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Like a Dream (8)

en Hetero: General

Noche

La luna llena inundaba con su luz plateada aquel cielo de la capital hispalense, hoy más que ayer, pues había terminado por llenarse en su ciclo de 28 días. Curiosamente un ciclo al que muchas mujeres se ajustan con sus hormonas, muestra sin duda del efecto que tiene la reina de la noche en nuestras vidas.

Daniel y Melany iban en un taxi, cogidos de la mano, a un conocido restaurante a orillas del Guadalquivir, para cenar en su terraza con espectaculares vistas a la Giralda y la Torre del Oro. Un marco incomparable para una noche muy especial.

Cada uno era consciente de que su tiempo juntos se agotaba y de que, tras la despedida, vendría un periodo de incertidumbre hasta un nuevo encuentro. Esto pesaba como una losa en la mente de Daniel, que poco a poco, se había dado cuenta de lo mucho que se había llegado a unir a esta jovenzuela tan preciosa, en el corto espacio de tiempo que la habían compartido.

El taxi paró junto a la puerta, pero aún era temprano y el local estaba casi vacío por lo que reservaron mesa y salieron a dar un paseo por a la orilla del río.

Las aguas oscuras reflejaban las luces de la ciudad provocando miles de destellos, junto a él se notaba un ambiente más fresco, después del cálido y primaveral día. Inseparables, la pareja de amantes continuaban cogidos por la cintura.

- ¿Sabes? -preguntó Daniel como inicio de su discurso-. Aún hay gente que piensa que el hombre no estuvo en la Luna, ¿te lo puedes creer?

- ¿Cómo es posible, si lo televisaron, no? -preguntó Melany con sorpresa.

- Pues algunos dicen que las imágenes estaban filmadas en el desierto, con iluminación artificial.

- Yo creo que eso hubiese sido muy difícil -admitió Melany.

- Efectivamente, así sería, y aunque pudieron hacerlo de ese modo para “engañar al mundo” por si algo iba mal, y los tres astronautas morían en el intento de pisar la Luna, o por las tremendas dificultades que entrañaba una emisión “en directo”, a todo el mundo, a más de tres cientos mil kilómetros de distancia.

- Cuantas cosas sabes, Daniel, ¡eres una enciclopedia andante! -le confesó Melany riendo.

- No es para tanto, cada uno tiene sus hobbys y el mío es la astronomía y el cosmos, se nota, ¿verdad? No paro de hablar de lo mismo.

- No me importa, me resulta muy curioso y me fascina que sepas tantas cosas. A mi nunca me gustó estudiar -le confesó Melany-. Yo no llegué a terminar el bachiller y ahora lo único que leo son revistas de moda en los viajes. Moda y más moda. Pero hablando de otros temas, me dijiste que de vez en cuando vas a aliviarte con “esa profesional amiga que tienes”, ¿pero sólo eso, no tienes encuentros con otras mujeres?

- La verdad es que bueno... si, con mi ex. Nos llevamos bien por mis hijos y a veces insiste en que me quede, hacemos el amor salvajemente y luego me marcho. Sexo sin complicaciones, ¿ya sabes?

- ¡Vaya, tienes una buena filosofía! Me resulta extraño que os podáis acostar juntos y no quieras reconciliarte con ella- le confesó Melany.

- Bueno, la vida es complicada, tú a tus veinticuatro años ya lo has aprendido, pero aquí nunca se detiene el aprendizaje. En realidad, cuando te comenté el porqué lo dejamos, te mentí. Lo dejamos porque le fui infiel. Una navidad me fui de cena de empresa, luego estuvimos tomando copas.

>> La verdad es que en ese tiempo nos llevábamos fatal, pues yo estaba muy presionado en el trabajo, luego llegaba a casa y con tres niños no podía hacer nada, salvo cuidarlos. La gente no se imagina el estrés que se puede llegar a sufrir en una familia con dos niños de la misma edad y a más de eso una hija más. Aunque los quieres, el día a día te va comiendo.

