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Soy puta (7)

en Amor filial

15

Este fin de semana Ángeles le propuso a Lucía irse a una casa rural muy barata que había encontrado por Internet a pasar el fin de semana, a Lucía le pareció una idea excelente y no se lo pensó dos veces, sólo puso como condición que ella pagaría la mitad de los gastos, pues Ángeles quería invitarla con todos los gastos pagados. Así que aunque Ángeles insistió hasta la saciedad, Lucía esta vez se mantuvo firme.

Así que se montaron en el coche de Ángeles el viernes por la tarde, después de comer y emprendieron el viaje. Les esperaban unos 220km de viaje, estimaron que tardarían entre 2 y 3 horas en llegar.

En el coche fueron muy animadas, conversando y admirando el paisaje, especialmente cuando abandonaron la autopista y tuvieron que ir más despacio, por una nacional con demasiadas curvas. De modo que llegaron al caer la noche a un paraje ciertamente alejado de ningún pueblo, tras no pocas vueltas por los alrededores, preguntando en algún cortijo por el que pasaron, llegaron por fin a su destino.

Allí les esperaba su casero, un tal Dionisio o Dioni para los amigos, que estaba en la puerta junto a su viejo renault 4 cuando sus focos lo deslumbraron, mientras tímidamente el coche de mercedes se adentraba por aquel carril de tierra ronroneando a muy baja velocidad.

Tras los saludos pertinentes, el hombre les acompañó a la casa y se la enseñó por dentro. La casa era muy típica de pueblo, con sus techos de vigas y cañizo repellado con yeso, formando hileras de vigas paralelas pintadas en beige y espacios blancos de unos cincuenta centímetros pintados en blanco y lisos. En la primera planta estaba el salón comedor, la cocina y un cuarto de baño y en la segunda planta había tres dormitorios, de ellos sólo dos estaban operativos, pues el tercero decían que lo estaban acondicionando, que no estaba terminado y lo usaban de trastero. Así que de los que quedaban tenía cada uno una cama de matrimonio. Ante este detalle preguntaron al hombre quien sólo dijo que bueno como eran las camas que tenían cuando vivían allí pues así se habían quedado, aunque sí les hizo hincapié en que los colchones eran nuevos.

La casa estaba bien cuidada y mantenía ese aire antiguo y viejo de los cortijos del sur de la península. Hasta las llaves de la luz eran de tornillo giratorio en lugar de ser de pulsador y los cables estaban trenzados y discurrían por fuera de la pared entre los diversos puntos de luz.

De modo que hecha la visita el casero les entregó las llaves y quedó con ellas para la tarde del domingo donde se las recogería para su salida y posterior regreso del fin de semana.

Así que cuando el viejo renault 4 se perdió por el camino por donde habían llegado ellas, como estaban cansadas decidieron cenar algo rápido y acostarse. De manera que pensaron en cómo se ubicarían para dormir. En este sentido Lucía le propuso que se acostara Ángeles y su hijo en una habitación y ella ocuparía la otra. Ángeles no estaba muy convencida de dormir junto a Fran, ya que temía que el muchacho, al tenerla al lado tuviese digamos "tentaciones", así que se mostró reacia hacia esta idea, pero por otro lado cuando se lo dijeron a Fran el dijo que la casa le daba un poco de miedo y no quería dormir sólo así que no les quedó otra que una de las dos se acostase con Fran y aunque Ángeles preguntó a Lucía si ella quería dormir con su hijo, Lucía fue tajante y dijo que ella necesitaba mucho silencio para dormir y que sino no pegaría ojo en toda la noche. Así que quedó claro que no tenía otra alternativa más que compartir cama con su hijo.

A la mañana siguiente Ángeles quedó en despertar a Lucía pues querían salir ha hacer senderismo temprano, antes de que hiciese calor para ver los alrededores así que quedó en despertarla a las 8 de la mañana. Así que cuando llegó la hora Lucía estaba con los ojos pegados y medio atontolinada por el madrugón al que en absoluto estaba acostumbrada.

Cuando bajó como sólo había un baño y estaba Ángeles en él, entró con ella ha hacer un piss de urgencia. Así que mientras una se lavaba la otra hizo lo propio en el váter.

- Oye Lucía, hay que ver lo moderno que tienes el chirri, ¿no? -le dijo de repente Ángeles al verla secarse su chochito tras terminar.

- ¿Por qué lo dices? -preguntó Lucía aún medio dormida.

- No nada, es que al vértelo tan depilado me ha llamado mucho la atención -afirmó Ángeles con una sonrisilla.

- Uy pues si, bueno es que yo me lo depilo, ¿tú no? -contestó Lucía despabilándose.

- Yo un poco nada más, pero no hasta el extremo de parecer una adolescente, ¡es que lo tienes liso liso! Vamos como cuando yo aún no tenía pelillos ahí.

- ¡Bueno, es que a mi me gusta ir así, me siento más cómoda! -exclamó Lucía sin complejos-. Me lo hacen en un centro de belleza muy cerca de donde vivimos, si quieres algún día te llevo a que te hagan un "trabajito" -bromeó Lucía acercándose al lavabo para lavarse la cara a ver si conseguía despegarse los párpados del sueño que tenía.

Tomaron un café rápido y pusieron a Fran su colacao gigante y algunos dulces. Se prepararon unos bocadillos para tomarlos durante el paseo, para así no entretenerse.

