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El Admirador (05)

en Amor filial

EL ADMIRADOR (V)

Querida amiga:

Ha pasado poco tiempo desde mi última carta, pero es que los acontecimientos se suceden tan rápidamente y son de tal calibre, que frecuentemente tengo la necesidad de confesarlos contigo, ya que tan buena amiga fuiste en el pasado y eres ahora que la distancia impide que nos veamos.

Los sucesos que te relaté en mi última carta habrán terminado de escandalizarte. Sé que me pasé, pero chica, cada vez que lo pienso no veo otra alternativa a lo ya hecho en tales circunstancias. La verdad es que tengo que admitir que, en el fondo, no me arrepiento de lo pasado pues, en parte, no tiene remedio ya, y que al final tampoco ha derivado en nada que no se pueda sobrellevar, eso sí, aún siento mucha vergüenza al rememorarlo. Pero mi cuerpo tiembla al recordar las sensaciones y placeres prohibidos de los que ha disfrutado. Y estando sola como estoy, pues hija, la tentación es más fuerte que yo.

José Manuel ha insistido mucho desde entonces en que no podía dormir, que le gustaba verme dormir, que qué había de malo en dormir juntos, que su cuarto era más frío… y yo que sé cuantas artimañas más ha probado para convencerme. Pero esta vez sí me he mantenido firme en mis convicciones, para evitar en la medida de lo posible, que nuestras relaciones se conviertan en algo cotidiano y que las aceptemos sin más. Sin plantearnos el carácter extraordinario que tienen. No digo que no lo desee inconscientemente, pero si que no voy a ponérselo fácil. Si me busca, que se las ingenie para seducirme.

Lo cierto es que la otra tarde viví una situación realmente excitante. Estoy segura que tú opinarás lo mismo cuando termines de leerla.

Me visitó mi amiga Carmen, que vive en el otro extremo de la cuidad desde hace seis meses y que desde entonces veo menos a menudo. Ella también está divorciada como yo, y al igual que tú, tiene una hija de trece añitos creo, se llama Rocío. En esta ocasión vino sola a verme. Era sábado y la invité a comer en casa, así que hicimos nuestros experimentos culinarios, que por cierto se nos dan muy bien.

Ya después del café, José Manuel nos propuso jugar a las cartas y nos pareció buena idea. Así nos divertimos durante un buen rato. Entonces el picarón de mi hijo nos propuso un juego "muy especial" según nos contó. Comenzó diciéndonos que sería muy divertido, morboso y excitante, pero nos advirtió que le perdonáramos si nos parecía demasiado atrevido. ¡Encima se atrevió a insinuar que a nuestra edad comprendía que nos negásemos!, pues era el juego al que solían jugar jóvenes y adolescentes.

No se si te lo habrás imaginado, pero estaba proponiendo jugar al "strip póker"… si, si, y nos teníamos que ir quitando prendas al perder.

Lo cierto es que efectivamente nos escandalizó, pero hábilmente supo picarnos con el tema de que era un juego para jóvenes y nosotras no queríamos aparentar ser unas viejecitas carrozas, así que aceptamos.

Tras un par de manos de prueba para enseñarnos las reglas de póker, comenzó el juego "en serio" y como no, la primera en perder fui yo. Previamente habíamos pactado que sólo valía quitarse 4 prendas hasta quedarse desnudo, que eran: la camisa o camiseta, la falda o pantalón y la ropa interior; braguitas y sujetador. Claro en el caso de José Manuel admitimos que se quitase el jersey y la camiseta interior, pues sino él estaría en inferioridad de prendas. Total, que en 2 manos acabé en sujetador y braguitas ante las sonrisas de mi amiga y mi hijo.

Curiosamente las dos siguientes partidas las perdió José Manuel quedándose con sus pantalones y calzoncillos. Digo curiosamente porque noté que se dejó perder. Pero después volvió a tocarme y decidí quitarme las braguitas, pues la mesa me serviría de taparrabos. Esto nos hizo reír un montón pues ellos intentaban mirar bajo la mesa y yo se lo impedía amenazándoles que si lo hacían dejaba el juego. De modo que tuve que proponerles que si perdía el sujetador me levantaría y les "mostraría mis femeninos encantos". A partir de aquí José Manuel decidió ir a por mi amiga y con gestos de complicidad me indicaba cuando apostar o no, pues Carmen seguía vestida por completo.

Así que en 2 partidas la dejamos en ropa interior. En la tercera fue mi hijo el que se quedó únicamente con sus calzoncillos, pues le salió mal la jugada.

Ciertamente nos lo pasamos en grande y es curioso, porque descubrí que José Manuel estaba más interesado en el cuerpo de mi amiga que en el mío. Era obvio, a mi ya me había visto desnuda, pero a ella no y era la novedad. Para ser sincera, mi amiga, pese a tener unos kilitos de más, tenía muy buenos atributos, pues en tetas me supera ampliamente. A José Manuel parecía que se le iban a salir los ojos de sus órbitas, especialmente cuando perdió una vez más y se decidió por hacer un "topless".