>> Yo en ese tiempo sentía que necesitaba tiempo para mi, curiosamente cuando lo tienes lo desperdicias y cuando te falta, no puedes vivir renunciando a tener tu espacio. Así que esa noche, tras las copas me decidí a entrar en un club de alterne, y allí me acosté con una prostituta. Ya te puedes imaginar quien es.

- ¿En serio es con la que te acuestas ahora?

- Si, aunque sólo me acosté con ella aquella noche y ya no la volví a ver hasta que me separé de mi mujer.

>> También conocí, a alguien por Internet, una chica más joven que tu, de veintidós años. Al principio todo fue un tonteo, le hablaba lo difícil que me resultaba mi situación y ella me escuchaba. Hasta ahí todo bien, pues me ayudaba a sobrellevar mi carga. El problema fue que cometí una tontería, le declaré que me estaba enamorando de ella, fíjate que estaba al otro lado del mundo en San Francisco, pero esa semana estuve enfermo, con demasiado tiempo para pensar y eso no es bueno.

>> Lo que más me dolió es que mi mujer, uno de esos días me cogió el ordenador de casa encendido y leyó la mayor parte de mis correos con ella. Especialmente la enfadó ese último. Y ya te puedes imaginar, la mayo discusión que habíamos tenido nunca y encima se enteró de mi “cana al aire” con la prostituta...

- Jo, ¡qué fuerte! ¿Y os separasteis?

- Pues, en ese momento no. Nos reconciliamos. Una cosa que no puedo entender es que, después de haber mantenido la mayor pelea de nuestra relación, esa noche me acosté primero, y ella se quedó viendo la tele. Como te puedes imaginar ni nos hablábamos.

>> Ella llegó al dormitorio a las dos horas más o menos, después de mi. Yo, ya dormía, pero creo que me desperté y en un estado entre el sueño y la vigilia me arrimé a ella, la abracé y comencé a tocarle el culo y sus pechos.

>> Ella se defendió un poco, pero yo me metí entre las sábanas y bajándole las bragas le comí su sexo desde el culo hasta su clítoris. Fue como si estuviésemos a punto de estallar y aquella chispa prendió en nosotros y encendió una llama como yo pensaba que ya no había entre los dos, como hacía diez años cuando eramos novios.

>> Se dejo lamer por mi, dando unos tremendos gemidos, luego subí hasta su boca y nos besamos como desesperados. La penetré y follamos, lo hicimos mientras nos comíamos la boca, como te digo... con auténtica ansia. Ella estaba que se derretía con cada una de mis caricias. Hasta me la chupó como nunca antes lo hizo, faltó poco para que terminase en su boca. Luego seguimos follando y finalmente nos corrimos.

>> Nunca llegué a entender cómo pudimos hacer aquello después del tremendo peleón que mantuvimos durante toda la mañana de ese funesto día. Supongo que hay cosas que no tienen explicación en el comportamiento humano.

- ¡Vaya manera de reconciliarse! ¿Y qué pasó después?

- Tratamos de reconciliarnos, pero ella ya no podía confiar en mi. Seguíamos viviendo juntos y haciendo el amor, pero ella, a la más mínima sospecha, aunque fuese infundada me sacaba el mismo tema y volvíamos a tener otra discusión más.

>> Perdió la confianza en mi y ya no fue capaz de recuperarla. Yo no podía vivir así y llegamos a un punto en el que pensamos que lo mejor era separarnos. Desde entonces hemos seguido viviendo cerca por los niños, pero ya no hemos vuelto a vivir juntos. Sólo de vez en cuando tenemos esos deslices y volvemos ha hacer el amor.

- Parece un poco triste, que hagáis el amor pero no lleguéis a reconciliaros.

- Eso parece si. Como ya te he dicho la vida es muy complicada y nunca se para de aprender.

- Supongo que si. ¿Volvemos ya para cenar? -le propuso Melany sintiéndose un poco cansada por el paseo.

