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El secreto de Adam (3)

en Orgías

Prólogo

Si no has leído otros capítulos de esta serie, estás advertido que aquí vas a encontrar una orgía especial donde todo vale, de manera que si decides seguir, avisado estás...

 

Capítulo 3

 

Al día siguiente nos volvimos a encontrar, lo cierto es que yo estaba la mar de contento. Incluso la noche anterior había decidido agasajar a mi Dora proporcinándole un rico coito, ¡junto con una ración entera de chocolate! ¡Sin duda sus dos amores juntos y a la vez!

Cuando lo vi en el salón en seguida salimos para el campo y discretamente nos dirigimos al granero, fue como si estuviésemos en sintonía, pues ni él lo dijo ni yo tampoco lo propuse, pero nuestros pasos se encaminaron hacia allí naturalmente.

- Oye, ¡no pienses que vengo a verte para hacer guarrerías entre nosotros! -me dijo mi amigo Albert con sorna cuando ya estábamos entre el heno.

- ¡Acaso pretendes acusarme de ser un invertido! -le dije yo con igual sorna y echándome encima suyo nos echamos una peleilla en al que acabamos rodando por todo el heno. Como siempre él ganó y terminó encima mío.

Acelerados por el esfuerzo nos quedamos unos segundos mirándonos, ambos sabíamos que la excitación no era sólo por la peleilla, así que fui yo el primero en introducir mis manos bajo sus pantalones y palpar su culo fibroso. Me gustaba hacerlo, me gustó desde el primer momento en que se lo palpé.

Albert me miraba mientras lo hacía. Luego deslicé mis manos por su espalda y acaricié su piel, terminado en sus pectorales, que estaban en tensión pues estaba encima mío flexionando los brazos.

- ¡No hagas eso Adam! -me dijo algo molesto.

- ¿El qué? -pregunté yo sin comprender.

- No sé, no me hace gracia que me acaricies como si fuese... ¡una mujer! -protestó finalmente.

Me quede cayado, la verdad es que lo hice por inercia, porque era lo que estaba acostumbrado ha hacerles a las mujeres en tales circunstancias, pero tal vez aquello no era lo que esperaba un hombre.

- ¡Está bien Albert, no nos pongamos nerviosos! ¿Vale? Venga me limitaré a meneártela y luego tú a mi, ¿te parece bien?

Albert asintió mientras permanecía tumbado a mi lado, entonces me incorporé e introduciendo la mano en sus calzoncillos descubrí que la tenía muy tiesa, tanto que me resultó difícil sacársela.

Sin decir una palabra comencé a masturbarlo. El cabronazo en seguida estiró sus brazos y los colocó bajo la nuca acomodándose. Lo cierto es que tampoco me importó, me concentré en masturbarlo. Entonces decidí improvisar, como ya hiciera el día anterior. Le bajé los pantalones y dejé su polla y huevos al aire. Luego hice lo propio con los míos y me senté en sus muslos. Él extrañado me miraba sin comprender lo que haría, pero tal vez consintiendo con curiosidad morbosa mi nueva ocurrencia.

Esta no fue otra que poner nuestras pollas en contacto, como si fuesen sables de metal chocando en batalla. Esto le pareció divertido y se rió.

- ¡Vaya Adam, pretendes hacer una pelea de pollas!

- ¡Bueno, no sé, se me ocurrió de repente! -exclamé yo sonriéndole.

El caso es que el tacto de nuestros penes chocando y frotándose tenía su punto de placer. Sobre todo cuando los cogía y los frotaba arriba y abajo, primero el suyo y luego adelante y atrás con el mío y el suyo en íntimo contacto.

- ¿No se te ocurre otra cosa Adam? -me preguntó él tras unos minutos de juego.

- No sé, ¿y a tí?

Entonces mi amigo se giró y colocándome bajo él comenzó a frotarse con mi cuerpo, como el día anterior ya hicimos, frotando nuestros penes con nuestra piel, simulando un coito sin penetración.

Yo disfruté del juego como siempre, pero al estar debajo me permití acariciar su culo, apretarlo con mis dedos mientras él permanecía encima mío. Esta vez no protestó por mis caricias así que seguí haciéndolo.

Lo empujé y lo hice girar y subí yo a lo alto, cayendo él al heno. Entonces fui yo quien se frotó con su verga entre mis piernas. Pero a diferencia suyo, yo intimé más frotando nuestros pechos sudorosos y entrando en un contacto más intimo si cabe.