Sus enormes pechos estaban algo caídos por su peso pero, ciertamente, su espectacularidad los hacía hermosos. También es justo decir que Carmen es muy guapa de cara y con su pelo rubio, largo y rizado luce mucho.

Carmen sin duda debió notar el interés de mi hijo por ella, pues se puso colorada y decidió taparse, en la medida de lo posible, sus hermosos pechos con su largo cabello, hecho que provocó una divertida protesta por parte de mi hijo hasta tal punto que me vi obligada a pararle los pies dándole una patada bajo la mesa y haciéndole gestos para que entendiera que estaba avergonzando en exceso a mi voluptuosa y tímida.

Para que no sospechase el complot familiar que habíamos tramado contra ella, decidí dejarme perder. Curiosamente en este juego es muy fácil dejarse perder sin que no se note mucho, claro. Así que me despojé de mi sujetador quedándome en pelota picada. Ellos al momento me mandaron levantarme como les había prometido y comenzó un tira y a floja por mi parte para no hacerlo e intentar convencerlos que en realidad había dicho que lo haría si perdía una última vez y ya no tenía ropa. Así que a regañadientes aceptaron el pequeño "engaño" y continuamos con el juego.

En el fondo esto les gustó, pues le daba más emoción al juego y también lo alargaba, dejándoles tiempo para que fuesen perdiendo prendas al igual que yo.

Seguidamente fue mi amiga la que perdió las bragas y como no José Manuel, muy diplomáticamente se dejó perder a continuación y se quitó sus calzoncillos, quedándonos en igualdad de condiciones.

Entonces fue Carmen la que nos sorprendió con su propuesta, que consistía en que el que ganase la siguiente parida podría pedirle prenda al perdedor, y esto significaba que le obligaba ha hacer algo. Aunque aclaró que debían ser cosas "inocentes" para que no nos llevásemos las manos a la cabeza por su pícara propuesta. Por supuesto que ambos aceptamos, es más podía ver el brillo de los ojos de mi hijo contemplando el desnudo generosamente carnoso de mi exuberante amiga.

Pero oh casualidad del destino, que ganó Carmen y perdió José Manuel. Con lo que expectantes escuchamos su petición: "José Manuel, tienes que chuparle los pezones a tu madre durante 1 minuto de tiempo, 30 segundos en cada teta".

Yo por supuesto que protesté, como comprenderás sentí vergüenza por el hecho de que ella viese algo así, aunque a mi no me importase claro. Pero al final acepté y José Manuel amorosamente cumplió su cometido. Eso si el muy zorro lo hizo a placer y disfrutando del momento, es más, ¡lo hizo tan bien que se me pusieron como garbanzos de gordos y hasta me noté húmeda por dentro!. Me tuve que poner de todos los colores al pensar que mi amiga podía estar dándose cuenta de lo que pasaba, incluso llegue a pensar en que podía oler la calentura de mi sexo, ¡horrorizándome aún más por ello!

A continuación llegó mi turno y decidía vengarme de mi amiga, obligándola a menearle el pene a José Manuel por espacio de 1 minuto. La verdad es que Carmen, pese a lo que cabria esperar, no se sorprendió tanto por la petición sino por la pollita erecta que nos mostró mi hijo al levantarse de su silla, es más, el muy putón se relamió levemente al verla, poniéndose toda colorada.

Entre risitas vi como se la magreaba sin ocultar su deleite, despacio y sin dejar de mirarla de reojo. José Manuel no podía mirarla a ella tampoco mientras lo hacía, seguramente por vergüenza, o tal vez creía que si lo hacía mi amiga dejaría de tocársela pues todos estabamos: "¡coloraos como tomates!".

Lo que pasó a continuación a quien divirtió fue a mi. Después de controlar casi 2 minutos de tiempo maliciosamente por mi parte, los dos tortolitos se quedaron en silencio. Es como si se les hubiesen "fundido los plomos" por la situación y se quedaron muy serios.

En fin que seguimos jugando una mano más y esta vez cambiaron las tornas, ganó José Manuel y perdió mi amiga. Y, ¿a que no sabes lo que le pidió? Pues, ¡que se dejase tocar el coño por él mismo!, con estas palabras, durante el tiempo acostumbrado hasta entonces.

Al igual que antes la que controlaba el reloj era yo, así que lo dejé magreárselo a gusto durante casi 2 minutos, no lo dejé más porque vi a Carmen cerrar los ojos mientras José Manuel le acariciaba los labios externos de la vagina y los pelillos y creí que se iban a enganchar a follar allí mismo, delante de mí y todo. Por eso propuse prepararles unas bebidas fresquitas, algo que aceptaron encantados, pues era evidente cómo tragaban saliva tras los últimos lances del juego. Eso si, me llevé a Carmen para que me ayudase pues, como pensarás, era "peligroso" dejarlos solos…

Los refrescos nos vinieron de maravilla, y nos tomamos un descanso de 10 minutos, durante el cual me divertí de nuevo observando cómo los "tortolitos" se buscaban con la mirada en sus partes erógenas pero evitando ser descubiertos por el otro.