Comenzaron a caminar por un sendero junto al cortijo, subiendo unos cerros, a medida que ascendían iban disfrutando del paisaje cuajado de olivos que se vislumbraba por las colinas cercanas. Ciertamente el paisaje es gustó, acostumbradas a no salir de la ciudad, fue como una bocanada de aire fresco cuando se sale de un ambiente viciado.

- ¿Cómo has dormido Ángeles? -se interesó Lucía.

- Bien, más o menos -admitió Ángeles con la respiración entrecortada por la caminata.

- Y Fran, ¿como se portó anoche? -agregó.

- Bueno, anoche el pobre llegó rendido de tanto coche y al minuto de tumbarse ya estaba roncando. Pero esta mañana se levantó ahí todo empalmado, ¿sabes? Debe ser normal en los hombres pues a mi marido, recuerdo que también le ocurría.

- ¿Si? ¡Venga ya! ¿Y qué has hecho?

- Pues nada, aguantarme, me ha arrimado la cebolleta al trasero y hasta me ha empujado, ¿sabes? -le confesó Ángeles bajando la voz para que Fran, que iba un poco adelantado no la oyera.

- ¿Y no lo has aplacado mujer? Ya sabes hacerlo, ¿no? -le propuso Lucía.

- Bueno si, desde la otra semana ya le he hecho un par de pajas, ¿sabes?

- ¿Cuando? -le preguntó Lucía mostrando cierta sorpresa, para que se lo contara, pues le daban mucho morbo estas conversaciones con su amiga.

- Bueno pues, esta semana, una noche se presentó en mi cuarto e intentó acostarse en mi cama y abrazarme, vamos que me despertó y me dio un buen susto. Así que le dije que por favor se fuese a su cama y entonces, va y me arrima lo mismo, la cebolleta bien dura, ya sabes...

- ¿Y qué hiciste?

- Pues nada, viendo como estaba el pobre se la saqué de los calzoncillos y me puse a meneársela allí mismo, bajo las sábanas -le confesó ni corta ni perezosa su amiga, asumiendo este acto como lo más normal del mundo, pues en el fondo parecía haberse acostumbrado después de la experiencia en el cine.

- ¿Y no pensaste en hacerlo con él? Mujer, tú también estás necesitada, ¿no? -bromeo Lucía.

- Hija ya te he dicho que me da mucha vergüenza cada vez que le hago algo, y la verdad es que si te soy sincera, cuando yo me vi allí meándole aquel pedazo de po... bueno si de pollón, pues una no es de piedra, ¿sabes? Tengo que admitir que mientras se la meneaba con una mano, disimuladamente con la otra me estuve acariciando, bajo mis braguitas. Y la verdad es que por mi cabeza pasaron pensamientos obscenos y obscenísimos, así que tuve que contenerme. Mientras lo hacía pensé en lo guarra que era por meneársela a mi propio hijo, pero inmediatamente asumí que de no ser así el pobre no tendría quien lo desahogara de tanta libido y hormona contenidas en tan poco espacio.

<<Y nada, al final admito que hasta me atrevía a comérsela, porque me acordé del cine y no sé... como que me apeteció hacérsela y se la hice -se sinceró Ángeles por la confianza que ya sentía hacia la chica.>>

- Claro mujer, tú no te cortes, ya te he dicho yo que lo que hagas con él queda entre tú y el, bueno, ¡y yo que también me gusta que me lo cuentes! -rió Lucía.

- ¿Si?, bueno a mi también me ayuda el contártelo, para no sentirme como una guarra o una pederasta o algo así -le confesó Ángeles tomándola del brazo.

- Mujer, pederasta no eres, porque Fran técnicamente es ya mayorcito de edad -matizó Lucía, pues el muchacho ya había cumplido los 18.

- Hombre pues tienes razón, pero da igual es mi hijo y aún me da vergüenza pensar que puedo hacerle estas cosas, pero en el fondo lo hago por su bien, aunque bueno, yo también disfrute en cierta manera haciéndoselas. Después de todo es sangre de mi sangre y me emociona verlo disfrutar de esa manera cuando su pedazo de miembro estalla literalmente en mis manos y lo siento palpitar entre mis dedos... uffff. ¡Es qué me está dando hasta sofocos al recordarlo!

- Bueno chiquilla, pues nada como te siempre te digo, disfrútalo tú también que él ya lo disfruta gracias a ti. Bueno, ¿y al final que pasó? -preguntó Lucía devolviéndola a la historia que le contaba.

- ¡Oh vale, ya sigo! ¡Qué impaciente eres mujer! Pues nada, que mientras se la chupaba también seguía masturbándome y sin darme cuenta... ¡Se corrió en mi boca!... La verdad es que cuando lo noté me dieron unas arcadas tremendas, pero pensé en que mancharía la cama y a esas alturas de la noche no me apetecía cambiar toda la ropa de cama, así que aguanté con la boca en la punta, apreté los labios para que no se escapara nada y esperé a que se detuviese. No veas, era la primera vez que me pasaba algo así y no se ni cómo se me ocurrió hacerlo, pero al final lo hice y cuando terminó pues tuve que salir corriendo al lavabo y lo escupir todo.

- ¡Vaya mujer, eso no es para tanto! No pasa nada... -se jactó Lucía.

- Oye, es que yo soy muy tradicional -se excusó Ángeles-. ¿Es que tu es que dejas que se corran en tu boca tus ligues? -le preguntó Ángeles extrañada.

