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Memorias (9)

en Amor filial

A la mañana siguiente Cathy no bajó a desayunar. Tom se interesó por ella y su madre le dijo que se sentía mal y añadió, creo que tiene la regla. Pero él sabía que eso era una excusa, su querida hermanita seguramente no quería bajar por otros motivos.

Sus padres hoy pensaron en ir al pueblo a hacer algunas compras y dado que ella se sentía mal, le pidieron a Tom que se quedase por si necesitaba su ayuda. Curiosa ironía, en aquellos momentos lo último que desearía su hermana es quedarse a solas con él, pero así es la vida.

Tom se fue a dar un paseo con la idea de no incomodar a su hermana y que ésta pudiese reponerse a solas. Cogió su bici y decidió andar por los caminos entrecruzados que discurrían entre granjas y parcelas anexas, en una intrincada red de malla cuadriculada, que si se viese desde el cielo formaría, junto a los diversos cultivos, un collage multicolor de rectángulos alargados.

Volvió, cuando el sol se hizo de justicia y el calor y las chicharras se adueñaron de aquellos parajes. Al entrar en la casa la sensación de frescor le reconfortó. Para el almuerzo su madre les había dejado unas hamburguesas para que las hicieran en la plancha, sin duda una comida sencilla pero él esperaba que su hermanita se ocupase de esta tarea así que al no verla por allí decidió subir y tantear el terreno, para ver cómo se encontraba.

Después de revisar las habitaciones y cuartos de baño se acercó a la puerta de su cuarto, tocó suavemente con sus nudillos sobre la madera de caoba y no oyó nada al otro lado, aún pegando su oreja a la madera. Insistió más fuerte y esta vez en bramido de Cathy, claro y limpio le advirtió que no quería verlo.

Vamos Cathy, estamos solos, ¡hablemos! ¿No es eso lo que hacen los adultos? —preguntó Tom apelando a su sentido de la madurez.

¡Lárgate, no hay nada de qué hablar! —gritó ella desde el interior.

Tom sabía que las puertas no tenían pestillo así que decidió profanar su dormitorio y abrió con firmeza, encontrando a su hermana tendida en la cama, mirando por la ventana con la mirada perdida junto a uno de sus libros sobre las sábanas, ella ni se inmutó al ver que entraba, ignorándolo por completo.

¡Cathy! —exclamó su hermano suavemente—, si no quieres hablar lo entiendo, pero por lo menos podemos hacer como si nada hubiese pasado, ¿no? —aclaró suavizando su tono al final de la frase.

La chica permaneció con la mirada perdida en algún lugar fuera de la ventana de su habitación y dio la callada por respuesta...

¡Vamos mujer, tampoco fue para tanto! —dijo él conciliador sentándose a los pies de su colchón.

¡Que no! —estalló de repente abalanzándose sobre él y dándole una fuerte bofetada.

Tom cayó al suelo más por intentar apartarse que de la fuerza del golpe, aunque le hizo bastante daño en su mejilla y en unos momentos se le pondría colorada y se le marcarían los finos dedos de su hermana.

¡Fuiste un cerdo, te aprovechaste de mi! ¡Fue como si me hubieses violado! —le acusó ella desde la cama mientras la voz le temblaba y sus ojos se le ponían vidriosos.

¿Yo? Pensaba que mientras movías el culito no estabas muy forzada que digamos —la acusó él doliéndose de la bofetada recibida.

Furiosa Cathy gritó y se lanzó sobre él, que seguía en el suelo, golpeándolo con sus puños en el pecho y en la cara. Tom se defendió poniendo sus antebrazos frente a él e intentó coger los de su hermana hasta que lo consiguió, una vez inmovilizados, con un movimiento de cadera la hizo saltar a un lado y caer al suelo, aprovechando para subirse él ahora encima. Mientras la inmovilizaba de nuevo poniéndole los brazos sobre sus pechos, le volvió a hablar.

Hermanita, te guste o no, ya pasó. Ni yo mismo sé como me atreví a hacerlo, pero me salio de dentro, no lo pensé y he venido a pedirte perdón por ello. Por que me siento culpable al ver que te ha afectado tanto —le explicó Tom con voz autoritaria.

Cathy comenzó a llorar a lágrima viva, lo que hizo también emocionarse al duro Tom, quien se ablandó y recogiéndola del suelo la sentó en la cama y la abrazó.

