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Memorias (23)

en Amor filial

 

23

 

Al tercer día, Tom y Cathy bajaron al sótano para echar la siesta como ya era costumbre en ellos. Hoy se sentían más animados y mientras se acostaban en los sacos de dormir comenzaron ha hacerse cosquillas y acabaron revolcándose uno encima del otro riendo a carcajadas. El mal trago que habían sufrido al ver que se terminaban las memorias de Adam ya había pasado en parte y comenzaban a recuperar su estado de ánimo natural.

En este tiempo sus padres estuvieron preocupados por ellos, pues no sabían qué les ocurría y ellos tampoco contaban nada. Especialmente su madre, más protectora quizás, trató de averiguarlo conversando con los dos primero, y luego preguntándole a cada uno por separado, pero no obtuvo respuesta a sus preguntas, las memorias de Adam eran "top secret" entre ambos y supieron guardarlo para si mismos.

- Oye Tom, ¿te gustaría que leyésemos el epílogo de las memorias? -preguntó Cathy que había quedado debajo de su hermano en el juego de las cosquillas/revolcón.

- ¡Vale! -se limitó a asentir su hermano liberándola de su peso.

 Cathy cogió la llave del escondite de la pared y se dispuso a abrir el viejo baúl, cogió el grueso libro envuelto por la no menos añeja tela y se sentó junto a su hermano. Delicadamente, con mimo retiró la tela y cuando tuvo aquellas tapas de cuero en sus manos las acarició como si fuese un tesoro, pues realmente era su tesoro compartido.

 Cuando se disponía a abrirlo y buscar el final, Tom le preguntó...

- Por cierto Cathy, no me contaste qué tal te fue el último día que fuiste al pueblo a comprar con papá.

- Cierto, no hemos hablado de aquello. La verdad Tom es que: ¡nos fue fenomenal! -le confesó Cathy poniéndole los dientes largos.

- ¡Follasteis! -exclamó Tom irónicamente y sin reparos.

- ¡No seas vulgar Tom, con papá no se hace eso, es tan dulce y delicado con las mujeres! -suspiró.

- Bueno, entonces, ¡cuenta, cuenta! -la animó nervioso.

- Está bien Tom te lo contaré...

 «Ese día nos fuimos al pueblo y Papá me recordó su promesa de hacerme el regalo que yo quisiera. Y nada, ni corta ni perezosa, le pedí que me regalase un conjunto de lencería fina. Al principio le extrañó, pero en seguida aceptó encantado.

 Fuimos a la única tienda de ropa del pueblo y allí una vieja de pelo canoso se escandalizó cuando le pedí que me enseñase la lencería más bonita que tuviese. No había mucho donde escoger, porque en este pueblo hay muy pocas tiendas pero aquella lencería pasada de moda que me sacó la vieja tenía cierto encanto que la hacía especial, con tela de raso y puntillas color beige, muy recargada y todas llevaban una bata de seda que me llegaba hasta los pies.

 Le pregunté a la vieja si me la podía probar y ella me dijo obviamente que únicamente el sujetador y la bata, así que pasé al probador y allí me probé unos y luego llamé a papá y se los enseñé para mayor escándalo de la vieja dependienta, que nos miraba con gesto de desagrado. Lo cierto es que aquellas batas eran muy finas y se transparentaba toda mi silueta, destacando mis braguitas blancas de las "super nenas" con dibujito incluido en el monte de venus! -rió Cathy al recordarlo-. No pegaban en absoluto, pero bueno, al menos podía saber si el camisón y el sujetador me estaban bien.

 Papá sonrió al verme y también me miró con cierto escándalo. Luego me comentó que esa ropa me hacía más mayor, lo que interpreté como un piropo, ¡por fin parecía a sus ojos toda una mujer!

 El problema que tenía era que mis pechos, aunque no son pequeños se quedaban minúsculos en aquellos grandes sujetadores. Así que la vieja tuvo que buscar y revolver para encontrarme algunos que me fuesen. Finalmente lo consiguió, me buscó un conjunto que me encajó como un guante con unas braguitas todas de puntilla por la que se me transparentaría todo y una bata con una graciosa estola de plumas a juego. ¡Estaba decidida y me lo llevé! Ya me veía poniéndomelo delante de papá.