Nuestras respiraciones se alcanzaban debido a la cercanía y el frenesí nos llevaba a seguir frotándonos. De nuevo nos quedamos mirando, como el día anterior. Pero hoy todo era distinto, pues la confianza hacía que esto no nos importase tanto y sentí que hoy era el día y el momento propicio.

Intenté acercarme a sus labios y llegué a rozarlos aunque Albert me esquivó y se salió de nuestro abrazo.

- ¿Quieres que te la chupe? -me preguntó finalmente abandonando el coito simulado.

- ¡Claro! -asentí yo tumbándome espectante.

Entonces sentí sus manos masturbándome el pene, con firmeza y suavidad al mismo tiempo. Pero esto sólo fue el preludio de lo que vino después. Su boca entró en contacto con mi polla y la tragó suavemente, para luego sacarla chupando con igual suavidad. Cuando iba a comentarle la jugada, tuve que permanecer callado pues se me cortó la respiración al sentir como la tragaba de nuevo y una vez más.

Sin duda Albert sabía chuparla y no creo que fuese práctica, sino tal vez la experiencia de lo que siempre habría deseado que le hiciera una mujer. Ambos éramos hombres expertos y conocíamos cada rincón de nuestro cuerpo, cosa que usábamos igual de bien que una mujer comiendo su sexo a otra mujer.

- Muy buena idea amigo -musité incorporándome.

Loco de excitación por probar aquel nuevo placer prohibido me zambullí en sus partes íntimas tragando su verga hasta donde pude y degustando su tersura y suavidad. No me desagradaba el sabor de sus jugos, como los de una mujer cuando se le come el coño y creo que él tampoco mostraba síntomas de que le resultase una práctica desagradable. Chupé con ganas y él me detuvo al poco rato pues temió correrse.

- ¿Y ahora qué hacemos? -me preguntó Albert.

- ¡Gírate! -le ordené yo.

Entonces le puse mi polla en su culo, entre ambos cachetes y se la pegué fuerte, restregándola contra ellos. Luego le escupí desde arriba y al entrar en contacto mi saliva con el conjunto, todo deslizó a las mil maravillas. Seguí frotándome con él y fue delicioso.

Como entendiendo lo que pretendía se incorporó y se puso a cuatro patas, entonces coloqué mi polla entre sus muslos, justo bajo sus huevos y comencé a frotarme con ellos, como ya hiciera él conmigo en presencia de su madre.

Lo cogí por su verga, que se había puesto morcillona y se la acaricié hasta volver a recuperar su dureza. Esto le gustó y mientras lo masturbaba con ahinco me volvió a detener, pues temió correrse.

Entonces seguí con mis frotes, cada vez más intensos. Colocándola entre sus cachetes la deslizaba arriba y abajo, coqueteando con su ano. Apretándolo suavemente con la punta.

¡Cómo deseaba metérsela! Pero me contenía por temor a que esta práctica no fuese de su agrado. Entonces por sorpresa me la cogió con su mano y colocándola en la entrada de su agujero, sin decir nada me indicó que apretase.

Poco a poco mi polla venció su inicial resistencia y de nuevo la saliva fue nuestra aliada. Hizo que todo lubricase mucho mejor, hasta que mi verga entró en su ano, tremendamente apretado y duro.

Cogiéndolo por la cintura apreté fuerte y lo follé. Luego mientras lo hacía decidí echar mano de nuevo a su polla y masturbarlo velozmente, tanto que no pudo aguantar tanta excitación y se corrió mientras se la ordeñaba con fuerza.

Con un gruñido ahogado su corrida provocó que su esfínter convulsionase y multiplicase su fuerza en torno a mi verga, lo que me gustó mucho y me dejé llevar por el momento y tanta excitación corriéndome en su culo.

Apuré mis últimos espasmos con culadas suaves y finalmente la saqué de aquel agujero que aprisionaba mi polla hasta tal punto que ya casi me hacía daño. Rendidos caímos de nuevo al heno.

- ¡Qué bueno Albert! ¡Tienes que probarlo! -le dije yo exultante de felicidad.

- No lo dudo mal nacido, ahora me dolerá el culo una semana. Pero por hoy te librarás de mi venganza, pues mi verga está exhausta.

- Vale, ¡mañana es tu turno, puedes vengarte con mi culo! -bromeé yo.

