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Memorias (12)

en Amor filial

12

         Aquel día, cuando volvieron su padre y su hermana, Tom y Karen ya habían hecho las paces por así decirlo y disimularon perfectamente el aluvión de emociones que les había proporcionado aquel largo y caluroso día.

         Salieron juntos a recibirlos al porche de la casa en cuanto oyeron la camioneta acercarse por aquellos desolados y silenciosos caminos. Justo hacía poco que habían comido, a pesar de que ya estaba el sol acercándose al horizonte y el calor de la tarde comenzaba a remitir, levantándose la fresca brisa del norte que solía traer aire frío de las montañas para refrescar aquellas tardes del estío.

         Cenaron en familia, sentados en el porche, alumbrados por las velas antimosquitos, pues era la única forma de que los éstos no se acercasen a la mesa y disfrutaron de una cena bajo aquel cielo estrellado. Sin duda, nunca habrían soñado ver un cielo así en la gran ciudad, es más, de haber continuado con sus vidas, en muchos años no lo hubiesen visto. Sintieron pena de aquellos newyorkinos que aquella noche estarían pasando calor en las calles de la bulliciosa ciudad o en el mejor de los casos en lo cales climatizados o en sus cuartos en los rascacielos. El progreso tenía sus ventajas, pero sin duda también sus inconvenientes y ahora se alegraban enormemente que gracias a este progreso, su padre pudiese trabajar en un lugar como aquel a través de la Red de redes, Internet.

         Contentos y felices se fueron a la cama y como de costumbre, los niños se bajaron al sótano y se echaron en sus sacos. Cuando detectaron que sus padres ya se habían subido a dormir, corrieron a sacar el diario del arcón donde lo guardaban y se dispusieron a leer un capítulo más de aquel añejo libraco, expectantes por conocer las nuevas confesiones de aquel hombre que había reflejado en papel sus más íntimas memorias, sin sospechar que muchos años más tarde caerían en manos de dos adolescentes como lo era él en la época de sus relatos.

         <<Tras nuestro encuentro con nuestras respectivas hermanas, yo dejé de ver a la mía del modo distante en que la veía antes. Siempre tan delicada, siempre tan remilgada como mi madre, por eso me había apartado de ella, por eso ya casi ni hablábamos, pero al verla desnuda, retozando con su amiga Sandy, hermana de mi querido amigo Albert; mi opinión sobre ella cambió completamente.

         Fue todo un descubrimiento descubrir su sensualidad adolescente, y mayor descubrimiento aún el atrevimiento de las caricias con que me agasajó aquella primera vez, donde nos vimos envueltos por las circunstancias. Verla desnuda, con su cuerpo blanco y suave, sentir su boca arropando tan delicadamente mi glande, entre la inexperiencia y el deseo de explorar, entre la lujuria y la lubricidad, entre la candidez de su persona y el fuego que dormía en su lindo interior. Aquel encuentro fue como una catarsis para ambos, en la que cada uno vio al otro de diferente manera a justo a partir del mismo momento en el que el tabú cayó al abismo para nosotros.

         A partir de ahí cuando comíamos, nos mirábamos y hasta sentía cierta empatía por ella, venían a mi mente el recuerdo de su cuerpo menudo desnudo al sol, su chochito negro y su pelo abundante y rizado, recogido aunque con innumerables mechones colgantes, sus pechos blanquecinos de pezones rosados pequeños. Me quedaba en Babia, enredado en mis pensamientos lascivos y en más de una ocasión mi padre o mi madre me hablaban sin que yo los escuchara y tenían que llamarme la atención para que mi mente aterrizase de nuevo de entre las nubes.

         El caso es que una noche pensé en hacer una incursión en su habitación sin pedirle permiso, pero como allí dormía su criada, en una alfombra a los pies de su cama. Si entraba sin avisar ellas podrían gritar y avisar al resto de la casa así que toqué suavemente en la madera con el pasillo a oscuras, esperando que la criada saliese a ver quién llamaba y entonces colarme, pues estaba seguro de que ella intentaría impedírmelo, como perro guardián de su señorita.

         Como yo esperaba la criada salió a abrirme con un camisón blanco que le daba un aspecto fantasmal, dada la negrura de su cara. Al reconocerme me preguntó en voz baja qué quería, pero como no estaba dispuesto a discutir con ella de mis intenciones entré apartándola a un lado y cerrando la puerta tras de mi.