José Manuel disimuladamente tapaba su protuberancia con el brazo, aunque era poco efectivo, pues estaba super empalmado. Mi amiga por su parte tenía las tetas enormes, con los pezones empitonados. Fíjate Marta, que hasta yo estaba rezumando caldos y con los pezones igualmente hinchados y enrojecidos.

Entonces Carmen propuso continuar jugando, pues como acertó a decir, "la cosa estaba calentita". Así que repartí de nuevo cartas y esta vez decidí ganar para poder así jugar a lo que me interesaba más. Por suerte perdió Carmen, como yo deseaba y no me corté un pelo, más o menos esta fue la conversación:

Bueno Carmen, verás tengo que confesarte que estoy muy cachonda con el juego y me apetece un montón que me lo comas.

¿Cómo? — preguntó ella extrañada.

¡Vamos porfa!, cómeme el coño durante 1 minuto, José Manuel cronometrará.

Carmen se puso tremendamente colorada y tuve que insistir un poco más prometiéndole que si ganaba podría pedirme lo que quisiera.

Fue tan delicioso como esperaba, al principio ella estaba muy cortada entre mis piernas olisqueando mi sexo, que sin duda debía oler divinamente, pues hasta yo podía olerlo. Por supuesto que hice las señas pertinentes a mi hijo para que la menos dejes cinco minutos pasar. Pero Carmen estaba muy nerviosa y aunque aguantó un buen rato al final se levantó protestando, diciendo que ya estaba bien y mostrando un monumental enfado. Continuó diciendo que ya estaba harta de ese juego estúpido y que se marchaba a su casa comenzando a buscar su ropa interior dispuesta a irse.

Es más, en su acelero por ponerse las braguitas estuvo a punto de caerse y finalmente se sentó en el sofá. Yo le pedí disculpas por la bromita del tiempo y le pedí que se quedase, entonces ella comenzó a llorar. Un llanto fino y transparente que mostraba su nobleza y vergüenza natural por verse desnuda delante nuestro. Era mucha la tensión acumulada así que me senté junto a ella y la abracé, dejándola derramar sus lágrimas en mi pecho hasta que se fue consolando. Casi espontáneamente fui buscando su boca y me fundí con ella en un dulce beso, de esos que sólo sabemos dar las mujeres, pero a los pocos segundos ella receló y se apartó mirando a continuación a mi hijo, que estaba en un sillón contiguo en actitud pasiva, observándonos.

De modo que rompí yo el hielo y decidida le pedía a José Manuel que le comiera el coño a ella en recompensa, a lo que Carmen espetó que de ninguna manera y tuve que ponerme seria con ella, ordenándole que no fuera tonta, que sabía que lo estaba deseando y que después de comérselo mi hijo se la follaría.

Carmen se quedó en silencio unos segundos que se nos hicieron eternos a todos. Pude ver en mi hijo el brillo del deseo en sus ojos y sin esperar la respuesta de Carmen se zambullo delante suyo enterrando su faz entre sus suaves y prominentes columnas carnosas y aterciopeladas. Ella gimió atónita y sentí como un escalofrío la hacía temblar de los pies a la cabeza, entonces continué con mi beso y esta vez ella se dejó llevar de mi mano.

Así estuvimos unos minutos, él comiéndoselo a ella y ella y yo besándonos mientras nos pellizcábamos los pezones duros como huesos de aceituna. Carmen tomó la iniciativa y sus caricias en torno a mi chocho se convirtieron en penetraciones con sus dedos, primero uno y luego dos… ummm qué delicia al recordarlo.

Esta vez yo di la orden y puse a mi amiga a cuatro patas en el sofá, invitando a José Manuel a tomarla por detrás mientras yo me acomodaba en el otro extremo del sofá ofreciéndole mi jugosa flor a los morritos sonrosados de Carmen. Qué delicia Marta, fue una de las mejores comidas de coño que me haya hecho una mujer, creo que sólo tú me hacías sentir lo que sentí aquella tarde y que tanto tiempo hacía que no disfrutaba, unos labios y una ágil lengua de mujer que exploró todos mis secretos.

Por su parte José Manuel se despachó a gusto con ella, embistiéndola como una bestia salvaje, no lo recordaba tan ansioso en sus encuentros conmigo, fue como una liberación, pero a Carmen no le importó el exceso de brusquedad. Ella se agarraba a mi culo con fuerza y aguantaba las embestidas como una jabata hasta que José Manuel no aguantó más y se corrió, dándole el tiempo justo de sacarla y esparcir sus perlas blancas por la espalda de mi amorosa amiga. Yo continué gimiendo mientras extendía la leche por su espalda hasta que poco después los jugos de mi coño inundaron la lengua de mi laboriosa comedora, que los devoró sin descanso.

Los tres acabamos tirados en el salón durante bastante rato después, sin prisas, sonrientes, sin tensión y muy relajados ya. Finalmente mi amiga Carmen se fue, agradeciéndonos aquella tarde tan maravillosa e invitándonos a un próximo encuentro, esta vez en su casa amenazándonos con una sorpresa tan o más especial.

 

Besos Laura.

Nota del autor: Como siempre me interesan sus opiniones, tanto buenas como malas sobre el relato. Gracias.

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