En algún lugar al oeste de Andalucía...
Como he comentado la serie está escrita desde 2006 y ahora la publico "tal cual", mientras trabajo en mi próxima novela que ya está casi lista, y lo hago simplemente por compartir una historia que creo que merece la pena.
Es cierto que publicar te hace correr menos riesgos, os lo dice alguien que tienen ya dos bloqueos en amazon y lo peor es que nunca sabes exactamente por qué ya que amazon no da ninguna explicación, sólo lo puedes intuir. Que si un 18 años por ahí, que si pones "esclavos" como palabra clave por allá, ahí hay que hilar muy fino, ¡creedme!
En cualquier caso, aquí teneís el cuarto capítulo (aunque como dije la serie original no está dividida, los voy publicando y cortando "para darles la apariencia de capítulos"...)
5
Por la tarde nos vamos a la charca y nos bañamos hasta que se hace de noche, después vamos al pueblo y nos tomamos unos refrescos y unas tapas en una terraza del bar. La gente nos mira extrañada, incluso algunos comentan que estamos en el cortijo del “Cepri” con nula discreción. Esta situación nos agobia un poco, sobre todo a mi madre, que me dice que los hombres la miran “raro”, como si yo no fuese su hijo. Incomprensiblemente piensan que pueda ser su amante o algo así. “No creo que volvamos mucho por el pueblo” -me comenta mi madre contrariada.
Terminamos por irnos a dormir, no muy tarde para mañana madrugar. Aunque antes mi madre me pide que la acompañe un rato en la cama, que tiene ganas de hablar.
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¿Has visto como nos miraban los del pueblo? —me pregunta contrariada.
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Sí, los he visto, no son muy discretos que digamos, ¿no?
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Pensarán que somos amantes y que soy una pervertidora de menores o algo así.
Yo sonrío y trato de quitarle hierro al asunto.
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Déjalos, que piensen lo que quieran, nosotros sabemos que somos madre e hijo y nada más.
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Pues sí, pero es que choca tratar con gente así.
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Claro, lo entiendo, es agobiante que todo el mundo te mire y te señale por la calle.
Ambos estamos en pijama, y tenemos la habitación en penumbra, únicamente se deslizan por la estrecha ventana los rayos de la luna llena que comienza su ascenso hasta el cenit, iluminando tenuemente la habitación.
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¿Quieres dormir conmigo? —me pregunta de repente mi madre sin yo comprender del todo.
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¿Cómo dices mamá?
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La cama es grande, y este cuarto parece más fresquito que el tuyo, a mi no me importa.
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Bueno es que no sé, yo doy muchas vueltas y te puedo despertar.
Alego yo para intentar negarme a su petición, pues me apetece hacerme otra paja antes de dormirme, con el calor estoy desatado y necesito saciar mi apetito sexual.
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No será para tanto, anda quédate conmigo —insiste ella un poco más.
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Bueno, mejor otro día, vale mami.
Mi madre parece comprender mi negativa a quedarme, y no es que no quiera, seguro que sería morboso dormir con ella, pero como ya he dicho la naturaleza está desatada en mi.
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Comprendo, quieres tener intimidad, ¿verdad?
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Otra noche será, vale mamá —le digo dándole un beso en la mejilla.
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Muy bien, que descanses y que... “disfrutes” —comenta enfatizando el disfrutes.
Yo me limito a sonreír, aunque me avergüenza que piense que voy a masturbarme, aunque en verdad así sea.
De modo que tras el alivio nocturno me quedo dormido hasta la mañana siguiente.
Después de las tareas, ya rutinarias: el desayuno y los animales, mi madre me comenta que quiere pintar mi cuarto. Así que emprendemos el desalojo de los muebles y sacamos las cosas de mi habitación.
Para horror de quien esto escribe, la revista del “Private” que anoche me sirvió de inspiración queda al descubierto cuando retiramos el colchón.
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Pero Guille, ¿qué tenemos aquí? —comenta mi madre tomando en sus manos la revista ante de que yo pueda reaccionar.
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¡Oye mamá, eso no...! —no sé qué decir ni qué hacer— por favor no la veas, es algo personal.
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Bueno hijo, no te pienso regañar porque tengas una revista porno, lo veo normal, como ya te he dicho sobre tantas cosas del sexo. Parece buena —me dice ojeándola, mientras yo me muero de vergüenza pensando en las imágenes de coños, pollas y corridas salvajes.
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Me da mucha vergüenza mamá, por favor devuélvemela.
Mi madre se levanta del somier donde se había sentado y me la entrega finalmente.
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Está bien Guille puedes guardarla, aunque te repito que no me avergüenza que tengas algo así y a ti tampoco debería avergonzarte, seguro que tus amigos tienen más.
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Bueno sí, todos tenemos y ha veces nos las intercambiamos cuando nos cansamos de ellas, porque son muy caras.
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Eso está bien así ahorráis —comenta ella socarronamente.