         Mi hermana se incorporó en su cama, vestida también con un camisón blanco. La luz de la luna llena se colaba por un ventanal abierto en un intento por aliviar el calor nocturno. Los haces de luz plateada iluminaban la habitación aceptablemente, permitiendo distinguir nuestras figuras entre las sombras. Al verme allí parado junto a la criada, tal vez mi hermana comprendió en su interior lo que venía ha hacer allí y como una doncella que espera ser cortejada por su Don Juan, esperó pacientemente atenta a mis acciones.

         Sin mediar palabra y sin pensarlo más, me acerqué a su cama, me desnudé delante de ella, para lo cual sólo tuve que quitarme mis calzoncillos, dejando mi cuerpo fibroso a su vista. Ella permaneció contemplativa, viéndome a la suave luz de la luna llena, sin duda mi piel resplandecía con tonos de grises luminosos, y mi figura se proyectaría tan pálida que parecería la de un espectro que había venido a visitarla. Entonces decidió levantarse y ponerse junto a mi.

         Sus ojos brillaron con la luna reflejada en sus pupilas, me miraba desde abajo, pues era de menor estatura que yo, luego bajó su mirada y se fijó en mi sexo que ya estaba duro por la excitación del momento.

         Tenía dudas de cómo reaccionaría ella, pero éstas se despejaron en el momento en que sus delicadas manos se posaron en mi pollita erecta. La tomó empuñándola y la movió suavemente adelante y atrás, como ya había en nuestro encuentro anterior.

         Cuando fue a inclinarse y ponerse a su altura sin duda para ofrecerme sus dulces labios sobre ella, la levanté y se lo impedí. En su lugar le levanté el camisón y se lo saqué por la cabeza, desnudándola de cintura para arriba. La contemplé a la luz de la luna como ella hiciera antes conmigo. Su piel era plateada como la mía, sus pechos proyectaban negras sombras sobre sus costillas, sus pezones se veían grises bajo aquella luz espectral, su culote resplandecía con su blancura, llegándole hasta las rodillas.

         Inclinándome me acerqué a sus pequeños pechos y los besé y chupé dulcemente, deseando que efectivamente la leche que en un futuro producirían, regase mi boca y mi garganta, aunque fue un vano intento, pero un delicioso entretenimiento, ella me acarició mis cabellos y me sustuvo la cabeza mientras lo hacía.

         Como en un acto reflejo, me aferré a su culo desnudo y también se lo acaricié, sujetándome a su cintura a medida que fui bajando hasta llevar mi boca a la altura de su culote. A través de la tela olí su chochito, lo besé y hasta le di suaves mordiscos, Renée gimió mientras seguía aferrada a mis cabellos, casi apoyada en ellos sentía su peso sobre mi.

         Mis manos tiraron de su culote torpemente, pues este estaba anudado con un lazo en su cintura. Renée, siempre dispuesta lo desató e hizo que éste se deslizara rápidamente por sus muslos, cayendo a sus pies.

         Como la dios Afrodita, contemplé su sexo a la luz de la luna, sus pelillos eran negros, pero bajo aquella luz resplandecían con un brillo especial que los emblanquecía, volvía a olerlo, clavando mi nariz en su centro como si fuese un hacha, busqué su raja entre sus pelillos suaves y enmarañados y la encontré, sintiendo su suave viscosidad sobre mi pituitaria, olía de maravilla, con el dulce olor meloso del celo femenino, así que sin más dilación, extraje mi lengua y saboreé su raja con ella, recorriéndola de abajo a arriba, recogiendo cuantos jugos salieron a su encuentro para luego recogerla sobre su clítoris y traerlos a mi boca para ser saboreados en ella. Ella gimió una vez más y noté como se elevaba sobre sus pies, como si mi sola lengua fuese suficiente para levantarla del suelo, mientras me agarró tan fuerte del pelo que me hizo un poco de daño.

         Hice que se tumbase en la cama y con su coño cara a la luna, donde lo contemplé una vez más bajo la suave luz, allí descubrí sus labios, saliendo ya abiertos entre los pelillos, luego volvía a zambullirme en sus pliegues, buscando su néctar en cada uno todos y cada uno de sus rincones.

         Seguí mientras ella no paraba de enredar sus dedos en mi pelo, acariciándome mientras yo le comía su preciosa flor y a su vez le acariciaba sus pequeños pechos, erizándole los pezones, mojándolos con la saliva de mis dedos, pellizcándoselos con delicadeza hasta ponérselos duros como el grano maduro.

         Es curioso, porque apenas le introducía la lengua en ella, provocaba quejas de mi hermana y notaba como una fina telita que le cerraba la vagina. Sin duda ella era aún virgen y ningún varón había profanado su joya. Por lo que me abstuve de profundizar en ella y me centré en lamer y chupar dulcemente sus labios.

