Prefacio
La escritora fue una de las primeras historias que publiqué allá por 2006 en esta página. No llegué a terminarla y estaba en una carpeta olvidada de mi PC, pero hoy he querido rescatar un fragmento. El escrito ni siquiera tiene capítulos sino que empalma unas historias con otras como si fuese un monólogo, por lo que lo publicado aquí son sólo las tres primeras páginas del escrito.
Lo publico a modo de curiosidad, sin más pertensiones que compartirlo, con vosotros. Supongo que si ya habéis leído otras historias mías se debe notar el estilo. En este caso la historia la narra el propio hijo en primera persona y eso creo que es una novedad respecto a mis otras historias.
Tal vez en un futuro revise la historia y la novele como es debido, espero que guste.
La escritora
La escritora es mi mamá, yo soy Guillermo su hijo, actualmente tengo 18 años y estoy de vacaciones con ella. Estaremos juntos todo el verano en esta casa rural a las afueras de un pueblo pequeño donde ella busca tranquilidad, según dice. A mi la verdad es que me disgusta estar aquí en lugar de estar con mis amigos en la playa o la piscina, y debido a esto aún estoy disgustado con ella. Ya noche tuvimos una acalorada discusión sobre este asunto y eso que sólo había pasado un día desde nuestra llegada.
Estamos rodeados de olivos y montes donde según dice ella podremos dar largos paseos y hablar. No entiendo su afán por hablar, hablar de qué, después de todo ella pasó todo el año viajando y apenas nos vimos y ahora me trae a esta casa solitaria, vieja y aburrida, con sus paredes de piedra y barro blanqueadas. Definitivamente yo soy un chico de ciudad y creo que eso no lo va a poder cambiarse.
Después de tanto discutir ella terminó llorando —odio que haga eso, yo ya no lloro—, aunque en el fondo me dio pena pues era mi madre y en el fondo me dolía verla así de apenada. El caso es que cuando se consoló me prometió que si en una semAroa seguía queriendo irme me llevaría de vuelta con mi padre y podría ir a la piscina y a la playa con mis amigos en la ciudad.
Esta mañAroa nos hemos levantado muy callados, yo no se que decir y ella creo que tampoco. Apenas me ha preguntado que quería para desayunar y luego cuando he bajado después de lavarme me he encontrado que había preparado otra cosa, tostadas con aceite y leche con cacao fresquito. Sólo me ha gustado esto último en principio aunque después de insistir me lo he probado y me ha gustado, normalmente no tomo pan con aceite y lo cierto es que su sabor me gusta. Según dice es lo típico por aquí, también ha preparado tomate triturado y se lo ha echado a otra tostada y el efecto me ha gustado aún más, saben mucho estos andaluces.
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Cariño, ¿te apetece pintar?
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¿Cómo dices?
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Que si te apetece pintar, es que el dueño de la casa me ha dicho que perdonase el estado de la casa que tenía que haberla pintado pero que su mujer tuvo un accidente en primavera y no pudo hacerlo, entonces yo le he propuesto que si él traía las brochas y la cal nosotros lo haríamos, ¡vamos será divertido!
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Vaya, y encima de pagarle por estar aquí vamos a tener que pintarle la casa —protesté yo indignado por su ingenua actitud.
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¡Será divertido! Por las mañAroas pintaremos y por las tardes daremos paseos y nos bañaremos en el río que no está lejos de aquí. No te lo había dicho pero el dueño me ha comentado que tiene cercada toda la parcela y que parte del río pasa dentro de la misma y podremos bañarnos con intimidad en él, imagínate lo, ¡un río para nosotros sólos!
Mi madre parece estar mucho más ilusionada que yo, pero no quiero comenzar otra discusión así que accedo a pintar. Después de todo, sino qué vamos ha hacer aquí todo el día sin ir a ningún sitio.
En una nave contigua a la casa el dueño había dejando todos los apaños para pintar, brochas y cal. Yo desconocía aquella faceta de pintora de mi madre pero al parecer cuando era joven lo hacía en su casa del pueblo.
Ya llevamos una hora pintando, el calor empieza ha hacer mella en nosotros, menos mal que el corral son apenas cuatro paredes sin mucha complicación y no tardaremos mucho en acabarlo. Pintamos en silencio y este silencio me hace reflexionar, pienso en mi madre, la veo pintando junto a mi y recuerdo que la echaba de menos. Desde que se divorciaron, apenas pasamos juntos el verano y algunos fines de semAroa. Este año ha sido especialmente intenso pues ha publicado un libro y ha estado de gira, por lo que apenas nos hemos visto.