Lo siento Cathy, no le demos más importancia y deja de sentirte culpable. Ambos somos jóvenes, como el prota y nuestras hormonas nos cegaron, ¿vale? —añadió mientras la acunaba en sus brazos.

Tras unos minutos de permanecer en esta posición, se separaron, Cathy se secó sus mejillas cogiendo un pañuelo de papel de una caja cercana y asintió con la cabeza.

¿Baja y comeremos, vale? Voy poniendo las hamburguesas en la sartén. ¡Si no quieres comer carbón más vale que me supervises! —exclamó Tom provocando una leve mueca cómica en sus labios.

Cathy asintió con la cabeza y la mirada puesta en el suelo.

— Bueno, déjame cambiarme y ahora bajo —dijo finalmente.

Tom estaba orgulloso del toque que le había dado a la carne, después de todo cocinar no era “tan difícil”. Para cuando bajó su hermana ya tenía la mesa puesta y las hamburguesas y bebidas servidas.

Comieron sendas hamburguesas con queso y refrescos de cola mientras venían en la tele las noticias locales. Esto propició que no tuviesen que hablar.

Mientras comían y veían la tele de vez en cuando intentaban ver qué hacía el otro por el rabillo del ojo. Pero negándose a dirigirse la palabra mientras tanto, tal vez así fuese mejor. Al terminar Cathy decidió subir a echarse un rato y Tom se subió igualmente a dormir la siesta.

Con el calor pronto despertó, fue al baño y se refrescó la cara, luego decidió ver si su hermana dormía y para su asombro vio que no estaba en su habitación, así que bajó para tomar un baso de agua fresca del frigorífico.

Al no verla tampoco en el salón viendo la tele se alarmó y sospechó si no estaría ella a solas con el libro de las memorias, aquello era inimaginable, ¡romper el pacto!

Sigilosamente se acercó a la puerta del sótano, la abrió sin el más mínimo ruido y bajó los primeros peldaños, asomándose desde el techo bajando la cabeza...

¡Te pillé! —gritó sorprendiendo a su hermana tumbada en el suelo con el libro entre sus manos.

Ella dio un respingo, sintiéndose sorprendida con las manos en la masa y se giró.

¡Qué susto me has dado hermanito! —protestó.

¡Oye, has roto el pacto! Esto es inaudito, juramos que siempre lo leeríamos juntos... —protestó Tom bajando los escalones para acercarse a su hermana.

Bueno Tom es que cuando bajé roncabas como un cabrito y no quise perturbar tu sueño... —se disculpó Cathy.

Ni hablar, has roto el pacto, y tendrás que pagar por ello —dijo Tom inflexible.

Pero si aún ni lo había empezado a leer, anda ven que llegas justo a tiempo —dijo ella invitándolo a tumbarse a su lado en el saco de dormir haciéndole sitio.

Cathy estaba con su top y braguitas acostumbrados para aquellos tiempos de calor y Tom no pudo evitar fijarse lo guapa que era su hermanita mientras se tumbaba a su lado, recordando las suaves caricias que le hizo la noche anterior a su glande con sus pequeños dedos.

Sabes que estás muy guapa, hermanita —le sonrió.

¡No te pases ni un pelo Tom! —dijo ella poniéndose seria—. Lo que pasó pasó, como tú has dicho, y punto.

— ¡Vale! —dijo alargando la ‘e’— ¡Venga leamos otro capítulo de las memorias! Seguro que con eso se te pasa el disgusto —dijo el sonriéndole.

Aunque Cathy fingía seguir enfadada, lo cierto es que en parte ya se le había pasado el disgusto de la mañana, a veces los adolescentes son así, pasan de la ira al llanto, del llanto a la desesperanza, para luego volver a estar “tan ricamente”.

La voz de Cathy comenzó un nuevo capítulo de las memorias, trasportándolos mediante su imaginación a los tiempos donde él vivió su ajetreada adolescencia sexual, en aquella misma casa, tal vez justo donde ahora estaban ellos:

«La verdad es que desde que descubrí a Arel, perdí el interés por Dora, Arel era más joven y su cuerpo más esbelto. Me encantaba follarla manejándola a mi antojo con su cuerpo pequeño. Su culito era tan pequeño y suave, que su chocho casi sobre salía por sus nalgas, por ese motivo me encantaba hacérselo por detrás.