         Con mi dedicación y ahínco conseguí llevarla hasta el orgasmo, haciéndola entrar en una especie de baile de San Vito, mientras comía los dulces jugos que manaban abundantemente de su rajita.

         Cuando hubo terminado de retorcerse y acariciarme con sus suaves muslos mis orejas, la dejé descansar y me eché en la cama junto a ella. Entonces pareció comprender la deuda que había contraído conmigo y deslizándose sobre las sábanas, se acomodó entre mis muslos, dispuesta a pagarme hasta la última caricia que había disfrutado conmigo. Cogió mi pene, ya flácido después del largo rato que le estuve comiéndole su coño, y se lo introdujo en la boca, haciéndolo crecer en ella con delicadeza.

         Me pareció sencillamente deliciosa aquella felación, practicada con tanto cariño y delicadeza que la sensación era hasta entrañable. Es curioso porque cada mujer tenía una forma particular de comer la polla, en este sentido Renée destacaba como ya he dicho antes por su la delicadeza y sensualidad con que lo hacía, sin duda de las mejores que había probado hasta entonces, pues Dora era pura ansiedad por el placer de comer y Arel era como el fuego que no quema.

         Yo jugaba ahora con su cabello acaracolado mientras ella hacía las delicias con su boca sobre mi pene y su fina lengua sobre mi glande, hasta que sin esperarlo se separó y me tomó de la mano indicándome que me levantase.

-        Hermanito, ¿no te apetecería gozar de mi esclava mientras ella me come un poco más mi sexo a mi?

         Sin esperar mi respuesta con un gesto de su mano llamó a la esclava que nos había estado contemplando sentada en su alfombra a los pies de la cama. Ésta se incorporó de inmediato y se acercó a nosotros como un perrito faldero. Mi hermana le ordenó que se quitase el camisón y de inmediato la vi desnuda y sensual como Arel, aunque más joven que ella, pues tenía la misma edad de mi hermana. Renée se tumo en la cama y la esclava se arrodilló entre sus muslos dispuesta a comerle el coño a una orden suya. Se quedó  ofreciéndome su culo y su propia raja hacia mi.

         Sin poder negarme me dediqué unos momentos a acariciar aquel culillo pequeño y redondo y me deleité igualmente con su pequeña raja. Casi no tenía pelillos en ella y esto me excitó aún más al acariciársela, tanto, que decidí probar sus jugos antes de penetrarla y tumbándome le indiqué que se sentara en mi boca. Ella al principio no pareció entenderlo pero tirando con fuerza de sus muslos conseguí sentarla sobre mi, nada más rozarle el coño con mi lengua, la chica comprendió mis intenciones y se dejó llevar por ellas.

         Degusté su coño negro y disfruté igualmente comiéndoselo, aunque no me demoré mucho en esta tarea, pues ansiaba penetrarla, de modo que me incorporé y recuperando su anterior posición a cuatro patas, la chica acogió mi pollita en su caliente y bien lubricado coño.

         Estuve follándola un buen rato mientras ella hacía las delicias de mi hermana comiéndole de nuevo su flor. Para mi que no era la primera vez que lo hacía y seguramente que ella también obtendría alguna caricia de mi hermana, lo que sin duda era una simbiosis asombrosa entre ama y esclava.

         Aquel día lo hice con cierta brusquedad, acordándome de mi padre mientras follaba a la pobre Arel, pero estaba desatado y deseaba follarla en plan duro, no se bien por qué, el caso es que la chica me recibía cada vez con sus pequeños grititos, así hasta que exploté en su interior, escurriendo mi escaso semen en aquellos días de intensas actividades sexuales.

         A la esclava no pareció importarle mi ímpetu y empuje y aguantó estoicamente mientras lamía el coño a mi dulce hermana quien también adornaba en ambiente con sus lamentos y quejidos. Tras correrme seguí penetrándola, pues mi polla seguía dura y yo quería más, pero esta vez ya lo hace más pausadamente, provocando que la joven esclava se corriese instantes después, eso si esperando a su querida ama, quien fue algo más estrepitosa en su segundo orgasmo, volviendo al baile anterior mientras entre estertores apretaba la cabecita de su esclava con sus pequeños muslos.

         Tras vestirme me subí a la cama y para despedirme de mi hermana se me ocurrió darle un fraternal beso en la mejilla.

-        Buenas noches Renée -la llamé por su nombre de pila-. Me ha gustado mucho y me gustaría volver si a ti no te importa.