- Bueno mujer, ya son otros tiempos y la verdad es que un novio mio me lo pedía insistentemente hasta que un día lo probé y nada lo aguanté un poco y luego lo escupí. En cambio una amiga lo hizo con el suyo y decía que era incapaz de aguantar el líquido en su boca, ¡hasta vomitaba y todo! -le confesó Lucía recordando viejos tiempos de adolescencia.

- Pues yo la verdad es que me dio un poco de repelús, y después me tuve que lavar los dientes como tres veces, pero al final tampoco es que me muriese de asco vamos. Pero en fin, tampoco se si sería capaz de repetirlo.

- Si te entiendo, a mi al principio también me daba asco, pero bueno poco a poco se me pasó y hasta acabó excitándome, pensar en que me descargaría en la boca en cualquier momento mientras se la chupaba.

- Entonces es que lo has hecho muchas veces, ¿no? -se extrañó Ángeles

- Bueno si, alguna que otra vez sí que lo he hecho -admitió Lucía con una sonrisa picarona, mientras recordaba que era lo que más le demandaban sus clientes.

- ¡Jo hija es que tu eres muy moderna! -protestó Ángeles devolviéndole su estupenda sonrisa.

- Oye, y tú al final entonces qué hiciste, ¿te masturbaste?

- Pues si, cuando estaba en el baño cerré la puerta y me puse en el váter, ahí toda espatarrada lo hice. Para colmo en mi váter el espejo que está justo en frente, sobre el lavabo y de vez en cuando me miraba ahí con la cara de excitación con los ojos medio cerrados y pensaba "pero qué puta eres hija". Y no sé esto hasta me daba más morbo, ¿tú lo entiendes?

- Bueno si, supongo que toda mujer en el fondo a veces fantasea con ser una puta, ¿no? -afirmó Lucía sonriendo mientras pensaba: "si yo te contara...".

- Pues eso, que me sentí como una furcia allí masturbándome, estuve como un rato y hasta que me corrí. No veas qué gusto, la verdad, yo no se si fue el estar tan caliente o el verme así tan puta frente al espejo, después de chupársela a mi hijo y que se corriese en mi boca que me corrí por todo lo alto.

- Pues nada, hiciste bien mujer, creo que hasta yo me estoy poniendo cachonda nada más de oírte -rió de nuevo Lucía.

- Ya te digo. ¿Sabes?, llegó un momento que me apeteció penetrarme con algo, pero como no tenía nada a mano, y no quería parar de masturbarme pues... me da vergüenza confesártelo, pero busqué algo para meterme allí mismo en el baño, y no encontraba nada apropiado hasta que me fijé en un desodorante roll-on... ¡Y terminé usándolo de vibrador! -le confesó Ángeles un tanto avergonzada.

- Bueno mujer, no te avergüences, yo alguna vez también me he metido cosas raras, como por ejemplo un plátano o una salchicha de esas gordas... Como ves todas hacemos "locuras" por placer -afirmó Lucía mientras se reían y continuaban el camino cogidas del brazo.

- Al final salí del baño, ya más calmada y Fran se quedó frito en mi cama a sí que esa noche dormí con él. Qué le vamos ha hacer.

- Y esta noche, ¿no ha pasado nada? -insistió Lucía.

- ¡Que no chica! Que estaba muy cansado de ayer y se quedó "roque" nada más entrar en la cama. Eso si esta mañana se ha levantado hiperactivo, como ya te he confesado -explicó Ángeles a Lucía haciéndole la confidencia cerca de su oído.

Cuando llevaban ya más de una hora caminando, se sentaron a la sombra de un olivo y se tomaron un descanso, aprovechando para sacar los bocadillos y los refrescos. Allí bromearon con Fran y se rieron juntos, descansando un rato más antes de continuar.

El paseo se les hizo largo y cuando volvieron al cortijo el sol estaba ya en todo lo alto y hacía mucho calor, así que volvieron con la ropa imprescindible y bastante sudados. Eso si, al entrar el la casa daba gusto el fresquito que hacía en la planta baja, con aquellos muros de piedra de cerca de un metro de espesor, que aislaban bastante bien del calor exterior.

Antes de almorzar fueron pasando por la ducha, primero se duchó Ángeles, para luego ir preparando la comida, luego pasó Fran mientras Ángeles preparaba la comida. En ese momento Lucía se coló en la ducha y sorprendió al muchacho que tampoco se asustó al verla entrar, sino más bien todo lo contrario, le sonrió gratamente. Lucía estuvo "jugando" con él, frotándole la espalda, y lavándolo bien por todos sus rincones, pene, glande y testículos incluidos, quedaron relucientes. Se divirtió mientras lo hacía y ni que decir tiene que Fran la deleitó con la visión de su miembro viril en todo su esplendor mientras las gotitas de agua le caían y salpicaban entorno a él. Después lo secó y pensó en hacerle una mamada, pero prefirió conservarlo así, calentito para la noche. Así que tras terminar le dijo que se vistiese y luego se duchó ella.

El agua fresca la calmó del calentón que se había pegado duchando al muchacho, cuando sus dedos se perdieron entre los pliegues de sus dulces labios vaginales, sintió escalofríos y el suave tacto del lubricante natural que ya la había preparado para una posible penetración. Se aseó bien y prefirió esperar ella también el transcurso de los acontecimientos que estaban por llegar.

