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Memorias (5)

en Amor filial

5

Cathy y su padre fueron al pueblo por la mañana, a comprar provisiones, así que Tom andaba aburrido sin saber qué hacer. Lo cierto es que desde que llegaron, él y su hermana se habían vuelto casi inseparables, pues allí no había nadie más y eso los había unido mucho, a pesar de las peleas que mantenían en la ciudad, donde cada uno iba por libre, con sus propios amigos y cuando regresaban a casa, comenzaban con las típicas disputas de adolescentes, que volvían loca a su pobre padre, eran el pan nuestro de cada día.

En cambio allí en el campo, sólo se tenían el uno al otro para pasar el rato. Aunque Tom era un chico de acción que siempre quería estar haciendo algo físico como explorar la finca e ir de aquí para allá y Cathy era más de sus libros y consultar sus perfiles en facebook y tweeter, para conocer cómo les iba a las amigas que había dejado atrás. Sorprendentemente descubrió lo fácil que se olvida la gente de ti en la distancia. Así que los astros se alinearon y los que antes aparentemente se odiaban a muerte, terminaron haciéndolo casi todo juntos. Especialmente leer las memorias escritas en aquel legajo que habían encontrado en el sótano y que mantenían como: “secreto de estado”.

Por eso hoy tal vez Tom estaba tan desanimado. Sintió ganas de sacar el libro y ponerse a leer, pero sabía que no sería lo mismo, ya que él no entendería ni jota de aquella letra temblorosa y aquel lenguaje antiguo, y su hermana lo hacía tan bien que, definitivamente, no sería igual sin ella. Así que, sin rumbo fijo, terminó en el establo, donde su padre tenía cuatro caballos que había comprado a un anciano granjero vecino para dar paseos por el campo, uno para cada miembro de la familia.

Al entrar en el establo oyó un relincho, ésto no le llamó la atención pero luego una voz femenina que trataba de tranquilizarlo, ¡sí que lo dejó petrificado!

— So caballito bueno, qué precioso eres... —oyó Tom acercándose a las cuadras donde estaban los caballos.

No cabía duda era la voz de su madre, —¿pero qué hacía allí? —se preguntó mientras intrigado se acercaba a hurtadillas, pues normalmente era su padre quien se ocupaba de los animales.

Con cautela se aproximó a la cuadra de donde venían los ruidos y sin ser visto asomó su cabeza por encima de la mitad inferior de una puerta de madera que estaba partida por la mitad, de forma que ambas partes se abrían y cerraban independientemente, lo que permitía que los caballos asomaran la cabeza de las cuadras, pero no pudiesen salir de ellas.

Entonces vio a su madre junto al caballo, estaba acariciándolo por sus cuartos traseros. Le llamó la atención que el animal estaba muy excitado y su enorme tranca apuntaba hacia el suelo y le caía hasta la mitad de sus patas. Más intrigado aún por lo que podría hacer su madre allí se escondió bajo la vieja puerta de madera y la observó por entre las rendijas de las tablas que la componían, al igual que el prota de las memorias había espiado a su madre mientras ésta estaba con el joven negro en la cuadra.

Su madre no paraba de acariciar al caballo y le decía cosas como: “caballito bonito” y por el estilo, pasando sus manos por su lomo y sus patas traseras. Se la notaba nerviosa, Tom podía ver como le acariciaba la panza, muy cerca de aquello aquello que tan escandalosamente colgaba entre sus patas.

Estaba anonadado y más aún lo estuvo, cuando su madre tras mucho dudar se atrevió a coger el grueso y negro miembro del animal. Tomando precauciones se separó del cuerpo, por si este reaccionaba violentamente, pero no lo hizo. Entonces comenzó a acariciársela, desde su base hasta su punta.

— Caballito, ¡pero qué hermosura tienes aquí! —dijo para escándalo de su hijo que la espiaba detrás de la puerta.

Su madre cogió confianza y se puso en cuclillas bajo el animal, cogiéndole la inmensa cosa con ambas manos y moviéndosela ante sus ojos. Más tranquila, parecía disfrutar tocándosela y contemplanla en sus manos, mientras el caballo relinchaba y se mostraba cada vez más excitando con sus manoseos.