-        ¡Claro que no querido Adam, vuelve cuando quieras y gozaremos una vez más! -exclamó ella devolviéndome otro beso en la mejilla al tiempo que me acariciaba mi exhausta pilila por encima del calzoncillo.

         Salí de la habitación a oscuras y su criada me despidió cerrando la puerta, volví a entrar en mi habitación y me quedé profundamente dormido.>>

-        Vaya hermanita, ¿tú también eres virgen verdad?

-        Ya sabes que si hermanito -respondió ella tras terminar el capítulo.

-        ¿Has pensado como será follar con un hombre alguna vez?

-        Bueno si, claro que si. Pero no creo que esa primera vez sea importante, hasta podría hacerlo contigo si quieres, ¿te gustaría desvirgarme tú? Así todo quedaría en familia -rió Cathy.

-        ¿Lo dices en serio Cathy? -preguntó Tom confundido por su propuesta.

-        ¡Claro que sí, quieres hacerlo ahora! -exclamó ella subiéndosele de improviso encima y frotándose sexo contra sexo, coño contra polla sensualmente a través de la ropa interior.

-        ¡Oye hermanita, qué fogosidad la tuya, a que acepto el ofrecimiento! -exclamó Tom cogiéndole las tetas.

         Cathy estaba bien desarrollada y sus pechos eran redondos y generosos, Tom disfrutaba acariciándoselos y hasta se permitió mordisquearlos a través de la tela.

-        ¡Oh Tom, cómo me gusta que me toques los pechos! -exclamó ella al sentir tan pícaras caricias-. ¡Si sigues así no voy a tener más remedio que pedirte que me folles! -añadió entre gemidos.

         Tom se aferró a su culo y acompañó los movimientos de su hermana cabalgándolo, rozándose con su polla que estaba ya dura como el acero y entrechocaba con sus braguitas, luchando por salirse del calzoncillo.

-        ¡Oye hermanita estos frotes tuyos me están poniendo a cien! ¿Qué te parece si te quitas las bragas, y te frotas así con tu chocho a pelo sobre mis calzoncillos? ¿Vale? -le pidió.

-        ¡Qué buena idea hermanito! Será un buen simulacro de follada, ¿verdad? -preguntó Cathy mientras se deshacía de sus bragas y volvía a montarlo, colocando su sexo sobre su polla.

         Cathy comenzó a restregarse por la suave tela de lycra. Su polla palpitaba bajo su coño y comenzó a frotarse con ella como si ya la estuviese sintiendo dentro. Tom por su parte daba suaves embestidas, como su estuviese metiéndosela dentro, lo cual apretaba un poco más su sexo y su polla estrechando su abrazo.

         Le cogió las tetas y se las masajeó primero, para después terminar con ellas en la boca, tras bajarle el sujetador para liberarlas, chupándoselas mientras se las sujetaba con ambas manos y mordisqueándole suavemente sus gordos pezones. Luego llevó sus manos a su culo y acompañó sus movimientos restregándose contra su polla, exploró sus muslos y le metió las manos bajo su coño admirando la suave calidez de sus jugos y lo excitada que estaba.

-        ¡Oh hermanito qué caliente estoy, creo que voy a correrme, tú si quieres córrete debajo de mi y piensa que me estás regando por dentro, ¿vale?

-        ¡Vale hermanita, qué coño tan mojado tienes! -exclamó Tom.

         Sin poder aguantar más su hermana se corrió, su sexo ya había empapado la lycra cuando se mezcló con el semen de Tom, que ya empapaba también la tela bajo ella,  mientras Cathy, alocadamente movía sus caderas y restregaba su coño contra la suave y elástica tela, sintiendo la humedad del semen sobre sus labios vaginales.

         Cathy se inclinó y besó a su hermano en la mejilla, como en el relato hiciese Adam, con su hermana, tras mantener la incestuosa relación. Aún jadeante rodó y se colocó junto a él, desnuda.

         Tom sentía sus calzoncillos empapados por su leche pero no le importó, lo que si quiso es oler y saborear el sexo de su hermana, así que se incorporó y ante la sorpresa de esta comenzó a comerle el coño, suavemente, besándoselo delicadamente. Caricias que le parecieron deliciosas a Cathy y se lo demostró con toda clase de gemidos y ronroneos sensuales.

-        ¡Oh Tom, qué bien lo haces! ¡Cómo me gusta que me comas el coño y más ahora después de correrme! -exclamó Cathy agradeciendo los mimos que le dedicaba Tom a su sexo húmedo y sudado tras le orgasmo.

Nota del autor: Pueden visitar mi blog zorro-blanco2003.blogspot.com

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