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Memorias (8)

en Amor filial

Esa noche de nuevo hizo mucho calor, ya llevaban unos días así, de modo que Tom y Cathy no se lo pensaron y se bajaron al sótano para dormir allí. A estas alturas sus padres ya eran conocedores de esta práctica y no les importaba en absoluto, pues de esa manera los chicos podían dormir más a gusto que en sus habitaciones, calentadas por el sol durante todo el día.

Aquella noche Tom preguntó a Cathy qué tal le había ido el día con su padre en el pueblo y cómo eran sus habitantes, pues él tan sólo lo vio de paso cuando venían en el traslado. Su hermana le explicó que era muy pequeño, aunque tenía un cine y un centro comercial con algunas tiendas. Claro, después de venir de la gran urbe, cualquier pueblo parecía diminuto.

Tom se interesó por lo que habían hecho durante el día en el pueblo, a lo que ella respondió que hicieron compras para la granja y comida para la semana en el único súper del pueblo. Cuando su hermano le preguntó si eso era todo Cathy se puso nerviosa y se mostró huidiza en su respuesta:

— Es que papá no se decidía cuando estuvo comprando herramientas para labrar el huerto y luego comimos algo y en fin, se nos pasó el día volando, ¡qué pasa! —le espetó.

— ¡Nada, nada hermanita, paz! —sonrió Tom.

Tampoco es que esta respuesta le pareciese mal, pero eran hermanos y se conocían bien. Él pensó que había algo más, pero decidió no darle mayor importancia.

Su hermana propuso entonces comenzar una nueva lectura del libro, así que Tom se juntó a ella en la esterilla del saco de dormir y apuntó con su linterna al papel amarillento y envejecido del libro para que así Cathy se pudiese concentrar en su lectura:

«Tengo tantos y tan buenos recuerdos de aquel verano, que se agolpan en mi cabeza y debo hacer un esfuerzo por ordenar mis pensamientos para poder escribirlos en el orden cronológico en que sucedieron.

Tras pillarnos mi madre ‘in fraganti’ a Dora y a mi en mi habitación y yo echarle en cara que ella hacía lo mismo con Waldo en las cuadras, nos dejó en paz. A partir de ahí, nuestras fornicaciones continuaron sin contratiempos. Eso sí, ya sólo lo hacíamos por las noches, atrancando la puerta de mi habitación con una silla apoyada entre el pomo y el suelo para evitar más intromisiones desagradables en nuestra intimidad.

Yo seguía yendo a los encuentros de mi padre con la esclava, y observé que algunos días mi padre no acudía a su cita, aunque la muchacha siempre estaba allí, en el granero, esperándolo largo rato hasta que estaba segura de que ya no vendría, tal era el miedo que despertaba mi progenitor en la desdichada.

Esto me dio qué pensar y un día se me ocurrió una descabellada idea: ¿Podría suplantar a mi padre alguna tarde en la que éste no se presentara a su cita? Tan sólo de pensarlo me daban escalofríos y se me erizaba el bello, no se si por miedo o de pura excitación ante la idea de disfrutar de aquel joven cuerpo negro. Me imaginaba detrás de la esclava, agarrándola por la cintura y empujandola desde atrás con tremendas ganas y practicándo todas las posturas que ya había aprendido con Dora. Y estos pensamientos no paraban de atormentar mi cabeza, haciéndome detenerme en todos los detalles de la emboscada que estaba planificando. Así pasé la mañana entera, sin nada que hacer, salvo pensar y pensar, esperando que llegase la tarde y deseando que mi plan tuviese éxito y que fuese capaz de ejecutarlo tal cual lo había ideado, paso por paso.

Esta vez esperé fuera, junto al recinto de doma de caballos, entretenido con una brizna de paja entre los dientes, a una distancia en la que dominaba la  entrada al granero y lo suficientemente lejos para no despertar sospechas en caso de que los amantes acudiesen a su cita.

La chica apareció, mirando de un lado a otro para ver quién estaba en los alrededores. En ese momento yo me escondí tras el abrevadero para que no me viese, pues siempre echaba una ojeada por si había alguien allí, tras lo cual se coló por la puerta dejándola entornada tras de si.

