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Un guiño del destino

en Hetero: Infidelidad

Un guiño del destino

La vida es muy complicada. Pasamos épocas difíciles en las que la melancolía se adueña de nosotros, en la que tiempos pasados siempre fueron mejores y en el que el ahora nos ahoga, nos asfixia, nos coarta hasta tal punto que un rayo de luz, por tenue que este sea es una puerta abierta a la esperanza, nos reconforta y nos calienta como el sol del medio día.

Una vez más allí estaba yo, decidiéndome a entrar en un sitio de esos... Las pocas veces anteriores en las que me había atrevido a entrar las experiencias no fueron ciertamente agradables sino todo lo contrario, sentí una frustración que no se alivió con la pérdida de fluidos seminales...

Una tal Ana se acercó, la pobre pasaba los cuarenta y tal vez estaba ya próxima a la cincuentena. Un saludo y unas proposiciones con mano sobre su culo incluidas no me hicieron inmutarme lo más mínimo... No me gustas -pensé para mis adentros-, pero como uno es cortés hasta el infinito y más allá decidí conversar con ella y llegado el momento en el que se ofreció para pasar adentro, lo decliné con igual cortesía:

- No, esta noche sólo quería pasar un rato tranquilo, gracias -me disculpé.

- Muy bien cariño, por aquí hay otras chicas -contestó ella para mi sorpresa.

Acto seguido tomé otro sorbo de mi cola sin aliñar, pues no está el tema para que luego le hagan a uno soplar y de ahí que te puedan criminalizar. En esto que miro hacia la izquierda y una mulata sentada a algo menos de dos metros se fija en mi.

- ¡Hola mi amor! ¿Quieres pasar un ratito bueno conmigo?

Ciertamente no estaba en mi mente que una mujer negra se cruzara ese día y cierto también que me hubiese gustado que fuese más delgada, pues ella era exuberante como, una rica dominicana...

Pero la verdad es que cuando se aproximó, en la distancia corta ganaba muchos enteros con la pobre y madura Ana. Su juventud resplandecía en su cara, su pelo recogido en pequeñas trenzas de cabello le daba un aire étnico e interesante. Su boca, carnosa y prominente denotaban unos labios que habían nacido para dar placer al hombre en sus partes más íntimas. Sus pearcings en el labio inferior y en su lengua la hacían traviesa y juguetona.

- ¿Como te llamas? -preguntó melosa cogiéndome por la nuca, ella era más bajita que yo que mido al rededor de 1,85cm.

- Mi nombre es Jose -asentí convencido. En realidad es mi primer nombre, el segundo es mi verdadero nombre por el que todos me conocen.

- Sólo Jose, está bien, yo soy Cristina, encantada -me dijo y tras abrazarme me dio un beso con esos maravillosos labios en la mejilla, cerca de mi cuello-. Bueno Jose, ¿es la primera vez que vienes?

- Si, aquí si, pero he estado en otros locales de este pueblo antes -afirmé tratando de medir mis palabras.

- ¿Y de donde eres? -insistió.

- Bueno, soy de Granada, aunque desde hace muchos años ya vivo y trabajo en Sevilla.

- ¿Ah, y eso está muy lejos de aquí? -preguntó ella demostrando poco conocimiento de geografía española.

- No mucho, más o menos en medio de Andalucía, entre las 8 provincias.

- ¡Vale papi y quieres pasar un buen ratito con mami! -exclamó melosa y me soltó otro beso en mi cuello abrazada a él desde su perspectiva bajo mi barbilla.

- No sé, ¡la verdad es que eres muy guapa! -le dije yo agarrándola por el culo y pegándola a mi pelvis con un empujoncito enérgico de mis caderas.

Cristina era exuberante como ya dije antes, sus curvas apretadas se salían de su escueta ropa, su gran culo llenaba mis manos y sus pechos generosos se mostraban debajo de mi como montañas tentadoras. Y aquella boca, aquella boca era maravillosa, sólo soñaba con sentirla chupándome la polla, pero había algo que me inquietaba, ¿me lo haría a pelo?

- ¡Anda papi, no quieres pasar dentro! -me invitó ella solícita.

- No se, hoy quería estar un rato a gusto por aquí, no estoy seguro de querer pasar dentro. Tu amiga me ha comentado que hay también unos reservados... que valen para un calentón, tal vez podríamos ir allí y si la cosa funciona pasar y adentro -le propuse yo, pues recordando anteriores experiencias indeciso estaba y no sabía seguro si quería tener otra desalentadora experiencia con otra profesional del ramo.

