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La mujer del barco

en Erotismo y Amor

LA MUJER DEL BARCO

-Hola doctora. Me alegro verla. Gracias por recibirme.

-Hola Marco. Pasa, ponte cómodo, y llámame Ylenia por favor, ya es la enésima vez que te lo pido…Bien, ¿de que quieres hablar en esta sesión?.

-Pues no lo sé…estoy algo confuso…no sé por donde empezar…

-Veámoslo desde otro punto de vista: ya llevas un mes entero acudiendo a mi consulta. ¿Qué problema tienes, que esperas sacar de la terapia?.

-Creo que volver a la normalidad, doctora.

-¿Es que eres anormal?, ¿en que?.

-A la hora de ligar con las mujeres.

-¿Tienes miedo?, ¿eres misógino?.

-No, para nada. ¡Si me encantan!. Y no hago diferencias entre raza, color de pelo, color de ojos y todo eso. Me gustan las mujeres, como por ejemplo usted, con su pelo azabache y sus ojos azules. Incluso me gustan sus gafas y lo bien que viste.

-Vaya, muchas gracias…¿Entonces cual es el problema?.

-Pfffffffff…pueeess…es que me pasó algo, cuando estuve de crucero mes y medio…y desde entonceeeeess…

-Oooh, ya…bien, pues háblame de ello y no tengas reparos ni vergüenza, ¿entendido?. Estoy aquí para ayudarte a resolver tus problemas. Y no te preocupes que no se lo contaré a nadie. Es una confidencia entre médico y paciente.

-Uuufff…gracias doctora, no sabe el peso que me quita de encima. Como supondrá, no se lo he contado a nadie, me daba miedo lo que pudieran pensar.

-Quédate tranquilo. Y ahora, cuéntame "eso" que te pasó.

-Muy bien. Pues todo comenzó la víspera del final de mis vacaciones, cuando el crucero estaba ya próximo a volver a la ciudad. Me lo había pasado muy bien y había conocido a gente muy interesante. Realmente me divertí mucho…

-¡Ejm ejm!…

-Oh, lo siento, estaba divagando. Estaba diciendo que fue el último de día de viaje. Esa tarde estaba paseando por la cubierta cuando, al girarme, vi a la tía buena más imponente del mundo: larga melena pelirroja, un culo precioso y un vestido verde botella de una pieza de tirantes y minifalda que le quedaba ceñidísimo y le marcaba todas sus vertiginosas curvas…No sé como no la había visto antes, pero allí estaba, contemplando el paisaje, apoyada en la barandilla y con el culo en pompa. ¡Guau!, era asombrosa.

-¿Y que hiciste?.

-Pues abordarla, naturalmente. Me puse a su lado para iniciar la charla, pero cuando iba a decirle algo, la miré a la cara…¡¡y se estropeó la magia!!.

-¿Por qué?, ¿qué le pasaba?.

-Que era bizca. Tenía unos preciosos ojos verdes, uno normal y el otro un poco hacia dentro, y aunque estaba muy buena, eso me estropeó los planes. La belleza defectuosa no me hace temblar, así que estuve allí un poco haciendo como que miraba el paisaje y luego me fui. Como no tenía ningún plan mejor, decidí pasar el último día bebiendo. Me pillé una buena cogorza, la verdad.

»No estaba ebrio del todo, pero sí que iba bastante alegre. Cuando el camarero me echó de allí, quise volver a mi camarote, pero no sé si el barco zozobraba o que yo estaba mareado, lo cierto es que fui dando tumbos y tropezándome con todos. Iba por los pasillos en zigzag dándome contra las paredes, y en esto, que al querer avanzar, ¡¡plum!!. Choqué contra una puerta, y no debía estar cerrada con llave, porqué lo cierto es que la abrí y caí al suelo, y al levantarme fue cuando…cuando…la vi…

-¿A quien?.