Era una delicia perderme en él y degustar su sensualidad y suavidad a la par que calentura, pues Arel se mostró una folladora infatigable, llegando a montarme a veces ella a mi, mientras movía sus caderas en círculos o bailaba encima mío haciéndome gozar.

Con la boca también se defendía bastante bien, chupándomela con demasiado ímpetu a veces. Una de esas, no pude evitar correrme en sus dulces labios y me recreé mientras ella seguía saboreando mis jugos en su boca, tragándolos como si de agua con azúcar se tratara.

Luego ella, desilusionada, comenzó a acariciarse su raja, desolada por no poder ser follada por mi, que estaba recuperándome de la corrida, me incitó a acariciarla mientras ella se masturbaba, así que me apiadé de ella y sentado entre sus rodillas comencé a explorar su flor.

Lo cierto es que desde que me inicié en el sexo con Dora, ya casi no acariciaba la raja antes de follar y en aquellos momentos volví a tener el joven sexo de Arel ante mi y lo acaricié con mis dedos, perdiéndolos en su interior para penetrarla mientras ella se acariciaba los pechos y se ponía los pezones duros y puntiagudos.

¡Oh el señor acaricia muy bien a Arel, qué dedos tan exquisitos tiene! —exclamaba mientras la penetraba a mi antojo con mis propias manos.

Me acordé de Waldo, cuando el lamió la raja a mi madre e inmediatamente sentí unas ganas irresistibles de imitarlo. Hasta ahora nunca había probado una “joya” como decía ella, y al tener aquella flor, tan negra y joven como la de Arel, quise probarla y no me lo pensé. Hundí mi lengua en su chocho, usándola a modo de minga, notando al instante el dulce sabor salado de los caldos que de allí manaban.

Arel, sin esperarlo soltó un suspiro hondo y profundo y me agarró la cabeza con pasión.

¡Oh señorito, qué me hace usted, nunca antes ningún hombre me hizo lo que usted me pretende hacer ahora! —y exhaló mientras permanecía sentada sobre la paja.

No me desagradó aquel sabor empalagoso y seguí lamiendo los suaves pliegues de su raja con toda mi boca, chupándolos y besándolos por igual, mientras seguía penetrándola con mis dedos.

Arel era incansable y me pedía que siguiese un poco más que ya casi estaba, entonces apretó sus muslos con más fuerza y me cogió la cabeza entre ellos, aunque no me importó sentir su calor y suavidad sobre mis orejas, pues la excitación que me provocaba aquella nueva práctica me tenía absorto y ensimismado en la tarea de comer y beber aquellos jugos que manaban de la joya negra y deliciosa de aquella muchacha de color.

Conseguí sacarle su orgasmo, y luego la dejé respirar y reponerse, pues mi particular “Sr. Jhonson” estaba ya otra vez en pie de guerra, así que la eché en el eno y me puse encima suyo, volviéndola a penetrar y la follé con ganas..

Arel se retorcía debajo de mi, como una culebra estrangulando al conejo, y yo me dejaba seducir por sus caderas y sus movimientos sinuosos.

En un momento dado tuve sus labios enfrente y sentí deseos de besarla, aunque parezca mentira nunca lo había hecho con Dora, salvo castos besos en las mejillas, el cuello y los pechos, así que quise probar aquello que también era tabú en la época y bese sus labios, más tratándose de una chica negra y yo de un blanco. Sin duda mi padre hubiese sentido asco de aquella práctica, una cosa era copular y otra muy distinta besar a una negra.

Ella se sorprendió y extrañó al mismo tiempo, sin saber que hacer se dejó llevar, probamos a besarnos mientras follábamos como cosacos y la excitación crecía y crecía hasta que quise terminar y me volvía a correr en su interior abrasador.

Aquella negra joven y dispuesta me volvía loco. Mi señor padre no sabía lo que se perdía, pues tratándola con cariño, Arel se convirtió en una experta folladora, proporcionándome de placer infinito y momentos casi mágicos de sexo, frenesí y desenfreno.

Luego permanecimos tumbados, recuperándonos de la tremenda cópula que habíamos mantenido y después temiendo que alguien nos descubriera en el techo de aquel granero, decidimos vestirnos y bajar.

Aquella fue la primera vez que nos despedimos con un beso en los labios y a partir de ahí ya no pude volver a verla follar con mi padre, pues los celos me corroían por dentro y no hubiese sido capaz de permanecer impasible mientras este la violaba con sus rudos modales o si le hacía daño con el látigo o le pegaba durante el acto. Para mi Arel se había convertido en un ángel, negro pero ángel al fin y al cabo. Le había cogido mucho aprecio en las pocas veces que había podido encontrarme con ella a solas.

