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Memorias (14)

en Amor filial

14

        

         De mañana, muy temprano aún, Tom se despertó. Abrazado al cuerpo desnudo y caliente de su hermana, sentía su culito redondo, tremendamente suave y calentito en su estómago. Con su mano echada por el hombro y el codo flexionado, su antebrazo se apoyaba en las mullidas tetas de Cathy, quien dormitaba profundamente en ese instante.

         En su mente, un único pensamiento lo atormentaba: “¿Hasta dónde llegaría todo esto?”; “¿hasta dónde le llevarían estos encuentros con su hermana y los que deseaba pero aún no tenía con su madre”. Se sentía al borde del precipicio, pues pensaba que estaba violando en cierta medida las leyes naturales no escritas: “No te acostarás con tu madre” y “tampoco con tu hermana”.

         Pero todo era tan excitante, tan morboso y tan placentero, que las leyes anteriores se diluían en el inconsciente cuando el cuerpo, suave y caliente de una de sus familiares estaba próximo a él, cuando podía oler el perfume de su madre, rozar sus senos, pensar en su culo, en su coño, recordarla follando con el pony, o cuando se zambullía en el delicado chochito de su hermana, lo olía, lo besaba, lo lamía, lo chupaba, acariciaba su culito, sus pequeños pechos, o mejor aún, cuando ésta le practicaba sensuales felaciones, llevándolo hasta el final, terminando en su boquita de piñón, caliente, húmeda y sonrosada, con esos labios pequeños que le daban un aspecto dulce y delicado, y que tan bien desempeñaban su papel. Era naturaleza desatada, imparable, imprevisible, como la mecha que prende la pólvora, como poner puertas al campo, como intentar detener el amazonas, ocurría y nada más, ocurría y pasaba a formar parte de sus recuerdos, o deseaba que ocurriese en algún momento en el caso de su madre.

         No sabía a dónde le conduciría el camino que había emprendido, este podía ser un camino hacia la perdición, que lo llevara por tormentosos momentos, sobre todo si sus padre descubrían las íntimas relaciones que mantenían los hermanos o si su madre lo rechazaba en sus intentos por acostarse con ella; o por el contrario podía ser un camino hacia el éxtasis supremo, un estado de bienestar y felicidad con más parecido terrenal al preconizado paraíso.

         La sed apremiaba así que con extrema delicadeza levantó su brazo y se separó de su durmiente hermanita. Se levantó, se puso sus slips únicamente y de esta guisa subió a la planta baja de la casa en busca de agua de la frigorífico.

         Nada más entrar en la cocina descubrió la figura inconfundible de su madre que tenía la puerta del frigo abierta y estaba bebiendo algo de zumo de naranja que quedaba directamente del envase. Lo que le impresionó fue verla en topless y braguitas, estaba de espaldas, ligeramente girada desde donde Tom podía verla, por lo que uno de sus grandes pechos caía suavemente sobre sus costillas, esta imagen que parecería light o insignificante, se le gravó a fuego en su mente.

         Su madre se sintió observada, se giró y al verlo no pudo evitar llevarse un  sobresaltó, que provocó que su boca perdiese contacto con el cuello de la botella de leche y ésta corriera por su barbilla, cuello y pecho completo, a pesar de que fueron décimas de segundo. Rápidamente volteó la botella para evitar que el blanco fluído siguiese derramándose por su blanca piel y llevó su mano a los labios para contener el que se escapaba barbilla abajo.

-        ¡Qué susto hijo, joder! -exclamó su madre pronunciando un taco, cosa que sólo muy de tarde en tarde hacía, sobre todo cuando perdía la paciencia con algo.

-        ¡Lo siento mamá! ¡Yo no quería asustarte! -se apresuró a excusarse Tom.

         Como acto reflejo su madre se tapó sus senos con su brazo, cogiéndose el seno contrario con la palma de la mano, aunque lo cierto es que este hecho no impedía admirar su exuberante busto. Aunque esto fue insuficiente y consciente de ello, la mujer se acercó hasta una mesita en el centro de la cocina y tomó un paño para cubrir su busto, que aún así seguía insinuándose por los bordes del mismo.