 

Por la tarde decidí hacerle una visita sorpresa a su casa. Su madre sorprendida me abrió la puerta e insistió que que tomase el té con ellos, también estaba Sandy, por lo que no se atrevió a meternos mano.

Terminamos rápidamente y aduje que quería que Albert viniese a pescar conmigo. Entonces nos fuimos de la casa.

Albert se sorprendió por mi visita, aunque estuvo un poco incómodo en presencia de su madre y su hermana. Ya fuera de la casa se relajó y volvió a bromear conmigo.

- ¡Qué pasa amiguito, no podías esperar a mañana!

- Estaba aburrido y me dije, ¿por qué no visitar a tu mejor amigo? -le sonreí.

Nos apresuramos y fuimos al lago, junto al cañizal donde ambos nos escondimos el día que follamos a nuestras hermanas. Allí primero nos bañamos pues hacía bastante calor y luego ya en la orilla comenzamos a acarciarnos nuestros instrumentos mojados.

Albert me la chupó y yo se lo hice al él al mismo tiempo, pues nos pusimos uno encima del otro. Estuvo bien aquella posición que ya ambos ensayáramos con una mujer, pero ahora nos la aplicábamos a nosotros mismos en nuestros juegos sexuales.

¡En ello estábamos cuando oímos un crujir de cañas y nos pusimos en alerta! Inmediatamente nos giramos hacia donde provenían los ruidos y allí estaba Sandy, la hermana de Albert....

- ¡Vaya hermanito, no sabía que eras un invertido! -exclamó nada más vernos y como si le diese igual siguió acercándose hacia nosotros.

- ¡Oh Sandy, nos has seguido!

- ¿Seguiros? ¡No, claro que no! Yo salí a dar un paseo y casualmente vine aquí y entonces oí vuestros gemidos y os descubrí.

- ¿Hace mucho que has llegado? -pregunté yo alarmado mientras pudorosamente me tapaba mis partes levantándome de encima de Albert mientras él se incorporaba igualmente.

Era curioso porque sentía vergüenza a pesar de que Sandy ya me había visto desnudo y yo a ella.

- Bueno, digamos que os las chupáis con mucho estilo -afirmó con su sonrisita picarona.

- ¡Y qué quieres! -preguntó su hermano algo rudo.

- ¡Oh ante todo no quiero molestar! Se os veía muy “integrados”, digamos que tan sólo me gustaría mirar un poquito.

- Y no te gustaría participar -le dije yo mientras le levantaba su vestido blanco de algodón y palpaba sus suaves y esculturales piernas.

- ¡Oh Adam, cuanto tiempo hacía que no sentí una caricia tuya! -exclamó melosa.

Sandy quería guerra, saltaba a la vista, así que me agarré a sus muslos y me metí dentro de su vestido, allí descubrí que su joya estaba tan desnuda como vino al mundo, así que no dudé en clavarle mi lengua y probar sus caldos, que ya afloraban con prontitud a mi boca.

La maliciosa hermana disfrutó unos momentos de mi cunnilingus y levantándose el vestido me descubrió para que su hermano nos viese. Entonces me levanté y le ordené:

- ¡Ahora es nuestro turno! -exclamé tomándola por la cabeza y haciéndola sentarse delante mío.

- ¡Cómo ya has terminado, yo pensaba que ahora se uniría mi hermanito! -protestó ella.

- Me uniré, pero ya que has venido primero nos pagarás por el espectáculo que has visto -dijo Albert acercando su verga a la carita rubia de su hermana.

Sandy no tuvo ningún problema en satisfacer a ambos miembros, degustándolos con su boca alternativamente, entonces recordé a su madre mientras nos agasajaba en su salón de igual manera y mi excitación creció.

- Venga Albert, vamos a comerle el coño ahora a ella, ya que antes lo pedía, ¡ahora lo tendrá! -le propuse yo a mi amigo.

Como una muñeca de porcelana en nuestras manos, la tendimos entre las cañas y los juncos, con la delicadeza debida y descubriendo su rubia y aterciopelada flor nos zambullimos en sus ingles cada uno por su lado.

A escasos centímetros cada uno le comía la parte de joya que le tocaba, mientras Sandy disfrutaba enredándonos el pelo. La pícara gemía como una descosida.