 Luego fuimos a la tienda de herramientas y allí papá hizo sus compras hasta que llegó la hora del almuerzo. Así que fuimos al hostal donde solíamos comer y pedimos algo de beber, pues con el calor que hacía estábamos sedientos. Papá pidió cerveza y cuando la mesonera me preguntó yo respondí igualmente: "cerveza"; ¿Cerveza? -preguntó papá extrañado-. Si, si, cerveza Papá, no ves que ya soy mayor de edad -le dije echándole un guiño que no pasó inadvertido para la oronda mesonera-. Está bien Louise, pónsela -le dijo papá finalmente tuteándola, pues ya la conocemos. Muy bien, cerveza también para la señorita -comentó jocosamente Louise.

 Cuando esta se marchaba me di cuenta de cómo papá se le quedó mirando su enorme culo, enfundado en unos baqueros ajustados. Ya había notado como, mientras hablábamos, le miraba sus grandes pechos, que con la camiseta blanca que llevaba se dibujaban como dos formas enormes y voluptuosas. La verdad es que Louise nos trataba muy bien y con el paso de los días papá hablaba mucho con ella y ella se interesaba por cómo nos iba, así que se puede decir que ya tenemos una amistad. Yo creo que a papá le pone, tal vez le gusten las mujeres con curvas y ahí Louise encaja a la perfección.

 Durante la comida conversamos animadamente, ajenos a las miradas de los viejos que no paraban de cuchichear, como si pensaran que yo era su amante o algo parecido, ¿te imaginas? Luego pedí otra cerveza y papá asintió pero me dijo que sería la última y la verdad es que cuando la terminé tenía un pedo encima de no te menees.

 Al tomarnos el postre ya casi no quedaba gente en el local, por lo que Louise se acercó para charlar con nosotros. La tarta de arándanos la había hecho ella y estaba deliciosa así que la felicitamos y se regocijó agradecida.

 Papá le comentó que con la buena comida y con el calor que hacía de buena gana se echaría una siestecita, pero que aún teníamos que volver a casa, a lo que Louise sin pensarlo nos ofreció una habitación de su Hostal. Papá declinó la invitación, pero Louise insistió diciéndole que era un "regalo cortesía de la casa". Papá se volvió a negar y entonces Louise le propuso que a cambio pasara otro día a cambiarle algunas bombillas y a arreglarle algunos pequeños desperfectos en las habitaciones, así que papá finalmente aceptó.

 Durante toda la conversación, me fijé en cómo papá volvía a mirarle las tetas descaradamente y la recorría con la mirada de arriba a abajo y viceversa. Sin duda Louise no era ajena a sus miradas y yo creo que disfrutaba sintiéndose observada y deseada por papá.

 Louise subió a enseñarnos la habitación. Era perfecta y estaba muy limpia, así que nos extendimos en agradecimientos y se marchó. Yo, nada más llegar con el pedo que tenía me eché en la cama y papá entró al baño.

 Mientras estaba allí tumbada, oí como su chorro de pipí caía a la taza del water y pensé en su polla, ¡lo que me excitó un montón! Así que me levanté y fui al baño para cogerlo justamente escurriéndosela. Él, tímido trató de disimular y de guardarla en sus calzoncillos. Entonces yo me lancé a su espalda y rodeándolo con mis manos se la cogí antes de que la guardase.

- ¡Oh papá, cómo recuerdo aquella tarde en el embarcadero! ¡Cómo deseaba volver a tenerla entre mis manos! -le dije mientras se la apretaba con fuerza y se la movía despacio.

- ¡Pero Cathy no...! Aquello fue un desliz y te pedí que lo olvidásemos -contestó papá intentando retirar mis manos de su polla.

- ¡No papá, aquello fue maravilloso, me encantó! ¡No quiero olvidarlo, quiero repetirlo! -dije yo poniéndome delante suyo y arrodillándome dispuesta a meterme su polla en la boca.

- ¡Pero Cathy, no hagas eso! -me dijo él sujetándome la cabeza con sus grandes manos-. Aún está llena de pipí, -me advirtió.

- ¡No me importa papá, hasta así me gusta! -dije yo intentando acercarme.

- ¡No por favor, déjame lavarla antes. Me daría mucha vergüenza verte hacer algo así!

- Está bien, pero yo te la lavaré, ¿vale?

- De acuerdo Cathy, -consintió finalmente.

 Me levanté y nos acercamos al lavabo, allí puso su ya enorme polla erecta sobre la porcelana y yo abrí el grifo comenzando a echarle agua para refrescarla mientras nos miramos sonrientes.

- ¿Pero en serio, por qué quieres volver ha hacerlo Cathy? -me preguntó.

- Ya te lo he dicho papá, aquel día me encantó y quiero repetirlo -respondí con absoluto convencimiento.

- Creo que hacemos mal en repetirlo... ¡Por dios Cathy, soy tu padre! ¿Tú no piensas lo mismo? -insistió mientras le enjabonaba su miembro y descubría su gordo glande.