Así que esperé un tiempo allí afuera, no recuerdo cuanto pero sí recuerdo que me impacienté decidiendo si era ya el momento idóneo de entrar o si finalmente vería aparecer a mi padre. Deseé desesperadamente mientras sudaba al sol que mi padre no acudiera aquella tarde a la cita, y temblando, viendo que no aparecía, pensé que era mi oportunidad, ¡la gran oportunidad que había esperado y planificado con tanto detalle en la mañana

Aquel cuerpo negro azabache, aquella chica menuda de curvas prominentes y carnes prietas, aquell raja tan rosada por dentro, con sus pelillos enmarañados y cortos, aquellos pechos de pezones tan largos y negros, aquel culo redondito y fibroso. ¡Qué delicia vivir el recuerdo de aquellos años! Tal vez ahora en la vejez, y con la distancia de la edad, mi cerebro haya idealizado de tal manera aquel cuerpo que a toda luz en mi memoria es maravilloso, aunque luego la realidad distase un poco en realidad de lo que aquí he descrito, desde luego para mi así era y así es en mi memoria.

Nervioso, incapaz de soportar más aquella tensa calma, que hacía los minutos eternos, salté de la vaya de madera y me encaminé con mi sombrero calado hasta las orejas hacia el granero, mirando a izquierda y derecha, deseando que no hubiese esperado demasiado poco tiempo y mi padre terminase por aparecer en último extremo.

Cuando entré, la penumbra del granero era tal que apenas veía nada, tras llegar del soleado día que hacía fuera, así que intentando mantener la calma me giré y atranqué la puerta con un tablón que enganchaba entre dos grandes clavos en L que había tras ella. Si mi padre se presentaba, al menos no abrirían la puerta sin más y tendría tiempo de pensar alguna excusa o correr a esconderme o huir.

Ahora sí, al girarme, mis ojos localizaron a la muchacha negra, sentada en las balas de paja, donde mi padre solía violarla, con sus manos en el regazo, mirándome asombrada con sus grandes ojos color azabache, con expresión atónita en su rostro.

¡Buenas tardes “Arel”, soy el hijo del señor! —dije yo en tono de voz ridículo aparentando ser más mayor.

Buenas tardes señorito, ya se quien es usted —contestó ella servicialmente.

¡Si claro, perfecto perfecto! —repetí en aquel estúpido tono inventado—. Mi padre me ha enviado esta tarde para decirte que no vendrá, está muy ocupado con la recogida del algodón...

¿Ah sí? —preguntó la chica sospechando algo.

¡Si! —aseveré yo tratando de mostrarme firme—. Y bueno, también me ha dicho que me complazcas en lo que yo desee hacer contigo —le espeté tras carraspear un par de veces, tratando de que no se notase mi nerviosismo.

¡Oh bueno señorito, estoy a sus órdenes como su padre ha dispuesto! —dijo ella bajando la cabeza.

Me acerqué a la chica y cogiéndole la barbilla, levanté su fina cara y ésta se mostró ante mi, mirándome desde su asiento, con expresión seria, tal vez preocupada. Entonces eché mano a mi bragueta y saqué mi pito.

Arel, chúpame un poco —le dije sin andarme con rodeos.

Mi pito estaba ya duro como un clavo, por la excitación del momento, así que la esclaba lo miró un poco indecisa y aguanté expectante.

Como ordene el señorito —se limitó a decir finalmente y en actitud sumisa lo cogió por la base y se lo tragó.

Casi me caigo hacia adelante al sentir su boca en mi glande, me aferré a sus hombros para permanecer de pié, mientras ésta me lo chupaba con fuerza.

¡Qué maravilla! Aquella esclava era muy complaciente y con su boca hizo que mi excitación creciera tanto que casi me corrí y tuve que pararla. El interior de su boca era tan cálida como la raja de Dora, pero los movimientos de sus labios y su lengua eran algo muy distinto.

¡Más despacio Arel! —le ordené con mi tono de voz fingido.

