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La escritora (13)

en Amor filial

 

13

Ya por la noche no tenemos ganas de salir por el pueblo y tomamos una romántica cena en la terraza del hotel, escuchando música de piano en directo, sin duda todo un lujo. Mi madre luce su mejor vestido y yo aunque no tenía ropa para la ocasión en seguida se han encargado en el hotel de buscarme unos pantalones de pinzas, una camisa y unos zapatos de vestir, cosas del dinero.

Tras la cena hay baile y aunque me da vergüenza mi madre insiste en bailar conmigo agarrados, y se muestra como una estupenda maestra de baile de salón. En el proceso no puedo evitar fijarme en su escote y acariciar su cintura, sentir el roce de sus pechos contra mi pecho y me excito. Juraría que ella lo ha notado pues mi pene abulta tras la cremallera, pero no le da importancia y sigue como si tal cosa.

Tras casi dos horas de baile decido que ya no más y nos tomamos unas bebidas en la barra de la terraza.

—¿Te estás divirtiendo? —me pregunta mi madre tras tomar un sorbo de su vaso.

—Mucho mamá, esto sí que son unas vacaciones —afirmo yo sin dudarlo.

—¡Cómo! ¿Acaso no te divertías en el cortijo? —dice ella aparentando estar ofendida.

—Bueno, admito que tiene su lado bueno, pero es que esto es puro disfrute, todo lo tenemos hecho, ¿no crees?

—Si, desde ese punto de vista si, pero, ¿no te gusta la tranquilidad de aquellos parajes? ¿Tener “una playa” para nosotros solos? —dice mi madre refiriéndose al lago como playa, la verdad es que no lo había visto de esa manera.

Bostezo, mi madre me mira y me dice que nos subamos a la habitación, allí dos desvestimos y hago un pis mientras mi madre se quita el maquillaje, cuando me doy cuenta de que me observa.

—¿Me estás mirando? —pregunto avergonzado.

—Si, es que me parece muy curioso —confiesa ella.

Y ahora con descaro la observo que mira mi pito mientras hago pis.

—Bueno, a mi también me resulta “curioso” verte hacerlo a ti, el otro día te vi sin ir más lejos —le digo mientras me dejo observar.

—¿Y te gustó?

—Fue curioso —me limito a admitir mientras le sonrío.

Corto algunos trozos de papel higiénico y me limpio mientras ella no deja de observar. Tras esto me la guardo en mis calzoncillos.

—Bueno ahora es mi turno —dice ella mientras yo me aparto.

—¿Puedo mirar? —digo mientras me pongo a su lado, frente al lavabo.

—¡Ni hablar, eso es una guarrería! —sentencia mi madre y me echa del cuarto de baño.

No puedo dormir, no hago más que dar vueltas en la cama, la noche es muy calurosa y aunque he intentado que mi madre pusiese el aire acondicionado, ella ha insistido en que mañana estaríamos resfriados y que nos estropearía las vacaciones. Así que opto por levantarme e irme al balcón.

Aquí se está algo mejor, la suave brisa marina me refresca. Todo está en absoluta calma, aunque hay algunos clientes levantados aún, a juzgar por la luz que sale de algunas habitaciones. El cielo está sereno y estrellado como una noche de verano cálida y esplendida en la que estamos.

Al rato mi madre aparece por detrás y casi me da un susto de muerte.

—Hace calor, ¿verdad hijo?

—Si, no podía dormir.

—Yo tampoco puedo, ahora estaría bien un bañito en el mar, ¿verdad?

—¡Oh si, pero está muy lejos y ahora no hay autobús!

—Y qué más da podemos coger el coche, darnos el baño y venirnos a acostar, ¿te apetecería hacerlo?

—¿No será muy tarde? —pregunto algo preocupado, ya son las tres de la mañana.

—Claro que no, aquí está entrando y saliendo gente constantemente.

En diez minutos estamos vestidos informalmente y con los bañadores debajo. Mi madre oculta las toallas en una mochila mía y con ella al hombro salimos discretamente del hotel.

El parking está en penumbra, avanzamos hasta el coche y un leve movimiento en un coche próximo llama mi atención. Se lo indico a mi madre con un gesto, pero ella me hace señas para que permanezca en silencio.

Entramos en el coche.