Me subí hacia sus senos, turgentes y puntiagudos y chupé sus sonrosadas aureolas poniendo aún más duros su pezones pequeños y delicadas bolitas que coronaban aquellas tacitas de plata. Sandy enloquecida me tomó por la cara y me besó metiéndome su lengua hasta la campanilla, su dulce saliva me embriagó y sintiendo la calentura en su aliento me terminé de acomodar entre sus muslos y mi verga poderosa, ayudada por mi buen amigo Albert, se abrió paso entre sus temblorosas piernas hasta llenarla de pasión, haciendo que me clavase las uñas literalmente en la espalda.

La penetré reiteradamente arrancándole tanta pasión que Sandy como una descosida me comía la boca con ansias desmedidas. Mientras lo hacía sentí como Albert me acariciaba el trasero, tal como yo hacía con él mientras daba placer a su madre, entonces me sentí desconcertado y me despistó en mis funciones, sobre todo cuando él también se puso a mi espalda y apretando su verga contra mi culo intentó lo imposible, una penetración conjunta entre aquellos tres extraños cómplices.

El tema no funcionó como esperábamos y Sandy protestó por el peso que soportaba de aquellos dos machos enfurecidos, así que decidimos cambiar y poniéndola a ella a cuatro patitas me coloqué detrás suyo y la penetré. Entonces Albert hizo lo mismo junto a mi.

A un lado mio cogí su verga poderosa y lo masturbé, él me sonrió y entonces se acercó a mi, sin mediar la palabra me dio un casto beso en los labios. Yo me quedé petrificado, sentí una punzada de vértigo e inmediatamente apreté su verga y tirando de ella lo atraje hacia mí y lo volvía a besar.

Era extraño, era mi amigo, era otro hombre, por eso aquellos besos eran tan extraños.

Albert se colocó detrás mío y muy excitado apretó su verga contra mi culo. Yo dejé de moverme y Sandy miró hacia atrás para ver lo que hacíamos.

- ¡Oh chicos, cómo sabéis divertiros! -exclamó con su humor característico.

Entonces apreté mi verga de repente contra su flor y ésta dio un placentero respingo.

- ¡Ay Adam, eres malo! -protestó graciosamente.

Abert siguió con sus intentos, despistado no noté que sus dedos se introducían en mi trasero y me humedecían la entrada a mi cuerpo. Luego volvió a intentarlo, esta vez con más tesón apretó fuerte y sentí como mi esfínter dejaba vencer su resistencia hasta que su verga entró poco a poco en él, una vez la punta estaba dentro, comencé a moverme, sintiendo el placer que me provocaba el sexo de Sandy y a su vez, la extraña y dolorosa sensación que me provocaba la verga de Albert abriéndome mi secreta entrada.

Todo parecía funcionar y poco a poco su verga desapareció en mi secreto agujero y a su vez yo seguí moviendo la mía en la dulce raja de su hermana, quien melosa maullaba cuan gatita en celo.

Mi amigo me apretaba contra su cuerpo y sujetándome el pecho empujaba más y más duro, yo me dejaba mecer penetrando indirectamente a nuestra polizona de aquella tarde.

- ¡Esperad chicos, esto no me lo quiero perder! -exclamó Sandy escabulléndose de mi.

Sandy se giró y estuvo junto a nosotros, entonces yo me puse a cuatro patas y Albert se colocó mejor agarrándome por las caderas. Luego siguió con sus embestidas contra mi agujero. Ya casi no me dolía, sentía un dolor tan especial que placentero me resultaba.

Pedía Sandy que me la chupase y ella encantada aceptó, se tumbó bajo ambos y con su boca agració a mi glande con una cálida sensación. Aquello era turbador y maravilloso. Siendo penetrado por mi mejor amigo mientras su hermana me hacia una buena felación.

Como traviesa que era Sandy no dejaba sus manos quietas y se dedicaba a apretarnos los testículos, o pellizcarnos los culos a ambos, mientras eso si, con su delicada boquita de piñón, se dedicaba a hacer las delicias de mi glande.

Era evidente que no podía aguantar más, así que sorprendiendo a la traviesa chupadora, el primer envite le dio de lleno por lo que en seguida su boca escapó sacándose mi verga de su garganta. Mientras escupía como podía lo que en ella había entrado, agarré mi verga e incorporándome un poco vi como los blancos disparos iban impactando contra sus tacitas de plata y su cuello. Inmediatamente ella se protegió la cara y gracias a ello los siguientes impactos fueron en sus manos y no en ella.

Albert protestó y haciendo que me inclinase me cabalgó salvajemente hasta llegara correrse en mi interior. Sentí perfectamente sus latigazos en mi ano palpitante y me concentre en tan inquietante sensación.

