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Soy Puta (6)

en Grandes Series

6

Al día siguiente Lucía se levantó tan tarde como de costumbre, y mientras saboreaba unos cereales mezclados con leche en un tazón de desayuno miraba distraída por la ventana de aquel soleado día, ya iban a dar las doce.

Ensimismada sus pensamientos, éstos se proyectaban en su mente planificando qué haría hoy. Por supuesto que en su cabeza estaba el buscar a “su chico”, su nuevo amigo, Fran, estaría al acecho en cuanto el muchacho terminase su trabajo en los jardines y se sentase en el portal a esperar a su madre. Estar con él le aportaba una tranquilidad que la hacía sentirse bien, tenía algo especial que la calmaba y por eso le gustaba tanto aquel muchacho. ¡Ya tenía el plan!

Para hacer tiempo decidió salir a correr un rato, le apetecía sudar y relajarse y el deporte la ayudaría en ambos aspectos. Así que se puso un top con tirantes muy ajustado, y unos shorts igualmente pegados a su piel, marcando su culillo respingón y redondito. Cogió sus cascos, los conectó al móvil y puso su música favorita antes de comenzar con el footing.

Volvió al cabo de una hora, sudorosa y cansada, se metió en la ducha y el agua tibia corrió por su piel desnuda refrescándola y llevándose todo el sudor. Se enjabonó bien, dedicándole especial cuidado a sus partes íntimas, sin duda le gustaba cuidar bien su herramienta de trabajo. Se aclaró con abundante agua y salió para secarse.

A las dos y media estaba al acecho en el balcón, escrutando la calle. Y pasó lo que suele pasar en estas situaciones: “el que espera desespera”; el chico que no se presentaba. Finalmente apareció a eso de las tres menos diez. Pero, ¡maldición! Estaba acompañado, por una mujer, ¿sería ella el zorrón que se lo tiró en el parque? ¡Lo más probable!

La mujer pasaba de los cuarenta años, era gorda, bestia el uniforme de trabajo y llevaba únicamente una camiseta de tirantes pues el calor apretaba en aquellos días. Luciendo un generoso escote que era el comienzo de unos pechos grandes y abundantes. Llevaba en la cintura anudada la chaqueta del traje de faena e iba conversando amenamente con Fran.

¡Maldición! Su cabeza se llenó de dudas, ¿sería aquella mujer la que se lo follaba? Comiéndose las uñas decidió expiarlos mientras los veía acercarse conversando desde su balcón, situado en un lateral de la fachada principal del edificio.

Entonces se decidió y bajó para charlar con aquella desvergonzada.

— ¡Buenas Fran! —dijo al verlo.

Se acercó a él y lo besó.

— ¿Oye, esta es tu amiga?

— ¿Si es Laura?

— ¡Ah es Laura! —dijo Lucía haciéndose la sorprendida—. ¡Estupendo, con Laura quería yo hablar!

Entonces Lucía la tomó del brazo y la apartó del muchacho unos metros.

— ¡Hombre Laura! ¿Sabes que Fran no para de hablar de ti?

— ¿Si? —preguntó algo nerviosa la mujer que ya sospechaba de las intenciones de Lucía.

— ¡Si! Dice que eres muy cariñosa con él —dijo Lucía insinuando lo que hacía—. Muy, muy cariñosa, pero eso se acabó, ¿me entiendes? ¡Mantente alejada del muchacho zorra!

— ¡Yo, no…! —dijo nerviosa la mujer.

— Si, lo sé todo Laura, me lo ha contado él, así que aléjate de él y no le vuelvas a hacer nada nunca, ¿vale?

— ¡Oh si, lo entiendo, no lo volveré a hacer! —dijo tremendamente nerviosa la mujer.

Y dicho esto se alejó como alma que lleva el diablo, mirando de vez en cuando atrás, mostrado su temor ante las advertencias de aquella chica sobre ella y sus juegos íntimos con el muchacho.

— Bueno Fran, Laura me ha dicho que se tenía que ir ya. ¡Cómo estás guapetón! —le dijo Lucía disimulando como si tal cosa.

— ¡Bien, estoy bien! —contestó el sonriendo con su simpatía habitual.

— ¿Cómo te ha ido el día?