A continuación, Tom vio como se quitaba el vestido y su cuerpo blanco como el nácar quedaba desnudo. Bueno aún le quedaban las braguitas y su sujetador, pero también se desprendió de éstas prendas y quedó completamente desnuda delante suyo y del animal.

Desconcertado, admiró el maravilloso cuerpo desnudo de su madre, tan rubia, con su blanca piel, con sus grandes pechos ligeramente caídos, de areolas grandes y sonrosadas y pezones gordos y redondos. También vio su pubis, delicadamente depilado, donde nacía el surco de lo que partían sus labios vaginales. El muchacho pestañeó varias veces, sin poder creer en lo que veía.

Entonces su madre se abrazó al animal, pegando sus pechos desnudos y todo su cuerpo a su pelaje blanco, y echándole una mano por el lomo y la otra bajándola para seguir acariciándole el miembro, mientras su cuerpo desnudo seguía pegado a su pelaje.

Luego decidió montarlo y para ello acercó un banco de madera al caballo y se subió en él para luego montar a pelo al animal. Al hacerlo Tom la vio levantar sus piernas blancas y en medio de ellas contempló maravillado su raja sonrosada y depilada.

Con su vulva pegada al lomo del animal, se echó sobre todo él y lo acarició mientras su cuerpo seguía en íntimo contacto con su pelo. Entonces el caballo comenzó a moverse y a girarse, tiró el banco que había usado para subirse mientras su madre trataba de calmarlo. De forma que ahora quedó de espaldas a Tom, mostrándole la visión de su bonito culo sobre el caballo, sin duda todo un espectáculo.

Luego observó como su madre, ya muy excitada movía sus caderas encima del animal, rozándose con su pelo, sin duda frotándose su sexo contra él mientras se acariciaba ya suavemente los pechos y se pellizcaba los pezones.

Volvió a echarse sobre el animal y siguió restregándose ahora de cuerpo entero y como este seguía girándose Tom contempló el sexo de su madre desde atrás con sus muslos y culo desnudos, sin duda una visión tan caliente que sus calzoncillos le iban a estallar.

— ¡Oh caballito, qué suave eres! —gimió su madre mientras lo abrazaba.

Nunca hubiese imaginado que su madre fuera capaz de hacer algo así, pero allí estaba tan excitada como él, probablemente sintiéndose como una amazona salvaje y desnuda encima de su macho equino.

Bbajó y tomó de nuevo entre sus manos la tremenda herramienta del animal, ahora la cogió con naturalidad, sin miedo, sacándola por un lado. Y colocándose frente a ella trató de que esta alcanzara su vulva y con dificultad frotó su sexo con ella. Tom la veía de culo y veía como capturaba aquella polla negra entre sus muslos, colocándola justo bajo su coño y frotándose con ella. Incluso hacía vanos intentos de meterla en su vagina sin conseguirlo, pues su diámetro estaba fuera de su capacidad.

Aquello era tremendamente excitante, ver a su propia madre montándoselo con un caballo no es algo que hubiese podido imaginar antes de ese día, así que Tom no se perdía detalle de la escena que frete a él acontecía. Se la sacó de los pantalones y sentado junto a la valla, mientras miraba por sus rendijas comenzó a acariciarse cogiendola con dos de sus dedos y oponiendo el pulgar, subiéndola y bajándola suavemente.

Para su asombro, el animal comenzó a soltar chorros de un líquido translúcido y éstos corrieron por los muslos de su madre resbalando y cayendo a sus pies, ¡pensó que ya se estaba corriendo! Y lo mismo debió pensar su madre así que cesó en sus juegos unos segundos.

— ¡Oh no caballito aún no te corras, que quiero jugar más! —dijo en voz alta.

A horcajadas comenzó a frotarse su sexo mientras con la otra mano masturbaba la inmensa verga negra del caballo, hasta que decidió que era hora de volver a ponerla en contacto con su vagina y se la acercó de nuevo.