- De acuerdo -asintió Daniel dando la vuelta con ella y emprendiendo el camino de regreso.

Mientras desandaban el camino, apenas hablaron, se limitaron a admirar aquella luna llena que reinaba en el cielo de la noche, iluminando con su luz la ciudad, sus monumentos y sus calles. En el silencio de la noche se apercibieron del cantar de los grillos que los saludaban a su paso con su cric-cric característico.

 

Se sentaron en una coqueta mesa para dos, convenientemente adornada con flores y una velita encendida en el centro, esto le daba un toque mágico, era como si corriesen un velo de intimidad que, aunque invisible, los aislaba de los demás.

Daniel no podía apartar la vista de la cara de Melany. Sus pupilas titilaban reflejando la luz de la vela con destellos intermitentes, únicamente eclipsados por su preciosa sonrisa y su nariz respingona.

Tomaron vino blanco, gambas blancas de Huelva y una deliciosa dorada a la sal. Mientras disfrutaban de todos estos manjares siguieron conversando.

- ¿Y serías capaz de mantener una relación estable con esa mujer del club? -le preguntó de repente pillando a Daniel con el pie cambiado.

- No lo se, la verdad, nunca hemos hablado de ello. Ella gana mucho dinero con su trabajo y yo no podría mantener su nivel de vida actual, aparte de que tal vez ella no lo desee.

- Bueno pero yo me refería más bien a si habiendo sido ella puta, mantendrías una relación formal con ella -especificó la joven de cabellos dorados.

- ¿Y por qué no iba ha hacerlo? Ella es cariñosa y tierna conmigo incluso siendo su cliente, ¿por qué no iba a mantener una relación con ella si siguiese siendo tierna y cariñosa conmigo en casa? -asintió Daniel.

- ¿Pero le permitirías seguir trabajando?

- ¡Claro que no! ¿Tú le permitirías a tu pareja ir con otras mujeres? Una relación requiere exclusividad, la poligamia es algo impuesto por los hombres a las mujeres, no creo que ninguna lo acepte de buen grado, tampoco al contrario funcionarían las cosas. Si la pareja quiere eso, tal vez lo que mejor es que dejen de ser pareja, así no tendrán cortapisas para dar rienda suelta a sus deseos.

- Creo que tienes razón, tú siempre la tienes. Eres tan profundo cuando hablas Daniel, eso me encanta de ti. Yo estoy tan acostumbrada a la superficialidad y falsedad de mi mundo, que soy incapaz casi de mantener una conversación seria e interesante, como las que mantengo contigo.

- No solo de pan y mujeres vive el hombre -replicó Daniel sonriendo levemente tras tomar un sorbo de vino-. Todos necesitamos algo más en la vida, la sal y la pimienta, un poco de esto y otro de aquello. En mi caso siempre tengo que tener la mente en movimiento, ocupada en proyectos, pensando en el futuro, pues de otra manera hasta me pongo de mal humor.

Siguieron disfrutando de la cena mientras el vino hacía su efecto, como una medicina recetada a un paciente, relajaba los labios y soltaba la lengua, haciendo que sus palabras se alargasen un poco más de lo normal o sus pronunciaciones no fuesen las más ortodoxas.

- Oye Melany, ¿cuando tenías que hacerlo con alguien por interés? Entiendo que te resultaría difícil, ¿cómo lo soportabas?

- No te creas, supongo que en eso me parezco a tu amiga Cristina, te acabas acostumbrando y te dejas llevar por las circunstancias.

- Yo creo que todos tenemos un Mr. Hide en el sexo y sólo nos atrevemos a sacarlo a veces. En esos momentos podemos llegar a sentirnos los más sucios, pero disfrutamos con lo que hacemos, aunque luego impere la cordura y vuelva Mr. Jekyll -le explicó Daniel.

- Sin duda debe ser así, muchas veces me he sentido de esa manera, como hoy en la tienda, por eso me gustó tanto.