Mientras tanto, mi amigo Albert seguía tan cansino como de costumbre, incitándome a practicar sexo con Dora juntos, así que como yo empezaba a perder interés por ella decidí preguntarle si ella tendría inconveniente en que un amigo disfrutara también de sus encantos conmigo. Dora siempre servicial me dijo que si yo no tenía inconveniente que ella tampoco, así que preparé un encuentro.

Primero le advertí a mi amigo de que me debía un favor y que el día que se lo pidiese tendría que complacerme, por supuesto que él aceptó de inmediato, visiblemente emocionado ante la posibilidad de poder perder su virginidad.

Nos encontramos en una cuadra a una hora en la que los capataces no estaban. Yo me aseguré de que Waldo ese día no anduviese por allí y con todo listo, Dora se presentó, delante de mi amigo y yo en una de las cuadras.

Primero le pedí a Dora que nos las chupara a ambos a la vez, alternativamente. De modo que nos desnudamos y ella sumisamente se arrodilló ante los dos y con sus manos fue frotándonos las mingas hasta conseguir que estas comenzasen a despertar. Luego nos las chupó, primero a mi y luego a él y así sucesivamente fue cambiando de uno a otro chupandonoslas con sus negros y carnosos labios.

¡Jo tío, qué deliciosa habilidad la de tu esclava! —exclamó Albert a mi lado.

Cuidado con tus palabras Albert, Dora es mi niñera, ¿verdad “mamá Dora”? —le advertí tras notar que su lenguaje podía ofenderla.

¡Claro que si señorito, “mamá Dora” siempre servicial con él y con sus amigos —replicó ella no dándose por ofendida.

Luego decidí dar por terminada la sesión y le indiqué a dora que se tendiera sobre unos sacos de grano y se abriese de piernas. Al ver su raja Albert se quedó como petrificado, yo sonreí y le indiqué que se acercara.

Vamos Albert, tócalo suavemente que no te va a morder —agregué sonriente—, a Dora le gusta que se lo toquen, ¿verdad Dora?

¡Oh sí señorito, Dora también disfrutará del sexo con los dos señoritos! —exclamó ella solícita.

Como si no fuese capaz, Albert se resistía a tocar “aquella cosa” así que tuve que coger su mano y acercarla a Dora, frotándole los gordos labios con los dedos de mi amigo Albert.

Venga hombre ella también necesita excitarse para fornicar después —le dije.

¡Oh si claro, claro! —dijo Albert nervioso y ya siguió sólo frotándole los labios.

Tuve que hacer de maestro de ceremonias ante la pasividad de mi amigo, que parecía estar atontado en aquellos momentos. Le descubrí los pechos y acercándolos a ellos le indiqué que se los chupara. Albert obedeció como mecánicamente y los chupó a mis órdenes, mientras seguía metiéndole los dedos desde abajo.

Mientras tanto le ofrecía de vez en cuando la minga a Dora y ésta la chupaba durante unos momentos mientras le ordenaba otra acción a mi poco avezado amigo.

Por fin llegó el momento, le dije que ya podía metérsela. Él nervioso se la cogió con toda la mano y la acercó a aquella raja jugoso, caliente y rosada que Dora le ofrecía con una sonrisa. Tan torpe como antes Albert empujó nervioso y su minga resbaló hacia arriba en el pubis de Dora, luego lo intentó de nuevo y se le fué para abajo. No parecía encontrar el punto de entrada a aquella raja que tan obscenamente se le ofrecía mi esclava.

¡Su amigo es un poco torpe, no atina a meterla en el hoyito de Dora!

Así que Dora se la tomó con la mano y la colocó justo en la entrada, manteniéndola firme mientras Albert la empujaba y la deslizaba hasta el fondo, chocando bello contra bello.

Albert resopló al sentirla tan dentro y entonces le aconsejé que no fuese muy deprisa para no correrse en seguida. Yo, como espectador, permanecía a su lado y era testigo de toda su cópula, pudiendo ver cómo la vara blanca entraba en aquel cuerpo negro.

¿Está bueno, eh? —le dije yo golpeándo su hombro fanfarroneando.

¡Oh tío, esto es lo más maravilloso del mundo! —replicó él aferrándose a sus muslos mientras seguía penetrándola.