Ahora no la veía de espaldas sino de frene, pues el caballo seguía girándose y así pudo contemplar sus piernas abiertas y su sexo siendo frotado por la verga del animal. Sin duda un espectáculo de lo más obsceno, pero también de lo más excitante para él.

Poniéndose en cuclillas, su madre siguió acariciándose su sexo, y Tom, presenciándolo justo de frente, vió como la verga animal tomaba contacto con sus pechos mientras ella la paseaba de uno a otro, frotándolos con su punta y moviéndola de cuando en cuando. Al poco Tom advirtió como más líquido blanco comenzó a brotar de nuevo de ella, derramándose por sus tetas,  goteando por su barriga, por sus ingles, hasta caer al suelo.

— ¡Oh si caballito, correte! ¡Cuanta lechecita tienes ahí dentro! —dijo su madre frotándose frenéticamente su sexo sin importarle lo que por su piel resbalaba.

Los gemidos de su madre entonces se acrecentaron y sus piernas temblaron, teniendo que apoyarse con una mano hacia atrás, para no caerse de culo en el suelo. Al soltar la verga del animal, ésta que quedó suspendida mientras seguía goteando su caldo blanco.

Tras este primer orgasmo, Karen, se serenó un poco, se levantó y se limpió con el heno del pesebre su blanca piel.

— Muy bien caballito, ¡te has portado genial! —dijo mientras le acariciaba de nuevo el lomo.

Luego se volvió a poner en cuclillas y comenzó a hacer un potente pis sobre la paja del suelo. Tom vió salir el líquido de su sexo, mientras ella se abría los labios vaginales y esta visión le impactó, pues nunca había visto antes hacerlo a una mujer y menos con aquella fuerza.

— ¡Mami quiere seguir jugando un ratito más! —exclamó mientras se incorporaba y se nuevo agarraba el grueso miembro para volver a frotarlo con su sexo.

El caballo no paraba de echar líquido blanco de cuando en cuando, este corría por las piernas de su madre, hasta caer al suelo. Karen lo frotaba contra su vagina abierta y trataba de metérsela, aunque sólo conseguí hacer entrar parcialmente su inmensa punta en forma de capuchón.

— ¡Joder mierda caballito, la tienes tan gorda que no entra! —exclamó con rabia.

En aquellos momentos el chico sintió verdaderos deseos de levantarse y ofrecerle su ayuda a su madre, pero sabía que el susto sería morrocotudo, aparte del disgusto de saber que él la había visto en tan embarazoso y obsceno acto, así que se olvió de la absurda idea y siguió contemplando la escena.

Sus gemidos siguieron y la escena pareció repetirse, sus piernas temblaron de nuevo y chorreando su sexo comenzó a expulsar el semen que le había estado entrando mientras lo frotaba frenéticamente con la verga en su entrada, abriéndos sus labios e intentado hacerla entrar sin conseguirlo.

Finalmente la agitación terminó y su madre cayo de rodillas ante el caballo. Con las piernas abiertas frente a su hijo, este vio sus labios vaginales tremendamente abiertos, más rojos e hinchados que al principio.

Entonces Karen tomó la verga del animal y como si de una manguera se tratase se frotó los pechos con ella y se pasó la mano por toda su delantera. Sin duda el espectáculo de ver a su madre literalmente regada por semen de caballo sería difícil que Tom pudiese olvidarlo en mucho tiempo. Pero allí seguía él, sin poder dejar de mirar, preguntándose cuando acabaría todo.

Karen se incorporó y viendo su aspecto pareció sentir asco de si misma tras el frenesí, cogió más heno y se limpió con él, sus pechos, muslos y barriga. Luego para su sexo su sexo tomó sus braguitas y lo secó con ellas a conciencia. Cuando hubo terminado de nuevo Tom la vio ponerse en cuclillas y contemplo como hacía pis de nuevo, otro pis con el que se deleitó de tan curioso y oculto acto para los hombres, igual que al contarrio para ellas. Mientras lo hacía, su madre se abría los labios con sus dedos índice y corazón, con lo que el chorrito salía perfectamente y caía al suelo de la cuadra describiendo una pequeña parábola, además de proporcionar a Tom una vista perfecta de una vagina femenina.