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¿En qué piensas Guille? - me pregunta mi madre rompiendo el hielo.
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En nada – contesto yo de forma seca.
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Sabes, trabajar es bueno, relaja los músculos y la cabeza, pues mientras trabajas puedes pensar con claridad, por eso te preguntaba en qué piensas.
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Bueno pensaba en lo poco que nos hemos visto este año.
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¡Lo siento hijo, ya sabes que publiqué el libro y he estado muchos meses de viaje!
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Ya lo se mamá, supongo que es muy bueno para ti.
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Si, se está vendiendo bien, creo que no tendré que publicar otro hasta dentro de dos o tres años. Con lo que ahora nos podremos ver más. Por eso quería que vinieses aquí conmigo para poder estar juntos, ¿lo entiendes? Aunque ya sé que es un fastidio no tener a los amigos cerca, pero hijo piensa que es para poder recuperar el tiempo perdido.
Continuamos el trabajo, mi madre ahora tiene que subirse a una escalera y me pide que se la aguante mientras ella pinta. Tengo la camiseta manchada por el sudor y ella también tiene su camisa mojada, para refrescarse se ha desabrochado dos botones de la misma e incluso se le ve el sujetador. La verdad es que me da vergüenza mirar, es el tabú de ver desnuda a la madre propia lo que me hace sentir remordimientos aunque admito que se conserva muy guapa para su edad, y la encuentro más delgada, se ve que con tanto viaje ha comido poco o mal y ha perdido peso quedándose con una buena figura.
Ahora que sujeto la escalera me doy cuenta con cierto espanto de que al mirar para arriba sus nalgas se muestran ante mi sin tapujos, puedo también verle las bragas blancas que lleva y durante unos instantes me quedo absorto en su contemplación, pero de nuevo el pudor me hace apartar la vista.
A mis dieciséis años me considero sexualmente muy activo, me masturbo varias veces al día, me excito contemplando un par de revistas porno que escondo celosamente entre mis libros que supuestamente he traído para repasar. Una de ellas me gusta especialmente pues es muy guarra y se ven unas mujeres impresionantes, junto a escenas muy escabrosas donde los tíos eyaculan en sus caras y cuerpos. Me pregunto como conseguirán captar los chorros de leche en pleno vuelo, casi sólidos.
Y absorto como estoy en mis íntimos pensamientos no tarda en ponérseme dura bajo las bermudas, y en desear que llegue la siesta para aliviarme esta excitación que tengo.
De nuevo miro hacia arriba y veo los muslos sudorosos de mi madre que se afAroa en continuar pintando, también me fijo en lo empapadas que tiene las bragas, especialmente entre cachete y cachete, en lo que sería la raja del culo. Entonces surge lo inesperado y me doy cuenta de que mi madre se ha dado cuenta.
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¡Guille, no me estarás viendo las bragas! - exclama para mi vergüenza.
Sin saber qué hacer o qué decir miro para abajo sintiendo como el calor que me ruboriza sube hasta mi cara.
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Es broma hombre, no te avergüences, sólo bromeaba. De todas formas soy tu madre, no sería la primera vez que me ves las bragas.
Continuamos pintando, pero ahora ya mi madre baja de la escalera para mi alivio, pues la situación se había tornado muy embarazosa.
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Tengo gAroas de hacer pis, pero lo voy ha hacer aquí mismo en el caño que hay en el centro del patio hijo, no me apetece subir a la planta de arriba de la casa, así que sé discreto y no mires, ¿vale cariño? - me pide mi madre para asombro mío.
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Está bien mamá, no miraré –contesto yo algo escandalizado.
Mientras continúo pintando no puedo evitar oír el chorro que cae con fuerza en el agujero y siento la tentación de mirar de reojo pero el complejo de Edipo me lo impide, así que lucho por no hacerlo y que se pueda dar cuenta. Es extraño, siento morbo ante esta situación y rechazo al mismo tiempo.
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Oye Guille, qué te parece si preparo unos bocadillos y nos vamos a pasar el día al río, nos podemos bañar allí y hasta echar la siesta, según me ha dicho Cipriano hay sombras de álamos que crecen junto al río y estaremos muy bien.
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Bueno - me limito a decir, pues estoy bastante cortado con los últimos acontecimientos.
PD.: Si te gustá mi estilo tal vez te gusten mis novelas, puedes leer los primeros capítulos en mi página de autor aquí en TR. Saludos cordiales.