 

Para que no se corriese le sugería que se apartara unos momentos y que continuase yo un rato la fornicación, turnándonos. A ella no le molestó la idea y a Albert tampoco, así que tras el relevo alardeé de mis facultades, copulándo con ella con rápidas embestidas mientras agarraba sus rollizos muslos levantados junto a mis costados.

Mi amigo quedó ciertamente impresionado por mis habilidades amatorias, luego le ofrecí continuar y solícito se aprestó a meterla de nuevo. Esta vez, con la práctica recién adquirida no falló al deslizar su capuchón rojo entre los mullidos y gruesos labios de la raja, empujándola con ganas.

He de admitir que mi amigo Albert tenía una buena minga, en cierta medida sentía envidia por su tamaño, mayor que la mía, pero como amigos que éramos me alegraba de haber cumplido su deseo de fornicar con una raja de carne de verdad.

Mientras seguía viéndolos copular, no podía explicarlo pero me daba morbo ver cómo lo hacían, ser un simple espectador de su acto, ver cómo penetraba una y otra vez a mamá Dora” y cómo esta le sonreía sumisa mientras lo hacían. Tanto es así que me animé a meneármela delante de ellos.

Albert me dijo que ya no podía aguantar más y que se iba a correr, así que dándole una palmada en su blanco trasero le animé a empujar más fuerte y éste obedeció sonriente acelerando el ritmo de sus culadas, gritando como un descosido cuando terminó dentro de ella y le soltó su blanco esperma dentro.

Al final, cayó exhausto entre sus grandes pechos, siendo acogido por ella con sus brazos como si lo acurrucase.

Venga picha blanca —le dije yo invitándolo apartarse—. Se terminó tu turno, ahora me toca a mí —añadí.

Tanto mirar me había puesto bastante caliente así que empujé a Dora con ganas y esta se retorció bajo mi enclenque figura disfrutando de su orgasmo mientras no me detuve en mis culadas hasta mezclar mi leche con la de mi amigo dentro de la gran raja de Dora. Luego lo pensé, estaba compartiendo la raja de mi esclava con mi amigo, sin duda la sensación era poco menos que inquietante.»

¡Jo que fuerte! ¿No? —dijo Tom cuando Cathy terminó la página del capítulo, hasta se montaron un trío entre los dos amigos y la niñera.

Pues si, este chico no se detenía ante nada el tío —contestó Cathy—. Me traes agua Tom, tengo al boca seca.

— ¡Eso está hecho hermanita! —dijo él levantándose al instante.

Al bajar los escalones su hermana sonrió.

— ¿Qué te ocurre?

Nada, es sólo que me hace gracia, ver cómo se te pone tiesa hermanito —le confesó y efectivamente era cierto, Tom estaba ya tan acostumbrado a excitarse con las lecturas de aquellos relatos, que se le olvidaba que su hermana estaba junto a él.

¡Oh si, bueno como siempre! ¿Tú también te pones cachonda, verdad hermanita? —preguntó él.

¡Claro que sí tonto! Las mujeres también nos excitamos, aunque no se nos vea tan explícitamente como a vosotros.

Se os lubrica la vagina, ¿verdad? —dijo Tom muy educadamente evitando pronunciar la más obscena palabra “coño”.

Pues si, justamente ese es un síntoma de excitación —asintió ella muy sinceramente—. A veces hasta nos huele un poquito y todo. Pero, ¿tengo sed lo sabías? —le preguntó con ironía.

¡Oh si claro, ya subo! —sonrió Tom.

Cathy se relajó mientras su hermano le traía el agua y como solía hacer exploró sus delicada flor allá abajo y encontró lo que esperaba, humedad, suavidad y cuando sus dedos mojados se acercaron a su nariz... el aroma de la calentura —suspiró.

Su hermano volvió ya con el agua y esta lo esperó sentada en el saco de dormir con las piernas flexionadas como si hiciera la flor de loto.

Oye, hermanita, continuando por donde íbamos, ¿ahora te huele? —dijo Tom haciendo ademán de acercarse a sus braguitas a olerlas.

¡Quita quita, no seas obsceno Tom! —dijo Cathy sonriendo mientras lo sujetaba por los hombros.

Oye, pues me acuerdo de cuando el prota le comió el coño a la esclava negra y hablaba de los jugos que salen de ahí.

¿Si, y eso? —preguntó Cathy tomando un sorbo del agua que le había traído.