Tras el escabroso incidente continuamos el trabajo. Yo permanezco en silencio, pues estoy bastante avergonzado, pero conforme pintamos se me va pasando el trauma. Mi madre lo respeta, hasta que rompe el silencio y comienza de nuevo a charlar.
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¿Te puedo hacer una pregunta Guille?
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¿Una pregunta? —contesto yo temiéndome de lo que quiere hablar.
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¡Tranquilo, que no voy a juzgarte hombre! Antes te contaré un secretillo mío. ¿Sabes, yo para excitarme veo películas porno, tan guarras como tu revista?
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¡En serio! —exclamo yo sin poder creerlo—. Lo dices por lo de antes, para que no me sienta culpable.
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¡No en absoluto, es en serio! Me encanta verlas me excito muchísimo y lego me masturbo mejor, ¿sabes?
Ante la caliente afirmación de mi madre yo me quedo un tanto pasmado y no sé que decir, me limito a asentir con la cabeza.
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¿Tú has visto ya alguna película de éstas?
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Pues... sí, en casa de un amigo... una vez —contesto yo venciendo mi timidez.
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Y qué, te excitarías muchísimo, ¿no? Os masturbasteis después.
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Verás mamá es que me da vergüenza hablar de eso contigo.
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Bueno hijo, si no quieres no me lo cuentes, no me voy a enfadar ni nada, aunque si quieres yo estoy dispuesta a contarte mis “secretillos” si tú también me cuentas los tuyos.
Tras pensarlo un rato en silencio, decido aceptar el reto que me plantea mi progenitora y comienzo a contarle una caliente experiencia que tuve ese día con mi amigo íntimo.
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Bueno mamá, sí el día que vi la película en casa de mi amigo, estábamos sólos él y yo y la vimos casi entera.
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¿Y os masturbasteis después? —pregunta mi madre muy extrañamente interesada en este asunto.
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Sí, al acabar yo estaba muy excitado, incluso me había estado tocando un poco a escondidas pues teníamos la luz apagada. Entonces mi amigo me propuso hacernos unas pajas. Yo al principio estuve reticente pero luego acepté. Entonces él me preguntó si tenía ya pelillos en el pito y yo contesté que sí.
El caso es que mi amigo me propuso que nos las enseñásemos. A mi me extrañó, pero es de mis mejores amigos y te confieso que yo también tenía curiosidad por ver otro pito aparte del mío.
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¿Y os las enseñasteis? Supongo que querríais saber quién la tiene más grande, ¿no?
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Bueno, la verdad es que sí queríamos compararlas, supongo por saber si eramos “normales”. El caso es que las pusimos duras y las comparamos, y más o menos eran del mismo tamaño y grosor, tal vez un poco más larga la suya, pero no mucho.
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¿Y pasó algo más, hijo? —pregunta ella interesándose por más detalles.
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Pues comenzamos a meneárnoslas en el sofá, uno junto al otro, hasta que él me propuso que porqué no nos lo hacíamos uno al otro, así nos gustaría más.
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¿Y tú aceptaste? —dice ella casi saltando de la impaciencia.
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No sé lo que me pasó mamá, por una parte tenía dudas y por otra quería experimentar. Así que nos lo hicimos el uno al otro a al vez, cruzando las manos. Al principio no estaba relajado, pero luego lo hice y me gustó mucho... ¿tú crees que pueda ser homosexual por hacer algo así? Desde entonces no lo hemos vuelto ha hacer ni hemos hablado del tema, creo que por que nos da vergüenza a los dos.
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¡Claro que no Guille, aquello fue curiosidad, nada más! El morbo de que otra persona te tocase tu pene y te masturbase. Las niñas también lo hacen ha veces... bueno a mi me pasó con una amiga y estuvimos un verano en el pueblo haciéndonoslo una a la otra y luego me volvía para la ciudad y nunca más lo he vuelto ha hablar con ella, es normal a esas edades el querer experimentarlo todo, y más si está prohibido.
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¡Vaya mamá, me dejas pasmado! Nunca lo hubiese pensado. ¿Oye, encones tú ves pelis porno, en serio?
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En serio —afirma ella confirmando una vez mas mi pregunta.
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Y cuando te masturbas cómo lo haces, ¿te metes los dedos?
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Pues claro, las mujeres lo hacemos así y nos acariciamos el clítoris, ¿sabes lo que es?
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Sí, más o menos, sé que es como un botoncito que está en la parte superiror de la vajina, donde se unen los labios menores.
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¡Uf, casi lo describes mejor que yo! Pues eso nos lo acariciamos y también nos metemos uno o dos dedos en la vagina mientras lo hacemos.
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¡Ah! Pues qué excitante, yo como aún no lo he visto no sabría localizarlo, aunque bueno en alguna revista he visto primeros planos y tal vez si lo reconociera.
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No te preocupes, cuando tengas uno delante ya te explicará ella donde lo tiene y cómo tienes que tocárselo para que le guste.
PD.: Si te gustá mi estilo tal vez te gusten mis novelas, puedes conocerlas y leer los primeros capítulos en mi página de autor, aquí en todorelatos.com. Saludos cordiales.