Aunque parezca raro, quería asegurarme de que si me decidía a entrar en la habitación con aquella mujer, tendría las expectativas de pasar un buen rato. Pues recordaba la última chica, una mora que no me gustó desde el principio, pero que por dejarme llevar acabé con ella en la cama y tras soltar una pasta terminé defraudado por el coito, rápido y poco satisfactorio que mantuve con ella, que realmente no me gustaba.

El caso es que Cristina tenía algo, algo atrayente, era cariñosa, eso es lo que me trasmitía y su proximidad, su mirada y esos besos que me daba, me hacían albergar esperanzas. Tal vez hoy fuese distinto.

- Vamos cariño, si tu quieres vamos al reservado, pero si pasas a la habitación estaremos más cómodos y allí podrás correrte y pasar un buen ratito, ¿no te apetecería, eh? -me insinuó tan melosa como al principio-. Total sólo es un poco más de dinero.

Cristina se sentó en su taburete, por lo que quedó más baja que cuando estaba de pie. Jugueteaba con mi abrigo tirándome de la cremallera como para hacer bajar mi cuello. El caso es que luego se levantó y mientras la conversación intrascendente seguía, decidí abrazarla de nuevo, cogiendo su gran culo la pegué a mi polla, que estaba erecta y la deseaba, ella la notó y me sonrió, volviéndome a besar mientras me acariciaba el cuello.

- ¡Oh papi, qué caliente me estás poniendo! ¿Seguro que no quieres pasar dentro conmigo?

Mi mano se perdió por sus cachetes, rozando su sexo bajo sus shorts por atrás, disimuladamente ascendió y palpó sus pechos mientras mis ojos se clavaban en los suyos y luego se fijaban en aquella boca carnosa, ¡dios qué boca! ¡Qué labios tan carnosos! ¡Tan sólo mirarla me la imaginaba chupándome la polla y pensaba en que estaban hechos para chupar!

- ¡Oye, si paso dentro! ¿Me la chuparás? -le pregunté fijándome en sus labios.

- ¡Claro que si papi! ¡Me encanta chupar!

- Pero... -dije yo sin atreverme a decirlo.

- ¿Pero qué, puedes preguntar lo que quieras?

- Pero, ¿lo harías sin condón? Me refiero a chupar, luego follamos con él, pero chupar sin condón... -le explico un tanto atropelladamente.

- ¡Claro que si papi, lo hago sin él! -afirmó para mi satisfacción.

Un nuevo achuchón entre los dos. Mis manos seguían perdias en su culo y tras la confirmación de lo que más deseaba, decidí probar suerte. Esta vez sería mejor que la última vez, sin duda.

- ¡Venga vamos, está bien! -le espeté mientras ella sonriente y triunfante cogía mi mano para llevarme por el pasillo.

Tras recoger la llave de la habitación pasamos dentro. Allí había 2 camas con colchas desgastadas y antiguas. Extendió una sábana de papel sobre una de ellas y nos desnudamos dejando la ropa sobre la otra.

Al desnudarse me fijé en su piel color azabache, prieta y rolliza aunque no en exceso, con un culo muy generoso eso si. Y, ¡oh decepción! Sus pechos eran más bien pequeños, ¡malditos sujetadores con relleno! Pero eso si, sus pezones eran negros, los más negros que había visto antes y gordos como garbanzos. Su sexo parecía atractivo, estaba depilado, sólo con una rayita de pelo encima de su vagina. La verdad es que Cristina estaba buena y quería probarla.

De nuevo, ¡oh decepción! Allí no había calefacción y el frío que sentí al desnudarme me cortó todo el rollo posible. ¡Me cago en to! Le pregunto y al parecer el aire acondicionado no funciona, por lo que la calefacción del mismo aparato tampoco. Bueno ya que estamos intentaremos sacar algo positivo de esto y seguiremos adelante.

- Oye, mira sólo quiero pasar un rato agradable. No quiero prisas, si se pasa el tiempo y no me corro, no te preocupes, no me importa, ¿vale? -le expliqué pues estaba decidido a experimentar sin sentir el agobio que sentí con la mora.

Cristina asintió y me invitó a pasar al cuarto de baño para seguir con el protocolo habitual en estos casos del lavado.

