Nota: Vuelvo a subir el capítulo 6, ya que por error lo titulé como La escritora (7), cuando era el 6.
En algún lugar al oeste de Andalucía...
Como he comentado la serie está escrita desde 2006 y ahora la publico "tal cual", mientras trabajo en mi próxima novela que ya está casi lista, y lo hago simplemente por compartir una historia que creo que merece la pena.
En cualquier caso, aquí teneís un capítulo más (aunque como dije la serie original no está dividida, los voy publicando y cortando "para darles la apariencia de capítulos"...)
6
Tengo que admitir que la conversación me ha excitado y se me ha puesto dura, incluso he pillado un par de veces a mi madre mirándome justamente a las bermudas, yo para disimular me he sentado sobre un taburete.
Continuamos pintando hasta acabar mi pequeña habitación. Hoy, una vez más observo las bragas de mi madre en la escalera, son de color blanco de nuevo, pero hoy son muy transparentes, y casi le adivino la negra espesura donde se juntan sus muslos.
Tras pintar, almorzamos y de nuevo nos echamos la siesta, aunque hoy no me queda más remedio que dormir con mi madre.
A diferencia de ayer estoy muy excitado y uno puedo dormir, ella en cambio duerme a pierna suelta. La observo y me pone cachondo adivinar sus pechos bajo el camisón, así como mirar sus piernas desnudas y su pantaloncito ceñido a su Monte de Venus.
No lo aguanto más, ella no se va a despertar así que me levanto sigilosamente y me voy a la cita que tenía con mi burrita preferida.
Ella se muestra impasible ante mis caricias como ayer, es más yo diría que aparta la cola para dejarme toquetear su chocho. Aunque el bicho está muy alto y busco algo en lo que subirme. Finalmente cojo un saco de grano que está a medio llenar y lo coloco detrás de sus patas. Aupándome a él con las bermudas quitadas acerco mi excitada y dura polla a su chocho color azabache y finalmente la introduzco entre sus negros labios.
Comienzo a follar a la burrita, ésta sigue impasible y se deja hacer. Su cola es un estorbo y aunque la aparto hacia un lado me impide acercarme más y llegar mejor a su coño, lo cierto es que con mi pequeña pilila apenas se debe de enterar acostumbrada a las trancas de burro, pero ella se deja hacer y espera a que me corra.
Aunque la tragedia se cierne de nuevo sobre mí. Sin yo saberlo oigo a mi madre acercarse y entrar a la puerta y cuando me quiero bajar del saco ya es demasiado tarde, me pilla justamente con la polla metida en su coño, con los ojos cerrados, a punto de correrme. Cuando la oigo abro los ojos y me giro rápidamente, entonces me bajo y nervioso busco con la mirada el paradero de mis bermudas.
-
¡Mamá, lo siento, yo no quería...! —se me ocurre decir mientras localizo las bermudas en una esquina de la cuadra.
Estoy tan nervioso que no atino a meter los pies en ellas para vestirme, de los calzoncillos por supuesto que me he olvidado.
-
¡Oh hijo! ¿Pero qué estabas haciendo? —pregunta ella cuando es obvio lo que hacía y me ha visto de sobra.
-
¡Verás mamá, te lo puedo explicar...! —contesto yo ya subiéndome las bermudas.
Me doy cuenta de lo tieso que tengo el pene y de que ella me lo está viendo, también veo lo mojado que está por los jugos del chocho de la burra. Finalmente consigo subirme las bermudas, aunque la hinchazón hace que el bulto se siga notando tras la tela.
Mi madre se acerca a la cuadra mientras tanto.
-
No sabía donde estabas, me he levantado y he salido para ver si te habías ido sólo a bañarte, preocupada por si te pasaba algo, cuando he oído ruidos aquí.
-
Bueno mamá, es que yo... bueno... yo...
Yo comienzo a llorar, no se me ocurría nada qué decir y es tal la vergüenza que sento en este instante que ha sido mi reacción más lógica. Mi madre me invita a salir de la cuadra y me toma en sus brazos, animándome a no seguir llorando.