Se la acerqué a sus labios y la chica volvió a capturarla con ellos y continuó chupando servicial y pausadamente. Pensé en lo fácil que había sido convencerla de que lo hiciera, pero claro, dado el carácter de mi padre, seguramente ella ni se planteó si era cierto o no lo que yo decía y se limitó a obedecerme ciegamente como hubiese hecho con él.

¡Basta! —dije de nuevo apartándola—. Desnúdate, ¡vamos!

Me senté y la chica se quitó su andrajoso vestido, quedándose únicamente con su taparrabos delante de mi, luego éste también fue desenlazado y vi su chocho junto a su esbelta figura. Aquel cuerpo fibroso de pechos pequeños nada tenía que ver con la tersura y abundancia de carnes de mi Dora, pero también era maravilloso a la vista.

Lo primero que hice fue acercarla a mi tirando de su mano y acariciar su vientre, sus muslos, subir mi mano entre ellos y tocar su raja peluda, sentir sus húmedo interior en las llemas de mis dedos al presionar su surco.

Eché las manos más arriba y cogí sus pechos, de tamaño mediano, duros y puntiagudos, apuntaban al frente, orgullosos de su juventud. La chica me miraba con los brazos caídos a los costados, sumisa como una gatita cuando es acariciada. Estoy seguro de que también sorprendida ante la delicadeza de mis caricias con ella.

Creo que la saliva se me gastó y no tenía más para tragar. Le hice darse la vuelta y contemplé su culo, perfecto y redondo. Entre sus piernas algo flacuchas su ojal y bajo este su abultado chocho con su raja entreabierta y rosada en medio. Palpé sus nalgas, las pellizqué y les di una palmada, ahí creo que ya empecé a relajarme. Acerqué mis labios y las besé, fue algo sin pensar, pues a Dora la besaba por todo el cuerpo. Así comencé con Arel, besando sus nalgas, luego las mordí suavemente y la chica dio un pequeño respingo por lo inesperado de mi acción.

Abrazado a su cintura, palpaba su vientre y sus muslos por delante mientras daba suaves mordiscos a aquel culo fibroso y duro. Luego me levanté y cogí sus pechos desde atrás. Esta vez los apreté con más fuerza, pegué mi miembro a su culo, sintiendo el suave roce de su piel.

La chica estaba expectante ante mis caricias, yo creo que la tenía desconcertada y en cierta medida lo que le hacía le gustaba, no como el bestia de mi padre.

Ella se echó hacia atrás y quedó pegada a mi cuerpo mientras mis manos se cebaban con sus pechos, luego bajaban por su vientre plano, para hundirse en su sus ingles y tras pasar por su esponjoso monte de venus clavarse en su raja.

La noté lubricada, acariciando sus dulces labios que ya empezaban a abrirse como las valvas de una almeja en el mar.

Entonces la incliné hacia adelante e hice que se pusiera a cuatro patas sobre una bala de paja, y allí mismo me coloqué tras ella y le clavé mi verga inhiesta hasta el fondo.

¡Uf! ¡Qué sensación, aún lo recuerdo! Ella gimió con mi envite y yo seguí penetrándola aferrándome a sus estrechas caderas tirando de ellas con fuerza y clavándole mi estaca sin compasión, mientras ella seguía gimiendo. Mi cabalgada no duró mucho, pero sí lo suficiente para disfrutar de un placer descomunal y creo que a Arel también le gustó.

Exploté tras ella y me corrí sin cesar de embestirla pero ahora más suavemente, mientras ella se movía conmigo, tal vez disfrutando de mi penetración.

Al final le di la vuelta y la miré cara a cara, la chica tal vez sintió vergüenza y bajó sus preciosos ojos negros; me acerqué y besé sus pechos, chupándolos estaban salados por el sudor pero no me importó, volví a coger sus nalgas mientras lo hacía y la apreté fuerte contra mi cuerpo, pegando mi verga aún erecta contra su vientre.

Finalmente me senté a su lado en la paja y me recliné satisfecho.

¡Oh Arel, has estado fantástica! —exclamé con mi voz fingida.

Entonces ella tal vez improvisando, o porque mi padre se lo pedía se acercó a mi verga y se la tragó de nuevo tras correrme. La sensación fue indescriptible, con lo sensible que estaba tras el acto, su boca provocó intensos roces en mi glande y me gustó realmente la sensación post-coito.