- ¿Lo harías con un desconocido, eso también tiene que ser excitante, no crees? -se interesó Daniel.

- Querido recuerdas que yo lo hacía para ascender en mi trabajo, ellos en el fondo eran desconocidos para mi -le aclaró Melany mientras tomaba un sorbo de su copa de vino.

- ¡Oh si claro, lo olvidaba! Tras el tiempo pasado, ¿recordar esos encuentros te gusta o te disgusta?

- Hay de todo -suspiró la joven modelo-. Unos me agradan y otros no, pero en la vida nos pasan tanto cosas buenas como otras que no lo son, yo procuro recordar las primeras y olvidar las últimas -explicó Melany volviendo a tomar otro sorbo de vino.

- Ahora eres tú la que habla con palabras sabias, sin duda eres muy madura para la edad que tienes. Sin duda eres una flor preciosa y estás en tu máximo esplendor -la piropeó Daniel.

- ¡Gracias! -sonrió Melany bajando la mirada para luego saltarle a la cara, levantándose sobre la mesa, pasando peligrosamente sobre las copas, que en ella estaban, para plantarle un cálido beso en sus labios.

Al terminar la cena, fueron al bar de copas donde se conocieron la noche anterior, el Buda y allí se tomaron la primera ronda. Lo cierto es que con el volumen tan alto de la música no podían hablar, así que pronto huyeron buscando alguno más tranquilo, donde pudiesen hablar y lo encontraron.

Allí, la suave música los envolvía, mientras sentados en unos sillones frente a una mesita de cristal, se ocultaban en la penumbra de un ambiente tenuemente iluminado por una cálida luz amarillenta, haciéndose carantoñas, abrazados, acaramelados, con una Mélany sentada en el regazo de Daniel.

- ¿Te das cuenta que pueden pensar que soy tu padre y escandalizarse al verte aquí sentada tan acaramelada con este señor tan mayor? -le preguntó con sarcasmo.

- Si, me doy mucha cuenta que este señor sobre el que estoy sentada, me pone tan caliente que creo que no puedo esperar a llegar al hotel para tirármelo -le espetó Melany abalanzándose sobre sus labios para a continuación comerlos dulcemente.

Daniel deslizó su mano desde las rodillas hasta sus muslos y fue más allá hasta perderse bajo su corta faldita de tablas. Allí la acarició suavemente, bajo su tanga, tras el cual se ocultaba la pasión que Melany le hacía sentir. Notó su humedad, su suavidad, su calor. Se paseó por sus ingles, admirando al tacto su suave piel, fue incluso más allá y pellizcó suavemente los suaves pliegues donde sus nalgas se curvaban.

La joven Melany seguía mientras tanto comiéndole la boca, mientras su aliento con un toque de vapores etílicos lo envolvía como un cálido abrazo, sus labios se unían y tras ellos sus lenguas aparecían, ávidas de nuevas sensaciones, ávidas la una de la otra.

De pronto ella se escapó de su regazo, pero fue para volver y sentarse a horcajadas sobre sus muslos, poniendo su Monte de Venus pegado a su cintura. Ella lo abrazó mientras, con suaves movimientos hacia adelante y atrás le restregaba su pelvis, ya no podía esperar más.

- ¡Sácatela, vamos, sácatela y métemela aquí mismo! -le ordenó entre susurros en su oído, al tiempo que chupaba su lobulillo de la oreja.

- ¡Pero aquí! -se escandalizó Daniel sintiéndose observado de repente por el escaso público del local.

- Si, ¿por qué no? Hazo aunque sólo sea por unos momentos, ¡te lo suplico! Estoy tan cachonda...