- No papá, yo creo que si lo mantenemos en secreto y ambos estamos de acuerdo, esto no tiene nada de malo -le expliqué mientras se la aclaraba con agua fresca.

- ¿Te gustaría verme con el conjunto de lencería puesto, papá? -le pregunté de repente muy emocionada.

- Bueno, ¡claro que sí! -contestó él.

- ¡Estupéndo! Deja que me asee un poco y ahora salgo, ¿de acuerdo? -le dije mientras lo echaba del baño y recogía una bolsa donde tenía la caja que contenía todo.

 Papá se sentó en la cama a esperarme mientras yo, dentro del baño, muy nerviosa, me senté ha hacer un piss. Con toda la cerveza que había bebido me salió un chorro con gran potencia y me sorprendí sonriendo porque casi se sale fuera de la taza. Luego me fui a lavar y entonces decidí que mejor darme una ducha rápida y así lo hice.

 Finalmente me puse todo. Las braguitas y el sujetador de puntilla me quedaron de escándalo y cuando me puse la bata y la estola de plumas, al mirarme al espejo con el pelo recogido ni yo misma me reconocí.

 Salí a la habitación, papá se había metido en la cama y se había tapado prudentemente con la sábana.

- ¡Qué te parece! -le pregunté entusiasmada.

- Que estás preciosa -respondió convencido, haciendo que mi autoestima y seguridad subiesen como la espuma.

- Pues mira esto, le dije mientras elegantemente me despojaba de la bata y me quedaba con la estola emplumada, comenzando ha hacer movimientos sensuales.

 Graciosamente jugueteaba con la estola, pasándomela por los hombros, girándome y poniéndome de culito me inclinaba hacia adelante, luego me paseaba la estola un poco obscenamente por entre las piernas. Lo cierto es que esto me hacía cosquillas. Y a todo esto papá sonreía, parecía disfrutar de aquel juego que yo había comenzado.

 Cuando terminé me subía a la cama y fui retirando las sábanas hasta descubrir su polla. Algo morcillona, aunque no por mucho tiempo, me esperaba. Como una gatita gateé hacia ella y cogiéndola con la mano no dudé en acercarla a mi boca jugueteando delante de ella con la lengua y sin dilación la fui tragando en varias veces, muy poco a poco, tan solo rozando su glande expuesto con mis labios, provocando que papá suspirase y justo en ese momento la introduje hasta mi garganta, hasta donde fui capaz de tragarla, llenándome la boca con ella, sintiendo su majestuosidad y chupándola con fuerza hasta hacerla salir, tragar saliva y de nuevo vuelta adentro.

 Papá se deleitó con mi mamada y después hizo que me tumbase de espaldas y comenzó a darme un masaje. Al principio sólo fue por los hombros y la cintura, pero luego fue bajando poco a poco hasta centrarse en mi culo. Me lo palpaba, apretándolo y soltándolo, y siguió por mis muslos, repitiendo la misma operación. Hizo que los separara y me acarició la cara interior de ellos, ¡sentí escalofríos! Me bajó las braguitas para no estropearlas y luego volvió al masaje culero, ahí me separó los cachetes y me los juntó, luego lo repitió pero al separarlos me paseó un dedo mojado desde mi chochito hasta mi culito y luego abajo, desde mi culito hasta mi chochito.

 Se inclinó y me besó el culo, me lo mordisqueó, provocándome muchas cosquilla que me hicieron reír. Luego sacó su lengua y comenzó a bajarla por el canalillo entre los cachetes, rozándome el ano, ahí dejé de reír y pasé a excitarme. No llegó a mi ano, sino que levantándome un poco me puso la almohada en la barriguita y con mi chochito más a mano me lo comió desde atrás. ¡Fue delicioso!

 Poco a poco me daba lametones en el perineo, en dirección a mi ano y luego bajaba por el canalillo culero hasta él sin llegar a tocarlo, esto era muy excitante, yo pensaba que no se atrevería a comerme el ano, pero al final me lo comió... ¡Y fue más delicioso aún! Con su lengua me lo penetraba y luego me lamía el chochito y volvía hasta él para penetrarme con su húmeda lengua de nuevo. Total que finalmente le pedí que parase pues estaba a punto de correrme.

 Entonces me giré, lo contemplé de rodillas en la cama, limiándose un poco la boca tras la deliciosa comida que me había hecho, con su polla erecta apuntándome... y en ese momento se lo pedí.

- ¡Fóllame papá!

- Pero Cathy, sigues siendo virgen -se lamentó, como si ya lo desease y este fuese el único obstáculo para hacerlo.