Luego se dispuso a vestirse y en ese momento Tom buscó otro escondite para no ser visto a la salida. Finalmente la vio marcharse por el pasillo del establo con las bragas manchadas en la mano.

Tras esto, Tom espero prudente unos minutos, luego salió de su escondite y se encaminó a la casa. Ya era tarde y tenía hambre, al igual seguramente que ella. Mientras iba de camino pensó en lo que hablarían durante el almuerzo, pensó que ella lo sabría con tan solo miralo a los ojos y sintió miedo de que lo hubiese descubierto, pues él también se sentiría tanto o más avergonzado que ella. Así que pensó que sin duda aquel era un secreto que debía guardar bien.

— ¡Mamá, estoy en casa! —dijo nada más entrar.

Muy bien cariño, ¡voy a ducharme! En seguida bajo a preparar la comida. Por cierto, tu padre y Cathy han llamado, se les ha hecho tarde y se van a quedar a comer en el pueblo, así que comeremos solos —le dijo desde la segunda planta.

Efectivamente, Tom pensó que le hacía falta una ducha, mientras venían a su mente las vividas imágenes de ella arrodillada ante el caballo siendo regada por su leche. Como decía Boody Allen: "El sexo si es bueno, es sucio…".

Durante el íntimo almuerzo, ni su madre ni él hablaron mucho. Sintiéndose incómoda, decidió sacar algo de conversación.

Oye Tom, ¿te apetecería que fuésemos esta tarde al lago a bañarnos? —le preguntó su madre mientras terminaban.

¡Oh claro, aunque me gustaría dormir un rato, estoy cansado!

¡Por supuesto, yo lo decía para después de la siesta! —aclaró su madre.

Ok —contestó Tom.

Tras la siesta Tom se despertó bañado en sudor, el calor apretaba en aquel día de verano y concluyó que era imposible dormir en aquellas circunstancias, así que se acordó del ofrecimiento de su madre y fue a buscarla a su dormitorio.

Tom se acercó y como la puerta estaba abierta pensó que tal vez su madre ya había bajado al salón y entró. Al hacerlo vio a su madre tendida en la cama con los pechos fuera y en braguitas. Ella al verlo se sobresaltó y se tapó instintivamente sus senos.

¡Oh Tom, eres tú! Me has asustado —gruñó desperezándose de la siesta.

¡Oh lo siento mamá, creí que ya habías bajado! —se excusó Tom manteniendo su mirada sin querer en sus hermosas tetas—. ¿Vamos a bañarnos?

¡Vale, me pongo el bañador y nos vamos! —dijo ella saltando de la cama.

Te dejo sola —dijo Tom volviéndose.

¡Oh no pasa nada hijo, tardo un segundo en ponerme el bañador! Es que hace tanto calor que es imposible dormir con camisón —se excusó Karen pensando en lo avergonzado que estaría su hijo por la situación.

¡Pues si! —dijo él, soltando un 'je je' arquetípico.

De espaldas, Tom trataba de mirar por el rabillo del ojo disimulando, pues la curiosidad era superior a él. Mientras se vestía miró discretamente y contempló a su madre desnuda de espaldas, vió como sus pechos se asomaban por los costados mientras se ponía el bikini, y luego, tras quitarse las braguitas, contempló su hermosos culo blanco y redondo, subiendo una pierna y luego la otra, se puso la parte de abajo del bikini mientras él la observaba durante el proceso. A la mente del muchacho entonces llegaron recuerdos de ella en el establo cubierta de semen animal y se excitó otra véz.

Para ponerse la parte de arriba y tuvo dificultades para cerrar el broche, así que le pidió ayuda. Él se seguiró, se acercó tímidamente y trató de engarzar el broche con sus manos, lo cual no le fue sencillo pues no sabía como iba el mecanismo, mientras lo hacía reparó en el sudor de su piel y en su olor.

Como si adivinase sus pensamientos la madre lo comentó anticipándose a ellos.