De modo que él obedeció, disimuladamente introdujo su mano entre sus cuerpos, bajó su cremallera, desabrochó en botón de su boxer y extrajo su virilidad a través de su ropa. Luego apartó el tanga de Melany y se recreó entre los labios de su sexo, que tremendamente húmedos estaban, y finalmente la apuntó hacia su objetivo, sintiendo el suave contacto con sus delicados labios, sintiendo esa primera humedad, tras lo cual la retiró dejando vía libre para que ella se arrimara y sus sexos terminaran de conectar.

Entró suavemente, mientras la chica presionaba con fuerza para sentirla muy adentro. Daniel creyó estar, aunque sólo fuera por unos momentos, en el paraíso terrenal. Con el pelo de ella cayéndole por la mejilla mientras esta le besaba el cuello, aspirando hondo su perfume le embriagaba, provocándole una borrachera en su pituitaria.

¡Qué suavidad, qué delicia! Su sexo era lo más maravilloso, sentir su virilidad siendo acariciada por él suave terciopelo natural, lentamente en movimiento, era sencillamente delicioso.

- ¿Por qué no vamos a tu hotel? -le preguntó Daniel sintiendo que podría correrse de un momento a otro.

- ¡Estupenda idea! -exclamó Melany sonriente.

Se levantó tan bruscamente que Daniel pensó que su falo había quedado expuesto ante el público, que sin duda, estaba tomando buena nota de lo que ellos hacían, como si de un espectáculo erótico se tratase. Esto lo avergonzó y sintió un fuerte calor que le subía hasta su cara, sin duda como un tomate estaba.

La guardó a buen recaudo mientras la chica se colocaba disimuladamente su tanga pasando su mano por su culito respingón. Y cogidos de la mano, como entraron, salieron sonriéndole a las pocas parejas y grupos de solteros y solteras que se dispersaban por el local. El espectáculo se terminó para ellos.

El taxi los llevó de nuevo por las calles de Sevilla hasta el lujoso hotel donde la modelo se alojaba. Allí pasaron casi desapercibidos ante la pareja de recepcionistas que estaban ocupados tras el mostrador mirando algún listado impreso, tal vez de nuevas reservas para los días venideros.

De nuevo en su pequeño hogar, por aquel fin de semana, Melany comenzó a quitarse la ropa hasta quedarse desnuda como una gata. Así mismo desnudó a su Daniel y ambos, entraron al baño como Adam y Eva en el Jardín del Edén.

- Tomemos un baño de espuma juntos, ¿te apetece? -le ofreció Melany.

- Vale -asintió Daniel como si su ofrecimiento fuese lo más habitual que estuviese acostumbrado ha hacer.

Ella le sonrió y abrió el agua caliente inclinándose hacia la bañera. Este sutil detalle le permitió al hombre contemplar su precioso culito y cómo bajo él se asomaba con descaro su preciosa rajita de labios tan sutiles que apenas destacaban. Pensó en el placer que sentiría cuando su verga profanase aquel pequeño templo y se deleitó en este pensamiento.

Desde luego ver a Melany desnuda era ya en sí un espectáculo en el que poder recrearse, así que Daniel no se dio mucha prisa por acosarla con sus manos y se limitó a ver cómo la chica preparaba el baño, comprobando la temperatura del agua que caía.

Mientras la gran bañera se llenaba, ésta se volvió y viéndolo sólo y en la distancia le sonrió y se acercó para abrazarlo y robarle nuevos besos.

- ¿En qué piensas hombre mío? -le preguntó mientras se colgaba con sus largos brazos del su cuello.

- En que eres un hada preciosa del bosque, como Campanilla.

- ¡Estupendo! -le sonrió-, entonces, ¿serás tú el Peter Pan que me lleve esta noche al País de Nunca jamas?

- ¡Ojalá vinieras conmigo allí esta noche y no me abandonaras nunca jamás! -exclamó Daniel sintiendo una punzada de dolor que se tradujo en un tono de amargura en su voz.

- ¡No te pongas triste mi Peter Pan! Si no vendrá el cocodrilo y te comerá -le sonrió Campanilla volviendo a besar sus labios, mientras su suave piel acariciaba el cuerpo más rudo del hombre.

