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Desde el portal, viendo la vida pasar (2)

en Amor filial

 

Capítulo 2

 

Un aturdido Teo mareaba la comida con la cuchara cuando su madre reparó en su actitud distraída.

— ¿Te pasa algo cariño?

Preguntó su madre preocupada por su actitud y su silencio.

— ¿Qué? —dijo Teo sorprendido por su pregunta. ¡No nada! —añadió tratando de tranquilizarla y que no siguiese indagando.

— Claro, por eso lo pagas mareando a ese pobre guisante en el plato, ¿verdad? —dijo su madre riéndose.

Y es que no hay nada que se le escape a una madre atenta.

“¡Verás mamá es que me han metido mano y ha sido delicioso!” —pensó en su imaginación, pero como siempre, este locuaz pensamiento permaneció acallado en su mente.

— Sólo estoy cansado —dijo en un segundo intento por parar el incómodo interrogatorio.

— Bueno, no preguntaré más —dijo su madre—. ¿Esta tarde saldrás por ahí no?

— Si, luego saldré con Nica, ¿por qué?

— No, por nada, vendrán una amiga a tomar café —dijo ella distraída comenzando a quitar la mesa.

Teo asintió y se fue a su cuarto a echar la siesta.

Él sabía que cuando su madre preguntaba era porque quería estar a solas con sus amigas, que de tarde en tarde la visitaban. A veces una, a veces dos, él sabía que no deseaba ser molestada y que quería intimidad. Demasiado bien lo sabía, era su secreto familiar y tenían un pacto no escrito, él callaba y a cambio ella tampoco el preguntaba a dónde iba o de dónde venía.

En la siesta tuvo sueños húmedos, sueños que lo envolvieron en las sábanas y sudoroso se entregó al placer y rememoró una segunda vez la escena de la masturbación, cada instante, cada segundo, cada cálido detalle, su aliento en la oreja, el olor de su boca al besar, sus manos en su glande, su leche salpicando la puerta y resbalando por ésta. ¡Qué delicioso recuerdo!

Una ristra de preguntas asaltaba su mente, una tras otra: ¿Por qué? ¿Por qué con él? Y luego, ¿por qué lo echó? ¿Por qué no quiso más? ¿Por qué no follaron? Tantas preguntas y ni una sola respuesta, pero: ¡Qué delicioso recuerdo!

Por la tarde al frescor del parque, a ver a las niñas y las no tan niñas, con sus faldas cortas, sus piernas al aire y alguna que otra insinuación. Tonteando con algunas y comiéndose la cabeza con que si le hacían caso o se reían de ellos.

Pero aquella tarde era distinta, Nica notaba que su amigo estaba ausente. Y cuando le interpeló por su ausencia, éste solo asintió que estaba cansado, sí, cansado de comerse la cabeza con tantas preguntas y tan pocas respuestas. Y como eran amigos, respetó su intimidad y no insistió más, tal vez esperando que con el tiempo se sincerase, al igual que su madre, pues sólo un buen amigo, sabe cuando el otro está preocupado por algo.

Pasó la panadera comiendo pipas, con una amiga rubia y esbelta que era como su antítesis. Ella oronda y con curvas generosas y la amiga delgada sin pechos ni nada. Se pararon a hablar un rato mientras escupían las cáscaras, insolentes como siempre y ellos intentando pasar de ellas como de la mierda, jugando al eterno juego sexual, como el gato y el ratón.

— ¡Qué pasa chicos! ¿Ya os habéis matado a pajas hoy? —dijo y soltó una carcajada la poco respetuosa panadera.

— ¿De qué vas niña? ¿Quieres que te meta mi nabo en tu bollo caliente? —preguntó Nica.

— ¡Mi bollo es mucho bollo para tan poco relleno, niño!  —le espetó ella soltando otra risotada altisonante.

— ¡Tu bollo no aguantaría mis embestidas panadera! —saltó Teo saliendo de su silencio.

— Qué pasa, ¿te duele ya la mano de darle a la manivela? —dijo la panadera, que tenía para todos.

— Lo bueno es que con ella nunca discuto y siempre está a mis órdenes —rio Teo y chocó las palmas con Nica en señal de complicidad.