Yo palpé su culo mientras lo hacía y jugueteé con su raja un rato más, sintiendo como estaba abundantemente lubricada tanto por mi leche como por sus jugos.

Lo cierto es que me recuperé poco a poco con sus caricias y finalmente le pedí que se sentara sobre mi. Esta volvió a meterse mi verga en su sexo y encima mío comenzó a subir y bajar. Disfrutando de otro coito incipiente mientras yo acariciaba sus pechos y sus pezones.

Arel disfrutó de nuevo y esta vez la vi estremecerse y correrse mientras me lo hacía a mi, finalmente cayó rendida encima mío y la abracé sin parar de penetrarla. Acelerando el ritmo tuve otro orgasmo y me volví a correr en su pequeño chocho negro.

Tras reponernos la chica levantó levemente su cabecita de mi pecho y al verla la besé en los labios, esto la asustó y enseguida se puso de pié a vestirse.

Señor es ya tarde, y tengo tareas que hacer —dijo para excusarse.

Vale, está bien. ¿Pero oye Arel? —le advertí para captar su atención.

Que lo de hoy quede entre tú y yo, ¿vale? Mi padre es muy raro y aunque sabe lo que hemos hecho si se lo dices puede que no le guste y te golpee, ¿de acuerdo?

Arel asintió y tras terminar de ponerse su viejo vestido se dispuso a salir. Entonces se paró ante la puerta y me acordé del tablón que la trababa así que me acerqué y se lo quité para que se marchase.

¡Ya nos veremos! —volvía a decirle con mi voz fingida.

Nunca había besado a alguien en la boca, sólo lo había comentado con mi amigo Albert, ni siquiera a Dora la besaba en la boca, nos besábamos en la cara y mejilla pero no en la boca. Así que tras besar a Arel tuve una sensación extraña, pero me gustó.»

— Vaya con el prota, ¿no? —dijo Tom nada mas terminar su hermana el capítulo.

Pues si, ¡este se fo... a a todas las esclavas a este paso! —dijo Cathy escandalizándose y evitando decir aquella palabra tan vulgar.

Vamos hermanita, no seas tan puritana, no pasa nada por decir “follar”, yo lo digo, ¿ves? “Follar” y no pasa nada —la corrigió Tom, menos aprensivo a aquellos términos.

Si, pero es que tú eres un guarro y yo una señorita —respondió ella altanera.

Pues si, eres una señorita que algún día follará con su novio perdidamente —replicó Tom sonriendo.

¡Pero qué guarro eres hermanito! —dijo ella protestando pero tal vez complacida por la idea que le había lanzado él, tal vez anhelando que ese momento llegase, pues su chochito estaba ya preparado para el sexo.

¿Quieres agua, voy a subir a por un vaso?

¡Gracias, yo también quiero! —pidió ella agradecida.

Cuando su hermano subió, Cathy hizo una rápida exploración de su flor y la descubrió como esperaba, muy mojada y caliente. Mientras bajaba su hermano disfrutó de unas caricias sensuales sobre su surco encharcado y su clítoris erecto, luego cuando lo oyó bajar sacó su mano y la llevó a su nariz, disfrutando del aroma de su calentura. Aunque le dijese guarro a su hermano, ella también se consideraba una guarra en esos momentos, pues le gustaba el olor de su sexo excitado.

¡Oye hermanita!, ¿sabes qué? —exclamó Tom acelerado dándole el vaso de agua

¿Qué? —preguntó ella antes de beber.

Nuestros padres están otra vez follando, he oído los gemidos de mamá al pasar por las escaleras para ir a la cocina.

¿En serio? —volvió a preguntar como si no lo creyese.

¡En serio! ¿Vienes a espiarlos? —le propuso Tom.

¿Estás loco, nos pueden descubrir?

¡Qué va, si follando no se enteran de nada! —explicó Tom.

No sé Tom, me da mucho corte —dijo a modo de excusa.

¡Vamos será excitante! —replicó Tom sin atender a sus excusas, tomándola del brazo y obligándola casi a levantarse y seguirlo.