— Bien, hoy ha hecho calor —le confesó.

Sin duda el muchacho había sudado en su trabajo en los jardines de la ciudad, pero a Lucía no le importaba este hecho, le gustaban los hombres sudorosos, para variar.

— ¿Oye, qué te parece si subes y tomamos un refresco?

— ¡Vale, tengo mucha sed! —exclamó el chico.

Subieron en el ascensor hasta la tercera planta, Lucía no paraba de sonreírle mientras el elevador llegaba a la planta marcada. Salieron al pasillo y se aproximaron a la puerta, abrió y le hizo entrar.

— Pasa al salón y siéntate, que voy a poner los refrescos.

— Vale —se limitó a decir el muchacho.

Lucía sirvió las bebidas y puso algunas patatas para picar y se sentó con él. Eran las tres menos diez, su madre no tardaría en llegar.

Se sentó junto a él y le ofreció un refresco de cola, el chico bebió de un tirón casi medio vaso.

— Entonces Fran, no le habrás contado a tu mamá nuestro secreto, ¿verdad?— lo interrogó mientras lo calentaba.

— ¡No claro que no, yo sé guardar un secreto! —exclamó el llevando su dedo índice a sus labios para hacer el gesto del silencio.

— Así me gusta guapetón, así podremos jugar también otros días, ¿vale?

— ¡Oh si, claro! ¿Ahora? —preguntó Fran tocándose la bragueta.

— ¿Ahora? Es que tu madre estará ya al llegar —sonrió Lucía.

— ¡Fran quiere ahora! —dijo levantándose y sin esperar contestación de Lucía tiró de su pantalón de trabajo manchado y arrastró con él sus calzoncillos mostrando su tremenda vara erecta.

Lucía se maravillo de nuevo ante su herramienta, y rió nerviosa.

— ¡No ahora no, tu madre está al llegar! —dijo Lucía tirando de su brazo para que se sentara.

— ¡No, Fran quiere jugar ahora! —dijo él muy cabezón.

Lucía pensó en cómo saldría de aquello tras el desliz del día anterior y se arrepintió de haberse propasado con aquel muchacho. Pero aquello ya no tenía solución y con lo tarde que era temía qué ocurriría si su madre llegaba y no lo encontraba en la puerta.

Lucía pensó en hacer una locura, estaba tan excitada que se sentía y nerviosa que el morbo que le daba aquella situación la superaba.

Tragando unas saliva que no tenía se acercó al muchacho, se quitó delante suyo los leggins y el tanga que llevaba y vio cómo Fran se quedaba mirando su chochito depilado.

— ¡Oh qué bonita eres! —exclamó el chico.

Como gata en celo Lucía se sentó sobre él y cogiendo su gran verga la condujo hasta su rajita, colocándola en la entrada la apretó contra ésta y la fue abriendo mientras se sentaba literalmente encima de él.

Cuando la tuvo dentro, la joven comenzó a subir y bajar, clavándose tan hermosa verga y sintiendo un placer descarnado por el morbo que le provocaba el hacerlo con aquel joven tan cándido y sonriente.

De repente comprendió a la pobre Laura, a la que había amedrentado hacía apenas media hora. Pero ella era una zorra, ¡claro! Y Lucía era “su amiga”, ¡claro!

Como si fuera una quinceañera haciéndolo con su novio por primera vez tembló de placer mientras se la clavaba profundamente, y el muchacho tembló de emoción cuando sintió que el orgasmo se apoderaba de sus músculos.

Este cerró los ojos con fuerza y gruñó con cada sentada de Lucía y esta siguió moviéndose arriba y abajo muy despacio, hasta ver como el muchacho experimentaba un delicioso orgasmo, y ella disfrutó proporcionándoselo.

¡De repente sonó el timbre del portal! Lucía se asustó y pensó que sería la madre que ya había llegado y estaría pensando que estaba con ella, así que corrió a contestar por el telefonillo y así ganar tiempo mientras su madre subía en el ascensor... Le hizo señas a Fran para que esperase sentado y fue a descolgar.

— ¿Si?— pronunció alargando la sílaba.

— ¿Lucía? Soy Marisa, Fran está contigo, ¿verdad?

— ¡Hola Marisa! Si, ha subido y se está tomando un refresco conmigo.