No sé, me excita pensar en su sabor y en su olor como tú dices... ¿No te gustaría que te lo comiese? Lo haría encantado si tú quisieras ahora mismo hermanita —le confesó para su asombro.

¡Oh! Pues vaya hermanito, no me esperaba una proposición así, la verdad —contestó Cathy, lo cual extraño a su hermano quien esperaba una negativa en redondo.

¿Entonces te gustaría? —insistió él albergando alguna esperanza.

¡Claro que no tonto! Eso sería una guarrería y somos hermanos, ¿recuerdas?

Pero seguro que te gustaría, Cathy, tú nunca has sentido una boca ahí, ¿verdad? —volvió a arremeter Tom.

El muchacho estaba tumbado junto a su hermana, de lado como ella y tras la última pregunta sin esperar confirmación se abalanzó sobre sus braguitas, metió la cabeza entre sus muslos y clavó su nariz allí mismo, oliendo el fuerte aroma de su sexo. Cathy, malhumorada se lo sacó de encima y le hizo incorporarse.

Estás loco Tom, ¡no hagas eso sin mi permiso! ¿Me oyes? —dijo mostrando su enfado.

Tom estaba oliendo aún en su mente su sexo, y eso que sólo lo había tenido cerca un instante, y eso que lo había olido a través de la tela, pensó que tras ella debería ser aún más intenso aquel olor.

¡Es verdad hermanita, te huele...! —dijo Tom—. No sé, ¡es un olor extraño! —añadió él pensativo.

Cathy se mostró enojada pero no dijo nada, permanecía frente a él y sólo su silencio se interpuso entre ellos mientras su hermano se evadía en su mente intentando asimilar el olor a coño a algún otro olor parecido.

Ahora incluso puedo olerlo desde aquí —dijo—. ¿No te gustaría que te lo comiese un poco? Seguro que te gustaría... —dijo Tom mientras miraba los muslos ahora cerrados de su hermana.

¡Pero Tom, es que esto no está bien, somos hermanos y no debemos... no podemos...! —se limitó a protestar Cathy, pero esta vez más pacíficamente que las veces anteriores.

Venga hermanita —dijo Tom inclinándose frente a ella, poniendo su cara junto a sus muslos y abrazándola piernas incluidas.

¡Es que es una guarrada Tom! Es verdad hasta yo puedo olerme ahora como tú has dicho —le confesó ella.

¡Oh sí, es un olor delicioso! Déjame sentirlo un poco más cerca —dijo el chico y le abrió suavemente las piernas para meter su cabeza entre sus muslos, muy cerca de su sexo por las braguitas tapado.

Tom, sintió que ésta anhelaba el goce que él le ofrecía, pues ya no hacía intentos por apartarlo de sus muslos. Deseó probar su fruta prohibida, su joya virgen así que se los abrió un poco más y se acercó un poco más a sus braguitas hasta rozarlas con su naríz.

El chico aspiró de nuevo el aroma de su sexo y en aquel momento supo que ella consentiría sus caricias. Clavando su nariz la tela y sacó su lengua lamiéndola en el punto donde empezaba su surco. Ella lo sintió tan íntimas caricias y se echó hacia atrás para dejarle paso. Su nariz le provocaba escalofríos con el sólo roce de su pubis y se le erizaban los bellos de su piel, no pudiendo evitar soltar una risita nerviosa.

Sus dientes mordisquearon el algodón y se rozaron con los pelillos suaves y rubios que él sabía que yacían bajo ella, mientras su hermana abría un poco más de piernas y lo dejaba acomodarse entre sus muslos para tener un mejor acceso a su sexo.

El lamió sus ingles, sintiendo el sabor salado del sudor su suave piel tras contactar con su lengua por primera vez, tan cerca de su rajita, que él también sintió escalofríos de pensar que en unos segundos su lengua degustaría sus jugos y adentraría en aquella tierra ignota.

Palpó con sus yemas sus braguitas siguiendo su surco unas cuantas veces y notó cómo la tela de algodón se humedecía y pensó cuan lubricada estaría ella en aquellos momentos.

Sin querer esperar más, apartó la tela de sus ingles a un lado, como las cortinillas que tapan el cartel de una inauguración cuando éste se descubre y en este caso el cartel fue su rajita rosada, cubierta por finos pelos rubios y ligeramente entreabierta, con sus labios delicadamente plegados en forma ondulada, con la piel blanca y suave de sus ingles, formando una visión embriagadora, sin duda toda una inauguración.