Tras la comida todos estaban cansados así que se echaron la siesta y dejaron que cayese un poco la tarde para después levantar se a eso de las seis y salir a dar otro paseo.

En el segundo paseo encontraron un burrito por las inmediaciones, el animal estaba atado con una cuerda larga a una estaca de madera y les pareció muy curioso. A Fran le llamó mucho la atención, así que Lucía, que era la más atrevida, se acercó a acariciarlo para ver si lo podían tocar. Entonces comprobaron que el animal era noble y dócil. Así que acabó siendo acariciado por los tres. El detalle fue curioso porque cuando se quisieron dar cuenta, el animal resultó que se había empalmado y una larga verga negra de más de 50 centímetros apuntaba al suelo. Lucía lo advirtió y Ángeles al verlo no pudo contener sus risas. Hasta a Fran le pareció simpático el animalito exitado.

- ¿Has visto el pollón que se le ha puesto al burrito? -comentó Lucía divertida.

- ¡Uf cariño, vaya herramienta tiene el bichito! ¿No? -añadió Ángeles.

- Mamá, al burrito se le ha puesto dura -dijo el inocente Fran, señalando hacia la parte varonil del animalito.

A todo, esto el burro pareció oír los comentarios sobre su miembro y respondió rebuznando. Lucía sintió curiosidad y se acercó a los cuartos traseros acariciándolo por la panza, cada vez más cerca de su pollón negro.

- Lucía, ¡déjalo a ver si te va a soltar una coz! -le advirtió Ángeles prudentemente.

- ¡Qué va Ángeles, parece muy manso! -respondió Lucía, cada vez más cerca de su pollón-. Esto es una experiencia única y quiero aprovecharla.

El animal se mostraba tan dócil como antes así que cuando Lucía le cogió el inmenso rabo, apenas se movió. Lucía tomó confianza a partir de aquí y con ambas manos le acarició la enorme herramienta, consiguiendo que ésta se endureciera más y más.

- ¡Mira qué pollón se le está poniendo Ángeles! -dijo con alarma.

- ¡Um ya veo, y el muy cabrón se deja y todo! -agregó Ángeles.

- ¿Se la quieres tocar? -le ofreció su amiga.

- ¡Oh no! Yo lo sujeto por delante por si tiene una mala reacción.

- Bueno tu te lo pierdes -respondió Lucía, siguiendo con su masturbación animal.

Para sorpresa de Lucía, al otro lado apareció Francisco, quien se puso en cuclillas y también le quiso tocar el miembro al burrito. Así que por qué se lo iban a impedir, de modo que lo dejaron hacerlo igualmente.

Todos estaban un tanto curiosos con el portento de la naturaleza animal. La verdad es que resultaba raro, ver a Fran, agachado frente a Lucía, tocando también el enorme falo de aquel animal, pero tampoco era cuestión de regañarle por algo que también estaba haciendo Lucía.

Como experta en la material Lucía se propuso darle un gustito al animal y se lo haría "gratis", pensaba por dentro mientras lo masturbaba. Así que puso todo su empeño en conseguir una corrida de aquella magnífica polla, tenía curiosidad por ver cuan copiosa podía llegar a ser esta.

Cuando ya llevaba un rato dale que te pego, descubrió a Ángeles la mirándola, así que se levantó y la tomó del brazo para acompañarla hacia la parte "sensible" del animal.

- Anda y no seas tonta, de esto no hay en la ciudad, será divertido -le dijo cogiéndola de la mano y acompañándola junto al pollón del equino.

Ángeles tomó el relevo y siguió meneando aquella poderosa verga, Lucía dio la vuelta y pidió a Fran que le dejara sitio y se puso a ayudar a Ángeles, de modo que cuatro manos femeninas hicieron el trabajo requerido. Cuando menos lo esperaban el animal se convulsionó y un potente chorro las sorprendió, como si de una fuente se tratase, la punta de aquel pollón escupió una primera andanada de blanca leche, que fue seguida de otros chorros que iban cayendo al suelo formando pequeños charquitos, que posteriormente iban siendo desecados por la árida tierra. Mientras tanto todos gritaron de sorpresa y Lucía y Ángeles siguieron estrujando la herramienta del burrito hasta escurrirla por completo.

- ¡Vaya corrida, te has fijado! -exclamó Ángeles tras verla.

- ¡Oh si, cuanta leche tú, no había visto algo igual en mi vida! -replicó Lucía.

Así que decidieron dejar al animal reponiéndose y descansando, quien complacido volvió a comer rastrojo del suelo mientras sus masturbadoras se alejaban, de regreso por el camino que habían venido, hasta una fuerte cercana, donde se lavaron las manos después de la pringosa experiencia.

- ¡Yo nunca me imaginé haciendo zoofilia! -afirmó Ángeles mientras se acercaban a la fuente.

- Yo tampoco, ha sido excitante, ¿verdad? -replicó Lucía.

- Lo cierto es que si, al final ha tenido su gracia -comentó Ángeles.

Lavaron sus manos en la fuente y se refrescaron la cara y el pecho, pues hacía todavía bastante calor. Aunque el sol, poco a poco se iba aproximando al horizonte, mientras desandaban el camino hacia el cortijo.