—Se ve que a algunos les pone más hacerlo en el coche que en la habitación, ¿no?

—¿Tú crees que estarán follando en el coche? —pregunto yo con mi clásica inocencia.

—Por los movimientos del vehículo casi seguro. No te parece excitante, igual hay gente en la playa haciendo lo mismo así que procura no llamar mucho la atención, ¿de acuerdo?

Arrancamos y salimos del hotel en dirección a la fina arena que nos espera. Los amantes furtivos se quedan en el parking continuando su relación.

Al llegar mi madre aparca junto a la carretera y cruzamos los pinos por una pasarela de madera. Al llegar no divisamos ni un alma, aunque la verdad es que la noche es oscura y tampoco se ve mucho.

Extendemos las toallas y guardamos la ropa en la mochila.

—¿Oye Guille y si nos bañamos desnudos? El agua tiene que estar deliciosa y las olas te hacen cosquillas en todo el cuerpo, ¿te atreves?

—Vale, ¿por qué no? —contesto yo sin poder creer lo moderna que se está volviendo mi madre.

Nos acercamos a la orilla y la primera sensación es de frío, el agua está fresquita pero acostumbrados al río cerca del cortijo podemos soportarlo y nos vamos adentrando poco a poco entre las olas.

Mi madre coge mi mano para no caerse por los leves movimientos del agua. La sensación es extraña y aunque el oleaje es muy suave parece como si te mareases un poco a no ver nada y sentir las olas al rededor.

Apenas adivino su silueta desnuda en la oscuridad de la noche, pero si siento su mano caliente cogiendo mis dedos.

Ya estamos metidos de lleno en el agua, mi madre se sumerge y nada unos metros, yo la espero agachándome un poco hasta que el agua me cubre por el cuello. Una vez acostumbrado a la temperatura del líquido y salado elemento comienzo a estar fenomenal, está calentita calentita y se está mejor dentro que fuera con la brisa marina.

—¡Está estupenda verdad! —afirma mi madre ya de regreso acercándose a mi.

—Si, está calentita. Te has fijado en este cielo tan estrellado, es como en el pueblo —observo yo maravillado al ver la luminosidad del Camino de Santiago.

Espontáneamente mi madre se acerca y me besa en la mejilla, yo, aprovechando su gesto, la abrazo y me pego a ella para poder sentir sus pechos desnudos sobre mi piel y tal vez algo más abajo, su pubis peludillo contra mi pene. Le doy otro beso en el cuello y le susurro al oído: “Lo estoy pasando muy bien estas vacaciones contigo”.

—Yo también Guille, me alegro de poder dedicarte todo mi tiempo.

Su cuerpo, aun debajo del agua está caliente y suave y me excita pensar que tengo mi pene a solo unos centímetros de so coño. Sus pechos, de un tamaño hermoso y de tacto suave y gelatinoso resbalan sobre mi piel volviéndome loco.

De pronto mi madre me echa agua y se pone juguetona, zafándose de mi abrazo me echa agua en la cara, yo le sigo el juego.

—¡A que no me coges! —grita lanzándose a nado.

La sigo, nadando con todas mis fuerzas me acerco a ella pero sin poder cogerla, se nota que está en forma con sus sesiones de gimnasio y me mantiene la distancia. Tras nadar unos veinte metros las fuerzas nos abandonan momentáneamente y se para delante mío, consiguiendo entonces alcanzarla.

De nuevo vuelvo a abrazarla juguetonamente colgándome de su cintura como si fuese un niño pequeño bajo el agua, poniéndole mis testículos y pene en la barriguita y agarrándola por el cuello.

—¡Jo hijo, cuanto pesas ya, apenas puedo contigo! —afirma aunque me continúa agarrándome en mi abrazo.

Tras unos segundos me hace bajar y vuelve a los juegos, me echa agua de nuevo y al ir a girarse para huir de mi me anticipo a su movimiento y la agrazo por detrás, con una mano por encima del hombro y la otra bajo su axila contraria ciño mi abrazo sobre sus pechos, justo entrelazando mis manos en su canalillo. La pego de nuevo a mi cintura y noto como mi pene erecto choca contra su culo redondito.

—¡Te pillé! —le susurro al oído mientras ella forcejea.