— ¡Ah vale!, es que he llegado y al no verlo me preguntaba si estaba contigo. Oye, pues subo a mi casa y voy calentando la comida, me lo mandas para abajo en unos minutos, ¿vale?

— ¡Oh si, claro mamá! Muy bien ahora baja —y colgó.

El muchacho estaba sudando, pero con cara de satisfacción, sin duda y aún respiraba agitadamente, aunque ya recobraba la calma.

— Bueno Fran, tienes que bajar a comer, tu mamá te espera. Vamos a guardar tu pajarito, ¿vale? ¿Te ha gustado hoy?

— ¡O mucho, Lucía eres muy buena conmigo! —exclamó el chico.

— Pues ya sabes, esto es nuestro secreto, no lo puedes contar a tu mamá o no querrá que nos veamos más, ¿lo entiendes? —lo interrogó esperando su confirmación.

— Vale, de acuerdo, ¡secreto! —e hizo el gesto del silencio en sus labios.

Como no se fiaba de mandarlo sólo, aún aturdido como estaba tras la corrida, se vistió y bajó con él.

Sonriente llamó al timbre tratando de disimular y su amiga abrió mientras se cerraba el albornoz que se estaba poniendo en aquel momento, pues se acababa de dar una ducha rápida. Lucía pudo ver fugazmente parte de sus pechos e intuyó la espesura de su negro Monte de Venus.

—  ¿Quieres pasar? —le preguntó Marisa.

—  ¡Oh no, estoy algo cansada y me voy a echar un rato! —se excusó Lucía.

—  Vale, baja más tarde para merendar si quieres.

—  Muy bien, a lo mejor bajo— dijo Lucía dejándolo en el aire.

Marisa cerró la puerta y Lucía, como una exhalación subió las escaleras y se encerró en su piso. Se fue directa al salón y se quitó de nuevo sus leggins y después su tanga. Sentándose en un sillón relax, con los muslos bien abiertos, como si estuviese en la mesa del ginecólogo, se dispuso a deleitarse con toda clase de caricias y suaves penetraciones en su flor.

Estaba chorreante de jugos y con cada caricia, el suplicio del placer que le venía le hacía cerrar los ojos y humedecerse los labios con la punta de la lengua. Se retorcía encima de su sillón con cada roce de sus yemas sobre su sexo, en una bella agonía que la conducía hasta el final tan esperado, como retrasado a propósito, en un intento por alargar el dulce placer que sentía en aquellos momentos.

Se contrajo encima del sillón, estirándose después, tensándose como una ballesta a punto de disparar su dardo mortal, contrayéndose después mientras miles de agujas asaeteaban su cuerpo con el éxtasis del orgasmo que al fin había alcanzado. Liberando las tensiones y la gran excitación acumulada, mientras en su mente aparecían visiones suyas haciéndole la felación al joven Fran, hasta que éste descargó abundantemente en su boca.

Finalmente se quedó tumbada en el sofá y se quedó dormida un buen rato. Al despertar, sudorosa encima de su sillón vio como el cuero estaba mojado muy cerca de su flor, la corrida había sido brutal y la rememoró de nuevo, ya en su recuerdo el placer experimentado, tan fresco como en momentos antes había llegado.

Olió su sexo en la habitación, todo el ambiente estaba cargado de feromonas, suyas y de Fran. Se incorporó y fue a darse otra ducha, después se ocuparía de limpiar el sillón y ventilar el salón.

Nota del autor:

 

Si sigues esta serie ya sabes que seguiré publicando capítulos hasta el domingo de esta semana de San Valentín, podrás seguir leyéndolos hasta entonces y si te encancha la historia podrás adquirirla en cualquier web de amazon buscándola por el ASIN: B01MZJ0GM1. Os dejo los enlaces directos a amazon.com, .es y .mx:

 

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No hace falta que lo diga, pero nunca está de más recordar que la compra ayuda al autor no solo económicamente (aunque os puedo asegurar que solo una pequeña parte de su precio va a mi), además me motiva para que siga escribiendo historias que puedan gustarte si ésta obra lo ha hecho.

 

Un saludo y gracias, tanto si compráis como si sólo leeis estos primeros capítulos.

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