— Anda niña que en tu bollo nunca ha entrado un relleno, salvo los Bollycaos que te metes entre teta y teta —le espetó Nica despertando las carcajadas, no sólo de su amigo, sino de la amiga muda que llevaba la panadera de comparsa.

— ¡Pues tú no lo probarás niñato! —dijo la panadera mostrando una mirada asesina que provocó que su amiga cortara la risita al momento.

— Bueno Nica, tal vez el bollo de Lea sea más más dulce y complaciente que el de la panadera, ¿qué me dices Leandra? ¡Dame un besito! —dijo Teo para sorpresa de Nica.

— ¡Qué tontos sois! —dijo Leandra.

— ¡Mírala, pero si también habla, ya pensábamos que eras la muñeca de aquí “doña me los follo a todos” —espetó Nica saliendo al quite y ambos chocaron las palmas de nuevo!

— Venga vámonos Lea, que estos dos ya tienen para un calentón esta tarde y matarse a pajas esta noche pensando es nuestros cuerpecitos mientras nos alejamos, ¡pringaos!

— ¡Venga Sensi! No te enfades mujer, te vienes el sábado al cine —le dijo Teo intentando apaciguarla.

Sensi era el diminutivo de Ascensión, casto nombre que no hacía justicia a la fama de Sensi, bien conocida en su instituto por su descaro. Y decían las malas lenguas que era un putón verbenero y que se tiraba a muchos chicos, ¡incluso que lo había hecho con hombres mayores!

— ¡Ni de coña! —le espetó ella con desdén.

— Bueno, entonces tal vez Leandra se venga conmigo, ¿vale Lea? —dijo Teo guiñándole un ojo.

— ¡Me lo pensaré! —le sonrió Lea mientras miraba a su amiga esperando una señal de aprobación que ya sabía que no llegaría.

Ambos se relajaron de nuevo en el banco mientras las chicas se alejaban.

— ¡Qué buen rato! ¿No? —dijo Teo.

— Si, Sensi está de vicio, un poco rellenita, pero, ¡esas testas descomunales no hay quien se canse de chuparlas! —gritó Nica.

— ¡Si, te entiendo perfectamente! —se jactó Teo—. Yo creo que le gusto a Lea, ¿has visto como me ha sonreído? —afirmó.

— Pero esa está, ¡chapá! —dijo Nica en relación a su poco busto—. Yo prefiero las enormes tetas de Sensi, ¿tú crees que será cierto que ha follado?

— No sé, muchos fardan de lo que no tienen, aunque con el descaro que tiene no me extrañaría que lo hubiese hecho también con hombres mayores.

— Pues yo le comía las tetas y luego se la ponía entre ambas para que me hiciera una cubana —dijo Nicanor en un esfuerzo de imaginación libidinosa.

— ¡Eso estaría bien! —dijo Teo y ambos rieron de nuevo.

Entonces quedaron en silencio, como si el rollo se les hubiese acabado aquella tarde.

— ¿Oye, y qué tal fue esta mañana con la embarazada? —le preguntó Nica de repente.

— ¡Tío si te lo contase no te lo creerías!

— ¡Que no, cuenta so mamón! ¡No te lo guardes para ti! —dijo Nica dándole con el codo en las costillas.

Entonces Teo le contó todo, sin escatimar en detalles, sabiendo muy a su pesar que el amigo no le iba a creer ni una palabra.

— ¡Tú te lo estás inventado todo! Seguramente que te invitó a una mirinda y te mandó pa casa, ¡vamos confiesa!

— Que no tío, ¡te lo juro! —dijo solemnemente Teo.

— Pero si está embarazada, las embarazadas no follan, eso lo sabe todo el mundo —dijo Nica con certeza absoluta en sus palabras.

— Justo por eso sólo me la ha casacado y no ha querido que siguiera en su casa. ¡Va tío, sabía que no me creerías!

— ¿Es que piensas que soy tonto verdad? Admito que de pasarte algo así serías el tío con más suerte del barrio, a esa le comía yo hasta el culo, ¡embarazada y todo! —dijo Nica con descaro y ambos rieron.

Y sin dar mayor importancia al incidente, pasaron a otro tema, pues una mamá con su carrito pasó delante de ellos y les calentó haciendo que sus imaginaciones volaran sobre la gran raja que la mamá debía tener bajo su falda.

 

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