Al volver decidieron sacar agua fresca y sentarse en un pequeño muro de piedra que había junto a la entrada del cortijo, donde ya se levantaba el viento de poniente que traía aire fresco hacia donde ellas estaban. Fran se alejó un poco y anduvo por los alrededores, su madre, protectora ante todo, le pidió que no se alejase mucho pues pronto cenarían.

- ¡Te has fijado qué silencio! -le dijo Ángeles, mientras se echaba hacia atrás apoyándose con las palmas de las manos en la piedra y reclinándose sobre ellas.

- Si, es el silencio que se puede oír si te quedas parada, en la ciudad nunca se oye, siempre hay algún ruido cerca -se lamentó Lucía.

- Para mi esto es el paraíso, siempre quise tener una casa en el campo para evadirme los fines de semana.

- Pues si, aquí se está muy bien Ángeles. ¿Sabes una cosa?

- ¿Qué? -preguntó su amiga mientras aspiraba aquel aire limpio y fresco que traía la tarde.

- Te confieso que lo estoy pasando muy bien contigo, con Fran... ¡Y que os quiero mucho! -admitió emotivamente Lucía, mientras sentía como sus ojos se humedecían.

- ¡Yo también mi niña, me alegro de tenerte a mi lado! -le dijo Ángeles volviéndose hacia ella y abrazándola.

- Me doy cuenta de que os quiero cada vez más, sois como mi familia aquí.

- Gracias Lucía, tú para mi también has sido muy importante, y has llegado en un momento en el que necesitaba alguien en quién apoyarme, una amiga. Verás, en mi trabajo la gente está muy quemada y no te puedes arrimar a nadie, pero qué le voy a hacer tengo que trabajar y ganar dinero para mantenernos a los dos.

- Te entiendo, yo ahora también estoy algo sola, por eso valoro tanto tu amistad y la de tu hijo.

- Gracias, estamos encantados de darte nuestro cariño -añadió dándole un beso en la megilla.

Mientras hablaban el sol se hundía ya en el horizonte, tiñéndolo de rojos y anaranjados, como si con su calor estuviese quemando el cielo a su alrededor, así poco a poco fue desapareciendo hasta que el último rayo se apagó tras los cerros próximos. El cielo se fue tornando hacia colores violetas y azules y finalmente el negro, que anticipaba la noche, fue apareciendo por el oeste. Comenzaron a brillar los primeros luceros que hacían su incursión como la avanzadilla del cielo estrellado que estaba por venir.

Las dos amigas permanecieron allí sentadas, presenciando el espectáculo, en armonía, en paz consigo mismas, sintiendo como un lazo invisible pero fuerte se había establecido entre ellas, tras sus encuentros, tras sus confesiones, tras sus experiencias, el lazo de la amistad las había unido.

Entraron en la casa y cenaron. Como hacía muy buena temperatura, salieron de nuevo al portal del cortijo y encendieron una luz mortecina que había en la entrada. Lucía encontró un radio-cassette viejo y algunas cintas de sevillanas, así que lo sacaron por una ventana y pusieron una de ellas. Inmediatamente los ruidos de la noche quedaron apagados por la música y Lucía y Ángeles, arrancándose, comenzaron a bailar.

Para la ocasión, Lucía había incluido entre sus provisiones para el fin de semana una botella de Jack Daniels, así que convenientemente mezclado con refrescos y algo de hielo fue refrescando primero y calentando después sus cuerpos, haciendo que los bailes fuesen cada vez más animados y con menos ropa. Hasta le pusieron un poco a Fran en su coca cola. Por supuesto que también sacaron al muchacho a bailar, primero con su querida Lucía y luego, celosa, con su querida Madre. Todos rieron hasta la saciedad, se acaloraron con los bailes y casi se derramaron algo de bebida en el escote de las mujeres, que lucía brillante por el sudor a flor de piel y el líquido derramado. Más sensuales que nunca, mientras bailaban se arrimaban al mozo, palpándolo discretamente, seductoras, encendidas por la pasión del baile, el roce y la bebida...

Al final la risa tonta hizo acto de presencia y en uno de los lances de las sevillanas, movido por la pérdida de coordinación a la que contribuyó definitivamente la graduación alcohólica de la bebida, acabó con Lucía y Ángeles por los suelos, echada una encima de la otra.

- ¡Oh creo que casi se me ha escapado un poco de pipí! -exclamó Ángeles que había caído sobre Lucía-. Claro con tanta risa.

- Pues a ver lo vas ha hacer encima mío, mira bien pensado nunca había probado la lluvia dorada -afirmó Lucía riéndose a carcajada limpia.

- ¿Lluvia dorada? ¿Eso es que te hagan pipí encima? -preguntó Ángeles sin poder contener sus risas.

- Si, ¿nunca lo habías oído?

- ¿Yo? ¡Que va! Si es que soy una antigua para esto del sexo, tú que eres joven me puedes dar lecciones a mi. Pero si es que, ¡hasta ni había comido una polla hasta que te conocía a ti! -le confesó Ángeles.

- Es que te estoy poniendo al día, poco a poco... -volvieron a reír.

Lucía se levantó y fue a cambiar la cinta. Por casualidad encontró una de Nino Bravo y la puso porque le sonaba el nombre. Su voz inconfundible, comenzó a sonar en una canción de amor que invitaba a bailar "agarrado", así que Lucía se enganchó a su Fran y bailó con él, cogida a sus hombros y él a su cintura, pegados, sus cuerpos sudorosos por el whisky y las sevillanas se unieron en un baile lento y romántico. Ángeles se sentó a descansar y los estuvo observando mientras bailaban, con cierta complacencia, pensando en la buena pareja que hacían.