-¡¡A la bizca!!. No podía creerlo pero aquel era su camarote, pero lo más impresionante es que estaba desnuda en la cama, y se estaba…bueno, ya me entiende…se lo hacía ella sola…yo estaba de lo más avergonzado, me disculpé con ella y me dispuse a volver a mi camarote, pero entonces ella vino corriendo, me cogió de la mano y me dijo "Tú no te vas sin acabar lo que has interrumpido", y me puso la mano entre sus piernas.

-¿¡En serio!?.

-¡¡Como lo oye!!. La bizca estaba totalmente salida. Cerró la puerta y guió mi otra mano a sus pechos, que eran mucho mejores de lo que el vestido dejaba imaginar cuando la vi de tarde. Tersos, firmes, fantásticos, y no digamos ya los pezones: sensibles al tacto, rugosos, de color rosado…era el mejor cuerpo de mujer que había visto en mi vida. Ella me miraba con sus ojos bizcos y me imploraba que siguiera metiéndola mano por todas partes. Me llevó a la cama, se tumbó y yo me puse a su lado, hurgándola con mi mano mientras que la otra la acariciaba de un lado a otro: el pelo, la cara, los labios, su vientre plano y perfecto…Al tiempo mi dedo la había penetrado en su húmeda y palpitante panochita. Estaba caliente como una gata en celo. Incapaz de contenerme llevé mi boca a sus pezones y los besé una y otra vez, sintiendo la dulzura y el sabor que tenían. Mira que he estado con muchas mujeres y he tenido ocasión de probar variedades de pechos, pero nunca unos que me supieran tan bien. Mi lengua jugaba con ellos fascinada y embriagada por su dulce fragancia.

»Me lancé a devorarla como un poseso, como si ella fuese la mujer por la que había suspirado toda mi vida. Mi boca estaba ansiosa de su cuerpo, mis manos se pegaron a cada una de sus generosas y abundantes curvas, y mi mente no podía pensar en nada más que no fuera gozar con ella toda la noche. Ella seguía mirándome mientras me esforzaba por calentarla, aunque ya iba bastante caliente de antes. Pasé la lengua por su canalillo de lado a lado, luego bajé por su vientre a su ombligo y me sentí enloquecer al notar al tacto de su estómago, era soberbio. Dibujé círculos alrededor del ombligo y luego volví a subir a sus pechos para disfrutar de ellos un poco más. Luego, tomándola por sorpresa, metí mi cabeza entre sus piernas y posé posesión de su palpitante intimidad.

»A la primera lametada en su vulva se derritió en mis manos. Las pasé por sus muslos para abrirla más y saqué la lengua todo lo que pude a fin de saborearla. Con la puntita rocé su clítoris y lo masajeé sin prisa pero sin pausa, tomándome tiempo para hacerla mía. Lo chupé con fuerza, lo mordisqueé, lo retorcí y devoré cuanto quise, escuchando maravillado cada uno de sus gemidos. A continuación me puse en posición idónea y me dediqué a excitar su concha a la vez que mis manos subieron de sus muslos a sus pechos, jugando con ellos a dos bandas, pues ellas también cooperaba con sus manos. A veces me ponía las manos en la cabeza cuando mis caricias orales se le hacían insoportables, y gemía como si la estuvieran azotando. La borrachera hacía tiempo se me había pasado y tenía mi garrote duro deseando entrar allí, pero debía contenerme. En lugar de penetrarla seguí lamiéndola hasta tenerla fundida como vainilla derretida.