-        Sólo quería tomar un poco de agua, me muero de sed -confesó Tom señalando la nevera que permanecía abierta mientras su madre estaba apoyada en la hoja de la puerta con la mano que no usaba para taparse.

-        ¡Oh si claro hijo, adelante toma un poco de agua fresquita! Desde luego me he puesto perdida, voy a subir a lavarme un poco el pecho -afirmó ella sonriendo un tanto avergonzada.

-        Bueno por qué no te lavas en el aseo de abajo, mamá... me gustaría... digo, que me gustaría charlar contigo, ahora que papá y Cathy duermen.

-        ¡Oh, bueno pues si, no hay problema, con pasarme la toalla mojada bastará! -replicó Karen sin perder su sonrisa.

         Adelantándose pasó junto a Tom, al tiempo que éste se habría paso a la nevera. Al cruzarse con ella no pudo evitar echar un ojo a su escote, tapado por el paño de cocina y ella lo vio y se sonrió.

         En lugar de tomar agua, en último extremo vio la botella de leche donde su madre había estado bebiendo y decidió beber de ella también. Había cierto detalle morboso en tomar leche de aquella botella donde ella había posado sus labios un minuto antes y como ella bebió de la botella. Tras un par de tragos siguió a su madre hasta el aseo de la panta baja.

         Allí de nuevo su madre estaba en toples mientras con el extremo mojado de la toalla se la pasaba por los pechos y abdomen. Al verlo en el espejo reflejado se tapó discretamente y lo recibió con otra sonrisa. No estaba nada mal despertarse con la bonita sonrisa de su dulce madre.

-        Oye mamá, ¿te puedo echar un piropo?

-        ¿Un piropo? ¡Pero Tom, no seas chico malo con mamá, por favor! -se quejó Karen a pesar de que Tom no estaba dispuesto a aceptar un no por respuesta.

-        Tienes unos pechos preciosos, ¿en serio que yo mamé de ellos? -se rió Tom divertido.

-        Completamente, además de que te encantaban y, !te quedabas dormido con el pezón en la boca! -se jactó su madre.

-        ¡Jo pues esa si que era una buena forma de dormirse! -exclamó Tom siguiéndole el tono humorístico.

-        Venga te invito a desayunar ya que estamos hijo, pero antes tengo que ponerme algo encima

-        ¡Pero por qué mamá, yo te veo muy bien la verdad! -se quejó Tom, por su decisión de taparse.

-        ¡Precisamente por eso, pillo, que eres muy pillo! -le dijo ella mientras salía esquivándolo en la puerta y pellizcándole el culo.

         No consiguió convencerla, así que fue a la cocina y se sentó a esperarla. Al entrar de nuevo, vio que se había puesto un short muy corto que le permitía lucir sus largas piernas y arriba una blusa en sisa mi fresca y ligera para el verano. Preparó tostadas y café y le ofreció un poco mezclado con leche, mientras conversaban de temas banales, como: ¿qué tal has dormido?, o si hará calor hoy. Para tomárselo decidieron salir al porche, donde una mesa de madera con bancos adosados a ella los esperaba.

         En este tipo de mesas lo difícil era sentarse ya que para acceder al banco uno tiene que levantar la pierna y pasarla por encima del mismo. Tom se sentó sin muchos problemas y luego su madre pasó enfrente para ocupar ese lugar. Al intentar acceder al banco, tuvo que levantar su pierna, lo que hizo que Tom pudiese contemplar sus sensuales ingles con sus shorts abiertos, lo que ofreció una visión turbadora de sus braguitas blancas bajo los mismos y su blanca piel circundante.

         Tomaron las tostadas con mantequilla y el café, mientras seguían con la conversación ya iniciada en la cocina. Frente a la casa amanecía en estos momentos y los rayos de sol se proyectaban sobre ellos como si fuesen rayos X, dibujando sus siluetas en ellas como si fuesen los huesos de una radiografía, iluminando con tonos rojizos la fachada de la casa señorial donde vivían.

         El Sol iluminó sus cabellos rubios, los cuales brillaron como si fuesen de fibra óptica y su cara resplandeció con la cálida luz de la mañana. Su sonrisa, imborrable aquel día resplandeció más blanca aún.