Era bastante pequeño y algo cutre, la verdad. El hecho de ver la fregona junto a la puerta no ayudó mucho a mejorar la de por si decaída imagen del baño. Supuse que allí dormía y vivía Cristina con alguna compatriota suya del local. A veces es fácil olvidar estas cosas, cuando la calentura te ciega, pero con el frío y el aspecto cutre del local no pude evitar tener aquellos pensamientos tan poco eróticos.

El agua caliente acabó saliendo tras un rato de esfuerzo por parte de Cristina infructuoso, pero al fin esta corrió por mi pene y sentado en el vide, la chica se afanó en limpiarlo en profundidad.

- ¿Te hago daño? -se interesó por mi miembro.

- ¡Oh no, lo haces muy bien! -exclamé yo. Y lo cierto es que era así, pues la mora me hizo daño aquella vez con sus tirones de mi prepucio y estrujones a mi glande. Ella lo lavó suavemente y a conciencia.

Una vez listo me ofreció una toalla pequeña y luego ella fue la que pasó a asearse su sexo. Tras esto, en silencio pasamos a la habitación.

- ¡Túmbate! -me dijo casi como un susurro, con su blanca sonrisa.

Recostado boca arriba en la cama, ella se sentó a mi lado e inclinándose sentí como su boca capturaba mi pollita tan a pelo como había prometido que haría.

¡Cielos, qué bien me supo! No hay ni punto de comparación entre una felación con condón y a flor de piel y sobre todo... ¡con aquellos labios! Entonces comencé a levantar el ánimo y se me empezó a pasar el frío de aquella desapacible habitación.

Siguió chupando y la deliciosa sensación se aumentó a medida que la fue tragando más adentro. Pero esto es la vida real así que apenas instantes después estaba ya pidiéndole que parase un poco, pues estaba a punto de correrme. Quien piense que es un actor porno está equivocado, ¡en la vida real si te la chupan bien, te puedes correr en un par de minutos!

Tras una leve pausa siguió chupando tan a gusto como antes y la sensación fue maravillosa de nuevo, pero la segunda vez casi de inmediato estuve a punto de correrme.

- ¡Para! -exclamé sacándola de su apetecible boca-. Vamos ha hacer otra cosa.

- ¿Te apetece un masaje? -se ofreció Cristina.

- Vale, -dije yo aliviado, pues me veía corriéndome en su boca antes de follara, y a fe que bien poco me faltó.

Tumbado boca abajo, ella se sentó en mi culo y me deleitó con un buen masaje, me sorprendió, la verdad, pues su técnica era comparable a la de un fisioterapeuta al que estuve visitando por problemas de espalda.

Pero el tiempo pasaba y yo me impacientaba, temía desperdiciar la media hora de rigor y mi dinero en aquel masaje así que tras unos minutos que me sirvieron para relajarme y que mi pito se serenase le pedí pasar a cosas mas interesantes... Y Cristina volvió a chupar... Pero esta vez sentí un poco de incomodidad cuando me lo hizo pues apretaba demasiado, así que le dije que probásemos otra cosa.

Entonces Cristina tuvo una buena idea que fue ofrecerme sus pechos, sí aquellos que al final eran más bien pequeños pero cuyos pezones eran de un negro cobrizo muy llamativo. Y los chupé, los chupé con dulzura y con pasión al mismo tiempo hasta que conseguí ponérselos duros y estos crecieron en mi boca y se alargaron como si fuesen dos cilindros, tal vez un poco más gruesos por la punta, como si fuesen una porrita en miniatura.

- ¡Qué pezones tan largos tienes! -exclamé asombrado mientras se los chupaba.

- ¡Si! ¿Te gustan? -preguntó ella contenta por el piropo.

- Mucho, nunca he visto unos pezones tan grandes -manifesté yo ufano y seguí comiéndoselos mientras me pasaba de uno a otro chupándoselos.

Cristina gemía, yo no se si fingía o en realidad le gustaban mis besos en sus pezones. Yo creo que le gustaban, pues en el fondo ellas son como nosotros y a ningún hombre le desagrada que se la chupen, así que a ellas tampoco les desagradará que les chupen las tetas.