¡Uf, qué sudada estoy hijo! ¡Sin duda oleré a rayos! —exclamó riendo.

¡No hueles mal mamá! —dijo sin pensarlo.

¡Oh gracias! ¡Eres un sol! —dijo ella volviéndose con su generoso busto enfundado ya en su bikini.

Entonces reparó en el bulto que Tom presentaba en su bañador y al verlo lo miró y le sonrió. 

— ¿Y eso Tom?

— ¡Oh, no se, será el calor! —exclamó sonrojándose.

Su madre rió, lo tomó de la mano y lo sacó de la habitación.

El sol de la tarde aún caía con fuerza, pero ya venida a menos. Caminaban alegremente codigos del brazo, en dirección al lago. Nada más llegar, Karen se lanzó al agua para refrescarse, Tom la siguió y estuvieron nadando un poco.

El agua fresca de montaña les hizo empezar a sentir frío, así que salieron a secarse y se se sentaron en las tablas del embarcadero, mientras seguían remojándose los pies, agitándolos distraídamente en el agua mientras el sol rojizo les cubría de naranjas y amarillos.

El silencio se apropió del ambiente y sólo la brisa moviendo las miles de hojas de los álamos encima de sus cabezas, provocaba el crujir de miles de ellas entrechocando a la vez.

¡Qué paz se respira aquí! ¿Verdad hijo ? —preguntó su madre tras una inspiración profunda.

Tom la miró y se percató de sus pezones terriblemente abultados y puntiagudos, ella se percató del hecho y le sonrió sin darle mayor importancia.

¡Es el agua hijo! ¡Me los pone así el frío! —rió ella desinhibida.

¡Oh si, perdona! Yo no quería mirarte... —rió nervioso Tom.

No pasa nada hijo, es normal a tu edad y por aquí no hay muchas chicas, ¿eh? —le dijo pellizcándole el brazo.

Pues no, la verdad es que no —asintió Tom.

¿Sabes qué? Me encanta ver que os lleváis tan bien tú y Cathy.

¡Oh bueno, pues si! Yo también estoy sorprendido de que me trate tan bien.

¿Es que tú no la tratas bien? —le preguntó sonriendo.

¡Claro, claro que lo hago!

Dejaron pasar el tiempo simplemente oyendo el viento que seguía meciendo los álamos tras ellos.

Oye, he observado que últimamente pasáis mucho tiempo en el sótano, incluso dormís allí —dijo Karen.

¡Oh si! —dijo Tom nervioso—. Es que allí hace más fresco y estamos simplemente durmiendo o pasando el rato.

¡Si es un lugar muy acogedor! Entonces, ¿estás contento de que hayamos venido a este sitio?

Si mamá, me alegra ver que papá esté mejor. A ti también se te ve más guapa en este lugar.

¡Eres un encanto! —dijo su madre abrazándolo y cubriéndolo de besos.

Entonces Tom sintió el contacto de sus pechos, fríos por el agua pero a la vez tersos y suaves y sintió escalofríos.

¡Uy qué fríos están tus pechos! —protestó él al contacto.

— ¡Oh si, tengo frío! Creo que los pezones se me van a congelar —añadió riendo—. Me voy a quitar la parte de arriba y me envolveré con la toalla liada, ¿me ayudas? —dijo girándose y ofreciéndole la espalda.

¡Claro! —exclamó Tom solícito abriendo el cierre del bikini.

Karen se lió la toalla al cuerpo y se giró tras hacerlo, su escote se juntó en un sugerente canalillo y sus pechos se calentaron bajo la toalla. Tras esto se tumbaron en el embarcadero y quedaron mirando al cielo que empezaba a oscurecerse.

Oye, mamá, ¿cómo es un orgasmo? —se decidió a preguntarle Tom de repente.

¿Cómo dices? —preguntó su madre sorprendida por tan insólita pregunta—. ¿Ah un orgasmo? Pues es, como, una explosión, no se como explicaro, es algo grandioso hijo. ¿Tu aún no lo has experimentado?

¿Yo, te refieres a masturbádome? Pues la verdad es que no, a veces lo intento, pero aún no lo he conseguido creo —confesó Tom.