-        Bueno Tom, qué te apetecería hacer hoy, creo que papá y Cathy van a ir al pueblo a la compra semanal.

-        Pues no se mamá, y si vamos nosotros, ¿tú y yo juntos? -se le ocurrió de repente a Tom.

-        ¡Oye, pues estaría perfecto, ¿no? Me gustaría incluso mirarme algo de ropa, que ando escasa de ropa de verano.

-        Pues si quieres podemos coger la camioneta y dejarles una nota a los dormilones, para que cuando se levanten la lean.

-        ¡Buena idea! -exclamó su madre volviendo a salir del banco como había entrado, Tom volvió a fijarse en su entrepierna y volvió a ver sus ingles desnudas y sus braguitas, volviendo a tener otra tentadora visión.

         Subieron a cambiarse, pues Tom seguía en calzoncillos y en silencio se reunieron en el hall de entrada para salir juntos de la casa. Luego se montaron en la camioneta, Karen arrancó y ronroneando la vieja Ford salió del cobertizo donde se guardaba perezosamente, alejándose poco apoco por el polvoriento camino.

         El día de compras dio para muchas cosas, primero estuvieron en las pocas tiendas de ropa que tenía el pueblo, donde su madre no encontró mucho que le gustara, pues las lugareñas iban demasiado tapadas y ella, mujer de ciudad, no tenía objeción en lucir su bonita figura de mujer madura. Luego almorzaron en el único burguer que había en el pueblo y como hacía calor decidieron postergar las compras de alimentos para la tarde cuando hubiesen bajado las temperaturas, así que salieron a las afueras del pueblo, aparcaron junto a una arboleda y con una manta que llevaban en la parte de atrás se echaron a dormir la siesta cobijados tras la camioneta a la sombra.

         Tom se despertó apenas media hora después de quedarse dormido, se desperezó en segundos y se quedó mirando en derredor suyo. Las chicharras cantaban, aunque el calor era llevadero pues corría una suave brisa procedente de las montañas. Su madre aún dormitaba. Entonces observó que su camisa estaba desabotonada parcialmente, por lo que decidió intentar un juego, decidió desabrochársela sin despertarla y admirar sus bonitos pechos.

         Su madre dormía, y aunque lo sorprendiera lo tomaría a una broma y no se sorprendería. Así que se lanzó a la acción y consiguió su objetivo, desabrochando un par de botones más de su escote. Luego decidió abrirlo y se quedó contemplando sus pechos. Como estaba de costado, uno de ellos, el que quedaba más próximo al suelo era aplastado por el otro que le caía encima. El de arriba amenazaba con salirse del sujetador materno, que, aunque grande, no podía evitar que el pecho abundante se escapara un poco por su lado debido a la gravedad, dejando ver casi media aureola. Ésta era de color marrón claro, en consonancia con la blanca piel de su madre.

         Tom intuyó que el sujetador no estaba abrochado por lo que la tela no sujetaba lo suficiente y caía holgada apenas sujetando sus pechos. Sin duda para estar más cómoda, su madre se lo había desabrochado discretamente. Esto planteaba nuevas oportunidades de voyeurismo para el chico, quien decidió arriesgarse e introduciendo un dedo por entre la tela, doblándola hacia fuera hasta conseguir ver su gran aureola y su pezón en el centro, el cual estaba a nivel de la piel, lo que denotaba un estado de reposo del mismo.

         No pudo evitarlo, la tentación era demasiado fuerte, así que posó su mano en aquel pecho desnudo y sintió su calor bajo su palma, sintió la suavidad y tersura de su piel,  sintió su pezón crecer en el centro, con el leve roce de su mano al cogerlo. Pero claro esto no podía continuar sin que su madre se despertara ante tan íntimo contacto, así que respirando profundamente ésta abrió los ojos.

         El muchacho retiró su mano y fue lo suficientemente hábil para taparla, ocultando su pecho tras el sujetador y dejando que la camisa cayera lánguida por su piel, aunque tras haberla desabrochado, su sujetador seguía siendo visible, así como el pecho que pegaba al suelo, pero bueno, esto no evitaría que su madre supiese que la había estado mirando pero sí evitaría el que supiese hasta donde había sido capaz de propasarse con ella.

