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Mi dulce quiosquera: Inesperada petición

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MI DULCE QUIOSQUERA: INESPERADA PETICIÓN

(Continuación de "M.D.Q.: El Deseo Hecho Realidad". Por favor no leer este relato sin antes haber leído el anterior. Continua en "M.D.Q.: Otra Sorpresa")

La llegada de Moni a nuestros juegos y reuniones supuso un punto y aparte en nuestra vida, tanto en la de Patri como en la mía. Para Patri fue la reconciliación con su mejor amiga, y para mí un nuevo mundo que ofrecía infinitas posibilidades. Si bien los tres nos reuníamos en el quiosco o en casa de Moni(porqué sus padres casi siempre estaban de viaje), también era frecuente que ellas fueran solas, o yo con alguna de ellas. Me di cuenta de que mi situación no era la típica de "hombre que tiene a dos mujeres cuando quiere y como quiere". Yo no era el que las dominaba, si no ellas las que me dominaban a mí, aunque solo a ratos. Incluso con eso solíamos jugar para probar cosas nuevas. El hecho es, simplemente, que me eligieron como su juguete sexual, como su herramienta de placer, y la verdad, no me importaba. Comprendí perfectamente que como me escogieron a mí pudo ser cualquier otro, y si no buscaron a otro hombre, fue sencillamente porqué no era necesario. Ciertamente, no me habría molestado que metiesen a otro en esto, siempre y cuando Patri y yo siguiésemos juntos.

Por su parte, Moni me demostró lo loba que era. Una auténtica devoradora en toda regla, pero lo que me apasionaba de ella era que cuando nos encontrábamos para disfrutar de nosotros mismos ella siempre estaba eufórica de que un hombre se la tirase. Siempre que lo decía hacía que me excitase más. Le encantaba dejarse hacer por mí para que hiciera gozar hasta la extenuación, teniendo que hacerlo 3 o 4 veces hasta saciarse, mientras que yo quedaba literalmente destrozado. Desde mis amigos hasta mis padres notaron que me cansaba con facilidad y comía más de lo normal en mí, aunque yo siempre decía que era cosa del verano y que ya pasaría. Mi último encuentro con Moni antes del gran cambio fue agotador: me llevó de un lado a otro de la casa probando en todos los sitios, incluso la ducha cuando nos quitábamos las riadas de sudor. Otra cosa no sé, pero salí muy limpio de allí jajajajaja…Pero un día, nuestro paraíso particular se vino abajo, ocurrió ese gran cambio. Aquella tarde, aproximadamente al mes y medio de empezar mi ajetreo sexual, fui a ver a Patri, quien estaba muy pensativa, incluso con cierto gesto preocupado, y eso fue lo que me hizo darme cuenta.

-¿Patri va todo bien?.

-Sí, no te preocupes. Todo va bien…

-No me mientas que te descubro. Nos conocemos demasiado bien y sé que algo te pasa. ¿Tan grave es que no me lo puedes contar?.

Patri me sonrió un poco y luego asintió con la cabeza, no sin antes darme un fuerte abrazo. Debía ser grave, y efectivamente, así era.

-Es que…ha surgido un problema. Se trata de Merchita. Nos ha descubierto.

Merchita era la prima de Lara, amiga de Moni y Patri. Ya la había visto por ahí alguna vez, aunque no nos saludamos ni nos conocíamos. De Merchita solo puedo decir que tenía 15 años de aquella, de 1’60 escaso, pelo negro de coletas y ojos grandes y picarones, de color castaño oscuro. Era una niña normal, como las demás.

-¿Cómo que nos ha descubierto-pregunté asombrado-?, ¿cuándo lo hizo?.

-Lara me lo ha contado hace cosa de 15 minutos. Moni se lo estaba contando a ella y Merchita las espió sin que lo supieran. Luego, cuando Moni se fue, se lo dijo y le amenazó con desvelarlo. Inmediatamente vino a verme. ¿Dios mío que hacemos?.

-Tranquila-le dije abrazándola más fuerte-. Todo saldrá bien. Ya lo verás…

-No he acabado-replicó en un tono muy seco-. Merchita ha dicho que no lo contará si accedemos a lo que pide, y ese es el problema…

-¿Y que pide?. ¿Dinero, caprichos, chuches gratis…?.