Aquí fue lo más sorprendente de toda la relación pues no me lo esperaba. En un momento dado la veía arriba, encima de mi, mientras yo le comía los pezones y la miraba. Entonces me fijé en sus labios y no se si ella lo notó pues cuando que quise dar cuenta los tenía sobre los míos y me besaba apasionadamente. Aquellos labios carnosos, aquellos labios deliciosos, color chocolate me comían la boca dulcemente, tanto que me dejé llevar y ella como experta besadora me los chupó hasta deleitarme y casi adormecerme con su veneno.

Yo pensaba que a las putas tampoco se las besa, de echo nunca se me habría pasado por la cabeza, pero instantes antes sentí ese deseo, deseo que ahora se vio cumplido gracias a la intuición femenina de esta leona de piel cobriza.

Cuando estuve harto de chuparle las tetas, decidí que ya era hora de hacerlo. Entonces Cristina procedió a colocarme el correspondiente condón, rojo para más señas y nos dispusimos a entrar en faena.

- ¿Cómo quieres que nos pongamos? -me preguntó solícita.

- Prefiero yo encima -afirmé rotundo, pues en esta posición es como mejor se controla el orgasmo y tú puedes mandar en la follada.

Antes de tumbarnos se me ocurrió abrazarla y fui directo a su yugular, a chupársela y besarla al mismo tiempo. Ella cogió mi polla y la condujo hacia su coño, y de pié hicimos un amago de fornicación. Allí recordé sus maravillosos besos de antes y desinhibido la besé yo a ella, chupando de nuevo sus gordos y carnosos labios. Ella me recibió sin inmutarse y como lo más natural del mundo. ¿Quién dijo que no se besa a las putas? ¿Acaso en el porno no se comen la boca? Desde luego la excitación que me produjo el besarla y el goce de sentir sus labios hicieron que se me olvidase todo.

Cuando Cristina se tumbó me acomodé entre sus muslos y la contemple en su desnudez ante mi, con su piel azabache, su sexo se ofreció ante mi como una fruta prohibida. A nadie se le ocurre comerle el coño a una puta así que decidí acariciárselo y disfrutar de su visión...

- ¡Ahora me toca a mi “masajito”! -le dije haciéndola sonreír.

Y me dediqué a acariciar sus muslos y su coñito negro, lo abrí y como en las pelis porno vi lo blanquito que estaba por dentro, era impresionante, el color tostado de su piel en contraste con la blancura del interior de su coño. No creo que llegase al minuto de masaje, pues sentí unas inmensas ganas de follármela, así que me acerqué a ella y apuntando mi polla erecta a su coñito negro la fui introduciendo con un suave movimiento de vaivén. Hasta que ésta entró hasta el fondo.

Poco a poco me fui echando encima de ella hasta que acabamos pecho contra pecho. Entonces la besé en el cuello, chupándoselo y a juzgar por sus gemidos y risitas esto le gustó, o por lo menos le hizo cosquillas.

Mi polla ya había entrada hasta los huevos en su coño y ella con las piernas muy abiertas, las agitaba en el aire sin yo pensar por qué no me las cruzaba en el culo como hace mi mujer... ¡oh si claro, aún no lo he dicho pero esta fue una de las pocas veces que le he sido infiel!

Sin duda el matrimonio es la mejor manera de aplacar la pasión, luego llegan los niños y sencillamente esta se va por el desagüe y ya no se la vuelve a encontrar. Sólo aparece en raras ocasiones, cuando la pareja se junta y se alinean los planetas para que la pasión renazca y la libido florezca en una explosión de sexo conocido, se sexo compartido en el que la confianza hace que se goce y disfrute hasta el punto de preguntarse uno como es que no lo hacemos más.

Pero indefectiblemente la realidad se impone y la apatía vuelve a la relación. La monotonía se instala en la vida cotidiana y el sexo se recuerda como algo lejano de la juventud y el enamoramiento. Ahora entiendo por qué se es infiel, ahora entiendo porqué los hombres engañan a sus mujeres aunque en el fondo las quieran, ahora entiendo por qué aquella noche fui de putas.

Asqueado, tras la comida de empresa que siempre hacemos por navidad, sintiendo que no tenía aliciente en mi relación ni por ende en mi vida. Me encaminé hacia aquel local, con la vaga esperanza de pasar un buen rato, con la vana certeza de encontrarlo.

Y allí estaba ella, debajo de mi agitando sus muslos en el aire, creando una extraña sensación en mi pene, tal vez por las contracciones que sus muslos provocaban en su vagina y ésta transmitía a mi polla. Sentí que estaba a punto y me asusté sacando mi polla de su ajustada flor. Aquella maniobra con sus muslos me había desconcertado. Mi mujer no hacía nada parecido, tal vez por eso los hombres van con las putas, porque ellas no follan como sus mujeres.