Cathy se resistió a acompañarle pero más bien fue pura apariencia, con lo excitada que estaba no le parecía mala idea espiarlos, sería otro momento sensual que la ayudaría a masturbarse y correrse con más facilidad después.

Subieron las escaleras, sin zapatos para no hacer ruido y se aproximaron a la puerta del dormitorio conyugal. Allí, como ya hicieran la primera noche, se asomaron desde el marco de la puerta abierta, pues hacía calor y dormían con ella así, en espera de que hiciese algo de viento y refrescara la habitación y sus cuerpos sudorosos.

Tom dejó que se asomase su hermana primero y luego él se puso detrás suyo asomando su cabeza por su hombro. La escena era casi pornográfica, su padre estaba follando a su madre que estaba a cuatro patas en la cama, ellos los veían desde atrás, y ligeramente a un lado, de modo que venían las espaldas de su padre y parte del cuerpo de su madre a cuatro patas, con sus pechos colgando, bamboleándose en el vacío y sus manos apoyadas en la cama.

Su madre seguía con sus acostumbrados lamentos que sonaban fantasmales al resonar por aquellos pasillos, mientras Tom y Cathy los observaban desde la penumbra. Él, que se había puesto detrás de su hermana a propósito sin ella sospecharlo, se pegó literalmente a su espalda, incluido su culito respingón, donde apoyó su dura y excitada estaca. Aquello le pareció delicioso aunque fuese el cuerpo de su querida hermana el que enculaba.

Sin que lo advirtiera, extrajo su pene del calzoncillo por un lado y lo coló entre sus muslos, justo en el triángulo que se forma entre las ingles y su chochito, metiéndola en él, sintiendo la estrechez del agujero y el calor que desprendía la piel de su hermana y la suavidad del tacto de sus braguitas sobre su prepucio.

Cathy no notó nada hasta que sintió la calentura de la polla de su hermano entre sus ingles, entonces reaccionó violentamente empujando a su hermano hacia atrás para apartarlo de su intimidad. Pero éste se aferró a su cintura y se resistió con fuerza, negándose a abandonar aquel agujerito, pero su polla salió con el forcejeo y luego chocó contra su culo pero ya no consiguió volver a meterla en él, pues los había pegado fuertemente cerrándole el paso.

En el forcejeo una madera del piso crujió y sus padres, se alertaron, girando ambos sus cabezas hacia el pasillo, justo a tiempo para que sus dos hijos se apartasen del marco y se quedaran petrificados sin respirar para no ser descubiertos. Los segundos se hicieron eternos, mientras esperaban, con Tom agarrado a la cintura de su hermana, con su pollita erecta pegada a sus braguitas y esta apoyada en la pared. Siguieron así hasta que oyeron de nuevo los gemidos maternos y el leve crujir de los muelles del colchón que indicaba que los amantes habían vuelto a sus quehaceres, pensando tal vez que el crujido del suelo era sólo por la dilatación de la madera debida al calor.

Cathy intentó girarse aunque su hermano se lo impidió agarrándola por la cintura, entonces él le cogió una mano y la llevó a su polla desnuda haciendo que ésta la agarrase cerrándola sobre su mano. Ella intentó abrirla nada más sentir lo que estaba cogiendo, pero su hermano la apretó contra su pene y siguió cogiéndola contra su voluntad.

Lo cierto es que Cathy sintió la calentura de la polla de su hermano y recordó la noche en que se masturbó mientras él dormía y ella se aprovechaba de estos mismos tocamientos y al final su mente se doblegó y ella comenzó a frotársela con la mano bajo su sexo mientras él la movía entre sus muslos agarrándola por las caderas.

Tom, al sentir las caricias de su hermana corrió a coger sus pechos, primero por encima de la tela de su pequeño top y luego introduciéndolas bajo ella para sentir escalofríos al disfrutar del suave tacto de sus pechos pequeños, ella se dejó tocar y encelada como estaba siguió masturbándolo. Mientras ellos seguían, la tórrida escena en la habitación contigua continuaba y entonces oyeron entre susurros.

¡Métemela por el culo cariño! —pidió su madre a su marido.