— ¡Oh Tom, no te quedes mirándolo, que me muero de vergüenza! —le confesó su hermana tras su extasiada contemplación.

¡Oh perdona, es que es tan bonito! —soltó el muchacho tras contemplarlo.

¿En serio? —preguntó Cathy muy colorada en aquellos momentos de intenso rubor.

El muchacho ya no contestó, como si no la hubiese oído, con su lengua recorrió de nuevo sus ingles y se fue acercando a su raja, pasándola por sus pelillos hasta perderse en ella, abriendo sus labios suaves y sonrosados, como los pétalos de una flor que madura, sintiendo como sus jugos se juntaban en sus papilas gustativas y su pituitaria se saturaba por un intenso sabor y olor salados.

En la penumbra del sótano, se podía sentir el fuerte olor a sexo ahora que lo había descubierto. Lo lamió con la delicadeza de quien prueba una fruta exquisita, lo siguió lamiendo una y otra vez, de abajo a arriba y vuelta a empezar. Llegó incluso tan abajo que lamió su cerrado ojal sin darse cuenta y elevó a Cathy a unas cotas de placer insospechado, tanto fue así que esta comenzó a gemir como hacía su madre en las noches de lujuria con su padre.

Bebió sus jugos sin encontrar hartura de ellos, besando su chochito, pensó en su clítoris y trató de localizarlo, nunca antes había aplicado conocimientos prácticos de ciencias naturales, en este caso de anatomía femenina y en su mente se formó el esquema de la vulva femenina, recordando que su clítoris estaba arriba, justo donde sus labios mayores se juntaban, así que hacia allí se encaminó con su traviesa lenguecilla.

Cathy a estas alturas se retorcía de placer, jadeando y tragando saliva hasta quedársele la boca seca aguantando como podía las dulces acometidas de la lengua de su hermano, hasta que su cuerpo se tensó y se arqueó como su fuese a disparar una flecha para a continuación creerse morir en un mar de placer mientras su cuerpo sufría las convulsiones y el frenesí, más intenso que cualquier masturbación previa que hubiese hecho antes.

Al final ambos hermanos terminaron tumbados, el uno junto al otro, respirando profundamente, recuperándose de las intensas sensaciones vividas.

Gracias hermanito, ¡me ha gustado mucho que me comas "el coño"! —puntualizó riendo.

Gracias hermanita, ¡me ha gustado mucho comerte "el coño"! —replicó él siguiéndole el juego.

Después de todo, tal vez esto no sea tan malo, ¿no? —pensó en voz alta Cathy.

Yo creo que no, es como jugar a médicos y enfermeras —sugirió Tom a su lado.

Tras unos minutos de descanso, Cathy decidió dejar de ser pasiva y palpó sus calzoncillos, pues Tom mantenía una tremenda erección. Lo agarró decidida a masturbarlo y comenzó a meneársela a través del slip.

¡Ahora es tu turno hermanito!

¿Me masturabarás? —preguntó Tom con inocencia.

Y sí y te correrás en mis manos, ¡ya verás! —sonrió ella.

Recostada Cathy siguió moviéndolo hasta que se hizo patente que su slip iba a estallar. Entonces lo descubrió y como antes hiciera él con su flor, quedó extasiada con la visión de la verga poderosa de su hermano, la agarró y admiró su dureza con apenas una leve presión de sus yemas.

¡Qué bonita es! —confesó ahora Cathy.

¿En serio? —rieron ambos ante la repetición de la conversación.

Cathy comenzó a moverla ya fuera del slip, mientras Tom sentía gran placer tan solo por el hecho de notar como una mano ajena lo hacía. Ella se mantenía recostada junto a él, de forma que este decidió juguetear un poco más con su chochito, metiendo un dedo entre sus muslos y palpando la lubricidad que aún mantenían sus labios vaginales. Esto le sirvió para excitarse más y también fue del agrado de ella.

De forma que acelerando su masturbación, Tom no tuvo muchas oportunidades de aguantar más y rindiéndose en su segundo orgasmo su verga fue derramando el líquido seminal aún blanquecino, por entre los dedos de la mano que asía su verga.

Extasiado Tom tenía los ojos cerrados y aún olía el olor del sexo, y mientras esto pasaba, recordó las palabras del libro: “¡Y ese olor! El olor del sexo inconfundible, el olor del placer y de la calentura”. Sin duda estas sensaciones ya vividas, permanecerían para siempre en su memoria.