-No-respondió con la voz apagada-. Te quiere a ti. Quiere que vayas a verla para hablar de las condiciones, pero es a ti a quien quiere.

Aquello me hizo fruncir el ceño, y es que en su petición había un tono de chantaje que apestaba. Noté el miedo de Patri, y comencé a besarla para calmarla, no solo a ella, sino también a mí. Antes de darnos cuenta, estábamos semidesnudos y mi boca entre sus piernas. Mi lengua estaba inundada de sus jugos, que eran mi manjar favorito, y en aquel momento, estaba hambriento.

-Mmmmmmm…cómeme toda…aaaaahh-gemía ligeramente-…síii…asíiii….

-Me encanta cuando te mojas toda…eres una delicia…mmmmmm que gusto….

-Mete la lengua…métela...mmmm que rico…dale fuerte…asíiii…que biennn…

-Pero que buena estás….como te deseo…voy a llenarte entera de mí…

-Sí lléname, llénameeeeee…ooooooooh que gozadaaaaa…es increíbleeeee...

Sus piernas se balanceaban involuntariamente, reaccionando a mis chupetones. Mis manos se fueron a sus pechos y retorcí sus pezones hasta que dio pequeños gemidos de dolor. Se mojó tanto que ya no podía beberlo todo. Luego me dio la vuelta para tumbarse sobre mí y se lanzó a devorarme. Su boca recorrió mi cuerpo antes de coger mi dolorosa erección y tragársela de un golpe. No era suave como otras veces, sino que iba y venía con fuerza, como si estuviese hambrienta de mí. Me tragaba con una gran necesidad y me arrancó fuertes y roncos jadeos mientras su cabeza iba y venía. Su lengua quedó enroscada todo el rato, y me hacía apretar los dientes cuando la hacia ir de un lado a otro alrededor de mi sexo. Se aferró tanto que incluso hasta dolía, pero eso sí, un dolor maravilloso. Su excitación estaba ya en su punto álgido, y arrodillándose e inclinándose 90 grados para apoyarse en la pared, me invitó a poseerla. Fui poco a poco, dejando que ella sintiese como mi hombría iba atravesándola hasta clavarse totalmente. Alzó un poco la cabeza, con los ojos cerrados. Una mano la llevé a su pecho y la otra a su clítoris, comenzando a penetrarla con suavidad a lo primero, y con más fuerza poco después. Mi pasión por ella me dominaba por completo.

 

-Patri…te quiero, te quieroooo…me encantaaaaa…sigue así cariñooooo…

-Vamos amor, hasta el fondo, hasta el fondoooo…oooohh que gloria…que pasadaaaa…voy a explotaaaaar….no pares mi amor, no pareees….mmm aaaaaahhh...

-¡¡Ahora cariño, ahora!!...Dale fuerteee…empujaaa…

-Síiiii…siento que me vieneeeeee…ya vieneee…¡¡MEE VIENEEEEEEEE!!...

-Te quiero, te quierooooooo…aaaaaaaah, síiiii….¡¡AAAAAAAAAAAAH!!...

Con los últimos empujones, el orgasmo llegó y ambos gozamos como dos salvajes. Mis manos quedaron aferradas a sus pechos a lo último, y apreté tanto que incluso ligeramente se quejó de dolor. Aquella cascada de placer nos golpeó con toda su fuerza, tanto que cuando quedamos abrazados, ni siquiera nos hacíamos nuestras habituales carantoñas. Solo quedamos allí, abrazados, en silencio, perdidos en el mar de los placeres. Estar unido a Patri era lo mejor para mi, y me era imposible no recorrerla con la vista. Pensar que aquella mujer era mía hizo que me saliera una lágrima.

-¿Estás llorando-me preguntó perpleja-?.

-Claro que sí, de felicidad-respondí-. De felicidad por estar contigo.

Nos dimos un suave y prolongado beso.

-¿Qué piensas hacer con Merchita?. Hay que decirle algo…

-Llama a Lara y dile que mañana hablaré con Merchita, ya sea en su casa, en la mía, o en cualquier otro sitio. Será lo mejor…

-De acuerdo, pero vaya como estás creciendo, por como piensas y eso. Vas a ser un gran hombre amor mío…

-Sin ti no sería nada-repliqué-. Nada de nada.

Volvimos a besarnos, nos vestimos y ella llamó a Lara, quien llamó a Merchita. Ésta me citó en su casa, mañana por la mañana, en su casa, y tras darme la dirección, acudí puntual. Merchita me recibió en pijama, con aspecto de acabar de salir de la cama.