»Cuando ya no pudo más me detuvo violentamente, poniéndome tumbado tal y como estaba ella. Me fue desnudando, porqué aún seguía vestido, y cuando me tuvo totalmente en bolas, me agarró la verga con fuerza, como no queriendo que se escapase, y su boca jugosa me empezó a chupar como la golosa que era. Primero me peló el glande, y luego estuvo pajeándome lenta y cariñosamente, usando el pulgar para pasarlo sobre la punta y hacerme gemir con los dientes apretados. Sacó la lengua y pasó la puntita sobre el glande para hacer lo que quiso con él, poniéndome más salido que una esquina. Estaba asombrado de lo que estaba pasando allí, pero más asombrado estaba de aquella perfección de mujer, de las cosas que sabía hacer. Mientras su lengua se liaba entorno a mi verga, su mano me masajeaba los huevos y los ponía a tono, y la otra mano la llevó a mi cara para que yo chupara de sus dedos. Estaba rendido a sus deseos como un fiel esclavo.

»Su boca se tragó mi miembro hasta la base, noté su nariz en mi pubis. Era una auténtica traga sables. Debió notar que me tenía demasiado cachondo y que quizá me hiciera correr, así que se puso tumbada a mi lado, me puse encima de ella, me agarré la tranca para poder embarrarla, apunt酡y penetré!. Que ardor de mujer, que increíble ardor…era fuego que me abrasaba. Durante unos momentos me quedé quieto regocijándome, explayándome en sentirlo todo, y tras bajar una mano y ponerla en su espléndido culo, fui follándola poco a poco, sin prisa por acabar. Ella me susurraba al oído piropos y halagos a la vez que se convulsionaba entre la cama y yo, se retorcía con cada acometida que le daba, con cada movimiento. Para mí era el mejor polvo que jamás había echado, me sentía pletórico, como si hubiera subido al cielo. La bizca cruzó sus piernas, yo la penetré más a fondo, y no sé porqué pero ella no cerraba los ojos si no que me miraba directamente, y yo le devolvía la mirada en una especie de desafío que nos mantenía calientes como la lava de un volcán.

»Sus gemidos eran de locura, que manera de chillar, ¡¡y como follaba!!. Viéndola de tarde jamás lo hubiera dicho. Era una auténtica Afrodita, una devora hombres, una verdadera cerda en la cama que follaba como otros pintaban cuadros o hacían películas. Me hacía cosas que yo ni conocía: me mordisqueó el lóbulo de la oreja, me chupeteó el cuello, me arañó la espalda gimiendo y retorciéndose, y todo eso entre nuestros largos ratos de miradas lascivas. Nos besamos con toda la lujuria del mundo, como si llevásemos años sin follar. Su lengua y la mía jugaban como si no hubiera un mañana, ansiosas la una de la otra, y nos besábamos sin cerrar los ojos, lo que era un añadido que me gustaba. No sabía porqué pero me encantaba ese juego de miradas cómplices, y sé que a ella también le gustaba. Entre besos y miraditas de lascivia ella me agarró con fuerza, yo bombeé más fuerte y rápido y ambos nos corrimos como esquizofrénicos, quedando tumbados en la cama jadeando y besándonos.

»Cuando recuperamos el aliento, la bizca se puso en pompa ofreciéndome aquel culo terso que hasta el momento solo había palpado. Le di unos cachetes increíbles, sonaban de maravilla, y de mordiscos ya ni hablamos, porqué no me iba a quedar con las ganas. Ella se contoneaba adelante y atrás dándome una visión sublime. Un culo redondito, suave, respingón, casi casi como el de las brasileñas. No puedo negarlo: me encandila un culo como ese, y por fin tenía mi oportunidad. Ella se abrió las nalgas dejándome ver aquel orto, y cuando me dijo que era virgen y que quería que yo la desvirgara, creí perder la razón. Primero se lo lamí para ponerla a tono, y por sus gemidos, se notaba que lo hacía bien. Un beso negro bien hecho pone a una mujer al borde del infarto, lo supe gracias a ella. Parecía que le iba a dar un ataque mientras mi dedo exploraba su ano y mi lengua le lamía el esfínter para que dilatara un poco.