- ¡No papá, aquel día me dio vergüenza admitir que no lo era por eso no quise decirtelo! Ya he follado muchas veces... -le dije mintiéndole, pues fuiste tú Tom, el que me desvirgó poco después de aquello.

- ¡Oh bueno entonces...!

 Papá sonrió y acariciándome los muslos se colocó entre ellos, apuntándome con su gorda polla la colocó en la entrada de mi chochito y moviéndola arriba a abajo lo abrió suavemente para ir metiéndola. Al principio pensé que me dolería y efectivamente aquel pollón me dolió un poco al entrar, entonces papá me la ofreció para que se la chupase, así que allí debajo suyo se la volvía a comer, lubricándola con mi saliba.

 Tras unos segundos papá volvió a intentarlo, fue metiéndolo suavemente y me fui acostumbrando a ella, cerré los ojos y cuando me quise dar cuenta ya la tenía metida casi hasta la mitad. Entonces papá comenzó a moverse, follándome sólo con su puntita y yo comencé a sentir, a gozar... ¡A disfrutar terriblemente!

Cerre los ojos de nuevo y me concentré en su polla, en el mar de sensaciones que me hacía sentir y fui notando como iba entrando más y más profundamente en mi chochito, que se ensanchaba y daba de si para tragarse aquella tremenda polla.

 Papá, experto follador me acariciaba las tetas, los muslos y mi barriguita mientras lo hacía, lo que me relajaba, me hacía cosquillitas y por último incrementaba mi placer. Tanto que casi volvi a correrme y me la saqué rápidamente.

- Ahora yo papá -le dije empujándolo para apartarlo.

 Se tumbó. Yo salté sobre él y cogí su gorda polla, como una gata que atrapa un ratón y muy excitada me agaché para chuparsela una vez más, pues, ¡me apetecía un montón! Sentí el olor de mi coño en cada centímetro de ella, mientras se la comía, disimuladamente me acaricaba mi maltrecho chochito que por acogerla había sido sobre estirado. Sus ricos jugos también fueron saboreados por mi lengua y los tragué, como si fuesen un delicioso manjar.

 Me subí encima suyo, cogí su gorda polla de nuevo y la acompañé hasta mi chochito. Esta vez entró más fácilmente, lo mejor fue sentir que era yo la que controlaba la penetración, hasta dónde quería que me entrase. ¡Y te puedo asegurar que me entró muy adentro!

 Me lo follé Tom, con una excitación tal que sentía que casi me iba a mear encima, a pesar de que ya no tenía pipí dentro, tal vez me presionaba la vejiga y me daba esa sensación, pero el resultado es que me encantaba hacerlo. Él, desde abajo me sonreía y me dejaba llevar el mando, como si fuese la capitana de un barco. Mientras me seguía acariciando mis pequeñas tetitas y me sujetaba por la cintura.

 Comencé a acariciarme el clítoris y ahí ya no dure mucho. Me corrí y fue espectacular, con aquel pollón metido y yo comandando la follada. Caí entre estertores de dulce placer en su fuerte pecho, el me abrazó y siguió acompañando mis movimientos hasta que que quedé parada, y siguió con la polla metida en mi chochito mientras yo jadeaba y me relamía de gusto.

 Con el chochito maltrecho me la saqué y me giré para caer en la cama a su lado. Entonces supe que él no se había corrido, pues de hacerlo me habría enterado en ese momento por los jugos, que hubiesen salido resbalado por mis ingles. Estaba tan cansada que lo deje ahí y me dormí.

 Más tarde me despertó, con un beso me dijo que nos teníamos que marchar. Así que lo volví a besar yo acariciándole el pelo y me levanté. Él se había puesto ya los calzoncillos y me lamenté de no ver a mi querida amiga... ¡La maltratadora de chochitos adolescentes!

 Fui al baño y papá me siguió para asearse. Cuando me vio colocarme en la taza para hacer un pipí de pié, con las piernas ligeramente arqueadas se quedó mirándo.

- ¡Qué pasa papá! -pregunté sonriendo.

- Nada Cathy, es solo que... ¡buen no importa!

- ¡No, en serio, qué quieres! ¡Pídemelo! -le insistí presintiendo que su vergüenza le impedía pedirme o decirme algo.

- Si te pido un favor, lo harías, aunque te parezca extraño, aunque te parezca algo guarro, muy guarro...

 Cuando me dijo aquello algo en mi se despertó y de nuevo me excité, todo lo contrario a lo que papá decía que me parecería.

- Bueno vale, por ti papá haré lo que sea.