Ya en la bañera, la espuma formó una niebla densa y blanca, en la que los cuerpos desnudos se introdujeron ocultándose a la vista del otro. Ahí, en ese húmedo entorno, sus manos serpenteaban entre el agua buscándose. Ella se tumbó sobre su espalda y él la abrazó sintiendo la suavidad de su íntimo contacto.

Sus manos de hombre, no eran grandes, ni sus dedos bastos, eran finos, hábiles. Estos dedos se deleitaban acariciando el bello cuerpo de Melany, buscando todos sus secretos. Se deslizaron hasta sus pequeños pechos, tomándolos con las palmas, apretándolos, cogiendo delicadamente sus pezoncillos entre el índice y el pulgar, suavemente pellizcándolos.

Luego, bajando por su firme vientre, se adentraron en sus ingles y acariciaron sus muslos, tersos y pequeños, pues ella era tremendamente delgada, antes de penetrar en su valle de nuevo y volver a su familiar deleite, que no era otro, que acariciar su bella flor. Sentir sus pétalos abrirse ante el paso de sus dedos, aflorar en su interior el néctar dulce y meloso que se pegaba a sus yemas.

Melany se dejaba deliciosamente acariciar, mientras ella, por su parte se distraía apretando suavemente los abductores y las pantorrillas de él. Palpar sus músculos también la excitaba, sentir su verga erecta, apretada contra su culito también era tremendamente turbador.

Ahora se volvió y fue ella la que acarició su pecho, con sus manos llenas de espuma, que luego se sumergieron buscando su verga para frotarla suavemente, descubriendo su glande para envolverlo con su palma mientras la giraba. Esto hizo sentir una pizca de dolor a Daniel pues esa parte, ciertamente delicada es, pero la suavidad de su mano inmediatamente lo compensó este brusco inicio haciéndole sentir la placentera caricia después.

El cuerpo de la chica entero se echó encima del hombre, y ahora todo él fue una mano acariciante. Sus pieles jabonosas resbalaban la una contra la otra mientras se abrazaban y chapoteaban en medio del agua tibia. Se besaban mientras él acariciaba su espalda, y se perdía en sus nalgas, pasando desde atrás hacia su obsesión, descubriendo Melany como un dedo travieso se colaba por un lugar insospechado.

Este atrevimiento, lejos de enojarla la enceló, pidiéndole más, así que aquel dedo se recreó en su insospechado lugar, haciendo las delicias de la mujer.

- ¡Oh Daniel, qué travieso eres! No pensé que fuese capaz de meterme un dedo por ahí -le confesó ella sonriendo.

- Bueno, ha sido una osadía por mi parte pero te ha gustado, ¿no?

- ¡Ya lo creo, me ha pillado por sorpresa y ha sido más excitante y morboso aún! ¿Quieres hacérmelo por detrás?

- ¿Estás segura?

- ¿Por qué no iba a estarlo? -preguntó Melany un poco contrariada por sus dudas.

- ¿Alguna vez te lo han hecho de ese modo?

- No, por ahí soy virgen -le confesó Melany-. Alguna vez lo han intentado pero yo les paraba los pies y les obligaba ha hacerlo por delante. ¿Quieres intentarlo tú hoy?

- Si, ¡me gustaría mucho! -asintió Daniel.

De modo que Daniel, experto en estas lides, buscó aceite hidratante y haciendo que ella se pusiera estilo perrito, empezó a lubricar su pequeño agujero. Aprovechó también para darle un buen masaje también a su precioso trasero, al tiempo que jugueteaba con su dedo introduciéndolo furtivamente por su ojal. Siguió jugando hasta que fue capaz de introducirlo entero en él.

Melany disfrutó de estas caricias, la verdad es que nunca había llegado a consentir tanto a un hombre y esta vez estaba decidida a probar esa parte sucia del sexo, desconocida para ella.

