qué? -siguió Isabel.
  • Las comidas de coño, me encantaba que mi novio me comiese el clítoris y el cabrón lo hacía muy bien. Al principio sólo hacíamos eso y tenía unos orgasmos brutales. Y bueno yo a cambio se la chupaba también.
  • ¿Si?, ¡qué interesante! ¿Cuántos años tenías? -preguntó Isabel.
  • Pues creo que las primeras veces tenía catorce, sí catorce, fue el primer año de instituto. ¿Y tú cuantos años tenías la primera vez, no que follaste sino cuando mantuviste la primera relación aunque no fuese con coito?
  • Pues no sé, yo era más mayor, creo que tenía dieciséis o así, casi no me acuerdo. Fue en verano, ese verano estaba mucho con un primo dos años menor que yo y nos encantaba jugar juntos en la piscina, siempre estábamos uno encima del otro, ya sabes peleando. Nos gustábamos y un día nos quedamos sólos en el sótano. Él me enseñó su polla y me dejó tocársela. A cambio yo le dejé tocarme las tetas y también le enseñe mi coño y le dejé acariciarlo, entonces lo tenía lleno de pelillos. El caso es que nos estuvimos besando y acariciando, hasta llegamos a restregar nuestros sexos y creo que me corrí, si porque me sentí mareada y él también, hasta me manchó los zapatos con unas gotitas de su semen. Luego me asusté por lo que habíamos hecho y salí corriendo.
  • Qué bonito, ¿no? -confesó Raquel al oír la impactante y caliente historia de su jefa.
  • Pues sí, la juventud es el mejor tiempo, lo que pasa es que nos damos cuenta de ello demasiado tarde -afirmó Isabel con melancolía.

Durante unos segundos ambas se quedaron en silencio, rebuscando en el baúl de la memoria de sus adolescencias, buscando esos momentos de éxtasis y de tabú.

  • ¡Uf, creo que me estoy haciendo piss! -confesó Raquel de repente.
  • ¡Uy pues yo también! -contestó Isabel también.

Las dos subieron a la segunda planta, previamente apagaron la tele, pues estaban cansadas y muy mareadas y se disponían a acostarse.

  • Raquel, ¿quieres hacer piss tú primero? -le ofreció su jefa cediéndole el baño.
  • Bueno hazlo tú si quieres primero.
  • Está bien, me estoy meando -afirmó Isabel arremangándose el vestido y sentándose en la taza del váter mientras Raquel esperaba junto al lavabo.

Raquel también se fijó en esta ocasión en el coño de su jefa, realmente sentía admiración por una cosa tan bonita y depilada.

  • Bueno tu turno cariño -afirmó Isabel mientras se levantaba para secarse su chochito.

Raquel se hizo la remolona y siguió contemplando el coño de Isabel, estaba cachonda, no en vano habían estado hablando de sexo la última hora. Al final Raquel se acercó al baño y se subió el vestido y se bajó sus braguitas. En ese instante también notó como Isabel la miraba, descaradamente como hiciera ella hace unos minutos.

  • Esta noche también te acostarás conmigo, ¿verdad? Anoche dormimos muy bien, ¿no? -le preguntó Isabel.
  • ¡Oh bueno, si insistes! -se dejó convencer rápida y sumisamente.

Ambas cruzaron al dormitorio y se dispusieron a desnudarse y ponerse sendos camisones. En estos íntimos momentos las miradas se cruzaban hoy de manera muy especial. Raquel no se cortaba un pelo al mirar a su jefa, ella también se sentía correspondida y observada por ésta.

Ya en la cama su jefa no tardó nada en girar y acoplarse a su espalda.

  • Te importa que me acerque un poco, es que tengo frío -admitió descaradamente, pues si acercarse un poco se le podía llamar pegar su coño contra su culo pues sí, se acercó un poco.
  • Bueno, no me importa -asintió Raquel sumisamente.

Mientras tanto su jefa ya le había echado su brazo por la cintura y sentía su respiración entrecortada cerca de su oreja, cuando de repente su mano se deslizó hacia sus braguitas y con disimulo saltó su chochito para acariciar su muslo, puesto de lado. Raquel no sabía que hacer, pero algo en su interior la instaba a quedarse quieta, a seguir sumisa.

Entonces Isabel continuó su avance imparable hasta sus braguitas, las acarició pasando por encima de su monte de venus y acto seguido invadió su espacio bajo ellas acariciándole sus pelillos directamente y más allá abajo, donde la decencia dicta que se ha de detener la acción, pero cuando Raquel le iba a decir que parase, Isabel extrajo su mano con soltura, quedando ésta aliviada. No obstante su jefa simplemente lamió sus dedos y volvió a introducirlos rauda y veloz hasta su objetivo, alcanzándolo de lleno, posándose sobre sus labios mayores, escarbando en ellos, buscando su botón secreto. ¡Y todo sin pedir permiso a su legítima propietaria!.

Un escalofrío recorrió el joven cuerpo de Raquel, que indecisa seguía aún, atemorizada por el horror de tener su primera experiencia lésbica y movida por un morbo ancestral hacia ese lado desconocido de la sexualidad femenina. Así que se dejó hacer sumisamente como hasta entonces.