-        ¿Um cuánto he dormido? -se preguntó si advertir de momento que su blusa estaba desabotonada.

-        Una hora más o menos -contestó Tom recostado en frente suyo.

-        ¡Oye, pero qué es esto! -dijo por fin al darse cuenta que sus pechos estaba al aire-. ¿Quién me ha desabrochado la blusa? ¿Has sido tu, no? -preguntó, aunque era obvio que lo había hecho.

-        ¡Yo, no! Habrá sido el viento... -sugirió con ironía el muchacho.

-        ¿El viento? ¡Pues qué viento tan habilidoso, me ha desabrochado un par de botones! -exclamó dándole un pellizco en la mejilla-. ¡Un poco más y me arranca el sujetador! -añadió con sarcasmo.

         Su madre se abrochó de nuevo la blusa, aunque no hizo lo propio con el sujetador. Mientras bostezaba y echó una ojeada a los alrededores.

-        ¡No hay nadie! -exclamó con vehemencia.

-        Pues si, aquí no es como la ciudad, ¿verdad mamá?

-        Esto parece el desierto, comparado con aquello -admitió ella.

-        Oye mamá, recuerdas cuando me hiciste el ofrecimiento para... bueno ya sabes...

-        ¿Para qué...? ¿A qué te refieres? -preguntó Karen sin comprender.

-        Bueno para masturbarme -tuvo que aclararle Tom.

-        ¡Ah si!, pues bueno... ¿y bien?

-        No sé, es que me preguntaba si ahora sería un buen momento.

-        ¿Ahora? -preguntó Karen, sin dejar de extrañarse y hacer preguntas de réplica a cada frase que pronunciaba Tom.

-        Pues bueno, no pasa nada si no quieres, es que como estamos sólos, había pensado que sería morboso hacerlo aquí.

         Karen volvió a echar una mirada en los 360º grados que había en frente suyo, con los árboles a su espalda y la camioneta delante, apartada del camino, estaban más o menos a cobijo así que...

-        Pero Tom, tú ya lo haces con la pony, ¿no? -dijo su madre cuando parecía que ya iba a acceder a su petición.

-        Bueno si, pero es que no sé, me llama la atención el vértelo hacer a ti -trató Tom de convencerla.

-        Hijo, bueno la verdad es que cuando te lo dije, admito que no lo decía en serio, porque me preocupaba que cogieras una infección o algo del animal. Lo siento, pero tienes que entender que soy tu madre y no podemos hacer algo así -le explicó a modo de negativa.

-        Yo sabía que no serías capaz de hacerlo -sentenció Tom, con cierta pesadumbre.

-        Anda, no seas bobo -dijo ella acercándose y dándole un beso en la mejilla y un achuchón de costado.

         Karen se levantó y volviendo a mirar en los alrededores echó mano a sus shorts e hizo el amago de bajárselos.

-        Bueno Tom, tengo que hacer un piss, guardas la manta en la camioneta y nos vamos.

-        Si, vale ahora lo hago -dijo Tom de mala gana sin moverse.

-        Vamos hijo, no pretenderás que haga el piss contigo delante, ¿no? -admitió como fin último de mandarlo detrás de la camioneta.

-        Bueno, está bien, voy -asintió Tom pesadamente.

         El muchacho dobló la manta y la sacudió un poco con la mano para quitarle unas brizas de paja que se le habían adherido. Luego dio la vuelta y metió la manta por el otro lado. Entonces dejó de ver a su madre así que pensó que ya estaría agachada haciendo piss, así que decidió echar una ojeada y espiarla. Siguió dando la vuelta a la camioneta y apareció por el otro lado, allí vio a su mamá agachada de espaldas, enseñando su precioso y blanco trasero, mientras un charquito húmedo se había formado debajo suyo, intentó atisbar su chochito, pero lo único que intuyó fue su ano, negro, cerrado a cal y canto.

-        ¡Pero Tom, qué estás mirando! -exclamó su madre de repente tras ver que la miraba.

-        Nada mamá, es sólo que estaba buscando una moneda que se me calló antes -dijo él saliendo al paso.

-        ¡Ya una moneda eh! -asintió su madre sonriente.