-Veo que cumples tú palabra. Pasa a la salita.

La seguí, me senté en un sillón, y ella en otro. En su mirada notaba cierta satisfacción, cierta expresión de triunfo, y me inspeccionó con la mirada un rato.

-La verdad, debes follarlas muy bien para que te defiendan tanto-dijo-. No tienes idea de cuanto han procurado que no se supiera y que no te viera implicado.

-Nos tenemos mucho aprecio-respondí-.

-Apuesto a que sí, pero ahora yo controlo la situación, que es ésta: te estás tirando a una quiosquera y a su mejor amiga, algo que no sentaría bien ni a sus padres ni a los tuyos, pero creo que sería mejor contarlo a los vecinos, a ver que piensan…

Su tono de malicia hizo que me encendieran los ánimos. Aquella niñata me estaba empezando a hacerme enfadar.

-Maldita mocosa malcriada. Dime que es lo quieres de una vez. ¿Qué quieres?.

-Que me violes.

Un súbito escalofrío me recorrió de punta a punta. Lo dijo tan llanamente que dejó helado no por lo que deseaba, sino por la forma de hacerlo. Aquella niña era una arpía, una auténtica zorra. Tuve la sensación de que lo oí mal, y esperaba que así fuera.

-¿Podrías volver a repetir eso, por favor?.

-No te has equivocado, y lo has oído bien. Quiero que me violes.

-¿¿¡¡TÚ ESTAS LOCA-grité-!!??. Si aún eres una niña, por dios…

-Me da igual. Oh, no te preocupes por mi virginidad-me dijo irónica-. Eso ya la perdí el año pasado, pero es que no encuentro nadie que me satisfaga…

-¿Pero que clase de monstruo eres tú-pregunté con el ceño fruncido-?.

-Uno que no encuentra alguien que satisfaga mis necesidades. Quiero que me violen…y te ha tocado. No te lo estoy pidiendo, te estoy obligando…

-Me voy de aquí ahora mismo. Estás completamente chiflada…

Me di la vuelta rumbo a salir de la habitación, y al llegar a la puerta me detuvo.

-Si sales por esa puerta no habrá hombre mujer o niño que no sepa lo que haces con ellas-me amenazó con gran frialdad-, y te acusaré de violarme. No sería difícil fingir desgarros y magulladuras que me luego diré me hiciste…

Apreté los dientes conteniendo mi rabia. Iba a coger el pomo para abrir, pero tuve que tragarme mi orgullo, cerrar la mano y darme la vuelta.

-Así me gusta-sonrió perversa-. Esta tarde en Magenta. Tengo ganas de saber qué tiene ese sitio que invita tanto a follar…y ahora fuera.

Cerré con un portazo y me largué lo más deprisa que pude hasta volver a ver con mi amada Patri, quien fue incapaz de creérselo cuando se lo conté. Le dije de contarlo para acabar con ello, pero ella me convenció de que sería mejor ceder a lo que pedía que dar explicaciones al pueblo. Algo así les pondría en una situación terrible. Más tarde, a eso de las 7, les dije a mis amigos que tenía cosas que hacer y fui con Patri, que estaba tan asustada como yo. Nos abrazamos un poco, y pocos minutos después, Merchita apareció, llevando un pantalón, una camiseta y una chaqueta vaquera.

-¿Comenzando sin mí-preguntó al vernos-?. Mal empezamos…

-No es eso-dije-. Es que estamos asustados, zorra. Estamos así por ti…

-Huy, pobrecitos-dijo con sarcasmo-. Que pena me dais…

-Haz lo que te pide y que se largue-dijo Patri furiosa-…No la quiero ni ver…

-Si quieres convencerme tendrás que violarme en serio, sin fingir…

-De acuerdo-dije con desprecio-. ¿Quieres ser violada?, pues adelante, prepárate hija de puta. Vas a saber lo que es bueno…