De repente Daniel pensó que se estaba olvidando de algo que le encantaría hacer, de modo que no perdió un momento más y deslizó su lengua por el canalillo entre sus cachetes y se deleitó bebiendo de nuevo el nectar de su flor, mientras pasaba atrevidamente de ella a su ojal, el cual, también penetró con ella usándola como falo improvisado.

Melany no sospechaba que un hombre pudiese hacer algo así, pero aquello le proporcionaba un placer tremendo. Así que quería más de aquello, todo lo que Daniel pudiese darle.

- ¡Venga Daniel, adelante, házmelo ya! -le rogó.

- ¿Te ha gustado hasta ahora? -le preguntó él sonriente, sabedor de antemano de su respuesta.

- ¡Si, mucho, lo haces de maravilla!

De modo que pasaron a entrar en faena. Daniel se colocó y apuntó su verga a su estrecho agujero, presionándola hasta hacer desaparecer su glande en él. En este punto Melany sintió dolor, ese dolor inicial que toda mujer siente cuando se aventura en esta práctica.

Daniel le acarició la espalda y la consoló, deteniéndose unos momentos. Luego volvió a intentarlo y la introdujo un poco más. Melany gimió más fuerte que antes. Así que Daniel retrocedió y con su dedo volvió a masajearla. De nuevo lo intentó y esta vez ya fue capaz de ir un poco más adentro, pero el dolor hizo mella de nuevo en Melany, que apunto estuvo de dejarlo y pedirle que pasara hacia otro lugar del que sabía que sentiría más placer que con aquella nueva práctica.

Pero Daniel no retrocedió, la convenció para seguir intentándolo y volvió a relajar esa zona con su experta lengua y sus dedos. Melany si sentía placer cuando se lo hacía con ella, pero su verga, ¡esa era harina de otro costal!

Finalmente Daniel llegó a su objetivo y consiguió tenerla toda dentro, a partir de ahí todo era más sencillo. Suavemente comenzó a moverse y Melany, no pudiendo creerlo, experimento un placer visceral, primitivo, elemental, al sentirse penetrada por tan insospechado lugar.

Siguiendo las sugerencias del maestro Daniel, se acarició su sexo, mientras a veces, furtivamente se palpaba más arriba para sentir como la verga poderosa de Daniel ya no le hacía ningún daño al atravesar su ajustado ojal.

Oleadas de placer fluían por todo su cuerpo, Daniel sentía también ese poder, el poder de dar ese placer a la mujer, controlar esos instantes y disfrutar a su vez con el mutuo placer que sentía ambos amantes.

Ya estaba lista, de modo que dejó los suaves movimientos que hasta entonces había tenido y comenzó a acelerar, lo que provocó que Melany también acelerase sus ritmos de quejidos y gemidos, pero él ya sabía que no había dolor allí; hasta que finalmente estalló, con fuertes contracciones, el poco semen que le quedaba en la reserva afloró a tan insospechado lugar.

Ella también alcanzó su climax y tras una larga y dulce agonía, su cuerpo se retorció con el placer supremo del orgasmo. A punto estuvo de resbalar en la bañera con la mano que se apoyaba y golpearse, así que dejó de acariciarse su flor y con ambas se sujetó a los lados de la misma mientras comenzó a moverse ella misma haciendo que la verga siguiese mortificándola en los instantes finales.

Terminando ambos, sus cuerpos se relajaron, Daniel liberó a Melany de su opresión y volvieron al calor del agua. Abrazados se quedaron dormidos por unos minutos, sintiéndose de nuevo como Adam y Eva, eso si, esta vez tras comer el fruto del árbol prohibido; casi nadie sabe, que se trataba del árbol de la sabiduría.

Tras despertarse se secaron y ayudándose el uno al otro, luego se pusieron sendos albornoces de rizo blancos, tremendamente suaves y con ellos fueron hasta la cama. Entraron en las sabanas perfectamente ajustadas, desnudos y acurrucados se quedaron dormidos.

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