         Karen se secó con un kleanex que había preparado con ese objeto y tras hacerlo se levantó subiéndose al mismo tiempo braguitas y shorts que estaban unidos. En ese instante Tom vio de refilón lo que le pareció su chochete, depilado, a modo de fina raja entre sus carnosos muslos. Sin duda una visión turbadora que recordaría más tarde en sus momentos onanísticos.

-        Bueno mamá ahora yo haré un piss, encima del tuyo -se rió Tom.

-        ¡Eso tú siempre encima de tu madre hijo! -bromeó ella.

         Ni corto ni perezoso Tom sacó su pito e hizo el piss anunciado mientras su madre se abotonaba el pantalón. Ella se giró y él ni se inmutó, permaneció con su pito cogido, mientras este lanzaba su arco hacia el suelo. Lo miró y volvió a sonreírse ante el exhibicionismo de su vástago.

-        Es que me quieres tentar, ¿no? -interpeló su madre apoyando su mano en la cadera y ladeando su melena rubia.

-        Es posible -simplemente afirmó Tom con descaro y tras terminar la sacudió con unos golpecitos secos y un lijero estrujamiento de la punto y la guardó de nuevo.

-        Vaya Tom qué gracioso, nunca te había visto sacudírtela -rió su madre.

         Volvieron al pueblo y fueron al supermercado, allí hicieron la compra semanal y agradecieron el aire acondicionado del local. Cuando hubieron terminado decidieron tomarse un helado antes de emprender el camino de regreso, como su madre siempre estaba preocupada por la dieta no pidió nada así que al final acabaron compartiendo un único cucurucho.

         Tom la miraba mientras ella disimuladamente sacaba su lengua para lamer la bola de helado. Karen sabía que la miraba y esto la ponía nerviosa, por lo que trataba de disimular sus lametones, pero era inevitable. Luego Tom tomaba el turno y lamía sin reparos el fresco y dulce helado para, a continuación, devolvérselo a ella.

-        ¿Te puedo preguntar algo mamá? -inquirió de repente su hijo.

-        Supongo que será una pregunta comprometida así que no te prometo contestar -se anticipó sabiamente su madre.

-        Aunque tengas sexo con papá y demás, ¿tú te masturbas? -expuso el chico con naturalidad.

-        Sabes hijo, una señorita nunca responde a ese tipo de preguntas -replicó dicharachera y sonriente.

-        ¿Entonces eso es un “si”? -preguntó casi afirmándolo.

-        Ya te lo he dicho, una señorita no responde a ese tipo de preguntas -insistió ella sonriente.

-        Hay que ver cómo sois las mujeres, lo que os cuesta admitir que el sexo os gusta sin martirizaros -inquirió Tom con una sabiduría que no encajaba con su edad.

         Su madre siguió lamiendo el helado de Tom que ya estaba bastante menguado por los ataques conjuntos.

-        ¿Lo has vuelto ha hacer con el poni? -volvió a preguntar Tom sin avisar esta vez.

-        ¡Claro que no hijo, eso fue sólo una tentación, una fantasía inconfesable! -replicó  su madre tal vez rememorando en su mente aquella loca ocasión.

         Emprendieron el camino de vuelta, fuera la tarde ya caía y la camioneta se defendía aún del calor reinante con el aire acondicionado puesto. Tom miraba a su sonriente madre y ésta se sintió incómoda a pesar de que no parecía ofenderle esta actitud de su hijo, pues su sonrisa hoy era perpetua, así que le preguntó si es que tenía alguna mancha de helado en la cara o algo así. Tom no respondió, aprovechó que estaba conduciendo y que debía estar pendiente de la carretera y acercándose a ella cogió su cabeza con las manos y le dio un largo beso en la mejilla.

-        No me pasa nada mamá, es sólo que... ¡te quiero!

-        ¡Oh! -exclamó su madre quedándose desarmada sin palabras.

         El día había sido perfecto, Tom no había conseguido sus propósitos pero se alegraba inmensamente de haberlo pasado con su madre, después de todo había sido algo íntimo y personal entre ellos y se sentía a gusto y felíz.

         La vieja Ford hizo un ruido hosco al quitar el contacto y el motor diesel se paró. Allá en el porche, padre he hija estaba sentados y los saludaron nada más detenerse.

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