La cogí con fuerza de la muñeca y la llevé a la trastienda, quitándole la chaqueta con fuerza, y tirándola al suelo. Clavé mis manos en su pequeño pecho y lo apreté tan fuerte como pude. Si tenía que hacerlo en serio, lo haría en serio. Ella comenzó a hacer su papel de violada, oponiendo resistencia, haciéndolo más violento aún si cabe. La verdad es que tenía buen pecho para su edad, y lo toqueteé tanto como quise. Metí mi mano por dentro de su pantalón y la agarré del culo, que era lo que más destacaba de ella. No sabía hasta donde tendría que llegar, y con Merchita, no era seguro. Ella seguía resistiéndose, mientras Patri se aseguraba de no ser interrumpidos, colocando el cartel de cerrado para que no entrase nadie, para luego acercarse a observar furtivamente. Vio como le tocaba el culo con fuerza y le daba algunos cachetes, para luego bajarle la cremallera y meter mi mano entre sus piernas. Forcejeó y gritó todo lo que pudo, pero si quería llegar hasta el final y librarme de ella no tenía más opción que continuar. Empecé por desnudarla, casi desgarrándole la ropa en jirones. No tardó en quedar casi desnuda frente a mí, y apreté su cuerpo contra el mío para sentirla. Ciertamente iba a hacerlo, a forzarla. La arrodillé y le obligué a bajarme la cremallera de los pantalones y a meterse mi sexo en su boca, casi atragantándose con él. Puse mis manos en su nuca y le forcé a ir tragando y sacando cuantas veces quise, hasta que tosió del esfuerzo. Luego cogí las braguitas y se las rompí, quedando ya desnuda del todo. Ni siquiera esperé que estuviera mojada. La cogí entre los brazos, la abrí de piernas y la penetré tan fuerte como pude, llevándola contra la pared más cercana para arrinconarla. La bombeé con todas mis fuerzas y mi rabia, la rabia que sentía por obligarme a hacerlo. La penetraba tan fuerte que sus quejidos me parecían verdaderos, pero sabiendo como era, ¿quién podía estar seguro?. No me detuve y continué mis esfuerzos, sin preocuparme un instante por lo que ella sintiera o dijera, y entonces fue cuando entendí lo que un violador que consuma su perversión: la mujer no es mujer para él, sino un objeto que utilizar a su antojo, una víctima para dominar a voluntad. Merchita jadeaba enloquecida.

-¿Es así como lo quieres, puerca?. Dime…¿¡ESTO ES LO QUE QUIERES!?.

-¡Noooo-gritó-!. ¡¡Basta!!. ¡¡No puedo más!!. ¡¡Déjameeeee!!.

-¡¡De eso nada!!. Esto es lo que querías, y es lo que vas a tener…

-¡¡No sigas, me duele mucho!!. ¡¡Me dueleeeeee!!...

-Pues sufre, gochita. Sí, eso eres-le dije-, Merchita la gochita. Eso eres puta…

-No sigas, no puedo máaaaas….no por favor…¡¡¡NOOOOOOOOO!!!....

-¡¡Tómalo todo, gochita!!. ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAARRRGHH!!.

Entre grandes gritos y espasmos consumé aquella violación, arremetiendo unas últimas veces dentro de ella tan fuerte que incluso resbalaron por su rostro algunas lágrimas de dolor. Al verlas esperé que fuesen reales, que no fingiera. Así habría pagado por todo lo que hizo. Me salí de ella y quedó allí, con la mirada perdida. Patri y yo quedamos uno junto al otro, sin decir palabra. La verdad, no sabíamos que decirnos.

-Nunca creí que fuera así-pensó Merchita en voz alta sollozando-. Nunca…

-¿Has tenido lo que querías, verdad-pregunté-?. Estarás satisfecha supongo.

-Síiiiii-se quejó en un lamento-. Aunque no era lo que suponía…

-Eso te enseñará a no jugar a cosas de mayores. ¿Tenemos tu palabra-pregunté-?.

-Sí-respondió-. No diré nada, lo prometo…

-Por suerte todo se acabó-suspiró Patri-. Menos mal que todo acabó.

-Yo no he dicho eso-replicó Merchita-. Puede que no saliera como esperaba, pero no significa que se haya acabado. Ya tendréis noticias mías…

Merchita se incorporó como pudo apoyándose en la pared, se vistió y se fue. Al irse, supimos que no nos dejaría marchar así por las buenas, y que habría más veces, muchas más. Patri y yo nos abrazamos esperando que aquello no empeorase, y volvimos a hacer el amor para quitarnos el miedo que llevábamos encima. Pasaron muchas cosas después de aquello, cosas buenas y malas, pero eso será más adelante…

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