En un momento del baile, las manos de la chica se deslizaron hacia el culo de Fran, apretándose contra su cuerpo, uniendo su pelvis a la de Fran, insinuándose como una gata descarada. A su vez tomó sus manos y las bajó a su culo, haciendo que le cogiera los pequeños shorts que llevaba, a continuación no pudo evitar fijarse en sus labios carnosos y se unió a ellos chupando dulcemente los del muchacho. Fran no sabía besar, pero Lucía no tuvo problemas para enseñarlo y que la acompañase en sus húmedos besos.

- ¡Vamos mamá, ahora baila tú con Fran agarrada! -exclamó Lucía separándose del chico que ya estaba "a tono" después de los últimos tocamientos.

- ¿Yo? Pero ahora que se os veía tan acaramelados, cómo dejas a mi pobre Fran sólo.

- Bueno, es que me estoy meando, ¡y no aguanto más! Anda entretenlo tú mientras yo hago un piss.

Así que Lucía los dejó sólos y Ángeles ocupó su lugar comenzando a bailar con su hijo, agarrados como lo había hecho antes con Lucía.

Efectivamente Lucía hizo sus necesidades y al salir de la casa decidió pararse un poco y desde la penumbra de una ventana espiar a la pareja madre-hijo. Ángeles estaba abrazada a su hijo, pegada a él, bailando con un suave vaivén, denotando entrega total y sentimiento hacia su hijo en el baile. Fran en cambio había aprendido la lección de antes y no tardó en bajar sus manos y apretar el culo de su madre.

Lucía estaba emocionada, en su puesto de espionaje, por fin vería a Ángeles cumplir su fantasía, o tal vez en el fondo es que era la suya propia, daba igual. Pero lo que vino a continuación sorprendió hasta a la misma Lucía...

Ángeles bajó sus manos y apretó también el culo de su hijo Fran, marcando sus bermudas con sus manos y pegando su pelvis contra la del muchacho, recreándose en sus caricias hacia su trasero.

Luego, tomó la mano de Fran y levantándose el vestido por delante la puso en su coño, por encima de sus bragas, apretándola en aquél punto estratégico de su anatomía. Pero no estuvo contenta con ésto y apartándose sus braguitas hacia sus ingles, Lucía apreció como si se descubriera su chocho, de forma que la mano de Fran contactó con su vagina, justo a flor de piel. Como una gata en celo Ángeles se removió encima de la mano de Fran, dejando que le frotara toda su vulva con su mano grande de gruesos dedos.

En ese momento Lucía hizo acto de aparición, no pudiendo esperar más, pero ésto provocó que la madre, hasta hace unos segundos caliente, se deshiciera del abrazo de su hijo e intentase disimular.

- ¡Ah, ya has vuelto! ¿Has tardado un poco no? -dijo Ángeles.

La joven no contestó, en su lugar se acercó a ambos y sin mediar palabra remangó el vestido a su amiga, extendiendo su mano hacia sus partes íntimas, mientras sus ojos permanecían fijos en los de Ángeles, contactó con su coño, que aún estaba descubierto, con las bragas corridas hacia un lado. Acariciándoselo con la palma entera notó la gran cantidad de jugos que manaban de él.

- No Ángeles, no tienes que disimular más conmigo, haz lo que tengas que hacer con tu hijo, yo estaré a tu lado, quiero veros hacerlo, ¡fóllatelo! -le ordenó con voz de mando-. ¡Vamos bájate las bermudas y chúpale su gorda polla antes!

Lucía tiró de sus brazos mientras le daba la orden y la hizo arrodillarse frente a su hijo Fran, quién atónito contemplaba la escena sin rechistar. La madre tuvo dudas y fue Lucía quien bajó las bermudas a su niño, dejando su verga medio empalmada a la vista. Allí en medio del campo la escena que se preparaba era tan íntima como si estuviesen ocultos en una habitación, pero en este caso el techo de la habitación era el cielo y el suelo la tierra, y sólo los grillos, que rompían el silencio de la noche eran testigos.

La boca de Ángeles arropó el glande de la polla de su hijo, chupándolo despacio, con dulzura, provocando que se fuese poniendo cada vez más rígida, hasta alcanzar una bella plenitud. Cuando la hubo alcanzado, descansó un momento y Lucía aprovechó para darle relevo degustando tan delicioso manjar. Fran estaba muy excitado y las miraba a ambas arrodilladas ante él, sumisas y dispuestas a colmarlo de placer.

De nuevo su madre tomó el relevo y prosiguió con su dulce mamada el hermoso pene de su hijo.

- ¡Vamos, déjalo ya que te va a soltar la corrida en la boca mujer! Ahora pasemos dentro y que te folle.

- ¿Y por qué no mejor aquí fuera, me excita más? -preguntó su madre.

- ¡Claro, por qué no! Voy por una manta de las que hay en el armario, esperadme aquí -añadió Lucía entrando en la casa.

Cuando volvió, Lucía vio a Ángeles de pie y ésta se dirigió a ella de nuevo.

- Mira Lucía, yo no puedo hacerle eso a mi hijo, no soy capaz. ¡Me muero de vergüenza!

- Pero mujer, ahora vas a dejarlo así... él te desea y tú lo deseas también, ¡vamos no te vengas atrás ahora! -le gritó Lucía.