Esto los alertó y dejaron momentáneamente sus tocamientos para asomarse discretamente, entonces vieron que su madre se echaba al suelo y se ponía de rodillas sobre la alfombra, pegando la cabeza a ella y poniendo su culo muy en pompa. Su padre se agachó y flexionando las piernas, desde arriba apunto con su arma al culo de su hermosa mujer y así comenzó a penetrarla analmente.

Karen gruñó de dolor en los primeros intentos de su marido pero luego sus gruñidos sonaron de nuevo a placer. Mientras tanto Tom seguía detrás de su hermana, ella había soltado su cola para asomarse a la escena, así que volvió a meterla entre sus muslos y sus braguitas y sin encontrar resistencia los juntó y comenzó a moverse despacio entre ellos.

Cathy, se dejó penetrar de tan original manera simulada y siguió contemplando la tremenda escena anal que practicaban sus padres, mientras sentía el miembro de su hermano moverse entre sus muslos e ingles.

Todos continuaron y Cathy deseó que su hermano le continuara acariciando los pechos, así que cogió sus manos y se las colocó sobre ellos, este captó el mensaje y le acarició los pezones, duros y erectos para entonces. Apretándolos suavemente los pellizcó y esto la volvió loca, para luego seguir acariciándoselas con la mano entera.

Las braguitas de Cathy se mojaron con sus jugos y contribuyeron a una mejor lubricación de sus muslos, de modo que la herramienta de su hermano se deslizó mejor. Ella también comenzó a acompañar los movimientos de vaivén de su hermano pero en sentido opuesto y se metió sus dedos bajo las braguitas para frotarse su clítoris por delante mientras seguían con el coito simulado.

¡Oh! La sensaciones eran tan deliciosas, las caricias en sus pechos le gustaban tanto que sentía que se derretía de placer. Incluso se atrevió atraparla presionando fuerte con sus muslos, bajo su chochito, lo que encandiló a Tom.

De repente Cathy lo notó, el líquido caliente y viscoso comenzó bajar por sus muslos mientras ella se frotaba el clítoris bajo las braguitas y su hermano se corría entre sus ingles. Instintivamente sacó su mano y palpó el glande de su hermano entre sus muslos, notó el líquido caliente saliendo por su punta y lo frotó con sus dedos pringándose, aunque esto no le importó. Tom se aferró a su cintura fuerte y dejó de mover su verga entre sus muslos, sintiendo las caricias de los suaves dedos en su glande en esos instantes, sintió que se caía, sintió tanto y tan intenso que se mareo ligeramente.

Entonces Cathy volvió a meter sus manos bajo las braguitas y con el pringue de su hermano frotó su sexo muy lubricado e hinchado, con una excitación creciente se frotó frenéticamente y su orgasmo le sobrevino en esos momentos, teniendo que aferrarse a la pared para no caerse apoyando su cara sobre el papel pintado.

Mientras esto pasaba en el interior de la habitación los gemidos crecieron y su padre emitió un gruñido gutural, al que siguieron otros sin parar de moverse, esto fue como el interruptor que activó a su mujer, bajo él, que comenzó a retorcerse en el suelo y a gritar también escandalosamente mientras ambos se agitaban en un frenesí desgarrador, disfrutando de un orgasmo culero bien trabajado.

A estas alturas ambos hermanos se habían repuesto de sus orgasmos, Cathy de nuevo tomó el glande de su hermano entre sus dedos, pringada aún con su líquido seminal, la sintió por una última vez entre sus dedos y sin decir nada salió a hurtadillas por el pasillo encaminándose hacia su habitación.

Tom la siguió pero esta le cerró la puerta casi en las narices, así que decidió respetar su decisión. Después de lo que habían hecho, ambos necesitaban la soledad, soledad para pensar, soledad para recapacitar sobre lo sucedido.

Tumbado ya en su cama, mirando al techo en la penumbra de la noche, se preocupó por Cathy, sabía que ella lo llevaría peor que él, así que deseó que no se traumatizase mucho por lo sucedido y se sintió un poco responsable de ello, por haber encendido la mecha de la lujuria, como bien dice el refrán: “el hombre es fuego y la mujer estopa, y llega el diablo y sopla”.

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