»Me disponía a penetrarla, pero me dijo que no, que lo hiciéramos en el espejo de cuerpo entero que había enfrente, así que desplazamos la cama hasta allí, nos pusimos enfrente para vernos bien, seguí explorando su orto para prepararla, y cuando creí que ya estaba lista, apunté mi polla tiesa a su culo y la fui penetrando en plan bestia, porqué a pesar de mis caricias, estaba muy cerrado. Fue fantástico. Casi parecía que la violaba y eso me encantaba, y creo que a ella también. Luego de tenerla totalmente bien metida en su culo, empecé a moverme poco a poco, mirándonos al espejo para verlo bien. La bizca lo miraba todo: miraba su culo penetrado y me miraba a mí relamiéndose y diciendo lo mucho que disfrutaba. No sabía si era ángel o puta, porqué tan pronto parecía dulce como una perra en celo. Lo que sí sabía era que gozaba como nunca.

»Su ano se amoldó entorno a mi tranca estrujándolo, casi aplastándolo. No todos los días se desvirga un culo como aquel, era para haberlo visto, y ojalá hubiera podido grabarlo con una cámara. Podía notar las paredes de su ano rodeando y apretándome la polla. Yo no podía parar de encularla como si me fuera la vida en ello, quería partírselo en dos. Nos giramos un poco para quedar de frente en lugar de soslayo, y a través del reflejo, la bizca y yo perpetuábamos nuestros juegos de miradas furiosas y lascivas. Llevé mis manos a sus pechos para apretárselos y agarrarme a ella a fin de embatirla más fuerte, algo que conseguí en pocos segundos. Las puntas de mis dedos se apoderaron de sus pezones y jugué con ellos mientras continué culeándola a todo trapo como un tren sin frenos. Nos besamos un poco, ella llevó su mano a mis caderas para pedirme que siguiera, yo cumplí sus órdenes fielmente, apreté el ritmo de la enculada durante toda la recta final hasta que explotamos otra vez y llené su culito de mi semen.

»Estábamos exhaustos, no podíamos más. Nos tumbamos uno junto a otro jadeando, recuperando el aliento. Para cuando me encontré bastante repuesto me quedé mirándole y le pregunté "¿por qué no cierras los ojos cuando follas?", "es mejor con los ojos abiertos", me respondió airada. "¿Por qué?", pregunté extrañado, y entonces me dijo jocosa "Ya lo dice el refrán, tontito: Ojos que no ven…polvo que pasa de largo". Nos echamos a reír y estuvimos entre besos y caricias un poco más, hasta que volvimos a follar como conejos. Lo cierto es que aquella noche fue un record para mí: cuatro polvos y medio. Nunca me había pasado, y después de eso no volví a vivir nada similar, fue la mejor noche para mí, pero también una decepción, porqué cuando desperté por la mañana tenía resaca, como el mar, y estaba solo. Ella se había ido, y aunque la busqué desesperadamente por todo el barco y pregunté a todos por ella, no pude encontrarla, y nunca la he vuelto a ver. Ni siquiera supe su nombre, para mí solo es "la mujer del barco", pero no paro de recordarla a todas horas, suspirando por verla a ver.

-Buffffffff…dios míooo que historiaaaa…aaayyy que calor…madre que sofocón llevo encimaaaaa…estooo, ¿y cual es el problema?.

-Que desde entonces no se me levanta si no es con una bizca. Lo he intentado todo, pero ya no lo consigo. Solo me empalmo con las bizcas. Ayúdeme doctora, estoy obsesionado con ella. ¿Qué puede hacer para curarme?.

-Bueenoo…pues empezaré por desabotonarme la camisa…y luego la falda…a continuación me quitaré las gafas, y así verás que también soy un pelín bizca, que no te fijaste porqué no se nota mucho…y si me permites la ironía: ¿qué quieres que haga?...

-Todo lo que estés imaginando Ylenia, todo lo que estés imaginando…porqué no sé si me podrás curar….pero seguro que me va a encantar…

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