- ¡Que no Lucía, yo te aprecio mucho, pero déjame pensarlo un tiempo más, aún creo que no estoy preparada, esto me puede afectar psicológicamente, me da mucho cargo de conciencia! ¡Anda fóllatelo tú! -replicó Ángeles, sin dar su brazo a torcer.

- Pero mujer, no ves como tienes el coño -le dijo mientras le tocaba de nuevo a través de su vestido justo en su monte de venus-. Te vas a arrepentir si no lo haces hoy, vamos hazle el amor, sólo como tú serías capaz de hacérselo -le rogó.

- Lo sé, por una parte lo deseo mucho, créeme, pero hoy no me siento preparada, tal vez la próxima. ¿Que te parece si se lo haces tú? Yo quiero que se lo hagas, quién mejor que tú para hacerlo con mi hijo, sé que el te gusta, es tan tierno y cariñoso, ¿por favor hazlo disfrutar? -le imploró Ángeles.

- Está bien, pero sólo lo haré con una condición, quiero que tú estés a nuestro lado, que nos veas follar, que veas cómo disfruta tu peque Fran, así verás que no hay nada de malo en esto y la próxima vez serás tú quien lo haga gozar.

- ¡Claro! Me encantará ver como mi hijo disfruta contigo y tú con él. -añadió Ángeles sonriendo.

Lucía estaba ya tumbada en la manta, con el enorme Fran encima suyo, prefirió esta postura para verle la cara y poder acariciarlo y besarlo mientras se lo hacía. Antes se había desvestido y le había pedido a su madre que le colocase ella el condón, con su ayuda Ángeles enfundó la hermosa polla de su hijo en el suave y fino látex, plastificando aquel enorme miembro, que brilló con el lubricante bajo la luz mortecina de la entrada. Ángeles al verla enfundada sonrió y lucía pasó a tumbarse en la manta, preparándose para ser cubierta por aquel joven macho.

Comenzó ofreciéndole sus pequeños pechos para que Fran se los chupase, bajo la atenta mirada de su madre. Ángeles acariciaba a su hijo mientras éste, cubría a Lucía con su enorme cuerpo, ella le acariciaba el culo y se aferraba con fuerza a su espalda fuerte y ancha. Ángeles les sonreía, mientras los amantes preparaban sus cuerpos con los juegos preliminares, hasta que Lucía se sintió lista y buscó la inmensa polla del joven Fran para colocarla en su chochito y gozar con ella.

La madre adivinó sus intenciones y tomando la polla de su hijo en su mano la condujo hasta las ingles de Lucía y luego, aferrándola por la punta buscó su rajita y paseándola arriba y abajo abrió sus finos labios mientras el glande se adentraba poco a poco en aquel estrecho chochito. En ese momento el muchacho se puso nervioso y con un ardiente empujón arrancó un grito desgarrador a Lucía, que no se lo esperaba, Ángeles se alarmó pero Lucía cogió su brazo y la tranquilizó.

Ahora la polla de Fran penetraba a Lucía con ansia desmedida, el muchacho se movía nervioso encima suyo, Lucía aguantaba sus embestidas como podía y Ángeles, como mera espectadora permanecía con su mano sobre la espalda de su hijo, mientras miraba alternativa mente a él y a Lucía..

- ¿No te hace daño? -le preguntó la madre al ver los tremendos empujes que le hacía aquel hombretón.

- ¡Oh, un poco mamá, pero me gusta, qué bueno, uf qué pollón! -exclamó Lucía aferrada a su cintura-. La próxima vez la sentirás tú, espero que no me defraudes.

- Vale, la próxima vez...

Lucía, lo detuvo, temiendo que se corriese en seguida y lo obligó a salir de su chochito antes de que se corriera. Ahora puso a Fran tumbado boca arriba y ella pasó a dominar la situación, como una maestra ocupó su puesto y se clavó su enorme falo en su delicada flor hasta el fondo. Su culo redondo y respingón comenzó a subir y bajar sobre aquella jugosa polla, despacio, disfrutando y haciendo disfrutar al muchacho, que pasmado le sonreía desde abajo.

Tomó sus manos y se las puso sobre sus pechos, apretándoselas contar ellos, mientras seguía follándoselo con suavidad. El muchacho extasiado se dejaba hacer, sumiso y paciente, su cara mostraba unas emociones limpias, sorpresa, agrado y placer, mucho placer.

- ¡Oh qué bien se lo estás haciendo Lucía! -exclamó Ángeles que permanecía junto a ambos.

- Gracias mamá, tu hijo me parece tan noble y sensible, gozo mucho dándole placer -dijo mientras acariciaba suavemente sus labios.

Cuando estuvo un rato follándolo decidió que era hora de terminar el dulce martirio para el muchacho así que levantó sus rodillas y se sentó en cuclillas sobre sus pies, y comenzó subir y bajar, sentándose sobre la polla de Fran, mientras ésta se le clavaba hasta sus entrañas, acelerando sus sentadillas con firmeza, ella sabía que esto volvía locos a los hombres. Su madre seguía a su lado y no se perdía detalle de la fornicación a que sometía a su hijo. Cuando Fran gruñó Lucía se detuvo y pasó a movimientos suaves y calmados, más incluso que antes, mientras el muchacho apretaba sus dientes y se retorcía debajo de ella, aferrandose a su pequeña cintura de avispa con sus grandes manos que casi la abarcaban. La chica apuró los últimos envites de placer del muchacho, dedicándole sensuales movimientos circulares de cintura con su polla aún clavada en su coño, mientras el muchacho recuperaba el aliento tras la respiración acelerada segundos antes. Lucía, encima suyo, desnuda y bella como una diosa del Olimpo griego daba por concluido aquel acto de amor.