Su jefa hurgó en sus labios vaginales arrancando de ellos jugos, que enseguida lubricaron sus dedos traviesos.

  • ¡Oh Raquel, qué chochito tan suave tienes! -exclamó Isabel mordiéndole el lóbulo de so oreja derecha.

Pero Raquel no contestó, Raquel se agarraba fuertemente a su almohada como si alguien la fuese a arrancar de la cama por la fuerza. Mientras su dedo travieso seguía y seguía jugando con su clítoris y sus labios vaginales. Hasta que tiró de ella y la hizo girarse y tumbarse boca arriba algo violentamente. Entonces la voz de mando le pidió que se quitase las braguitas y ella obedeció como un soldado, sin preguntarse el porqué.

Ahora Isabel tuvo libre acceso a su flor y se deleitó con caricias en toda su extensión, pero no paró ahí, sus labios capturaron uno de sus pechos y comenzaron a chupar su pezón dulcemente. Luego la besaron en el cuello hasta que finalmente sus bocas, ardientes y húmedas se cruzaron en el espacio silencioso de la habitación y se arrancaron un beso mutuo que resonó por las paredes del dormitorio.

Isabel se liberó también ahora de sus bragas y se subió encima del cuerpo de Raquel, coño contra coño y muslo contra muslo. Ambas comenzaron a restregarse como gatas en celo, haciendo que sus labios vaginales rozara con el muslo de su oponente y entre sí, mientras se besaban y acariciaban los pechos, el culo y todos los rincones de sus cuerpos calientes y sudorosos.

Así estuvieron un buen rato hasta que les sobrevino el orgasmo, primero a Raquel y un poco más tarde a Isabel...

Eran las ocho de la mañana cuando, en la penumbra de la habitación, Raquel abrió sus ojos. Como a veces pasa al despertarse en casa ajena, le costó unos instantes darse cuenta de donde estaba. Isabel estaba acurrucada contra su culito y espalda, podía sentir el suave calor de su piel contra su piel, sus pechos contra su espalda, su sexo contra su culito, la sensación era agradable, pero nunca se imaginó en una situación semejante.

Con sigilo se zafó del dulce abrazo de su amante y se escurrió por las sábanas hasta localizar sus zapatillas para incorporarse. Ya en el baño, hizo el piss mañanero como siempre, al secar su sexo no pudo evitar rememorar las caricias que hace tan solo unas horas le dedicase su partenaire. No pudo evitar acariciarse su vulva unos instantes e instintivamente, aunque parezca raro, llevar su mano a su nariz para oler el olor del deseo que allí seguía palpitando. Aunque decidió no proseguir en sus caricias, pues tan sólo un pensamiento cruzaba por su mente en aquel instante: necesitaba salir de allí, de aquella casa, alejarse de Isabel, de Diego y hasta de si misma; necesitaba la soledad para pensar con claridad.

Buscó su ropa y se vistió, a continuación bajó al piso inferior y desde la cocina llamó a un taxi. Mientras esperaba buscó chocolate, era lo que más le apetecía y por suerte a su jefa también le gustaba. Devoró algunas onzas de un delicioso chocolate negro con un ligero toque amargo y decidió salir a la puerta para que el taxista no tuviese que tocar el claxon al llegar, evitando así ser oída.

El sol de la mañana se abría entre los claros que los densos nubarrones de la tormenta de la noche anterior le dejaban, proyectando sus poderosos rayos sobre las calles de la urbanización, mientras el taxi avanzaba entre el silencio de aquellas calles de domingo, alejándose de la casa.

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El secreto de Adam (2)

El secreto de Adam

Un guiño del destino

Memorias (24 y fin!)

Memorias (23)

Memorias (22)

Memorias (21)

Memorias (20)

Memorias (19)

Memorias (18)

Memorias (17)

Memorias (16)

Memorias (15)

Memorias (14)

Memorias (13)

Memorias (12)

Memorias (11)

Memorias (10)

Memorias (9)

Memorias (8)

Memorias (6)

Memorias (5)

Memorias (3)

Memorias (2)

Memorias (1)

Soy puta (12 y fin)

Soy puta (11)

Soy puta (10)

Soy puta (9)

Soy puta (8)

El erotismo vive en mi interior...

Soy puta (7)

Zorro Blanco: Esta es mi historia...

Soy puta (6)

Soy puta (5)

Soy puta (4)

Soy puta (3)

Soy puta (2)

Soy puta (1)

El coma (2)

El coma (1)

Caluroso verano (10 y fin)

Caluroso verano (9)

Diario de una universitaria (7)

Caluroso verano (8)

Caluroso verano (7)

Caluroso verano (6)

Caluroso verano (5)

Caluroso verano (4)

Caluroso verano (3)

Caluroso verano (2)

Caluroso verano

Náufragos (3)

Náufragos (2)

Náufragos (4 y fin)

Náufragos

Diario de una universitaria (5)

Diario de una universitaria (6)

Diario de una universitaria (4)

Diario de una universitaria (3)

Diario de una universitaria

Diario de una universitaria (2)

Posición dominante

El Admirador (05)

El Admirador (04)

El Admirador (03)

El Admirador (02)

El Admirador (01)