Cathy llevó la mano con la que masturbó a su hermano a la frente, la sentía mojada por el semen, líquido y caliente que había derramado su hermano sobre ella unos instantes antes y ahora caía en la cuenta de que no se la había limpiado.

Sin que él lo percibiera, la olió y descubrió que la leche también tenía su olor. Disimuladamente sacó su lenguecilla y raspando sus yemas y la saboreó, el sabor de la leche pensó. Lo cierto es que no le disgustó mucho en principio, así que sin que Tom lo percibiera se chupó los dedos aún impregnados de semen y lo saboreó con gusto, después de todo no está tan mal, dijo para sus adentros...

- Para terminar -

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Y como siempre: ¡Mil gracias!

 

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Vaquero de Ciudad (3)

Vaquero de Ciudad (2)

Vaquero de Ciudad (1)

El secreto de Beatriz (3)

El secreto de Beatriz (2)

El secreto de Beatriz (1)

Un Guiño del Destino (Ellos)

Un guiño del destino (Ella)

Un guiño del destino

Caluroso Verano (7)

Caluroso Verano (6)

Caluroso Verano (4)

Caluroso Verano (5)

Caluroso Verano (3)

Caluroso Verano (2)

Caluroso Verano (1)

Soy Puta (1 y 2)

Soy Puta (8)

Memorias, entre el pasado y el presente (7)

Soy Puta (7)

Memorias, entre el pasado y el presente (6)

Memorias, entre el pasado y el presente (5)

Soy Puta (6)

Memorias, entre el pasado y el presente (4)

Soy Puta (5)

Memorias, entre el pasado y el presente (1)

Soy Puta (4)

Memorias, entre el pasado y el presente (2)

Soy Puta (3)

Soy Puta (1 y 2)

Memorias, entre el pasado y el presente (3)

Memorias, entre el pasado y el presente (2)

Memorias, entre el pasado y el presente (I)

Memorias (10)

Memorias (8)

Siete madres desesperadas (3)

Siete madres desesperadas (2)

Siete madres desesperadas (1)

Memorias (7)

Memorias (6)

Memorias (5)

Memorias (4)

Cartas de mamá (5 y fin)

Cartas de mamá (4)

Cartas de mamá (3)

Cartas de mamá (2)

Cartas de mamá

Violación e Incesto (3)

Violación e Incesto (3)

Violación e Incesto (3)

Violación e Incesto (2)

Violación e Incesto

Like a Dream (8)

Like a Dream (7)

Like a Dream (6)

Like a Dream (5)

Like a Dream (4)

Like a Dream (3)

Like a Dream (2)

Like a Dream (1)

El secreto de Adam (3)

El secreto de Adam (2)

El secreto de Adam

Un guiño del destino

Memorias (24 y fin!)

Memorias (23)

Memorias (22)

Memorias (21)

Memorias (20)

Memorias (19)

Memorias (18)

Memorias (17)

Memorias (16)

Memorias (15)

Memorias (14)

Memorias (13)

Memorias (12)

Memorias (11)

Memorias (10)

Memorias (9)

Memorias (8)

Memorias (6)

Memorias (5)

Memorias (3)

Memorias (2)

Memorias (1)

Soy puta (12 y fin)

Soy puta (11)

Soy puta (10)

Soy puta (9)

Soy puta (8)

El erotismo vive en mi interior...

Soy puta (7)

Zorro Blanco: Esta es mi historia...

Soy puta (6)

Soy puta (5)

Soy puta (4)

Soy puta (3)

Soy puta (2)

Soy puta (1)

El coma (3)

El coma (2)

El coma (1)

Caluroso verano (10 y fin)

Caluroso verano (9)

Diario de una universitaria (7)

Caluroso verano (8)

Caluroso verano (7)

Caluroso verano (6)

Caluroso verano (5)

Caluroso verano (4)

Caluroso verano (3)

Caluroso verano (2)

Caluroso verano

Náufragos (4 y fin)

Náufragos (3)

Náufragos (2)

Náufragos

Diario de una universitaria (5)

Diario de una universitaria (6)

Diario de una universitaria (4)

Diario de una universitaria (3)

Diario de una universitaria (2)

Diario de una universitaria

Posición dominante

El Admirador (05)

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El Admirador (01)