-
Ya está, no pasa nada, ya se que debes de estar muy avergonzado por lo que estabas haciendo, yo misma siento vergüenza por haberte pillado infraganti.
Solo se me ocurre decirle que lo siento, que ha sido una tontería lo que he hecho pero que ha sido una locura que se me ha ocurrido.
-
No importa, lo hecho hecho está, no te voy a meter en el manicomio tampoco, hijo no llores más.
Continúo sollozando unos minutos, ella se sienta junto a mi en unos sacos y trata de confortarme acariciándome la espalda. Después de este tiempo dejo de llorar. Y veo que ella quiere “hablarlo” como todo lo que nos pasa últimamente, aunque decido ser yo quien se lo explique adelantándome.
-
Verás mamá, es que el otro día al ver a la burra no pude evitar una idea que se me pasó por la cabeza. Ayer vine también en la siesta y la estuve acariciando y vi que era muy mansa, ¿sabes?
-
Ya, y pensaste en probar a hacerlo con ella, ¿no?
-
Pues sí y hoy no podía dormir pensándolo así que me he venido a hacerlo cuando tú me has pillado.
-
¡Vaya, pues de verdad que lo siento hijo! Oye, ¿pero no será malo hacerlo con una burra? —me pregunta más preocupada que enfadada.
-
Hombre, no sé. La burra parece sana, vamos que no tienen enfermedades.
-
No lo sé, yo como no entiendo de esas cosas. Había oído en el pueblo que algunos hombre lo hacían con animales pero nunca pensé que mi propio hijo lo pudiese hacer.
-
Lo siento mamá, se que no debía hacerlo, pero...
-
¿Pero qué hijo, puedes contármelo todo, después de haberte visto quiero comprender por qué se puede hacer algo así?
-
Bueno mamá, por desesperación, por deseo sexual. Me masturbo mucho, el otro día te mentí, hay días que necesito tres o cuatro pajas para saciarme. Y sólo de pensar en lo que se siente cuando la metes en una vagina, pues no pude evitar caer en la tentación de hacerlo con la burra, ¿sabes?
-
Ya sé, me imagino lo ansioso que estás por soltar todas esas hormonas. No sé hijo, si no pasa nada no me importa, es decir, si la burra no te va a pegar ninguna enfermedad —afirma mi madre levantándose y yendo a ver al animal que ahora está mirándonos.
Yo me levanto también y voy verla con ella.
-
Yo veo que está bien, bueno y el... la vagina la he visto y no tiene nada aparentemente, no es que yo entienda pero es lo que parece.
-
¿Y te ha gustado Guille? Quiero decir que si era lo que tú esperabas.
-
Bueno mamá, me da mucha vergüenza decírtelo pero... Sí, me estaba gustando mucho, estaba casi a punto de acabar cuando has llegado.
-
¡Buf vaya mala pata habrás pensado! ¿No? —exclama mi madre sonriendo por primera vez desde que ha entrado.
Parece que una vez pasada la primera impresión, ya no le importa tanto. El caso es que me he quedado con las ganas de terminar lo que había empezado.
-
Oye, ¿y te gustaría terminarlo?
-
¿Cómo? —pregunto yo haciendo cómo que no lo he entendido, para ver si es verdad lo que me está proponiendo.
-
Verás, ¿qué si te gustaría seguir un rato más y correrte dentro de la burra? Si quieres yo me puedo ir y esperar en la casa, tú te relajas, te tranquilizas y terminas la faena —me propone sonriendo y haciendo gestos toreros.
-
¿En serio no te importa que lo haga?
-
Hombre, yo también pienso que esta burrita está muy sana, y después de todo también la estamos pagando así que por qué no, ¡fóllatela cuanto quieras! —grita bajito como sintiendo que la pueden oír.
-
¿Y tú te irás, mientras lo hago?
-
Sí, claro cariño, no te niego que siento curiosidad por ver algo así, pero hombre, también comprendo que a ti te de reparo el que tu madre te vea hacer algo así.
-
¡Oye, después de todo si quieres mirar por qué me iba a importar! ¿Eres mi madre no? Además la burrita a veces se mueve y no me deja hacerlo bien, y la cola es un fastidio, me podrías ayudar, ¿estarías dispuesta ha hacerlo?