- Está bien Cathy, pasemos a la bañera -dijo para mi sorpresa y mayor intriga.

 Se quitó los calzoncillos y se sentó en la bañera. Yo estaba muy extrañada y no sabía a donde quería llegar hasta que me pidió que entrase y me colocara encima suyo, entonces comencé a sospecharlo, así que obedecí.

- Aunque te pueda parecer extraño, Cathy... ¿me harías pipí encima?

- ¿Pipí? Oh, claro papá, esto es lo que llaman "llubia dorada", ¿verdad? -le pregunté sonriendo.

- ¡Oh si, eso! -exclamó él extrañado tal vez por que yo supiera lo que era.

 Muy divertida comencé a apretar, pero lo hice despacio, de manera que un primer chorrito salió por mi chochito y resbaló por mis muslos no llegando a rozar su piel, entonces me lo abrí y un segundo calló impactándole en su pecho y él sonrió.

- Venga Cathy no te cortes, hazlo del todo -me invitó a continuar.

 Sin obedecerlo fui haciendo chorritos y mojándolo, me atreví a acariciar su pecho mojado por mi pipí y luego me chupé el dedo. Nunca lo había hecho, así que descubrí su sabor picante y amargo. Aquello, me excitó y presentí que papá quería ir más allá, así que bajé más y acerqué mi chochito a su boca, él me vio y entonces la abrió dándome su consentimiento, así que hice un chorrito más que calló en su garganta. Papá cerró sus labios y pareció saborear aquel picante pipí, hasta que volvió a abrirla.

 Entonces me aflojé y terminé de hacer todo el piss que me quedaba en su boca, llegando a llenarla y viendo como esta rebosaba por sus comisuras. Papá se mantuvo allí todo el rato y al final se giró y echó el resto de pipí a la bañera.

- ¡No hay que abusar! -me dijo sonriente.

 Y entonces su boca se pegó de nuevo a mi chochito y lleno de pipí como estaba lo saboreó con su larga lengua, volvió a comérmelo lamiendo todos los rincones y volví a sentir nuevas oleadas de intenso placer que me pusieron de nuevo muy cachonda.

 Desesperada busqué su polla, la empuñé y colocándola en la entrada de mi chochito me senté en ella, allí en la bañera, clavándomela muy adentro y comencé a follarlo como ya hiciera antes. Esta vez no me dejó llevar el mando sino que fue él, quien desde abajo, tomó las riendas follándome con una fuerza que no me esperaba.

 Mi chochito, aunque dolorido, aguantó sus embites. En un momento dado casi deseé que fuese corto, pues comenzó a dolerme, pero aquella mezcla entre dolor y placer, tan nueva para mi, me sorprendió gratamente y finalmente disfruté de la follada, que por suerte fue corta como yo deseaba y papá se corrió rápido, sacándola de mi chochito en el último momento.

 Yo me negué, quise sentirla dentro y sentándome de nuevo la forcé a entrar en él, consiguiendo que terminase de correrse en mi interior, recibiendo en mi chochito su caliente esperma, sintiendo cómo se estremecía con cada roce de mi flor, ahí él dejo de moverse y fui yo la que pasé a tener el control, moviéndome despacio, haciendo que su polla, ya exhausta entrase y saliese de mi chochito.

Le acaricié la boca mientras apuraba sus últimos movimientos, me chupó los dedos sensualmente. Dejé su polla metida en mi chochito un buen rato, mientras él se relajaba tras el orgasmo, sudando por el esfuerzo, regodeándose por el placer que le había proporcionado.

 Nos mirábamos y sonreíamos, el agua de la ducha caía limpiando nuestros cuerpos. Yo lo enjaboné a él y él a mi, poniendo especial esmero en limpiar nuestras partes íntimas recíprocamente, sintiendo un último momento de placer en todo aquello.

 Finalmente nos secamos y salimos, nos vestimos y abandonamos la habitación para emprender el viaje de vuelta.

 Papá volvió a agradecer a Louise la habitación y se despidió de ella con un beso, ésto me sorprendió, igual que a Louise que se puso colorada y todo. Con un guiño se despidió de ella. Tras echarle una última mirada de soslayo, la vi sonriente como nunca, ese beso no esperado, ¡le encantó!»

 Tom había permanecido todo el tiempo ensimismado en la audición de la excitante e incestuosa historia de su hermana. Se vio reflejada en ella, en la pasión que él había sentido con su madre y sintió el impulso de confesárselo, pero en último extremo, calló y lo guardó para si mismo.

 

Nota del Autor: Si quieres saber más de la serie, visita mi blog, zorro-blanco2003.blogspot.com

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