Cuando se levantó el condón estaba a rebosar de semen, Lucía tomó sus ropas y le pidió a su madre que por favor lo limpiase, ella iría a asearse mientras tanto. Ángeles no puso objeciones así que se introdujo en la casa, y de nuevo los expió a través de una ventana, en la oscuridad. Fue testigo de la delicadeza con la que la madre escurría el glande a su hijo, para evitar que el semen se esparciera, y fue sacándole el condón con cuidado hasta dejarlo libre. A continuación, para su sorpresa, la madre se arrodilló y aún con restos de semen en el glande de su hijo le practicó una última felación, limpiándolo y dándole unos instantes finales de placer tras el gran orgasmo que había tenido antes.

Luego Ángeles se separó del muchacho y se echó hacia atrás, sentada sobre sus talones abriéndose de piernas, accedió a su flor y se la penetró con sus dedos, habiéndolos chupado antes, comenzó a masturbarse delante de su hijo, que se giró hacia ella y la miraba mientras lo hacía. Se penetró con tres de sus dedos, mientras se sujetaba con la otra mano puesta hacia atrás, para no caerse. Siguió penetrándose y frotándose el clítoris mientras permanecía en esta postura un tanto incómoda hasta que se cansó.

Ángeles se detuvo, seguía con la mirada fija en su hijo, absorta, tal vez indecisa, miró a su pene, que aún seguía erecto y que Fran acaricaba con una de sus manos masturbándose suavemente, tal vez esperando algo... La madre se acercó de nuevo a su polla y la chupó sentada a sus pies algunas veces más, luego se incorporó y andando de rodillas avanzó por las piernas de su hijo, hasta colocarse encima de su gran falo. Fran le sonreía, adivinaba lo que venía a continuación.

Su madre tomó su polla con la mano y la colocó en su chocho maduro, abriendo sus labios con la otra mano la colocó y la hizo deslizarse hacia su interior. Entró con dificultad un poco y sacándosela y volviéndola a meter siguió entrando poco a poco, hasta que acabó sentada en sus muslos, con toda ella dentro.

La madre descubrió sus pechos, hermosos y redondos y se los acarició, mientras subía y bajaba haciendo que la polla de su hijo la llenase por dentro. Su gozo crecía y crecía y el ritmo se animaba poco a poco. Sus dedos se deslizaron bajo su barriguita y hallaron su clítoris, sin duda gordo y jugoso, capturándolo y frotándolo contra su pelvis.

La madre gozó durante algunos minutos, frotándose el clítoris con avidez, mientras descendió el ritmo de sus penetraciones, moviéndose despacio y sensualmente sobre su hijo, que permanecía extasiado debajo de ella. Hasta que su madre explotó, arqueándose primero hacia atrás y cayendo a continuación hacia adelante, se sujetó con la mano libre mientras con la otra no paraba de frotarse el oculto botón que tenía entre sus piernas.

La respiración acelerada, con la barbilla pegada a su pecho, con el pelo tapándole la cara, la madre apuró su éxtasis hasta el último rayo de placer, hasta que se quedó quieta, inmóvil. Levantó su cabeza, con una mano apartó su pelo negro, que le cubría la cara y sonrió a su Fran, se inclinó y lo besó, mientras aún su polla la penetraba, se abrazó a él y luego volvió a incorporarse y lo descabalgó. Le tendió una mano y lo ayudó a levantarse.

Lucía mientras tanto había sido testigo de toda la acción, desde la ventana, sintiendo la emoción de un momento tan íntimo entre madre e hijo. ¡Por fin! ¡Por fin, Ángeles venció sus miedos y tabúes! Se liberó de todas las cargas que arrastraba y se dejó llevar, disfrutando del goce supremo del amor. Aunque Fran ya había sido satisfecho por Lucía, era de esperar que las nuevas caricias de su madre también hubiesen provocado su excitación de nuevo, pues un cuerpo tan joven y fuerte, podía seguir disfrutando del sexo una vez alcanzado el orgasmo, así su madre lo amó de nuevo y el muchachó volvío a sentir el dulce calor que podía transmitir el interior de una flor tan especial como la de su madre.

Finalmente, para no ser descubierta subió rápido las escaleras y se metió en la habitación. Mientras se arropaba con las mantas, volvió a pensar en lo que había visto, y una sonrisa se volvió a dibujar en su cara en la oscuridad. Estos recuerdos ya siempre la acompañarían...

A la mañana siguiente se levantaron ya tarde y desayunaron. Estaba muy felices aunque tenían los efectos secundarios del Jack Daniels, por lo que no tenían la cabeza para muchos trotes. Así que se tomaron el día con tranquilidad, pasearon un poco, almorzaron y echaron la siesta. Al caer la tarde llegó el casero y le devolvieron las llaves, antes de emprender el camino de vuelta y dar por terminado el fin de semana. Lucía prefirió no comentar nada con Ángeles de lo que vio la noche anterior, decidió esperar a que ella, si lo creía oportuno, se lo contase.

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