¡Oh pues sólo tienes que mover tu cosita adelante y atrás! ¡Es muy sencillo! —rió ella desinhibida.

¡Si mamá sé lo que dices, lo he probado y me gusta pero aún no se si lo he conseguido! —exclamó Tom un poco avergonzado.

Pues entonces es que no lo has conseguido, ¡te lo dice tu madre! —rió de nuevo.

Karen dejó entonces la mirada fija en el infinito, en alguna parte indeterminada del cielo con escasas nubes que los cubría.

¿Te puedo hacer una pregunta íntima mamá? —le preguntó con educación.

Espera, ¿sobre sexo, verdad? —se jactó ella sonriente—. A ver, ¿qué quieres saber?

Si, bueno... cuando se practica sexo con una mujer, supongo que a ella le gustará que él aguante mucho haciéndolo, ¿no?

¡Oh claro hijo! El hombre debe aguantar un poco para que ella pueda excitarse y alcanzar el orgasmo —le explicó su madre con naturalidad.

Y, ¿papá aguanta mucho? —se atrevió a preguntar.

Si, bastante —dijo ella.

¿Y siempre lo hace con condón? —continuó preguntando.

Pues casi siempre —contestó empezando a sentirse incómoda con la pregunta—. Bueno alguna vez lo hacemos sin él, pero luego... bueno hijo jugamos pero no queremos tener más hijos así que se lo pone para hacerlo —sentención sin querer entrar en más detalles.

¿Me darías uno para probármelo? —preguntó finalmente.

¡Claro, claro, te daré unos cuantos! Si quieres te puedes masturabar con ellos, así verás tu semen después —rió de nuevo.

Tom recordó entonces a su madre bajo su padre, mientras él la embestía con pasión y ella levangaba las pineras para recibirlo. Se imaginó como éste se corría en su interior y cómo tras terminar su semen salía hacia fuera mientras ella se frotaba para alcanzar su orgasmo. El pensamiento le excitó tanto que, a pesar de tenerla sentada a su lado, no quiso abortarlo y se recreó en su imaginación con dichos pensamientos, sintiendo como su excitación crecía entre sus piernas de nuevo.

¡El sexo debe ser fantástico mamá! —se atrevió a confesarle.

Tienes toda la razón hijo, y más ahora para ti que estás empezando a disfrutarlo. Me gustaría que me contases tus experiencia, pregúntame lo que quieras, creo qu puedo ayudarte. Sabes que puedes confiar en mi, ¿de acuerdo? —le propuso su madre algo emocionada por el momento de intimidad que disfrutaba con su hijo.

El chico se fijó en los pechos de su madre, los que justo antes había visto desnudos y se excitó observándolos de nuevo.

Gracias mamá, te mantendré informada de mis avances —dijo jocosamente—. ¡Uf mamá, tanto hablar de sexo hace que por aquí abajo esto se despierte! —exclamó mientras señalaba el bulto que se adivinaba ya en su bañador—. Tú no podrías ayudarme un poco con eso de la masturbación —le propuso en tono de broma.

¡Pero Tom, que soy tu madre! —protestó riendo, pero observó con agrado la erección de su hijo y sintió una estraña  sensación de satisfacción al hacerlo.

El sol hacía rato que les había dejado, ya casi había anochecido, así que se levantaron y deshicieron el camino de vuelta a la granja, donde su padre y su hermana ya habían vuelto de las compras. El día había sido redondo —pensó Tom mientras se cogían de la mano, aunque ya fuese mayor para eso, a su madre no le importó.

 

Nota del autor: Sois muchos los que me habéis preguntado en estos años, dónde podíais seguir disfrutando de los capítulos de memorias, ¡pues ya puedo responderos! Podéis conseguir la novela completa, 25 capítulos, revisados recientemente por mi, en amazon:

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Quiero que sepáis que comprándola contribuís a mi proyecto de escritor, a todos estos años de esfuerzo imaginado historias para que sean leídas y disfrutadas por vosotros, por eso os digo: ¡GRACIAS!

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