-
¿Lo dices enserio ahora tú? —pregunta mi incrédula madre.
-
Completamente mamá. Verás es que en los últimos días te he contado mis secretos más íntimos y siento que puedo confiar en ti, claro si no te importa ayudarme.
-
Pues no sé, vamos a probarlo —afirma ella entrando en la cuadra.
Con un poco de reparo me vuelvo a quitar mis bermudas. Mi pene está ya flácido aunque noto que no tardará mucho en ponerse duro. El indico a mi madre que coloque a la burrita junto al saco y me subo a él. Ella se pone a un lado y le doy la cola para que la aguante.
-
Bueno, pues cuando quieras Guille, puedes empezar —me dice mirándome el pene que continúa flácido.
Me lo cojo y empiezo a menearlo suavemente, notando que la excitación crece en mi interior, hasta ponerlo duro en segundos. Observo que mi madre me mira, y aunque no me acostumbro a la idea trato de relajarme.
-
¿Te gusta mi pene? ¡Quiero decir que...! ¿Si lo ves bonito? —me apresuro a corregir tras haber soltado algo que no quería expresar de esa manera.
-
Claro hijo, es bonito ver algo tan chiquito y joven... ¡bueno chiquito no es, está bien de tamaño para la edad que tienes, ya te crecerá!
-
Me alegra que me lo digas, a mi me da la impresión de que era un poco pequeño, pero espero que crezca más.
-
Ya verás como sí.
Me acerco a la burrita y apunto hacia su vagina, deslizándola sin dificultad en su interior. La burrita sigue cooperativa. Yo comienzo moverme y veo como mi madre me observa atentamente, se la ve muy interesada en lo que está viendo.
-
¿Está suave? —pregunta mi madre si especificar a qué se refiere.
-
¿El chocho de la burra? —aclaro yo maliciosamente—. ¡Oh sí mami está muy suavecito!
No tengo prisa por acabar, y me está gustando la situación así que me muevo despacio y dejo que ella me observe.
-
¿Lo hago bien mami? ¿Así se haría con una mujer? —pregunto yo para darle más morbo si cabe a la situación.
-
Oh si cariño, lo haces muy bien, sigue así hasta que sientas que te corres y luego hazlo tan deprisa como puedas, verás como te gusta.
Continúo haciéndolo y observando de reojo la atenta mirada de mi progenitora, que no se pierde detalle y hasta se acerca para ver mi pene a corta distancia penetrando en al inmensa vagina del animal. Tengo una idea y decido ponerla en práctica. Deliberadamente la saco de la vagina y e intento fallar al volver a meterla, desviándola un poco hacia arriba y hacia abajo, hacia un lado y hacia el otro.
Mi madre, observa el problema y no duda en coger mi pene y acompañarlo hacia su objetivo hasta que este se desliza en su interior.
-
¡Gracias mami! —exclamo yo exagerando el placer que estoy sintiendo con gestos desmesurados.
-
¡No hay de qué! ¡Todo para que mi pequeño disfrute de su burrita! —comenta ella divertida y sonriente.
Continuo unos minutos y la verdad es que tengo ya unas ganas tremendas de acabar, así que decido poner el turbo y embestir con ganas a la burrita. De este modo en unos segundos me estoy corriendo en ella y caigo rendido en su grupa. Mi madre está atente todo el tiempo aunque al final cierro los ojos por los espasmo que me produce.
-
Bueno cariño, ¡voy al baño que me estoy haciendo mucho pis! Límpiate y poco y ve a lavarte al corral trasero mientras —exclama mi madre saliendo rauda y veloz de la cuadra.
Y así me abandona echado encima de la burrita. Me da la impresión de que no ha podido aguantar más su calentura y que va a hacerse una paja femenina ella ahora. Decido dejarla, tiempo habrá más tarde para pedirle que se sincere sobre si de verdad ha hecho pis únicamente.
PD.: Si te gustá mi estilo tal vez te gusten mis novelas, puedes conocerlas y leer los primeros capítulos en mi página de autor, aquí en todorelatos.com. Saludos cordiales.