¡Pero mierda! ¡Esto ya no hay quien lo pare! ¡La saqué demasiado tarde! Sintiéndome explotar, volví a meterla lo más rápido posible pues quería sentir mi orgasmo en su coño abrasador, y conseguí meterla justo a tiempo para el primer chorro de semen. Un chorro liberador que abrió la llave de otros que me elevaron en un orgasmo en aquel coño apretado y desconocido. Seguí follándola a pesar de mi corrida un buen rato, apurando cada gota de placer que pudiese proporcionarme. Tanto estuve moviéndola en su interior que al sacarla sujeté el condón por su base pues casi se me había aflojado.

Cristina sonrió maliciosa tocándome el condón por la punta...

- ¡Cuanta leche tienes! ¿Hacía mucho que no lo hacías? -me preguntó sin el menor pudor mientras palpaba la punta del condón.

- Mucho, demasiado tiempo sin follar -advertí yo, ciertamente afligido por mi afirmación.

- ¿Cuanto hace que rompiste con tu pareja? -insistió curiosa.

Un momento yo no te dije que tenía pareja, o bueno, tal vez si. Antes me preguntaste si tenía pareja y te dije que no, que las relaciones son complicadas. ¿No lo sabes tú bien negrita?

- Pues 2-3 meses... antes del verano -concluí sin ponerme de acuerdo en qué mentira contar.

Aunque no he roto, más de una vez me lo he planteado y lo que aún nos mantiene unidos es lo mismo que mantiene unidas a otras mucha parejas, sus hijos, esos pequeños bajitos que nos hacen sacrificarnos por ellos mientras podamos aguantar.

- Voy al baño, a limpiarme -le digo mientras vuelvo al cutre aseo y tomando papel higiénico procedo a quitarme el condón.

Ya termino y vuelvo al cuarto donde me visto con rapidez, ella hace lo propio y mientras seguimos hablamos un poco más.

- ¡Me ha gustado mucho!

- ¿Si? -pregunta ella sonriente e incrédula.

- Si, hacía mucho que no follaba, ¡no es bueno que el hombre esté tanto tiempo sólo!

Y la negrita calló por respuesta mientras terminábamos de vestirnos. Ya salíamos de la habitación, yo a su altura la seguía por el pasillo estrecho. Tras la puerta el local, donde otras chicas nos debieron mirar, tal vez entre ellas Ana, la pobre y rechazada Ana, no te enfades mujer, tal vez otro día quiera hacerlo contigo aunque sea por compasión.

- Por cierto, te llamabas Cristina, ¿verdad? Es que soy un desastre para los nombres, me presentan a una mujer y a los cinco minutos ya se me ha olvidado tu nombre.

- Pues del mío te acordaste -asintió ella tan simpática como siempre.

Se acerca a la barra donde le devuelve la llave de la habitación al camarero que al parecer también es su “jefe” o su “chulo” o lo que quiera sea. Yo llego hasta su lado, allí tal vez siento vergüenza, y no la beso para despedirme, tal vez eso no se hace con las putas.

Así que la cojo del hombro y cuando me mira, le digo adiós con la mano.

- ¡Hasta otro día Cristina¡

Y me giro, busco la salida y me dirijo a ella, son ya casi las seis de la mañana. Salgo fuera, el frío arrecia, el aire gélido entra por mis fosas nasales y constriñendo mis vasos sanguíneos, haciendo que respire mejor.

Un lucero del alba me saluda antes de meterme en el coche. El cielo está aún negro, pronto comenzará a clarear. Arranco y vuelvo a mi casa, en realidad no está lejos de allí. Otra pequeña mentira más hacia Cristina, ¿todos los hombres mienten a las puntas? Tal vez para no ser reconocidos, tal vez por vergüenza, pero creo que todos lo hacemos. Debe formar parte del protocolo...

Aparco frente a mi casa, mi familia duerme. Nada sospechan de mi aventura, pero en mi cabeza sólo hay un pensamiento, un agradable recuerdo. Hoy, tras la comida de navidad, un guiño del destino te ha devuelto la esperanza por unas horas, cuando la vida te aprieta, hasta el más leve rayo de luz ya es una esperanza...

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