Aquello fue brutal, sin duda no podíamos esperar tal compenetración, aunque la pobre Sandy se llevó la peor parte. Luego, al terminar, tuvo que aguantar nuestras bromas hasta que finalmente yo saqué mi pañuelo y galante se lo ofrecí para que limpiase las gotas de rocío que ahora la salpicaban por todo el busto y las manos.

- ¡Muy bien! Os habéis divertido bastante, ¿eh? Y ahora qué hago yo, mi cosita aún está húmeda y llora desconsolada, pues ninguno de vuestros colibríes podrá consolarla.

- Bueno Sandy, tal vez nuestros dedos y nuestras bocas sepan saciarte, le dije yo ofreciéndome a acomodarme entre sus muslos nacarados.

Conforme aunque sin querer dejar de fingir su pequeña ofuscación empecé a comerle su flor. Esta estaba repleta de miel que supe degustar con intenso placer. La pobre Sandy se había excitado muchísimo, por eso cuando su hermano apareció a mi lado agradecí su ayuda.

Alternativamente cada uno fue besándola y lamiéndola hasta colmarla de gozo, provocando ligeros ronroneos, suspiros y jadeos. Mientras lo hacíamos un dedo de Albert exploraba su caliente interior, así que aproveché y otro mío la penetró por donde ella no esperaría y así sus dos agujeros estuvieron ocupados mientras nosotros la agasajábamos con más lamidas y besos a su preciada flor.

Sandy salió derrotada de nuestras manos, temblorosa se convulsionó hasta tensarse como un longbow, para luego bajar mientras nosotros seguíamos degustando sus jugos y jugueteando con ambos dedos en sus agujeros.

- ¡Oh chicos os habéis portado fenomenal! -nos felicitó al terminar.

Ambos nos incorporamos y nos tendimos a su lado. Sandy era preciosa, con un cuerpo blanco puro, su pubis era rubio como su pelo, y enmarañado imitando sus rizados cabellos también. Ambos la contemplamos embelesados y a petición suya estuvimos besándola en los pechos un rato más.

- Bueno chicos, ¿nos vamos? -dijo finalmente cuando ya habíamos descansado lo suficiente.

- Vale Sandy, qué te parece si vas caminado y yo te alcanzo, quiero hablar algo con Adam.

Albert no dijo nada más mientras su hermana se vestía delante nuestro. Era bonito verla taparse con sus ropas y tras haberla visto desnuda, el verla vestida también tenía su morbo de sensualidad. No saludó y se despidió.

- Bueno Adam ahora que estamos sólos quiero decirte algo... -comenzó diciendo Albert.

- Adelante -contesté intrigado.

- Verás, lo pasamos muy bien juntos, pero Adam yo sigo queriendo a las mujeres y no me gusta lo que hacemos. Por lo que pienso que hoy debe ser nuestro último encuentro. A partir de ahora ya nunca lo volveremos ha hacer.

Aquello me desconcertó, pues acababa de sodomizarme, como para ahora decirme que estaba arrepentido y que no quería volver a probar.

- No sé amigo, lo que hemos descubierto es poderoso, ¿estás seguro de que no deseas volver a probarlo?

- Al menos quiero intentarlo -insistió él.

- Entonces lo haremos, ante todo eres mi amigo.

Nos miramos y tumbados uno junto al otro ambos sentimos la necesidad de besarnos y un nuevo beso en los labios nos sorprendió a ambos. Albert se apartó de mi y empezó a vestirse, yo hice lo mismo.

Luego nos despedimos y él se apresuró para alcanzar a su hermana mientras yo ponía rumbo a mi cercana casa.

Aquella noche no podía dormir, así que cuando mi hermana vino buscándome agradecí su cálida compañía. Lamió mi colibrí de sus heridas de la tarde y aunque se resistió a levantarse finalmente se desperezó. Le hice el amor dulcemente mientras lamía sus pechos que me recordaban a los de Sandy, hasta que nuestros jugos se mezclaron y gracias al orgasmo me quedé plácidamente dormido mientras ella volvía a su cama para no ser descubierta...

Esa noche volvía a soñar con Albert, con sus besos y su verga en mi interior. Soñé también que yo lo penetraba a él y esta vez el sueño no fue de culpabilidad sino un sueño de deseo, de anhelo de los placeres prohibidos recién descubiertos. Placeres imposibles que tal vez ya no pudiese disfrutar más...

 

 

 

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