En el juego mi pene se desliza y busco a propósito el hueco entre cachete y cachete, metiéndolo por él, hasta llego a notar cómo sus pelillos me pinchan el glande. Mis manos ahora la sujetan por la cintura, las entrelazo en su barriguita y la aprieto un poco más pegándome a su espalda, sintiendo la magnitud de su prominente culillo en mi estómago.

Sin duda que tiene que notar mi erección entre sus muslos y de repente deja de moverse y sólo la oigo jadear tras el esfuerzo. Con un temblor por todo el cuerpo debido a la emoción y los nervios del momento apenas acierto a subir mis manos desde su cintura hasta sus tetas juntándolas en su canalillo, recogiéndolas con mis manos cuan si de palas se tratase. Ella parece permitir mi atrevimiento y se queda quieta.

Tras unos momentos de clama se gira y parece querer preguntarme algo, pero sin darle tiempo a hablar me abalanzo sobre su teta izquierda y busco su pezón con mis labios en la oscuridad, chupándoselo y degustando su dulce sabor salado.

—¡Guille!, ¿pero qué me quieres hacer? —me pregunta aunque de sobra sabe mis intenciones.

—¡Oh mami me encantan tus pechos! —exclamo yo abrazándola por la cintura y bajando las manos hasta su culo.

De un fuerte empujón la acerco hacia mí, clavando literalmente mi pene en su monte de venus, incluso me hace un poco de daño cuando se dobla y se queda para arriba, aplastado entre ambos cuerpos.

—¡Oh, qué dura la tienes! —exclama mi madre abrazándome por el cuello—. Anda toma un poco más de mis pechos, que ya veo que estás muy necesitado de ellos.

Me acerca su otra teta y la chupo con más pasión aún, ahora la beso con fuerza hasta que mi boca queda atrapada en su canalillo con ambas tetas a su lado, ella aprieta mi cabeza contra su pecho y sus tetas literalmente estrujan mis mejillas a cada lado.

—¡Nos salimos ya Guille!

—¡Vale mami! —comento yo entusiasmado.

Sin soltarme de la mano salimos juntos de la mar. Entonces nos damos cuenta de nuestro error, no encontramos las toallas. Así que con un poco de paciencia caminamos por la arena con la esperanza de pisarlas. Ella continúa cogiéndome la mano.

—¡Qué quieres que hagamos Guille! ¿Estás seguro que quieres que sigamos por este camino? —me pregunta mientras buscamos.

—¿A qué te refieres exactamente? ¿No te entiendo?

—Te lo diré claramente, ¿es que quieres follarme? ¿Follar con tu mami?

Ante la rotundidad de la pregunta no sé qué contestarle, y opto por quedarme callado mientras no encuentre una respuesta apropiada.

—A mi también me da mucha vergüenza esta situación hijo, ni yo misma sé si sería capaz de hacer algo así... pero en el fondo admito que me siento atraída sexualmente por ti.

—Yo también mami, te quiero mucho, como antes, pero es que además cuando estoy cerca de ti, te veo desnuda, te acaricio la piel o incluso siento tus tetas sobre la mía, me pongo cachondísimo y en esos momentos sólo se que sería capaz de follarte sin pensarlo más.

—En el agua te ha pasado, he sentido tu polla acercarse a mi culo y admito que la sorpresa me ha gustado Guille, por unos segundos he perdido la cabeza y te he dejado continuar a ver qué eras capaz de hacerme... ¡oh vaya, aquí están las toallas! —exclama mi madre tras rozar una de ellas con su pie—. Vamos a sentarnos y lo hablamos, ¿vale?

—Está bien mamá, pero empiezo a no querer hablar mucho del tema, porque cuanto más lo pienso más culpable me siento.

—Hablar no es malo Guille, nos ayudará a superar nuestros miedos y si tiene que pasar algo que pase, después será nuestro secreto y de nadie más.

Un poco harto de tanta conversación decido pasar a la acción y me siento junto a mi madre, chupándome todos los dedos de mi mano derecha no dudo en llevarla hasta sus muslos obligándolos a abrirse y la conduzco hasta sus labios vaginales externos. Le froto el coño suavemente, con la saliva enseguida sus labios exteriores se abren y descubro que los interiores están superlubricados, ratificándome que ella también se ha excitado por el abrazo marino de antes.

—¡Oh Guille, qué impetuoso eres! —exclama mi madre sin atreverse a apartarme la mano de su húmeda vagina.

—Hagamos un trato mami, estas serán las últimas palabras que pronunciaremos esta noche, vamos a hacer lo que tengamos que hacer y mañana ya tendremos tiempo de pensar y hablar.

—Vale Guille, a ver hasta donde eres capaz de llegar —dice mi madre incitándome a seguir.

En la oscuridad de la playa mis labios buscan la fruta prohibida. Mi nariz la huele, ya a escasos centímetros de esta, entonces mi lengua sale de entre mis labios y saluda a su chochito, propinándole toda una serie de lametones de abajo a arriba y viceversa. Mi madre se ha tumbado, con las piernas abiertas y ligeramente flexionadas me acoge entre sus muslos y me deja hacer... ¡por fin!

Saboreo los delicados jugos de su coño, mi boca no se cansa de comerlos y continúa estimulando su segregación. Lamo su clítoris, lo chupo, lo beso, hago que ella se vuelva loca del placer que obtiene con mis atrevidas caricias.

—¡Méteme los dedos Guille! ¡Vamos! —me implora y yo obedezco.

Mis dedos se pierden en su delicioso interior, suave, muy suave y húmedo, muy húmedo. Follarla con los dedos es toda una delicia y mientras lo hago ella me coge la cabeza y me obliga a seguir lamiéndole el clítoris. Así meto y chupo, lamo y meto.

Me afano en la tarea y disfruto viéndola gozar, la estoy haciendo gozar mucho. Tanto es el celo que pongo que mis actos se ven recompensados en forma de orgasmo.

Mi madre se corre en mi boca, mis labios chupan su clítoris y entre estertores mi lengua se pierde entre sus labios vaginales, bebiendo sus jugos: ¡se corre! ¡se corre irremediablemente en mi boca!

Desatado me incorporo y cojo mi polla tremendamente excitada, la apunto a su sexo, quiero metérsela, llenarla con ella, sentir el calor de su coño abrasador envolviendo mi pito dentro de ella.

Pero me ve y alarmada cierra sus piernas.

—¡No Guille, eso no! Entiéndelo, los juegos si, pero eso ya son palabras mayores.

—Pero te deseo, ¡antes me dijiste que te hiciera lo que quisiera! —digo protestando.

—No pasa nada Guille, mami te complacerá de otra forma verás cómo te gusta.

Se incorpora y me hace ocupar su lugar, me tumba y ahora es ella la que se agacha y me chupa mi pito, se lo traga entero y siento su calor abrasador, no sé si su coño será como su boca, pero me deja sin respiración, la sensación es brutal y me entrego a ella. Ésta chupa con fuerza mi polla erecta, me masturba con la mano a conciencia y yo, tan excitado estoy que no puedo parar y cuando mi orgasmo se aproxima es la ola que sube por encima del espigón del puerto.

—¡Me corro! —digo rápidamente para avisarla, pues me parece de mal gusto no decírselo.

Entonces mi madre se la saca de su boca y sigue masturbándome, mientras andanadas de semen salen de mi glande a modo de fuente de leche, caliente y viscosa que se desparrama en torno a mi pene, tremendamente duro y excitado, mientras yo tiemblo de puro placer, sufro unas contracciones extrañas, nunca había sentido tanto vértigo, una mezcla de placer inenarrable y un vértigo que hace que todo mi cuerpo se estremezca.

Para más inri, cuando mi corrida termina ella vuelve a meterla en su boca y chupa los restos de semen que debe haber en mi glande. Esta nueva sensación es brutal, se une al placer anterior, pero éste es más suave y delicado, aunque muy, muy placentero, todo está super sensible ahí abajo, pero ella lo sabe y actúa en consecuencia.

Pacientemente sigue chupando mi delicado glande y yo siento que me elevo, como si flotase. Imagino que estar colocado debe ser como esto, sentirte flotando como en una nube.

Me he corrido y ella me ha derrotado, al final, de nuevo se ha salido con la suya, ¡maldita! Pero, ¡qué delicioso final!

Nota del autor: Espero que la espera para leer éste capítulo haya merecido la pena... :) Sepa el lector que he terminado otra novela "Desde el portal, viendo la vida pasar", si quieres saber más de ella visita mi perfil aquí en todorelatos.com o mi blog.

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